18 de enero de 2024

Dibujos animados y dictadura: de la propaganda y la censura a la memoria y la denuncia.

 18 de Enero de 2024

Dibujos animados y dictadura: de la 

propaganda y la censura a la memoria y la 

denuncia


























Como parte de su intento por modelar una sociedad dócil a su mandatos, la dictadura cívico 
militar utilizó la propaganda y la censura de forma abrumadora. Tenían especial interés en 
formatear a las infancias de acuerdo a sus valores “occidentales y cristianos” por lo que las 
obras artísticas destinadas a este segmento recibieron particular atención. Y los dibujos 
animados no escaparon a esa lógica.

En 1977, en el momento más duro del terrorismo de Estado, el gobierno dicatorial difundió 
por los canales de televisión una progaganda animada que aun muchos recuerdan. Arrancaba 
mostrando una vaca siendo ordeñada por unos monstruos de cara geométrica y dientes filosos
ropa negra y rostros rosados que la dejan flaca, mientras una fábrica que está en el fondo se 
derrumba.

“Argentina, tierra de paz y de enorme riqueza. Argentina: bocado deseado por la subversión 
internacional que intentó debilitarla para poder dominarla. Fueron épocas tristes y de vacas 
flacas. Hasta que dijimos ¡Basta! ¡Basta de despojo, de abuso y de vergüenza! Hoy vuelve la 
paz a nuestra tierra. Y esa paz nos plantea un desafío: el de saber unirnos como hermanos en 
el esfuerzo de construir la Argentina que soñamos”, dice la voz en off de un locutor. Mientras
la vaca corre a las criaturas malignas. Al final, un gauchito la alimenta, la vaca se recupera y 
tiene un ternero. En la pantalla se lee la consigna que se propagaba también en otras piezas 
publicitarias televisivas e impresas de ese trágico momento: “Unámonos”.

Un antecedente de esta animación es un cortometraje de la década del 60. Se trata de 
“Mañas y patrañas de gente extraña”. Según explicó el especialista Fernando Martín Peña 
en un artículo publicado en El cohete a la luna, es “un dibujo animado producido por encargo
del Estado para pasar como complemento en los cines comerciales”.

Fue realizado por el estudio de José y Alfredo Zalnero. “Entre sus dibujantes figura Raúl Ávila
cuyo currículum indica que su paso por el estudio de los Zalnero fue entre 1963 y 1965. Ese 
dato sirve para fechar aproximadamente el corto en 1963, durante el gobierno de facto de José
María Guido y en pleno apogeo del anticomunismo vernáculo”, explica Peña, que destaca que
“el film se presenta como una fábula, protagonizada por animales antropomorfos a la usanza 
de Walt Disney y, de hecho, hay patos, ratones y tres chanchitos”, reseña . Como en la clásica 
historia, en lugar de un lobo, llega un zorro a perturbar la tranquilidad y el orden. En lugar de 
soplar las casitas, este villano imprime volantes, inventa rumores, brinda discursos y quiere 
cometer atentados.

“Y otra vez, sin creer en más patrañas, siguió en paz y progreso su destino sin detenerse 
nunca en el camino a escuchar a quien trae ideas extrañas. Recordemos todos bien el cuento, 
que esto puede pasar en cualquier momento”, concluye la voz del narrador.

En materia de censura, la dictadura que asoló al país entre 1976 y 1983, fue aún más
cavernaria que los otros gobiernos militares. Por ejemplo, como refleja la muestra itinerante 
"Libros que muerden", prohibieron obras como “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry
o canciones como “El twist del Mono Liso” de María Elena Walsh. También censuraron dibujo
animados, como la recordada serie “Erase una vez el hombre”, la serie educativa francesa 
creada por Albert Barillé, con coproducción de otros países europeos, Canadá y Japón.

Así lo recuerda la periodista Verónica Smink en la BBC: “Los militares ordenaron a Argentina
Televisora Color levantar el ciclo luego de que el Episcopado se quejó de que el programa 
había puesto en tela de juicio el concepto de la creación divina como origen del mundo. 
También molestó un capítulo que denunciaba la contaminación ambiental”.

Desde su primer capítulo, la serie apelaba a las explicaciones científicas y no a la religiosidad 
para explicar el origen de la humanidad. Y en su último capítulo, mostraba las consecuencias 
desastrosas para la naturaleza que generaría en el futuro una sociedad basada en el consumo. 
En España y en Chile los gobiernos dictatoriales también censuraron la serie.

En Argentina, se sumó que la historieta que se vendía en paralelo al programa “sufrió una 
curiosa forma de censura: los militares hicieron colocar calcomanías de un grupo musical 
popular en esa época (la banda española Los Parchís), sobre una página de uno de los tomos 
que contenía una referencia a la Iglesia considerada ofensiva”, recuerda la periodista.

El texto ocultado burdamente mostraba al sacerdote John Ball, uno de los protagonistas de la 
vuelta campesina inglesa de 1381, acusando a “esa gente vestida de terciopelo que tiene los 
vinos y los buenos panes mientras nosotros tenemos la avena y la paja”. Además aparecía Jan
Huss, uno de los precursores de la Reforma Protestante que murió quemado en la hoguera, 
hablando de “esas criaturas de Satán que escogen el estado eclesiástico para comer bien, 
vestirse bien y poseer la estima”. Con paciencia y cuidado, se podía despegar el pegote de los 
archís y acceder a la información tapada.

Otras obras animadas muy significativas tuvieron que esperar el retorno de la democracia para
poder ser exhibidas. Una de ellas es “Caraballo mató un gallo”, de Simón Felman.  

Es un corto basado en una canción popular antillana y que fue producida con la técnica de 
papel recortado. Fue estrenada en 1976 en Colombia pero hubo que esperar hasta 1983 para 
que se reestrene en Argentina, donde luego fue rescatado por el programa “Caloi en su tinta” 
de la TV Pública.

El más consagrado de los directores de animación argentina, Manuel García Ferré, también 
uvo que esperar a que terminara la dictadura para estrenar “Ico el caballito valiente”. 
Aparentemente, a los censores les molestaba la música de la productora, que era de Mikis 
Theodorakis, famoso por “Zorba el griego” y por su lucha antidictatorial. Recién en 1987 se 
estrenó en las salas de nuestro país.

Hay dos detalles en la película que llaman mucho la atención y sobre los que García Ferré 
nunca dijo nada. Uno es la imagen de la mamá de Ico, con un pañuelo en la cabeza, preguntándose 
qué será de su hijo que ya no está más con ella. El otro es que en el castillo del Rey a donde
el protagonista de la película va a entrenarse para formar parte de la caballeriza del Rey, hay 
una historia tenebrosa: todas las noches desaparece un caballo. Cuando Larguirucho denuncia 
a situación ante el monarca y su consejero, el Duque Negro, lo detienen. Los animales no lo 
quieren ayudar porque tienen miedo.

Tanto en el caso de García Ferré como en el de Feldman, el terrorismo de Estado se ensañó 
con sus familias.

En el caso del artista gráfico creador de “Anteojito”, según cuenta el periodista Marcelo 
Larraquy en “Fuimos soldados”, tuvo un familiar directo desaparecido: Ernesto “El Chino” 
García Ferré, militante montonero de 24 años. En el caso de Feldman, en 1978 los genocidas 
desaparecieron y fusilaron a su hija Laura, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios 
(UES) que tenía 19 años.

En aquellos años de persecución y muerte, se seguían proyectando dibujos animados. Aunque 
suene insólito, uno de los personajes más populares del momento, la Pantera Rosa, se vió 
involucrado con los dictadores.

En septiembre de 1975, unos meses antes del golpe, el personaje creado por Friz Freleng en 
1963 compartió la tapa de la “Gente” con el jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla. La revista 
contenía una entrevista ficticia a la caricatura y un perfil adulatorio del futuro dictador, según 
rescató el periodista Federico Kukso.

El detalle curioso es que luego se supo que el jefe de la marina, el también genocida Emilio
Eduardo Massera, en su afán por ridiculizarlo en el marco del enfrentamiento que tenían, 
apodó a Videla como “Pantera rosa”, por el parecido físico que supuestamente tenían.

Muy lejos de esta odiosa comparación, hace poco la Pantera rosa fue noticia por ser el centro 
de una disputa en Uruguay por su utilización en la campaña por el referéndum sobre la Ley 
de Urgente Consideración en Uruguay.

Al principio de la década de los 80 se estrenó en Argentina una de las primeras series animadas 
japonesas en llegar al país, muy recordada por quienes llegaron a verla: “Capitán Reimar” (o
Capitán Harlock en el original), del genial creador Leiji Matsumoto.

Seguramente, los censores no se percataron de su contenido y por eso pudo ser vista en la 
televisión. El protagonista es un pirata espacial perseguido por un gobierno autoritario hiper 
militarizado en un contexto distópico.

Memoria, verdad y justicia

En los últimos años, la animación es parte de las obras creativas que colaboran con la lucha 
por memoria, verdad y justicia. Los casos más difundidos son los de “La asombrosa excursión
de Zamba a la Casa Rosada” y el capítulo “Zamba pregunta: ¿qué es la identidad”, en el que 
aparece la abuela de Plaza de Mayo Estela de Carlotto. Son herramientas indispensables para 
educar en las escuelas y los hogares sobre qué pasó durante la dictadura.

Seguramente, los censores no se percataron de su contenido y por eso pudo ser vista en la 
televisión. El protagonista es un pirata espacial perseguido por un gobierno autoritario hiper 
militarizado en un contexto distópico.

Memoria, verdad y justicia

En los últimos años, la animación es parte de las obras creativas que colaboran con la lucha 
por memoria, verdad y justicia. Los casos más difundidos son los de “La asombrosa excursión
de Zamba a la Casa Rosada” y el capítulo “Zamba pregunta: ¿qué es la identidad”, en el que 
aparece la abuela de Plaza de Mayo Estela de Carlotto. Son herramientas indispensables para 
educar en las escuelas y los hogares sobre qué pasó durante la dictadura.

Dos obras recientes demuestran la actualidad de la temática y de la animación como recurso 
artístico. Una de ellas es “Un oscuro día de Injusticia”, un cortometraje animado de 2018 
dirigido por Julio Azamor y Daniela Fioere, ganador del Festival de La Habana, que recorre 
el último día en la vida de Rodolfo Walsh, desde su casa en San Vicente, pasando por el tren 
Roca, la estación Constitución y la esquina de San Juan y Entre Ríos, donde fue secuestrado.

La otra obra fue hecha del otro lado de la cordillera. Es el corto chileno “Bestia”, de Hugo 
Covarrubias, que fue nominado en la categoría mejor corto animado de los premios Oscar 
2022. Se trata de dos obras que tratan sobre las atrocidades de la dictadura, en Argentina y en
Chile, de enorme nivel artístico que logran difusión internacional.  (Telam)
Fuente:DiarioPlatense

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