PUENTE
12 III -DÍA 8- EL ESTADO ES RESPONSABLE
JUNIO
26, 2023
Las hermanas María Laura y Silvina Stirnemann
dieron testimonio por el crimen de su papá, Mario. De las dudas al hallazgo de
sus restos. De los padecimientos a las esperanzas de Justicia.
Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Fernando Tebele
Fotos: Captura transmisión de La Retaguardia
“Mi padre fue ejecutado, están todas las pruebas.
El Estado argentino es responsable y es necesario que se haga justicia”. En el
cierre de su testimonio, Silvina Stirnemann pidió condenas para los asesinos de
su padre, Mario Alfredo Stirnemann, secuestrado y torturado en el centro de
exterminio de Puente 12. Antes de Silvina, igual reclamo hizo su hermana, María
Laura. Las hermanas Stirnemann tenían ocho meses (Silvina) y menos de 5 años
(Laura) cuando su padre fue secuestrado el 4 de noviembre de 1975.
Un año antes, el 24 de noviembre de 1974, María Laura y su madre, Laura Rosa
Franchi, embarazada de Silvina, fueron detenidas y torturadas en una comisaría
de Quilmes. Desde ese momento, la mamá estuvo presa muchos años en Olmos, donde
nació Silvina, y en Devoto. A consecuencia de esa detención, la niña María
Laura sufrió “una pérdida de la memoria postraumática” y otros problemas
graves.
Silvina, por su parte, vivió desde la infancia con la duda si su padre,
militante del PRT-ERP, la había tenido en brazos alguna vez. Ella estaba con su
madre, en Olmos, y el padre en la clandestinidad. A los 40 años pudo saber, por
el testimonio de otra víctima, que su padre la conoció y jugó con ella, poco
antes de ser ejecutado.
La investigación realizada por las hermanas hizo posible encontrar los restos
del papá y demostrar que lo habían asesinado en una ejecución sumaria. En su
momento, el Ejército dijo que había muerto “en un enfrentamiento”.
María Laura Stirnemann es la hija mayor de Mario Alfredo Stirnemann,
secuestrado el 4 de noviembre de 1975 y asesinado el 18 de ese mes y año en el
Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Puente 12. María Laura
todavía no había cumplido 5 años cuando perdió a su padre.
En el inicio de la audiencia, el presidente del Tribunal Oral N°6, Daniel
Obligado, sugirió la posibilidad de que el extenso testimonio aportado por la
testigo en la Instrucción fuera incorporado por lectura al debate, pero la alternativa
fue rechazada por las defensas de los seis imputados que tiene la causa.
María Laura recordó que el 24 de noviembre de 1974, un año antes del secuestro
de su padre, su mamá “estaba embarazada de mi hermana Silvina”. Ese día fueron
arrestadas “cuando regresábamos de un pic-nic con unos amigos” de sus padres.
Relató que su padre vio pasar una camioneta de la policía y les dijo que
“aparentemente estaban buscando a alguien y era mejor que nos separáramos
porque a lo mejor lo estaban buscando a él”.
En esa situación “nos arrestan a nosotras, a mi mamá, a una compañera que se
llamaba Mercedes, un hijo chico de ella y a mi tío Juan José Stirnemann, y nos
llevan a una comisaría de Quilmes donde estuvimos diez días, sufrimos torturas
y yo quedé con una pérdida de memoria post traumática”.
Ella pudo ser rescatada por su abuela materna, que la llevó a su casa de
Olavarría, pero su madre quedó detenida en Quilmes y luego la llevaron al Pozo
de Banfield, donde estuvo dos meses “hasta que la legalizaron y la llevaron a
la cárcel de Olmos”. Su hermana nació y vivió un tiempo con su mamá en ese
lugar de detención.
Mientras tanto, su padre estaba en la clandestinidad. María Laura dijo que él
había militado en las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), pero en ese momento
estaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Zona Sur. Su
papá vivía en una casa de la calle Honduras, en Palermo, junto “con otros
militantes como Julio Mogordoy, Norberto Rey, y otros compañeros”. El secuestro
de su padre se produjo el 4 de noviembre de 1975 en Temperley, cuando iba a una
cita relacionada con su militancia. La casa de la calle Honduras cae ese mismo
día, cerca de las 12 de la noche.
En ese operativo “fue fusilada María Teresa Barvich”, en un hecho calificado
falsamente de “enfrentamiento”. La testigo explicó que Barvich militaba junto
con su padre, los dos estaban en la clandestinidad y simulaban ser “una pareja
ficticia” para tratar de pasar desapercibidos. Barvich visitaba a su mamá en la
cárcel de Olmos, para darle noticias de su papá.
Su madre supo que lo habían matado “cuando dejó de tener noticias sobre él y
supo que María Teresa había sido asesinada”.
Ante preguntas de la fiscala auxiliar Viviana Sánchez, amplió la información
sobre el secuestro de su padre en Temperley: “Él tenía cita en una panadería
cerca de la estación” de trenes de esa localidad. Ella pudo reconstruir lo
sucedido con su padre en el año 1994.
Sobre su mamá, dijo que ella estuvo presa hasta el año 1981. María Laura y su
hermana Silvina recién vivieron juntas en Olavarría, con su abuela materna,
cuando a su mamá la trasladaron a la cárcel de Devoto, donde no permitían la
presencia de niños viviendo con sus madres.
Durante la infancia, las hermanas creían que su padre se había ido a vivir a
Brasil con María Teresa Barvich, pero cuando su mamá recuperó la libertad y
pudieron salir del país para radicarse en Francia, donde viven en la
actualidad, supieron la verdad: que su padre y María Teresa habían sido
asesinados.
Como su madre había estado presa y perdió contacto con su padre, la testigo
pudo reconstruir toda la historia consultando los archivos de diarios de la
época. Eso ocurrió en 1994, al regresar a la Argentina, cuando ella empezó a
estudiar antropología. Ella encontró recortes de diarios donde se hablaba del
“supuesto enfrentamiento” en el cual fue asesinado su padre.
Julio Mogordoy le confirmó que el apodo de su papá era Carlos Rodolfo Luidwid y
que la información sobre el supuesto enfrentamiento había sido publicada el 24
de noviembre de 1975 en el diario La Gaceta de La Plata.
Con esa información, en una comisaría de Lomas de Zamora le informaron que el
cuerpo podría estar sepultado en el cementerio de esa localidad. Luego de
algunas gestiones, confirmaron que el cuerpo estaba allí, con su verdadero
nombre, aunque el apellido estaba mal escrito. Los estudios del Equipo
Argentino de Antropología Forense (EAAF) confirmaron que fue una ejecución y no
un enfrentamiento: “La bala que lo mató tuvo un recorrido de arriba hacia abajo
y el disparo fue hecho a un metro de distancia”. En la misma fosa común
encontraron los restos de un bebé de tres meses de apellido Ledesma. La testigo
estimó que el niño “podría ser el hermano de Ramiro Ledesma”, hijo de Juan
Eliseo Ledesma, secuestrado y asesinado en Puente 12. Ramiro Ledesma, al
declarar en este juicio, hizo mención a la muerte de su hermanito en un
hospital del conurbano bonaerense.
María Laura dijo que su papá fue víctima, también, de la infiltración en el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de Jesús Ranier, “El Oso”, quien había
militado con su padre en las FAP. Precisó que a su padre lo secuestran el 4 de
noviembre de 1975, supuestamente herido, y lo trasladaron a Puente 12. Eso lo
supo por el relato de Mogordoy, quien le dijo que “se habían cruzado en la
tortura” a la que fueron sometidos allí. Aunque nunca se vieron con su padre,
Mogordoy se dio cuenta de su presencia por las preguntas que le hacían los
torturadores y que tenían relación con Stirnemann. La testigo sumó luego el testimonio
de Néstor Blanco, quien declaró que “vio a Jorge (el apodo de su papá) en los
últimos días, porque estaba en una celda al lado de la de mi papá y tuvieron
largas conversaciones”. El testimonio de Blanco, ya fallecido, está incorporado
a la causa.
María Laura precisó que su padre estuvo 14 días secuestrado en Puente 12,
“desde el 4 de noviembre (de 1975). Lo matan el 18 y lo entierran el 24 de ese
mes”.
Luego habló de su tío Orlando Stirnemann, quien fue “diputado de la provincia
de Santa Cruz y estuvo cinco años preso”. Otro tío suyo, Juan José Stirnemann,
quien había sido detenido junto con ella y con su madre, estuvo en prisión
hasta 1980. Su hermana Silvina, que nació en la cárcel, fue vista sólo una vez
por su papá, porque los fines de semana la niña era retirada de Olmos. “Mi
hermana era muy pequeña, no recuerda” ese breve encuentro con su padre.
Sobre las consecuencias sufridas, recordó que en la primera detención junto con
su madre, cuando ella tenía menos de 5 años, “estuvimos en esa cárcel donde
sufrimos torturas. Yo perdí la memoria, la palabra, me volví anoréxica, me
atendió un psiquiatra” que la llevaba a un cuartel para que ella pudiera
superar “la fobia que le tenía a los uniformes porque cada vez que veía uno me
ponía a gritar como una loca, tenía ataques de nervios”. Con el tiempo “fui
mejorando, pero son secuelas que marcan para siempre”. Dijo que fue buena
alumna, pero le costaba “hacer proyectos para unos meses, por haber perdido tan
temprano a mis seres queridos”. También mencionó el exilio y el hecho de
“volver a vivir con mi mamá, una persona a la que en algún sentido no habíamos
conocido por todo el tiempo que estuvo presa, porque no teníamos visitas de
contacto; esa reconstrucción (familiar) nos llevó mucho tiempo”.
En este punto, el juez Obligado le preguntó las consecuencias sufridas por su
mamá: “Ella tiene muchísimos problemas físicos porque durante muchos años no
tuvo las vitaminas necesarias, lo que genera problemas de calcio que se agravan
en la vejez y también una fuerte propensión a la ansiedad”. La testigo señaló
la importancia de aportar testimonios anteriores teniendo en cuenta que “este
juicio se dilató demasiado y a veces, por el tiempo transcurrido, se olvidan
algunos datos porque es delicado remover los recuerdos, aunque es necesario, y
por eso militamos mucho con HIJOS por la abolición de las leyes de impunidad”.
El testimonio de Silvina
Silvina Stirnemann recordó, al igual que su hermana, las fechas y las
circunstancias del secuestro, la desaparición y el asesinato de su padre en el
centro clandestino de Puente 12. Las primeras preguntas las hizo el presidente
del TOF N°6, Daniel Obligado, quien se equivocó al pedirle a la testigo los
datos de su madre:
—¿Cómo se llamaba?— dijo Obligado.
—Se llamaba y se llama Laura Rosa Franchi —respondió la testigo. Llamó la
atención el error, porque estaban frescos los dichos de María Laura Stirnemann
sobre los problemas de salud que tiene hoy su madre producto de la mala vida
que tuvo en las cárceles de Olmos y Devoto. El juez Obligado pidió “mil
disculpas” y dejó el interrogatorio en manos de la fiscala Viviana Sánchez.
En noviembre de 1975, cuando asesinaron a su padre, Silvina Stirnemann tenía
ocho meses. Ella nació en marzo de ese año en la cárcel de Olmos, donde estaba
detenida su mamá. La fiscal recordó que Laura Rosa Franchi declaró en el juicio
oral Puente 12 I y que su testimonio ya fue incorporado a este tercer juicio.
Silvina volvió del exilio cuando tenía 19 años y comenzó a reconstruir la
historia de su padre, a partir de que su hermana María Laura pudo averiguar
dónde estaba el cuerpo de Mario Stirnemann. Ellas obtuvieron información de
algunos compañeros, como Julio Mogordoy. En lo personal, Silvina pudo
comunicarse “mucho más tarde” con Alicia Barvich, hermana de María Teresa
Barvich. “Alicia estaba haciendo el juicio por su hermana y además, ella lo
había conocido a mi papá”. La testigo precisó que su papá dejó las FAP y se
sumó al PRT-ERP, porque “tuvo dos rupturas: cuando ocurrió la Masacre de Ezeiza
(el día del retorno al país de Juan Domingo Perón) y cuando detuvieron a mi
mamá”.
Silvina señaló que fue difícil armar las secuencias y la relación entre la
infiltración de Jesús “El Oso” Ranier, el secuestro de su padre, el asesinato
de María Teresa Barvich y lo que pasó con otros compañeros de militancia como
Mogordoy. “Fueron sucesos muy complejos y nosotros pensamos que (el genocida
condenado) José Félix Madrid estaba implicado en el caso de mi viejo”, entre
otras hipótesis. Criticó los pasos lentos de la Justicia: “La variedad de
situaciones, el dividir el juicio en tramos y al tardar tanto” las resoluciones
del Poder Judicial. Tal fue la demora que “algunos imputados murieron” antes de
ser juzgados y condenados.
Silvina dijo que pasó buena parte de su vida preguntando “si mi viejo me había
podido conocer, porque yo era muy chiquita cuándo el cayó”. Cuando ella nació,
su padre estaba clandestino y ella tuvo muchas versiones sobre si había llegado
a conocerla. “A los 40 años, por fin nos encontramos con Alicia Barvich en
Buenos Aires y ella me dijo ‘yo te conozco a vos’”. Sorprendida, le preguntó
cuándo la había conocido y Alicia respondió: “Tu papá te trajo a mi casa cuando
eras chiquita, cuando eras bebé, y me acuerdo que te hacía jugar”. Recién
entonces pudo confirmar que su padre la había ido a buscar cuando su abuela
pudo sacarla unos días de la cárcel de Olmos, donde vivió con su madre. El
rostro de Silvina se iluminó por un momento y sostuvo: “Yo sabía que mi papá me
había ido a buscar, pero nadie me lo confirmaba”.
En este punto, hizo mención del largo camino recorrido con la agrupación HIJOS
para reclamar justicia. Luego dijo estar “feliz porque se pueda hacer este
juicio, pero desde 1994, cuando abrimos nuestro primer juicio, hasta el 2023
han pasado muchos años”.
Consideró que luego tuvieron “la suerte de encontrar a Néstor Blanco, que pudo
testimoniar que lo vio a mi papá” en Puente 12. Insistió en hablar de las
demoras, sobre todo teniendo en cuenta que “después de tantos años de búsqueda,
de reclamos, de construcción y lucha por la justicia, parecía que el juicio iba
a llegar muy pronto”.
Para Silvina fue una decepción “cuando se cayó el juicio Puente 12 tramo I”,
porque ella estuvo “esperando diez años ese juicio y había pensado hacer una
película con ese juicio, estaba embebida de esa búsqueda”. En ese momento
sintió “como que no pude rendirle justicia a mi viejo”.
La pena duró años. Por ese motivo recalcó que “los daños en nuestras historias
son múltiples”. También dolió el hecho de que a su familia le dijeran “que
nuestro viejo estaba vivo” fuera del país.
Volvió a referirse al hallazgo del cuerpo de su padre y mostró fotos de los
restos. “Esta fue la imagen con la que yo me encontré cuando volví a la
Argentina, teniendo a mi viejo en mis brazos”. Reiteró que las fotos que mostró
fueron tomadas “cuando desenterramos a mi papá y cuando yo llego”. Las fotos
del cráneo eran varias “para poder mostrar la trayectoria de las balas, los
signos de tortura” y las marcas con las que los expertos del Equipo Argentino
de Antropología Forense (EAAF) demostraron que su padre había sido ejecutado
con disparos hechos a quemarropa. De esa forma se desvirtuó la versión oficial
sobre el supuesto enfrentamiento.
Reiteró que alzar sus huesos significó “la primera vez que tengo a mi viejo en
mis brazos, que tengo contacto físico” con él, más allá de aquél encuentro que
le relató Alicia Barvich y que ella no puede recordar porque era una beba.
Sobre las secuelas que dejó en ella el Terrorismo de Estado, señaló: “No les
puedo decir una por una porque fueron múltiples, pero nuestra construcción
tanto individual como colectiva fue buscar justicia, luchar para obtenerla”.
Subrayó que su “deseo profundo” es que “en algún momento pueda escuchar una
sentencia por la muerte de mi viejo”. Puntualizó que su padre “fue asesinado,
ejecutado, están todas las pruebas que lo demuestran y el responsable es el
Estado argentino y creo que es necesario que se haga justicia”.
Recordó que tampoco hubo condenas para los que secuestraron y torturaron a
varios de sus tíos, nombrados por su hermana María Laura. Si bien hubo avances
en la aplicación de justicia, sus casos siguen impunes: “Yo nací en una cárcel
y María Laura estuvo detenida de niña en el campo (de concentración de la
Brigada de la Bonaerense en Quilmes) junto con mi vieja”.
Le preguntaron si hubo una denuncia por su caso personal y respondió que “para
mí la denuncia mayor es la desaparición de mi viejo”. Para ella la reparación
pasa por “determinar qué había pasado y que haya una sentencia clara” sobre el
homicidio de su padre. En el mismo sentido, agregó: “Yo no estoy a la espera de
una sentencia por mí caso, estoy a la espera de una sentencia por mi padre”.
Fuente:LaRetaguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario