10 de junio de 2020

OPINION.

9 de junio de 1956: A 64 años de un crimen surgido del odio y el revanchismo gorila: La patria fusilada
Por Roberto Bardini, Resumen latinoamericano, 9 junio 2020






En la noche del sábado 9 de junio de 1956, a nueve meses del derrocamiento del presidente constitucional Juan Domingo Perón por la autodenominada «Revolución Libertadora», militares y civiles peronistas intentan recuperar el poder por las armas. Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, junto con el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, encabezan una dispersa rebelión cívico-militar que tiene sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y Santa Rosa, capital de La Pampa.
El intento es abortado en unas cuantas horas y concluye en un baño de sangre.

No se conoce el número exacto de rebeldes que participan del levantamiento.
Se ha especulado que, como máximo, son quinientos hombres; es posible que no llegaran a los 200. Sí se sabe que les falta coordinación, actúan en forma dividida en las tres ciudades y carecen de armas pesadas. También se sabe que sus planes han sido descubiertos desde semanas antes por el servicio de inteligencia militar, están infiltrados y, en síntesis, no tienen ninguna posibilidad de triunfar. El régimen de la Revolución Libertadora, sin embargo, los deja actuar para poder aplicarles una medida «ejemplificadora».

Cartas del General Valle a su familia

Carta a su esposa

Querida Mía:
Con más sangre se ahogan los gritos de libertad, he sacrificado toda mi vida para el país y el ejército, y hoy la cierran con una alevosa injusticia.
Sé serena y fuerte. Dios te ayudará y yo desde el más allá seguiré velando por ustedes. No te avergüences nunca de la muerte de tu esposo, pues la causa por la que he luchado es la más humana y justa: la del Pueblo de mi Patria.
Cuida mucho a Susanita, y que después de este amargo trance encuentren resignación y mucha felicidad. Tenemos muy buenos amigos; confía en ellos, yo les he pedido que te ayuden.
Muchas cosas tendría que decirte pero las sintetizo en una sola; me has hecho muy feliz y por ello me voy de la vida con esa serenidad que me has sabido inspirar siempre. Despedime de todos: de tu mamá que tan buena ha sido conmigo. Te deseo mucha resignación. Sé fuerte y continúa la vida con mi recuerdo y con la frente alta, pues de nada debemos avergonzarnos.
Hoy se difama la honra y el honor; pero yo he procedido siempre con integridad. Sólo pienso, que no terminamos nuestra obra en común la felicidad de nuestra querida hija. A ti queda el hacerlo. Sé fuerte para ello. Y por eso debes hacer frente la vida con entereza y mucha confianza en tus fuerzas, que las sé muchas.
No me dan tiempo siquiera a despedirme de ti con un gran beso.
Aquí te lo envió. Pongo en él mi corazón, que ha sido siempre de mi mujercita querida. En los últimos momentos no quiero tener amargura con los hombres que se olvidan de todo lo que es humano.
Mi viejila, perdóname este final de nuestra vida. Pido a Dios que te reconforte pronto para seguir luchando por nuestra hija y por vos misma. Un tropel de emocionadas palabras son las de mi despedida definitiva. Que Dios te proteja y en la resignación encuentres alivio a esta tortura.
Besos y besos de tu Juanjo. Adiós mi amor.

Carta a su madre

Querida Mamá:
Tus últimos años reciben este golpe. Sé fuerte y entera como siempre. Tu hijo como en toda su vida ha cumplido con su deber y muere por una causa noble. Tené orgullo por ello. Las pasiones de los hombres los enceguecen y olvidan hasta a Dios. Es Él que nos juzga y estoy seguro que a mí me querrá en su seno, porque no he hecho nunca mal a nadie y por ser leal con mi pueblo, caigo. He honrado el apellido que heredé de mi padre, puedes estar satisfecha. Camina ahora más que nunca con la frente alta, sos la madre de un argentino que cumplió con su deber. Cuida a Susana y dale ejemplo de entereza y que sea muy buena hija y nieta.
La vida se ha cortado, pero algún día arriba nos encontraremos y seremos de nuevo felices.
Mi viejita, mi madre querida, que tanto hizo por mí, yo siempre, y ahora más que nunca, te lo agradezco con todas las fibras de mi corazón.
Has sido para mí la mejor de las madres. No ha habido en el mundo ninguna que te supere.
Te hago mi último pedido: Sé fuerte y valerosa como siempre, pues desde el más allá seguiré cuidándote con mi gran ternura.
Fuerte, mamita querida. Fe en Dios.
Muchos besos de tu hijo que te adora.
Juanjo

Carta a su hija

Querida Susanita:
Sé fuerte. Te debes a tu madre. Sé muy compañera de ella y ayúdala a pasar este triste momento. No te avergüences de tu padre, muere por una causa justa: algún día te enorgullecerás de ello.
Te deseo muchas felicidades en tu vida; y algún día a tus hijos cuéntales del abuelo que no vieron y que supo defender una noble causa. No muero como un cualquiera, muero como un hombre de honor.
Ni siquiera puedo darte el beso de despedida, hasta eso los hombres me han negado. Pero desde el fondo de mi corazón te mando toda la ternura y el idolatrado cariño que te tengo, hija querida. Desde el más allá velaré por ti; y en los momentos difíciles de tu vida que deseo sean pocos, recurre a mí, que estaré como siempre para defenderte.
Te pido nuevamente que veles por tu mamita. Sé su mejor compañera y que también sea tu mejor y segura consejera. Mi chiquita, tené valor y da el ejemplo de entereza que honra nuestra sangre. Nuestro honor no ha sido manchado jamás y con orgullo puedes ostentar nuestro nombre. Mi linda pequeña, trabaja con fe en la vida y en tus fuerzas.
Sólo traiciones y venganzas me llevan a este fin, pero no quiere dejarle ninguna amargura y Dios será misericordioso y velará sjempre por ustedes.
Cuida mucho a mamita. Ella es muy buena y debe estar a tu lado por mucho tiempo más, para que con la resignación recobren la felicidad que hoy se pierde.
Susanita, te quiero y siempre cuidaré de ti. En estos papeles están todos mis besos que hubiera deseado darte, mi linda, coraje y a luchar con la frente alta en la vida.
Que Fofy sea bueno contigo, eso es lo que a él le pido.
Adiós, querida, besos y muchos cariños de tu papito que siempre te ha adorado.
Papito

Carta a su hermana

Querida Estela:
Los hombres se han enceguecido y se olvidan de Dios.
Me voy con fe por la causa que he luchado y algún día sabrán los argentinos cómo se lucha por ellos.
No aflojes y está orgullosa de tu hermano, andá con la frente alta porque nada malo he hecho y creo siempre haber sido bueno.
Cuida mucho a mamá, es mi gran tranquilidad en estos momentos.
A Nicolás Guille que tenga fe en mí y orgullo.
Tú con ellos que seas feliz y Dios te premie por la mejor hermana que ha podido haber en el mundo.
Bueno, mi china, fortaleza. Muchos besos de tu hermano que te adora y que desde el más allá seguirá velando por ustedes.
Muchos besos. Fuerte y orgullosa de tu hermano.
Juan José

El domingo 10 de junio, a menos de veinticuatro horas del levantamiento peronista y cuando ya no existen focos de resistencia, el gobierno de facto encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas lanza el decreto Nº 10.364, que impone la ley marcial. La pena de muerte debía hacerse efectiva a partir de entonces. Sin embargo, se aplica reatroactivamente a quienes se habían sublevado el sábado 9 y ya se han rendido y están prisioneros.
El artículo 18 de la Constitución Nacional vigente hasta ese momento aseguraba: «Queda abolida para siempre la pena de muerte por motivos políticos». No obstante, con una velocidad sorprendente el régimen de la Revolución Libertadora ordena que en menos de 72 horas se efectúen 28 fusilamientos de militares y civiles en seis lugares distintos. Los pelotones de ejecución gastan más cartuchos que los que alcanzaron a disparar los rebeldes condenados.

Valle se hallaba oculto en el barrio de San Telmo. El general podría haberse asilado en una embajada pero al atardecer del 12 de junio decide entregarse para poner fin a la matanza. A pesar de que ha encabezado el levantamiento antes de la instauración de la pena de muerte, lo fusilan a las diez de la noche.

Aramburu, un católico a ultranza, no tuvo la más mínima piedad cristiana con sus camaradas de armas alzados. Se dice que lloró al firmar -junto a Rojas y otros tres militares de alta graduación- la pena de muerte de Valle, quien había sido su compañero en el Colegio Militar. No obstante, cuando la desesperada esposa del oficial condenado a morir fue a la residencia de Olivos a suplicarle que lo perdonara, le informaron que el presidente de facto no la podía recibir porque se encontraba descansando.
Vencedores y vencidos
La «Revolución Libertadora» del 16 de septiembre de 1955 se dedica a desmontar la maquinaria justicialista y a borrar todo lo que recuerde al gobierno derrocado. El Partido Peronista es disuelto. El ejército interviene la Confederación General del Trabajo y designa como responsable al capitán de navío Alberto Patrón Lapacette. Más de cien mil dirigentes obreros son destituidos. Grupos civiles, entre los que se encuentran conservadores, radicales y comunistas, asaltan sindicatos. Se desata la cacería: funcionarios, dirigentes políticos, empleados públicos, gremialistas, militantes y simples simpatizantes son perseguidos y encarcelados; aumentan las denuncias sobre torturas brutales.

El 5 de marzo de 1956, el decreto 4161 decide que «en su existencia política, el Partido Peronista ofende el sentimiento democrático del pueblo argentino». La medida prohíbe en todo el país «la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o de sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición». La prohibición se extiende a «las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las marchas Los muchachos peronistas y Evita capitana, los discursos del presidente depuesto y su esposa».

El nuevo régimen castiga con cárcel el hecho de nombrar a Juan Domingo Perón y a María Eva Duarte, y de exhibir los símbolos partidarios «creados y por crearse». Durante años, el periodismo escrito y radial se referirá al general derrocado como «el dictador depuesto» y «el tirano prófugo».

Se destruyen monumentos y se queman libros escolares. La Ciudad Infantil Evita es arrasada y se clausura la Fundación de Ayuda Social Eva Perón. El militar que asume como interventor elabora un informe en el que menciona el derroche peronista que significaba darles de comer carne y pescado todos los días a los chicos y, además, bañarlos y ponerles agua de colonia. El interventor contrata una cuadrilla para romper a martillazos toda la vajilla con el sello de la institución.

Se crean 50 comisiones investigadoras. Al contrario de las normas del derecho, no son los acusadores quienes tienen que probar el delito sino los acusados quienes deben demostrar su inocencia.

Durante el mandato de Aramburu y Rojas se acusa a Perón de 121 delitos, se le inicia un juicio por «traición a la patria» y se le prohíbe el uso del grado militar y el uniforme. En las Fuerzas Armadas, comienza una depuración que continuará durante varios años.

El cadáver de Evita, que aguardaba en el segundo piso de la CGT, en Azopardo al 800, la construcción de un mausoleo, es vejado por un grupo de militares, escondido en diversos lugares y, finalmente, sacado furtivamente fuera del país.
El motivo: evitar que su sepultura se convierta en un lugar de peregrinación peronista. Los profanadores mantendrán el cuerpo oculto en Europa durante 16 años. Durante esos largos años, ella también fue una desaparecida, una tumba sin nombre, una N.N.

Favores que matan
Entre 1952 y 1955, el general Juan José Valle había sido profesor en la Escuela Superior de Guerra y en sus clases explicaba a los alumnos la noción de «pueblo en armas», tomada del militar alemán Colmar von der Goltz. En junio de 1986, en una entrevista con un periódico, su hija Susana lo describió así: «Papá era de los pocos militares no nazis. Su formación era otra, en donde la izquierda no asustaba. Estudió en La Sorbona, vio de cerca el fascismo en Italia y lo rechazó sin miramientos. Era un hombre que rara vez se vestía de uniforme, no tenía custodia, ni coche propio, ni chofer, ni miedo (…). Prefería hablar con los sectores civiles del peronismo, con los trabajadores, con el pueblo, que reunirse con los militares».


En las postrimerías del gobierno peronista, cuando Valle era miembro de la Junta de Calificaciones del Ejército -en virtud de que su alto puntaje lo ubicaba como el primero de su promoción- había favorecido con el ascenso a general a su amigo Aramburu, que era uno de los últimos de esa camada. Fue entonces cuando Perón le dijo: «Este hombre le va a pagar muy mal. Estos favores siempre se pagan caros».

Luego del triunfo de los militares subversivos, Valle fue encarcelado en el buque Washington de la marina de guerra. Ahí comienza a pensar en la posibilidad de una rebelión en la que participen militares, gremialistas y sectores del pueblo, y lo comenta con algunos camaradas de armas detenidos. Algunos se suman a la idea; otros, desmoralizados por el confinamiento, se apartan del oficial.

Después, el régimen de la Revolución Libertadora le impone un arresto domiciliario y lo envía a 60 kilómetros de la Capital Federal. Susana, su única hija, relata: «Se va a la casa de mi abuela materna, con guardián en la puerta.
Pero se les escapa. Nos escapamos todos. Mamá y yo por delante, porque no estábamos detenidas, y mientras hacemos esto papá escapa por la puerta de atrás, y se declara prófugo».

A partir de entonces -recuerda Susana- los tres deambulan de casa en casa, duermen y comen gracias a la solidaridad que les abre las puertas de algunos hogares, viven en villas miseria. El militar fugitivo se reúne clandestinamente con camaradas peronistas más jóvenes, como los coroneles Cortines e Irigoyen y el teniente coronel Cogorno. También entra en contacto con dirigentes sindicales como Andrés Framini y Armando Cabo.

«Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el corazón»
En junio de 1956, Susana es una adolescente de 17 años. Esa noche, le permiten ver a su padre durante unos instantes en el patio gris de la Penitenciaría Nacional.
Mientras ella llora, lo ve llegar erguido, «entero y sonriente», rodeado por un grupo de Infantería de Marina que lleva puestos cascos de acero y porta ametralladoras.
Los soldados parecen más asustados que el oficial que va a morir en veinte minutos más.

Las autoridades los dejan conversar unos minutos en una sala fría, custodiados por los infantes armados. El general se sienta en una silla y ella se coloca en sus rodillas. En un cuarto contiguo, un enfermero militar tiene preparados dos chalecos de fuerza por si el padre y la hija sufren un choque emocional. Ellos no dan muestras de ningún quebranto, pero algunos de los jóvenes custodios están a punto de desmayarse y otros deben ser retirados de la sala, víctimas de crisis nerviosas.

Valle le explica a Susana por qué decidió no asilarse en una embajada y entregarse:

«¿Cómo podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de mis soldados asesinados? Yo no soy un revolucionario de café». Antes de enfrentar el pelotón, el oficial tiene varios gestos. Renuncia al Ejército, pide ser fusilado de civil y rechaza al confesor que le han asignado, Iñaki de Aspiazu, por ser capellán militar. En su lugar, solicita la presencia de monseñor Devoto, el popular obispo de Goya.

Cuando Devoto llega, comienza a sollozar emocionado. Valle bromea: «Ustedes son todos unos macaneadores. ¿No están proclamando que la otra vida es mejor?». Y a su hija, que tiene las mejillas llenas de lágrimas, le dice: «Si vas a llorar, andate, porque esto no es tan grave como vos suponés; vos te vas a quedar en este mundo y yo ya no tengo más problemas».

Mucho tiempo más tarde, Susana recordará otros detalles. Estaba sentada en las rodillas del general, con sus manos entrelazadas y, a pesar de que ella no fumaba en su presencia, su padre le pidió un cigarrillo. «También recuerdo la temperatura de sus manos: no era ni fría ni caliente; estaba absolutamente normal. Papá estaba convencido de lo que iba a hacer».

Un oficial dijo: «Ya es hora». Valle se quitó el anillo que llevaba y lo colocó amorosamente en manos de la muchacha. También le entregó algunas cartas: una dirigida a Aramburu, otra para «el pueblo argentino» y otra «para abuela, mamá y para mí». Le dio un abrazo, la besó y, aún más tranquilo que antes, se fue a paso firme por un largo pasillo después de hacer un despreocupado ademán de despedida. Sus custodios, en cambio, marchaban en forma vacilante, con las rodillas a punto de doblarse.

«Uno de los soldaditos salió de la fila y se me prendió llorando: «Te juro que yo no lo mato». A ese chico lo tuvieron que retirar con un ataque de nervios», relata Susana. «Después, me fui. Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el corazón».
Al día siguiente, un lacónico comunicado oficial informó: «Fue ejecutado el ex general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado».

«Se acabó la leche de la clemencia»
En uno de los párrafos de la carta dirigida a Aramburu, Valle expresa:

Declaro que el grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta incontenible ola de asesinatos.

Más adelante, el oficial condenado al paredón agrega:

Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos a un solo hombre de ustedes.

El 21 de junio, el ministro consejero de la embajada de Estados Unidos, Garret G. Ackerson, envía un despacho confidencial a Washington en el que destaca: «Al principio el Presidente describió la revuelta como peronista y neoperonista, pero luego él y otros miembros del gobierno insistieron en su naturaleza esencialmente comunista y expresaron la convicción de que sus líneas de conducta apuntaban al Comunismo Internacional. (…) Las ejecuciones por rebelión han sido muy pocas en la historia argentina. Se había convertido en una especie de tradición no ser fusilado a sangre fría por participar en movimientos revolucionarios».

En esos días, el socialista de derecha Américo Ghioldi afirma eufórico en las páginas del periódico La Vanguardia: «Se acabó la leche de la clemencia». El político, apodado popularmente Norteamérico, también es autor de otra frase elocuente: «La letra con sangre entra». A partir de entonces, los peronistas rebautizan al régimen militar subversivo de septiembre de 1955 como la «Revolución Fusiladora».

«El gobierno de la Revolución Libertadora había esperado que el intento militar se realizara para provocar un mayúsculo escarmiento», escribe Ernesto Salas en La resistencia peronista: la toma del frigorífico Lisandro de la Torre. «En un país donde no existía la pena de muerte y los fusilamientos por motivos políticos parecían cosa del pasado, donde la permanente agitación golpista no había cobrado consecuencias graves en los cabecillas militares, las reglas del juego fueron súbitamente dejadas de lado. La misma noche de la conspiración varios militares y civiles fueron pasados por las armas; algunos luego de juicios sumarios, otros ametrallados por la espalda en los basurales de José León Suárez. La orden de fusilamiento partía de un decreto que no podía ser aplicable a los prisioneros, ya que se había dictado con posterioridad a su detención. El general Valle fue fusilado unos días después, pese a los pedidos de perdón lanzados por distintos sectores, contra los muros de la antigua prisión de la calle Las Heras. Lo que constituía un horroroso crimen, falto de antecedentes, no impidió que una parte de la sociedad argentina y la mayoría de los partidos políticos, siguieran rindiendo homenaje a las obras de la Revolución Libertadora».

Pero la historia tiene sus vueltas. Cuando 18 años más tarde, en junio de 1970, Susana se enteró de la muerte de Aramburu a manos del Comando Juan José Valle, de los Montoneros, según declaró al semanario La causa peronista el 20 de agosto de 1974 sintió que «sólo la cirugía estética le podría borrar de su cara la alegría».


Proclama revolucionaria del Movimiento de Recuperación Nacional del General Valle

Las horas dolorosas que vive la República, y el clamor angustioso de su pueblo, sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos han decidido a tomar las armas para restablecer en nuestra patria el imperio de la libertad y la justicia al amparo de la Constitución y las leyes.

Como responsables de este Movimiento de Recuperación Nacional, integrado por las Fuerzas Armadas y por la inmensa mayoría del pueblo -del que provienen y al que sirven- declaramos solemnemente que no nos guía otro propósito que el de restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror y la violencia en el poder.


Conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia, comprendemos que nuestra decisión es el único camino que nos queda para impedir el aniquilamiento de la República en una lucha estéril y sangrienta entre hermanos, cada día más inevitable e inminente.

Deploramos que precisamente desde el gobierno se haya cerrado sistemáticamente toda posibilidad de pacificar la República y alcanzar la armonía entre los argentinos, en contraposición con el sentido de responsabilidad, la tolerancia y la paciencia patriótica del pueblo.

La Nación entera, y con ella la tranquilidad, el bienestar y la dignidad de los argentinos han caído en manos de hombres y de fuerzas que aceleradamente retrotraen a la patria a épocas de sometimiento, de humillación y de vergüenza.

Su acción nefasta ha desquiciado y lesionado profundamente el orden político, económico y social de la República.

Este Movimiento de Recuperación Nacional, se lanza a la acción revolucionaria con objetivos claros y un programa concreto para restablecer la soberanía y la justicia social y devolver al pueblo el pleno goce de su libertad y sus derechos.

Declara objetivos fundamentales de su acción:

En lo político
Han violado y desconocido el imperio de la Constitución y de las leyes, sustituyéndolo por un llamado «derecho de la Revolución», que no es otra cosa que el entronizamiento de la arbitrariedad, sin más normas ni vallas que la omnímoda voluntad de los que detentan el poder.
Se han avasallado así las garantías y derechos individuales, sustituyéndose a instituciones y personas de la jurisdicción de sus jueces naturales, sometiéndolos a tribunales y comisiones especiales expresamente prohibidas por la Constitución.


Se ha perseguido, encarcelado y confinado en verdaderos campos de concentración a miles de argentinos no sometidos a proceso y privados del derecho a la defensa, por razones ideológicas o políticas.
Por idénticas razones se ha privado a miles de argentinos de derechos esenciales, como el acceso a los empleos públicos y la participación activa en la vida cívica de la Nación, sin que tan graves penas provengan de la decisión de la justicia y ni siquiera del juzgamiento de la conducta de los inculpados.
Como consecuencia de esta arbitrariedad discriminatoria, que divide a los argentinos en réprobos y elegidos, se ha privado de sus empleos a miles de ciudadanos, sin tenerse en cuenta ni su antigüedad, ni su idoneidad, ni su conducta.

Se ha excluido de la vida cívica del país a la fuerza mayoritaria con el pretexto de inmoralidades y desviaciones en la conducta de algunos sus dirigentes; verdadera aberración jurídica y moral que podría llevar a la exclusión de todos los partidos, desde que todos padecen o padecieron en algún momento de males similares.
Se ha fomentado y organizado desde el gobierno la delación y el espionaje contra personas e instituciones, inclusive contra las Fuerzas Armadas.

Se ha impedido la libertad de prensa, uniformada al servicio del gobierno, interviniendo y entregando arbitrariamente los diarios y revistas a sectores políticos minoritarios adictos al mismo, clausurando los desafectos e impidiéndose la aparición de nuevos órganos de opinión independiente.

Todo ello unido a la monstruosidad totalitaria de un decreto-ley que bajo penas gravísimas prohíbe a los ciudadanos hasta el uso o empleo individual de palabras, fechas, símbolos, fotografías, nombres y expresiones que se proscriben, configuran los hechos más salientes de un plan siniestro, destinado a ahogar la libre expresión de la ciudadanía, y entronizar en el poder a minorías antinacionales que en su hora enajenaron el patrimonio del país y traficaron con el hambre y el dolor de los trabajadores argentinos.

Este desborde de la arbitrariedad ha culminado con la abolición de la Constitución Nacional vigente, sancionada por una Convención Reformadora libremente elegida por el pueblo, con la participación de los mismos sectores políticos que apoyan a la tiranía, Constitución que juraron acatar y defender los mismos que hoy la vulneran y suprimen a espaldas del Pueblo y al margen de su libre voluntad soberana, con el evidente propósito inconfesable de abolir disposiciones como las del artículo 40, que impiden la entrega al capitalismo internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales del país, juntamente con otras también fundamentales como las que sancionan los derechos del trabajador y las que estatuyen la función social de la economía y la riqueza.
Por un acto arbitrario y despótico se reimplanta una Carta Fundamental ya superada por la realidad política, económica y social de la República, al amparo de cuya imprevisión y laxitud fue posible en otras épocas la entrega del país a las fuerzas internacionales del capitalismo y el sometimiento, el hambre y la humillación de nuestro pueblo.

Y para hacer más evidente la burla a la ciudadanía y la prepotencia de la arbitrariedad, ni siquiera se la reimplanta en todo su vigor como norma de convivencia o valla del poder, sino «en tanto y en cuanto no se oponga a los fines de la Revolución», vale decir, en cuanto no se oponga a la voluntad omnímoda e Incontrolada del gobierno. Jamás, en toda la historia, gobierno alguno ha tenido el descaro de hacer semejante profesión de tiranía y despotismo.

En lo económico
Se han tomado medidas tendientes a quebrantar la industria nacional, depreciar la moneda, crear el desaliento en la inversión de capitales útiles, elevar los precios acentuando el desequilibrio entre éstos y los salarios, provocar sectores importantes de desocupación, que llevarán por hambre a los obreros a someterse a la voluntad del capitalismo.

Todo ello unido al desprestigio internacional de nuestra economía por el propio gobierno, a la acelerada contratación de empréstitos extranjeros y a la adopción de determinados compromisos anteriores, constituyen etapas de un plan destinado a retrotraer al país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo internacional de los resortes fundamentales de su economía.

En lo social
Se han desconocido legítimas conquistas de los trabajadores, se ha destruido la organización sindical -base indispensable de la paz social y del progreso del país-, mediante la intervención a la Central Obrera y a todos los sindicatos.

Se ha perseguido, encarcelado y confinado a miles de trabajadores, y se los ha privado arbitrariamente del derecho elemental de intervenir activamente en la vida de las organizaciones a que pertenecen.
En síntesis, desde el propio gobierno se ha realizado una acción sistemática tendiente a destruir la organización sindical y anarquizar a los trabajadores, acción que persigue la finalidad inconfesable de debilitar el frente social para posibilitar el camino del sometimiento del pueblo, y con él, del sometimiento de toda la Nación.

En las Fuerzas Armadas
Se ha tratado en toda forma de minar su unidad y su armonía y se han desquiciado sus cuadros con la baja o retiro obligatorio de centenares de jefes, oficiales y suboficiales que honraban a la institución por sus virtudes morales y su capacidad profesional.

Al mismo tiempo se ha obligado a muchos oficiales al desempeño de funciones civiles incompatibles con su estado militar, creándose hacia la institución un lógico resentimiento y desconfianza del pueblo, difícil de superar, y que es la semilla más criminal que podía haberse sembrado para dividir y anarquizar a la Nación.
Esto es, en lo fundamental, el panorama trágico de las horas difíciles que vive la República. La proliferación de conflictos sindicales, los actos diarios de sabotaje en todo el territorio del país y el continuo descubrimiento en toda la República de planes subversivos o actos de insurrección, denunciados por el propio gobierno, no son (como él pretende, para encubrir su responsabilidad y engañar a la opinión) fruto de la acción aislada de personas perturbadoras, sino síntoma del clima de opresión y subversión en que vive la República y expresión evidente del espíritu indomable y de la decisión del pueblo de reconquistar su libertad.

Tan grave estado de cosas impulsa nuestra determinación y nos decide a recoger el clamor unánime del pueblo, antes de que la República desemboque en una lucha fratricida que terminará por destrozarla.

El programa del Movimiento de Recuperación Nacional

I – En lo político
Restablecer el Estado de derecho mediante la vigencia plena de la Constitución Nacional y el imperio de la justicia en un ambiente de real libertad y pura democracia.
Consolidar la soberanía popular mediante la realización de elecciones generales en todo el país en un plazo no mayor de 180 días, con plenas garantías para todos los partidos políticos en el proceso electoral y preelectoral, incluida la utilización con iguales derechos de todos los medios de expresión y difusión.
Prescindencia absoluta del gobierno en materia electoral y fiscalización de los comicios por las Fuerzas Armadas.
Libertad efectiva y absoluta de prensa para todos los sectores de la opinión.
Amnistía general y derogación de todos los decretos y medidas discriminatorias dictados por razones ideológicas o políticas.
Libertad de todos los presos políticos y sometimiento a la justicia competente de los que hubiesen cometido delitos comunes.
Reincorporación de los empleados y obreros eliminados arbitrariamente por razones ideológicas o políticas.
Levantamiento de las interdicciones a personas y empresas e intervención de la justicia en los casos de violación de las leyes en vigor.
Rehabilitación de los partidos políticos privados de personería v plena libertad para la formación de nuevas fuerzas, dentro de las normas establecidas por la legislación vigente.



El 16 de junio de 1956 Clarín publica un editorial con loas y alabanzas a la revolución fusiladora, al cumplirse un año del golpe de Estado. Sobre los fusilamientos de esos días (ejecutados entre 9 y el 12 de junio) no dice nada,

II – En lo económico
Revisión de las medidas de carácter económico y financiero que pudieran lesionar los intereses nacionales.
Revisión de las medidas económicas y financieras que afectan seriamente el desarrollo de las actividades productivas.
Restablecimiento de la plena ocupación y adopción de medidas para contener el alza del costo de la vida.
III – En lo social
Devolución del gobierno de los sindicatos a los trabajadores y elección por los mismos de las autoridades de la Central Obrera en un plazo de 45 días.
Libertad inmediata a todos los dirigentes y obreros detenidos por razones políticas o gremiales.
Renovación de los convenios de trabajo, de común acuerdo entre los trabajadores y empresarios, mediante los procedimientos determinados por la legislación vigente al 20 de setiembre de 1955.
Derogación de los decretos y medidas discriminatorias que impiden a miles de obreros su participación en la vida de los organismos gremiales.

IV – En las Fuerzas Armadas
Reestructuración de las mismas con vistas a las necesidades de la defensa nacional.
Reincorporación de jefes, oficiales y suboficiales que poseyendo valores profesionales y morales hayan sido dados de baja o retirados por razones políticas o ideológicas.
Mantenimiento de los actuales cuadros con la única excepción que determinen los tribunales y organismos competentes que establece la ley.

V – En el orden internacional
Respeto y cumplimiento de todos los convenios, pactos y compromiso internacionales concertados por el país dentro de las normas constitucionales y legales.
Suspensión de la ejecución de aquellos compromisos contraídos en violación de tales normas, a fin de que oportunamente sean considerados por las autoridades legalmente constituidas por los órganos y procedimientos que estatuye la Constitución Nacional.
Sosteniendo tales principios y comprometiendo ante el pueblo de la República el fiel y estricto cumplimiento de los objetivos señalados, el Movimiento de Recuperación Nacional toma las armas, en defensa de la patria, decidido a pacificar la nación por el camino de la verdadera libertad, en el respeto de la Constitución y la Ley.
No hacemos cuestión de banderías porque luchamos por la patria que es de todos. No nos mueve el interés de ningún hombre ni de ningún partido.
Por ello, sin odios ni rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones entre hermanos, llamamos a la lucha a todos los argentinos que con limpieza de conducta y pureza de intenciones, por encima de las diferencias circunstanciales de grupos o partidos, quieren y defienden lo que no puede dejar de querer y defender un argentino: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria, en una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

¡Viva la patria!
Buenos Aires, 9 de junio de 1956
Envio:RL

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