14 de abril de 2021
Dictadura: el testimonio de un sobreviviente lujanense
Gustavo Fernández declaró en la causa vinculada a los centros clandestinos de Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El Infierno. Relató los detalles de su secuestro junto a su hermano Carlos Fernández, quien integra la lista de desaparecidos locales.
Autor: Nicolás Grande
Con una precisión que asombra y una historia que por momentos se vuelve estremecedora, Gustavo Fernández aportó su testimonio en la causa abierta por delitos de lesa humanidad vinculados a los centros clandestinos de Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El Infierno. Es un sobreviviente.
El relato que aportó ante la Justicia se vincula directamente con su hermano Carlos Fernández, uno de los desaparecidos de Luján: “Somos dos hermanos e iniciamos una militancia política en 1972 en la Juventud Peronista-Montoneros, en la ciudad de Luján, en el Ateneo 26 de Julio del barrio El Quinto. Hacíamos trabajo barrial en ese sector. Después otras actividades características de la militancia política en una ciudad chica como Luján”, contó Fernández, para luego referirse a distintos vaivenes que marcaron divisiones internas y la formación de nuevos espacios de militancia.
“Mi hermano era ceramista. En mi casa había un taller de cerámica. Se dedicaba de lleno a eso. En ese momento estaba casado, tenía una hija y ahí se plantea un tema con la exigencia cada vez mayor de su militancia, algo que implicaba quitarle tiempo a su familia y el riesgo en una etapa en la que ya se daban hechos de violencia. Decidió alejarse por un tiempo de la militancia activa. De esta manera llegó a la época del 24 de marzo de 1976”, contó.
Por cuestiones de seguridad, Gustavo había decidido abandonar Luján, donde previo al golpe un grupo paramilitar, identificado como Comando Nacionalista Jordán Bruno Genta, concretó secuestros de militantes: “Previo al golpe me fui a la Capital, en una situación muy precaria porque no tenía dónde quedarme. Primero me quedaba en la casa de una tía. Mi hermano se quedó un tiempo más en Luján, donde había entrado como profesor en la Escuela de Arte. Varios de los alumnos con posterioridad fueron desaparecidos, había un ensañamiento con ese lugar. Cuando ve que la situación se pone difícil, toma la decisión de irse a la Capital para volver a conectarse con Montoneros. Los dos estábamos por canales distintos. Si bien nos comunicábamos, durante ese tiempo no sé exactamente en qué parte estaba. Transcurrió unos meses. La situación era precaria porque se nos iban acabando los lugares, estábamos una noche en un lugar y nos íbamos a otro. No me quedaban muchos lugares para recurrir y fui a vivir con mi hermano, en la casa donde estaba parando él”, relató.
En ese lugar resultaron secuestrados, el 26 de agosto de 1976. Luego de un paso breve por la Superintendencia de Seguridad Federal, ambos fueron trasladados a otra dependencia, donde se repitieron sesiones de torturas que Gustavo recordó con total claridad. “Tenían un montón de nombres de gente de Luján que consideraban subversivos y me iban preguntando. Mi hermano me contó que a él le habían preguntado de manera obsesiva por la Escuela de Arte y por Ricardo Palazzo, que era uno de los estudiantes”.
A mediados de septiembre los hermanos volvieron a ser trasladados, esta vez al denominado Pozo de Quilmes: “Estuvimos hasta el 29 de septiembre. Nos sacaron a los dos y nos llevaron a un lugar que no puedo identificar. En un momento del trayecto, se detuvo el vehículo y preguntaron por la Comisaría 10. El lugar era un espacio policial porque tenía celdas muy pequeñas. Estábamos nosotros y un trabajador delegado de una fábrica. En este lugar pasamos dos noches y al otro día escuchamos ruido de gente que entró, abrieron la puerta con fuerza, empezaron a golpearnos y se la agarraron conmigo, me empezaron a pegar en la espalda y en la cabeza. Me decían que les había mentido porque se habían enterado de cosas que supuestamente yo tenía que saber. Me tiraron en el asiento de atrás de un auto, con las manos atadas y una venda en los ojos”, indicó.
El recorrido del vehículo fue sumando minutos. Durante ese trayecto la venda que cubría sus ojos comenzó a ceder. Pudo advertir que se encontraba en la zona de Luján. Fue en esa situación que Gustavo encontró la forma de escapar y salvar su vida. “Entraron por una calle de tierra, en una zona descampada. Pararon, se escuchaban voces. Me dejaron en el auto, tenía la venda baja e intenté mirar por las ventanillas. Vi una casa. Estaba bastante desesperado por la golpiza que había recibido antes e imaginaba que me llevaban a un careo. Intenté abrir la puerta, pero estaba trabada. La destrabé con la boca. Salí corriendo hacia el lado contrario, por un descampado, por el costado de un arroyo. Distinguí la ruta 5 y que estaba en Luján. Crucé la ruta para el lado de Luján. Decidí ir a la casa de un amigo de militancia”, contó.
Consumado el escape, estuvo unos días en Open Door gracias a la intermediación de un tío, luego se trasladó a la localidad de Alsina y finalmente a Chivilcoy. “De mi hermano no supe más nada. Sigue desaparecido. Nunca supo que su esposa estaba embarazada. Tuvo su tercera hija que nació en mayo de 1977”.
Fuente:ElCivismo
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