14 de agosto de 2017

LOS LIBROS QUE NO SE PRENDIERON FUEGO.

Los libros que no se prendieron fuego 
14 de agosto de 2017
Juan Carlos Simo @jsimo_lavoz
En La Biblioteca Roja, Tomás Alzogaray Vanella, Gabriela Halac y Agustín Berti analizan el valor de los libros y cómo su materialidad es portadora de distintos sentidos. El libro reconstruye la experiencia de desenterrar una biblioteca ocultada hace 40 años antes del exilio.

Gabriela siempre había pensado que su padre había quemado la biblioteca roja en torno al golpe del 24 de marzo de 1976. Pero había sido en realidad mucho antes: en 1963, cuando después de salvarse de un allanamiento llevó los libros hasta el campo familiar de Agua de Oro y los incineró.

Tomás creció con el relato familiar de la biblioteca roja enterrada en el patio la casa de Córdoba antes del exilio en México. Cuando comenzó la búsqueda, lo hizo en un lugar equivocado, como si la memoria que había reconstruido con sus padres se hubiese movido.

BAJO TIERRA. La biblioteca que esperó 40 años

De esos desplazamientos está hecho el camino que lleva a La Bilioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros, que se presenta mañana lunes en Documenta/escénica. El texto es uno de los productos de un proyecto inconmensurable que incluyó, con la participación del Equipo Argentino de Antropología Forense, la recuperación de la biblioteca que hace 40 años habían sepultado en su patio Dardo Alzogaray y Liliana Vanella, poco antes de dejar el país.

El hijo de la pareja, Tomás Alzogaray Vanella; Gabriela Halac, cuyo padre José fue quien quemó la biblioteca en las Sierras Chicas; y Agustín Berti, investigador de la Universidad Nacional de Córdoba son los autores y protagonistas de esta experiencia en múltiples planos que indaga sobre el valor de los libros y de cómo su materialidad es portadora de distintos sentidos.  El de los libros que son quemados para preservar la vida; el de los que fueron enterrados, como en el caso de los historiadores Alzogaray y Vanella, y transformados en objetos únicos por el acto del ocultamiento bajo tierra y el paso del tiempo. Hoy condensan una historia particular, la ocurrida en ese patio, y la del país, la de una época.

“La historia de las cosas es también una historia de violencias (...) Así como la memoria y el pensamiento se constituyen a partir de olvidos y recuerdos, la cultura se edifica sobre la destrucción y la preservación de distintos artefactos”, apunta en el libro Berti.
LIBROS RECUPERADOS. La tarea de los antropólogos (Gentileza Gabriela Halac y Rodrigo Fierro).
LIBROS RECUPERADOS. La tarea de los antropólogos (Gentileza Gabriela Halac y Rodrigo Fierro).

Presentación. El libro La Biblioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros, de Agustín Berti, Gabriela Halac y Tomás Alzogaray Vanella, se presenta este lunes a las 19.30 en Documenta/escénica (Lima 364), con la participación de Alejandro Dujovne.
En La Biblioteca Roja... se leen las entrevistas que brindaron Dardo (fallecido en septiembre del año pasado) y Liliana donde reconstruyen la decisión de salvaguardar sus libros, enterrándolos en un pozo de cal, mientras otros de su generación los quemaban. O los quemaba el represor Luciano Benjamín Menéndez.

“Hay algo entre la destrucción de una persona y su subjetividad y la destrucción de una biblioteca. Los libros ocupan un lugar físico que sigue siendo subjetivo”, reflexiona Halac.
En la crónica de la búsqueda de la biblioteca en el patio, financiada por el proyecto Plataforma Futuro, del Ministerio de Cultura de la Nación, se detallan los trabajos realizados en enero de este año, hasta la aparición de los libros. ¿Libros u objetos? La indagación desemboca entonces en otro rumbo, porque aquello que originalmente fue libro, uno entre varios de una serie reproducida industrialmente, ahora es único, una cristalización de todo ese proceso destructivo (de la tierra, del tiempo, pero también de la violencia política).

“El problema es que éstos ya son objetos únicos, más allá de que el título esté disponible en librerías o bibliotecas. Ya no se trata de rescatar el objeto libro para ponerlo en estante y que alguien lo lea, más bien es rescatar ese proceso de lo que pasó. Por eso esto se constituyen en objetos únicos, con otro valor”, les explica a los investigadores Julia Varella, conservadora de papel. Ella fue una de las fuentes consultadas en el proyecto que desarrolló el trío Halac-Alzogaray Vanella-Berti para tratar de resolver el resultado de esas preocupaciones iniciales sobre la recuperación de una biblioteca enterrada.

Tomás cuenta que el 11 de enero, cuando ya estaban ante los 16 paquetes surgidos del propio patio de la vivienda familiar, sufrió una crisis porque no tenía en claro qué estaban haciendo en ese momento. Paradojas de la experiencia: si al principio no sabían si encontrarían algo, ahora que lo habían hecho, surgían nuevas preguntas.
Gabriela relaciona la idea de una fosa común con la del pozo en la que estaban los libros. “Eran libros, pero era como estar ante cuerpos”, dice.
La biblioteca recuperada. Gabriela Halac, Tomás Alzogaray y Agustín Berti. (La Voz/ RAMIRO PEREYRA).
La biblioteca recuperada. Gabriela Halac, Tomás Alzogaray y Agustín Berti. (La Voz/ RAMIRO PEREYRA).

La participación de los miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense acentúa  esa relación. Ana Sánchez, integrante de esa entidad, escribe para los autores de libro una reflexión que permite entenderlo:  “Excavar la biblioteca significó desde un primer momento el encuentro con una experiencia nueva, impensada. Significó tratar esos libros como cuerpos. Exhumar la biblioteca de una persona es, en última instancia, similar a desenterrar los restos de alguien que eventualmente ‘desapareció’: tanto los huesos como los libros nos hablan de alguien, de una identidad compleja, emocional, política y social. Es el descubrimiento per se el que tiene este valor socio-político que excede cualquier significado que pudieran otorgarle sus parientes o sus dueños”.

Ahora, los autores de la Biblioteca Roja… buscan ampliar la experiencia integrando nuevos testimonios de bibliotecas quemadas o enterradas. Por eso, en la presentación del texto que edita Documenta/escénica, intentarán registrar otras voces sobre procesos en los que los libros fueron epicentro de estos desplazamientos entre la violencia política y la construcción de la memoria.
Fuente:LaVoz

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