1 agosto, 2020
Por Leonel Irazar*
Las creencias implican al mismo tiempo las acciones de creer y crear. Nuestras vidas son acompañadas por lo que creemos, y esto es la causa de lo que creamos. Son verbos que se complementan, que por ser verbos son acciones, y pareciera ser que constantemente estamos creando, a partir de lo que estamos creyendo. El concepto de verdad como algo absoluto, tambalea ante la presencia de las creencias, donde la verdad está siendo creada desde lo que se está creyendo, provocando infinitas verdades posibles. Una verdad solo lo es para quien la cree, que al mismo tiempo que la está creyendo, la está creando. Las creencias parecieran permitir a los humanos crear su propio mundo. Observarlas, nos permite aprender sobre nosotros mismos, pues podría decirse que hemos creado lo que somos a partir de lo que creímos, y crearemos en adelante lo que estemos creyendo.
Pareciera que nos encontramos hoy en un mundo globalizado, al que se ha llegado a través de la fuerza, de la dominación tanto física como de creencias. Se ha pretendido crear un conjunto único de sociedad en el mundo, a partir de un conjunto único de creencias. Se podría decir que este se basa en el conocimiento científico, pero al decir esto estaríamos calificando todo otro conocimiento diferente como no científico. Estaríamos reproduciendo un relato dominante, una creencia dominante, de que existe una forma única de ciencia, de conocimiento, una única verdad valida en el mundo. El relato dominante, posiciona sus creencias y verdades como superiores, creándose a sí mismo la imagen de única verdad universal, disminuyendo el valor de otras creencias y restringiendo el derecho de los pueblos a crear sus propias verdades y sus propias identidades, limitándolos a imitar a la creencia triunfante o adherirse a ella. No pretendo desvalidar a la ciencia, solo hacer evidente la pretensión de verdad absoluta que descarta otras verdades posibles, que descarta otras creencias en cuanto a la forma de generar conocimiento o las disminuye a inferiores. Este relato dominante, pretende separar la verdad científica de su carácter de creencia, planteando que no se trata de una creencia sino de una realidad. La comprobación y el método científico solo son válidos como forma de construir conocimiento y verdades para quien cree en estas formas. Al ser creída, inevitablemente es una creencia, y toda realidad es creada a partir de estas.
El poder del relato dominante reside en la capacidad de engañar a los creyentes, en la capacidad de hacer creer que no es una creencia. Al desprenderse del carácter de creencia, crea la apariencia de verdad indiscutida, y a la vez impone la idea de que creamos o no, esa es la verdad, cuando solo puede serlo si lo creemos. Toda creencia debe generar herramientas para legitimarse a sí misma, pero cuando cae en la pretensión de convertirse en verdad absoluta, y recurre a la dominación oprimiendo a las otras, provocara su propia caída y el resurgir de las nuevas verdades. Es evidente que si necesita oprimir y sobreponerse a otras realidades es porque estas existen, y el simple hecho de que salgan a la luz hará evidente la falsedad de declarar absoluta su verdad, así como ilegitimo declararse superior. El relato dominante se ha impuesto por la fuerza, por la dominación de unos pueblos a otros, por dominación militar y económica, y por dominación en las creencias. Los pueblos del norte de Europa han logrado dominar a los otros pueblos del mundo, han logrado imponer su fuerza militar y económica, su discurso y sus creencias, pasando de declararlas superiores a intentar que sean las únicas existentes. Han logrado convencernos de tomarlas como nuestras, han logrado engañarnos y hacernos creer que lo que nos conviene es imitarlos, y han logrado conducir nuestras acciones en función de beneficio ajeno. En relación a esto, Manuel Ugarte (1961) al referirse al imperialismo sostiene que «se afianza con las nuevas formas de vida que revela a las poblaciones dominadas».
El problema consiste en que si nuestras creencias son ajenas, también las creaciones serán ajenas. La creencia dominante en nuestros pueblos latinoamericanos fue y es impuesta desde el exterior, por lo que solo crearan aquello impuesto y ajeno, a menos que emprendamos el camino de revisar y recrear nuestras creencias como conjunto. Por un lado, nos separan de lo propio, lo que nos involucra como conjunto, a la vez que nos unen a lo que nos domina, y por el otro, nos separan de la naturaleza, de nuestro medio de vida y nuestro espacio tiempo. Estas creencias importadas, nos separan de nosotros mismos, y solo ignorando lo que estamos creando tiene sentido que se mantengan, así como solo podemos ignorar lo que estamos creando, al ignorar que es lo que estamos creyendo colectivamente.
Hacer referencia a la Pacha Mama no implica solo recordar a la naturaleza y a los pueblos más antiguos de estas tierras. Implica también confrontar con el relato dominante, con las creencias autoproclamadas absolutas, que nos describen aislados como individuos, separados del resto de los seres vivos en esta tierra. Este relato, al referirse a la naturaleza nos excluye. Solemos considerar naturaleza a la tierra, a los ríos, a los árboles, y olvidamos que nosotros los humanos somos seres integrantes de la naturaleza, así como solemos olvidar, que tanto los árboles, los ríos, y la tierra, están vivos como nosotros.
La particularidad de Latinoamérica, lo que identifica a ese conjunto de 600 millones de personas, es su diversidad, es la integración de diversas culturas y creencias que forman un conjunto único en el mundo con características propias. A diferencia de la américa inglesa del norte donde el componente originario y sus creencias han sido arrasados por el exterminio. En un planeta herido por lo que el humano ha creado, creyendo tener derecho a modificar el mundo a su antojo, creyendo valido hacer uso de todo cuanto existe en él para su propio provecho, las creencias de los pueblos originarios se presentan como una invitación a reflexionar, como un retorno a vivir en armonía con la naturaleza y el universo.
El concepto de «Pacha» en la visión andina se refiere al universo o al cosmos, al espacio tiempo en que nos movemos. Este universo es naturaleza, en el cual los humanos formamos parte y nos movemos. La cosmovisión andina nos aporta la idea de que estamos integrados al planeta y a la naturaleza, y por ende nuestras creaciones en beneficio propio deben integrarse al beneficio de la naturaleza y el universo, ya que son lo propio. No es posible separar sociedad de naturaleza desde esta idea. La tierra por la que caminamos, se presenta como un medio de conexión con el universo para cada individuo, donde se extienden raíces por debajo de nuestros pies que nos unen a ella, como un medio de obtener lo que necesitamos para la vida, y como un medio de brindar a cambio lo que el universo necesita, porque está vivo al igual que nosotros. Agradecer, parte de reconocernos dentro de un universo natural, de reconocer al planeta como ser vivo, y de reconocer la necesidad de que haya un equilibrio entre lo que recibimos y lo que damos.
Las creencias de los pueblos originarios de Latinoamérica brindan a la humanidad lo que se ausenta en las creencias dominantes, integrarse al mundo como parte de él, reconocerse en la naturaleza como espacio tiempo en el que estamos, reconocernos como unidad inseparable en movimiento constante, y que nuestras acciones deben ser realizadas en función de ello. Las creencias propias producen creaciones propias, a diferencia de las creencias ajenas que imitan. En naciones semicoloniales, dominadas culturalmente, la imitación a lo ajeno suele ser un mecanismo para sostener esa dominación. Lo cual equivale a decir que las creencias propias contribuyen a desprenderse de esa dominación.
* Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Lanús, participa de investigaciones con el Centro de Estudios de Integración Latinoamericana (UNLa).
Fuente:ElOrtiba
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