11 de junio de 2023

OPINION.

 


El Álbum Blanco

11/06/2023
El Álbum Blanco

"Necesitamos contarnos historias para poder vivir". Esa frase, que a más de uno nos hubiera gustado escribir, da comienzo a "El Álbum Blanco", una colección de ensayos periodísticos de Joan Didion, la escritora californiana que falleció en diciembre de 2021. Era hora que esta columna le rindiera homenaje a esta figura central del llamado "nuevo periodismo", un género aparecido en los años '60, caracterizado por la búsqueda de reportajes basados en hechos reales, escritos con técnicas y recursos de la ficción literaria. Género que, por supuesto, ya había sido inventado años antes, en estos confines del mundo, por Rodolfo Walsh con su "Operación Masacre".

 

Clase.

 

Normalmente se menciona a Tom Wolf (autor de "La hoguera de las vanidades") como el principal referente de ese nuevo periodismo que esta columna a veces trata de practicar. Pero la Didion, siempre fue más discreta, más sutil, menos bombástica, logró, con muchas menos palabras, decir mucho más.

 

Había nacido (1934) en el seno de una familia burguesa acomodada de Sacramento, la capital de California (extraño nombre católico para una capital estadounidense). Esa clase que la rodeaba se impregnó un poco en sus escritos, pero, claro está, si usáramos ese argumento en su contra también tendríamos que impugnar la escritura de Virginia Woolf o de Clarice Lispector, lo cual, obviamente, no es una opción.

 

Como esas otras dos diosas de la literatura, todo en Joan era belleza y estilo. En un hermoso documental que todavía puede verse en Netflix ("El centro cede") se la observa, ya de anciana, hablando con su tono parsimonioso, gesticulando con sus manos delgadas y nudosas como sarmientos.

 

Intérprete.

 

No era la candidata ideal para cronicar los tumultuosos años sesenta. Una mujer delgada, frágil, con una vida privada complicada, y enfermedades varias que la atormentaban: jaquecas atroces y duraderas, ataques de vértigo y de pánico que, sin embargo, ella interpretaba como reacciones más que adecuadas por parte de su organismo a las convulsiones de aquellos años locos.

 

Precisamente su obra maestra -o, mejor dicho, una de ellas- es este pequeño libro que toma prestado el nombre de otra obra crucial de 1968, el Álbum Blanco de Los Beatles, a su manera, también más una recopilación de artículos misceláneos que una obra conceptual o coherente. Por algún motivo los Fab Four se proponían nombrar a ese disco con el título de una crucial obra de Ibsen, "Casa de muñecas", título que tampoco le vendría mal a este bestiario de Joan Didion.

 

El desfile de personajes que engarza su pluma elegante no puede ser más variopinto. Ella estaba allí, en el estudio de grabación donde el grupo The Doors, y su carismático líder Jim Morrison, creaban sus primeros discos. Pero estuvo también allí en Sacramento, cuando el entonces gobernador Ronald Reagan decidió -casi a la manera de un Menem- gastar ingentes fondos públicos en la construcción de una casa oficial fastuosa, que ningún otro gobernador quiso habitar tras él, y cuyo costo sólo rivalizaba con el mal gusto de su diseño y decoración.

 

Bobby.

 

Sin embargo, hay un párrafo casi casual de la obra, que siempre había despertado curiosidad, y que sólo hace unos días pudo explicarse públicamente. Es un momento en que Didion narra cómo, estando en 1968 alojada en un hotel tradicional de Hawai, pudo observar por TV las exequias del asesinado candidato demócrata a la presidencia, Robert "Bobby" Kennedy.

 

Una entrevista que le hicieron unos años después, y que recién ahora ha salido a la luz, explica de cómo en ese hotel sólo había televisión en el lobby, y de cómo el espectáculo dramático de que un personaje público de alto rango fuera muerto a balazos, despertaba la compasión de unos pocos, y la indiferencia -hasta la molestia- de muchos otros.

 

Ni Joan ni su marido -ambos periodistas y escritores- eran especialmente admiradores de los Kennedy, aunque el menor de ellos, Bobby, había hecho un interesante giro hacia el progresismo. Ella cuenta que este asesinato la había afectado incluso más que el de John Kennedy, el hermano de Robert, siendo presidente, en 1963. Y es que aquello podía ocurrirle a cualquiera, en cambio este nuevo crimen ya respondía, claramente, a un patrón.

 

Y la reacción de los otros pasajeros del hotel la persuadió, como una iluminación, de cómo el país estaba dividido irreparablemente. Para una de las mitades de la población, había desaparecido hasta la compasión más básica, la humanidad mínina.

 

Cualquier semejanza con la Argentina modelo 2023, es pura coincidencia.

 

PETRONIO

Fuente:LaArena

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