31 de marzo de 2009

A 33 AÑOS DEL ULTIMO GOLPE.

Fotos: Roberto Castro
Por Tali Goldman.
La cita fue en la sede de Abuelas. Apenas entraron, Vicky, Pedro y Horacio se abrazaron, hacía tiempo que no se veían y se alegraron al enterarse de que compartirían algunas horas juntos. Entre chistes, risas y anécdotas, caminaron juntos como si fueran hermanos hacia la plaza de los dos Congresos. “Es muy loco esto, pero es lo que nos pasa”, explicaron. “Todos los nietos tenemos un vínculo único. Tal vez sólo nos hablamos un par de veces, pero es como si nos conociéramos de toda la vida. Hay mucha empatía y, sobre todo, mucho cariño”. Aunque cueste, para ellos es claro: “por lo general, todos manejamos un mismo manualcito”. Y es que la historia es tan distinta, y a su vez tan igual... El grabador se enciende y las palabras nacen entremezclando un profundo dolor y una alegría inmensa. El genocidio de Estado sigue mostrando su faceta más terrible. Ellos, el costado más esperanzador.
Identidades. Pedro Luis Nadal García fue Luis Alberto Ferian hasta 2004. Pensaba que era hijo de un suboficial y su mujer, quienes lo criaron hasta los 29 años. Siendo Luis tuvo dos hijos, y mientras la tercera estaba en camino llegó la orden judicial, la que requería que se hiciera un ADN. A los dos meses dio positivo. Ya no era quien creía ser. Su padre biológico aún estaba vivo, ya que se había exiliado a Francia junto a su otro hijo. Su madre es una de las 30.000 desaparecidas. Lamentablemente no tuvo la suerte de conocer a sus abuelos, quienes fallecieron semanas antes de enterarse de que su larga búsqueda había dado resultado.
Victoria Montenegro fue María Sol Tetzlaff hasta 2001. “El jefe del operativo del que desaparecieron mis papás biológicos, es la persona que me crió y a la cual le digo papá”. Ella no se avergüenza, “yo me crié con los militares. Con mi viejo pasaba el verano y los fines de semana en los cuarteles. Yo estaba enamoradísima de él, para mi era todo”. En el año 1993, el oficial fue alertado por un juez amigo que las “viejas locas” lo estaban “jodiendo” y le pedían que investigara su caso. Como muestra de fidelidad, el letrado archivó la causa y las cosas siguieron el curso normal.
“Yo nunca dudé sobre mi identidad y eso era loco porque mi papá era alemán. Alto, rubio, y de ojos verdes. Pero claro, yo quería ser hija de él (risas)”. Cuando Victoria cumplía los 15 años, la situación parecía no poder dilatarse más y la prueba de sangre se hacía inminente. “Pase lo que pase yo me quedo con vos”, le dijo ella a su padre de crianza. Después de 8 años, el resultado del ADN dio 99.9% que no era hija de quien ella creía ser. “Bueno, no me importa, yo me quedo con mi 0,1%”, chillaba la nena llena de angustia. Pero la verdad estaba frente a Victoria, aunque no la quería ver.
Horacio Pietragalla Corti fue César Castillo hasta 2003. Criado por Lina –la empleada doméstica del coronel Tetzlaff, apropiador de Victoria– y Chacho. Ya desde la adolescencia el muchacho de casi dos metros de altura, a diferencia de la baja estatura de sus apropiadores, tenía dudas. “Mi padrino adoptivo era el milico, me parecía muy raro que el patrón de mi madre de crianza fuera mi padrino. Empecé a buscar su nombre en el libro Nunca más. Y cuando yo tenía 16 salió a la luz lo de Victoria y eso me generó a mí la fantasía. Un día le pregunté a mi hermana de crianza si se acordaba de cuando Lina estaba embarazada de mí y ahí ella dudó”. Después de varios años, Horacio se acercó a la Conadi, y lo que había sido sospecha se convirtió en realidad.
La vida despuEs de la vida. El delito que se le imputa a los apropiadores es el de “secuestro y retención de un menor de 10 años, falsificación de documento y ocultamiento de identidad”. La pena mínima es de 5 años y es carcelable. Ante este panorama, los tres coincidieron en que ya recuperada su identidad, el momento más duro de su vida fue enfrentar a la familia que los había criado hasta ese entonces.“Los primeros momentos seguí viendo a mi madre de crianza, pero no era lo mismo”, confesó Pedro, “ella me fue alejando de alguna manera, a pesar de que yo quise mantener el vínculo. Me hacía sentir culpable de todo lo que le estaba pasando con la Justicia, hasta me amenazó de muerte”.
Victoria encaró las cosas en dirección totalmente opuesta. “No justifico lo que ellos hicieron, sé que está mal, pero soy sincera conmigo misma. Yo los quiero a pesar de todo y por eso sigo manteniendo mi relación. Mi papá falleció el año pasado y a mi mamá la tengo conmigo”. Esto es, según contó, lo que le permitió poder acercarse a su familia biológica paterna y establecer un vínculo al que ella califica como “feliz”. Por el contrario, con su familia sanguínea materna, la relación no prosperó. “Según ellos a mí me crió el enemigo y no pueden respetar que yo los quiera. Lo bueno es que los pude conocer, pero ya no me interesa verlos nuevamente por ahora”.
Horacio fue enfático: “No los odio, lo que siento es decepción. Yo siempre me mostré tal cual era, y ellos no”. Además, contó que en un principio hizo todo lo posible para que ellos estuvieran bien, “logré que estén en una comisaría y no en un penal, que estén juntos, y ellos, en cambio, me decían: ‘por tu culpa estamos acá’. Nosotros somos los víctimas de esto, aunque nos cueste asumirlo, no ellos”. Pero no fueron solamente ellos los que tuvieron que cambiar su identidad. En el caso de Pedro y Vicky también lo tuvieron que hacer sus hijos. “El más grande no entendía por qué yo lo alejaba de su abuela o por qué yo estaba enojado con ella. Realmente fue muy duro para él también”, relata Pedro. “Todavía el chiquito dice que se llama Tetzlaff –mi apellido de crianza–”, contó Victoria, entre risas. “Ellos conocieron a su abuelo, por eso les cuesta entender que tienen otros abuelos muertos. Yo, igualmente, les digo que él es su abuelo del corazón y que lo van a seguir queriendo siempre, como yo”. Para ellos, como para el resto de los nietos recuperados, la fecha del 24 de marzo es emblemática. Tristeza, dolor y soledad es lo que sienten cuando marchan junto a la foto de sus padres. Por eso, se horrorizaron tanto cuando por estos días tuvieron que ser testigos de las nefastas declaraciones que exigían “mano dura” o “pena de muerte”. “Esto demuestra que como sociedad no aprendemos nada. No entendemos que no se tienen que buscar soluciones inmediatas, sino que es un proceso. Hay un desprecio tremendo por la vida”. Y coinciden “si queremos recordar a nuestros viejos, es mediante la lucha. Lo que pasa es que todavía como conjunto seguimos con el miedo que instaló la dictadura. El de no meterte en quilombos, no ir a marchar. Todavía hay miedo a la represión”.“Abuelas va a continuar en nosotros”, concluyeron emocionados casi llegando al final de la entrevista. Además, contaron que el banco genético de datos va a estar dispuesto hasta el 2050, es decir al promedio de vida al que van a llegar. Esto hará que gente de 70 años todavía no conozca su verdadera identidad. “Cómo seguir adelante es un tema que estamos aprendiendo. Pero no se preocupen, esto va a estar vivo siempre”.
(Fuente:Rdendh).

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