3 de diciembre de 2008

UNA INVESTIGACION EN EQUIPO RECOGE TESTIMONIOS E HISTORIAS DEL CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIONES-"EL POZO".

“Sentimos la necesidad de reconstruir una memoria”

Hugo Papalardo, ex detenido en El Pozo, y José Rubio, estudiante de Antropología, brindaron detalles sobre la investigación. Enrique Galletto

Al cumplirse seis años de trabajo en el que fuera el mayor centro clandestino de detención, desaparición y tortura de la ciudad de Rosario durante la última dictadura militar; el Equipo de Investigación por la Memoria Político Cultural (Eimepoc) presenta el libro “El Pozo (ex Servicio de Informaciones). Un centro clandestino de detención, desaparición, tortura y muerte de personas de la ciudad de Rosario”, hoy a las 19.30 en Sadop (Montevideo 1567).
Como resultado de varios años de investigación y trabajo colectivo desarrollado por el Eimepoc en el marco del proyecto “Antropología política del pasado reciente: recuperación y análisis de la memoria histórico-política (Rosario, 1955-1983)”, el libro analiza testimonios orales y arqueológicos sobre el oscuro y desolador lugar de la ex Jefatura de Policía de la Provincia de Santa Fe, en pleno centro urbano de la ciudad de Rosario, más precisamente en las instalaciones del Servicio de Informaciones de la Unidad Regional II, donde se practicó la detención, desaparición, tortura y muerte de personas durante los años de plomo. Equiparable a la Esma en Buenos Aires, o a La Perla en Córdoba, el sitio es considerado por los organismos de derechos humanos como el epicentro de la represión y terrorismo de Estado en el sur provincial durante los años 1976-1979. El equipo de trabajo formado por jóvenes estudiantes e investigadores de historia y antropología de la Universidad Nacional de Rosario, así como de los sobrevivientes que pasaron por el lugar, comenzaron una forma de recuperación del lugar a partir de las “bajadas”, una recorrida para los visitantes que servía para intentar abrir el espacio a la sociedad y llevar a la ciudadanía a plantearse nuevos interrogantes.En una entrevista con El Ciudadano, Hugo Papalardo (del Colectivo ex Presos Políticos) y José Rubio (estudiante de Antropología) expresaron sus puntos de vista acerca de los objetivos e interrogantes que plantea el libro.
—¿El libro está compuesto a partir de las entrevistas a ex detenidos?
—(José Rubio): Ésa es una parte importante pero también tiene la recopilación de todo el trabajo que nosotros hicimos en El Pozo. Con esto me refiero a los recorridos que hacíamos con gente que iba a visitar el lugar a lo que le agregamos una especie de dinámica interesante. Después de entrar en el sitio y explicar cómo funcionaban las cosas allí adentro se realizaban unos talleres donde los visitantes volcaban sus impresiones a partir de lo que habían visto y oído.
—¿Cuál es el objetivo de este libro?
—(Rubio): El objetivo es dar a conocer una parte bastante oculta de nuestra historia. Lo hacemos de esta manera, con el testimonio de los sobrevivientes y con el aporte de una comunidad que se acercó a colaborar, esto es el equipo de antropología que analizó las inscripciones que había en las paredes y que comenzó a indagar en una serie de cuestiones que todavía no fueron tenidas en cuenta por nuestra sociedad.
—(Hugo Papalardo): Desde el Colectivo de ex Presos Políticos nos sentimos identificados con lo que comienzan a trabajar estos jóvenes y empezamos a tener muchas coincidencias en cuanto a los objetivos. Uno de ellos, y quizás el más importante, es reconstruir una memoria que no puede ser única, ni exclusiva, ni propiedad de unos pocos, ni parcial. Sentimos la necesidad de reconstruir una memoria con el aporte de todos. Estos jóvenes fueron los primeros que nos pidieron que contemos nuestra memoria de acuerdo a lo que somos y a lo que vivimos. No intentaron intervenir en nuestros relatos. Como militantes políticos sabemos que la memoria debe ser colectiva y no lo que intentaron hacer con la “teoría de los dos demonios”, de partir a la sociedad. Por eso nosotros somos sólo una parte de la memoria y para formular el resto debe intervenir la sociedad.
—¿Qué es la memoria para ustedes?
—(Papalardo): Para mí la memoria es el grado de conciencia, de conocimiento de las cosas y de experiencia que se transmite de generación en generación en una familia u otro grupo y que es su principal capital. Así se trasmite lo que hay que hacer, lo que no hay que hacer y los errores cometidos en el pasado. Todo esto tiene un fundamento práctico, no teórico. Cuando nosotros nos iniciamos en la militancia hacia fines de los 60, nos formamos sobre los conocimientos de lo que habían vivido los viejos militantes pero también sobre lo que nos enseñaban nuestros viejos que, en muchos casos, eran antiperonistas pero igual todo fue para un fondo común. Muchos terminamos siendo peronistas escuchando a nuestros mayores, a los obreros, a los estudiantes, a los profesores. Esa era la memoria que recibimos y aprendimos que había que tener lealtad en la militancia y buscar en la política una forma de justicia social y no de lucro personal. Cortar esa memoria le sirve a los poderosos para mantenernos en este estado de injusticia.
—¿Por qué los llevaron a ustedes a El Pozo?
—(Papalardo): Este país tiene una historia de luchas y represiones. La del año 76 es la represión de mayor nivel, pero eso no quiere decir que las anteriores no hayan sido feroces. Se bombardeó la Plaza de Mayo en el 55, se fusiló en el 56, entre otras (represiones) que hacen eclosión en el 76. En la Argentina hubo un enfrentamiento desde sus orígenes y nosotros por formar parte de un proyecto político, así como mucha gente que soñaba con recuperar el país que había vivido. Toda esta parte de la sociedad le hacía frente a las dictaduras. Para imponer el proyecto económico y político de (el ex ministro de Economía de la última dictadura, José Alfredo) Martínez de Hoz se aniquiló a toda la fuerza sindical y después a las agrupaciones sociales y políticas. Así fue que caímos nosotros. Yo fui detenido en el 77 porque yo en ese entonces formaba parte de la Juventud Universitaria Peronista, el brazo universitario de Montoneros. Estuve ahí detenido con un montón de compañeros, tuve la suerte de que me reconocieran después de unos días y de salir en libertad.
—¿Por qué se analizaron las marcas, las escrituras en las paredes de esa cárcel?
—(Rubio): En nuestra generación, nosotros también teníamos un vacío en cuanto a esta historia. A partir del trabajo en El Pozo empezamos a sentir la ausencia de ese grupo que nos precedió, ese sujeto histórico que no estaba. Esas marcas dispararon el interés por conocerlos y fue que buscamos a los sobrevivientes para hacerles preguntas, para sentarnos en una mesa de café y que nos cuenten no solamente lo que les pasó en El Pozo, sino también qué habían hecho anteriormente. Nos encontramos con gente muy parecida a nosotros, con sueños, con errores y con sentimientos.
(Fuente:Elciudadano).

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