A
50 años de la foto que destapó el horror de la guerra de Vietnam
El general Nguyen Ngoc Loan apunta al guerrillero
Nguyen Van Lem instantes antes de asesinarlo, Vietnam, 1 de febrero de 1968.
AP
La brutal imagen reflejó la crueldad del régimen
survietnamita sostenido por las tropas de ocupación norteamericanas y
contribuyó a crear un gran movimiento pacifista en EE.UU.
El 1 de febrero de 1968, la guerra de Vietnam no
mostraba indicios de que su fin estuviera cerca y una instantánea tomada en la
antigua Saigón —hoy Ciudad Ho Chi Minh— inmortalizó el conflicto y provocó una
gran ola de antibelicismo en Estados Unidos.
Eddie Adams, fotógrafo de la agencia de
noticias Associated Press, oprimió el obturador justo antes de que
una bala atravesara la cabeza de un prisioneroesposado y retenido
por las tropas del sur. El suceso tuvo lugar a plena luz del día frente a
numerosos testigos y reflejó la crueldad con la que ambos bandos se disputaban
el control del territorio.
El asesinato del guerrillero del Frente Nacional de
Liberación de Vietnam del Sur, Nguyen Van Lem, a manos del jefe de la Policía
deSaigón, Nguyen Ngoc Loan, se produjo durante un ataque sorpresa conocido como
la Ofensiva del Tet, que tuvo lugar durante el año nuevo lunar
vietnamita.
Soldados estadounidenses del 5° batallón, 7° de
caballería, atraviesan muros maltratados en Hue, durante la ofensiva Tet en
Vietnam, 1968. / Handout / Reuters
"Fue el único de mi batallón que sobrevivió
a aquella noche, todos los demás fueron ejecutados", recuerda el
septuagenario Nguyen Duc Gan, que luchó con el ejército norvietnamita cuando
comenzó el asalto, el 30 de enero de 1968.
Los combatientes del FNL "no iban bien
armados, utilizaban cuchillos para matar a policías, empleados públicos y
civiles", cuenta Nguyen Duy Dang, que regenta una tienda en el barrio de
Cholon y entonces tenía 13 años, según refiere DPA.
Derrota de EE.UU.
La fotografía de este asesinato estuvo acompañada
por un video que grabó Vo Suu, un camarógrafo de la cadena NBC. En
pocas jornadas, las imágenes dieron la vuelta al mundo y contribuyeron al
nacimiento de un movimiento pacifista contra la intervención norteamericana de
Washington en la contienda y su apoyo a la dictadura en Vietnam del Sur.
El 30 de abril de 1975, la derrota de Estados
Unidos y la huída de sus tropas, supuso un fuerte golpe a su poderío militar y
su crédito internacional.
Por su parte, Vietnam tardó casi dos décadas en
comenzar a recomponer su infraestructura territorial y se estima que casi 10
millones de personas fueron desplazadas debido al conflicto.
El general que acabó con la vida del guerrillero
vietnamita fue objeto de gran desacreditación pública, por lo que emigró a
EE.UU. En 1991 se supo que vivía en Virginia y siete años después falleció de
cáncer a los 67 años
La
Guerra del Pueblo en Vietnam del Sur
Le Duan
La Ofensiva del Tet en Vietnam
en 1968, fue posible por la consolidación política de Le Duan, secretario
general del Partido de los Trabajadores de Vietnam (PTV) desde 1960, y la
prioridad otorgada a la liberación del país, frente a las posiciones de otras
corrientes del partido y las direcciones del PCUS y del PCCh. El PTV refundado
en 1951, fue la continuidad del Partido Comunista Indochino fundado en 1930 y
disuelto como tal en 1945. En su 4° Congreso en 1976, un año después del
triunfo contra la invasión norteamericana, fue renombrado Partido Comunista de
Vietnam Tras la Ofensiva del Tet, esta oposición a su orientación política y
militar volvió a reforzarse a nivel interno e internacional. El texto que
reproducimos, escrito después de la muerte de Ho Chi Minh en 1969, fue una
reivindicación de sus posiciones políticas en el debate abierto por la sucesión
del fundador y principal dirigente vietnamita. Le Duan acabaría imponiéndose en
estos debates y lograría conducir a los revolucionarios vietnamitas a la
victoria en el Sur en 1975, siete años más tarde de la Ofensiva del Tet.
Le Duan (1907-1986)
fue uno de los fundadores del Partido Comunista Indochino en 1930 y pasó diez
años en las cárceles coloniales francesas. Liberado en 1945, fue dirigente de
la independizada República Democrática de Vietnam (del norte). Fue designado
secretario general del Partido de los Trabajadores de Vietnam en 1960. La
victoria de su orientación política, que priorizaba la liberación de Vietnam
del Sur, fue esencial en el desarrollo de la guerra hasta su victoria en 1975.
Opuesto a las reformas de mercado (doi moi), su muerte supuso un giro
sustancial en la orientación del PCV y el desarrollo del capitalismo en el
país. Autor de La clase obrera vietnamita y la Revolución, La Revolución
Vietnamita, Sobre la Revolución Socialista en Vietnam
Inmediatamente después de la conquista del poder
en todo el territorio nacional, nuestro pueblo tuvo que alzarse para resistir a
los colonialistas franceses que retornaron para restablecer su dominación
sobre el país con la ayuda de los intervencionistas yanquis. Esta primera
magnífica resistencia, continuación de la Revolución de Agosto (de 1945), es
una guerra de liberación nacional por la salvaguardia de la Patria, dirigida
con una justa línea política y militar por la clase obrera cuyo representante
es nuestro Partido.
Esta línea es la de la guerra de todo el pueblo,
el cual conduce un combate total, prolongado, apoyándose en lo esencial en sus
propias fuerzas. La guerra del pueblo combina las inmensas fuerzas políticas
de las masas populares con las fuerzas armadas, sirviendo aquellas como base
para crear y desarrollar las fuerzas armadas populares y hace de la
construcción de las tres categorías de fuerzas armadas, la armazón de la
lucha de todo el pueblo. Basándose en la lucha armada como forma esencial de
lucha, la guerra del pueblo la combina en una cierta medida con la lucha
política en la retaguardia del enemigo sin menospreciar tampoco la lucha en el
plano económico. De este modo nosotros hemos podido aprovechar al máximo la
absoluta superioridad de nuestro pueblo en el plano moral y político y obtener
beneficio de los factores favorables inherentes a la nueva época, superando
las dificultades y las debilidades propias de un pequeño país con una
atrasada economía agrícola, cuyas fuerzas armadas son modestas y que en un
primer período se encuentra cercado por todas partes por el sistema
imperialista. Finalmente, luego de nueve años de gloriosa lucha nuestro pueblo
y nuestro ejército derrotaron a cerca de medio millón de soldados
profesionales de una potencia imperialista.
Esta guerra del pueblo y la victoria de Dien Bien
Phu (contra el Ejército de Francia en 1954), que es su símbolo, son una
epopeya que se inscribe en la historia de nuestro pueblo como un Bach Dang, un
Chi Lang o un Dong Da del siglo XX [Tres de los más brillantes triunfos
decisivos obtenidos por el pueblo vietnamita sobre los invasores en los siglos
XIII, XV y XVIII, respectivamente (N. del T.)] y como un brillante hecho de
armas en la historia del mundo que abre una amplia brecha en la fortaleza de la
esclavitud colonial instituida por el imperialismo.
La revolución sudvietnamita es el florecimiento a
un nivel más elevado y en nuevas condiciones de la experiencia adquirida por
nuestro pueblo durante la Revolución de Agosto de 1945 y la guerra de
resistencia contra los franceses.
El régimen de opresión de Vietnam del Sur
atravesó una grave crisis hacia fines de 1959 y comienzos de 1960. El enemigo,
aunque continuaba siendo relativamente fuerte en las ciudades, no podía
asegurar ya una administración normal en numerosas y vastas regiones porque su
aparato básico de poder fantoche estaba parcialmente debilitado e impotente.
Por otro lado, las masas populares, en particular la mayoría del campesinado estaban
en efervescencia revolucionaria y determinadas a empeñarse en una lucha a
muerte contra el enemigo. Así, maduró una situación revolucionaria que
permitió la sublevación de las masas rurales, las insurrecciones parciales
tendientes a romper el eslabón más débil del sistema administrativo del
enemigo.
Las “sublevaciones en cadena” sobrevenidas en este
período constituyeron un salto importante que confirió a la revolución
sudvietnamita una posición ofensiva y extendió, combinando simultáneamente
una lucha político-militar, el auge revolucionario a todo el país. Con la
transformación de la revolución en una guerra encarnizada se fue acentuando
cada día la lucha militar y jugando un papel cada vez más importante. La
derrota militar del enemigo se convierte en una necesidad para hacer triunfar
la resistencia y la revolución.
La lucha armada es una forma fundamental de lucha,
decisiva para aniquilar a las fuerzas militares del enemigo permitiendo con
ello deshacer todos sus manejos políticos y bélicos. Sin embargo, la lucha
armada continúa ligada estrecha y constantemente a la lucha política; ésta,
guía a las masas que prosiguen sus insurrecciones para romper el cerco
enemigo, para conquistar y preservar su soberanía, para dar impulso al
movimiento revolucionario. La lucha política de las masas es tan fundamental
como la lucha armada; juega un papel determinante en todas las fases y en el
triunfo de la revolución sudvietnamita. Las fuerzas políticas representan no
sólo la apoyatura de las fuerzas militares, sino que también se han erigido
en un ejército político de masas bien organizado, en una fuerza esencial en
la lucha política en las zonas aún controladas por el enemigo, incluso en
aquellas donde están concentradas sus fuerzas armadas, políticas y
económicas.
Conducir paralelamente la lucha armada y la lucha
política, tal es la forma fundamental de la violencia revolucionaria en
Vietnam del Sur, en tanto que la combinación de estas dos formas de lucha
constituye la regla fundamental que rige los métodos de acción
revolucionaria.
La síntesis de estas dos eficaces puntas de la
embestida ha decuplicado la fuerza de los catorce millones de compatriotas
nuestros del Sur y les ha permitido romper todos los designios y maniobras
militares y políticas de los norteamericanos y fantoches, partiendo de
quebrantar y, finalmente aniquilar, la voluntad de combate de los imperialistas
yanquis.
El pueblo survietnamita, al tiempo que pone en
práctica esas dos formas fundamentales de lucha, da un fuerte impulso también
a la labor de explicación y de agitación hacia las tropas enemigas, para
despertar la conciencia de los G.I. [infantería norteamericana] y, sobre todo,
de los soldados del ejército fantoche, ganarlos para la causa revolucionaria y
hacer fracasar así la cruel y pérfida política de los imperialistas yanquis
que tratan de “hacer combatir a los vietnamitas contra los vietnamitas”. He
aquí también una dirección estratégica del ataque, un problema fundamental en
la labor revolucionaria para la realización de la consigna “alianza de los
obreros, campesinos y soldados”, que apunta a derribar el yugo neocolonialista
y a derrotar la agresión norteamericana.
Combinar la insurrección de las masas con la
guerra revolucionaria, así se ha desarrollado la revolución survietnamita,
iniciada con las insurrecciones parciales en las regiones rurales que fueron
seguidas de inmediato por las insurrecciones de masas estrechamente ligadas a
la guerra revolucionaria, las que se fueron intensificando ininterrumpidamente.
Las insurrecciones amplían nuestras bases territoriales, acrecientan nuestras
fuerzas, impulsan a desarrollar y aumentar la potencia de la guerra
revolucionaria. Recíprocamente, la intensificación de la guerra
revolucionaria acelera la madurez y la ampliación en creciente escala de las
condiciones favorables para las insurrecciones. El período de ofensivas y de
insurrecciones simultáneas, iniciado con el Tet de 1968 es el necesario
resultado del proceso revolucionario y la etapa superior de la coordinación de
la lucha militar y política.
Un problema de alcance estratégico de la
revolución en el Sur es el de definir bien la posición estratégica de las
tres zonas: la montañosa, las llanuras, las ciudades. Es sobre esta, base que
debe ser realizada la combinación de las dos formas de lucha —la militar y la
política— conducidas paralelamente, o sea el combate y los levantamientos de
masas, haciéndolo en niveles diferentes en relación con las particularidades
de cada zona y acorde al desarrollo de la revolución.
Atacar al enemigo en las tres zonas estratégicas
constituye un rasgo especifico del método de acción revolucionaria en el
Vietnam del Sur. Este principio rector deriva de la síntesis y la generalización
de las experiencias revolucionarias en nuestro país.
La revolución vietnamita, tomada en el conjunto de
su desarrollo, consideró siempre a los obreros y a los campesinos como el
grueso de sus fuerzas, atribuyendo igual importancia al movimiento
revolucionario en el campo y en las ciudades; se empeñó en construir sólidas
bases en las regiones montañosas y en las planicies sin dejar de crear puntos
de apoyo en las ciudades, desencadenó insurrecciones tanto en las regiones
rurales como en los centros urbanos.
En una palabra, insurrecciones parciales,
paralelamente lucha militar y política, ofensiva contra el enemigo desde tres
direcciones (acción militar, acción política, labor de explicación y de
agitación hacia las tropas enemigas), combinación de la insurrección de
masas con la guerra revolucionaria, ofensivas en las tres zonas estratégicas,
estos son los rasgos más típicos de los métodos de acción revolucionaria en
el Vietnam del Sur. No hay que ver en ellos fórmulas rígidas, sin ligazón
mutua, por el contrario, muy flexibles, muy vivaces formas y procedimientos de
luchas, ligados orgánicamente entre sí. Estos han hecho expandir al máximo
la fuerza, el coraje, la inteligencia y el genio creador de millones de
personas de las masas populares; todos saben cómo atacar al enemigo, cómo
preservar y desarrollar sus fuerzas, cómo conducir un combate de largo aliento
tratando de crearse momentos favorables para obtener cada día mayores éxitos
y avanzar hacia la victoria total.
La resistencia actual de nuestro pueblo, contra el
imperialismo yanqui y por la salvación nacional, tanto como aquella que fue
conducida anteriormente contra el colonialismo francés, es una guerra del
pueblo llevada a un alto grado de desarrollo.
Al norte, hemos desarrollado una guerra de auto
defensa contra una guerra norteamericana de destrucción aérea y naval de una
envergadura aun jamás alcanzada. Después de cuatro años de un combate
sumamente heroico, nuestro pueblo y sus fuerzas armadas han derrotado
completamente esa empresa de destrucción. He aquí un nuevo desarrollo, lleno
de significación, de nuestra guerra del pueblo.
Esta es una victoria de grandes alcances. Aseguró
la defensa del Norte socialista, gran retaguardia de la revolución para todo
el país, destruyó un terreno importante de la feroz guerra de agresión de
los imperialistas yanquis y asestó un rudo golpe a su iniciativa de combate.
Ella confirma la justa línea de nuestro Partido
que llama a todo el pueblo al combate, al pueblo enteró a tomar en sus manos
la defensa nacional y a adaptar nuestra economía a las circunstancias.
Ella testimonia la poderosa vitalidad del
socialismo, la inmensa fuerza del poder democrático popular en el Norte,
nuestra inquebrantable decisión de resistir a los imperialistas yanquis y el
prodigioso heroísmo revolucionario de nuestro pueblo y de sus fuerzas armadas.
Como lo demostrara el Presidente Ho Chi Minh, “Aquella
es la victoria de la justa línea revolucionaria de nuestro Partido, la victoria
del ardiente patriotismo y del poderío de nuestro pueblo estrechamente unido y
decidido a combatir y a triunfar, la victoria del régimen socialista. Es el
triunfo común de nuestras fuerzas armadas y de nuestro pueblo tanto en el
Norte como en el Sur. Es también la victoria de los pueblos de los países
hermanos y de todos nuestros amigos de los cinco continentes”.
La guerra del pueblo en Vietnam del Sur es una
guerra revolucionaria, una guerra de liberación nacional que se enfrenta a una
“guerra especial” típica, es decir, a la más importante y feroz “guerra
local” que haya conducido el imperialismo yanqui.
La actual línea de la guerra del pueblo en Vietnam
del Sur, elaborada bajo la dirección del Frente Nacional de Liberación, es
determinada por la justa causa de nuestra guerra de liberación nacional y por
el carácter profundamente popular de la revolución survietnamita. Tiene su
sostén en el ardiente patriotismo y en el espíritu revolucionario radical de
las masas survietnamitas resueltas a alzarse para conquistar y defender sus
sagrados derechos nacionales pisoteados por los imperialistas yanquis y sus lacayos.
Esta línea asimiló la ciencia militar marxista-leninista como también las
preciosas experiencias de los países socialistas hermanos, para aplicarlas
creadoramente a las condiciones de nuestro país. Ella recoge y desarrolla a un
nivel muy alto las riquísimas experiencias adquiridas por la revolución
vietnamita en cuanto a las insurrecciones populares y la guerra del pueblo,
continuando nuestras gloriosas tradiciones nacionales de lucha contra la
invasión extranjera y el genio militar de nuestros abuelos.
La guerra popular en Vietnam del Sur es una “guerra
del pueblo y por el pueblo”, una guerra de todo el pueblo librada en todos los
planos, conducida, según las leyes generales que rigen los métodos de acción
revolucionaria en Vietnam del Sur, que alcanza un nivel muy alto de desarrollo.
Comprende la lucha militar y la lucha política que se desarrolla a partir del
movimiento insurreccional de las masas. Ella se inspira de cabo a rabo en una
concepción estratégica de ofensiva, propia de la Revolución sudvietnamita
con posterioridad al viraje producido por las “insurrecciones en cadena” de los
años 1959-1960. Su ubicación ofensiva contra la “guerra especial” tuvo como
base la absoluta superioridad del punto de vista político y moral y la aplastante
superioridad de la fuerza de las masas revolucionarias resueltas a conquistar
su derecho a la vida, alzadas en una lucha a muerte contra los agresores y los
traidores. Esta posición de ofensiva mantenida sin interrupción se desarrolló
incesantemente desde grados inferiores para alcanzar grados cada vez más
elevados; parcial al comienzo, la ofensiva se generalizó gracias a los duros
golpes, militares y políticos, asestados con creciente fuerza.
El conjunto del desarrollo de la guerra revolucionaria
se identifica, con el de la aplicación de la concepción estratégica de
ofensiva, concepción de una resuelta ofensiva continuada, cada día más
poderosa, en la que alternan avances graduales y saltos.
En el curso de este proceso puede darse una etapa
defensiva en algunos momentos y en ciertos lugares, pero nunca es más que una
cuestión de táctica momentánea tendiente a crear condiciones favorables para
proseguir la ofensiva.
Es gracias a esta estrategia de ofensiva que la
población survietnamita y sus fuerzas armadas pudieron inflingir derrotas a la
política neocolonialista norteamericana, derribar la dictadura fascista de Ngo
Dinh Diem, ajustar cuentas con la “guerra especial” y actualmente batir a los
imperialistas yanquis en su “guerra local” elevada al más alto peldaño de la
escalada.
La estrategia ofensiva de la guerra popular
moviliza a todo el pueblo para el combate apoyándose en el poderío combinado
de las fuerzas militares y políticas y en la conjugación de las dos formas de
lucha, la armada y la política. Es la estrategia de la ofensiva conducida en
las tres zonas estratégicas y coordinando la acción de las tres categorías
de tropas con los levantamientos revolucionarios de las masas. Ella combina las
operaciones armadas con la conquista por el pueblo de su derecho a la soberanía,
con el ejercicio del poder que permita destruir a las fuerzas enemigas y con
ello afirmar, por la recíproca, la soberanía conquistada. Impulsa a la
continua búsqueda de la iniciativa tanto estratégica como operacional sobre
el conjunto del escenario bélico; condena al enemigo a la expectativa, a la
pasividad frente a nuestros métodos de combate, extiende su dispositivo, cerca
sus tropas por todas partes, las dispersa y permite dominarlas constantemente.
La capacidad ofensiva de la guerra del pueblo está
estrechamente ligada a una justa apreciación de las características y de la
evolución de la correlación de fuerzas entre la población y sus fuerzas
armadas de una parte y los agresores yanquis y sus lacayos de la otra. El
enemigo, aunque dispone de numerosos efectivos y medios técnicos, presenta
debilidades fundamentales e irreductibles. Por el contrario, el pueblo
survietnamita y sus fuerzas armadas poseen, a la par que debilidades, puntos
fuertes fundamentales. Sabiendo desarrollar sus puntos fuertes, golpeando al
enemigo en sus puntos débiles, las fuerzas revolucionarias han sabido
apoderarse de la iniciativa para las ofensivas y decuplicar su capacidad de
ataque.
Lo que importa para conducir una estrategia
ofensiva es resolver bien una serie de problemas concernientes al arte militar,
a las formas tácticas y a las modalidades de combate. En este cuadro el pueblo
survietnamita y sus fuerzas armadas crearon apropiados métodos de combate,
métodos originales, de una diversidad muy rica y flexible, muy eficaces por
que permiten asestar severos golpes al enemigo al precio de pérdidas mínimas.
Se trata de coordinar las operaciones de guerrilla efectuadas por las tropas
regionales y las milicias populares con aquellas practicadas por las tropas
regulares en formaciones concentradas. Se trata de combinar las operaciones de
pequeña, mediana y gran envergadura, lo que permite elevar nuestra capacidad
de destrucción y simultáneamente extender la conquista del derecho a la
soberanía popular en las tres zonas estratégicas. Se trata de vencer a un
enemigo superior en número con la calidad de las fuerzas armadas
revolucionarias, de situarse constantemente en una posición de fuerza para
poder vencer el gran número por medio de pequeños efectivos, obtener grandes
medios sirviéndose de pequeños medios. Métodos de combate enérgicos,
audaces, inteligentes, haciendo valer el secreto y la sorpresa, conducidos
tanto con una sola arma como con varias armas combinadas, golpeando al enemigo
en los lugares más vulnerables y sensibles, en los puntos vitales para obtener
resultados muy grandes. Teniendo la total libertad de elección, nosotros
lanzamos resueltos ataques cuya iniciativa tenemos plenamente, obstaculizando
al enemigo en la puesta en práctica de sus métodos favoritos de combate,
bloqueándole toda iniciativa táctica y tornando impotentes todas sus
reacciones y sus medidas de defensa. Es decir, combinar diferentes métodos y
formas de ofensiva para aniquilar al enemigo, poner en movimiento todas las
fuerzas, las armas y los medios de los que se dispone, aprovechar a fondo las
condiciones del terreno y del tiempo, atacar al enemigo en todas las
eventualidades, cuando avanza y cuando retrocede, en cualquier lugar y en todo
momento, allí donde está débil y restaura sus fuerzas como también allí
donde está fuerte y en guardia.
Ellas son formas tácticas y modalidades de combate
basadas en el dinamismo, la inteligencia y el genio creador de los cuadros y de
los combatientes, de las Fuerzas Armadas de Liberación, como asimismo de
nuestros heroicos hermanos del Sur, patriotas ardientes de elevada conciencia
de sus derechos nacionales y de los intereses de clase que no sólo se atreven
a batirse y están resueltos a ello, sino que también saben cómo combatir y
vencer en las formas más favorables.
El principio estratégico de la guerra del pueblo
en Vietnam del Sur consiste en conducir una guerra prolongada reforzándose en
el curso de la lucha y por medio de la misma. Esta ley había regido ya la
guerra por la liberación nacional y la defensa de la Patria sostenida por
nuestro pueblo en el curso del pasado cuarto de siglo. En la actual guerra de
liberación, la población del Sur y sus fuerzas armadas enfrentan a los
EE.UU., agresivo cabecilla del imperialismo, un enemigo que posee un numeroso
ejército, un equipo moderno, un potencial militar y económico muy superior al
nuestro. Se necesita tiempo para destruir paso a paso las fuerzas del enemigo,
limitar sus puntos fuertes y ahondar sus debilidades; sostener y desarrollar
nuestras propias fuerzas armadas y políticas, modificar la relación de
fuerzas de más en más a nuestro favor, actuar de modo tal que cuanto más
dura la guerra más se debilita el enemigo, más aumenta nuestro poderío y
mayores son nuestras victorias. Esta guerra prolongada es una ofensiva
ininterrumpida en el curso de la cual nosotros atacamos con una amplitud cada
vez mayor, rechazamos al adversario paso a paso, hacemos fracasar cada uno da
sus objetivos estratégicos para llegar finalmente a su derrota total.
Durante este largo proceso nosotros podemos
producir saltos muy importantes que modifiquen la situación, las fuerzas de
ambos lados y la coyuntura de la guerra, si sabemos desarrollar al máximo
nuestros propios esfuerzos, aprovechar a fondo las condiciones objetivas
favorables, suscitar dificultades al adversario y explotar sus debilidades,
asegurar una dirección estratégica justa e incisiva, elegir bien la
orientación, los objetivos y el momento, asestar severos golpes al enemigo en
los puntos neurálgicos, obtener grandes victorias militares y combinar en fin,
hábilmente, la lucha armada y la lucha política, los ataques y las
insurrecciones.
En el curso de la guerra de liberación en el
Vietnam del Sur, tales saltos se han producido con la batalla de Binh Gia
(invierno de 1964 - primavera de 1965), la apertura del frente Tri-Tién [cerca
del paralelo 17] en 1967, las ofensivas y los levantamientos generalizados del
Tet de 1968. Estos avances prueban que el pueblo survietnamita y sus fuerzas
armadas supieron elegir sensatamente los blancos para sus ataques, combinar
acertadamente las operaciones de envergadura pequeña, media y grande, supieron
lanzar raids fulminantes, audaces e imprevisibles en el cuadro de una guerra
ininterrumpida y de largo aliento. Sobre la base de la tenaz prosecución de
una guerra prolongada las fuerzas revolucionarias han desplegado esfuerzos muy
grandes en todos los planos para crear se condiciones favorables, ganar tiempo
y obtener éxitos cada día superiores.
Un importante principio rector en este método de
guerra es el de coordinar el aniquilamiento de las fuerzas enemigas con la
conquista y mantenimiento de la soberanía popular, lo cual debe permitir
aniquilar al enemigo y la destrucción del mismo facilita la extensión y la
afirmación mayores de la soberanía.
En cualquier guerra es evidentemente necesario —si
se quiere obtener la victoria— destruir a las fuerzas militares enemigas. Mas
hay diferentes maneras de lograrlo: la elección depende de la concepción
estratégica y tiene relación con diversos factores, entre ellos, el carácter
de la guerra, los objetivos a los que apuntan los combates, las dimensiones del
teatro de operaciones.
La guerra del pueblo en Vietnam del Sur es una
guerra revolucionaria que se ha desarrollado a partir de un movimiento
insurreccional de masas para derribar el poderío de los imperialistas yanquis
y sus sirvientes. En el curso de la guerra no existen sólo acciones militares
emprendidas por las fuerzas armadas sino también el movimiento popular de
lucha política que, conducido de diferentes formas, alcanza el más alto nivel
con los levantamientos ininterrumpidos de las grandes masas por la conquista de
su derecho a la soberanía, en distintos grados, de acuerdo a las condiciones
concretas de cada lugar en las tres zonas estratégicas.
Estas sublevaciones, abarcando vastas regiones y
repitiéndose con frecuencia, apuntan a derribar paso a paso el poder básico
de los fantoches y a romper todas las formas de coerción instituidas por el
ene migo; las sublevaciones constituyen muy importantes puntas del ataque que
combinadas con las operaciones militares favorecen la acción de las fuerzas
armadas para aniquilar al enemigo. Las actividades operacionales de las fuerzas
armadas revolucionarias, a más del aniquilamiento del enemigo, tienen, por la
recíproca, el efecto de estimular la lucha política, en particular el
respaldo a las masas en sus levantamientos para romper el cerco de las fuerzas
enemigas, conquistar el derecho a la soberanía e implantar, de una u otra
forma, el poder revolucionario.
Unir la destrucción de las fuerzas enemigas con la
conquista y salvaguardia del derecho del pueblo a su soberanía, tal es el
secreto del éxito en la insurrección armada y la guerra revolucionaria en el
Vietnam del Sur. Sin embargo, no se trata solamente de unir las exigencias de
la lucha militar a las de las insurrecciones para la conquista gradual del
poder; se trata de crearse la propia posición estratégica en una guerra
popular.
Desde el punto de vista militar, el Vietnam del Sur
es un exiguo teatro de guerra, con una densidad muy alta de tropas enemigas; la
población y las fuerzas armadas del Sur combaten sobre su propio territorio,
conduciendo la guerra revolucionaria sobre la base de una participación
general del pueblo y apoyándose en fuerzas militares y políticas. Es por esto
que importa crearnos una situación estratégica ventajosa y condenar al
enemigo a una ubicación estratégica desfavorable. El mejor medio para ello es
conquistar la soberanía para destruir al enemigo y destruir al enemigo para
obtener la soberanía.
La conquista de la soberanía, convertirse en
dueño de su destino, significa para la población y sus fuerzas semiarmadas el
alzamiento resuelto para liberarse del yugo de los yanquis y sus fantoches,
combatir al enemigo en sus propios campos, en sus propias aldeas, jardines y
calles; significa aferrarse al terreno, ser el dueño de la tierra y del poder
—con distintos grados—, ser el amo de la situación. Cada aldea, cada caserío
se convierte en una fortaleza, cada habitante en un combatiente que trata por
sí mismo de encontrar el medio más apropiado para golpear al enemigo a
través de la acción política, de la acción militar, de la labor de
esclarecimiento hacia las tropas enemigas, aprovechando para ello todos los
medios, todas las armas disponibles.
Ser los amos significa, para las fuerzas armadas
revolucionarias, desplegar de un modo racional las tres categorías de tropas
en todas las áreas cruciales y en las tres zonas estratégicas: en las zonas
liberadas, en las que son trabajadas constantemente; en las zonas “pacificadas”
por el enemigo y en aquellas aledañas a sus bases; significa apoyarse en el pueblo
que se ha erigido en el dueño de un país y en el crecimiento ininterrumpido
de las fuerzas políticas de las masas, para transformar a todo el Sur en un
campo de batalla preparado de antemano para crear una disposición de fuerzas
en el terreno a nuestro favor. En tal disposición, las fuerzas armadas de
liberación pueden atacar al enemigo con suma movilidad y flexibilidad,
constriñéndolo, sin pausa, a un cerco y a un ataque político y militar.
Se trata aquí de una disposición de fuerzas
propia de una guerra del pueblo; se combate al enemigo en lo político y lo
militar a la vez, con la ofensiva armada y la insurrección popular, con la
guerrilla y la guerra regular, todo ello en las tres zonas estratégicas.
Disposición de fuerzas propia de una guerra sin frente definido, en la cual el
campo de batalla está por doquier, de modo tal que más de un millón de
yanquis y fantoches revelan constantemente sus fallas y debilidades,
diseminados de norte a sur, cercados, dispersos, atacados por todos los
costados. ¿Permanecen a la defensiva?: su coraza está llena de defectos.
¿Lanzan ofensivas?: las deben desatar entonces sobre un terreno preparado de
antemano por las fuerzas armadas revolucionarias y la población. Las tropas
enemigas, sumergidas en el océano de la guerra del pueblo, pese a sus enormes
efectivos y medios modernos de guerra, están dispersas, debilitadas e
incapacitadas para poner en práctica sus métodos favoritos de guerra. Por el
contrario, las fuerzas armadas y la población pueden cercar de continuo al
enemigo, atacar y sublevarse, conservar la iniciativa, atacar al enemigo de
frente o tomarlo por la espalda, en cualquier lugar y en todo momento.
El resultado más acentuado de esta dirección
estratégica es el de reducir al enemigo a la pasividad frente a la situación
estratégica de ofensiva en todos los planos y a los métodos de guerra de las
fuerzas armadas revolucionarias, de arrinconarlo a cada instante a una
situación política pasiva y a una situación estratégica crítica, de
sumirlo en el desconcierto para elegir entre la dispersión y la concentración
de fuerzas, entre las operaciones para “pacificar” y aquellas para “investigar
y destruir”, entre la defensiva y la ofensiva. De ello se sigue que el poderoso
ejército de agresión del enemigo se ve extremadamente débil; dotado de
modernas armas y de numerosos medios de desplazamiento, revela no obstante una
pobre eficacia de combate; es de un gran poderío pero de una perfecta
inoperancia. Por el contrario, las fuerzas armadas populares atacan siempre
desde una posición de fuerza, gracias a su organización racional, a su
elevada calidad combativa, a sus modalidades apropiadas de combate, hábiles y
flexibles, que se pueden apoyar, por otra parte, en una ventajosa posición
estratégica. Y cuanto más combaten más ganan en fuerza, rendimiento y
eficacia. Y esto se repite en cada combate y campaña, así como desde el punto
de vista de la estrategia general.
Estos son éxitos de la invencible línea de la
guerra del pueblo, de la aplicación de la estrategia de ofensiva, de éxitos
en el arte de combatir al grande con el pequeño, de derrotar a los muchos con
los pocos, de vencer al número con la calidad, de saber limitar el poderío
del enemigo en el campo de batalla al tiempo que se desarrolla al máximo el
poderío de nuestras propias fuerzas militares y políticas, de atacar siempre
al enemigo partiendo de una situación de iniciativa, de crearse siempre una
posición de fuerza para atacar y vencer al enemigo en una lucha prolongada.
La guerra del pueblo que se está desarrollando en
el Sur es un grandioso fresco, lleno de vida, que ilustra maravillosamente esta
profética observación de Engels: “Un pueblo que quiere conquistar su
independencia no podría acantonarse en los métodos de guerra ordinarios.
Insurrección de masas, guerra revolucionaria, destacamentos de guerrilla por
doquier, he aquí el único método de combate gracias al cual un pueblo
pequeño puede vencer a una gran nación, un pequeño ejército oponerse a un
ejército más fuerte”.
La resistencia patriótica de nuestro pueblo contra
la agresión norteamericana ha entrado en su décimo año y ha pasado, a partir
del Tet de 1968, a una nueva etapa, de las más gloriosas, signada por
victorias sumamente importantes que conducirán al triunfo final.
El imperialismo yanqui, que ha sufrido grandes
derrotas a lo largo y ancho de nuestro país, se debate con muchas dificultades
tanto en EE.UU. como en el mundo. Mas, de naturaleza pérfida y obstinada,
prosigue sin embargo su guerra de agresión. “La resistencia contra la
agresión norteamericana puede prolongarse. Nuestros compatriotas pueden tener
que asumir nuevos sacrificios en bienes y en vidas. Sea como fuere estamos
resueltos a combatir a los agresores yanquis, hasta la victoria total”. Esto
es lo que nos recomendó nuestro Presidente Ho Chi Minh. Cumpliendo su legado,
estamos decididos a combatir el tiempo que sea necesario hasta que el enemigo
abandone sus designios agresivos, retire todas sus tropas, respete la
soberanía de nuestro pueblo y nuestra integridad territorial. Nuestro Partido
todo, nuestro pueblo entero, todas nuestras fuerzas que avanzan y dar un
poderoso impulso a la resistencia contra la agresión yanqui, por la salvación
nacional hasta la victoria total, a fin de liberar el Sur, defender el Norte,
avanzar hacia la reunificación pacífica de la Patria.
Combatir y vencer a los imperialistas yanquis es
una apremiante exigencia de la revolución vietnamita y de la revolución
mundial, de nuestra vida actual y de la felicidad de las futuras generaciones.
He allí el gran honor, la grandeza, el deber de nuestro Partido y de nuestro
pueblo hacia la Patria y hacia los pueblos revolucionarios del mundo. Estamos
decididos a cumplir la gloriosa misión que nos ha confiado la historia,
dispuestos a sobrellevar las peores privaciones y a asumir los más grandes
sacrificios por más prolongada y encarnizada que sea la resistencia.
Tenemos la firme convicción que nuestros
compatriotas y combatientes en el Sur, dirigidos por el Frente Nacional de
Liberación y por el Gobierno provisional revolucionario de la República de
Vietnam del Sur, seguros de la invencible línea de la guerra del pueblo,
seguros de su coraje, de su inteligencia y de sus talentos militares,
obtendrán con certeza la victoria total, mediante la gran unión combatiente
de nuestros 30 millones de compatriotas en todo el país y la inmensa ayuda de
nuestros hermanos y amigos en el mundo.
El Presidente Ho Chi Minh dijo, haciendo el balance
de la larga y gloriosa lucha revolucionaria de nuestro pueblo bajo la
experimentada dirección del Partido:“Nuestro pueblo es un pueblo heroico.
Hemos derrocado a los fascistas japoneses, vencido a los colonialistas
franceses y hoy estamos firmemente decididos a batir a los agresores
imperialistas norteamericanos”. Nuestra actual resistencia a la
agresión yanqui, por la salvación nacional es más importante en la gloriosa
historia de lucha de nuestro pueblo contra la agresión extranjera; al mismo tiempo
está escribiendo una de las más bellas páginas de la historia de la lucha de
los pueblos revolucionarios del mundo contra el imperialismo en nuestra época.
La revolución nacional democrática popular en
nuestro país, ha contribuido con su rica experiencia al desarrollo de la
teoría revolucionaria, de los pueblos coloniales y dependientes en lucha
contra el viejo y el nuevo colonialismo.
Nuestro pueblo va resueltamente hacia adelante,
seguro de las preciosas enseñanzas de su propia revolución. Él conducirá la
resistencia contra la agresión yanqui a la victoria total, completará la
revolución nacional democrática popular en todo el país y así aportará una
digna contribución a la lucha común de los pueblos del mundo por la paz, la
independencia nacional, la democracia y el socialismo.
Envío:Abajero
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