23 de marzo de 2017

PRONUNCIAMIENTO DE SOBREVIVIENTES DE LA ESMA.

23 de marzo de 2017
 PRONUNCIAMIENTO DE SOBREVIVIENTES DE LA ESMA 
“Un escenario temerario” 
A 41 años del último golpe de Estado, sobrevivientes de la ESMA se reunieron en el ex centro clandestino en un “acto de desagravio” contra las políticas del Gobierno.
“No estamos dispuestos a que se borre la Memoria de nuestra lucha”, dijeron los sobrevivientes. (Imagen: Pablo Piovano) 
 Por Alejandra Dandan 
“El 41 aniversario del infausto golpe cívico-militar que nos encuentra ante un escenario temerario y alarmante respecto de las políticas de memoria, verdad y justicia”. Alfredo Ayala sostuvo el documento en las manos con ese encabezado. Eso explicaba la congregación de sobrevivientes de la Escuela de Mecánica de la Armada, reunida en el edificio del Cuatro Columnas, no en calidad de sobrevivientes sino de militantes políticos, como se definieron, con los mismas convicciones. Era la primera vez que se juntaban de esta forma, contó quien todos conocen como Mantecol. “Alarmados por lo que está pasando y los cuestionamientos que niegan que acá hubo un genocidio, decidimos estar”. Un flaco alto, misma edad, mismos caminos, lo oyó parado por atrás. Era de sus primeros compañeros, alguien que le abrió paso, a los 20 años, en un acto relámpago en la villa Uruguay. “Llegado a esta altura de mi vida –dijo Ayala– no quiero abandonar mis sueños, que siguen siendo los de ver un país con plena justicia social”.

El encuentro estuvo organizado por un grupo de sobrevivientes del centro clandestino y la Junta Interna de Trabajadores del Ente Espacio para la Memoria y Derechos Humanos de ATE Capital. Juntos hicieron una visita al interior del Museo Sitio de Memoria ESMA, ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Estaba Mantecol, pero también “el Bichi”, Leonardo Fermín Martínez, ambos parte del grupo de trabajo forzado de mantenimiento del edificio en dictadura. Estuvo Rosita, es decir Ana Soffiantini, una de las mujeres que logró recuperar la presencia de “La Gaby” Norma Arrostito en ese lugar. Pasó también Carlos Muñoz, en este caso como secretario de acción política de la interna y como aquel de la foto tomada por la Conadep en Capuchita en el país que todavía olía a huevo podrido.

 “Les quiero decir que tengan la total certeza y confianza que todos los trabajadores de este predio tenemos el compromiso innegociable con la memoria –les dijo Pablo Vialatte, delegado general–, con esa bandera que ustedes levantaron todos estos años y con la orgánica que podamos construir, para que no nos lleven puestos”.

 Cuando pasaron por el antiguo Pañol, Mantecol actualizó explicaciones del saqueo, en ese diálogo obligado entre pasado y presente que se dispara en cada recorrido. Alguien le pregunto por las evocaciones del robo de bienes proyectas sobre paredes. Entre esos enormes espacios en los que se acumulaban muebles, ventiladores, alfombras, bicicletas, entre muchas otras cosas, se acordó hasta de una jaula, una jaula que uno de sus compañeros reconoció, desesperado, como parte de sus pertenencias al darse cuenta de que también podrían haber matado a su pájaro. “Era inmenso y estaba lleno”, dijo Mantecol. “Pero ahora nos robaron 140 expedientes de compañeros que tienen que ser reconocidos por las leyes reparatorias, es decir: nos siguen robando”.

 El robo de los expedientes es el primer dato del documento que distribuyeron: “La última acción de esta escalada que pretende horadar los amplios consensos sociales respecto del genocidio es el extravío de 140 expedientes de la Dirección de Políticas Reparatorias de la secretaría de Derechos Humanos, lo que obligó a una denuncia penal y al allanamiento de esa repartición”.

 El texto enumera la profunda agenda de retrocesos desde el cambio de gobierno. Menciona los discursos de funcionarios y el cuestionamiento al número de desaparecidos. Las palabras de Mauricio Macri “caracterizando como guerra sucia los crímenes de la dictadura”. El desfile del Bicentenario y el desfinanciamiento de áreas clave para la continuidad de los juicios de lesa humanidad. “Encontramos un Ejecutivo que ha decidido cambiar el paradigma del Terrorismo de Estado e igualar la lucha de miles de militantes sociales y políticos, secuestrados, torturados y asesinados, con la actividad de sus asesinos”. En ese tono, convocaron a esto que llamaron acto de desagravio. “No estamos dispuestos a que se borre de la historia la Memoria de nuestra lucha por la liberación, ni el recuerdo de cada uno de los compañeros torturados, asesinados o desaparecidos por los militares y sus socios civiles, parientes y antecesores del gobierno actual”.

 El documento lleva la firma de, entre otros sobrevivientes, Victor Basterra, Liliana Pelegrino, Alejandro Firpo, Maria Eva Berns, Ricardo Coquet y Miriam Lewin. También de Abuelas de Plaza de Mayo, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por razones políticas, Madres de Mayo línea Fundadora e HIJOS. Firmaron, además, referentes del Frente para la Victoria, Gabriel Mariotto, que estuvo ahí y Victoria Donda, de Libres del Sur. “Cuando me preguntan qué somos, yo digo que nosotros seguimos siendo los mismos militantes políticos –dijo Muñoz– y lo que buscamos es una patria justa”.

 –Ahora los invito a pasar a mi casa, de alguna manera –dijo Mantecol.

 –¡Será la tuya! –le dijo alguien.

 –Vamos al Casino. Al ex Casino.

 En lo que ahora es Museo Sitio de Memoria, hace dos días se inauguró la primera muestra temporaria, en este caso sobre el periodista Rodolfo Walsh. Tres instalaciones audiovisuales basadas en los testimonios del juicio ESMA proyectan la caída, sus papeles robados y vistos en este centro clandestino y una reconstrucción de su último cuento, Juan se iba por el río, que desapareció en el saqueo a su casa del 26 de marzo de 1977.

 Bichi caminó rápido hacia Rosita. “Creo que el único que podría llegar a tener esas cosas puede ser (Raúl) Scheller –le dijo–. Era el único al que le gustaba la lectura, hablaba de cosas así. Los otros eran todos brutos: mirá que poníamos Hombres de Hierro, de León Gieco, y ni se daban cuenta”. A Carlos Muñoz se le atravesó, en cambio, una imagen de Lilia, la última compañera de Walsh. Un diálogo. El dice que era una escena de 1968. Que le preguntó si miraban películas. Que ella dijo que sí, pero que una vez quiso sintonizar algo, giró una perilla y oyó una distorsión. Y, entonces, Walsh se puso a desarmar la televisión y ya no pudo mirar más. La televisión se transformó en un sintonizador clandestino de frecuencias de radio de la policía.

 El grupo aún está en el Hall de ingreso al ex centro clandestino. Estudia cambios de los que cada uno fue testigo. La escalera: “Fíjense que los bordes están comidos por eso de los grilletes”, dijo Bichi al resto de los escuchas. “Nos ponían grilletes en los pies y esposas en las manos, todo esto está marcado por los grilletes de los detenidos”. Rosita siguió. “Nosotros no nos imaginábamos cómo era este lugar porque siempre estábamos con capuchas. Vivíamos en un mundo desconocido. Eramos como ciegos”.

 Primer piso. Otro fragmento de la muestra de Walsh. La caída. Enfrente, las puertas de las habitaciones de los marinos. Tercer piso. Capucha. “Los miércoles eran los traslados –dice Rosita–. Y todos los miércoles decíamos, nos salvamos y no sabíamos por qué”. Rosita se acordó de Norma Arrostito. “Así como estábamos también buscábamos en ella una líder. No llegó a ser capa, capa, porque Montoneros era una orga machista. Pero acá fue una referente muy importante”.

 Antes de la vuelta a la planta baja, atravesaron el espacio de las embarazadas. Se encontraron con otro grupo acompañado por la nieta Victoria Montenegro. Rosita habló de Kika, Sara Solarsz de Osatinsky, y rindió homenaje a las mujeres que en 1979 hicieron una de las primeras denuncias públicas en Francia sobre el genocidio y la ESMA. Las dos, entonces, recorrieron los tiempos hasta llegar al presente. Y, antes de seguir, hablaron también de las batallas de las Abuelas.
Fuente:Pagina12

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