Imagen: Raael Yohai
El hombre de remera, campera y pantalón de jean, que arrastra su cansada simpatía como puede, saluda con un apretón de manos y se desploma en uno de los sillones de la recepción del hotel, como pidiendo una tregua, antes de que la seguidilla de entrevistas le borre la sonrisa y le gane la partida a su sentido del humor. El sociolingüista francés Louis-Jean Calvet publicó en abril de 1974 Lingüística y colonialismo, un análisis histórico de las relaciones entre discurso colonial y discurso lingüístico, que pronto se convirtió en una suerte de devocionario entre los militantes europeos, africanos y latinoamericanos de la diversidad lingüística. El libro lo investía de un protagonismo que él no había elegido, le devolvía una imagen difícil de aceptar. Se sentía atrapado dentro del rol de denunciante de la “glotofagia”, la acción simbólica y punitiva de suponer las otras lenguas inferiores a la propia, pero al mismo tiempo las instituciones de la francofonía lo consideraban “un temible izquierdista” que accionaba contra su lengua. “Mi castellano es una mierda, pero podemos comunicarnos”, dice Calvet en un tono irónico, como si coqueteara con ocupar el espacio del indómito izquierdista.
¿Cuántas lenguas habla este buen señor, uno de los principales referentes de la sociolingüística francesa?, quiere saber PáginaI12 por una cuestión de curiosidad. “Es la pregunta que siempre nos hacen a los lingüistas. Puedo dar una conferencia en inglés, francés, español e italiano, pero también puedo sobrevivir en chino, alemán, árabe, ruso, griego, en dos o tres lenguas africanas, para comer, beber, pedir un cheque de avión. Es un mito que los lingüistas deben hablar un montón de lenguas. Eso es en el circo –bromea Calvet, invitado por la embajada de Francia y la Alianza Francesa, y se ríe con ganas—. Para dar una conferencia en inglés tengo que trabajar, no puedo improvisar. Puedo hablar tres o cuatro lenguas, pero nada más.” Calvet nació en Túnez, donde vivió hasta los dieciocho años. “En mi primera juventud el francés era la lengua de mi familia y de la escuela, pero en la calle se hablaba árabe y siciliano, un dialecto del italiano –recuerda el teórico francés—. Este multilingüismo ambiental despertó mi interés por las lenguas. La Babel es una realidad, una característica del mundo; si deseamos conocer otras culturas, otras visiones del mundo, debemos aprender las lenguas.”
Calvet confirma que se hablan aproximadamente 7000 lenguas en el mundo, “pero esto cambia cada día porque hay una tendencia a multiplicar este número, a considerar como lenguas formas habladas que antes eran dialectos”, aclara. “Así como hay lenguas que desaparecen, hay lenguas que nacen. Hoy decimos que hay una lengua que se llama español, pero mañana puede que haya lenguas que se llamen argentino, mexicano; hay una tendencia hacia la diferenciación –explica el sociolingüista—. Con la globalización te podés comunicar a escala mundial a través del inglés, que es la lengua hipercentral. Pero no es el inglés que se habla en Cambridge o en Oxford; es el globish, el inglés que se habla en la globalización, una forma muy pobre que sólo usa quinientas palabras. Si escuchamos a un alemán hablando con un japonés de comercio, el inglés que hablan no es el mismo que habla la reina de Inglaterra como representante del Estado. El problema de la reina es que no habla ninguna lengua.”
–Suena a comentario típico de un francés contra los ingleses...
–Pero también es un comentario típico de los americanos. Hay gente que dice en los Estados Unidos que Bush no habla en inglés. Hay libros muy humorísticos que llaman bushism a las formas lingüísticas de Bush, a los errores que comete.
–¿Cómo impacta la globalización en el entramado de las lenguas?
–En el modelo que llamo gravitacional, hay una lengua eje, el inglés, la lengua hipercentral, y alrededor gravitan una decena de lenguas, el francés, el español, el árabe, el ruso, el chino, el malayo. El predominio del inglés es una foto de una situación sincrónica; no sabemos cuál será la lengua central, el inglés del mañana.
–Al principio las lenguas debían pagar un “derecho de aduana” para acceder a Internet, pero usted señala que así como las lenguas pertenecen a aquellos que las hablan, Internet pertenece a aquellos que la utilizan. ¿Está creciendo la participación de las lenguas en la web?
–Sí, y eso es muy interesante. Al principio era imposible escribir en Internet en castellano o en francés con los acentos. Ahora Unicode permite escribir en todas las lenguas del mundo. Hace quince años Internet sólo estaba en inglés; hoy hay páginas en chino, francés, español, alemán, y hay montones de sitios en pequeñas lenguas. Un cambio técnico, el pasaje de Ascii a Unicode, ha dado como resultado un cambio cualitativo. Esto quiere decir que el dominio del inglés no es absoluto; las pequeñas lenguas pueden encontrar su propio lugar y su propio uso en la red.
–Uno de los miedos más extendidos entre los franceses es a “la contaminación” de la lengua al entrar en contacto con la inmigración árabe. ¿Por qué ese contacto es entendido como un peligro?
–A los que tienen ese temor los llamo “los ayatollás de las lenguas” porque siempre las lenguas han tomado préstamos de otras; por ejemplo, en castellano, todas las palabras que empiezan con “a” vienen del árabe, como “alcalde”, “almohada”... Si viven, todas las lenguas cambian. Una lengua que no cambia es una lengua muerta, como el latín o el griego antiguo. No hay que tener miedo a la contaminación, ese temor me parece francamente una estupidez. Hay que explicar a la gente que cada día necesitamos nuevas palabras, que podemos construir o tomar palabras de otras lenguas.
–¿Cómo toman los franceses este planteo?
–Una mayoría piensa lo contrario de lo que yo digo, pero hay que hacerles entender que una lengua que no cambia es una lengua que va a morir.
Todas las lenguas, tarde o temprano, morirán. Pero para Calvet, un teórico y militante de la diversidad que rechaza el discurso político lingüísticamente correcto (“no todas las lenguas son iguales”, advierte), no todas las muertes son iguales. “Hay muchas lenguas indígenas que se han perdido en nombre de la comunicación, en nombre del lenguaje”, plantea el autor de Lingüística y colonialismo, libro que abre con una cita de Roland Barthes: “Robar a un hombre su lenguaje, en nombre de ese mismo lenguaje: allí comienzan todos los asesinatos legales”.
“La globalización es un hecho, pero podemos organizar el mundo lingüístico a través del respeto por las otras lenguas, para que cada uno pueda comunicarse en inglés, si quiere viajar y trabajar en otros países, o hablar la lengua de su pueblo –propone Calvet—. Y eso es difícil porque hay una tendencia a olvidar la lengua de los padres. Tal vez los padres deciden no hablarles a sus hijos en sus propias lenguas porque un quichua o un guaraní puede pensar que es mejor para sus hijos que hablen el español, para tener éxito en la vida, en la escuela, en la universidad. Pero cómo explicar que es importante hablar en inglés, pero que también es importante conservar la lengua identitaria. En Africa la gente habla en diferentes lenguas, pero en América del Sur hubo una masacre lingüística. Sólo en Perú, Ecuador y Bolivia se hablan lenguas indígenas.”
–En Paraguay se habla guaraní...
–Dicen que Paraguay es un país bilingüe, que el guaraní y el español están en el mismo nivel. ¡Pero es una broma! En el aeropuerto de Asunción no hay ni una palabra escrita en guaraní, sólo en español o en inglés. Los nombres de las calles no están escritos en guaraní.
–La dictadura de Stroessner prohibió el guaraní.
–Pero hoy tienen una democracia.
–Las herencias de las dictaduras en América latina aún se sienten...
–Es obvio que casi toda la población paraguaya es bilingüe, pero es más importante hablar el español que el guaraní. Hay un problema de función social de las lenguas. El guaraní es la lengua de la calle, de la familia, del mercado, de la proximidad, pero el castellano es la lengua de la universidad, de la política; no tienen las mismas funciones sociales. Y decir que en Paraguay hay un bilingüismo real es casi una broma.
Calvet subraya que hay que proteger la diversidad de las lenguas. “El inglés es obviamente la lengua más importante del mundo, pero el guaraní, el quechua, también tienen su importancia. Por eso creo que debemos defender la diversidad lingüística. Cada lengua es una visión diferente y necesaria de la cultura.” En Francia hay tres millones de hablantes árabes que van a la escuela. “Lo interesante es que el árabe que hablan no es el árabe oficial de sus países de origen. En los países árabes, la lengua oficial es el árabe clásico, el árabe del Corán, que ninguno habla. Entonces hacen una mezcla de árabe y francés para comunicarse con los amigos de la misma edad, y tal vez también mezclan algunas lenguas africanas. Y están en su derecho. El único problema es saber si pueden hablar el francés estándar.”
–Si no hablan un francés estandarizado se les cierran todas las puertas, ¿no?
–Claro, porque la lengua es una llave social. Para encontrar un trabajo interesante, importante, hay que hablar el francés oficial, como hay que hablar aquí el castellano oficial. El deber de la educación, de la escuela, para los niños que hablan esa mezcla de árabe y francés, es enseñarles a hablar otra forma de francés. Hay diferentes niveles de lengua: no hablamos el mismo francés dando un curso en la universidad o jugando a las cartas en un café. Pero si hay gente que no puede hablar una variedad alta, se origina una fractura social que produce una fractura lingüística. Y esto es un problema democrático. El deber del Estado es dar la lengua del Estado a todos los inmigrantes; tenemos el derecho de hablar la lengua del país. Si no hablamos la lengua del país, se van a construir ghettos, pequeñitos grupos, y eso es lo contrario de la integración.
–¿Cómo es la situación ahora: hay intentos de integración o prevalece la construcción de ghettos?
–Es difícil de responder. Hoy no podemos saber qué forma de lengua hablarán los hijos de los inmigrantes, y éste es un punto importante. No sabemos si los padres les van a transmitir el francés estándar o una mezcla. Si les transmiten la mezcla, entonces se va a dar una fluctuación muy difícil, lo contrario de la integración. No sé cuál será la lengua central, el eje de la comunicación global, el inglés del mañana en dos siglos, pero va a cambiar. También las lenguas de los pequeños pueblos van a cambiar. Pero una vez más los ayatollás de las diferentes lenguas piensan que el autor de Lingüística y colonialismo debe defender las pequeñas lenguas, y no preocuparse del francés o del español. ¡Es una estupidez! Hay que inventar una política lingüística que les dé su propio sitio a todos los idiomas del mundo.
(Fuente:Pagina12-Silvina Friera).
¿Cuántas lenguas habla este buen señor, uno de los principales referentes de la sociolingüística francesa?, quiere saber PáginaI12 por una cuestión de curiosidad. “Es la pregunta que siempre nos hacen a los lingüistas. Puedo dar una conferencia en inglés, francés, español e italiano, pero también puedo sobrevivir en chino, alemán, árabe, ruso, griego, en dos o tres lenguas africanas, para comer, beber, pedir un cheque de avión. Es un mito que los lingüistas deben hablar un montón de lenguas. Eso es en el circo –bromea Calvet, invitado por la embajada de Francia y la Alianza Francesa, y se ríe con ganas—. Para dar una conferencia en inglés tengo que trabajar, no puedo improvisar. Puedo hablar tres o cuatro lenguas, pero nada más.” Calvet nació en Túnez, donde vivió hasta los dieciocho años. “En mi primera juventud el francés era la lengua de mi familia y de la escuela, pero en la calle se hablaba árabe y siciliano, un dialecto del italiano –recuerda el teórico francés—. Este multilingüismo ambiental despertó mi interés por las lenguas. La Babel es una realidad, una característica del mundo; si deseamos conocer otras culturas, otras visiones del mundo, debemos aprender las lenguas.”
Calvet confirma que se hablan aproximadamente 7000 lenguas en el mundo, “pero esto cambia cada día porque hay una tendencia a multiplicar este número, a considerar como lenguas formas habladas que antes eran dialectos”, aclara. “Así como hay lenguas que desaparecen, hay lenguas que nacen. Hoy decimos que hay una lengua que se llama español, pero mañana puede que haya lenguas que se llamen argentino, mexicano; hay una tendencia hacia la diferenciación –explica el sociolingüista—. Con la globalización te podés comunicar a escala mundial a través del inglés, que es la lengua hipercentral. Pero no es el inglés que se habla en Cambridge o en Oxford; es el globish, el inglés que se habla en la globalización, una forma muy pobre que sólo usa quinientas palabras. Si escuchamos a un alemán hablando con un japonés de comercio, el inglés que hablan no es el mismo que habla la reina de Inglaterra como representante del Estado. El problema de la reina es que no habla ninguna lengua.”
–Suena a comentario típico de un francés contra los ingleses...
–Pero también es un comentario típico de los americanos. Hay gente que dice en los Estados Unidos que Bush no habla en inglés. Hay libros muy humorísticos que llaman bushism a las formas lingüísticas de Bush, a los errores que comete.
–¿Cómo impacta la globalización en el entramado de las lenguas?
–En el modelo que llamo gravitacional, hay una lengua eje, el inglés, la lengua hipercentral, y alrededor gravitan una decena de lenguas, el francés, el español, el árabe, el ruso, el chino, el malayo. El predominio del inglés es una foto de una situación sincrónica; no sabemos cuál será la lengua central, el inglés del mañana.
–Al principio las lenguas debían pagar un “derecho de aduana” para acceder a Internet, pero usted señala que así como las lenguas pertenecen a aquellos que las hablan, Internet pertenece a aquellos que la utilizan. ¿Está creciendo la participación de las lenguas en la web?
–Sí, y eso es muy interesante. Al principio era imposible escribir en Internet en castellano o en francés con los acentos. Ahora Unicode permite escribir en todas las lenguas del mundo. Hace quince años Internet sólo estaba en inglés; hoy hay páginas en chino, francés, español, alemán, y hay montones de sitios en pequeñas lenguas. Un cambio técnico, el pasaje de Ascii a Unicode, ha dado como resultado un cambio cualitativo. Esto quiere decir que el dominio del inglés no es absoluto; las pequeñas lenguas pueden encontrar su propio lugar y su propio uso en la red.
–Uno de los miedos más extendidos entre los franceses es a “la contaminación” de la lengua al entrar en contacto con la inmigración árabe. ¿Por qué ese contacto es entendido como un peligro?
–A los que tienen ese temor los llamo “los ayatollás de las lenguas” porque siempre las lenguas han tomado préstamos de otras; por ejemplo, en castellano, todas las palabras que empiezan con “a” vienen del árabe, como “alcalde”, “almohada”... Si viven, todas las lenguas cambian. Una lengua que no cambia es una lengua muerta, como el latín o el griego antiguo. No hay que tener miedo a la contaminación, ese temor me parece francamente una estupidez. Hay que explicar a la gente que cada día necesitamos nuevas palabras, que podemos construir o tomar palabras de otras lenguas.
–¿Cómo toman los franceses este planteo?
–Una mayoría piensa lo contrario de lo que yo digo, pero hay que hacerles entender que una lengua que no cambia es una lengua que va a morir.
Todas las lenguas, tarde o temprano, morirán. Pero para Calvet, un teórico y militante de la diversidad que rechaza el discurso político lingüísticamente correcto (“no todas las lenguas son iguales”, advierte), no todas las muertes son iguales. “Hay muchas lenguas indígenas que se han perdido en nombre de la comunicación, en nombre del lenguaje”, plantea el autor de Lingüística y colonialismo, libro que abre con una cita de Roland Barthes: “Robar a un hombre su lenguaje, en nombre de ese mismo lenguaje: allí comienzan todos los asesinatos legales”.
“La globalización es un hecho, pero podemos organizar el mundo lingüístico a través del respeto por las otras lenguas, para que cada uno pueda comunicarse en inglés, si quiere viajar y trabajar en otros países, o hablar la lengua de su pueblo –propone Calvet—. Y eso es difícil porque hay una tendencia a olvidar la lengua de los padres. Tal vez los padres deciden no hablarles a sus hijos en sus propias lenguas porque un quichua o un guaraní puede pensar que es mejor para sus hijos que hablen el español, para tener éxito en la vida, en la escuela, en la universidad. Pero cómo explicar que es importante hablar en inglés, pero que también es importante conservar la lengua identitaria. En Africa la gente habla en diferentes lenguas, pero en América del Sur hubo una masacre lingüística. Sólo en Perú, Ecuador y Bolivia se hablan lenguas indígenas.”
–En Paraguay se habla guaraní...
–Dicen que Paraguay es un país bilingüe, que el guaraní y el español están en el mismo nivel. ¡Pero es una broma! En el aeropuerto de Asunción no hay ni una palabra escrita en guaraní, sólo en español o en inglés. Los nombres de las calles no están escritos en guaraní.
–La dictadura de Stroessner prohibió el guaraní.
–Pero hoy tienen una democracia.
–Las herencias de las dictaduras en América latina aún se sienten...
–Es obvio que casi toda la población paraguaya es bilingüe, pero es más importante hablar el español que el guaraní. Hay un problema de función social de las lenguas. El guaraní es la lengua de la calle, de la familia, del mercado, de la proximidad, pero el castellano es la lengua de la universidad, de la política; no tienen las mismas funciones sociales. Y decir que en Paraguay hay un bilingüismo real es casi una broma.
Calvet subraya que hay que proteger la diversidad de las lenguas. “El inglés es obviamente la lengua más importante del mundo, pero el guaraní, el quechua, también tienen su importancia. Por eso creo que debemos defender la diversidad lingüística. Cada lengua es una visión diferente y necesaria de la cultura.” En Francia hay tres millones de hablantes árabes que van a la escuela. “Lo interesante es que el árabe que hablan no es el árabe oficial de sus países de origen. En los países árabes, la lengua oficial es el árabe clásico, el árabe del Corán, que ninguno habla. Entonces hacen una mezcla de árabe y francés para comunicarse con los amigos de la misma edad, y tal vez también mezclan algunas lenguas africanas. Y están en su derecho. El único problema es saber si pueden hablar el francés estándar.”
–Si no hablan un francés estandarizado se les cierran todas las puertas, ¿no?
–Claro, porque la lengua es una llave social. Para encontrar un trabajo interesante, importante, hay que hablar el francés oficial, como hay que hablar aquí el castellano oficial. El deber de la educación, de la escuela, para los niños que hablan esa mezcla de árabe y francés, es enseñarles a hablar otra forma de francés. Hay diferentes niveles de lengua: no hablamos el mismo francés dando un curso en la universidad o jugando a las cartas en un café. Pero si hay gente que no puede hablar una variedad alta, se origina una fractura social que produce una fractura lingüística. Y esto es un problema democrático. El deber del Estado es dar la lengua del Estado a todos los inmigrantes; tenemos el derecho de hablar la lengua del país. Si no hablamos la lengua del país, se van a construir ghettos, pequeñitos grupos, y eso es lo contrario de la integración.
–¿Cómo es la situación ahora: hay intentos de integración o prevalece la construcción de ghettos?
–Es difícil de responder. Hoy no podemos saber qué forma de lengua hablarán los hijos de los inmigrantes, y éste es un punto importante. No sabemos si los padres les van a transmitir el francés estándar o una mezcla. Si les transmiten la mezcla, entonces se va a dar una fluctuación muy difícil, lo contrario de la integración. No sé cuál será la lengua central, el eje de la comunicación global, el inglés del mañana en dos siglos, pero va a cambiar. También las lenguas de los pequeños pueblos van a cambiar. Pero una vez más los ayatollás de las diferentes lenguas piensan que el autor de Lingüística y colonialismo debe defender las pequeñas lenguas, y no preocuparse del francés o del español. ¡Es una estupidez! Hay que inventar una política lingüística que les dé su propio sitio a todos los idiomas del mundo.
(Fuente:Pagina12-Silvina Friera).
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