26 de mayo de 2018

“La patria está en peligro”-Parte 2.

26 de mayo de 2018 
Una inmensa multitud colmó la 9 de Julio en rechazo a la política económica de Mauricio Macri 
Un grito popular contra el Fondo Monetario
Entre locro, baile y música, cientos de miles de personas se reunieron para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo y repudiar el ajuste del Gobierno, el aumento de la violencia institucional y defender las políticas de memoria, verdad y justicia.
El Obelisco se convirtió en el centro de la fiesta en defensa de la Patria y la soberanía nacional. 

Imagen: Joaquín Salguero
Bajo el sol tibio del mediodía, organizaciones sociales, gremiales y políticas y ciudadanos autoconvocados comenzaron a colmar la avenida 9 de Julio. Una marea kilométrica y compacta, celeste, blanca y de todos los colores se movilizó desde distintos puntos del país para unir la celebración del 25 de Mayo con la crítica a las negociaciones del gobierno de Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional. “El 25 de Mayo de 1810 las mujeres y los hombres que habitaban este suelo fueron protagonistas de la gesta revolucionaria que marcaría a fuego los destinos de nuestra historia. Se trataba de defender y organizar un pueblo ansioso de construir un destino común de Patria. Pero, 208 años después, una vez más, la Patria está en peligro”, aseguraron desde el escenario emplazado en el Obelisco, donde además se realizó un festival musical. El Presidente, mientras tanto, encabezaba una fiesta cerrada para funcionarios y un puñado de vecinos en la quinta de Olivos.
“Este es un gobierno para los ricos que va a aceptar todo lo que le imponga el Fondo, que siempre va a ser a costa de nuestros bolsillos, deteriorando la educación pública y los hospitales y bajando nuestras jubilaciones, pero nunca volviendo a imponer retenciones a las empresas mineras o al campo, o volviendo a ponerles el impuesto a las ganancias a los jueces”, dijo Guillermo, afiliado al sindicato docente bonaerense Suteba, mientras sostenía un cartel con la frase “Soberanía o FMI” escrita a mano. El docente de 50 años, que llegó con su familia desde la localidad bonaerense de Tigre, no dudó al afirmar que “la plata que nos va a dar el FMI no va a venir para ninguno de nosotros, sino que va a terminar financiando a los especuladores”. En la misma línea, Amparo, explicó que fue la sensación de “estar como sociedad y como país, en peligro de nuevo y bajo el poder de los Estados Unidos y del FMI” lo que la llevó a formar parte de la movilización. “Tenemos un gobierno autoritario y represor, que atenta contra los derechos de los trabajadores, de las mujeres y de los más débiles de la sociedad”, aseveró la joven de 25 años.
El aire frío, sigiloso, obligaba a abrazarse, a tomarse de la mano, a envolverse en banderas. La bronca y la tristeza parecieron devenir, de pronto, en un grito unánime para dar paso a la celebración. “Aunque hoy la consigna es otra, porque cambió el contexto político y cambiaron las condiciones, creo que lo más importante es venir a festejar este día”, afirmó Sebastián, que llegó al Obelisco con la familia de su novia para “defender la Patria y a mostrar nuestro inconformismo con todo lo que está pasando”. Como él, son muchos los que se sintieron parte de una jornada histórica: “No venimos por nosotros, sino por nuestros hijos y nuestros nietos. Quiero que ellos sepan que cuando el gobierno vendía el país, nosotros estábamos acá, movilizándonos”, señaló Diana, una mujer de 70 años con los ojos achinados por el sol. Por su parte, Silvia, una canillita, se mostró orgullosa de compartir el momento con sus hijas. “Allá lejos, hace tiempo, estuve en otras marchas en contra del FMI. Ahora les dije a mis hijas que tenían que venir”, aseguró, y sentenció: “Hay que estar siempre que se pueda para no ceder el lugar a los otros”



Joaquín Salguero
La Bersuit, una de las bandas que tocaron ayer en la 9 de Julio.

“Rechazamos los acuerdos de Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional, su modelo de dependencia política y económica con las grandes potencias extranjeras que se están reeditando en nuestro continente, un plan sistemático que sólo ofrece a las mayorías populares un destino de miseria planificada. Rechazamos el endeudamiento externo que significa una cadena de dependencia sobre nuestro pueblo”, exclamaron los actores Osmar Núñez y Paola Barrientos al leer el documento que, a modo de manifiesto popular, reunió el conjunto de reivindicaciones planteados desde diversos espacios políticos y sociales. La lectura, interrumpida de a ratos con cantos y aplausos, continuó trazando un mapa de reclamos específicos contra la gestión de Cambiemos, entre los que se mencionaron “el salvaje tarifazo impuesto sobre los servicios públicos esenciales”, “la reforma previsional que ha licuado los ingresos de jubilados y pensionados”, “el desfinanciamiento educativo, el disciplinamiento del salario docente, el ataque a sus organizaciones gremiales y la persecución a la organización estudiantil”, “el proceso de flexibilización laboral iniciado al hacer crecer los niveles de desocupación”, “la radicalización de la violencia ejercida por las fuerzas de seguridad” y “el ataque a las comunidades de nuestros pueblos originarios y el avasallamiento de sus derechos sobre tierras y cultura ancestrales”. 
Uno de los puntos más álgidos de la proclama llegó con el pronunciamiento en defensa de “las políticas públicas de memoria y lo conquistado en más de 40 años de lucha”: “Reafirmamos que el único lugar para los genocidas es la cárcel común. Seguimos exigiendo justicia para Santiago Maldonado y Rafael Nahuel”, consignó uno de los pasajes del texto. En el cierre, se exhortó a los presentes a “enfrentar al gobierno de Macri por el camino de la democracia, en las calles y en las urnas”. “En ese camino, y con estas reivindicaciones y desde estos principios, nos disponemos a forjar la unidad necesaria para construir definitivamente la Patria que soñamos”, enfatizaron los oradores ante el millón y medio de personas encolumnadas con los organismos de derechos humanos, partidos políticos y sindicatos de la Corriente Federal de la CGT y la CTA, entre otros.



Joaquín Salguero
Sobre el escenario estuvieron artistas y referentes de derechos humanos.

El final del acto estuvo signado por la entonación del Himno Nacional, que cantaron, con la misma intensidad, militantes políticos y sociales, chicas con el pañuelo verde de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, grupos de señoras, adolescentes con la cara llena de acné, metaleros solitarios y familias enteras, con la mano en el pecho, el puño levantado o los dedos en forma de V. Con las últimas estrofas, empezó la desconcentración que se transformó, de a poco, en una marcha espontánea –como si se tratara de un acto reflejo– hacia una excesivamente vallada Casa Rosada. Allí, el grito “¡La Plaza es nuestra!” resonó como un eco disperso y terminó de delinear la postal de una jornada histórica que dejó en claro que hay un pueblo que no está dispuesto a resignar su soberanía y que, como hace poco más de 200 años, se hace cargo de su destino.  
Informe: Sibila Gálvez Sánchez.
Fuente:Pagina12 


El 25 de Mayo y la lucha por dos proyectos: nación o colonia 

May 25, 2018
Por Carlos Ciappina


Hay fechas emblemáticas, símbolos de pertenencia para los pueblos. Son esas fechas significativas por lo que anunciaron y lo que representan potencialmente. Memoria, símbolo, identidad y pertenencia. Fechas que son disputadas en sus significados, en sus alcances. Fechas a las que recurrir para defender una política, un moldeo de sociedad o un proyecto de nación. Una de esas fechas, qué duda cabe, es el 25 de mayo de 1810.
Allí, donde nuestro presidente neoliberal actual ve –según su famosa frase nada menos que dicha al actual rey de España– a hombres (y mujeres) “angustiados” por iniciar una lucha contra el poder despótico de la España imperial de principios del siglo XIX, la historiografía nacional y popular ve todo lo contrario: el inicio de la zigzagueante pero maravillosa senda para la construcción de una nación con independencia, soberanía y justicia. Una nación de sujetos y colectivos en la búsqueda de la libertad y la igualdad. Una nación para todos/as. Lo opuesto a una colonia.
Estas tendencias entre los dos proyectos de nación anidaban en la misma Primera Junta de Gobierno surgida aquel 25 de mayo de 1810: los Belgrano, los Castelli, los Moreno, los Vieytes, tenían plena conciencia de que estaban iniciando una revolución que era política y social, y que buscaba desde el inicio la independencia.
El otro proyecto, el de los que a todo le temían –a España, al pueblo en las calles, a los mestizos armados– también estaba allí presente: los españoles que vivían en Buenos Aires sostenían que nadie, salvo ellos, podían ejercer el gobierno en nombre del rey; y el sector moderado de los patriotas (con Cornelio Saavedra a la cabeza) prefería un gobierno “hasta que retorne el rey al trono” y sin que se modificara sustancialmente el orden colonial. Otros, entre bambalinas (Rivadavia, Alvear) ya soñaban con la nueva metrópoli Gran Bretaña y refundar una colonia.
El pueblo y las fuerzas populares que ya habían luchado en las Invasiones Inglesas apuraron la marcha y le dieron a la Junta de Mayo el sostén y el impulso para deponer definitivamente al virrey e iniciar el camino a la independencia. Una revolución para la élite o una para el pueblo. Una nación o una colonia.
Otro 25 de mayo, esta vez de 1812, el general Belgrano –ese maravilloso abogado revolucionario que, sin conocimientos militares, se puso al frente de un ejército popular en el norte– enarbola por segunda vez la bandera Argentina. Belgrano, quien dará todo por la revolución –su fortuna y, finalmente su propia vida– está claro que encabeza un ejército popular en el Alto Perú. Un ejército popular que se enfrenta desigualmente a las mejores tropas de España en América: las del Virreinato del Perú.
Belgrano funda escuelas, emancipa esclavos, libera indígenas y, claro, desobedece al Triunvirato de Buenos Aires –temeroso de “enojar” a las potencias realistas de Europa–, enarbolando aquel 25 de mayo de 1812 la bandera que ya había inaugurado en Rosario.
No lejos de allí, de Jujuy y de Bolivia, pero un 25 de mayo de 1862, fallecía en la mayor de las pobrezas la gran lideresa Juana Azurduy. Estuvo –junto con su esposo– desde antes del inicio de la Junta de mayo de 1810, pues participó de la rebelión de 1809 en Chuquisaca. Cuando llegó Belgrano al norte, se pusieron inmediatamente a sus órdenes. Juana le dio todo a la revolución, vio morir a su marido y a cuatro de sus cinco hijos. Pero luchó hasta ver completada la Independencia en 1825. Simón Bolívar la ascendió a coronel. Mujer, mestiza, patriota, luchadora. ¿Habrá esperado hasta un 25 de mayo para dejar, a los 81 años, la tierra por la que todo lo dio?
Juana Azurduy es hoy generala de los ejércitos argentino y boliviano. Una estatua donada por el gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia fue erigida en el lugar que ocupaba antes el mercader Cristóbal Colón. Gobernaban los herederos de la emancipación, Evo Morales en Bolivia y Cristina Kirchner en Argentina. Un proyecto de Nación. Hoy, el gobierno “del otro proyecto de país” desmontó el monumento y lo trasladó más lejos de la Casa Rosada. ¿Una mestiza, mujer y libertaria en la Casa Rosada? Impensable para Rivadavia –perdón, Macri–. Para ellos, el país es una colonia. Y en las colonias no hay lugar para libertarias ni libertarios.
Viajemos a otro 25 de mayo. En 1973, en medio de una marea popular, obrera, estudiantil y juvenil, asumía el primer gobierno democrático en dieciocho años: el de Héctor J. Cámpora. El peronismo que había refundado el Proyecto de Mayo –centrándolo con una nueva Constitución, la de 1949– retornaba al poder. Ese 25 de mayo se terminaban diciocho años de oprobio. Prohibido el partido peronista –el partido mayoritario–, perseguidos sus militantes y líderes políticos, sindicales y estudiantiles, cerrados los canales de participación política y sindical, y con el líder del movimiento peronista en el exilio, Argentina había sufrido casi dos décadas del proyecto de nación elitista, antipopular, antiobrero y neocolonizador de la mano de gobiernos civiles semidemocráticos y de feroces dictaduras militares. Pero ese 25 de mayo obreros y estudiantes, mujeres jóvenes y antiguas obreras “que conocieron a Evita”, sindicatos viejos y nuevos, líderes como Salvador Allende y Dorticós, disfrutaron de la reinstalación del gobierno popular. Se liberaron los presos políticos, se levantaron las prohibiciones a libros, películas, cátedras, sindicatos, gremios. La “primavera camporista”, de la mano de la movilización popular, retomaba el camino del 25 de mayo de 1810.
Pero “el otro país” estaba allí, a la vuelta de la esquina. La muerte de Perón habilitó un proceso de decadencia política aprovechado por la dictadura cívico-eclesiástico-militar, que repuso en toda la línea el proyecto neocolonial y represivo opuesto al espíritu y a la simbología de mayo. La dictadura fue un antes y después. Si de símbolos se trata, abusó de las banderas y los símbolo patrios, los transformó en imágenes huecas, vaciados de sentido o, mucho peor, dándoles el sentido totalmente opuesto, soporte de la peor represión de la historia argentina, apoyo del plan sistemático de desaparición de personas y del genocidio argentino.
Pero el proyecto emancipatorio de mayo no muere nunca. Persiste como recordatorio de que hay, en este lugar del mundo, en este territorio de Latinoamérica, un subsuelo de la nación que busca la emancipación una y otra vez. Pese a todo y a todas las fuerzas del bloque colonialista.
El 25 de mayo de 2003, Argentina era una sociedad prácticamente deshecha. Las política de ajuste desplegadas desde 1987 y profundizadas en el período 1989-2001 habían generado la crisis más dura de nuestra historia. La mercantilización y la dolarización de nuestras vidas de la mano del Fondo Monetario Internacional nos llevaron a la casi desaparición como sociedad.
Ese 25 de mayo asumió la presidencia Néstor Kirchner. En aquella Plaza de Mayo colmada de banderas y de ansiedades, el proyecto de Mayo volvió a insinuarse como posible. El presidente electo se “zambulló” realmente entre el pueblo, dejando un claro mensaje: que retomaba las políticas nacionales y populares. El proyecto de Mayo volvía a proponer una nación soberana, independiente y justa. Durante doce años, ocho de ellos con Cristina Fernández de Kirchner, ese fue el eje orientador de cada celebración del 25 de Mayo. En la plaza del pueblo, con las familias, con los sindicatos, con los/as que trabajan, con los diversos géneros, con los/as invisibles que volvían a ser parte de la nación.

 Hoy celebramos un nuevo 25 de Mayo

Este 25 de mayo de 2018 estamos bajo un gobierno que ha retomado el viejo proyecto colonial: se saquean –literalmente– las finanzas y recursos nacionales, se vuelve a convocar al FMI, se reducen leyes laborales, paritarias y salarios de los jubilados y docentes, se desmalviniza la política exterior confraternizando con la potencia colonialista inglesa y se interviene en la vida de naciones democráticas hermanas –como Venezuela– de la mano de los países imperialistas.
Sin embargo, nosotros creemos que los 25 de Mayo populares se enlazan unos con otros. El de la Primera Junta con el de Belgrano de 1812, el de Belgrano con el de Juana Azurduy, y el de Juana con el de Cámpora y el movimiento peronista en 1973. Y aquel retorno con el de Néstor Kirchner.
Hay fechas que son símbolos, que se convierten en días de celebración y de lucha. Hoy, 25 de mayo de 2018, las y los patriotas de la nación popular nos miran desde el pasado y nos interpelan. El mandato es claro: seguir la lucha por la emancipación nacional y latinoamericana. Ser definitivamente una nación y dejar atrás la colonia.
Fuente:Contexto

Un beso de vida para la Patria 
POR MARCELO FIGUERAS
La multitud que rechazó al FMI se reencontró con el júbilo del Bicentenario
¿Qué hacía ahí toda esa gente? Era como si un Arca hubiese anclado cerca del Obelisco para pastorear su carga, un par de ejemplares de cada idiosincracia humana: viejos / niños / jóvenes / adultos / dionisíacos y apolíneos / negros / blancos / orientales / marrones / troskos / populares / fieritas / hipsters / futboleros / gente bien / cámporas / héteros / malenas / sexualidades de diversidad explosiva / familias / camioneros / murgueros / rockeros / cumbiancheros / electrónicos / académicos / atorrantes / oficinistas / piqueteros / gargantas / militantes / independientes / ocupados y desocupados / metrodelegados, metrodependientes y metrosexuales / gente en auto y gente de a pie / porteños y federales / tarifados a muerte / fans del sushi y cebados a polenta / y más, muchos más, en variedad pródiga como la creatividad de la especie.



Habían empezado a rondar el Obelisco bien temprano, mucho antes de la hora señalada por la convocatoria; dos horas después de entonado el Himno muchos seguían allí, como si buscasen exprimir la última gota de la ciudad liberada. (En las seis horas que rondé la zona —entre Tribunales y la avenida Belgrano— no vi un solo policía.) Algunos clavaron pica y armaron campamento, otros circularon interminablemente haciendo el agosto de los comercios locales. (Un detalle llamativo: nadie bajó sus persianas por temor a la plebe, que abarrotó cafés, kioskos, librerías y macburguers.) La estrella, sin embargo, fue el ex vendedor ambulante, reconvertido en emprendedor de circulación libre, más allá de la mercancía que ofreciese: banderas, choripanes, remeras (una le atribuía a Macri la frase: “Lo prometido es deuda”), pañuelos verdes, bandanas y hasta condimentos y levadura porque, como decía mi abuela —que al final cruzó cables y mezclaba refranes—, cuando hay hambre, ganancia de pescadores.


Foto: Irene Polimeni Sosa

Esta exacerbación del ingenio, propia de la necesidad, se extendía a las consignas particulares. Nunca vi reclamar en nombre de tantas causas —Bauen, empresas cerradas o en terapia intensiva, Maldonado, aborto legal, minería, tarifas, subte, maestros, PAMI, inflación, presos políticos, científicos, la violencia contra los pibes, el hambre, la corrupción, el ahogo a la prensa libre—. mediante medios más artesanales. Era una feria del cartelito y la pancarta fatta in casa. Muchas, por cierto, retomaban las consignas que se habían lanzado para convocar —La Patria está en peligro, no al Fondo—, mediante un popurrí de colores, tipografías y estilos caligráficos que incluyeron hasta la letra inglesa.
El contraste con el cartel luminoso de los convocados al mundial era notorio. En comparación con la señalética que apelaba a la tracción a sangre, la perfección aerografiada de la arenga futbolística desnudaba su artificio.

Los miserables

La jornada se había iniciado con el anticipo oracular de AccuWeather: iba a ser un día despejado, con temperatura de dieciocho grados y una sensación térmica —las pitonisas del servicio, sofisticadas profesionales, la llaman real feel— dos grados menor. Pero en la Catedral metropolitana, el ambiente se puso gélido. Las autoridades nacionales habían llegado en soledad, más custodiadas que un sandwich en Biafra. Al iniciarse el oficio religioso, Macri sometió la señal de la cruz a la misma aplicación que usa para el idioma castellano y obtuvo una simulación funcional, mas nunca exitosa. Para colmo, el arzobispo Mario Poli sacó a relucir un pasaje de los Evangelios (Lucas 19, 1-10) que habla de un ricachón llamado —no es joda— Zaqueo. Y explicó que Zaqueo era lo que por entonces se llamaba un publicano, y que los publicanos “eran indiferentes al patriotismo de sus conciudadanos que luchaban por obtener la libertad de su pueblo humillado. Estas y otras actitudes les valieron el desprecio popular y eran considerados grandes pecadores”.


Este Zaqueo se conmueve porque Jesús no lo discrimina ni lo condena de antemano por ser lo que es. (Es obvio que Jesús, siendo Dios encarnado, tenía claro que Zaqueo no estaba perdido.) Y por eso se levanta y le dice: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo”. A pesar de que la transmisión oficial le dedicó al Presidente un primer plano, su expresión no permitió colegir qué pensaba de este publicano que, para salvar su alma, dio la mitad de lo que tenía a los cabezas de su tiempo y lugar. Las versiones que afirman que multiplicaba por cuatro lo que los Macri deben a causa del Correo son, por cierto, apócrifas.
Confiado en el sostén que le proveía su báculo, el arzobispo Poli fue aun más allá. “El primer deber del Estado — le dijo a Macri, Peña, Dujovne, Quintana, Aranguren & Co.— es cuidar la vida de sus habitantes, especialmente la vida de los débiles, los pequeños, los pobres y marginados, los enfermos y los ancianos abandonados… En esta Argentina bicentenaria no sobra nadie, todos somos importantes… Para Dios no hay excluidos”.


Concluido el oficio, Macri saludó a la nada y subió a una combie que cubrió la distancia entre la Catedral y el helipuerto de la Rosada. Con el circo a su disposición, el jefe de gabinete Marcos Peña Braun enfrentó las cámaras y dijo que estaba bien que la oposición se manifestase, pero se distanció de esa clase de actos porque —afirmó— “nosotros no queremos escenificaciones”. De este modo demostró que considera que su administración tiene resto; después de todo, si Temer gobierna Brasil con un 3% de aprobación popular pero con el sostén del grueso del establishment, a Cambiemos todavía le quedaría algo de soga. Pero en simultáneo, y de forma quizás involuntaria, probó también que en la Wayside Elementary School de Potomac, Maryland (donde cursó la primaria), ni en el Champagnat ni en el San Tarsicio tienen gran estima por Esopo en general, y por la fábula La zorra y las uvas en particular. O quizás sea tan sólo cuestión de cálculos: en el caso eventual de que algún día quisiesen una “escenificación” como la que tuvo lugar más tarde sobre la Nueve de Julio, Cambiemos debería pagar, para obtenerla, una porción sustancial de lo que espera conseguir de los bolsillos del FMI.
Casi a la misma hora, a pocos kilómetros de distancia, la policía detenía a Julio Lozano, de 84 años, por pintar una leyenda sobre una pared ya garabateada. Los oficiales lo condujeron a la comisaría 13, que queda en la avenida Avellaneda al 1500. Lo que Lozano alcanzó a escribir fue una variación sobre una invectiva sarmientina: Miserables roban a los jubilados y maestros. El nombre de aquellos a los que acusaba quedó inconcluso, debido a la intervención de la ley: pescado in fragrante delicto, Lozano sólo alcanzó a escribir Macri – Larr.

Kiss of death

¿Qué hacía ahí esa gente, llenando de bote a bote la avenida que nos gusta creer la más ancha de todas? Escuché a más de unx confesarse votante de Cambiemos, finalmente arrepentidx; sumaban sus cuitas a las de tantas pancartas caseras. ¿Cuál había sido, a fin de cuentas, la causa que sacó de sus casas a gente de layas e intereses tan distintos, y en un feriado que podía dedicarse a la holganza?


Foto: Irene Polimeni Sosa

Un elemento común a (casi) todos ellos es su desconocimiento de las entrañas de la economía. Lo que unifica a la fauna que mencionaba al comienzo es que no entienden —no entendemos— nada de swaps, de la FED, de LEBACs, de encajes ni de tasas. Pero hay algo que además nos galvaniza, más allá de nuestras diferencias. A aquellos que tenemos ya cierta edad, y por ende kilometraje en las rutas de este país, nos basta la mención del significante de tantas de nuestras desgracias —la sigla Efe Eme I, Fondo Monetario Internacional— para ponernos en guardia como si sonase la campana y alguien nos empujase al centro del ring.
No se trata de un gesto de conciencia preclara. La mayoría de nosotros ignora que, cuando en 1946 se hizo cargo del gobierno, la primera visita que recibió Perón fue la del presidente del FMI. Perón intuyó que “se trataba de un nuevo engendro putativo del imperialismo” y desarrolló una política de desendeudamiento. Hasta que lo bajaron, claro. Una de las primeras decisiones de la “Revolución Libertadora” fue incorporarse al FMI. Al finalizar esta dictadura, Argentina se encontraba en default y la deuda externa había crecido.


Foto: Irene Polimeni Sosa

Illia se quejó ya en 1964 de las imposiciones del FMI. Con Frondizi en el gobierno, el ministro de Hacienda Álvaro Alsogaray aumentó tarifas y viajó a los Estados Unidos para acordar la llegada del general Thomas Larkin. El Plan Larkin planteó a las autoridades argentinas el abandono el 32 % de las vías férreas existentes y el despido de 70.000 empleados ferroviarios. Como respuesta a la huelga planteada por el gremio, Frondizi —que había llegado a ser electo gracias a la proscripción del peronismo— aplicó la ley marcial y usó a los militares en funciones policiales, para que persiguiesen, arrestasen y torturasen trabajadores bajo el paraguas legal del Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado). (¿No suena esto idéntico a lo que Temer está haciendo en Brasil, con la excusa de meter en caja la protesta de los camioneros?)
Alsogaray suscribió entonces un acuerdo Stand-By con el FMI, que supuso la reducción a cero de los derechos de importación, el incremento de los impuestos sobre el consumo y de las tarifas de los servicios públicos. Se redujeron las retenciones a las exportaciones tradicionales y se achicó el gasto y la inversión pública. El dólar subió a su récord histórico. La disminución de la actividad económica contrajo la base tributaria, por lo que el déficit estatal no se redujo sino que aumentó. (Nuevamente: ¿les suenan conocidas estas medidas?)
Según Aldo Ferrer, “esa estrategia pretendió desarticular al movimiento obrero, reinstalar los mecanismos de poder económico y la distribución vigentes antes del peronismo y asentar a la economía en una marco de dependencia, nuevamente, en el sector agropecuario exportador y en los grupos comerciales y financieros ligados a ellos”.
Durante la dictadura de los ’70, el ministro Martínez de Hoz privatizó empresas estatales, pidió préstamos a destajo —en 1976 teníamos una deuda externa de 7.000 millones de dólares, pero al caer el régimen la deuda era de 42.000— y puso en marcha la bicicleta financiera: sus amigos y socios pedían créditos al exterior, cambiaban las divisas ingresadas al tipo de cambio vigente (sobrevaluado), colocaban ese dinero en el mercado financiero local (plazos fijos a altas tasas de interés) y reconvertían esos pesos nuevamente en divisas, obteniendo ganancias inéditas en cualquier lugar del mundo. A diferencia de otros países de la región, que usaron el endeudamiento para industrializarse, acá el crédito sirvió para fines especulativos.


Domingo Cavallo, o el último de los Alsogaray.

En 1982, el entonces presidente del Banco Central, Domingo Cavallo (¡con qué facilidad olvidamos que fue un funcionario esencial de la dictadura!), estatizó 17.000 millones de dólares de deuda de empresas como Alpargatas S.A., Grupo Macri, Banco Francés del Río de la Plata, Banco de Galicia, Bunge y Born S.A., Grafa S.A., Molinos Río de la Plata, Loma Negra S.A, Ledesma,, Pérez Companc S.A., ACINDAR S.A. e Ingenio Ledesma, que pasaron a ser deuda pública.
En el último año de gestión de Alfonsín, el ministro Sourrouille y el titular del Banco Central, José Luis Machinea, accedieron a nuevo financiamiento internacional pero no frenaron la hiperinflación. Menem recurrió nuevamente a Cavallo, que elevó la deuda externa a 144.600 millones a fines de 1999. Y, al verse en aprietos por culpa de la convertibilidad, De la Rúa convocó nuevamente al padre de la criatura: Domingo Cavallo —el último de los Alsogaray—, que hizo todo lo que el FMI exigía sin contentar a sus fiscales. En diciembre de 2001, el FMI cerró la canilla y nos negó financiamiento ulterior.
Casi ninguno de nosotros recuerda estos datos, aun cuando están apenas a un par de clics de distancia. Es que no los necesitamos: nuestros cuerpo no olvidan la incertidumbre, las quiebras, la desocupación, el desliz hacia el fondo de la escala social, la imagen de la gente saqueando mercaditos, disputándose huesos con restos de carne o corriendo carreras sobre la basura para esculcarla antes que sus competidores. El Indio Solari dice que el trauma que supone una crisis económica no es menor al que supone sobrevivir a una guerra o perder a la familia. Siguiendo ese razonamiento: ¿podría explicarse nuestra conducta enceguecida, incapaz de reconocer los peligros que se desplegaban ante nuestras narices —los peligros que, por ejemplo, se desprendían inevitablemente de la elevación a la primera magistratura de Don Gato y su Pandilla—, como una consecuencia del Transtorno por Estrés Postraumático?
Toda esa gente que se había reunido allí no se había movilizado tanto por amor, como por espanto. Durante dos años y medio la administración Macri apeló al cuento de la pesada herencia —a pesar de que los Kirchner nos desendeudaron casi tanto como Perón—, al natural optimismo del pueblo que esperaba un cambio positivo y a la manipulación de la información económica; así como, en tiempos de ignorancia, se suponía que una sangría podía curar a un enfermo, en estos tiempos de confusión económica muchos asumieron que un sufrimiento podía ser la antesala de una mejora. Pero, envalentonados, los PRO Boys incurrieron en un error de cálculo: para la mayoría del pueblo argentino, el FMI nunca es la antesala de mejoras sino —simplemente— el beso de la muerte.

El tesoro de los inocentes

Un jubilado se enfrenta a la cámara y dice, de modo inapelable: “No han tomado una sola medida, UNA SOLA, a favor del pueblo”. A esa hora, la palabra Obelisco ya es trending topic. Un par de chicos se ríen ante la tapa de la revista Barcelona, donde Parés dibujó a Macri, Dujovne y Caputo como patriotas de 1810 encima del título: ¡VIVA LA DEVALUACIÓN DE MAYO! Alguien recuerda que se cumplen seis meses del asesinato por la espalda de Rafa Nahuel. A falta de catedral propia, una pareja mayor alza la vista a la Eva monumental del Ministerio de Bienestar Social y le dice: “Aquí estamos. ¡Ayudanos, Capitana!”, sin consideración alguna por aquellos que tenemos la lágrima fácil.
En las inmediaciones del escenario, el actor Arturo Bonín interpreta la masividad que desbordó las mejores expectativas —no hay que olvidar este dato, que es fundamental: toda esa gente se convocó sola, a pesar del silencio ensordecedor de los grandes medios—, mencionando otro error de cálculo del stud PRO: “Se la agarraron mucho con lo simbólico — la cultura, la educación, los viejos”. Cuando la gente lo ve llegar, viva a Horacio Verbitsky, director de El Cohete A La Luna, como si fuese un rock star y lo alza —literalmente— en brazos. Poco después, con los ojos todavía húmedos, contempla la peregrinación digna de la Meca y repite, incrédulo: “No puede ser, no puede ser”.


¿Iggy Pop en concierto? Nah: Verbitsky.

Pero es. Desde el escenario, alguien tira una cifra: un millón y medio de personas. Puede que sea inexacta, pero lo indiscutible es que se siente como si fuese un millón y medio. Una escenificación autogestionada a puro deseo y convicción. 
Desde el escenario, La Chicana hace su show y lee la letra de una de las canciones que han de interpretar: El tesoro de los inocentes del Indio Solari, esa que dice si no hay amor, que no haya nada — no vas e regatear.
La parte que los chicanos eligen leer es la que define la actitud esencial de nuestros verdugos: Juegan a primero yo, y después a también yo, y a las migas para mí.
A los doce minutos de la cuatro de la tarde, los parlantes reproducen los primeros acordes del Himno. Es la segunda vez que resuena en el día. Primero fue en la Catedral, con las cámaras concentrándose en los labios tentativos del Presidente. Ahora es otra cosa: un rugido, desde la bronca que produce la revelación de que los laureles que habíamos conseguido no eran, como soñábamos, eternos, sino más bien estacionales y dependientes de una nueva siembra. Los aplausos no se han extinguido aún cuando el DJ Pueblo pega otra canción de modo espontáneo: el Hit del Verano. Mi hijo más pequeño está encima de mis hombros, y por lo tanto fuera de cuadro, pero no necesito verlo para saber que agita su bracito como si cortase troncos a golpes de karate. Mientras se desconcentra, la gente coincide en el reclamo por un paro general.
A esa altura da la sensación de que hay que afilar el slogan de la convocatoria, ese que decía que la Patria está en peligro. La Patria está jodida, sí. Pero después de contrastar las dos postales del día —los cuatro gatos locos (je) que avanzaron hacia la Catedral como quien llega a pompas fúnebres, la marea de gente que aun hecha bolsa se prestó a la alegría que derivaba de la comunión—, la sensación es otra. Puede que los cuatro gatos locos tengan más guita que todos nosotros juntos, pero la patria no codicia sus besos sino los nuestros. Porque no son besos de muerte, como los del FMI, sino besos de vida.

Al menos en esta arena, galán mata billetera.
Fuente:ElCohetealaLuna

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