"Ningún nombre": nacer en clandestinidad y que nadie te busque
Guillermo Amarilla Molfino descubrió ser uno de los niños robados durante el terrorismo de Estado en Argentina entre 1976 y 1983 gracias al relato de una superviviente de un centro de detención y exterminio
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Nadie le estaba buscando. Cuando secuestraron a su madre, Marcela Esther Molfino, ella estaba embarazada de un mes. Sus seres más allegados no conocían el embarazo; tal vez ni siquiera ella lo sabía. Guillermo nació un 27 de junio de 1980 en Campo de Mayo, uno de los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio más importantes de la provincia de Buenos Aires durante el terrorismo de Estado en el que estuvo sumergida Argentina entre 1976 y 1983. Por allí pasaron hasta 7.000 personas y aproximadamente 200 de ellas pudieron sobrevivir. Allí le colocaron en una cuna con las siglas NN ("ningún nombre") para más tarde ser entregado a una familia de las fuerzas armadas. Todavía se desconoce lo que les pasó a los padres biológicos de Guillermo.
“Lo que viví no es una mentira, sino que la vida estuvo plagada de mentiras y un gran ocultamiento que finalmente fue desvelado. Todos los seres humanos tenemos nuestros dolores, no se puede poner una vara de qué es lo que duele más y lo que duele menos, pero quizás lo más difícil de abordar son 29 años de ocultamiento, de mentira” cuenta Guillermo. Él empezó a dudar de su propia identidad siendo muy pequeño, con cinco o seis años ya le decía a su “apropiadora” que no era su madre: “Yo pensaba que ellos eran mis abuelos y que mis padres estaban muertos, y ellos no me lo querían contar”. No solo tenía dudas por la edad avanzada de su madre adoptiva, sino que echaba de menos fotos de su embarazo. Sin saberlo, Guillermo era una de las víctimas del plan sistemático de robo de niños de la dictadura.
Manuel Sánchez, Historiador en la Universidad Internacional de La Rioja y miembro de la asociación “Todos los niños robados son también mis niños”, explica que estos menores eran “reubicados en familias cristianas o afines al régimen”. Mediante el eufemismo de “reeducación”, las fuerzas armadas argentinas escondían crímenes de lesa humanidad e incluso de guerra y genocidio. Jorge Rafael Videla, quien junto a Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, encabezó el golpe de Estado en 1976 dijo lo siguiente sobre los desaparecidos en una rueda de prensa en el 79: “Es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera, tendría un tratamiento X y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tiene un tratamiento Z; pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni vivo, ni muerto, está desaparecido...”
Un año clave para Guillermo es 2007. Mientras veía una serie televisiva conocida como “Televisión por la identidad”, en la que se contaban casos reales de nietos desaparecidos, Guillermo se sintió totalmente interpelado. La persona que le acompañaba en ese momento, su expareja, le animó a hablar y a acercarse a la asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. Cuando acudió a ellas, observaron que en su partida de nacimiento algo no encajaba: “Los ojos entrenados vieron que era una partida de nacimiento firmada por un médico, Julio César Caseroto, que ya había entregado otros bebés" dice Guillermo. A eso se le sumaba el hecho de que, quien decía ser su padre, formaba parte del batallón 601 de inteligencia del Ejército, el mismo que se ocupó del asesinato y desaparición de su familia.
Sin embargo, cuando Guillermo se realizó las pruebas de ADN necesarias, el resultado fue negativo. Nadie le estaba buscando. Porque nadie sabía que existía. En 2009, dos años después, una superviviente de Campo de Mayo se acercó a Abuelas para decirles que, mientras estaba en cautiverio, Marcela Molfino estuvo embarazada. La asociación, comparando fechas, rápidamente se acordó de aquel hombre que había acudido a ellas un par de años antes dudando de su identidad. Les pidieron pruebas tanto a la familia Amarilla, como a la familia Molfino. “Cuando nosotros recibimos la noticia de la existencia de un cuarto hermano pensábamos que podía ser producto de una violación dentro del centro clandestino de detención, no de mi padre”, cuenta Mauricio, uno de sus tres hermanos biológicos.
El 2 de noviembre de 2009, tras 29 años de vida, le comunican a Guillermo que es uno de los nietos robados durante la dictadura. Le comunican también que tiene tres hermanos: Mauricio, Joaquín e Ignacio. Ese fue el día que finalmente les pudo abrazar. El vínculo con quienes le habían criado hasta entonces se rompió: " A la persona que le decía mamá le dejé de decir mamá desde el primer día, pero no dejé de tener vínculo el primer día; o no dejé de tener relación (vínculo digo mal, el vínculo nunca existió)." Para la psicóloga y coordinadora de la Red Argentino Europea por el Derecho a la Identidad, Lila Parrondo, reencontrarse con una identidad desconocida puede ser un shock: "Es un sentimiento complejo y ambivalente; para algunos es una liberación poder descubrir la verdad, para algunos es muy difícil hacerse cargo de que tienen una historia distinta a la que se creía y les lleva mucho tiempo poder acomodar todas esas piezas."
Durante el terrorismo de Estado, se apropiaron aproximadamente 500 niños. Las Abuelas de Plaza de Mayo han conseguido identificar a 137 de ellos. Esto significa que todavía quedan 300 casos por resolver, 300 vidas por recuperar. Para Guillermo es necesario seguir luchando para encontrar a todos esos bebés que fueron arrebatados de sus familias: "Hace muy poco se nos fue una abuela, se fue sin poder encontrar a su nieto y eso es extremadamente doloroso. Tenemos que seguir con el camino que iniciaron las abuelas. Yo lo tomo como una responsabilidad humana."
Fuente:Ser
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