20 de noviembre de 2022

OPINION.

 


CRISTINA, DEMÓCRATA Y ESTADISTA

Por Guillermo Wierzba

Foto Luis Angeletti

Una mirada crítica, y también autocritica del espacio, apuntó a la manera de una consigna la lideresa del movimiento nacional y popular cuando aseveró al final de su discurso en la imponente, alegre, militante, confiada, unida y abrazada concurrencia al acto efectuado en el estadio platense el jueves 23 de noviembre, que había que volver a hacer lo que se hizo en los gobiernos que culminaron a fines de 2015. Y mencionaba los hechos fundamentales de esos años:

  • La mejor distribución del ingreso que junto a los de los gobiernos peronistas de la primer década de Perón y el de los ’70 generaron los salarios reales más altos que hubo en el país.
  • El desendeudamiento, que permitió la decisión de cancelar la deuda con el FMI y llegar a una relación deuda-producto bajísima, reconocida por los funcionarios del gobierno macrista.
  • El mejor salario en dólares de América Latina.
  • Los científicos que volvían al país.
  • El otorgamiento de la condición de jubilados a los que los gobiernos que adoptaron el régimen previsional privado había desprotegido, excluyéndolos del sistema que sustenta la vida en la vejez.
  • Se llegó al mejor ingreso y cobertura previsional de América Latina.
  • Se lanzaron satélites al espacio.
  • Cinco millones de pibes recibían computadoras.

Además destacó la recuperación para el Estado de Aerolíneas Argentinas, que había sido no solamente privatizada sino desmantelada. Y también recordó la vuelta a la posesión estatal de la mayoría de la empresa YPF, sin cuyo retorno a la dirección estatal, Vaca Muerta hoy sería un negocio ajeno y no parte de los recursos para un proyecto popular y nacional.

Este verdadero programa económico-social y nacional es con la plena reivindicación en los tres períodos de gobierno del 2003-2015. Respecto del cual Cristina Fernández subrayó, tanto la política de universalización del gasto social dirigido a los más jóvenes y los adultos mayores como la generación de trabajo y empleo para los que están en la época activa de su vida. Y dijo que la fuente del empleo y de los altos salarios es tener un modelo que impulse la industrialización.

Se refirió nuevamente a la oportunidad en la cual, ante el planteo de que se vendría una etapa de alto crecimiento, ella —convencida de que eso ocurriría— planteó la necesidad de que debían alinearse salarios, precios y beneficios. Su opinión es radicalmente opuesta a la de los liberales neo, quienes confían en que el crecimiento es la única forma con la que los sectores subalternos mejoren su situación. La Vicepresidenta de la Nación advirtió que era clave evitar que los frutos del crecimiento se lo llevaran cuatro vivos. Situación que más tarde se verificó con la política de precios inconcebible que han llevado a cabo los dueños del poder económico concentrado. En el mismo sentido se pronunció respecto a la necesidad de un Estado fuerte que tenga poder y voluntad de terciar en la distribución del ingreso. Este es otro lineamiento que recurre a la necesidad de una determinación extra-mercantil respecto de la consecución del avance en pos de la justicia social, que el pensamiento hegemónico neoliberal rechaza de plano. Estas dos cuestiones son el centro de la disputa entre los que pretenden perpetuarse como poder real en la economía del país y la propuesta política en favor del pueblo.

Cristina también caracterizó de brutal el endeudamiento consumado durante el gobierno de la Alianza Cambiemos, y advirtió que los procesos electorales podrán definir libremente quiénes serán los futuros gobernantes, pero estos deberán lidiar con los fuertes condicionamientos provenientes de la inmensa deuda. Con lo que vuelve sobre un tema sobre el cual se puede concluir en que el poder no radica sólo ni mayoritariamente en las autoridades elegidas por la ciudadanía, sino que el poder fáctico ejerce torcidamente una gruesa parte del mismo.

Este discurso revela un programa económico que se apoya y continúa las políticas llevadas a cabo en el ciclo de los tres gobiernos kirchneristas y constituye la respuesta a quienes sostuvieron que había “que volver mejores”, una expresión que concebía la necesidad de un giro a la moderación del Proyecto nacional, popular y democrático. Hoy las miradas socialdemócratas y desarrollistas que subsisten en algunos sectores del frente deberán considerar que la lideresa del Proyecto ha hecho explícita la continuidad de la política con el grado de radicalidad que se llevó a cabo en aquella etapa. A su vez, queda develada la trampa de separar a Néstor de Cristina reivindicando el primer gobierno, cuestionando el segundo y atacando el tercero. Seccionamiento que procura moderar el Programa de la Vicepresidente, y aún más hacerlo caer bajo cánones del posibilismo.

En la valoración de la Historia como elemento trascendente en la lectura política de la actualidad se puede encontrar otro antagonismo teórico con el pensamiento ortodoxo del mainstream. Ya que la intelectualidad orgánica de la derecha expresa su desinterés por lo histórico. Para ellos la economía se comporta con características invariables, temporal y espacialmente. Un ahistoricismo constituyente de las teorías marginalistas neoclásicas en las que se apoya.

La cuestión política

Pero la profundidad del discurso de Cristina Fernández estuvo en la cuestión política. En él se reafirmó con su cultura democrática, que hace de la opción popular un camino irreductible en la fuerza política que encabeza, sin que sea posible para ninguna posición realista discutirla. Esa tradición democrática que la Vicepresidenta profesa se ve reflejada en la valoración de las inclusiones en la ciudadanización política. Habló de Yrigoyen, que universalizó el voto. Habló del peronismo que otorgó la ciudadanía política a las mujeres. Pero también se refirió a la ciudadanía social al afirmar que Perón otorgó a los trabajadores la participación política.

Retomó la necesidad del acuerdo democrático. Aquí se puede ver una renovada lectura de las necesidades de construcción de una fuerza con la densidad necesaria para llevar a cabo un proyecto nacional. Hay similitudes, aunque con particularidades, con la estrategia de Lula en Brasil. El parecido consiste en la decisión de hacer definiciones trascendentes en la cuestión programática, en un marco en el cual el sector más decidido a llevar a cabo las transformaciones conserva la hegemonía en un gran frente, de carácter muy amplio que se oponga a la continuidad de los gobiernos derechistas, atlantistas y liberales neo que se desplegaron en los últimos siete años en la región. Cristina plantea, además, un acuerdo democrático. Es un intento de ampliación del espacio propio, como ya existió el de la transversalidad, pero esta vez con el foco puesto en la necesidad de unificar a todo el peronismo (o la mayor parte del mismo) y promover la participación de una parte del radicalismo.

En esa línea, la Vicepresidenta estuvo muy atenta a la sensibilidad que los radicales históricamente han tenido con la cuestión relativa a los derechos civiles respecto de los derechos democráticos, e hizo una gran reivindicación del derecho negativo a la vida (el derecho a no ser matado) , presentando un giro a la consigna de campaña de Alfonsín que decía “con la democracia se cura, se come y se educa”. Dijo Cristina Fernández que si bien no fue cumplida corresponde decir que para comer, educarse y curar primero hay que vivir. Una muy interesante entrada a la cuestión del derecho a la vida. Desde ese lugar es que Cristina quiere ingresar con su pregón de la Constitución, a la realización de nuevo acuerdo democrático, ya que como bien sostiene la lideresa, el que de facto nació en 1983 fue dinamitado por el discurso del odio, que tuvo su punto y momento dramático en el intento de magnicidio del que milagrosamente salió viva. No fue sólo un hecho aislado, sino que es el más grave de un renacer de la convocatoria a la violencia política.

Alrededor de lo que dijo la oradora en relación al derecho a la vida negativo, quedó completado con su defensa del derecho positivo a la vida, con su afirmación respecto a las responsabilidades del Estado en fijar un nivel de participación de los asalariados en el ingreso y un monto de remuneraciones que aseguren una sustantiva mejora del nivel de vida popular y de la igualdad. Habla Cristina Fernández y desarma, por el contenido, la actitud, el carisma y la representatividad de su palabra, todos los comunicados de la AEA, la mesa de enlace y el coro de economistas “ilustrados” por centros académicos de los países de economías dominantes.

Cristina Kirchner es una demócrata, por su confianza en la voluntad general, su cultura de mayorías, su pasión por la libertad y la igualdad. Respecto de la profundización de la democracia vale citar a Jean Roux: “La libertad no es más que un fantasma vacío cuando una clase de hombres puede impunemente reducir al hambre a la otra. La libertad no es más que un fantasma vacío cuando, gracias al monopolio, el rico ejerce el derecho de vida y muerte sobre sus semejantes». Roux era el autor del Manifiesto de los Rabiosos que expresaba el descontento y frustración de los sans culottes parisinos, sobre quienes, dice Angelo Pappachini en Filosofía de los Derechos Humanos, recayó la carestía, el hambre y el padecimiento por el incremento de los precios. Los sans culottes eran los hombres más empobrecidos de la sociedad francesa revolucionaria. Asimilables a los argentinos más vulnerables que se encuentran desempeñando trabajos informales, precarios, o se encuentran semiocupados o sin trabajo. Así quedan unidos los derechos democráticos en la defensa del derecho a la vida. Sin vida ya no hay derechos humanos, se quedan sin la sustancia para la existen, por lo tanto no hay libertad. Esa libertad también resulta insustancial para la vida indigna a la condición humana. El discurso programático del estadio de La Plata expresa la reivindicación de ambos, en la concepción democrática que nace en los derechos humanos y no en la lógica liberal de la limitación al Estado.

Los neoliberales y el acuerdo democrático

El columnista del diario La Nación hizo un peculiar editorial, pero de revelación política de alcance, en su programa Odisea Argentina que se emite en el canal La Nación +. Dijo allí que la dimensión del funeral de Isabel II y la asunción de Carlos III fue un ritual de la monarquía difícil de identificar. En algún sentido excéntrico, para quienes no participan del vida británica. Esa característica y dimensión corresponderían, según Pagni, a que la monarquía encarna una comunidad de ideales que concurren con el sentimiento de pertenencia a una comunidad. Así, sostiene, la monarquía se constituye en la instancia del consenso en el medio de un conflicto. Dice que el Brexit constituyó una instancia de profunda división, sin embargo ese desacuerdo quedó suspendido por la situación creada al morir la reina Isabel. Apoyándose en el socialdemócrata español, emblema ibérico y temprano del modelo del ideario de Antony Giddens, dice –según el editorialista— que el mejor modelo democrático, y que las mejores veinte democracias del mundo, tienen la forma de la monarquía institucional. Estas miradas entienden que el régimen monárquico es el que mejor condición tiene para resolver el triángulo conflicto-equilibrio-consenso. En cambio en las repúblicas democráticas, no contar con la mejor institucionalidad para lograr el mejor desenvolvimento de ese triángulo exige la existencia de la negociación y el diálogo. Ahí la diferencia entre el acuerdo que busca Cristina, que demanda la expresión de la representación popular para resolver la reconquista de una democracia donde la vida esté garantizada, con la idea de una política de Estado en la que se resuelvan las diferencias con espíritu monárquico. Algo así como que en el marco monárquico el pensamiento único puede ser defendido sin problemas como concerniente a la ley natural del Universo.

Carlos Pagni y Felipe González necesitaron nutrirse de Thomas Hobbes, filósofo monárquico, para pensar una lógica organizativa del poder presente. Dice Leo Strauss en La filosofía política de Hobbes: “Las concepciones políticas originales de Hobbes pueden ser resumidas… [así]: ‘La monarquía absoluta hereditaria es la mejor forma de Estado; el origen efectivo y legítimo de la monarquía es la autoridad paterna, los padres delegaron voluntariamente en el monarca y su descendencia el poder absoluto sobre sus propias familias que la naturaleza les concedió. La monarquía así legitimada es fundamentalmente diferente de todo poder usurpado, es el deber del monarca según la ley natural… velar… por el bienestar físico de los súbditos… y por su bien moral… La prudencia les aconseja rodearse de un consejo aristocrático o democrático, para unir las ventajas de la monarquía con las de la aristocracia o la democracia. Si por alguna razón la monarquía hereditaria absoluta es imposible… la real dirección monárquica de los asuntos del Estado resulta indispensable. Una tendencia democrática que no haya sido sistemáticamente superada se encuentra en conflicto con esta convicción fundamentalmente monárquica”. Aquí está el fundamento del consenso monárquico y su vínculo con lo patriarcal, lo patrimonial y su oposición a la democracia. Pagni y su citado Felipe González no tratan a la monarquía como una decoración del pasado, sino como actores políticos reales. Una rémora viviente y actuante. Hoy con parlamentos con cámaras, la mayoría democráticas y algunas aristocráticas.

La rémora

Cristina se refirió a los poderes judiciales muy críticamente y los definió como una rémora monárquica. Habló sobre el rol de los partidos militares en América Latina desde los años tempranos del siglo XX hasta el fin de la guerra fría. Respecto de esta última abordó el tema de las dictaduras militares como opción política del poder económico concentrado. Una vez que las sociedades rechazaron esa metodología luego de ser concluido y conocido el Plan Cóndor y sus terrorismos y violaciones a los derechos humanos, Cristina relata cómo fueron reemplazados en su accionar por los partidos judiciales, quienes desde su carácter no electivo se transformaron en última instancia de juicio y poder político para evitar que fueran cumplidas las leyes del Poder Legislativo y las resoluciones del Poder Ejecutivo.

Relató que el juego de los jueces impregnó a todas las experiencia de América Latina, transformándose los Poderes Judiciales en verdaderos partidos de la derecha corporativa, muy activos en garantizar el orden establecido, neutralizar a los gobiernos populares, y si fuera posible destruirlos mediante la persecución como con Lula y Correa. La Vicepresidenta explicitó que el único caso de intervención militar clásica reciente fue en Bolivia, país en el cual una profunda reforma constitucional resolvió que los jueces resultaran del mandato popular. Reforma ante la cual no ocultó su simpatía.

La reivindicación del programa democrático lo juntó a la revalorización del momento de la América Latina unida y rechazando el neoliberalismo. Hizo nombres que son Historia pero también constituyen Programa: Lula, Chávez, Evo Morales, Correa. A ellos los consideró aliados a los gobiernos que ella y Néstor Kirchner presidieron.

El peronismo y el movimiento popular

Se refirió a Gerardo Milman y otros diputados que poco antes del atentado contra su vida presentaron un proyecto que agitaba al pie con las consignas que postulaban que sin Cristina habrá peronismo, y que sin peronismo habrá Argentina.

La reflexión de la Vicepresidente al respecto fue que el objetivo fue siempre suprimir al peronismo. Dividirlo, volverlo inocuo, fracturarlo y neutralizarlo. Impedir que dirija cualquier proceso de cambio.

Es por eso que procuran despojar al peronismo de Cristina. Tanto porque es la lideresa que posibilita su unidad para, junto a otras expresiones políticas, construir un gran frente antineoliberal, como la sostenedora de una política que pone en centro un Programa y un Proyecto popular. Fernández de Kirchner aseguró que el modelo económico debe ser sustentable social y políticamente. Hizo una fuerte defensa de los Recursos Naturales: el litio, Vaca Muerta, el agua y la Hidrovía fueron explícitamente mencionados como indispensables para ser manejados por políticas públicas.

El acto no sólo abrió la posibilidad de la candidatura presidencial de CFK, sino que el discurso le puso programa, orientación, lineamientos, dirección y mística a esa potencial candidatura que abre las posibilidades de un triunfo que tiene el sabor de la consigna “Vamos a volver”, cantada por cientos de miles el día en que se despidiera de su mandato finalizado en el año 2015. De eso se trató el discurso. En esa cuerda vibró el estadio platense el jueves.

Cristina cerró su discurso llamando a la movilización popular en la política, no tiene otra interpretación la manifestación del deseo de un pueblo de militantes. Una sociedad de militantes cotidianos es muy diferente que una de electorados bianuales. Democracia participativa más que puramente representativa fue la propuesta con que terminó su trascendente discurso.

El Cohete a la Luna

Fuente:ELOrtiba

No hay comentarios: