03-04-2018
Continúan este martes las audiencias en el juicio de la Subzona 14 II. Hay 15 acusados sentados en el banquillo. El periodista Hugo Ferrari le apuntó al sindicalista Aragonés.
El periodista Hugo Ferrari declaró este martes en otra audiencia del juicio de la Subzona 14 II y puso nuevamente sobre el tapete el rol colaboracionista con los represores del sindicalista y exdiputado nacional Carlos Aragonés. “Estaba como espía”, lo recordó durante los días que compartieron detenidos en la Colonia Penal 4, después del golpe militar del 76.
Este martes se desarrolló una nueva audiencia del debate. Este miércoles habrá otra. El histórico segundo juicio a los represores pampeanos se desarrolla desde el 29 de agosto del año pasado en un contexto social y político muy diferente al del primer debate, con los imputados beneficiados con libertad o prisión domiciliaria.
Hay 15 acusados sentados en el banquillo. Son el excoronel y exsecretario general de la Gobernación Néstor Omar Greppi; el exmayor del Ejército y exjefe de la Policía de La Pampa Luis Enrique Baraldini; Roberto Oscar Fiorucci, jefe de inteligencia del grupo; Carlos Roberto Reinhart, oficial del grupo; Antonio Oscar Yorio, oficial; Néstor Bonifacio Cenizo, oficial; Hugo Roberto Marenchino, oficial; Oscar Alberto López, oficial; Athos Reta, oficial; el exagente Orlando Osmar Pérez; el exoficial de la Seccional Primera de Santa Rosa Miguel Ángel Ochoa; el exoficial de la Primera Jorge Osvaldo Quinteros; el exoficial de la Comisaría de Toay y de la Primera de Santa Rosa Juan Domingo Gatica; el exoficial del Departamento de Informaciones policiales Luis Horacio Lucero; y el exmédico policial Máximo Alfredo Pérez.
“Aragonés estaba como espía”
En primer lugar, declaró -por videoconferencia desde General Pico- Hugo Avelino Ferrari, que era periodista de radio, empleado de la UTN y docente de instrucción cívica en un secundario en el 76. La noche del golpe lo buscaron en su casa militares y policías y lo llevaron a la comisaría por orden del teniente Oscar Cobuta. Allí encontró al ministro Santiago Covella y los diputados Roberto Gil y Hermes Acáttoli. Al rato los trasladaron a la Colonia Penal de Santa Rosa.
Estuvo 34 días incomunicado hasta que le dieron la libertad sin ninguna explicación. En la Brigada de Investigaciones le tomó declaración “correctamente” el represor Athos Reta. Le preguntaba por otros vecinos de Pico.
A los pocos días le levantaron el programa de la radio y lo volvieron a detener, el 7 de mayo, esta vez durante seis meses. Una noche lo subieron a la planta alta de la Primera de Santa Rosa y un policía, de apellido Guiñazú, le tomó declaración. En ese lugar observó detenidos lastimados y torturados. A él no lo golpearon. El policía le preguntó por una poesía de José Martí, que consideraba subversiva por ser cubano. “Era muy ridículo, de una ignorancia tremenda”, contó.
Dijo que Cobuta lo había amenazado antes de las detenciones por investigar una supuesta compra de ganado irregular por parte del militar. También el sindicalista Carlos Aragonés le había mandado un emisario advirtiéndole que iba a ser declarado “persona no grata” si continuaba cuestionando a ese gremio por no defender a los trabajadores del sector.
En el Penal lo visitó el represor Roberto Fiorucci. “Fue a meterme miedo, a decirme que estaba bajo el Poder Ejecutivo, que por algo había sido que me habían detenido, que era el resultado de mis actos. Fue una tarea muy fea, ladina”, recordó.
Contó que también en la U.4 vio a otros detenidos que habían sufrido torturas. Por ejemplo, Covella "estaba destrozado" y Gil "estaba con los anteojos rotos y un derrame de sangre en un ojo, muy lastimado y golpeado". "A Accátoli lo molieron a palos y a corriente eléctrica, según me contaron ellos", indicó.
En cambio, dijo que allí Aragonés estaba “silencioso, como espía, lo habían llevado para escuchar datos que nos comprometieran, porque el señor era de ellos, de los represores”. Dijo que a los pocos días recuperó la libertad el sindicalista que había colaborado con el grupo de tareas que desalojó la UTN cuando había sido ocupada por los estudiantes.
Finalmente, contó que el encierro le provocó secuelas de “todo tipo”, un problema de rodillas, la pérdida de trabajo –le prohibieron la actividad periodismo y se dedicó a vender termotanques-, el miedo y la estigmatización porque pasó a “ser una mala palabra” para otros vecinos de la ciudad.
Levantada en un Falcon
En segundo término, declaró por videoconferencia Ana Virginia Carrero Ortíz, amiga de Olga Edith Juárez, una víctima de la represión ya fallecida, que fue secuestrada y torturada en el marco de la investigación de un crimen en Alvear. Estuvo secuestrada del 13 de abril al 11 de mayo del 78, en la Brigada y la Primera de Santa Rosa.
Dijo que a ella la levantaron dos hombres uniformados que bajaron de un Falcon, antes de llegar a la casa, mientras la esperaba sentada en un tapialcito.
A los dos días fue a preguntar a la comisaría. “De esa señora no se habla, de lo contrario a usted le va a pasar lo mismo”, le contestó el comisario Campagno. Después de mucho tiempo la encontró y le contó que la llevaron a Santa Rosa.
“Me contó el maltrato, la colgaban de los pies, se hacía todo encima. Pedía agua y le pasaban con un vaso por los labios, burlándose”, recordó. No pudo dar más detalles del caso.
Contó que Juárez era empleada doméstica, muy alegre y divertida. Cuando la secuestraron tenía alrededor de 30 años. "La noté muy triste, dejada, se le notaba en el rostro que no estaba bien", describió cuando la encontró después de la detención.
Un secretario judicial en aprietos
El abogado Oscar Alfredo De Marco era secretario judicial y profesor en los colegios secundarios de Pico en la época del golpe. Fue secuestrado durante casi dos semanas.
En el juicio, relató que alquilaba en el Barrio Militar de Pico. El 29 de marzo del ’76 fue allanada su casa durante la madrugada en búsqueda de una carabina. Le llevaron un folleto de la Faculta de Filosofía y Letras de Buenos Aires, donde había estudiado.
Al otro día, el teniente Oscar Cobuta lo recibió en la comisaría y le dio la orden de que debía desalojar la vivienda. “Me animé a irme hasta el Comando del Primer Cuerpo de Palermo con el propósito de entrevistar a Suárez Mason. Me hicieron entrar en razón de que no fuera estúpido y me saliera de ahí”, recordó.
En julio, mientras estaba trabajando como secretario del juzgado civil, lo llamaron del cuartel en nombre de Cobuta. Lo llamó por teléfono y le avisó que “si no comparece voy a tener que proceder”. A la hora el comisario Campagno lo detuvo sin ningún tipo de orden, interrumpiendo una audiencia. Lo trasladaron y “dieron vuelta” la casa donde vivía en ese momento para llevarse todos sus papeles. De la comisaría lo trasladaron a la Primera de Santa Rosa.
Estuvo 12 días detenido sin cargo formal. Lo interrogaron vendado dos veces, policías primero y militares después. “Me preguntaban si tenía vínculos con gremialistas de la carne o estibadores que no eran de Pico. Una cosa que no entendía. Después me preguntaron por la ideología, y volcaron cristiano socialistaà yo había dicho que era cristiano y socialista, si bien no tenía filiación”, dijo. Firmó una declaración “bastante fiel”.
En el segundo interrogatorio le martillaron una pistola 45 en la cabeza. Fue cuando le preguntaron si en mayo anterior había estado en Tucumán en un congreso de la Federación de la Magistratura. La fecha coincidía con un combate contra la subversión. “Me apremiaron y me preguntaron si no había sido correo”, acotó.
-¿Cómo explica su detención? -le preguntó el querellante Franco Catalani.
-Con el tiempo hubo una conjetura. Cierto resentimiento por rebeldías juveniles ante lo que ordenaba Cobuta en el barrio militar. Él vino cuando el golpe estaba muy cerca. Años después los conscriptos me contaron que creyó que podía estar arrastrándole el ala a la compañera del teniente coronel. Obviamente, no tuve esa tendencia en este caso. Otro ingrediente, tenía un auto Citroen, había licitado otro y mi suegro me regaló un auto. Este hombre no entendía como podía tener tres autos. Además, me visitaban amigos de Buenos Aires y jugábamos al tenis. Evidentemente no tenía una conducta aceptable para el jefe militar. También tenía un amigo que sabía de mis opiniones políticas y muchos me dijeron que podría haberle arrimado esto...
-¿Qué sintió con la detención ilegal?
-Un atropello absoluto. Esto de rebelarme, era ignorancia, no comprender lo que estaba pasando. Nunca tuve ningún tipo de activismo.
-Con el tiempo hubo una conjetura. Cierto resentimiento por rebeldías juveniles ante lo que ordenaba Cobuta en el barrio militar. Él vino cuando el golpe estaba muy cerca. Años después los conscriptos me contaron que creyó que podía estar arrastrándole el ala a la compañera del teniente coronel. Obviamente, no tuve esa tendencia en este caso. Otro ingrediente, tenía un auto Citroen, había licitado otro y mi suegro me regaló un auto. Este hombre no entendía como podía tener tres autos. Además, me visitaban amigos de Buenos Aires y jugábamos al tenis. Evidentemente no tenía una conducta aceptable para el jefe militar. También tenía un amigo que sabía de mis opiniones políticas y muchos me dijeron que podría haberle arrimado esto...
-¿Qué sintió con la detención ilegal?
-Un atropello absoluto. Esto de rebelarme, era ignorancia, no comprender lo que estaba pasando. Nunca tuve ningún tipo de activismo.
Una vez liberado, volvió a su trabajo como secretario, aunque quedó descartado de cualquier nombramiento recién hasta el regreso de la democracia. Hizo la denuncia de lo que le pasó en el ’84 cuando ya era fiscal, pero fue desestimada y nunca lo llamaron.
Un comisario contó el secuestro de su hermana
El comisario retirado Raúl Alberto Ochoa -primo del imputado del mismo apellido- declaró en el juicio de la subzona 14 II sobre las consecuencias que trajo para su familia el secuestro en marzo del ‘75 de su hermana, Mabel, por pertenecer al siloismo.
Mencionó que el padre, que era policía, había viajado a Buenos Aires al casamiento de una prima, cuando ocurrió. Al comisario Ochoa le había desaparecido el arma regalmentaria y a los humanistas los investigaron por eso. “Nos afectó mucho”, dijo.
Aseguró que al padre lo trasladaron cuatro veces en un año y perjudió notablemente su carrera. El padre falleció a los 52 años “afectado” por la situación de “tener un hijo subversivo”. “Anduvimos rodando”, dijo. “Mi hermana se tuvo que ir porque hubo un estigma, la señalaban con el dedo. La detuvieron porque integraba un grupo siolista, chicos jóvenes, ella tenía 19 o 20 años”, agregó.
“Es detenida e incomunicada, salió porque intervino como defensor (Ciro) Ongaro, la sobreseyeron. En ese lapso le hacen firmar la renuncia a la Policía, era empleada. Antes de salir en libertad estaba el decreto firmado por Regazzoli y Baladrón”, narró.
“Ella anduvo rodando por diferentes puntos de Buenos Aires. Nos comunicábamos cuando podíamos”, dijo.
Por otro lado, Ochoa fue intorrogado por su trabajo en la Primera cuando aún estaba vigente el aparato represivo. Contó que trabajó allí como oficial de servicio desde febrero hasta octubre del ’79. Se retiró en 2006.
“La Subzona 14 era una comando que trabajaba respecto a situaciones de guerrilleros y demás. Ya quedaban pocos detenidos, figuraban a disposición del PEN”, recordó.
“En aquel entonces el jefe era Constantino, estaban Fiorucci y otros oficiales, pero no los recuerdo”, dijo. Reveló que hacía el listado de detenidos de Subzona 14 que se comunicaban a los tribunales pero no recordó los nombres puntuales.
-¿Qué trato recibían? preguntó el querellante Franco Catalani, que ofreció al testigo.
-Buen trato, estaban en los pabellones de la seccional, al lado de los otros. No hubo nunca un problema cuando recorríamos las celdas.
-Buen trato, estaban en los pabellones de la seccional, al lado de los otros. No hubo nunca un problema cuando recorríamos las celdas.
-¿Quién era el jefe de Constantino?
-Baraldini.
-Baraldini.
-¿Sabe si los imputados pertenecieron a la subzona 14? preguntó el querellante Ressia.
-Muchos de ellos fueron mis jefes, la parte de guía, de instructores, que me hicieron fue irreprochable. La otra parte, nosotros teníamos prohibido siquiera asomarnos a la escalera. Sé que pertenecieron porque está el juicio desde 2010. Todo el mundo sabía que existía la subzona y operaba en la planta alta de la Primera. Nosotros teníamos absolutamente prohibidos asomarnos a la escalera.
-Muchos de ellos fueron mis jefes, la parte de guía, de instructores, que me hicieron fue irreprochable. La otra parte, nosotros teníamos prohibido siquiera asomarnos a la escalera. Sé que pertenecieron porque está el juicio desde 2010. Todo el mundo sabía que existía la subzona y operaba en la planta alta de la Primera. Nosotros teníamos absolutamente prohibidos asomarnos a la escalera.
-¿Su padre le hizo comentario alguno de la subzona?
-No, porque yo a partir de ahí ya me fui de la casa.
-No, porque yo a partir de ahí ya me fui de la casa.
-¿Quién podía subir? preguntó Cantaro.
-Los integrantes de la Unidad Regional.
-Los integrantes de la Unidad Regional.
-¿Subían detenidos? -inquirió el querellante Maximiliano Corroinca.
-No. Sí oí comentarios que antes sí. Tengan en cuenta que habían pasado tres años del golpe. Se había diluido mucho la subzona.
-No. Sí oí comentarios que antes sí. Tengan en cuenta que habían pasado tres años del golpe. Se había diluido mucho la subzona.
El aborto a una menor
Finalmente, declaró la hija de Timoteo Trohuill, el sumariante de los represores en el ’83, ya fallecido. Norma Beatriz Trohuill del ‘78 al 80 fue celadora en la Primera.
Recordó el caso de una detenida menor que dejaron embarazada y a la que los policías la hicieron abortar en el hospital. Dijo que ella contó que el represor Reinhart era quién la obligaba a tener relaciones sexuales.
Evocó que atendió a la docente secuestrada en el oeste y torturada por los represores, Zulema Arizo. Ella la acompañó a la terminal para que se fuera a Rosario. “Llorábamos las dos juntas porque no sabíamos si no la iban a matar. En esa época no se sabía lo que pasaba”, apuntó.
Fuente:ElDiariodelaPampa
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