12 de noviembre de 2017

RUSIA.

Los comunistas rusos celebran masivamente el centenario de la Revolución de Octubre
RT / Resumen Latinoamericano / 7 de noviembre de 2017
Este martes el Partido Comunista de la Federación de Rusia y varias organizaciones de izquierda celebran masivamente el 100.° aniversario de la Revolución de Octubre.
Se ha organizado una marcha y un mitin en el pleno centro de Moscú. Se espera que a las actividades festivas van a asistir los representantes de partidos políticos y movimientos de diferentes países, incluyendo China, Corea del Norte, Cuba, Vietnam, los países de la Comunidad de Estados Independientes y muchos otros.
En la mañana de esta misma jornada se ha producido otra marcha monumental dedicada al 76.º aniversario del desfile militar celebrado en Moscú en 1941.

Reconstrucción histórica: un monumental desfile militar marcha por la Plaza Roja 

Una marcha solemne dedicada al 76.º aniversario del desfile militar de 1941 ha tenido lugar en la capital rusa este 7 de noviembre.
Este martes, la Plaza Roja de Moscú ha vivido una reconstrucción histórica del desfile militar que acogió el 7 de noviembre de 1941, cuatro meses después de que comenzara la Gran Guerra Patria.
Ese año, la marcha militar que se celebró por el 24.° aniversario de la Revolución de Octubre tuvo lugar en mitad de la batalla de Moscú: la línea del frente estaba a solo pocas decenas de kilómetros de la entonces capital soviética.
Se trata de un desfile histórico por su influencia sobre el curso de la guerra y algunos lo equiparan a una de las operaciones militares más destacadas, ya que tenía una gran importancia para elevar la moral del Ejército Rojo y de todo el país. Además, mostró al mundo entero que la Unión Soviética no se daba por vencida, incluso con la amenaza nazi tan próxima.
“La reconstrucción del desfile recordará a los ciudadanos rusos las páginas heroicas de nuestra historia, el valor y la resistencia de los defensores de Moscú que se desplazaban al frente inmediatamente después del desfile”, según explicó un representante del Comité de Relaciones Públicas de Moscú.
En esta iniciativa participaron más de 5.000 personas, entre ellas:
  • El grupo de Caballería del Regimiento Presidencial.
  • Compañías históricas formadas por efectivos de las formaciones y los establecimientos educativos militares del Ministerio de Defensa de Rusia.
  • Estudiantes de la Escuela Militar Suvórov y de la Escuela de Música Militar de Moscú.
  • La Orquesta Militar de la Guarnición de Moscú.
  • Miembros de los clubes de historia militar.
Tras el desfile, a las 11:15 de la mañana comenzará un acto en el que se colocarán coronas de flores en la Tumba del Soldado Desconocido ubicada en el Jardín de Alejandro, contiguo al muro occidental del Kremlin.
En la ceremonia intervendrán veteranos participantes del desfile histórico de 1941 y de la parada de la Victoria de 1945.
Posteriormente, en la Plaza Roja se expondrá equipamiento militar de los tiempos de la Gran Guerra Patria.

Revolución de Octubre 100 años/ Monumental desfile militar marcha por la Plaza Roja
7 nov 2017
Una marcha solemne dedicada al 76.º aniversario del desfile militar de 1941 ha tenido lugar en la capital rusa este 7 de noviembre.

Este martes, la Plaza Roja de Moscú ha vivido una reconstrucción histórica del desfile militar que acogió el 7 de noviembre de 1941, cuatro meses después de que comenzara la Gran Guerra Patria.
Ese año, la marcha militar que se celebró por el 24.° aniversario de la Revolución de Octubre tuvo lugar en mitad de la batalla de Moscú: la línea del frente estaba a solo pocas decenas de kilómetros de la entonces capital soviética.
Se trata de un desfile histórico por su influencia sobre el curso de la guerra y algunos lo equiparan a una de las operaciones militares más destacadas, ya que tenía una gran importancia para elevar la moral del Ejército Rojo y de todo el país. Además, mostró al mundo entero que la Unión Soviética no se daba por vencida, incluso con la amenaza nazi tan próxima.
“La reconstrucción del desfile recordará a los ciudadanos rusos las páginas heroicas de nuestra historia, el valor y la resistencia de los defensores de Moscú que se desplazaban al frente inmediatamente después del desfile”, según explicó un representante del Comité de Relaciones Públicas de Moscú.
En esta iniciativa participaron más de 5.000 personas, entre ellas:
  • El grupo de Caballería del Regimiento Presidencial.
  • Compañías históricas formadas por efectivos de las formaciones y los establecimientos educativos militares del Ministerio de Defensa de Rusia.
  • Estudiantes de la Escuela Militar Suvórov y de la Escuela de Música Militar de Moscú.
  • La Orquesta Militar de la Guarnición de Moscú.
  • Miembros de los clubes de historia militar.
Tras el desfile, a las 11:15 de la mañana comenzará un acto en el que se colocarán coronas de flores en la Tumba del Soldado Desconocido ubicada en el Jardín de Alejandro, contiguo al muro occidental del Kremlin.
En la ceremonia intervendrán veteranos participantes del desfile histórico de 1941 y de la parada de la Victoria de 1945.
Posteriormente, en la Plaza Roja se expondrá equipamiento militar de los tiempos de la Gran Guerra Patria.

Las fuerzas estratégicas de Rusia, “capaces de causar un daño enorme a cualquier agresor”

7 nov 2017 1
Las capacidades de combate de la aviación estratégica nuclear rusa han subido 1,5 veces en los últimos 5 años, según cálculos del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas.
Las fuerzas estratégicas de Rusia, "capaces de causar un daño enorme a cualquier agresor"
El sistema de misiles balísticos intercontinentales Yars
Alexandr Kryazhev / Sputnik
Rusia está proyectando la creación de un misil balístico intercontinental pesado, ha admitido en una rueda de prensa el jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas del país, Valeri Guerásimov.
El sector industrial militar ha reanudado la fabricación de los aviones Tu-160M. Ha arrancado la proyección de un futuro avión polivalente de largo alcance.
Al mismo tiempo el número de aviones capaces de lanzar misiles de crucero se ha multiplicado por 11 desde el año 2012. La participación de los portamisiles estratégicos en el potencial nuclear de Rusia “ha subido un 53% en este lustro y ha llegado al 75,7%”. 289 aviones han sido incorporados en el Ejército, la Fuerza Aérea y las Tropas Antiaéreas.
“En total, las capacidades de combate de las fuerzas estratégicas nucleares aéreas se han elevado 1,5 veces”, ha agregado el general.
Guerásimov cree que en su conjunto las fuerzas estratégicas disuaden a los potenciales enemigos de una eventual agresión contra Rusia o sus aliados. Son capaces de “ocasionar con garantía a cualquier agresor un daño irreparable para él“, incluso si cuenta con defensa antimisiles.
Además, el jefe del Estado Mayor General ha asegurado que “en cada dirección estratégica” existe ahora una agrupación de tropas “autosuficiente”, capaz de cumplir con éxito todas las tareas en los “conflictos armados pronosticados”. Una de ellas se encuentra en Crimea e incluye una base naval, un cuerpo del Ejército, una división aérea y una antiaérea, ha detallado.

Los comunistas rusos celebran masivamente el centenario de la Revolución de Octubre

Una solemne marcha recorre el centro de la capital rusa.
EN VIVO: Los comunistas rusos celebran masivamente el centenario de la Revolución de Octubre
Este martes el Partido Comunista de la Federación de Rusia y varias organizaciones de izquierda celebran masivamente el 100.° aniversario de la Revolución de Octubre.
Se ha organizado una marcha y un mitin en el pleno centro de Moscú. Se espera que a las actividades festivas van a asistir los representantes de partidos políticos y movimientos de diferentes países, incluyendo China, Corea del Norte, Cuba, Vietnam, los países de la Comunidad de Estados Independientes y muchos otros.
En la mañana de esta misma jornada se ha producido otra marcha monumental dedicada al 76.º aniversario del desfile militar celebrado en Moscú en 1941.


Desfile militar en Rusia por aniversario de lucha contra los nazis
HispanTV / Resumen Latinoamericano / 7 de noviembre de 2017
Soldados rusos desfilan en Moscú en memoria de la histórica marcha de 1941, ‎cuando la fuerza soviética partió a luchar contra los nazis, 7 de noviembre de 2017. ‎
Vistiendo uniformes de la época de 1940 y portando armas históricamente precisas, miles de soldados rusos marcharon más allá de una plataforma en la emblemática Plaza Roja de Moscú, la capital, donde los veteranos supervivientes del evento original vieron el desfile militar conmemorativo.
El evento marca el 76º aniversario del desfile de 1941, cuando los soldados del Ejército Rojo cruzaron las murallas del Kremlin hacia la línea del frente para luchar contra las tropas de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Según muchos historiadores, la marcha de 1941 fue crucial para la defensa de Moscú, ya que contribuyó a impulsar la menguante moral del Ejército de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).








Fuente: AFP










Fuente: AFP










Fuente: AFP










Fuente: AFP



Discurso de Lenin 1917
Resumen Latinoamericano / 7 de noviembre de 2017


100 años de la revolución que “demostró que los campesinos y los obreros podían tomar el poder”
7 nov 2017
Intelectuales latinoamericanos analizan las repercusiones de la Revolución de Rusia, tanto en ese país como en el resto del mundo.
100 años de la revolución que "demostró que los campesinos y los obreros podían tomar el poder"
Partidarios comunistas durante la conmemoración del aniversario de la Revolución rusa de 1917.
Con motivo del centenario de la Revolución de Octubre que catapultó a los bolcheviques al poder en Rusia, RT dialogó con tres académicos latinoamericanos para comprender sus alcances y consecuencias. ¿Cómo influyó la primera revolución comunista en el resto del mundo? ¿Qué transformaciones desarrolló? ¿Cómo se recuerda hoy en día en distintas partes del planeta?
Se trató de “la primera ocasión en la historia en la que se demostró que los campesinos, los obreros, los trabajadores podían tomar el poder político”, opinó el historiador venezolano Lionel Muñóz.

Un hombre con uniforme del Ejército Rojo y una bandera soviética durante la conmemoración del Día de la Victoria / Fabrizio Bensch / Reuters
Por su parte, el sociólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), Martín Ogando, consideró que es “el hecho político mundial más importante del siglo XX” ya que “el socialismo, en tanto transición a una sociedad poscapitalista, se convirtió en un horizonte posible que involucró a millones de seres humanos”.
Asimismo, el también historiador y escritor mexicano Leopoldo Mendívil López analizó que “tuvo el mayor impacto económico en el mundo desde que surgió el capitalismo, en el siglo XVII”. En pocos años, “30 países que anteriormente estaban ligados al comercio de Europa fueron parte de la gran esfera soviética”.

De Marx a Lenin

Si bien existía el fugaz antecedente de la Comuna de París (1871), la Revolución rusa dio nacimiento a la primera experiencia exitosa de un gobierno socialista.
“Esa toma del poder estuvo relacionada con un desarrollo teórico importante por parte de las corrientes que venían inspirándose en los pensamientos de Karl Marx desde el siglo XIX”, planteó Muñóz, quien también es director del Instituto de Estudios Hispanoamericano. Esas ideas encontraron “una vía de ejecución práctica” por medio de la de obra de Vladímir Lenin, “uno de los conductores de aquella revolución”.

Comunistas rusos a través de una bandera con la imagen del líder bolchevique Vladímir Lenin / Eduard Korniyenko / Reuters
Para el intelectual venezolano, Lenin le dio “operatividad, aterrizó en el terreno político las teorías desarrolladas por Marx” y abordó “fenómenos nuevos de los que Marx no habló, como el imperialismo“.
Muñóz subrayó que el líder ruso “le dio al marxismo una traducción política organizativa a través de una propuesta que terminó siendo la del ala radical –bolchevique– del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia”.

El tercio socialista del mundo

Con el correr de los años y, sobre todo, tras la Segunda Guerra Mundial, la influencia de la Unión Soviética se expandió a gran parte del planeta. Para 1980, en las repúblicas soviéticas vivían alrededor de 400 millones de personas, “la octava parte de la población terrestre”, señaló Mendívil López.

Monumento dedicado a Vladímir Lenin en Kiev (Ucrania), antes de ser derribado en 2013 / Gleb Garanich / Reuters
Ogando, amplió la mirada y puntualizó que, luego de esa contienda, “un tercio de la humanidad habitaba Estados nación que reivindicaban, bajo distintas modalidades, una organización social identificada con el socialismo”. Después, diferentes variantes revolucionarias o reformistas “organizaron movimientos de masas” y gobernaron “en los cinco continentes“.
No obstante, el sociólogo argentino aclaró que “bajo la palabra ‘socialismo’ se agruparon las más diversas experiencias y se desarrollaron las más agrias controversias”. Si bien “ha sido un núcleo de articulación hegemónica eficaz durante gran parte del siglo XX”, su contenido específico “fue terreno de arduas disputas” y, “por momentos, se trató de un ensayo polifónico plagado de adjetivos: socialismo nacional, socialismo árabe, socialismo democrático, nuevo socialismo…”.

En deuda con la Revolución

Finalmente, Muñóz destacó que “una de las más grandes contribuciones” que pueden contarse de la Revolución de Octubre es “haber transformado a la vieja Rusia zarista, sumergida en el atraso, en una potencia industrial y, más tarde, militar”.
Pero más importante aún fue que surgió la URSS y “derrotó el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial”, un triunfo “abonable enteramente a la cuenta del esfuerzo heroico, sobrehumano” del pueblo soviético: “la humanidad entera tiene una deuda para con este pueblo y la Revolución socialista de 1917″, concluyó el historiador venezolano.
Santiago Mayor en colaboración con Ernesto J. Navarro y José Luis Montenegro


En el centenario de la Revolución de Octubre: Diez días que estremecieron al mundo
Jozef Mampuys y Marc Vandepitte, Rebelión / Resumen Latinoamericano / 7 de noviembre de 2017
El título de este artículo remite a unos de los primeros libros sobre la Revolución de Octubre, Diez días que estremecieron al mundo, del periodista estadounidense John Reed, publicado en 1919. Todavía hoy este libro se considera uno de los documentos periodísticos más importantes del siglo XX. John Reed, ‘‘Dix jours qui ébranlèrent le monde”, Edition République des lettres, París, 2017. [Hay muchas traducciones al castellano, una de las más recientes es la de Angel Pozo Sandoval, Diez días que estremecieron al mundo, Tres Cantos, Akal, 2004]. 

Las grandes revoluciones siempre van por delante de su tiempo. Siguen unos objetivos que suponen un progreso respecto a las fases históricas precedentes. La Revolución de Octubre fue el primer intento a escala mundial de acabar con la miseria y la opresión del capitalismo. Ejerció una influencia decisiva en todo el siglo XX. Volvamos sobre este acontecimiento.
Relación con la Primera Guerra Mundial
Cuando se aproximan las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial, ahora es el momento de un nuevo centenario: el de la Revolución de Octubre, que tuvo lugar en 1917 en el Imperio ruso y llevó a la creación de la Unión Soviética. No es casual que ambos aniversarios se solapen ya que están estrechamente ligados.
La Primera Guerra Mundial estalló como un conflicto entre las grandes potencias europeas de entonces que esperaban reforzar y expandir su posición de fuerza. Pero al cabo de cuatro años de una lucha militar cada vez más extendida y sin salida, y con un importante deterioro de las condiciones de vida en las naciones beligerantes, la Primera Guerra Mundial provocó la caída de no menos que cuatro imperios. La Rusia zarista ni siquiera conoció el final de la guerra. La abdicación de zar Nicolás II en marzo de 1917 ponía fin a 300 años de dominación dinástica de los Romanov. El final de la Primera Guerra Mundial en noviembre de 1918 provocó después la caída del Imperio alemán, la de la doble monarquía austro-húngara de los Habsburgo y del Imperio otomano.
Antecedentes
La Primera Guerra Mundial, que había estado precedida de un largo periodo de problemas y conflictos, supuso en cierto modo el golpe de gracia del Imperio zarista. Tras la supresión del vasallaje en 1861 y la entrada en la revolución industrial no había dejado de aumentar el descontento provocado por el autoritarismo del régimen zarista. En 1881 el zar Alejandro II fue asesinado por un grupúsculo de conspiradores. El hermano mayor de Lenin se vio implicado en un intento de asesinato del nuevo zar, Alejandro III. Fue detenido y condenado a muerte en 1887. Lenin y compañía sacaron sus conclusiones de ello y se unieron al Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR) fundado en marzo de 1898, precursor del futuro Partido Comunista.
El campo seguía padeciendo unas condiciones de vida feudales. Los grandes propietarios tenían todo el poder. Representaban solo el 0,3 % de la población, pero poseían más de la mitad de todas las tierras. Las condiciones de existencia de los campesinos rusos eran similares a las del campesinado francés y belga del siglo XIV. Todos los levantamientos sucesivos de campesinos fueron aplastados sin piedad.
También en las ciudades reinaba el descontento. Hacia finales del siglo XIX la población estaba cada vez más insatisfecha y después de la derrota de Rusia en la guerra ruso-japonesa (1904-1905) se multiplicaron los motines de soldados y las manifestaciones. El Domingo Rojo del 9 de enero de 1905 la guardia imperial abrió fuego y causó cientos de víctimas entre los manifestantes. Las manifestaciones y huelgas no hicieron más que aumentar, el zar se vio obligado a hacer concesiones con unas reformas económicas e instauró una primera Duma (parlamento). Pero como las reformas propuestas apenas supusieron mejoras, la agitación persistió.
Mientras tanto, el POSDR se había dividido en dos facciones: los menchevikes, mas bien moderados, y los bolcheviques, radicales. A principios de la Primera Guerra Mundial el zar había vuelto a fortalecer su poder y la agitación dio paso a un patriotismo entusiasta. Pero era una ilusión. A medida que avanzaba la guerra el ejército zarista sufría cada vez más derrotas y la economía se desarticulaba. Hacia finales de 1916 Rusia estaba al borde de un desmoronamiento militar y económico total. El coste en vidas humanas fue particularmente elevado. Perecieron dos millones y medio de rusos. El descontento que desde 1905 estaba a punto de estallar se convirtió en un inmenso rumor que culminó en 1917 y se realizó definitivamente con la Revolución de Octubre.
De la revolución de febrero…
A finales de febrero de 1917 estallaron en Petrogrado unos disturbios de gran magnitud. En pocos días las huelgas en la fábrica de municiones desembocaron en una huelga general. Las mujeres salían cada vez más a la calle para reclamar pan. “¡Pan, trabajo!” se convirtió en la consigna más coreada y a ella se añadía a continuación “¡Abajo la guerra!”, la causa de todo. Cuando las tropas del zar ya no se mostraron dispuestas a disparar contra los insurgentes el Imperio ruso de desmoronó en unos días. Se había producido la Revolución de Febrero.
El 2 de marzo de 1917 abdicaba el zar Nicolás II. Se formó un gobierno provisional dirigido por el príncipe Lvov con el apoyo de casi todas las fuerzas de oposición al zar, salvo los bolcheviques. Y es que en el intervalo se habían instaurado consejos de obreros y de soldados en todas partes, en Petrogrado y en otras grandes ciudades. Empezó así el periodo del “doble poder”.
La cuestión de la guerra constituía un punto de divergencia crucial. Los bolcheviques eran los únicos que deseaban que terminara la guerra. Era indispensable para poder concentrarse en los problemas sociales y económicos. El gobierno provisional, por su parte, deseaba seguir con la guerra.
Los dirigentes bolcheviques en el exilio seguían muy de cerca estos acontecimientos en sus países de acogida. El emperador alemán esperaba que prevalecieran los sóviets y su reivindicación de detener la guerra por lo que llegó a un acuerdo para que Lenin pudiera abandonar Suiza y atravesar Alemania hasta Rusia en un vagón de tren sellado.
Lenin llega a Petrogrado en abril y preconiza en sus “Tesis de abril” que todo el poder debe ir a los sóviets, los cuales deberán actuar radicalmente para detener la guerra, lograr la distribución de tierras y la equidad alimentaria. Las tensiones entre el gobierno provisional y los sóviets se exacerban a medida que aumenta la influencia de los bolcheviques en los sóviets. Como el gobierno provisional estaba cada vez más dominado por los antiguos generales zaristas, los dirigentes bolcheviques tuvieron que pasar a la clandestinidad o, como Lenin, huir otra vez al extranjero.
a la Revolución de Octubre
A principios de octubre la mayoría de los dirigentes bolcheviques decidió que era necesario un levantamiento armado y que los sóviets tenían que hacerse con la dirección del Estado. Así, el 25 de octubre (2) miembros de los sóviets y soldados simpatizantes toman por asalto el Palacio de Invierno del zar en Petrogrado y hacen prisioneros a los miembros del gobierno provisional. Esa misma tarde se reúne el II Congreso Panruso de los Sóviets con 649 delegados, 390 de los cuales eran bolcheviques, provenientes de más de 400 comités locales de todas las regiones de Rusia.
El congreso de los sóviets anunció un armisticio con Alemania, concedió tierras a quienes las explotaran, introdujo la jornada de ocho horas, nacionalizó los bancos y las grandes empresas al tiempo que acababa con las discriminaciones basadas en la nacionalidad. Poco después siguieron decretos sobre el control de los trabajadores en las empresas y la separación de la Iglesia y el Estado.
La reacción no se hizo esperar. Los partidarios del gobierno provisional, los blancos, no cedieron. Las oligarquías de las grandes potencias no veían con buenos ojos una revolución en el patio trasero de Europa y prepararon una invasión.
Las grandes grandes potencias tenían otra razón para querer acabar con esta revolución en ciernes: el riesgo de contagio. Poco después de que los bolcheviques hubieran proclamado un armisticio con Alemania se extendió por Europa central una oleada de huelgas políticas y de manifestaciones en contra de la guerra. Muchos países estaban tan hartos de la guerra como sensibilizados por la revolución. Después de la guerra estallaron levantamientos en Hungría, Austria, Checoslovaquia, Bulgaria, Italia y Alemania. La mayoría de las insurrecciones estaban mal preparadas y mal organizadas. Fracasaron una tras otra, no sin hacer que les zumbaran los oídos a las clases dirigentes.
A principios de 1918 empezó una guerra civil entre los “rojos”, los bolcheviques recién llegados al poder, y los “blancos”, que estaba apoyados por los antiguos generales zaristas y por muchas intervenciones aliadas (Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón). La guerra civil duró hasta 1921 y causó millones de muertos, sobre todo debido a la inmensa hambre que le acompañó.
A finales 1922 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) o Unión Soviética. Aquel año la salud de Lenin conoció una primera alerta, sin duda consecuencia tardía de un atentado perpetrado contra él en agosto de 1918. Tras diversos empeoramientos murió el 21 de enero de 1924. La lucha interna por su sucesión inició una nueva fase en la historia de la Unión Soviética.
Balance de la revolución
Económico
Al empezar la revolución Rusia era un país subdesarrollado. Los países industrializados producían por cabeza de 10 a 15 veces más carbón y de 10 a 20 veces más energía. Los ingresos por habitante en Rusia eran inferiores a los de América Latina (3). Además de un retraso importante respecto a los países ricos, las circunstancias en las que debía desarrollarse el país eran particularmente desfavorables. Aparte de la destrucción causada por la Primera Guerra Mundial el país había sido devastado entre 1918 y 1921 por una violenta guerra civil y por invasiones extranjeras. Veinte años después el país iba a sufrir la gigantesca destrucción provocada por la invasión alemana (4). La joven revolución sufría también un embargo económico. Y al contrario que la mayoría de las naciones occidentales el país no podía contar con unas colonias que le suministraran gratis o casi gratis materias primas y fuerza de trabajo.
A pesar de estas condiciones, la Unión Soviética tuvo un crecimiento espectacular. Entre 1920 y 1938 la producción industrial aumentó más de un 6.000 %, mientras que la media en el resto del mundo era de un 96 % (5). En 30 años pasó de ser un país relativamente atrasado a ser una superpotencia capaz de competir con Estados Unidos en el plano tecnológico. Tenía que serlo por razones de seguridad. En la década de 1930 el país tuvo que construir rápidamente un aparato militar capaz de resistir a la amenaza de una guerra de aniquilación por parte de la Alemania nazi. Y desde la década de 1950 hizo frente a una carrera de armamentos nucleares (6). No obstante, la carrera por la modernización resultante de ello se hizo de manera forzada y tuvo un alto coste humano (7).
A mediados de la década de 1950 el crecimiento empezó a ralentizarse. El crecimiento económico seguía siendo correcto aunque se tradujo mucho menos en una mejora y un aumento de los bienes de consumo. En este aspecto el retraso respecto a Estados Unidos aumentó y se mantuvo, lo que provocó más frustración y menos apoyo a la dirección política (8). Pero incluso con este retraso de crecimiento y a pesar de todas las miserias de la guerra económica, entre 1917 y 1989 creció una vez y media más rápido que el resto del mundo (9).
Social
La Revolución de Octubre fue un grito contra la miseria y el subdesarrollo, un grito que no se dio en vano. La nueva República de los Sóviets dio muestras de un progreso nunca visto en esa época. Se erradicó el analfabetismo en poco tiempo. El nivel de instrucción llegó rápidamente a un nivel comparable al de los países industrializados. Se eliminó el paro y se instauró la jornada de ocho horas. La semana laboral en la Unión Soviética se convirtió en una de las más cortas del mundo. Se creó un sistema de seguridad social, con una pensión de jubilación completa. Se anuló la discriminación de la mujer y se legalizó el aborto.
Aumentó la esperanza de vida. Al inicio de la revolución los ciudadanos soviéticos morían 16 años antes que los ciudadanos estadounidenses. En 1973 la diferencia ya era solo de dos años y medio (10). Un factor de desarrollo social todavía más importante, la mortandad infantil por debajo de 5 años: en 1960 era de cuatro a ocho veces más baja en la Unión Soviética que en los países vecinos que cuarenta años antes todavía tenían un nivel igual de desarrollo (11).
Influencia internacional
Sería difícil sobrestimar la importancia de la Revolución de Octubre para la historia reciente del mundo. La Unión Soviética se ha convertido en el símbolo visible de la alternativa socialista al liberalismo hasta entonces dominante y a la sociedad capitalista. Todo el siglo XX, incluida una guerra fría de casi medio siglo de duración, iba a estar dominado por el antagonismo del capitalismo frente a socialismo. En el lado socialista la Unión Soviética como nación marcó la pauta hasta el final de su existencia a principios de la década de 1990. En ese sentido, la Revolución de Octubre fue determinante para el carácter del siglo XX.
Gracias a esta revolución el socialismo dejó de ser un ideal lejano o una utopía que no estaba al alcance para convertirse en una posibilidad realizable. Y fue una realidad con efectos contagiosos. La Revolución de Octubre contribuyó a muchas otras revoluciones y fue la fuente de inspiración de decenas de movimientos de liberación en todo el mundo. En muchos otros países la Unión Soviética representaba un apoyo sólido para la creación y desarrollo de partidos comunistas. Cuarenta años después del asalto a Palacio de Invierno un tercio de la humanidad vivía en un país socialista (12).
A su vez, la existencia y el éxito de los partidos comunistas en el mundo ejercieron una presión sobre las relaciones de fuerza en la política. Así, por temor al éxito de los partidos comunistas tanto empleadores como partidos políticos tradicionales se mostraron proclives a hacer grandes concesiones en el plano social. Basta con mencionar nuestro país, Bélgica, tras cada una de las dos guerras mundiales. Victorias importantes de la clase obrera de las democracias occidentales, como el sufragio universal, el reconocimiento de los sindicatos, el establecimiento de la concertación social y de la seguridad social, se obtuvieron sobre todo gracias a la existencia de los partidos comunistas y al miedo que suscitaban a los empleadores y partidos tradicionales.
Por último, la Unión Soviética tuvo una importancia capital en dos acontecimientos centrales del siglo XX: la victoria sobre el fascismo y el desmoronamiento del sistema colonial. En casi todos los países ocupados durante la Segunda Guerra Mundial los partidos comunistas desempeñaron un papel fundamental en la resistencia al fascismo. Tres cuartas partes de las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial se debieron al Ejército Rojo. Sin estas pérdidas Europa habría sufrido sin duda el yugo fascista durante mucho tiempo (13). La Unión Soviética también desempeñó un papel importante en la descolonización. Muchos países postcoloniales deseosos de seguir un camino soberano respecto al mundo occidental pudieron contar con el apoyo económico, tecnológico y militar de Moscú, apoyo que a menudo fue indispensable para su supervivencia.
Evaluación
El peso de la historia
Toda gran revolución va muy por delante de su tiempo. Las grandes revoluciones hacen avanzar unos principios que significan un progreso respecto a las fases históricas precedentes. Por eso logran despertar mucho entusiasmo y apasionar a grandes grupos de personas incluso mucho tiempo después. Pero en general la realización de los objetivos de estas revoluciones no es cosa fácil. El peso de la historia es más pesado que el plomo.
Así, la Revolución francesa convirtió en un logro definitivo los derechos políticos y el principio de igualdad. Sin embargo, la propia Revolución llevó al Terror y a la introducción de la guillotina, a la prohibición de toda posibilidad de sindicatos o de huelga, así como a las guerras imperialistas de conquista llevadas a cabo por Napoleón y que costaron tres millones y medio de vidas (14). Eso no quita que la Revolución francesa siga siendo a justo título un hito importante de la historia mundial. A esa luz es a la que hay que ver y juzgar la Revolución de Octubre.
Lenin, el artífice de la Revolución de Octubre, era perfectamente consciente del hecho de que la realización de los ideales revolucionarios no sería fácil, pero al mismo tiempo, de que la Revolución constituía un paso importante en la historia: “Esta primera victoria no es aún la victoria definitiva y nuestra Revolución de Octubre la ha conseguido con dolores y dificultades sin precedentes, con inauditos sufrimientos, con una serie de graves desaciertos y errores nuestros. […] Nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y en qué nación culminarán los proletarios esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto el camino, que se ha indicado la dirección ” (15).
Fracaso o pequeño milagro
Según una opinión corriente, la Revolución de Octubre demuestra que el comunismo no funciona, que es un fracaso. Es la visión de los vencedores, que no tienen en absoluto en cuenta las circunstancias en las que se tuvo que desarrollar la Revolución. Según los artífices del marxismo una sociedad socialista prosperaría mejor en las zonas más industrializadas del mundo. Además, su viabilidad exigía que una revolución socialista tuviera lugar simultáneamente en diferentes países. Ninguna de esas dos condiciones se había cumplido en la Unión Soviética: el país estaba solo y debía construir el socialismo sobre la base de una economía principalmente agraria.
Por otra parte, las potencias imperialistas hicieron todo lo posible para debilitar la Revolución y destruirla. Invadieron el país en varias ocasiones y le impusieron un embargo económico y tecnológico. A finales de la década de 1930 empujaron a la Alemania nazi a volverse contra la Unión Soviética con la esperanza de que ambos países se agotaran y aniquilaran mutuamente (16). Las guerras y guerras civiles que atormentaron al país los 30 primeros años no solo provocaron una sangría económica, sino que también privaron a la dirección política de cuadros competentes y experimentados. A partir de la década de 1950, con una economía totalmente destruida, el país se enfrentó además a una carrera de armamentos nucleares extraordinariamente cara.
En estas circunstancias peligrosas es un pequeño milagro que la Revolución de Octubre se haya producido y aún más que la unión Soviética se haya mantenido durante 70 años. En este contexto más bien se debe describir el conjunto del proceso como una proeza en vez de calificarlo de fracaso.
En todo caso, una mayoría pequeña de los habitantes de la antigua Unión Soviética no considera la Revolución de Octubre un fracaso. Veinte años después de la caída del Muro de Berlín un 54 % consideraba positivo el comunismo. Entre los alemanes del Este un 57 % afirma que la RDA tenía más lados buenos que malos y solo un 23 % de checos considera que actualmente tienen una vida mejor. Hoy un 55 % de los rusos añora la Unión Soviética (17).
Errores fundamentales
El hecho de que fuera una proeza no significa que no se cometiera ningún error fundamental. El sistema soviético no cayó tras una acción o una intervención exterior. Implosionó desde el interior, a causa de una acumulación de problemas, de penurias y de decisiones equivocadas.
1. El déficit democrático . La opción de la industria pesada se justificaba por razones de seguridad, pero fue a costa del consumo individual. Este tipo de opción requiere una base amplia, lo que significa que una gran mayoría concienciada la debe seguir y que la población se implique en la toma de decisión. Sin duda este no fue siempre el caso. A menudo las medidas se tomaron de forma autoritaria y represiva. A veces la represión degeneró totalmente, sobre todo a partir de la segunda mitad de la década de 1930, lo que puso extraordinariamente a prueba la confianza de la población en sus dirigentes. El sistema ofrecía al ciudadano soviético una seguridad social fuerte pero, por otra parte, un consumo mediocre, sobre todo comparado con el del Oeste. Todo ello provocaba un sentimiento general de indiferencia y de alienación. Los obreros no se sentían en absoluto “propietarios” de sus medios de producción y estaban poco dispuestos a trabajar más duro o de forma más productiva. Fue sobre todo a partir de la década de 1970 cuando el fenómeno adquirió proporciones importantes.
2. La burocratización . El establecimiento del socialismo requiere un elevado grado de conciencia política y de participación de la población. Son dos misiones importantes para el Partido Comunista. Pero el déficit democrático metamorfoseó al partido en una élite burocratizada que cada vez estaba menos en contacto con la población ordinaria. Las organizaciones de masas se fueron convirtiendo poco a poco en correas de transmisión del partido, lo que les hizo perder su alma y su fuerza de atracción entre la población. El partido perdió ahí gran parte de su crédito. Cada vez era menos capaz de suscitar la creatividad y la participación de amplios estratos de población para seguir desarrollando el socialismo. La democracia interna del partido se vació de su sustancia. Se desarrollaron la autosatisfacción y el laxismo. Entre los cuadros aumentó el arribismo y disminuyó la cualidad.
3. El modelo económico . El modelo económico fue particularmente eficaz para sacar rápidamente al país del subdesarrollo. Para la fase siguiente había que ajustar este modelo y actualizarlo, y eso es lo que no se logró. Los progresos tecnológicos y científicos fueron impresionantes, pero no se tradujeron en un salto económico hacia adelante. En el plano del consumo y de la agricultura el crecimiento permaneció por debajo del nivel requerido. El modelo era excelente para un desarrollo extensivo (crecimiento cuantitativo, más de las mismas cosas) pero no para un desarrollo intensivo (crecimiento cualitativo basado en una mejor productividad).
Por una parte, sin duda se importó demasiado y demasiado fácilmente elementos del mercado. Por otra, toda la economía estaba estatalizada hasta la menor prestación de servicios. El grado de centralización fue muy alto, lo que era útil en tiempos de guerra aunque inútil en tiempos de paz. También se suprimieron demasiado rápido los estímulos materiales (18).
4. Debilidades teóricas . La Revolución de Octubre fue el primer intento a gran escala de elaborar una sociedad socialista. No existía un esquema director que indicara hacia dónde ir, ni un plan detallado sobre cómo llegar ahí. La teoría revolucionaria no es un libro de recetas elaborado, acabado, sino la síntesis de la práctica y de las experiencias revolucionarias. Por consiguiente es un “work in progress”. Ahí es donde reside el error: la teoría producida en la fase de inicio pronto se canonizó y se cerró. Tras el periodo inicial ya no se consideró, o no se volvió a considerar, desarrollar creativamente la teoría revolucionaria ni enriquecerla.
Por otra parte, varias concepciones eran erróneas; citaremos unas cuantas. Por un lado se sobrevaloraron las posibilidades propias y se subestimó el carácter largo y complejo de la fase de transición entre el capitalismo y el comunismo. Por otro lado, hubo desconocimiento de la capacidad de resiliencia del capitalismo. Se dio demasiada poca importancia al combate de las ideas, a la cultura, a la religión, etc.
5. La escisión del movimiento comunista internacional . Después de la Segunda Guerra Mundial un tercio de la humanidad vivía en un país socialista, en muchos países del tercer mundo ya estaban presentes muchos gérmenes socialistas y el comunismo gozaba de un prestigio sin parangón. La unidad de los países comunistas era un elemento de fuerza en el escena internacional, además de que ofrecía a los partidos comunistas de todo el mundo un excelente foro para intercambiar y enriquecer visiones y concepciones. Pero a finales de la década de 1950 la acentuación de las diferencias político-ideológicas provocó una ruptura e incluso una animosidad entre China y la Unión Soviética. Fue un duro golpe para el movimiento comunista mundial y para todas las fuerzas progresistas internacionales. También fue un regalo del cielo para Estados Unidos que, bajo el presidente Nixon, supo mostrarse mucho más pragmático (19).
Cada una de estas lagunas fue un fallo o un paso en falso importante. Unidas a unas circunstancias difíciles, contribuyeron a la implosión del sistema soviético a finales de la década de 1980. Sin embargo, no se trataba de problemas irresolubles. En los peores momentos la población soviética había sabido demostrar resiliencia y motivación para resolver los problemas como, por ejemplo, durante la guerra contra la Alemania nazi y durante la reconstrucción del país tras la Segunda Guerra Mundial. En la década de 1980 Gorbatchov emprendió unas reformas draconianas que se descontrolaron y provocaron el fin de la Unión Soviética. Puede que fuera demasiado tarde para poder poner orden.
Las lecciones de la historia
Según Marx y Engels, el socialismo es el resultado del empeoramiento de las contradicciones en el seno del capitalismo. La experiencia soviética nos enseña al menos tres cosas al respecto. En primer lugar, que una sociedad socialista lleva en sí misma un potencial muy fuerte para superar las calamidades del capitalismo, tanto en el plano social y económico, como respecto a las relaciones fraternales entre los países.
La segunda lección es que este potencial no se realiza automáticamente una vez que la sociedad ha elegido la vía socialista. Unas circunstancias difíciles y malas decisiones pueden echarlo todo a perder. El camino del socialismo es complejo, largo y duro, y no es irreversible.
Si se piensa que el socialismo se podría implantar rápidamente basta, sin embargo, con ver la historia del capitalismo. Su implantación costó siglos, con altos y bajos (20). Para muchos autores, el desmoronamiento de la Unión Soviética fue la prueba del fracaso del proyecto de sociedad socialista/comunista. El politólogo estadounidense Fukuyama habló incluso del “final de la historia” porque estaba demostrado definitivamente que el capitalismo neoliberal era la mejor forma de sociedad.
Pero desde la crisis económica de 2008 cada vez más personas están convencidas de que el capitalismo neoliberal es todo excepto la mejor forma de sociedad. Desde entonces el pensamiento social crítico de la izquierda vuelve con fuerza tanto en su forma moderada (ecología social) como más radical (socialista/comunista). ¿Necesitamos acaso una nueva “Revolución de Octubre” para convertir estas ideas en realizaciones concretas?
Traducción del neerlandés [al francés]: Anne Meert para Investig’Action
Bibliografía sucinta:
Aust M., ‘Die Russische Revolution. Vom Zarenreich zum Sowjetimperium’, Munich, 2017 Frantzen D., ‘Van Revolutie tot Perestrojka’, Bruxelles, 1994 Hartmann C., ‘ Unternehmen Barbarossa. Der deutsche Krieg im Osten 1941–1945 ’, Munich, 2011 Haumann H. (ed.), ‘Die Russische Revolution 1917’, Cologne, 2016 Hobsbawm E., ‘L’Âge des extrêmes, histoire du court XXe siècle 1914-1991’, Le Monde Diplomatique -Editions Complexe, 1999. [Se puede leer aquí en castellano: http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Hobsbawm_HistoriadelSiglo_XX.pdf] Reed J., Dix jours qui ébranlèrent le monde , Points, 2017. [Véase nota 1] Rodríguez García J., ‘El derrumbe del socialismo en Europa’, La Habana, 2016 Soete L., ‘Het Sovjet-Duitse niet-aanvalspact van 23 augustus 1939’, Berchem, 1989 Vanden Berghe Y., ‘Het grote misverstand. Een geschiedenis van de Koude Oorlog (1917-1990)’, Louvain, 1987
Notas:
(2) ¿La Revolución de Octubre en noviembre? En 1582 la mayoría de los países europeos se pasaron al calendario gregoriano, excepto Rusia y el gigantesco imperio de los zares, que conservará el calendario juliano hasta el 1 de febrero de 1918. Aquel día Rusia pasó al 14 de febrero. En el siglo XX la diferencia entre ambos calendarios era de 13 días. Por consiguiente, la Revolución de Octubre, fechada el 25 de octubre, tuvo lugar el 7 de noviembre para la mayoría de los demás países.
(3) Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, Bruselas, 1994, p. 29; Maddison A., Contours of the World Economy, 1-2030 AD, New York 2007, p. 382.
(4) En 1920, después de la guerra y la posterior invasión militar y guerra civil, la producción industria había descendido a un 20 % del nivel que tenía en 1913 y la producción alimentaria a un 60 %. Tras la Segunda Guerra Mundial la población había pasado de 194 millones de habitantes a 170 millones. 30.000 fábricas estaban destruidas. La producción agrícola había disminuido a la mitad y 1.710 ciudades y 30.000 pueblos estaban muy o totalmente destruidos. En términos de desarrollo económico esta guerra representa un retroceso de nueve años. Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, p. 59; Vanden Berghe Y., “Het grote misverstand. Een geschiedenis van de Koude Oorlog (1917-1990)”, Louvain, 1987, p. 66; Rodríguez García J., “El derrumbe del socialismo en Europa”, La Habana, 2016, p. 17.
(5) Kennedy P., “De wisselkoers van de macht. De economische en militaire opkomst en neergang van de grote mogendheden tussen 1500 en 2000”, p. 336.
(6) Los gastos militares en porcentaje del PNB pasaron del 3,4 % en 1933 al 33 % en 1940. En la década de 1950 ascendieron de nuevo al 24 %. Nove A., “An economic history of the U.S.S.R., 1917-1991”, Londres, 1992, p. 230 y 328.
(7) Se trata de la llamada la colectivización. Para poder financiar las inversiones en la industria pesada se contaba con los excedentes agrícolas. Y para poder obtener estos excedentes se colectivizó la agricultura, lo que provocó el descontento de, sobre todo, los campesinos medios, los kulaks , que boicotearon el proceso. Según las fuentes (no siempre fiables debido a la Guerra Fría) esto costó la vida a decenas de miles, incluso a millones, de personas .
(8) Lo s alemanes del Oeste tenían casi cuatro veces más bienes de consumo que los ciudadanos soviéticos y 2,3 veces más que los alemanes del Este. Los Wessies [los primeros] tenían proporcionalmente seis veces más coches que los Ossies [los segundos] . Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, p. 193.
(9) En esta época el resto del mundo conoció un crecimiento económico del 240 %, la Unión Soviética del 375 %. En 1917 América Latina tenía un PNB similar por habitante al de la Unión Soviética. La región registró un crecimiento del 251 % durante este periodo. Maddison A., The World Economy. A Millennial Perspective , OCDE 2001, http://aprendeenlinea.udea.edu.co/lms/moodle/file.php/554/NUEVO_CURSO_DE_HE_V7/clases/MADISON-A-_The_world_economy_a_millennial_perspective.pdf, p. 264 et 330.
(11) Vincente Navarro, “Has socialism failed? An analysis of health indicators under socialism”, International Journal of Health. Services, Volumen 22, número 4, p. 583-601, 1992; http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.2190/B2TP-3R5M-Q7UP-DUA2  
(12) Hobsbawm E., L’Âge des extrêmes, histoire du court XXe siècle 1914-1991 . [En castellano: http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Hobsbawm_HistoriadelSiglo_XX.pdf]
(13) Tharoor I., “How the Soviet Union helped save the world from Hitler during World War II”, The Independent, 9 de mayo de 2016, http://www.independent.co.uk/news/world/the-soviet-union-helped-save-the-world-from-hitler-a7020926.html ; https://en.wikipedia.org/wiki/World_War_II_casualties
(14) Durante el periodo comprendido entre 1792 y 1794, llamado “el Terror”, los dirigentes revolucionarios emprendieron una lucha implacable contra todas las fuerzas que amenazaban la revolución. Decenas de miles de personas fueron asesinadas. En La Marseillaise se refleja el ambiente sangriento de este periodo. Su estribillo dice: “¡A las armas, ciudadanos! ¡Formad los batallones! Marchemos, marchemos, que una sangre impura anegue nuestros surcos”. https://fr.wikipedia.org/wiki/Terreur https://fr.wikipedia.org/wiki/Loi_Le_Chapelierhttps://fr.wikipedia.org/wiki/Guerres_napol%C3%A9oniennes https://fr.wikipedia.org/wiki/La_Marseillaise [En castellano: https://es.wikipedia.org/wiki/La_Marsellesa]
(15) Lenin, ‘Fourth Anniversary of the October Revolution’, https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1921/oct/14.htm   [En castellano:https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1921/octubre/14.htm de donde hemos tomado la traducción de esta cita].
(16) Fue la línea que se siguió tanto en Gran Bretaña como en Francia . La relación entre la Alemania nazi y los capitales internacionales no se cortó y hacia finales de la década de 1930 las inversiones extranjeras en Alemania incluso aumentaron. Soete L., “Het Sovjet-Duitse niet-aanvalspact van 23 août 1939”, Berchem, 1989, pp. 98-110.
(17) 54 % en el caso de los habitantes del Bloque del Este. Es una media. En algunos países las cifras son más altas: un poco más del 60 % de los búlgaros considera el régimen comunista mejor que el actual y también un 63 % de rumanos, un 72 % de húngaros, un 78 % de bielorrusos, un 81 % de serbios y un 90 % de ucranianos. Bonstein J., “Majority of Eastern Germans Feel Life Better under Communism”, Der Spiegel, 3 de julio de 2009; http://www.spiegel.de/international/germany/homesick-for-a-dictatorship-majority-of-eastern-germans-feel-life-better-under-communism-a-634122.html; Pew Research Center, “Russia: Public Backs Putin, Crimea’s Secession”, 8 de mayo de 2014, http://www.pewglobal.org/2014/05/08/chapter-3-russia-public-backs-putin-crimeas-secession/ ; Pew Research Center, “Hungary: Better Off Under Communism?”, 28 de abril de 2010, http://www.pewresearch.org/fact-tank/2010/04/28/hungary-better-off-under-communism/ ; Mudeva A., “SPECIAL REPORT: In eastern Europe, people pine for socialism”, Reuters , 8 de noviembre de 2009, http://www.reuters.com/article/us-communism-nostalgia/special-report-in-eastern-europe-people-pine-for-socialism-idUSTRE5A701320091108 ; Biray K, “Communist nostalgia in Eastern Europe: longing for the past”, OpenDemocracy , 10 de noviembre de 2015, https://www.opendemocracy.net/can-europe-make-it/kurt-biray/communist-nostalgia-in-eastern-europe-longing-for-past; “Poll: Many Czechs say they had better life under Communism”, Prague Monitor , 21 de noviembre de 2011, http://archive.is/bFYoy#selection-155.0-15
(18) Marx había previsto una fase intermedia en el desarrollo hacia el comunismo: el socialismo. En la fase socialista los estímulos materiales todavía desempeñan un papel importante, en el comunismo se abandona. O, como los formulaba Marx, en el comunismo cada uno recibe “según sus necesidades”, en el socialismo todavía había lugar para la desigualdad y, por consiguiente, para un salario según trabajo. Marx K., Critique du programme de Gotha , https://www.marxists.org/francais/marx/works/1875/05/18750500.htm [En castellano: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gothai.htm].
(19) En 1969 se intensificaron las tensiones entre China y la Unión Soviética. El presidente Nixon jugó hábilmente con ello y trató de acercarse a China. Logró así dividir aún más el campo socialista y se encontró reforzado respecto a Moscú, lo que podía ser útil en la guerra contra Vietnam.
(20) Los primeros intentos datan de hace unos 500 años en las ciudades-Estado italianas, pero fracasaron. Arrighi G., ‘The Long Twentieth Century. Money, Power and the Origins of Our Times’, Londres, 1994, p. 109-126.
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Las mujeres de Octubre




Las mujeres jugaron un gran papel en ambas revoluciones de 1917, y en mucha mayor medida del que tuvieron en 1905. El levantamiento de Febrero fue, de hecho, desencadenado por una huelga de mujeres de la industria textil en su doble papel como obreras y, en muchos casos, viudas de los soldados del frente. Enviaron llamamientos a los obreros del metal para que se unieran a ellas y, para el final del día, más de 50.000 obreros estaban manifestándose en las calles de la capital. A ellos se unieron amas de casa marchando hacia la Duma exigiendo pan. Era el Día Internacional de la Mujer de Trabajadora (8 de marzo en el calendario gregoriano), que la activista bolchevique Konkordia Samoilova había dado a conocer a los rusos en 1913 y que había sido celebrado, observado y marcado desde ese año en adelante. Habitualmente era un acontecimiento público más bien pequeño en unas pocas ciudades. Celebrarlo con una huelga de masas liderada por obreras no tenía precedentes. Había implicada una ironía especial: los capitalistas de Rusia tenían asumido que ya que las mujeres eran el grupo más oprimido, dócil y socialmente atrasado (en el sentido de que a diferencia de las terroristas de las décadas previas, una gran mayoría eran analfabetas) de la sociedad rusa, eso les convertiría, según la lógica capitalista, en los miembros más obedientes y nada problemáticos de la fuerza de trabajo. Fue un error de cálculo. Mientras la Primera Guerra Mundial continuaba, continuaba la necesidad de más empleo. El porcentaje de mujeres en las fábricas se duplicó y triplicó. La industria armamentística de Putilov estaba también produciendo a los obreros más militantes y organizadores bolcheviques, mujeres y hombres.
En Moscú, también, las obreras se estaban radicalizando. Una de ellas, Anna Litveiko, de dieciocho años en 1917, describiría más tarde la cuestión de la mujer en el proceso en unas breves memorias. Ella y dos amigas aproximadamente de su edad estaban trabajando en la fábrica Elektrolampa del cinturón industrial de Moscú. Ella recordaba a su padre regresando a casa en 1905 de la última barricada que quedaba en la ciudad, todo golpeado, con su ropa rota y sus bolsillos llenos de cartuchos. Esta vez era diferente. Muchos soldados y cosacos estaban de su lado. En octubre, había que elegir. ¿De qué lado estaban? ¿Mencheviques o bolcheviques? Anna admiraba a las dos organizadoras bolcheviques que trabajaban con ella. En su fábrica, los mencheviques enviaban intelectuales para dirigirse a ellas desde afuera, pero entonces me dijeron que habitualmente era al revés: los mencheviques eran los obreros y los bolcheviques los intelectuales. ¿Cómo podría averiguarlo? Un día esperó a uno de los bolcheviques y le preguntó: ¿Cuál es la diferencia entre los bolcheviques y los mencheviques? Él contestó:
Ya ves, el Zar ha sido echado, pero los burzhuis [burgueses] se han quedado y se apropian de todo el poder. Los bolcheviques son los que quieren luchar contra los burzhuis hasta el final. Los mencheviques no son ni una cosa ni la otra.
Anna decidió que si era hasta el final, entonces voy a unirme a los bolcheviques. Sus dos amigas pronto siguieron su ejemplo.
Ninguno de los participantes o dirigentes de los partidos políticos clandestinos enclavados en la capital tenía ni idea de que era el primer día de una revolución, excepto las oficinistas a las que escuchó Sujanov poco después de llegar a trabajar aquella mañana. Las mujeres salieron al siguiente día y esta vez, también los hombres. Y los partidos de la izquierda fueron ahora despertados por completo, escribiendo, imprimiendo y distribuyendo panfletos, muchos de los cuales eran de un tono similar excepto aquellos de los bolcheviques, que también reivindicaban paz y un final inmediato para la guerra imperialista. Para aquel fin de semana la suave brisa se había convertido en una tormenta. Sujanov, ahora fuera en las calles tomando notas y saboreando la situación, escuchó a dos espectadores poco simpáticos. ¿Qué es lo que quieren?, dijo un hombre de aspecto sombrío. De vuelta vino la respuesta de su semejante: Quieren pan, paz con los alemanes e igualdad para los yids[1]Han dado en el blanco, pensaría el futuro historiador, expresando su deleite ante esta brillante formulación del programa de la gran revolución.
Solo había dos mujeres miembros del Comité Central bolchevique en 1917: Alexandra Kollontai y Elena Stasova. Varvara Yakovleva se unió un año más tarde y fue ministra de Educación en 1922, convirtiéndose posteriormente en ministra de Hacienda. Los mencheviques no estaban mucho mejor. El contraste numérico con la organización terrorista Voluntad del Pueblo no podría haber sido más llamativo, pero incluso su sucesor, el Partido Social-Revolucionario (SR), mostraba cuánto había cambiado en el nuevo siglo. La proporción de mujeres en sus órganos directivos, también, había registrado un declive muy agudo, aunque marginalmente menor en su brazo terrorista secreto, la Organización de Combate.
Las razones para esta situación eran variadas. Las obreras estaban siendo reclutadas en grandes números en los complejos industriales. Una comparación política es igualmente reveladora. Aquellos hombres y mujeres de los viejos grupos que querían mantener sus lealtades en diferentes épocas podrían haber ingresado en los SR. La mayoría de ellos ahora aparecían en público sin la máscara del terrorismo.
Alexandra Kollontai no fue la única mujer que jugó un importante papel en la primera Unión Soviética, pero fue sin duda una de las más dotadas, poseía una mente y un espíritu fieramente independientes. Es en su obra en la que podemos ver la síntesis del feminismo revolucionario (socialista, no radical). Entendió mejor que la mayoría las necesidades sociales, políticas y sexuales de la liberación de las mujeres. Pudo ser dura a veces en sus apreciaciones sobre las mujeres con diferentes orígenes de clase, pero esas visiones no eran compartidas por muchos de sus camaradas, hombres o mujeres. Fue deliberadamente malinterpretada y retratada como una defensora del libertinaje permanente; en el campo, los pequeños terratenientes utilizaron su nombre para alertar a los campesinos pobres sobre que si iban adelante con el plan de colectivización agrícola tendrían que compartir a las mujeres más jóvenes de sus familias con todos los demás hombres, mientras las mujeres más mayores serían reducidas a jabón.
Kollontai era muy consciente de la naturaleza absurda de la mayoría de la propaganda y se irritó especialmente cuando le acusaron de priorizar el sexo sobre el amor. En su breve ensayo autobiográfico Autobiografía de una mujer comunista sexualmente emancipada, explica que el amor siempre había supuesto una amplia parte de su vida, pero que era una experiencia pasajera. Más importante era la necesidad de entender que el amor no era el principal objetivo de nuestra vida y que sabemos cómo situar el trabajo como su centro. Podría haber añadido, …como hacen los hombres. Ella quería que el amor fuese armoniosamente combinado con el trabajo, pero una y otra vez, las cosas resultan diferentes, desde que los hombres siempre intentan imponer su ego sobre nosotras y adaptarnos plenamente a sus propósitos. La elección era aceptar esta posición para el resto de la vida o, al contrario, terminar con ella. Explicaba que desde que el amor se había convertido en un grillete, la única salida era a través de una inevitable rebelión interior… nos sentíamos esclavizadas e intentábamos relajar el vínculo amoroso. No pretendía que no hubiera contradicciones en el camino hacia la libertad, sino al contrario: Estábamos de nuevo solas, infelices, solitarias, pero libres –libres para perseguir nuestro amado y querido trabajo ideal. Fue una de las primeras declaraciones fundamentales de los valores feministas modernos, y uno de los que el siglo veintiuno se ha retirado, a pesar de los aleluyas interminables honrando el matrimonio gay.
Lenin escribió en 1918 que desde la experiencia de todos los movimientos de liberación, puede advertirse que el éxito de una revolución puede ser medido por la extensión de la implicación de las mujeres en él. Prácticamente todos los revolucionarios rusos, independientemente de su facción o partido, habían estado siempre de acuerdo en esto. Como discutía en el capítulo 12, desde los años 1860 en adelante, las mujeres rusas jugaron un papel ejemplar, mucho más avanzadas que sus hermanas en el resto de Europa y en todos los demás continentes.
Los debates sobre el papel de la familia nuclear en las ciudades y el campo, y sobre la función del matrimonio, estaban más avanzados y eran más auténticos en Rusia que en ninguna otra parte durante el final del siglo diecinueve y el comienzo del siglo veinte. Las revoluciones de 1917 aceleraron mucho más este proceso, ya que estos temas ahora ya no eran abstracciones. Era necesario tomar medidas concretas. Marx, Engels y Bebel habían insistido en que el capitalismo estaba negando los usos y necesidades tradicionales de la familia. En las sociedades campesinas, la familia actuaba como una unidad colectiva de producción. Todo el mundo trabajaba, aunque las mujeres mucho más duramente. Clara Zetkin, dirigente del SPD alemán, utilizando el trabajo de los tres mayores como punto de partida, analizó las diferencias entre una familia campesina y una proletaria. Esta última, argumentaba, era una unidad de consumo, no de producción. Esto fue llevado más lejos por los teóricos soviéticos después de la revolución. Para Nikolái Bujarin, el desarrollo del capitalismo había sembrado todas las semillas necesarias para la desintegración de la familia: la unidad de producción trasladada a la fábrica, el trabajo asalariado tanto para las mujeres como para los hombres y, por supuesto, la naturaleza peripatética de la vida y el trabajo en la ciudad. Kollontai estaba de acuerdo en que la familia estaba al borde de la extinción. Lo que era crucial para el Gobierno bolchevique era hacer la transición a las nuevas formas lo menos dolorosamente como fuera posible, con el Estado proveyendo guarderías de alta calidad, escuelas, instalaciones alimentarias comunes y ayudando con el trabajo doméstico. Lenin apoyaba fuertemente este punto de vista. Sus censuras a la familia eran característicamente ásperas. Denunciaba la decadencia, putrefacción y obscenidad del matrimonio burgués con su difícil disolución, su permiso para el marido y servidumbre para la esposa, y sus desagradablemente falsas moralidad y relaciones sexuales.
El enemigo era siempre el marido, que evitaba el trabajo doméstico y el cuidado conjunto de los niños. El mezquino trabajo doméstico, se enfurecía Lenin en 1919, aplasta, estrangula, atrofia y degrada, encadena a ella a la cocina y la cuna, y desperdicia su trabajo en una bárbaramente improductiva, mezquina, enervante, degradante y aplastante tarea penosa. Sus soluciones eran las mismas que aquellas de otros líderes revolucionarios de la época: cocinas, lavanderías, tiendas de reparaciones y guarderías colectivas, etcétera. Pero para Lenin, la abolición de la esclavitud doméstica no significaba la desaparición de las familias u hogares individuales.
Estas visiones se reflejaron en la arquitectura de los constructivistas. Los edificios de apartamentos de Moisei Ginzburg, tanto grandes como pequeños, expresaron la nueva época. Las lavanderías y comedores comunes fueron considerados un gran éxito. El parque de juego para los niños era visible desde la cocina de cada apartamento, y el tamaño del espacio podía ser modificado moviendo enormes paredes de madera sobre ruedas. La visión de Ginzburg estaba, como explica en su obra maestra Época y estilo, ampliamente inspirada por sus cinco años en Crimea, donde tuvo tiempo, a pesar de la guerra civil, para visitar antiguas mezquitas y otros edificios de los que aprendió mucho más de lo que había aprendido nunca en la academia clásica de Milán. Describía la arquitectura espontánea, impulsiva, del pueblo tártaro como discurriendo a lo largo de un curso natural, siguiendo sus curvas e irregularidades, añadiendo un motivo a otro con una espontaneidad pintoresca que oculta un orden creativo distinto. El edificio de Pravda en Leningrado, construido en 1924, sobre el que trabajó felizmente con otros dos arquitectos, estableció su reputación como uno de los mejores exponentes de la nueva cultura. Su trabajo fue pronto eclipsado por los ahorradores de tiempo de la época de Stalin, pero afortunadamente Ginzburg fue dejado solo. Murió cómodamente en la cama en 1946.
Los bolcheviques estaban extremadamente orgullosos de sus primeros decretos, la mayoría de los cuales estuvieron redactados por Lenin. Para celebrar el primer aniversario de la revolución en octubre de 1918, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets aprobó unánimemente el nuevo Código sobre el Matrimonio, la Familia y la Tutela. Fue redactado por el jurista radical Alexander Goijbarg, de treinta y cuatro años en ese momento, quien explicaba que su propósito era impulsar la extinción de la familia tradicional. El poder proletario, escribió, en un momento en el que esperanzas como la suya eran bastante comunes, construye sus códigos y todas sus leyes dialécticamente, para que cada día de su existencia socave la necesidad de que existan. El objetivo era una ley para hacer la ley superflua. Goijbarg, un antiguo menchevique, basaba sus ideas en la filosofía política que subyace en El Estado y la revolución de Lenin. Un buen número de historiadores ha remarcado que durante el primer año de la revolución, parecía como si la Comuna de París estuviera repitiéndose.
La nueva ley sobre la familia no tenía precedentes en la Historia. Las leyes zaristas sobre la familia estaban enmarcadas por las necesidades de la Iglesia Ortodoxa y otras religiones cuando era necesario. Una comparación con las prescripciones contemporáneas wahabíes y de Arabia Saudí es instructiva:
Las fábricas habían desaparecido hacía mucho tiempo pero un bloque de apartamentos de tamaño medio para familias de clase obrera aún estaba en el lugar. Todas las cocinas tenían ventanas desde las que los parques de juego de los niños eran permanentemente visibles. Los muros de madera sobre ruedas variaban la disposición según las necesidades. No pude evitar comparar este Jerusalén, con sus espacios verdes, con la mayoría de los brutales bloques de viviendas de la Gran Bretaña de posguerra. La falta de imaginación en Gran Bretaña era impactante. Épocas y estilos.
La brutalidad patriarcal era forzada por la Iglesia con el mismo vigor. Las mujeres necesitaban el permiso de los hombres para prácticamente todo, incluido un pasaporte. La obediencia total era forzada y las mujeres no tenían derechos excepto con respecto a la propiedad. Las leyes sobre la familia de Europa occidental originarias del feudalismo propiamente dicho habían instituido la propiedad conjunta, lo que de forma efectiva significaba la propiedad y dominación masculinas. La Iglesia rusa permitía derechos de propiedad separados en tanto estuviesen concernidas las dotes, herencias, donaciones y tierras. Éste es el caso también en Arabia Saudí. A las mujeres se les deniegan derechos políticos e igualdad pero pueden tener propiedades; las mujeres de negocios funcionan perfectamente bien.
Unos meses después de octubre de 1917, un decreto abolía todas las leyes zaristas sobre la familia y la criminalización de la sodomía. Las mujeres ya no eran legalmente inferiores, tenían iguales derechos que los hombres; el matrimonio religioso era nulo y solo los matrimonios civiles estaban reconocidos por la ley; el divorcio estaba garantizado cuando lo solicitase cualquiera de los dos, y no se consideraba necesario motivarlo. Así como la manutención: las mismas garantías para ambos miembros de la pareja. Las leyes de propiedad que se extendían siglos atrás fueron abolidas, terminando con los privilegios masculinos y suprimiendo el estigma de la ilegitimidad. A todos los hijos se les otorgaron iguales derechos, independientemente del matrimonio de sus padres. Esto constituyó una reestructuración radical de las leyes europeas, al desvincular las obligaciones familiares de los contratos o certificados matrimoniales. Interesadamente, las adopciones privadas fueron inhabilitadas sobre la base de que el nuevo Estado sería un mejor padre que las familias individuales. Dada la preponderancia del campesinado, se temía que facilitase el uso de trabajo infantil en el campo. Los educadores más utópicos argumentaron que abolir la adopción privada era un paso transicional hacia que el Estado se hiciese cargo del cuidado infantil para todos.
Los críticos del nuevo código denunciaron las medidas como una capitulación hacia las normas burguesas. Goijbarg escribió: Nos gritan: Registro del matrimonio, matrimonio formal, ¿qué clase de socialismo es éste? Y N. A. Roslavets, una delegada ucraniana al Comité Ejecutivo Central de los Soviets de 1918 donde fue discutido el nuevo código, estaba lívida ante el hecho de que el Estado tuviese algo que hacer sobre el matrimonio en sí. Era una decisión individual y debía ser dejada tal cual. Denunció el código como una supervivencia burguesala interferencia del Estado en la cuestión del matrimonio, incluso en la forma de registro que el Código sugiere, es completamente incomprensible, no solo en un sistema socialista, sino en la transición, y concluía irritadamente, no puedo entender por qué este Código establece la monogamia obligatoria. En respuesta, Goijbarg alegó que ella y otros debían entender que la principal razón para tener un código desacralizado era para proveer a la gente que desease registrar un matrimonio una alternativa a la Iglesia. Si el Estado no lo hacía, mucha gente, especialmente en el campo, tendría bodas eclesiásticas clandestinas. Ganó el argumento, pero tras un considerable debate.
Mientras tanto, en 1919, el Gobierno revolucionario lanzaba Zhenotdel (el Departamento para el Trabajo entre las Mujeres Obreras y Campesinas), cuyo propósito era la emancipación de las mujeres. Su dirección consistía en mujeres que habían estado activas en este campo durante los cruciales años prerrevolucionarios –Inessa Armand, Alexandra Kollontai, Sofía Smidovich, Konkordia Samoilovna y Klavdiya Nikolaeva– y entendían las necesidades especiales de las mujeres. Esta liberación de las mujeres no era un objetivo para la mayoría de las mujeres. Las socialdemócratas y tanto Vera Zasulich como Rosa Luxemburg lo veían como una desviación en un momento en el que la humanidad en su conjunto afrontaba gigantescas tareas. Las mujeres del Zhenotdel no se veían a sí mismas como utópicas. Simplemente pensaba que la emancipación de las mujeres debía ser una de las tareas que afrontase la revolución. Ninguna de ellas pensaba que podría conseguirse rápidamente o incluso durante sus vidas, pero había que comenzar ahora o la cuestión simplemente se marchitaría en un segundo plano. Y era necesario tomar acciones inmediatas en relación a la transferencia de las tareas domésticas y el cuidado infantil a las instituciones estatales. Pero esto para ellas no significaban gigantescos falansterios, como imaginaron Fourier, Chernichevski o Bujarin. Las mujeres querían administraciones que en cada ciudad proveyeran instituciones locales, como guarderías, comedores y lavanderías gratuitas. Dirigiéndose a una conferencia de mujeres en septiembre de aquél año, Lenin argumentó que las reivindicaciones y el trabajo del Zhenotdel no pueden mostrar ningún resultado rápido… y no producirán ningún efecto brillante. Trotsky argumentaba lo mismo en algunos artículos periodísticos, citando muchos ejemplos de la vida de la clase obrera que sugerían que la precaución era necesario, aunque también defendiendo la idea de que la propaganda abstracta no era suficiente para transformar las relaciones de género. Debía haber algunas acciones, algunos experimentos para mostrar las ventajas a todas las interesadas.
En realidad fueron, por desgracia, los viejos bolcheviques (hombres y mujeres) los que resultaron ser los utópicos. La abolición de la propiedad privada no era suficiente. La victoria del conservadurismo en la Unión Soviética tras 1930 llevó a un Termidor sexual y a la reiteración de los tradicionales roles femeninos incluso sin cambiar las leyes, excepto para recriminalizar la homosexualidad en 1934. En contraste polar, las ideas eficazmente desarrolladas por el Zhenotdelfueron aplicadas tras el final de la guerra civil por los arquitectos que diseñaron los nuevos bloques de viviendas para obreros, como explicábamos arriba.
A nivel nacional, las miembros del Zhenotdel fueron extremadamente activas en asegurar que las mujeres no fueran pasadas por alto cuando eran elegidas para los comités militares revolucionarios, los aparatos locales del partido y los sindicatos y el departamento político del Ejército Rojo. De nuevo, la implicación de la mujer rusa en las guerras partisanas y en el terrorismo clandestino servía como ejemplo. Las mujeres campesinas de 1812 habían despachado habitualmente a los soldados franceses que quedaban cortados del Ejército de Napoleón usando guadañas u horcas, o simplemente quemándolos vivos.
Durante la guerra civil muchas mujeres sirvieron como comisarias políticas y enfermeras en los hospitales de campaña. La vida partisana era dura, pero a las mujeres les gustaba la igualdad de la que disfrutaban respecto a los hombres, una tradición que sería destacada una vez más durante la Segunda Guerra Mundial. Richard Stites describe cómo las enfermeras capturadas eran habitualmente tratadas con especial brutalidad por los blancos. Cerca de Petrogrado en 1919, tres enfermeras fueron ahorcadas con vendas de su hospital de campaña con sus insignias del Komsomol [Juventudes Comunistas] atravesadas en sus lenguas. Y miles de mujeres sirvieron en el Ejército Rojo y lucharon en cada frente y con cualquier arma, sirviendo como tiradoras, comandantes de trenes blindados, artilleras. También se hicieron espías. Lenin estaba extremadamente impresionado por los informes de Odessa y Bakú sobre como las más educadas mujeres del Ejército Rojo se habían enfrentado eficazmente a los soldados franceses y británicos que combatían junto a los blancos y habían argumentado en los propios idiomas de los soldados contra el intervencionismo extranjero. Ordenó la creación de una escuela especial de espionaje y desorganización. Ésta fue situada en una gran casa de Moscú bajo el mando del legendario revolucionario georgiano Kamo, cuyas hazañas en la clandestinidad anti-zarista eran legión. Aquellos que pasaron a través de la escuela (muchos de los cuales fueron mujeres, incluida la talentosa Larissa Reisner) formaron el Primer Destacamento Partisano de Operaciones Especiales.
Fue en otros frentes emancipatorios en los que las feministas bolcheviques encontraron serias resistencias. Hubo grandes problemas cuando establecieron modestas sedes en el Cáucaso y Asia Central o, para esa materia, en Ucrania. Las mujeres locales estaban asustadas y tímidas. Los hombres amenazaron a las feministas con la violencia, incluso si a sus esposas se les enseñaba simplemente a leer en una de las cabinas de lectura del Zhenotdel.
Tras un viaje al Cáucaso en 1920, Clara Zetkin informó a la sede central del Zhenotdel lo que las mujeres le habían dicho tras semanas empleadas en convencerlas para hablar:
Éramos esclavas silenciadas. Teníamos que escondernos en nuestras habitaciones y rebajarnos ante nuestros maridos, que eran nuestros amos.
Nuestros padres nos vendían a la edad de diez años, incluso más jóvenes. Nuestro marido nos pegaría con una vara y nos azotaría cuando le pareciese. Si quería congelarnos, nos congelábamos. A nuestras hijas, una alegría para nosotras y una ayuda en la casa, las vendía, justo como nosotras habíamos sido vendidas.
El trabajo hecho por las mujeres de segundo rango del Zhenotdel a lo largo del país indudablemente dio frutos. Estableció las bases para imponer un estricto sistema de igualdad de género en incluso las regiones más socialmente atrasadas de la joven Unión Soviética. Estas mujeres valientes y seguras de sí mismas se enfrentaron frontalmente a los hombres sin armas ni guardias. Tres cuadros del Zhenotdel fueron asesinadas por bandidos. En el corazón de una ciudad musulmana, mostraron una película que retrataba a una heroína musulmana que rechaza casarse con un viejo que la había comprado. En Bakú, las mujeres que acudían al club del Zhenotdel fueron atacadas por hombres con perros (no había mucha diferencia entre ambos) y desfiguraron sus rostros con agua hirviendo. Una mujer musulmana de veinte años, orgullosa de haberse liberado, fue a bañarse en bañador. Fue rebanada en trozos por su padre y sus hermanos porque había insultado su dignidad. Hubo 300 asesinatos similares (delitos contrarrevolucionarios, en tanto el Estado estaba afectado) a lo largo de tres meses solo en 1929. Pero a pesar del terror patriarcal, las mujeres ganaron al final. Cientos de musulmanas y otras mujeres de esas regiones comenzaron a trabajar siendo voluntarias como traductoras y oficinistas en las sedes del Zhenotdel. Y hay informes extremadamente conmovedores sobre cómo en cada Primero de Mayo y Día Internacional de la Mujer Trabajadora, miles de mujeres se despojarían voluntaria e insolentemente de sus velos. Tampoco miraron hacia atrás. La autoemancipación fue el modelo sugerido por el Zhenotdel, no una imposición estatal. Y sucedió.
Un buen número de dirigentes bolcheviques se habían opuesto al Zhenotdel. Rikov, fuertemente vinculado con los predominantemente masculinos sindicatos, exigió que el Zhenotdel fuese disuelto porque causaba división. Zinoviev se opuso incluso convocando el Congreso de Mujeres de 1919. Otros querían usarlo como forma de apartar a las bolcheviques y dejar el auténtico partido a los hombres, lo que fue el caso de todos modos. Elena Stasova, la secretaria del partido en octubre de 1917, fue relevada de su puesto cuando la capital se trasladó a Moscú. Estaba enfadada (incluso aunque su sucesor, Jacob Sverdlov, era el organizador más capacitado disponible) y rechazó ser derivada al Zhenotdel, convirtiéndose en una de las secretarias políticas de la oficina de Lenin. El mismo Lenin defendió vigorosamente al Zhenotdel contra todas las formas de reduccionismo. En el que fue probablemente su última entrevista sobre el asunto (su interlocutora era Clara Zetkin), respondió irritadamente cuando ella le informó de que muchos buenos camaradas eran hostiles a cualquier noción de que el partido crease órganos especiales para el trabajo sistemático entre las mujeres. Argumentaban que todo el mundo necesitaba emanciparse, no solo las mujeres, y que Lenin se había rendido al oportunismo en esta cuestión. Zetkin escribió:
Esto ni es nuevo ni sirve en modo alguno como prueba, dijo Lenin. No se deje usted desorientar. ¿Por qué en ninguna parte, ni siquiera en la Rusia soviética, militan en el partido tantas mujeres como hombres? ¿Por qué es el número de mujeres organizadas en los sindicatos tan pequeño? Los hechos nos obligan a reflexionar… Esto es por lo que es correcto que nosotros presentemos reivindicaciones favorables a las mujeres… Nuestras reivindicaciones son conclusiones prácticas que hemos extraído de las ardientes necesidades, la vergonzosa humillación de las mujeres en la sociedad burguesas, indefensas y sin derechos… Reconocemos estas necesidades y somos sensibles a la humillación de las mujeres, a los privilegios del hombre. Por lo que odiamos, sí, odiamos y aboliremos todo lo que tortura y oprime a la mujer trabajadora, ama de casa y campesina, a la esposa del pequeño comerciante, sí, y en muchos casos a las mujeres de las clases poseedoras.



Las mujeres y la Revolución Rusa: nuestra tradición insurrecta
Por Alejandra Valderrama,  La Izquierda Diario/ Resumen Latinoamericano/ 7 de Nov. 2017 .-
Con motivo de los 100 años de la Revolución Rusa la autora reflexiona el papel de la mujer en la misma.
Introducción
El primer movimiento de masas de mujeres trabajadoras durante 1914 estuvo ligado a la revolucionaria socialista Clara Zetkin y contó con 174.754 miembros. Tres años después, en el emblemático tren que llevo a Lenin desde Alemania hasta Rusia para enfrentar al gobierno provisional, también vinieron revolucionarias como Inessa Armand y Alejandra Kollontai. Estas no subieron al tren por casualidad.
En el presente artículo buscaré exponer los aportes realizados por el marxismo revolucionario en la lucha por la liberación de las mujeres a 100 años de la revolución rusa ¿Cuáles han sido sus contribuciones? Partiré revisando la tradición socialista en los orígenes del capitalismo, la elaboración programática de la II internacional y el rol de Clara Zetkin. Analizaremos la experiencia de la revolución rusa, sus propuestas, transformaciones y protagonistas. El retroceso que implicó el Estalinismo y los aportes realizados por León Trotsky durante el año 1940.
No es una eventualidad la recopilación histórica que desarrollamos. Hoy en día corrientes del “feminismo” acusan al marxismo de una incapacidad para elaborar una práctica, política y estrategia para la liberación de las mujeres. Algunas van más allá y mencionan que es incompatible ser marxista, militar en la izquierda y luchar por la liberación de la mujer. A esta clase de aseveraciones intentaré de responder con hechos que podrán ignorarse si se quiere, pero jamás hacerlos desaparecer de la historia.
Los orígenes del capitalismo y la doctrina socialista
De la década de 1790 a 1830 se desarrollaron transformaciones profundas que originaron las bases del capitalismo moderno. La intromisión de la industria manufacturera y posteriormente la máquina a vapor fue a costa de la pauperización extrema de la vida de las mujeres, obligadas a trabajar clandestinas 16 horas diarias, junto a sus hijos, sin derechos, esclavizadas a un telar a merced de los patrones que les acometían toda clase de abusos. La primera revolución industrial se realizó junto a una enorme violencia contra las mujeres.
Esto no produjo indiferencia. En la crisis de 1815-1830 hubo un auge del denominado radicalismo político. Luddistas, cartistas, owenitas, fueron parte del mapa político (1). Dentro de las voces que cuestionaban el sistema, se escuchó a una mujer, madre de dos hijas, perseguida por su esposo y por la policía por divorciarse. Ella hizo una crítica profunda al ordenamiento capitalista de la sociedad. Ligada a una mirada socialista nos encontramos con Flora Tristán, autora de “Confesiones de una paria”, pionera en la denuncia a la opresión patriarcal hacia las mujeres trabajadoras y pobres. En su periódico “La unión obrera”, Flora recorrió los talleres y fabricas para organizar a las obreras. Característica que volveremos a ver en las revolucionarias marxistas de las décadas posteriores.
La Primera Internacional y la comuna de Paris
En la Primera Internacional de Trabajadores, durante los años 1864-1874, el marxismo tuvo el mérito de haber sido parte de los debates fundacionales que conformaron las medidas adoptadas en la insurrección de la comuna de Paris de 1871. Una de estas discusiones se refería a si las mujeres debían incorporarse o no al mundo del trabajo y que política se debía tener para emancipar a las mujeres de la esclavitud doméstica. Marx y Engels enfrentaron posiciones con el anarquista Proudhon que se oponía al trabajo femenino relegando el papel de las mujeres a la esfera doméstica, como esposas o prostitutas (2). Este tema dividía aguas entre los revolucionarios de la I internacional, en donde Marx y Engels marcaban una clara posición. Lucha política compartida por Harriet Law, segunda mujer en formar parte del Consejo General a partir de febrero de 1868 y parte activa de esta disputa, ligando la necesidad de incorporar a las mujeres a la esfera del trabajo para su emancipación de las tareas domésticas, pero enfrentando el trabajo precario propiciado por los capitalistas.
La Comuna de París realizó importantes transformaciones políticas llevando a la práctica el altercado (3). Lo que es conocido como el primer gobierno obrero de la historia tuvo en primera línea a las mujeres trabajadoras y pobres en las barricadas. Decretó la separación de la Iglesia del Estado y declaró propiedad nacional todos los bienes eclesiásticos. Mandató la revocabilidad de todos los cargos de elección popular. Impulsó la elección y voto de las mujeres y la obligación que los parlamentarios no cobraran más que el salario de un trabajador. Suprimió el ejército regular y le contrapuso el pueblo en armas, incluidas las mujeres. Condonó los pagos de alquileres adeudados por los inquilinos y proclamó la igualdad de derechos para las mujeres (4).
Estos aportes y experiencia revolucionaria fueron la base para la elaboración posterior. Tras ser derrotada la Comuna de París, la Primera Internacional se dividió en base a la polémica entre marxistas y anarquistas.
La Segunda Internacional y la elaboración programática de Clara Zetkin
En torno a las ideas de Marx y Engels se fundó la Segunda Internacional de trabajadores y trabajadoras, entre los años 1889-1914, que contó con un mayor bagaje teórico y una activa presencia de mujeres trabajadoras y revolucionarias dentro de sus filas. A diferencia de la Primera Internacional, encontramos en este periodo el trabajo “La mujer y el socialismo” del obrero tornero August Bebel, además de la obra de Engels “La familia, la propiedad privada y el Estado”. En Rusia la emancipación de los siervos de 1861 tuvo entre sus consecuencias facilitar el acceso de las mujeres a la formación superior y al conocimiento de la teoría marxista (5). En estas condiciones entraron al Partido Obrero Socialdemócrata, Alexandra Kollontai, Inessa Armand y Nadezha Krupskaia. Todas ellas compartían el deseo de movilizar y educar a las mujeres trabajadoras en la lucha por sus intereses históricos de clase. Nadezha Krupskaia es vulgarmente conocida por ser la pareja de Lenin, pero lo cierto es que ella fue miembro de primera hora del partido, afiliándose inclusive antes que su marido (6).
El movimiento de mujeres no había encontrado una egida de masas de tanta importancia como fue la organización de las trabajadoras de la Segunda Internacional alrededor del periódico “La igualdad: para los intereses de las trabajadoras”, editado por Clara Zetkin y que llegó a tener 174.754 miembros en 1914. Además de la elaboración teórica, el periodo de 1889-1914 está caracterizado por un amplio desarrollo programático y organizativo reflejado en los congresos de París (1889) y Zúrich (1893), en donde las socialistas debatieron sobre la importancia de la unidad entre la emancipación de las mujeres y la lucha para derribar el capitalismo.
Uno de los puntos en polémica fue sobre la protección específica hacia las mujeres trabajadoras y su condición de madres. El movimiento de mujeres burgués rechazaba cualquier legislación protectora especial a favor de las trabajadoras como una intromisión en la “libertad de la mujer” y en su igualdad de derechos con el hombre. La “separación tajante” de Clara Zetkin proponía un programa específico para las mujeres trabajadoras que exigía: 1. Una jornada de trabajo legal máxima de 8 horas diarias para las mujeres, y de 6 horas diarias para las adolescentes menores de 18 años. 2. Fijación de un día de descanso ininterrumpido de 36 horas semanales. 3. Prohibición del trabajo nocturno. 4. Prohibición del trabajo femenino en todos los establecimientos insalubres. 5. Prohibición del trabajo de mujeres embarazadas 2 semanas antes y 4 semanas después del parto. 6. Contratación de inspectoras del trabajo en número suficiente en todas las ramas de la industria que emplean mujeres. 7. Aplicación de todas las reglas mencionadas más arriba a todas las mujeres ocupadas en fábricas, talleres, tiendas, en el trabajo doméstico o en el trabajo rural.
Clara Zetkin procuró delimitar claramente los fines y tareas del movimiento de mujeres trabajadoras en relación al feminismo burgués organizado en torno a las sufragistas. Denunció la acción cómplice de las mujeres burguesas en el periodo de proscripción del partido socialdemócrata, que llevo al exilio a varias dirigentes revolucionarias. Además impuso una perspectiva de clase para la acción dentro del movimiento de mujeres ligando de manera clara la emancipación de las mujeres con el cuestionamiento a la propiedad privada, no como una cuestión de “sexo contra sexo” si no de lucha entre las clases. En estos debates se educaron la generación de mujeres socialistas como Rosa Luxemburgo, Inessa Armand, Nadezha Krupskaia y Alejandra Kollontai (7).
La fracción de mujeres trabajadoras, su elaboración y programa chocaba con las corrientes oportunistas en la II internacional. Rosa Luxemburgo, amiga personal de Clara Zetkin, fue una pieza importante de la conferencia de Zimerwald, a la que no pudo asistir por estar presa en Alemania. Esta conferencia sería la base para la III internacional nucleada en torno a la revolución bolchevique, una de las experiencias más avanzadas para la liberación de las mujeres.
La revolución de octubre, sus transformaciones y combatientes
Las mujeres tuvieron un rol activo y dinámico en la preparación de la revolución de 1917, a diferencia de los planteos que realizan ciertas organizaciones feministas. Luego de la revolución de 1905 la mujer adquirió la posibilidad de administrar sus bienes. Entre 1913-1914 las mujeres participan masivamente en un movimiento huelguístico que tuvo dentro de sus demandas sus derechos políticos y durante la Primera Guerra Mundial las mujeres pudieron acceder a puestos de trabajo contribuyendo a su politización y organización fuera del hogar.
El 23 de febrero de 1917, Día de la mujer en Rusia, se dio inicio con la importante huelga de los obreros de Putilov. 30 mil obreros se escabulleron en las filas de mujeres que reclamaban por el pan. Las obreras textiles se sumaron a la huelga. Así se iniciaba la revolución de febrero de 1917 en donde 90 mil obreros y obreras marcaron el grito de ¡abajo la autocracia! ¡Abajo la guerra! ¡Queremos el pan! Las mujeres durante febrero-octubre cumplieron un rol de suma importancia para la preparación de la toma del poder de octubre. Este fue el periodo en que el partido bolchevique volvió a la clandestinidad y fueron las mujeres las que buscaron los pisos francos, cambian las claves a diario sorteando la represión. Son organizadoras de masas, como Anna Litveiko y Anna Boldyreva, elegidas representantes del Soviet de San Petersburgo, roles de suma importancia (8).
La Política de las y los Bolcheviques para la liberación de las mujeres consistía en cuatro pilares fundamentales: terminar con el trabajo doméstico por medio de la socialización, la unión libre, la extinción de la familia burguesa y la incorporación mundo del trabajo. Muchas de estas transformaciones, nunca antes vistas en la historia, se adelantaban en términos democráticos a cualquier Estado capitalista. La Constitución Soviética dio a la mujer el derecho al voto, a ser elegida a cargos públicos, concedió el divorcio, el principio de igualdad salarial por el mismo trabajo, el derecho a amamantar en el horario laboral, la prohibición del trabajo infantil y del trabajo nocturno para las mujeres. También se dio paso al matrimonio civil y los hijos nacidos fuera del matrimonio los reconoció como legítimos. Una de las mayores conquistas legislativas fue el programa de Seguro de Maternidad diseñado e impulsado por la propia Alejandra Kollontai: ocho semanas de licencia de maternidad plenamente remunerada, recesos para la lactancia e instalaciones de descansos en fábricas, servicios médicos gratuitos, antes y después del parto y bonos en efectivos. Encabezados por una doctora bolchevique, Vera Lebedeva, se implementó una red de clínicas de maternidad, consultorios, estaciones de alimentación, enfermería y residencias para madres e infantes.
Terminar con el trabajo doméstico por medio de la socialización de dichas tareas tuvo una preocupación prioritaria. Esta labor estuvo a cargo del Departamento de las Mujeres del partido bolchevique, que dependió del Comité Central. Fue formado en 1919 por Inessa Armand y luego integrado por Alejandra Kollontai. Se concedió el derecho a las mujeres a ser miembro de los consejos rurales, a ser cabeza de familia, a que los hijos ilegítimos no fueran discriminados, gozar de las mismas condiciones en caso de divorcio y las casadas no estuvieron obligadas a llevar el nombre del marido o vivir en el domicilio de este. En 1920 se legalizó el aborto y la homosexualidad (9). El departamento tuvo su propio periódico, Kommunistka (mujer comunista) y en 1921 imprimió 30 mil ejemplares. A su cargo estuvo Bujarin, Inessa Armand y Kollontai.
El estalinismo y el fin de la ilusión
El estalinismo puso fin a la tradición revolucionaria del marxismo para la liberación de las mujeres. En 1928 Stalin hizo la colectivización forzosa. Se difundió que las políticas para la extinción de la familia llevarían al “libertinaje sexual” y comenzaron a alzarse las ideas de “buenas amas de casa”. En 1936, Pravda denunció un plan habitacional con cocinas individuales como una desviación de izquierda. La homosexualidad, la uniones libres y el denominado adulterio se declararon ofensas criminales en 1934, castigados con un mínimo de ocho años de prisión, al tiempo que el divorcio devino en un proceso largo. Y dos años después, el Código Familiar ilegalizo el aborto. Stalin sostuvo que solo el egoísmo llevaba a las mujeres a abortar. Fomentó el incentivo a la maternidad con condecoraciones a “heroínas”. El Departamento de la Mujer fue abolido en 1930 y Stalin declaró que la cuestión de la mujer ya estaba resuelto.
El viraje estalinista de colaboración de clases, marcó un curso radical para las décadas posteriores. Se borró de la historia las lecciones del octubre bolchevique, la tradición del ala izquierda en la Segunda Internacional y las bases teórico- políticas del marxismo de los orígenes. No es casualidad que desde la década 1940 las estrategias surgidas en el siglo XX como variantes locales del estalinismo, o con una posición ecléctica ante este, no hayan podido dar una respuesta seria a la liberación de las mujeres, incluida en ellas a las diferentes variantes guerrilleras.
Hilos de continuidad
En un periodo complejo de persecución política, León Trotsky analizó la burocratización de la URSS y su impacto sobre las mujeres. Alexander Goikhbarg, autor de un Código Familiar de 1918 – que entre otras cosas abolió el status de inferioridad legal de la mujer, eliminó la validez del matrimonio religioso y la ilegitimidad de hijos concebidos fuera de matrimonio – fue internado en una institución psiquiátrica por el estalinismo; otros, que habían participado en el debate sobre este código, como Beloborodov, Kiselev y Pyotr Krasilov fueron asesinados en prisión entre 1936 y 1939. En su obra “La revolución traicionada” León Trotsky examina este proceso, sus métodos y consecuencias. Formuló la analogía del “Termidor” y entregó un profundo análisis de la familia soviética, la prostitución y la política del estalinismo de desarme de las conquistas de las mujeres en la URSS. Mientras se silenciaba con la bota del gendarme a la clase que había, por su propio mérito, hecho una de las revoluciones más increíbles de la historia hubo quienes mantuvieron en alto las enseñanzas de décadas de lucha revolucionaria. No analizaremos el la obra de Trotsky en este artículo, pero podemos establecer en sus trabajos un hilo de continuidad claro de la respuesta del marxismo revolucionario para la liberación de las mujeres (10).
Conclusiones
Como he intentado de demostrar, el marxismo dio profundos aportes, en el pensamiento, elaboración programática, política y de transformación concreta para la liberación de las mujeres. Desde su surgimiento fue parte de las oleadas revolucionarias alzando las banderas por la liberación de la mujer y por la destrucción de la sociedad de clases a la que ha sido sometida. Un juicio asertivo para con esta corriente no puede ignorar estos hechos, dentro del tan bullado debate dentro del movimiento de mujeres y “feminista”. Para elaborar una crítica debe haber un dialogo con la historia.
Desde la agrupación Pan y Rosas y la fracción trotskista por la reconstrucción de la IV internacional, buscamos hacer eco de estas experiencias a 100 años de la revolución rusa, a más de un siglo de lucha revolucionaria de la clase trabajadora. No lo hacemos por casualidad, esta es nuestra tradición insurrecta, la que queremos retomar para pensar la lucha revolucionaria en el siglo XXI.
(1) Thompson, Edward Palmer, La formación de la clase obrera en Inglaterra, (Barcelona, Editorial Crítica, 1989) pp..19-93.
(2) Contra esta concepción del socialismo, que tenía su origen en el carácter artesanal y campesino de gran parte de la producción de Francia a mediados del siglo XIX, Marx defendió la idea de que la liberación de la mujer pasaba por su integración al proceso social de producción y por la abolición, junto con la explotación de clase, de la esclavitud doméstica, a través de la socialización de las tareas domésticas y de la educación de los niños.
(3) Andrea D’Atri, “La participación de las mujeres en la Comuna de París” La izquierda diario (2016) http://www.laizquierdadiario.cl/La-participacion-de-las-mujeres-en-la-Comuna-de-Paris
(Consultado el 1 de octubre de 2017)
(4) Marx, Karl, and Friedrich Engels. La guerra civil en Francia. (Barcelona, España: Ediciones Europa-América, 1981) pag 25
(5) Un ejemplo que destacó fue Vera Zasulich del grupo populista Narodnaia Volia, que mantuvo correspondencia con Marx durante la década de 1860.
(6) Josefina L. Martinez, ” Las mujeres y la Revolución que cambió la historia del siglo”. La izquierda diario (2017)https://www.laizquierdadiario.cl/Las-mujeres-y-la-Revolucion-que-cambio-la-historia-del-mundo?id_rubrique=1201 . (Consultado el 1 de octubre de 2017)
(7) En este periodo Alejandra Kollontai elaboró varias de sus obras como “Los fundamentos sociales de la cuestión femenina” (1907), “La relaciones sexuales y la lucha de clases” (1911), “El Día de la Mujer” (1913).
(8) Numero 15 Febrero 2017 Soledad (Bengoechea y Maria Cruz Santos, “Las mujeres en la revolución Rusa”, Viento Sur Numero 15 (2017): página 3.
(9) Rodrigo Lopez, Pablo Herón, ” La despenalización de la homosexualidad en la URSS: un hito en la historia de la liberación sexual”. La izquierda diario (2017) https://www.izquierdadiario.es/La-despenalizacion-de-la-homosexualidad-en-la-URSS-un-hito-en-la-historia-de-la-liberacion-sexual (Consultado el 1 de octubre de 2017)
(10) Wendy Goldman menciona que la reversión ideológica de 1930 fue esencialmente política y no una necesidad económica. (Bengoechea y Maria Cruz Santos, “Las mujeres en la revolución Rusa”, Viento Sur Numero 15 (2017): página 4.


Revolución de Octubre 100 años/ El comunismo y la familia

Por Alejandra Kollontai


Escrito: En o antes de 1918.
Historial de publicación: Publicado por vez primera en 1918. Versión en castellano publicada por primera vez por Editorial Marxista, Barcelona, en 1937.
Traducción al castellano: Por Editorial Marxista, Barcelona, 1937.
Fuente de la presente versión: Tomado de la edicion de Editorial Marxista, Barcelona, 1937.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2002.  Digitalizado por Aritz.



La mujer no depende ya del hombre

¿Se mantendrá la familia en un Estado comunista? ¿Persistirá en la misma forma actual? Son estas cuestiones que atormentan, en los momentos presentes, a la mujer de la clase trabajadora y preocupa igualmente a sus compañeros, los hombres.
No debe extrañarnos que en estos últimos tiempos este problema perturbe las mentes de las mujeres trabajadoras. La vida cambia continuamente ante nuestros ojos; antiguos hábitos y costumbres desaparecen poco a poco. Toda la existencia de la familia proletaria se modifica y organiza en forma tan nueva, tan fuera de lo corriente, tan extraña, como nunca pudimos imaginar.
Y una de las cosas que mayor perplejidad produce en la mujer en estos momentos es la manera como se ha facilitado el divorcio en Rusia.
De hecho, en virtud del decreto del Comisario del Pueblo del 18 de diciembre de 1917, el divorcio ha dejado de ser un lijo accesible sólo a los ricos; desde ahora en adelante, la mujer trabajadora no tendrá que esperar y meses, e incluso hasta años, para que sea fallada su petición de separación matrimonial que le dé derecho a independizarse de un marido borracho o brutal, acostumbrado a golpearla. Desde ahora en adelante el divorcio se podrá obtener amigablemente dentro del periodo de una o dos semanas todo lo más.
Pero es precisamente esta facilidad para obtener el divorcio, manantial de tantas esperanzas para las mujeres que son desgraciadas en su matrimonio, lo que asusta a otras mujeres, particularmente a aquellas que consideran todavía al marido como el “proveedor” de la familia, como el único sostén de la vida, a esas mujeres que no comprenden todavía que deben acostumbrarse a buscar y a encontrar ese sostén en otro sitio, no en la persona del hombre, sino en la persona de la sociedad, en el Estado.
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Desde la familia genésica a nuestros días

No hay ninguna razón para pretender engañarnos a nosotros mismos: la familia normal de los tiempos pasados en la cual el hombre lo era todo y la mujer nada -puesto que no tenía voluntad propia, ni dinero propio, ni tiempo del que disponer libremente-, este tipo de familia sufre modificaciones día por día, y actualmente es casi una cosa del pasado, lo cual no debe asustarnos.
Bien sea por error o ignorancia, estamos dispuestos a creer que todo lo que nos rodea debe permanecer inmutable, mientras todo lo demás cambia. Siempre ha sido así y siempre lo será. Esta afirmación es un error profundo.
Para darnos cuenta de su falsedad, no tenemos más que leer cómo vivían las gentes del pasado, e inmediatamente vemos cómo todo está sujeto a cambio y cómo no hay costumbres, ni organizaciones políticas, ni moral que permanezcan fijas e inviolables.
Así, pues, la familia ha cambiado frecuentemente de forma en las diversas épocas de la vida de la humanidad.
Hubo épocas en que la familia fue completamente distinta a como estamos acostumbrados a admitirla. Hubo un tiempo en que la única forma de familia que se consideraba normal era la llamada familia genésica, es decir, aquella en que el cabeza de familia era la anciana madre, en torno a la cual se agrupaban, en la vida y en el trabajo común, los hijos, nietos y biznietos.
La familia patriarcal fue en otros tiempos considerada también como la única forma posible de familia, presidida por un padre-amo, cuya voluntad era ley para todos los demás miembros de la familia. Aún en nuestros tiempos se pueden encontrar en las aldeas rusas familias campesinas de este tipo. En realidad podemos afirmar que en esas localidades la moral y las leyes que rigen la vida familiar son completamente distintas de las que reglamentan la vida de la familia del obrero de la ciudad. En el campo existen todavía gran número de costumbres que ya no es posible encontrar en la familia de la ciudad proletaria.
El tipo de familia, sus costumbres, etc., varían según las razas. Hay pueblos, como por ejemplo los turcos, árabes y persas, entre los cuales la ley autoriza al marido el tener varias mujeres. Han existido y todavía se encuentran tribus que toleran la costumbre contraria, es decir, que la mujer tenga varios maridos.
La moralidad al uso del hombre de nuestro tiempo le autoriza para exigir de las jóvenes la virginidad hasta su matrimonio legítimo. Pero, sin embargo, hay tribus en las que ocurre todo lo contrario: la mujer tiene por orgullo haber tenido muchos amantes, y se engalana brazos y piernas con brazaletes que indican el número…
Diversas costumbres, que a nosotros nos sorprenden, hábitos que podemos incluso calificar de inmorales, los practican otros pueblos, con la sanción divina, mientras que, por su parte, califican de “pecaminosas” muchas de nuestras costumbres y leyes.
Por tanto, no hay ninguna razón para que nos aterroricemos ante el hecho de que la familia sufra un cambio, porque gradualmente se descarten vestigios del pasado vividos hasta ahora, ni porque se implanten nuevas relaciones entre el hombre y la mujer. No tenemos más que preguntarnos: ¿qué es lo que ha muerto en nuestro viejo sistema familiar y qué relaciones hay entre el hombre trabajador y la mujer trabajadora, entre el campesino y la campesina?
¿Cuáles de sus respectivos derechos y deberes armonizan mejor con las condiciones de vida de la nueva Rusia? Todo lo que sea compatible con el nuevo estado de cosas se mantendrá; lo demás, toda esa anticuada morralla que hemos heredado de la maldita época de servidumbre y dominación, que era la característica de los terratenientes y capitalistas, todo eso tendrá que ser barrido juntamente con la misma clase explotadora, con esos enemigos del proletariado y de los pobres.

El capitalismo ha destruido la vieja vida familiar

La familia, en su forma actual, no es más que una de tantas herencias del pasado. Sólidamente unida, compacta en sí misma en sus comienzos, e indisoluble -tal era el carácter del matrimonio santificado por el cura-, la familia era igualmente necesaria para cada uno de sus miembros. Porque ¿quién se hubiera ocupado de criar, vestir y educar a los hijos de no ser la familia? ¿Quién se hubiera ocupado de guiarlos en la vida? Triste suerte la de los huérfanos en aquellos tiempos; era el peor destino que pudiera tocarle a uno en suerte.
En el tipo de familia a que estamos acostumbrados, es el marido el que gana el sustento, el que mantiene a la mujer y a los hijos. La mujer, por su parte, se ocupa de los quehaceres domésticos y de criar a los hijos como le parece.
Pero, desde hace un siglo, esta forma corriente de familia ha experimentado una destrucción progresiva en todos los países del mundo, en los que domina el capitalismo, en aquellos países en que el número de fábricas crece rápidamente, juntamente con otras empresas capitalistas que emplean trabajadores.
Las costumbres y la moral familiar se forman simultáneamente como consecuencia de las condiciones generales de la vida que rodea a la familia. Lo que más ha contribuido a que se modificasen las costumbres familiares de una manera radical ha sido, indiscutiblemente, la enorme expansión que ha adquirido por todas partes el trabajo asalariado de la mujer. Anteriormente, era el hombre el único sostén posible de la familia. Pero desde los últimos cincuenta o sesenta años, hemos experimentado en Rusia (con anterioridad en otros países) que el régimen capitalista obliga a las mujeres a buscar trabajo remunerador fuera de la familia, fuera de su casa.

Treinta millones de mujeres soportan una doble carga

Como el salario del hombre, sostén de la familia, resultaba insuficiente para cubrir las necesidades de la misma, la mujer se vio obligada a su vez a buscar trabajo remunerado; la madre tuvo que llamar también a la puerta de la fábrica. Año por año, día tras día, fue creciendo el número de mujeres pertenecientes a la clase trabajadora que abandonaban sus casas para ir a nutrir las filas de las fábricas, para trabajar como obreras, dependientas, oficinistas, lavanderas o criadas.
Según cálculos de antes de la Gran Guerra, en los países de Europa y América ascendían a sesenta millones las mujeres que se ganaban la vida con su trabajo. Durante la guerra ese número aumentó considerablemente.
La inmensa mayoría de estas mujeres estaban casadas; fácil es imaginarnos la vida familiar que podrían disfrutar. ¡Qué vida familiar puede existir donde la esposa y madre se va de casa durante ocho horas diarias, diez mejor dicho (contando el viaje de ida y vuelta)! La casa queda necesariamente descuidad; los hijos crecen sin ningún cuidado maternal, abandonados a sí mismos en medio de los peligros de la calle, en la cual pasan la mayor parte del tiempo.
La mujer casada, la madre que es obrera, suda sangre para cumplir con tres tareas que pesan al mismo tiempo sobre ella: disponer de las horas necesarias para el trabajo, lo mismo que hace su marido, en alguna industria o establecimiento comercial; consagrarse después, lo mejor posible, a los quehaceres domésticos, y, por último, cuidar de sus hijos.
El capitalismo ha cargado sobre los hombros de la mujer trabajadora un peso que la aplasta; la ha convertido en obrera, sin aliviarla de sus cuidados de ama de casa y madre.
Por tanto, nos encontramos con que la mujer se agota como consecuencia de esta triple e insoportable carga, que con frecuencia expresa con gritos de dolor y hace asomar lágrimas a sus ojos.
Los cuidados y las preocupaciones han sido en todo tiempo destino de la mujer; pero nunca ha sido su vida más desgraciada, más desesperada que en estos tiempos bajo el régimen capitalista, precisamente cuando la industria atraviesa por periodo de máxima expansión.

Los trabajadores aprenden a existir sin vida familiar

Cuanto más se extiende el trabajo asalariado de la mujer, más progresa la descomposición de la familia. ¡Qué vida familiar puede haber donde el hombre y la mujer trabajan en la fábrica, en secciones diferentes, si la mujer no dispone siquiera del tiempo necesario para guisar una comida medianamente buena para sus hijos! ¡Qué vida familiar puede ser la de una familia en la que el padre y la madre pasan fuera de casa la mayor parte de las veinticuatro horas del día, entregados a un duro trabajo, que les impide dedicar unos cuantos minutos a sus hijos!
En épocas anteriores, era completamente diferente. La madre, el ama de casa, permanecía en el hogar, se ocupaba de las tareas domésticas y de sus hijos, a los cuales no dejaba de observar, siempre vigilante.
Hoy día, desde las primeras horas de la mañana hasta que suena la sirena de la fábrica, la mujer trabajadora corre apresurada para llegar a su trabajo; por la noche, de nuevo, al sonar la sirena, vuelve precipitadamente a casa para preparar la sopa y hacer los quehaceres domésticos indispensables. A la mañana siguiente, después de breves horas de sueño, comienza otra vez para la mujer su pesada carga. No puede, pues, sorprendernos, por tanto, el hecho de que, debido a estas condiciones de vida, se deshagan los lazos familiares y la familia se disuelva cada día más. Poco a poco va desapareciendo todo aquello que convertía a la familia en un todo sólido, todo aquello que constituía sus seguros cimientos, la familia es cada vez menos necesaria a sus propios miembros y al Estado. Las viejas formas familiares se convierten en un obstáculo.
¿En qué consistía la fuerza de la familia en los tiempos pasados? En primer lugar, en el hecho de que era el marido, el padre, el que mantenía a la familia; en segundo lugar, el hogar era algo igualmente necesario a todos los miembros de la familia, y en tercer y último lugar, porque los hijos eran educados por los padres.
¿Qué es lo que queda actualmente de todo esto? El marido, como hemos visto, ha dejado de ser el sostén único de la familia. La mujer, que va a trabajar, se ha convertido, a este respecto, en igual a su marido. Ha aprendido no sólo a ganarse la vida, sino también, con gran frecuencia, a ganar la de sus hijos y su marido. Queda todavía, sin embargo, la función de la familia de criar y mantener a los hijos mientras son pequeños. Veamos ahora, en realidad, lo que subsiste de esta obligación.

El trabajo casero no es ya una necesidad

Hubo un tiempo en que la mujer de la clase pobre, tanto en la ciudad como en el campo, pasaba su vida entera en el seno de la familia. La mujer no sabía nada de lo que ocurría más allá del umbral de su casa y es casi seguro que tampoco deseaba saberlo. En compensación, tenía dentro de su casa las más variadas ocupaciones, todas útiles y necesarias, no sólo para la vida de la familia en sí, sino también para la de todo el Estado.
La mujer hacía, es cierto, todo lo que hoy hace cualquier mujer obrera o campesina. Guisaba, lavaba, limpiaba la casa y repasaba la ropa de la familia. Pero no hacía esto sólo. Tenía sobre sí, además, una serie de obligaciones que no tienen ya las mujeres de nuestro tiempo: hilaba la lana y el lino; tejía las telas y los adornos, las medias y los calcetines; hacía encajes y se dedicaba, en la medida de las posibilidades familiares, a las tareas de la conservación de carnes y demás alimentos; destilaba las bebidas de la familia, e incluso moldeaba las velas para la casa.
¡Cuán diversas eran las tareas de la mujer en los tiempos pasados! Así pasaron la vida nuestras madres y abuelas. Aún en nuestros días, allá en remotas aldeas, en pleno campo, en contacto con las líneas del tren o lejos de los grandes ríos, se pueden encontrar pequeños núcleos donde se conserva todavía, sin modificación alguna, este modo de vida de los buenos tiempos del pasado, en la que el ama de casa realizaba una serie de trabajos de los que no tiene noción la mujer trabajadora de las grandes ciudades o de las regiones de gran población industrial, desde hace mucho tiempo.

El trabajo industrial de la mujer en el hogar

En los tiempos de nuestras abuelas eran absolutamente necesarios y útiles todos los trabajos domésticos de la mujer, de los que dependía el bienestar de la familia. Cuanto más se dedicaba la mujer de su casa a estas tareas, tanto mejor era la vida en el hogar, más orden y abundancia se reflejaban en la casa. Hasta el propio Estado podía beneficiarse un tanto de las actividades de la mujer como ama de casa. Porque, en realidad, la mujer de otros tiempos no se limitaba a preparar purés para ella o su familia, sino que sus manos producían muchos otros productos de riqueza, tales como telas, hilo, mantequilla, etc., cosas que podían llevarse al mercado y ser consideradas como mercancías, como cosas de valor.
Es cierto que en los tiempos de nuestras abuelas y bisabuelas el trabajo no era evaluado en dinero. Pero no había ningún hombre, fuera campesino u obrero, que no buscase como compañera una mujer con “manos de oro”, frase todavía proverbial entre el pueblo.
Porque sólo los recursos del hombre, sin el trabajo doméstico de la mujer, no hubieran bastado para mantener el hogar.
En lo que se refiere a los bienes del Estado, a los intereses de la nación, coincidían con los del marido; cuanto más trabajadora resultaba la mujer en el seno de su familia, tantos más productos de todas clases producía: telas, cueros, lana, cuyo sobrante podía ser vendido en el mercado de las cercanías; consecuentemente, la “mujer de su casa” contribuía a aumentar en su conjunto la prosperidad económica del país.

La mujer casada y la fábrica

El capitalismo ha modificado totalmente esta antigua manera de vida. Todo lo que antes se producía en el seno de la familia, se fabrica ahora en grandes cantidades en los talleres y en las fábricas. La máquina sustituyó a los ágiles dedos del ama de casa. ¿Qué mujer de su casa trabajaría hoy día en moldear velas, hilar o tejer tela? Todos estos productos pueden adquirirse en la tienda más próxima. Antes, todas las muchachas tenían que aprender a tejer sus medias; ¿es posible encontrar en nuestros tiempos una joven obrera que se haga las medias? En primer lugar, carece del tiempo necesario para ello. El tiempo es dinero y no hay nadie que quiera perderlo de una manera improductiva, es decir, sin obtener ningún provecho. Actualmente, toda mujer de su casa, que es a la vez una obrera, prefiere comprar las medias hechas que perder tiempo haciéndolas.
Pocas mujeres trabajadoras, y sólo en casos aislados, podemos encontrar hoy día que preparen las conservas para la familia, cuando la realidad es que en la tienda de comestibles de al lado de su casa puede comprarlas perfectamente preparadas. Aun en el caso de que el producto vendido en la tienda sea de una calidad inferior, o que no sea tan bueno como el que pueda hacer una ama de casa ahorrativa en su hogar, la mujer trabajadora no tiene ni tiempo ni energías para dedicarse a todas las laboriosas operaciones que requiere un trabajo de esta clase.
La realidad, pues, es que la familia contemporánea se independiza cada vez más de todos aquellos trabajos domésticos sin cuya preocupación no hubieran podido concebir la vida familiar nuestras abuelas.
Lo que se producía anteriormente en el seno de la familia se produce actualmente con el trabajo común de hombres y mujeres trabajadoras en las fábricas y talleres.

Los quehaceres individuales están llamados a desaparecer

La familia actualmente consume sin producir. Las tareas esenciales del ama de casa han quedado reducidas a cuatro: limpieza (suelos, muebles, calefacción , etc.); cocina (preparación de comida y cena); lavado y cuidado de la ropa blanca, y vestidos de la familia (remendado y repaso de la ropa).
Estos son trabajos agotadores. Consumen todas las energías y todo el tiempo de la mujer trabajadora, que, además, tiene que trabajar en una fábrica.
Ciertamente que los quehaceres de nuestras abuelas comprendían muchas más operaciones, pero, sin embargo, estaban dotados de una cualidad de la que carecen los trabajos domésticos de la mujer obrera de nuestros días; éstos han perdido su cualidad de trabajos útiles al Estado desde el punto de vista de la economía nacional, porque son trabajos con los que no se crean nuevos valores. Con ellos no se contribuye a la prosperidad del país.
Es en vano que la mujer trabajadora se pase el día desde la mañana hasta la noche limpiando su casa, lavando y planchando la ropa, consumiendo sus energías para conservar sus gastadas ropas en orden, matándose para preparar con sus modestos recursos la mejor comida posible, porque cuando termine el día no quedará, a pesar de sus esfuerzos, un resultado material de todo su trabajo diario; con sus manos infatigables no habrá creado en todo el día nada que pueda ser considerado como una mercancía en el mercado comercial. Mil años que viviera todo seguiría igual para la mujer trabajadora. Todas las mañanas habría que quitar polvo de la cómoda; el marido vendría con ganas de cenar por la noche y sus chiquitines volverían siempre a casa con los zapatos llenos de barro… El trabajo del ama de casa reporta cada día menos utilidad, es cada vez más improductivo.

La aurora del trabajo casero colectivo

Los trabajos caseros en forma individual han comenzado a desaparecer y de día en día van siendo sustituidos por el trabajo casero colectivo, y llegará un día, más pronto o más tarde, en que la mujer trabajadora no tendrá que ocuparse de su propio hogar.
En la Sociedad Comunista del mañana, estos trabajos serán realizados por una categoría especial de mujeres trabajadoras dedicadas únicamente a estas ocupaciones.
Las mujeres de los ricos, hace ya mucho tiempo que viven libres de estas desagradables y fatigosas tareas. ¿Por qué tiene la mujer trabajadora que continuar con esta pesada carga?
En la Rusia Soviética, la vida de la mujer trabajadora debe estar rodeada de las mismas comodidades, la misma limpieza, la misma higiene, la misma belleza, que hasta ahora constituía el ambiente de las mujeres pertenecientes a las clases adineradas. En una Sociedad Comunista la mujer trabajadora no tendrá que pasar sus escasas horas de descanso en la cocina, porque en la Sociedad Comunista existirán restaurantes públicos y cocinas centrales en los que podrá ir a comer todo el mundo.
Estos establecimientos han ido en aumento en todos los países, incluso dentro del régimen capitalista. En realidad, se puede decir que desde hace medio siglo aumentan de día en día en todas las ciudades de Europa; crecen como las setas después de la lluvia otoñal. Pero mientras en un sistema capitalista sólo gentes con bolsas bien repletas pueden permitirse el gusto de comer en los restaurantes, en una ciudad comunista estarán al alcance de todo el mundo.
Lo mismo se puede decir del lavado de la ropa y demás trabajos caseros. La mujer trabajadora no tendrá que ahogarse en un océano de porquería ni estropearse la vista remendando y cosiendo la ropa por las noches. No tendrá más que llevarla cada semana a los lavaderos centrales para ir a buscarla después lavada y planchada. De este modo tendrá la mujer trabajadora una preocupación menos.
La organización de talleres especiales para repasar y remendar la ropa ofrecerán a la mujer trabajadora la oportunidad de dedicarse por las noches a lecturas instructivas, a distracciones saludables, en vez de pasarlas como hasta ahora en tareas agotadoras.
Por tanto, vemos que las cuatro últimas tareas domésticas que todavía pesan sobre la mujer de nuestros tiempos desaparecerán con el triunfo del régimen comunista.
No tendrá de qué quejarse la mujer obrera, porque la Sociedad Comunista habrá terminado con el yugo doméstico de la mujer para hacer su vida más alegre, más rica, más libre y más completa.

La crianza de los hijos en el régimen capitalista

¿Qué quedará de la familia cuando hayan desaparecido todos estos quehaceres del trabajo casero individual? Todavía tendremos que luchar con el problema de los hijos. Pero en lo que se refiere a esta cuestión, el Estado de los Trabajadores acudirá en auxilio de la familia, sustituyéndola; gradualmente, la Sociedad se hará cargo de todas aquellas obligaciones que antes recaían sobre los padres.
Bajo el régimen capitalista la instrucción del niño ha cesado de ser una obligación de los padres. El niño aprende en la escuela. En cuanto el niño entra en la edad escolar, los padres respiran más libremente. Cuando llega este momento, el desarrollo intelectual del hijo deja de ser un asunto de su incumbencia.
Sin embargo, con ello no terminaban todas las obligaciones de la familia con respecto al niño. Todavía subsistía la obligación de alimentar al niño, de calzarle, vestirle, convertirlo en obrero diestro y honesto para que, con el tiempo, pudiera bastarse a sí propio y ayudar a sus padres cuando éstos llegaran a viejos.
Pero lo más corriente era, sin embargo, que la familia obrera no pudiera casi nunca cumplir enteramente estas obligaciones con respecto a sus hijos. El reducido salario de que depende la familia obrera no le permite ni tan siquiera dar a sus hijos lo suficiente para comer, mientras que el excesivo trabajo que pesa sobre los padres les impide dedicar a la educación de la joven generación toda la atención a que obliga este deber. Se daba por sentado que la familia se ocupaba de la crianza de los hijos. ¿Pero lo hacía en realidad? Más justo sería decir que es en la calle donde se crían los hijos de los proletarios. Los niños de la clase trabajadora desconocen las satisfacciones de la vida familiar, placeres de los cuales participamos todavía nosotros con nuestros padres.
Pero, además, hay que tener en cuenta que lo reducido de los jornales, la inseguridad en el trabajo y hasta el hambre convierten frecuentemente al niño de diez años de la clase trabajadora en un obrero independiente a su vez. Desde este momento, tan pronto como el hijo (lo mismo si es chico o chica) comienza a ganar un jornal, se considera a sí mismo dueño de su persona, hasta tal punto que las palabras y los consejos de sus padres dejan de causarle la menor impresión, es decir, que se debilita la autoridad de los padres y termina la obediencia.
A medida que van desapareciendo uno a uno los trabajos domésticos de la familia, todas las obligaciones de sostén y crianza de los hijos son desempeñadas por la sociedad en lugar de por los padres. Bajo el sistema capitalista, los hijos eran con demasiada frecuencia, en la familia proletaria, una carga pesada e insostenible.

El niño y el Estado comunista

En este aspecto también acudirá la Sociedad Comunista en auxilio de los padres. En la Rusia Soviética se han emprendido, merced a los Comisariados de Educación Pública y Bienestar Social, grandes adelantos. Se puede decir que en este aspecto se han hecho ya muchas cosas para facilitar la tarea de la familia de criar y mantener a los hijos.
Existen ya casas para los niños lactantes, guardería infantiles, jardines de la infancia, colonias y hogares para niños, enfermerías y sanatorios para los enfermos o delicados, restaurantes, comedores gratuitos para los discípulos en escuelas, libros de estudio gratuitos, ropas de abrigo y calzado para los niños de los establecimientos de enseñanza. ¿Todo esto no demuestra suficientemente que el niño sale ya del marco estrecho de la familia, pasando la carga de su crianza y educación de los padres a la colectividad?
Los cuidados de los padres con respecto a los hijos pueden clasificarse en tres grupos: 1º, cuidados que los niños requieren imprescindiblemente en los primeros tiempos de su vida; 2º, los cuidados que supone la crianza del niño, y 3º, los cuidados que necesita la educación del niño.
Lo que se refiere a la instrucción de los niños, en escuelas primarias, institutos y universidades, se ha convertido ya en una obligación del Estado, incluso en la sociedad capitalista.
Por otra parte, las ocupaciones de la clase trabajadora, las condiciones de vida, obligaban, incluso en la sociedad capitalista, a la creación de lugares de juego, guarderías, asilos, etc. Cuanto más conciencia tenga la clase trabajadora de sus derechos, cuanto mejor estén organizados en cualquier Estado específico, tanto más interés tendrá la sociedad en el problema de aliviar a la familia del cuidado de los hijos.
Pero la sociedad burguesa tiene medio de ir demasiado lejos en lo que respecta a considerar los intereses de la clase trabajadora, y mucho más si contribuye de este modo a la desintegración de la familia.
Los capitalistas se dan perfecta cuenta de que el viejo tipo de familia, en la que la esposa es una esclava y el hombre es responsable del sostén y bienestar de la familia, de que una familia de esta clase es la mejor arma para ahogar los esfuerzos del proletariado hacia su libertad, para debilitar el espíritu revolucionario del hombre y de la mujer proletarios. La preocupación por lo que le pueda pasar a su familia, priva al obrero de toda su firmeza, le obliga a transigir con el capital. ¿Qué no harán los padres proletarios cuando sus hijos tienen hambre?
Contrariamente a lo que sucede en la sociedad capitalista, que no ha sido capaz de transformar la educación de la juventud en una verdadera función social, en una obra del Estado, la Sociedad Comunista considerará como base real de sus leyes y costumbres, como la primera piedra del nuevo edificio, la educación social de la generación naciente.
No será la familia del pasado, mezquina y estrecha, con riñas entre los padres, con sus intereses exclusivistas para sus hijos, la que moldeará el hombre de la sociedad del mañana.
El hombre nuevo, de nuestra nueva sociedad, será moldeado por las organizaciones socialistas, jardines infantiles, residencias, guarderías de niños, etc., y muchas otras instituciones de este tipo, en las que el niño pasará la mayor parte del día y en las que educadores inteligentes le convertirán en un comunista consciente de la magnitud de esta inviolable divisa: solidaridad, camaradería, ayuda mutua y devoción a la vida colectiva.

La subsistencia de la madre asegurada

Veamos ahora, una vez que no se precisa atender a la crianza y educación de los hijos, qué es lo que quedará de las obligaciones de la familia con respecto a sus hijos, particularmente después que haya sido aliviada de la mayor parte de los cuidados materiales que llevan consigo el nacimiento de un hijo, o sea, a excepción de los cuidados que requiere el niño recién nacido cuando todavía necesita de la atención de su madre, mientras aprende a andar, agarrándose a las faldas de su madre. En esto también el Estado Comunista acude presuroso en auxilio de la madre trabajadora. Ya no existirá la madre agobiada con un chiquillo en brazos. El Estado de los Trabajadores se encargará de la obligación de asegurar la subsistencia a todas las madres, estén o no legítimamente casadas, en tanto que amamanten a su hijo; instalará por doquier casas de maternidad, organizará en todas las ciudades y en todos los pueblos guarderías e instituciones semejantes para que la mujer pueda ser útil trabajando para el Estado mientras, al mismo tiempo, cumple sus funciones de madre.

El matrimonio dejará de ser una cadena

Las madres obreras no tienen por qué alarmarse. La Sociedad Comunista no pretende separar a los hijos de los padres, ni arrancar al recién nacido del pecho de su madre. No abriga la menor intención de recurrir a la violencia para destruir la familia como tal. Nada de eso. Estas no son las aspiraciones de la Sociedad Comunista.
¿Qué es lo que presenciamos hoy? Pues que se rompen los lazos de la gastada familia. Esta, gradualmente, se va libertando de todos los trabajos domésticos que anteriormente eran otros tantos pilares que sostenían la familia como un todo social. ¿Los cuidados de la limpieza, etc., de la casa? También parece que han demostrado su inutilidad. ¿Los hijos? Los padres proletarios no pueden ya atender a su cuidado; no se pueden asegurar ni su subsistencia ni su educación.
Estas es la situación real cuyas consecuencias sufren por igual los padres y los hijos.
Por tanto, la Sociedad Comunista se acercará al hombre y a la mujer proletarios para decirles: “Sois jóvenes y os amáis”. Todo el mundo tiene derecho a la felicidad. Por eso debéis vivir vuestra vida. No tengáis miedo al matrimonio, aun cuando el matrimonio no fuera más que una cadena para el hombre y la mujer de la clase trabajadora en la sociedad capitalista. Y, sobre todo, no temáis, siendo jóvenes y saludables, dar a vuestro país nuevos obreros, nuevos ciudadanos niños. La sociedad de los trabajadores necesita de nuevas fuerzas de trabajo; saluda la llegada de cada recién venido al mundo. Tampoco temáis por el futuro de vuestro hijo; vuestro hijo no conocerá el hambre, ni el frío. No será desgraciado, ni quedará abandonado a su suerte como sucedía en la sociedad capitalista. Tan pronto como el nuevo ser llegue al mundo, el Estado de la clase Trabajadora, la Sociedad Comunista, asegurará el hijo y a la madre una ración para su subsistencia y cuidados solícitos. La Patria comunista alimentará, criará y educará al niño. Pero esta patria no intentará, en modo alguno, arrancar al hijo de los padres que quieran participar en la educación de sus pequeñuelos. La Sociedad Comunista tomará a su cargo todas las obligaciones de la educación del niño, pero nunca despojará de las alegrías paternales, de las satisfacciones maternales a aquellos que sean capaces de apreciar y comprender estas alegrías. ¿Se puede, pues, llamar a esto destrucción de la familia por la violencia o separación a la fuerza de la madre y el hijo?

La familia como unión de afectos y camaradería

Hay algo que no se puede negar, y es el hecho de que ha llegado su hora al viejo tipo de familia. No tiene de ello la culpa el comunismo: es el resultado del cambio experimentado por la condiciones de vida. La familia ha dejado de ser una necesidad para el Estado como ocurría en el pasado.
Todo lo contrario, resulta algo peor que inútil, puesto que sin necesidad impide que las mujeres de la clase trabajadora puedan realizar un trabajo mucho más productivo y mucho más importante. Tampoco es ya necesaria la familia a los miembros de ella, puesto que la tarea de criar a los hijos, que antes le pertenecía por completo, pasa cada vez más a manos de la colectividad.
Sobre las ruinas de la vieja vida familiar, veremos pronto resurgir una nueva forma de familia que supondrá relaciones completamente diferentes entre el hombre y la mujer, basadas en una unión de afectos y camaradería, en una unión de dos personas iguales en la Sociedad Comunista, las dos libres, las dos independientes, las dos obreras. ¡No más “sevidumbre” doméstica para la mujer! ¡No más desigualdad en el seno mismo de la familia! ¡No más temor por parte de la mujer de quedarse sin sostén y ayuda si el marido la abandona!
La mujer, en la Sociedad Comunista, no dependerá de su marido, sino que sus robustos brazos serán los que la proporcionen el sustento. Se acabará con la incertidumbre sobre la suerte que puedan correr los hijos. El Estado comunista asumirá todas estas responsabilidades. El matrimonio quedará purificado de todos sus elementos materiales, de todos los cálculos de dinero que constituyen la repugnante mancha de la vida familiar de nuestro tiempo. El matrimonio se transformará desde ahora en adelante en la unión sublime de dos almas que se aman, que se profesen fe mutua; una unión de este tipo promete a todo obrero, a toda obrera, la más completa felicidad, el máximo de la satisfacción que les puede caber a criaturas conscientes de sí mismas y de la vida que les rodea.
Esta unión libre, fuerte en el sentimiento de camaradería en que está inspirada, en vez de la esclavitud conyugal del pasado, es lo que la sociedad comunista del mañana ofrecerá a hombres y mujeres.
Una vez se hayan transformado las condiciones de trabajo, una vez haya aumentado la seguridad material de la mujer trabajadora; una vez haya desaparecido el matrimonio tal y como lo consagraba la Iglesia -esto es, el llamado matrimonio indisoluble, que no era en el fondo más que un mero fraude-, una vez este matrimonio sea sustituido por la unión libre y honesta de hombres y mujeres que se aman y son camaradas, habrá comenzado a desaparecer otro vergonzoso azote, otra calamidad horrorosa que mancilla a la humanidad y cuyo peso recae por entero sobre el hambre de la mujer trabajadora: la prostitución.

Se acabará para siempre la prostitución

Esta vergüenza se la debemos al sistema económico hoy en vigor, a la existencia de la propiedad privada. Una vez haya desaparecido la propiedad privada, desaparecerá automáticamente el comercio de la mujer.
Por tanto, la mujer de la clase trabajadora debe dejar de preocuparse porque esté llamada a desaparecer la familia tal y conforme está constituida en la actualidad. Sería mucho mejor que saludaran con alegría la aurora de una nueva sociedad, que liberará a la mujer de la servidumbre doméstica, que aliviará la carga de la maternidad para la mujer, una sociedad en la que, finalmente, veremos desaparecer la más terrible de las maldiciones que pesan sobre la mujer: la prostitución.
La mujer, a la que invitamos a que luche por la gran causa de la liberación de los trabajadores, tiene que saber que en el nuevo Estado no habrá motivo alguno para separaciones mezquinas, como ocurre ahora.
“Estos son mis hijos. Ellos son los únicos a quienes debo toda mi atención maternal, todo mi afecto; ésos son hijos tuyos; son los hijos del vecino. No tengo nada que ver con ellos. Tengo bastante con los míos propios”.
Desde ahora, la madre obrera que tenga plena conciencia de su función social, se elevará a tal extremo que llegará a no establecer diferencias entre “los tuyos y los míos”; tendrá que recordar siempre que desde ahora no habrá más que “nuestros” hijos, los del Estado Comunista, posesión común de todos los trabajadores.

La igualdad social del hombre y la mujer

El Estado de los Trabajadores tiene necesidad de una nueva forma de relación entre los sexos. El cariño estrecho y exclusivista de la madre por sus hijos tiene que ampliarse hasta dar cabida a todos los nuños de la gran familia proletaria.
En vez del matrimonio indisoluble, basado en la servidumbre de la mujer, veremos nacer la unión libre fortificada por el amor y el respeto mutuo de dos miembros del Estado Obrero, iguales en sus derechos y en sus obligaciones.
En vez de la familia de tipo individual y egoísta, se levantará una gran familia universal de trabajadores, en la cual todos los trabajadores, hombres y mujeres, serán ante todo obreros y camaradas. Estas serán las relaciones entre hombres y mujeres en la Sociedad Comunista de mañana. Estas nuevas relaciones asegurarán a la humanidad todos los goces del llamado amor libre, ennoblecido por una verdadera igualdad social entre compañeros, goces que son desconocidos en la sociedad comercial del régimen capitalista.
¡Abrid paso a la existencia de una infancia robusta y sana; abrid paso a una juventud vigorosa que ame la vida con todas sus alegrías, una juventud libre en sus sentimientos y en sus afectos!
Esta es la consigna de la Sociedad Comunista. En nombre de la igualdad, de la libertad y del amor, hacemos un llamamiento a todas las mujeres trabajadoras, a todos los hombres trabajadores, mujeres campesinas y campesinos para que resueltamente y llenos de fe se entreguen al trabajo de reconstrucción de la sociedad humana para hacerla más perfecta, más justa y más capaz de asegurar al individuo la felicidad a que tiene derecho.
La bandera roja de la revolución social que ondeará después de Rusia en otros países del mundo proclama que no está lejos el momento en el que podamos gozar del cielo en la tierra, a lo que la humanidad aspira desde hace siglos.


Resistencia soviética antifascista: La canción inolvidable
Resumen Latinoamericano / 7 de noviembre de 2017
Contra la invasión nazi a territorio soviético durante la Segunda Guerra Mundial, no sólo combatieron, resistieron y rechazaron a las tropas del tercer reich, con un altísimo costo en vidas humanas, los soldados del ejército rojo. Allí estuvo de manera protagónica el Pueblo ruso: niños, mujeres y viejos. Lo que viene es la canción de los guerrilleros antifascistas rusos en su idioma original y en la versión en español.

Semana de homenaje por los 100 años de la Revolución Rusa en La luna con gatillo

Dos: Nuestro Lenin

Por Mariano Pacheco*
 Gran capacidad de síntesis, Vladimir. Y de expresar en fórmulas claras sus ideas.
¿Qué implica ser leninista hoy? Seguramente no serlo. O más bien: asumir que hay tantos Lenin como situaciones atravesó el Pelado en su vida política. “El análisis concreto de las situaciones concretas”, he aquí una de sus fórmulas claras, tan claras como plantear al socialismo en términos de “Electrificación+Sóviets”. El siglo transcurrido desde que los bolcheviques tomaron el poder en Rusia han colocado al leninismo en el centro de los debates de las izquierdas del mundo. ¿Qué no se ha dicho ya? La respuesta a esta pregunta, tan de perogrullo, puede encontrarse en otra fórmula quizá, que esbozamos en estas líneas: el pensamiento crítico es siempre situado.
Lenin escribió alguna vez que las consignas que servían para un momento no servían para otro. ¡Gran lección de leninismo! Lo que sea dicho del leninismo hoy no es tanto algo que el jefe bolchevique haya escrito o pronunciado alguna vez, sino más bien sus modos de abordar los momentos. ¡Carecemos de nuestras propias Tesis de abril! O de diciembre podríamos decir. ¿Qué queda del momento leninista de 2001? Tal vez la lección de haber sido demasiados soberbios, muy posmodernos, extremadamente reacios a pensarnos al interior de un legado y no sólo en ruptura con una tradición que, dicho sea de paso, sólo rechazamos en función de lo oído alguna vez y no producto de una lectura crítica (siempre situada). Además -insistiendo-: ¿con qué momento de esa tradición se rompe? Pensar a Lenin es pensar su fase de “Todo el poder a los sóviets” pero también su respuesta creativa del ¿Qué hacer? y su testamento, y su caracterización del imperialismo como fase superior del capitalismo y… y… y… La síntesis disyuntiva de la que tanto hablaron Félix Guattari y Gilles Deleuze.
Análisis crítico de las situaciones concretas, entonces. He ahí un legado fundamental del leninismo. ¿O no desconocemos, muchas veces, los modos concretos en que el capital se ha desarrollado en estas tierras? Y no me refiero sólo a la “formación social concreta” sino más bien a las formas en que se ha estructurado no sólo la explotación sino además la dominación, las formas de subjetividad que imperceptiblemente nos atan a menudo a la servidumbre, por la cual tanta veces luchamos como si se tratara de nuestra libertad.
Hace unos días en un bar de la ciudad de Buenos Aires, conversando con El Ruso y Diego Sztulwark éste último decía que había que pensar a Lenin a partir de un determinado modo de leer la realidad, algo que retomó en estos días en un texto publicado por los amigos del portal Lobo suelto. Lectura que reclama de nuestros mayores esfuerzos si no queremos resignarnos a entender la política (aún la que aspira a la emancipación) desde el lugar de siempre-por-detrás-de-las-situaciones. Intento singular, siempre renovado, de aportar por intervenir en la escena contemporánea desde una posición generacional, esa Nueva Generación de Intelectuales de Izquierda esbozada por Omar Acha hace años atrás (intento seguramente trunco pero siempre en reclamo de ser reactualizado).
¿Qué nos queda de Lenin entonces? ¿Con qué Lenin nos quedamos? Seguramente con el crítico agudo, con el militante audaz, en medio de una situación caracterizada por el recorte de los horizontes entendidos como posibles. El Lenin con el que nos quedamos es el que no se resigna a dejar de pensar cada situación para captarla en su singularidad y, por lo tanto, intervenir creativamente en ella. El Lenin que inspira a asumir un lado claro de la barricada, el que no tiene empacho en señalar con dureza los límites entre un bando y otro. Ese que hace todo lo posible por forzar la situación lo más que de, para que el cielo por asalto no sea una metáfora meramente enunciada, sino PROYECTO, con todo el compromiso existencial que ese concepto implica.

*Editorial de La luna con gatillo: una crítica política de la cultura (emisión del jueves 2 de noviembre de 2017)

*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura
Jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar), la radio del Centro Cultural España Córdoba.
Fanzine digital de actualización diaria: https://lepondregatilloalaluna.blogspot.com.ar.
Envío:ResumenLatinoamericano

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