La historia detrás de 'la mano de Dios' y otros momentos clave de un fotógrafo visceral
Eduardo Longoni habla del detrás de cámaras de sus imágenes más
impactantes y célebres.
Por Sofia Gomez C.
El 23 de enero de 1989, un comando rebelde asaltó el cuartel del Ejército
argentino de la provincia de La Tablada. Tras varias horas de tensión y
combates –que dejaron 32 guerrilleros, nueve militares y dos policías
muertos– los rebeldes se entregaron. Algunos de ellos fueron juzgados sin
garantías y dos más desaparecieron sin que se sepa hasta hoy de su paradero.
La versión oficial aseguraba que habían sido detenidos, tras rendirse, trasladados en
ambulancia por sus heridas y luego habían escapado. Pero una secuencia de ocho fotos del
joven Eduardo Longoni, que entonces laboraba para Clarín, mostraba a los dos rebeldes vivos,
de rodillas antes los fusiles oficiales. Treinta años después de los hechos violentos de La Tablada
esas imágenes sirvieron para abrir un juicio en contra de los militares que habrían ordenado la
desaparición y posterior ejecución de los muchachos.
“La justicia tarda demasiado, casi que no es justicia”, dice Longoni, con voz pausada. “Más
allá de lo que significó el peligro en ese momento al declarar en contra de un poder tan
importante como el militar, yo llegué ese día a casa pensando que valía la pena mi oficio. Que
si unas fotos podían desentrañar un crimen tan horrible como la desaparición de personas valía
la pena lo que uno hace”.
Longoni es un genio de la cámara, dice con la sabiduría de su experiencia que el fotógrafo es
un apostador para escoger el ángulo 'perfecto', pero que también necesita un poco de suerte
para conseguirlo. A Eduardo parece haberle funcionado varias veces: el famoso gol que
Maradona hizo con la mano en el partido Argentina- Inglaterra en México 86, la
inolvidable 'Mano de Dios'; los retratos de las madres de Plaza de Mayo y los atropellos
que se cometieron en su contra, o los rostros de los generales y del mismo Rafael
Videla llegando al famoso juicio de las Juntas en 1985 son solo algunos de los episodios
históricos que capturó el fotógrafo, hoy retirado.
Su vida y obra están registradas en el documental Una mirada honesta, de Roberto Persano y Santiago Nacif, que se puede ver en la Cinemateca de Bogotá y La Tertulia de Cali.
"Siempre estuve
convencido de que tenía una muy mala ubicación. Cuando la foto salió, se la
envié a Maradona, pero creo que la debió botar; seguro que me debía odiar por
esa foto".
Hay muchas fotos suyas que la gente no sabe que usted tomó.
Eso me parece común y que está bien. Las fotos son mucho más importantes que los fotógrafos.
Es que ese es el objetivo de un fotógrafo documentalista como yo: mostrar sus fotos y dejarlas
ir, en algún momento le pertenecen más a la gente, es el caso de lo que hice de fotografía
política durante la época de la dictadura y la democracia, le pertenecen al pueblo argentino.
Desde esa perspectiva, la labor del fotógrafo es anónima…
Sí. De hecho cuando me propusieron hacer la película me dio mucho pudor porque en general
los fotógrafos nos sentimos más cómodos detrás de la cámara. Me costó mucho ponerme
delante, pero después lo tomé como algo representativo de un grupo de fotógrafos que en los
años oscuros de la dictadura pudimos correr el telón de las cosas horribles que estaban
ocurriendo en mi país.
Usted habla del miedo como algo que tuvo todo el mundo en esa época,
pero cuando sus fotos son una denuncia, como las de La Tablada, ¿no
ha sentido temor?
Ahí hay una competencia entre el miedo y la necesidad de poner la cámara al servicio de los
más débiles. Eso viene de un enorme compromiso de mi generación, de los que estábamos
jóvenes en la época de la dictadura, lamentablemente la mitad de esa gente desapareció –hay
30.000 desaparecidos– y hay un sentido de rebeldía y algo de inconsciencia, de no andar
midiendo los pasos que se dan. El miedo existe, pero sale derrotado por esa idea de darles
voz a los que no la tienen. Hay unos fotógrafos que tienen ese halo de heroísmo, yo no siento
que deba ser así, pero es más una necesidad de poner la cámara para servir a los demás. La
cámara puede alumbrar la situación, no la va a solucionar, pero sí ayudará.
Vivimos bombardeados de imágenes y en una época en la que
cualquiera toma fotos con su celular.
Todo es muy distinto ahora. Hasta los años 80 los adelantos tecnológicos fueron muy lentos,
pero cuando llegó la digitalización, yo inocentemente pensé que iba a ser simplemente
cambiar el rollo de la cámara por una tarjeta de memoria. Y no solamente cambió el soporte,
cambió todo. Eso de que el mensaje solamente iba del emisor al receptor dejó de ser una
línea en una sola dirección para convertirse en un círculo, y el receptor se volvió emisor. Una
de las consecuencias es la expulsión de mano de obra de los medios, se necesitan menos
fotógrafos; ahora, ¿estas imágenes tienen el ojo y la paciencia del fotógrafo? No, pero parece
que el público tampoco lo reclama.
En un segundo hay miles de imágenes del mismo tema…
Y hay algo más: antes una foto era casi una prueba incontrastable de que algo había sucedido,
a pesar de que las imágenes podían ser retocadas o modificadas en la época analógica, fíjate
en la Rusia de Stalin que iba ordenando borrar de las fotos a los que ya no le simpatizaban,
hay fotos de Stalin en los balcones donde cada vez hay menos gente, pero era algo muy raro
y difícil. Había algo indisoluble entre la fotografía y la verdad. Nada que ver con la actualidad:
apenas aparece una fotografía y lo primero que hace la gente es dudar de su veracidad, hoy
la imagen está más emparentada con la duda que con la verdad.
¿Cuál es esa foto pendiente?
Muchas. Los fotógrafos tenemos un puñado de
imágenes para mostrar, pero hay montones
que se nos quedaron pendientes, a las que
no llegamos, las que quedaron fuera de foco
o sobreexpuestas (en la época análoga),
quizás estábamos mal ubicados... porque un
fotógrafo documentalista es un apostador.
Cuando me subí a esa terraza en La Tablada
o me ubiqué en ese punto en el estadio Azteca para el partido
entre Inglaterra y Argentina dejé de lado las demás opciones.
Siempre estuve convencido de que tenía una muy mala ubicación.
Cuando la foto salió, se la envié a Maradona, pero creo que la debió botar; seguro que
me debía odiar por esa foto.
Han sido unos aciertos increíbles. Cuéntenos sobre el detrás de
cámaras de una de sus fotos emblemáticas.
Creo que además de que el fotógrafo sea un apostador, también en esto opera mucho el
azar. Te hablo de la foto de los militares mirando a la cámara, que en la transición de la
dictadura a la democracia se convirtió en un símbolo. Yo en realidad estoy fotografiando a
una general, porque era el día el Ejército y al darme vuelta veo a todos esos militares viendo
a su general, como estoy en la misma línea, me están mirando a mí.
Lo que ocurrió en Argentina después, que es de los pocos sino el único país que juzgó a los
militares homicidas, hizo que esa foto se convirtiera en una mirada desafiante no contra mí,
sino contra todo el país. La fotografía se completa cuando la apropia el público, cuando la
sienten como suya. Por eso digo que muchas de mis fotografías ya no me pertenecen.
Esa foto de los militares fue icónica cuando se conmemoraron los 40 años del nefasto
golpe militar en el 2016. La gente hizo pegatinas y las pegó en los muros de todo el país,
sobre todo en sitios que fueron centros de detención; incluso, hay una en el muro de Berlín…
tengo una foto de la pegatina de los militares allá en ese lugar que es otro símbolo del oprobio
de la humanidad.
Imagino que también ha decido bajar la cámara en muchas ocasiones…
Los fotógrafos tenemos el derecho de tomar la foto para denunciar y también de bajar la
cámara para no meternos en la intimidad de alguien más. Yo no creo que las éticas universales
sino en las particulares. Hay decisiones que forman parte de mi ética. Hay fotos que decidí no
tomar, pero hay otras que las tomé, así parecieran oportunistas, como una de las abuelas de
la Plaza de Mayo cuando son dispersadas con gases lacrimógenos, esto forma parte de la
brutalidad, cómo se le ocurre al poder estatal, en manos de la policía, dispararle una granada
de gas a una anciana que está sola en el medio de una avenida…pensé, uno puede tomar
una foto y sacarla de ese lugar. Ahora, no siempre el fotógrafo puede ayudar, pero antes que
fotógrafo es un ser humano.
¿Es consciente de lo que significa su trabajo para su país?
No. Solo pienso que se pone un granito de arena, no que se cambie la historia. Lo que ocurrió
con las madres de Plaza de Mayo fue que logramos que se conociera su triste historia
sacando de Argentina las fotos de forma clandestina para que se publicaran en medios de
Francia, España o México. Lo que hago ahora es levantarme y dedicarme a revisar y organizar
mi archivo, de pronto intentar dar nueva vida a mis fotos viejas, superponiendo imágenes.
Pensando qué hacer para adelante. Intentando suplir lo que hacía porque decidí retirarme de
la calle porque allí no solo se necesita la mirada sino que la habilidad juega un papel i
mportante en el oficio. El hecho de haber estudiado historia me ayudó a tener conciencia de
la importancia de la fotografía como documento. Ese es mi aporte, eso de cambiar la historia
me queda grande.
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