28 de febrero de 2018

MURIÓ EL GENOCIDA MENÉNDEZ, QUE NO DESCANSE EN PAZ.

28 de febrero de 2018 
Murió el genocida multicondenado Luciano Benjamín Menéndez 
Que no descanse en paz 
Estaba internado desde el 7 de febrero por un cáncer en las vías biliares. Tenía 90 años. Durante la dictadura tuvo a su cargo diez provincias. Consideraba “blando” a Videla. Nunca se arrepintió de sus crímenes.
Por Marta Platía
Para Luciano Benjamín Menéndez, las miles de personas secuestradas, torturadas, violadas, asesinadas y desaparecidas no constituían delito alguno. 

Imagen: Télam
Desde Córdoba
Luciano Benjamín Menéndez, el genocida vivo de mayor rango militar, murió ayer poco antes del mediodía en una cama del Hospital Militar de Córdoba. Conocido como “el Cachorro, “el Chacal” o “la Hiena”, el ex general y ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército durante la última dictadura cívico-militar se llevó consigo el insólito récord mundial de condenas a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad: tenía 14, más otras dos a una veintena de años.
“Yo no tengo antecedentes penales. Los únicos que tengo son los que ustedes me pusieron en estos juicios, que son artificiales. Yo nunca he cruzado ni un semáforo en rojo”, dijo, con el hilo de voz que le quedaba, de pie ante el Tribunal Oral Federal 1, el pasado el 22 de noviembre. Esos eran sus parámetros. Las miles de personas secuestradas, torturadas, violadas, asesinadas y desaparecidas en las diez provincias que tuvo bajo su arbitrio y pulsión de muerte no constituían para él delito alguno. Nunca se arrepintió. Nunca dio ninguna pista sobre dónde están los cuerpos que ordenó desaparecer. Ni de los bebés robados a sus madres recién paridas. Nunca. Ni aun cuando desde 2008, en su primer juicio y condena a prisión perpetua y cárcel común, debió acostumbrarse a ver hasta en la sopa el rostro de la Abuela de Plaza de Mayo Sonia Torres, en su reclamo constante por el nieto que le arrebataron. O tuvo que escuchar la voz cantarina y plural de “la Emi” D´Ambra, quien esperó el final del Megajuicio La Perla Campo de la Ribera para morirse, y hasta el último día de sus 87 años le exigió que dijera dónde enterró a los más de 2.500 desaparecidos que masacraron en esos campos de concentración y exterminio.
No. Hasta ese último día de noviembre de 2017 en que se paró frente al Tribunal y los huesos de su espalda mostraron el ya afilado mapa de su esqueleto bajo el saco, no se arrepintió. Tampoco negó sus muertos. Los ninguneó.

El “duro”

Nacido en Lobos, provincia de Buenos Aires, el 19 de junio de 1919, el hombre que murió ayer perteneció a una familia castrense cuyos principales ancestros –cada quien en su tiempo histórico– fueron entusiastas genocidas junto a Julio Argentino Roca en la llamada Campaña del Desierto; o participaron del bombardeo y masacre de ciudadanos de a pie en la Plaza de Mayo en 1955 para derrocar al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón.
Llegado su turno, Luciano Benjamín Menéndez fue el brazo más duro de la dictadura presidida por Jorge Rafael Videla. Tanto fue así que en 1979 terminó preso en un cuartel en Entre Ríos cuando intentó derrocar sin éxito a su propio jefe al que consideraba “blando”. Y fue vox pópuli entre sus subordinados y cómplices que el propio Videla le temía. Una versión que terminó comprobándose durante el Megajuicio que duró casi cuatro años. Allí se supo que cuando las hordas de Menéndez secuestraron a Carlos Escobar, el hijo de un militar amigo de Videla desde los 13 años, ante los desesperados ruegos del padre ante su compañero de liceo, el dictador sólo atinó a disculparse: “si está en el área de Menéndez no puedo hacer nada”.
Ese es el Menéndez que el arriero José Julián Solanille vio desde la “Loma del Torito” en los campos de La Perla presidiendo el fusilamiento masivo de decenas de jóvenes maniatados. Y también el Menéndez que en abril de 2013 contempló –doblado sobre sí mismo, las mandíbulas tensas– cómo ese hombre de campo, ese “nadie” que solía herrarle los caballos en los tiempos en que su sólo nombre era sinónimo de poder absoluto; ofreció el testimonio judicial más contundente sobre sus crímenes.
“Estaba con otro compañero en la Loma del Torito –contó Solanille–. Habíamos visto la fosa cavada. Unos cuatro metros por cuatro. Tenían a toda la gente en dos filas. No sé, eran muchas personas. Como cien. Algunos vestidos, otros totalmente desnudos. Estaba Menéndez. El había llegado en un (Ford) Falcon blanco. Yo lo había visto. Sabía que se venía algo grande. Y ahí estaba, con su fusil. No lo vi disparar. Pero él dio la orden. La gente estaba encapuchada o vendada o tenían unos anteojos… Los que no tenían nada, los que podían ver, gritaban. Unos hasta corrieron. Pero los mataron por la espalda. Ahí nos rajamos con mi amigo. Estábamos cagados de miedo. Nos habíamos arrastrado hasta arriba de la loma, pero bajamos corriendo. Después se ve que los quemaron. Tiraron explosivos. El humo con ese olor espantoso se vino para mi casa. Era insoportable”.
Era el Menéndez que con sólo una palabra, o sólo un gesto podía dar vida o muerte. El que aterrorizada vio a los pies de su cama del Hospital Militar –el mismo en el que ayer murió el genocida–, la sobreviviente Teresita Piazza de Córdoba mientras la mantuvieron secuestrada. Durante el juicio, la mujer contó cómo la apalearon y le trompearon el vientre aún sabiéndola embarazada. Y cómo, cuando casi muere, la esposaron a una cama de hospital. “Me desperté y ahí estaba cuando abrí los ojos y lo ví. Era Menéndez. Me dijo que me porte bien y que si no lo hacía me llevarían de nuevo adonde estaba. Yo sólo lo miré. Me quedé en silencio”.
Ese era el Menéndez que paseaba el taconeo de sus botas lustradas por los mosaicos terracota de La Perla mientras los que iban a morir temblaban debajo de las vendas de sus ojos, con el hedor del miedo envolviéndolo todo. El Menéndez que ordenó el secuestro, tortura y decapitación del ex ministro del Interior del presidente Arturo Frondizi, Miguel Hugo Vaca Narvaja, de 59 años y padre de 12 hijos. El mismo que ordenó y permitió la exhibición de esa cabeza que fue mantenida en formol hasta que la arrojaron a las vías de un tren.
El Menéndez que mantuvo prisionero en las mazmorras de su propia estancia, dentro de los campos de La Perla, al abogado laboralista Salomón Gerchunoff, de quien el sobreviviente Piero di Monte contó que le ordenaron llevarle una sopa. “Estaba en muy mal estado. Le ayudé a tomarla. Le acaricié la cabeza y le dije que no lo matarían. Pero él no podía creerlo”. Menéndez usaba ese edificio con pretensiones de castillo medieval durante los fines de semana. Recién en 2014 se supo que está a pocos kilómetros (una hora de caminata) de los hornos de cal donde el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) encontró, el 21 de octubre de ese año, los restos óseos –cuasi molidos– de cuatro jóvenes militantes de la Juventud Peronista Universitaria: Lila Gómez Granja, Aldredo Sinópoli Gritti; Ricardo Enrique Saibene Parra y Luis Agustín Santillán Zevi. Hornos en los que un puñado de chicos había encontrado una mano mientras jugaban en 1977, y que fue motivo de que sus familias fuesen desalojadas de esos campos. Uno de esos pibes, Andrés Quiroga, casi cuarenta años después fue quien se animó a dar testimonio. Quien se acercó al Espacio Memoria La Perla, y dio la pista a los antropólogos.
El Menéndez poderoso de los fusilamientos y estaqueamientos a los 31 presos políticos de la UP1, en el invierno de 1976. El que se creyó impune. El que ordenó “que todos hagan todo”, para que nadie tuviese las manos limpias de sangre y el pacto de silencio sellara los crímenes que diezmaron una generación y dañaron para siempre a otras tantas.
Ya en democracia, y muy lejos de correrse de la escena, apareció el Menéndez de los actos públicos. Con Eduardo Angeloz coincidieron en las veladas de la peña El Ombú, adonde acudían muchos de los cómplices civiles y eclesiásticos de la represión; mientras que con el ex gobernador Ramón Mestre, el cardenal Raúl Francisco Primatesta y el actual funcionario macrista Oscar Aguad compartían palcos.

De hienas y dinosaurios

La lucha de casi cuarenta años de los organismos de derechos humanos, más la decisión política del gobierno de Néstor Kirchner que anuló las leyes de impunidad, lo llevó para siempre a los juicios, y lo convirtió en el militar más veces condenado.
En su pose pétrea, los párpados hinchados y semientornados que recordaban a los reptiles prehistóricos de la isla Galápagos, Menéndez pasó por los diez juicios que se le hicieron en Córdoba desde que el 24 de julio de 2008 recibió su primera condena a prisión perpetua en cárcel común.
En 2010, se lo vio dormir hombro a hombro con Videla durante el juicio por los fusilados en la cárcel UP1, y también defender todas las veces que pidió hablar, lo que él consideraba “una guerra mundial”.
Nada parecía sacarlo de su su eje. Su compostura lo distinguía de los demás reos. A veces, apenas parecía respirar. Su método de resistencia era la economía de movimientos. Un duermevela imperturbable. Sólo dos temas le quitaban la compostura: cuando lo llamaban ladrón, como ocurrió con el caso de la empresa Mackentor, el “papel prensa” cordobés; y cuando declaraba algún miembro de la familia Vaca Narvaja. En la audiencia en que Ana María, una de las hijas mayores del ex ministro decapitado mencionó que además de Cachorro “lo llamaban la Hiena” y leyó documentación de la Conadep sobre lo que había afirmado; Menéndez terminó descompuesto de la bronca, despeinado y golpeándose las rodillas con los muebles de la sala para llegar al estrado de su defensora oficial.
Hasta estos días, y según datos de la Procuradoría de Crímenes contra la Humanidad, Menéndez había sido condenado 16 veces: 14 de ellas a prisión perpetua. Estaba procesado en otras 49 causas, y en 13 de ellas esperaba juicio oral. También estaba bajo investigación en otros 25 expedientes.
Quién sabe si a los pies de su cama de hospital –como él hizo con Teresita– pudo ver los rostros o sentir la presencia de los muertos que mató. De lo que sí se tiene certeza es que Menéndez fue el brazo armado de una de las etapas más atroces de nuestra Historia. Una que tuvo y tiene cómplices civiles y eclesiásticos. Y que con él, ayer, la muerte se llevó a uno de sus mejores esbirros.

28 de febrero de 2018 

Otras voces
  • HIJOS Capital: “Se murió la muerte: a las 11:20 murió el genocida Luciano Benjamín Menéndez. A diferencia de sus víctimas, se sabe la hora, el lugar y su familia puede despedirlo. Llegó a ser condenado en cárcel común, perpetua y efectiva, el único lugar para un genocida. ¡30.000 PRESENTES!”.
  • Leonardo Grosso, diputado nacional del Movimiento Evita: “El único lugar para un genocida es la cárcel común, ahí tendría que haber pasado sus últimos días Luciano Benjamín Menéndez”.
  • Juan Schiaretti, gobernador de Córdoba: “La dictadura fue nefasta y todos los que la integraron sin duda. Pero todo lo que tenía que decir lo dije cuando él estaba en vida. No es cuestión de repetirlo ahora que murió. Por eso asistí a los juicios donde se lo condenó”.
  • Nicolás del Caño, diputado del FIT: “Murió el genocida Luciano Benjamín Menéndez, condenado varias veces a cadena perpetua por la incansable lucha de los organismos de derechos humanos y de todo el pueblo. 30.000 compañeros detenidos-desaparecidos... Presentes!”.
  • Guillermo de Maya, presidente de la UCR Porteña: “Murió en su casa, tendría que haber estado preso como el resto de los genocidas. Por siempre: Memoria, Verdad y Justicia. Gracias Raúl Alfonsín por la valentía que pocos tuvieron para señalar el camino. #NuncaMás”.
  • Horacio Pietragalla. Unidad Ciudadana. “Murió el represor Luciano Benjamín Menéndez. Es el responsable directo del asesinato de mi viejo y miles de jóvenes más. No me alegra esta noticia, sólo me hace reflexionar sobre el monstruo en que se puede transformar un ser humano”.



28 de febrero de 2018 

Opinión
Reparación 
Por Victoria Ginzberg
Imagen: Télam
No quedará nada de él. Como no habrá nada de nosotros cuando muramos. Quedará sólo lo que de él hay en nosotros, como, en algún momento, quedará sólo lo que de nosotros haya en los demás. Y lo que queda en nosotros de Luciano Benjamín Menéndez son sus crímenes, las ausencias que dejó, el dolor que provocó. Por eso la muerte de los represores no trae alegría, sino la evocación de sus víctimas, de todo lo que pudieron haber sido, sus sonrisas en fotos viejas. La muerte no repara, no nos devuelve a los muertos, ni tampoco sus restos, no nos trae información sobre las personas que fueron apropiadas, no nos aporta justicia, memoria o verdad. Al contrario. Menéndez se fue con sus secretos, guardando para sí los momentos finales de miles de personas que ya no lo atormentarán, si alguna vez lo hicieron, si algo de humanidad se colaba en sus entrañas. El fin de su existencia podrá traer cierta calma, la tranquilidad de saber que ya no respiramos su mismo aire, que ya no habla y no reivindica sus crímenes, que no camina, ni come, ni ríe. Algunos levantarán la copa porque él ya no es nada y en cambio nosotros seguimos aquí; y reímos, lloramos y nos emocionamos. Pero lo que ofrece cierta reparación no le compete a él, a que no quede nada de él, sino que tiene que ver con lo que hicimos nosotros: las catorce perpetuas conseguidas, los cantos en la calle pidiendo justicia, los abrazos después de las condenas, la emoción de hacer historia, de hacer que la historia se conozca, la satisfacción de la labor cumplida y la sensación de que entonces sí el futuro puede ser distinto. 


28 de febrero de 2018 
Opinión 
Contrastes 
Por Luis Bruschtein 
Murió la muerte dicen. Finalmente murió el ex general Luciano Benjamín Menéndez, el genocida, el criminal. Pero no murió la muerte. Esa muerte como idea, como latencia, estará mientras ese pensamiento siga encarnado en formas del poder, en gobiernos y en ministros. El ex militar, con sus catorce condenas a perpetua –indiscutibles, intachables, impecables– tuvo mucha influencia en la política de la provincia de Córdoba durante muchos años después de la caída de la dictadura. Era un asesino reconocido por la justicia y la sociedad, era el protagonista de los testimonios más horribles de la represión en Córdoba durante la dictadura, y al mismo tiempo era un invitado de lujo en los actos oficiales de los gobernadores Eduardo Angeloz y Ramón Mestre.
Córdoba es la expresión más aguda de la esquizofrenia política argentina. La Córdoba progresista y revolucionaria de la Reforma Universitaria y el Cordobazo frente a la Córdoba de Menéndez, la provincia que, en proporción le dió más votos Mauricio Macri, la provincia del ministro Oscar Aguad, el amigo de Menéndez.
No es propiedad exclusiva de los cordobeses, es la esquizofrenia de la política argentina que pasó de un gobierno progresista y popular como el de Raúl Alfonsín, a otro conservador y neoliberal como los menemistas y los de la Alianza, a otros nacionales y populares como los kirchneristas y a otro ultraconservador y neoliberal, como el de Cambiemos. Los corcoveos van de un extremo al otro. Casi no hay término medio.
En Córdoba, el fantasma sanguinario de Menéndez aparece como la contracara del Cordobazo. Las dos caras de la provincia, la del genocida que representa a una parte de la historia y de los argentinos, y enfrente el Cordobazo, como rayo de libertad contra otra dictadura. Privilegios y dictadura, versus democracia y justicia. Argentina entró en democracia en 1983, pero todos sabían que Menéndez seguía mandando en Córdoba. Allí está su foto en los palcos adonde todavía no dejaban subir a los organismos de derechos humanos. Podía Menéndez, pero no las Madres ni las Abuelas, mientras en todo el país, los juicios a los ex comandantes develaban atrocidades y cerraban cualquier coartada por ignorancia.
Lo hizo después otro gobernador radical, Ramón Mestre, padre del actual intendente de la capital cordobesa. Fue entre 1995 y 1999. Allí se lo ve orondo a Menéndez, el asesino de las catorce condenas a perpetua, en el palco, junto al ministro de Gobierno de Mestre, Oscar Aguad. El ministro defendía a capa y espada la permanencia en la dirección de inteligencia de la policía cordobesa del Tucán Yanicelli, otro torturador durante la dictadura, que ahora está en prisión. 
Profundizar la democracia fue lograr que Menéndez fuera juzgado y condenado. En 1990 fue indultado por Carlos Menem. Y recién en el 2005, cuando Néstor Kirchner anuló ese indulto, se lo pudo juzgar. Y sin embargo, esa provincia siempre votó contra el kirchnerismo. Contraluces. Porque al mismo tiempo elegía gobernadores que coqueteaban con la sombra de niebla y sangre de la dictadura.
Pese a que el mismo Menéndez se asumía como referente cordobés, en realidad, había nacido en la provincia de Buenos Aires. El que sí era cordobés, era el obispo Enrique Angelelli, a quien Menéndez ordenó asesinar en La Rioja. Menéndez y el brigadier Luis Fernando Estrella fueron condenados a perpetua por el asesinato de Angelelli. Y más contraluces, porque el general honrado por gobernadores cordobeses muere con catorce condenas a perpetuas en tiempos en que Angelelli está por ser canonizado por la Iglesia Católica. La historia es pródiga en ejemplos en los que el asesino de un santo suele ser bien tratado en vida por gran parte de sus congéneres, lo cual no habla tan bien de sus congéneres.
El hombre, Oscar Aguad, que acompaña en el palco al asesino del santo es ahora el Ministro de Defensa del gobierno al cual votó la inmensa mayoría de los cordobeses. Es una foto de los ‘90. Está el asesino del cura cordobés, con la presencia maciza del que domina, del que se sabe por encima. Y a su lado, encogido, está el actual ministro de Defensa.
Es una foto del pasado, quizás fue una casualidad que lo fotografiaron junto a Menéndez cuando protegía al Tucán Yanicelli. Quizás, solamente se dieron la mano por una cuestión de protocolo. Allí está, el asesino de miles de cordobeses, el que mandó fusilar al obispo cordobés que podría ser declarado santo por la Iglesia. Y el actual ministro, que en ese momento era ministro del gobernador que había invitado al asesino, quedó junto a Menéndez quizás para salir en la foto, como recuerdo.
Pero no fue tanta casualidad si uno se percata que el ministro piensa como Menéndez. Casi calcó las palabras del genocida en una entrevista con Joaquín Morales Solá en la que sostuvo que durante los 34 años de democracia, las Fuerzas Armadas “fueron estigmatizadas por la represión de Estado y por Malvinas”. Era el pensamiento del hombre que lo acompaña en aquella foto de los ‘90, el argumento que usó Menéndez en su defensa, el ex militar que murió ayer con 12 condenas a perpetua, una de ellas por haber asesinado a un santo. Aguad no usó la palabra dictadura y calificó de “represión de Estado” a las violaciones a los derechos humanos.
Los juicios a los genocidas fueron un mojón ético en la transición democrática argentina, un esfuerzo reconocido en todo el mundo. Pero tuvo un alto costo para el gobierno kirchnerista porque le ganó desde el principio el odio de sus opositores más fervientes. La militancia cacerolera macrista más devota surgió de esa decisión. Son los claroscuros de la política argentina: Menéndez murió juzgado y condenado por una decisión del gobierno anterior. Pero en el gobierno actual su compañero de foto se convirtió en el Ministro de Defensa  que acaba de desmantelar el área de derechos humanos de su ministerio.
Fuente:Pagina12  

"Jamás dio una pista concreta sobre los desaparecidos" 

28/02/2018 -
El presidente del Tribunal Federal Oral Nº 1, Jaime Díaz Gavier, quien estuvo al frente de la Megacausa La Perla y otros juicios por lesa humanidad, remarcó que, el ex comandante en jefe del Tercer Cuerpo de Ejército ‘jamás dio una pista concreta y seria sobre el paradero de las personas desaparecidas. Hasta el día de hoy ese delito se está cometiendo’.

El letrado puntualizó que ‘nuestro tribunal llevó adelante desde el año 2008 hasta ahora cuatro juicios donde Menéndez fue condenado a prisión perpetua por privación ilegítima de la libertad, tormentos, homicidio, desaparición de personas e incluso, en la megacausa La Perla, la apropiación de un menor’.

A través de su cuenta de Facebook, la organización HIJOS Córdoba, escribió que ‘acaba de fallecer el genocida Luciano Benjamín Menéndez. Símbolo y rostro del horror en Córdoba y las provincias que abarcó el III Cuerpo de Ejército’.

Y agregó que ‘el represor era ‘dueño de la vida y la muerte’ y que ‘se llevó el muy cobarde a la tumba el destino de miles de Desaparecidas y Desaparecidos’.
Fuente:ElLiberal 




La muerte de Menéndez: Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba emitieron un comunicado 
27 de febrero de 2018
Manifiestan que seguirán "trabajando para encontrar cada niño que los dictadores y sus aliados sustrajeron a sus legítimas familias".

El excomandante del Tercer Cuerpo de Ejército y represor varias veces condenado, Luciano Benjamín Menéndez, murió este martes a la edad de los 90 años. Una vez conocida la noticia, distintas voces se expresaron para condenar públicamente su vida, fundamentalmente entidades vinculadas con los Derechos Humanos.

Entre ellas, las Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba se expresaron mediante un comunicado de prensa, que comienza diciendo: "Hoy falleció Luciano Benjamín Menéndez quien pasará a la historia como un símbolo de la dictadura y de una época nefasta en Córdoba y en el país".
"Los crímenes de lesa humanidad que cometió éste y otros tantos genocidas, que como él se apropiaron del estado por la fuerza de las armas y generaron un daño profundo, no sólo a las víctimas directas, sino a la sociedad entera", dice parte del comunicado de Abuelas.

"Hoy ha muerto Menéndez, emblema de quienes quieren una argentina sin argentinos. De quienes ven en cualquier disidencia un “subversivo”, un enemigo a exterminar, de quienes fueron capaces de llevar adelante el plan sistemático de apropiación de niños para borrar las huellas y presencia de sus padres", manifiesta el escrito.

El texto completo
 
"Hoy falleció Luciano Benjamín Menéndez quien pasará a la historia como un símbolo de la dictadura y de una época nefasta en Córdoba y en el país.
 
Los crímenes de lesa humanidad que cometió éste y otros tantos genocidas, que como él se apropiaron del estado por la fuerza de las armas y generaron un daño profundo, no sólo a las víctimas directas, sino a la sociedad entera.
 
Fue condenado por el pueblo argentino y por la justicia, acumulando 17 condenas de prisión perpetua. Esas instancias judiciales, tan esperadas, tan necesarias y reparadoras, permitieron conocer una gran parte de la trama oculta del genocidio argentino. La Memoria, la Verdad y la Justicia sirvieron y sirven para escribir la verdadera historia de muertes y de despojos que vivió nuestro país con los personeros obedientes de los inventores de la doctrina de la seguridad nacional. Seguridad que a todas luces no era la de nuestra patria.
 
La noticia de su muerte no nos sorprende ya que tenía 90 años y estaba enfermo, tampoco nos alegra, solo nos provoca cierta desazón comprobar la tardanza de la Justicia, ya que pensábamos que pronto la Sala IV de la Cámara de Casación Penal debía confirmar su condena a prisión perpetua en el juicio que la prensa denominó Megacausa “La Perla”.
 
La historia lo recordará como el genocida que condujo e implementó en el ámbito del Tercer Cuerpo el plan sistemático de exterminio de gran parte de una generación de argentinos que se oponía al modelo económico del saqueo, al modelo social que condenaba a la miseria y a la discriminación a los sectores populares, al modelo político que imponía la mordaza, el silencio y la muerte.
 
Hoy ha muerto Menéndez, emblema de quienes quieren una argentina sin argentinos. De quienes ven en cualquier disidencia un “subversivo”, un enemigo a exterminar, de quienes fueron capaces de llevar adelante el plan sistemático de apropiación de niños para borrar las huellas y presencia de sus padres.
 
Nosotros seguiremos trabajando para encontrar cada niño que los dictadores y sus aliados sustrajeron a sus legítimas familias, seguiremos recordando a nuestros 30.000 compañeros y compañeras desaparecidos, seguiremos buscando y exigiendo respuestas del estado para quienes padecen la miseria y la persecución.
 
Nos acompañan nuestros 30.000 compañeros y compañeras desaparecidos, gran parte de nuestra sociedad y de la comunidad internacional, y la certeza de saber que la VICTORIA está siempre del lado de la VIDA!!!".
 
Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba
Fuente:LaVoz

No hay comentarios: