MEMORIA
Macarena Gelman sigue buscando a su madre desaparecida
La nieta del poeta argentino Juan Gelman, que supo hace 23 años que era una niña robada por la dictadura militar, cuenta su historia a CTXT
Ana María Mizrahi Montevideo , 24/12/2023
Juan Gelman con su nieta, Macarena Gelman. / Alejandro Gil GálvezMacarena Gelman tiene 47 años. A los 23 años, en Uruguay, se enteró no solo de que era hija adoptiva, sino también de que había sido robada. Sus padres biológicos fueron secuestrados y asesinados por las dictaduras de Argentina y Uruguay. Macarena nació en Montevideo, durante el cautiverio de su madre María Claudia García de Gelman. María Claudia (argentina, 19 años) había sido trasladada a Uruguay, en el marco del Plan Cóndor, y aún hoy permanece desaparecida. Los restos de su padre, Marcelo Gelman (argentino, 20 años), fueron encontrados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, en el Canal de San Fernando-Buenos Aires, en 1989. El hallazgo de Macarena ocurrió en marzo del año 2000, cuando su madre adoptiva le confesó que no era hija biológica.
Cuenta el escritor Eduardo Galeano en Los hijos de los días que “durante toda su infancia, Macarena durmió atormentada por una pesadilla inexplicable, que noche tras noche se repetía: la perseguían unos hombres armados hasta los dientes, y ella despertaba llorando. La pesadilla dejó de ser inexplicable cuando Macarena descubrió la verdadera historia de su vida. Y entonces supo que ella había soñado, allá en la infancia, los pánicos de su madre: su madre, que en el vientre la estaba modelando mientras huía de la cacería militar que por fin la atrapó y la envió a la muerte”.
Es esta historia la que nos proponemos contarles. Una historia que la nieta del poeta argentino Juan Gelman aún no ha podido rearmar.
¿Cómo fue tu vida hasta los 23 años?
Hasta los 23 años, no tengo ninguna particularidad que destacar, llevaba una vida como la de cualquier adolescente o adulto joven. Concurría a la facultad (Química), tenía padres un poco mayores en relación a mi edad. Ellos tenían la edad de mis abuelos. Tienen la edad de mis abuelos, mi madre (adoptiva) vive. Él (padre adoptivo) falleció en 1999. Todo dio un giro en ese momento. A los tres meses de su fallecimiento, tomé conocimiento de mi historia, de lo que había pasado y de dónde venía. A partir de ahí, se da la vuelta todo. Cuando tomé conocimiento de mi historia, ahí empezás a mirar retrospectivamente y, a la luz de la información que tenés, se ve algo diferente, pero previo a conocer mi historia, ni siquiera sospechaba, por lo menos conscientemente, que no era hija de los padres que estaban anotados en la partida de nacimiento.
Tu padre adoptivo, cuando estaba al borde de la muerte, te pidió disculpas ¿entendiste por qué?
Sí, me pidió perdón pero en ese momento lo asocié a que él estaba por morir y mi mamá siempre fue muy dependiente de él, y era como natural que al fallecer, ella pasará a depender más de mí. Lo asocié a cosas no resueltas, pero vinculadas a cuestiones cotidianas, nunca lo asocié a esto. A la luz de lo que ocurrió después, quizás era por todo esto que me pedía perdón.
Estaba ahogada en llanto, no sabría decirte por qué, le dije “no soy hija de ustedes”
¿Cómo fue que tu madre adoptiva te dice que eras adoptada?
Recuerdo que salía a trabajar, trabajaba en un hospital (policial), y veo que estaba llorando y muy angustiada. Le pregunté varias veces qué le pasaba y no atinaba a responderme. Me dice que tiene que hablar conmigo, que me tengo que sentar, que no me puedo levantar en la mitad de la conversación, que necesita tiempo. Le respondo que no me voy a ir hasta que me diga qué le pasa. Lloraba y no me decía nada, entonces empecé a adivinar. Le pregunté primero si se trataba de mi papá o si se trataba de mí, ella me dijo de los tres. Estaba ahogada en llanto, inmediatamente y no sabría decirte por qué, le dije “no soy hija de ustedes”. No sé por qué se me ocurrió, fue lo que me salió en ese momento, no tiene lógica, no me preguntes por qué, pero fue lo único que se me ocurrió y lo que verbalicé. Y ahí ella me dice: ¿quién te dijo?. Le respondí: nadie. Así empezó la conversación.
¿A partir de ahí, qué sucede?
Lo primero fue tratar de nutrirme de la información. Ella me pudo explicar muy poco, salvo las circunstancias en las que había aparecido en la casa. Me dijo: “Si querés saber de qué se trata, tenés que hablar con Monseñor Galimberti”. Pablo Galimberti era obispo (católico) de San José (Uruguay). Nosotros lo conocíamos porque mi padre adoptivo había sido Jefe de Policía en San José y Monseñor, algunas veces, había venido a mi casa, pero además era la persona que mi abuelo (Juan Gelman) y su esposa Mara, habían contactado para que hiciera contacto con mi mamá adoptiva, y pensando que como ella era muy creyente, eso iba a ser una buena manera de acercarse y efectivamente lo fue. Y Galimberti fue quien me empezó a explicar todo esto, y que por supuesto, en ese momento quedé en una suerte de estado de shock, jamás me lo hubiera imaginado. No tenía presente el tema de la dictadura, sabía poco, además lo que me decía estaba vinculado a otro país. Era enterarme de mi historia, y de parte de la historia de Uruguay y de Argentina. La verdad, tenía mucho que ordenar en mi cabeza y eso me tomó un tiempo largo.
¿Cómo fue el contacto con tu abuelo, con Juan Gelman, cuándo te diste cuenta que se trataba de un poeta argentino, un hombre famoso y un intelectual destacado, además nacionalizado español?
El que era español era el padre de mi mamá (María Claudia), Juan Antonio García Irureta Goyena, que había nacido en Sevilla y, de pequeño, la familia se había venido a Argentina. A mi abuelo Juan (Gelman) no lo conocía, ni como escritor, ni como poeta. Lo conocí como mi probable abuelo, algo que luego se confirmó. Una vez que empecé a leer y a buscar información, me di cuenta de que era una persona reconocida. Leí algunas cosas de él, luego vino a presentar un libro a Montevideo, que era una excusa para encontrarnos y tuve la oportunidad de escucharlo. Nosotros nos vimos por primera vez en la oficina del obispo (Galimberti).
¿Cómo te contaron la aparición en la casa de tus padres adoptivos?
Fue mi mamá (adoptiva) la que me hizo el relato. Según ella, me dejaron en la puerta de la casa una noche de enero de 1977. Dice que tocaron el timbre, que eran las once y pico de la noche, que salió a abrir y que no había nadie, y que habían dejado un canastito con un bebé dentro. Ahí ella se puso muy nerviosa y con mi papá (adoptivo) fueron a hacer la denuncia a la policía. Posteriormente, inician un trámite de legalización adoptiva, aunque eso fue tiempo después. Hacen los trámites correspondientes, pero yo siempre me quedé con ellos. Se puede suponer que fue algo montado o premeditado, pero es parte de una investigación pendiente. La historia de cómo aparecí fue así.
¿Por qué el nombre Macarena?
Macarena, por la Virgen de la Macarena, ellos eran católicos muy creyentes. En Montevideo, vivíamos en el barrio de Punta Carretas, en la parroquia de esa zona se encuentra justamente la Virgen de la Macarena y mi mamá (adoptiva) iba a esa parroquia y tenía muy presente a la Virgen. Me llamo María Macarena. Después dio la enorme, no sé si llamarle casualidad, porque es muy fuerte, que justamente mi abuelo materno era oriundo de Sevilla, dónde está la Virgen de la Macarena.
Había una esquela dentro de la canasta donde te dejaron ¿Qué decía?
Sí, había una esquela que decía: “La nena nació el primero de noviembre, soy la madre y no la puedo cuidar”. Hay algo que mi madre (adoptiva) me contó que me impresionó mucho, dice que la esquela estaba escrita de forma rara, como si fuera de una persona zurda. Mi mamá (biológica) era zurda. Sinceramente, espero que no le hayan hecho escribir esa nota.
Por un lado hay una familia que fue, pero que te enteraste que no era, por otro lado hay otra familia que no sabías que existía y que era tu familia
Después de la conversación con monseñor Galimberti, viajas a Buenos Aires a hacerte los exámenes de ADN. ¿Qué pensabas en ese momento? ¿Estabas convencida de que se trataba de tu historia?
En realidad no, por una cuestión de formación, en mi cabeza había que comprobarlo mediante el análisis correspondiente. Además de los análisis en Buenos Aires, se hicieron análisis acá que se culminaron en Francia. Se hicieron dos análisis genéticos. Todo era muy coincidente. Sí, había cierto convencimiento de que podía ser, pero necesitaba comprobarlo mediante los análisis. En ese momento, ya había tomado contacto no solamente con mi abuelo paterno, sino con mi abuelo y mi tío materno, los dos vivían en Barcelona. Estamos prácticamente seguros, pero había que confirmarlo a través de los análisis.
¿Saliste a buscar la historia de tus padres, de Marcelo y de María Claudia?
Sí, eso es el primer momento, a través de la familia, y a través de los amigos. Ellos estaban en una edad, 19 y 20 años, en la que pasas más tiempo con los amigos que con la familia. Seguramente los conocían mejor los amigos, que la familia y tuve la suerte de encontrarme con hermosas personas, que me compartieron cosas y trataron de completar esa historia, más allá que siempre falta algo y hay historias que quedan por el camino. También me hizo pensar que serían muy buenas personas porque tenían muy buenos amigos.
Me han preguntado si me arrepiento, la verdad que no, no hay nada que prefiera más que saber la verdad, por más dura que sea
¿Debiste haber nacido el 1º de noviembre de 1976. Se cree que en el Hospital Militar de Montevideo, Uruguay?
Sí, efectivamente se cree que fue en el Hospital Militar de Montevideo, de hecho ahora se está tratando de corroborar un registro que se encontró y que podría ser el de mi nacimiento. Ese documento está con el nombre de otra persona, por eso hay que investigarlo. Se presume que sí, los que tienen la idea de que efectivamente fue ahí mi nacimiento, que se pidió una ambulancia. Los que lo relatan son los sobrevivientes del centro clandestino donde se encontraba mi mamá, una noche pidieron una ambulancia para el traslado de la embarazada. Escucharon conversaciones telefónicas, hay bastante acuerdo en que nací en el Hospital Militar y ojalá lo pueda confirmar mediante esta información. De hecho, muchas mujeres detenidas en la época, tuvieron a sus hijos en el Hospital Militar.
María Claudia, embarazada, y Marcelo Gelman, padres de Macarena Gelman, poco antes de su secuestro en Buenos Aires, en 1976. / Museo de la Memoria
¿Cuándo conociste tu historia, pasaste un buen tiempo en silencio, sin hacer declaraciones?
Sí, imagínate que fueron momentos muy difíciles para mí. Accedí a dar algunas entrevistas una vez que presenté el pedido de reapertura de la causa, que fue en 2008. Hasta entonces me mantuve sin hablar con la prensa, más allá de que este país es muy chico (Uruguay), nos cruzábamos por todos lados. En ese sentido, también tengo un agradecimiento enorme por todos los profesionales de la prensa que respetaron mi decisión y qué no me hicieron sentir más aturdida de lo que ya estaba.
Iniciaste un proceso personal en el cual reivindicas verdad y justicia, incluso te dedicaste a la política. ¿Fue un cambio radical de tu vida?
Hay que tener presente que todo esto pasa a mis 23 años, estaba creciendo y moldeando mi personalidad. Lo que me ocurrió no lo elegí, fue producto de las circunstancias. Pero las circunstancias están dadas y uno se hace cargo o no, o elige de qué manera hacerse cargo o de qué manera puede hacerse cargo. Elegí ese camino, fui cambiando, pero también asociado a que estaba creciendo y a que me estaba formando. Lamentablemente tuve que abandonar muchísimas cosas, hasta hace relativamente poco tiempo, estaba convencida que había seguido con mi vida de antes, y en realidad, te terminas dando cuenta de que todo se dio vuelta y que la historia me absorbió completamente. ¿Cómo manejar lo que me estaba pasando? Aparecían hallazgos de restos (detenidos-desaparecidos), el manejo de esa información fue malo y fue muy duro pasar por esos momentos, con una exposición muy grande, para una persona como yo que tengo perfil bajo, que trato de no exponerme, y, bueno, la vida me llevó por otro lado. Y las cosas fueron pasando, pero siempre me mantuve en que si era necesario lo hacía, pero que no era algo que yo había elegido hacer.
En 2005 te dijeron que los restos tu madre (María Claudia) estaban enterrados en el Batallón 14 de Toledo (Canelones-Uruguay) y no fueron encontrados, fue muy traumático y conmovedor para vos y para el conjunto de la sociedad uruguaya.
Sí, fue producto de incursionar en esta búsqueda que hasta entonces el Estado (uruguayo) no lo había hecho. La zona que señalaron, predio del Ejército uruguayo (Batallón 14), si bien mi mamá no estaba en ese lugar, hubo otros tres hallazgos de restos de detenidos desaparecidos. Estos hallazgos permiten suponer que no fue algo excepcional, que era un modus operandi enterrar personas allí. Hoy en día, se sigue excavando en el lugar. En aquel momento, el hecho de que dijeran un lugar tan preciso, y después no se encontró, generó una situación que fue parte de lo que fue, pero también fue parte de lo que se construyó alrededor de eso y fue parte del uso que se le dio por parte de los militares. Fue una forma de intentar desacreditar la búsqueda. Este tema ha sido muy polémico y ha generado muchas situaciones terribles a lo largo de los años. De todo esto se aprendió, y ahora con el último hallazgo (junio 2023) me quedé muy conforme del manejo que hizo el gobierno y la prensa. Estuvo mucho mejor pensado que las primeras veces (2005), que no se entendía que, poniendo tanta expectativa sobre una familia en particular, se genera toda una situación que era muy dañina y muy angustiante para el conjunto de los familiares de detenidos-desaparecidos. Y más aún para el familiar que se señalaba, porque después te ibas a enfrentar, seguramente a que no era. Los hallazgos han sido pocos. Hoy en día, tanto en la justicia, los medios y el propio Estado hay un mayor aprendizaje y eso se nota.
Estuve un tiempo con el apellido anterior, pero la sensación era que estaba escondiendo algo, cambiarme el apellido me liberó
¿Cómo han sido todos estos años? Pasaron 24 años ¿Cómo ha sido la relación con tu familia biológica? ¿Juan Gelman, tu abuelo, falleció en 2014. ¿Cómo fue toda esa reconstrucción?
No fue fácil. Por un lado hay una familia que fue, pero que te enteraste que no era, por otro lado hay otra familia que no sabías que existía y que era tu familia. Y eso se construye con la relación y se construye con el tiempo y con las vivencias. No fue sencillo y hubo muchos momentos complicados, pero también otros muy lindos. También estuvo la oportunidad de conocernos y de lograr la relación que pudimos, pero sobre todo quisimos no perder más tiempo del que ya habíamos perdido. El vínculo con mi abuelo fue muy lindo, pero no con pocas dificultades. En sus últimos años, hablábamos de cuánto nos costaba hablar del tema, de cómo nos costaba situarnos, cómo dolía, a pesar del paso de tantos años. Para mi abuelo era un dolor muy grande, y prácticamente, según él, igual al que sentía en aquella época. El tiempo había pasado, pero convivía con un dolor muy fuerte que no se había logrado transformar, y tampoco había logrado manejarlo. El tema de la desaparición es muy difícil, aunque el cuerpo de mi papá (Marcelo) fue encontrado, el de mi mamá (María Claudia), no. Todo es una situación muy perversa, muy jodida, más allá que uno presupone que están muertos, el cuerpo no está y eso deja abierta una posibilidad en la cabeza y en el corazón. Es difícil de describir. El vínculo con mi familia biológica, si bien ha tenido dificultades, ha sido lindo, es lo que correspondía, me han preguntado si me arrepiento, la verdad que no, no hay nada que prefiera más que saber la verdad, por más dura que sea. Construir y construirse, en base a conocer de dónde venís, cuál es tu historia, la historia de tu familia, es algo imprescindible. Nunca hubiera preferido no enterarme.
Ana María Mizrahi y Macarena Gelman, durante la entrevista en Montevideo. / Fotografía de la entrevistadora
¿Y cuándo te empezaron a decir Macarena Gelman, cuándo decidiste cambiarte el apellido y pasar a tener los apellidos de tus padres biológicos ¿Cómo fue?
El momento más conflictivo fue cuando tomé la decisión, por la edad (23 años) la tenía que tomar yo. Estuve un tiempo con el apellido que tenía anteriormente, pero cada vez que hablaba, la sensación era que estaba escondiendo algo, cambiarme el apellido me liberó. Sin embargo, me hubiera gustado tener la posibilidad de decidir algunas cosas, sobre todo cuando pregunté y se me dijo que no había ninguna documentación. No sabía que había una adopción legal, y sin embargo, eso apareció hace un año y medio (2021). Hubiera preferido saberlo antes. Mi madre (adoptiva) me decía que había firmado unos papeles pero no sabía explicarme qué. Encontrar esos documentos hace poco…, me queda la bronca de cómo no lo encontraron antes. Saberlo antes, no hubiera cambiado seguramente lo que iba a hacer, pero sí me hubiera gustado tener la verdad y eso fue lo que siempre he reclamado, luego lo que uno hace con eso es otra historia. El derecho está en saber la verdad.
Mi identidad se completa con esta búsqueda, la identidad la vamos forjando desde el minuto cero
En 2010 deciden concurrir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y posteriormente, durante la presidencia de José Mujica, la Corte Interamericana obliga al Estado uruguayo a buscar a tu madre, María Claudia García Iruleta Goyena ¿Cómo fue esta decisión de concurrir a la Corte?
Esa decisión surge de las posibilidades cerradas en la justicia uruguaya. En realidad, el sistema americano admite el caso ante la denegación de Justicia. Porque mi causa se cerró muchísimas veces. Acá la justicia no funcionaba para estas causas y no fue fácil. No fue algo que a mí me hubiera gustado hacer, pero no tuve otra alternativa, porque acá no encontraba respuestas. La Corte Interamericana obliga al Estado uruguayo a varias cosas, reconoce las violaciones a determinados derechos y que el Estado debe responder. Y como producto de este fallo, es que se intenta encontrarle una vuelta para reinterpretar la Ley de Caducidad, que impedía avanzar en estas causas y poder darles trámite. En definitiva, nos brinda el acceso a la justicia que nos correspondía. También incluye la búsqueda y un montón de cosas que hasta el día de hoy no están cumplidas en su totalidad. La búsqueda es uno de los aspectos pendientes y uno de los aspectos que ha sido más difícil de encarar. Al día de hoy, no cuento con más información por parte del Estado de la que contaba hace 23 o 24 años. Encontrar documentos que podrían ser un registro de mi nacimiento, nada de eso fue tramitado por el Estado (uruguayo) de la manera que correspondía, si bien, una vez que tomo conocimiento, accedo a la información. De alguna manera, el Estado me responde, aunque la búsqueda no se hizo, y menos la búsqueda de los restos. Es poca la información que se ha brindado, es un trabajo de muchísimos años y muy lento. Si este es el camino, vamos a estar muchísimos años para encontrar restos, y la prueba está, en que se podían encontrar y que se han encontrado algunos cuerpos. Sin una investigación acorde a las necesidades llevará muchísimos años, y me hubiera gustado que la búsqueda fuera un poco más diligente, que se hubiera asumido la responsabilidad con humildad y el aceptar que no se ha hecho lo suficiente.
Seguramente recuperar la identidad es mucho más que un examen de ADN ¿Has podido recuperar tu identidad?
Mi identidad se completa con esta búsqueda, la identidad la vamos forjando desde el minuto cero. Y no es algo que haya encontrado, sino algo que he completado sabiendo la verdad. Se generan cosas internamente, hay cuestiones que sabía pero no entendía, que no me cerraban. Creo que esto te permite completar la identidad, y liberarte de un montón de cosas que hasta entonces no había sido posible. Entender ayuda a comprenderse, el encuentro con la familia, reconocer cosas de uno en una familia que es la primera vez que la ves. Y entender por qué no te parecías tanto a la familia en la que estabas, descubrir cuestiones que son simples, los gustos por determinadas disciplinas, por determinadas cosas, que uno se puede reconocer en esa familia, que es muy loco, porque no la viste nunca en tu vida.
De niña hasta los 18, escribía poesía. Para mí es la forma que tengo de ordenar mi cabeza
¿Eso te paso?
Sí, me pasó desde el parecido físico, que quizás eso era lo de menos, hasta cuestiones de la personalidad o de determinadas cosas que te gustan. De niña hasta los 18, escribía poesía y, para mí, escribir hasta hoy, es la forma que tengo de ordenar mi cabeza. Mi gusto por la poesía no lo asociaba a la familia que conocía en ese momento. Mi abuelo (Juan Gelman) estudió química y también yo estudié química. Siempre hacíamos la broma que estudió química hasta que se dio cuenta de que lo de él era la poesía y que yo escribía hasta que me di cuenta de que lo mío era la química. Lamentablemente no terminé. Ese tipo de cosas y otras costumbres, inclusive aspectos de la personalidad, es muy impresionante y a la vez es muy lindo redescubrirse a la luz de la historia que me pertenece. A mí me pertenecen las dos historias. Lo que fui hasta los 23 años, ni cerca estoy de desconocerlo, también forma parte de mi personalidad y de mi identidad. Pero todo esto vino a completar y a dejar una búsqueda. Esa búsqueda será inherente a las personas, esa permanente búsqueda personal que hoy no me puedo imaginar sin tener mi historia completa.
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Carta abierta a mi nieto/a
El 12 de abril de 1995, el escritor y poeta argentino Juan Gelman publicó esta carta en el diario argentino Página 12.
“Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre, el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado ‘el Jardín’. Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron –y a vos con ella– cuando estuvo a punto de parir. Debe de haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar –así era casi siempre– a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado doce años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.
Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces, me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al que fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aun así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos –como se dice–, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de cómo se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.
También pensé todos estos años en qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez –y fueron varias– que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica –por ser suficientemente chico o chica– para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.
Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.
Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verde grises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera”.
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Las disculpas de Uruguay
La Corte IDH condenó al Estado uruguayo por la desaparición de la ciudadana argentina María Claudia García de Gelman. Macarena junto a su abuelo Juan Gelman demandaron al Estado uruguayo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el secuestro y desaparición de María Claudia García de Gelman.
La Corte IDH condenó al Estado uruguayo por la desaparición forzada de María Claudia y la apropiación y sustitución de identidad de Macarena.
El pedido de disculpas públicas por parte del Estado uruguayo llegó en 2012 donde el presidente José Mujica reconoció que el Estado era responsable “por la desaparición forzada de María Claudia García y por la supresión de la identidad de Macarena Gelman ocurrida desde su nacimiento hasta que se determinó su identidad y expresada como una forma de desaparición forzada”.
A 12 años de la sentencia de la Corte IDH en el Caso “Gelman vs. Uruguay” sigue sin saberse qué pasó con María Claudia García de Gelman.
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Macarena Gelman respondió a Javier Milei
En la reciente campaña electoral, el actual presidente argentino Javier Milei negó que hubiera 30.000 desaparecidos en Argentina. En esa oportunidad, Macarena Gelman le escribió una carta que fue publicada por el diario argentino Página 12.
En dicha misiva, Macarena contó su historia personal, el secuestro de sus padres, los traslados clandestinos y la desaparición de su madre.
“Entiendo que al candidato Milei esto no le parezca grave o lo justifique. Pero si lo va a justificar que lo haga sin disfrazarlo. Decir que fueron excesos es de una cobardía infinita y de un cinismo bestial”, señaló Gelman en la carta.
Además, afirmó: “Milei defiende el terrorismo de Estado y a los genocidas. Defiende secuestros, torturas, asesinatos y violaciones. Defiende el robo de bebés”.
Fuente:ctxt
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