El aspirante de la izquierda Mauricio Funes venció a Rodrigo Avila, ex director de la Policía Nacional.
En El Salvador, se terminó la hegemonía de la derecha.
En El Salvador, se terminó la hegemonía de la derecha.
Por primera vez en la historia de este país, la izquierda conquistó el poder.
Con el 90 por ciento de las mesas escrutadas, al cierre de esta edición el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) contaba con el 51,20 por ciento de los votos frente a un 48,70 por ciento cosechado por Arena, la coalición de derecha que gobernó al país los últimos 20 años.
“El pueblo demostró hoy que está preparado para la alternancia”, dijo un eufórico Mauricio Funes, el candidato del FMLN, declarándose presidente electo.
De este modo, la ex guerrilla de izquierda llegó ayer al poder a través de las urnas. Funes, el periodista, venció a Rodrigo Avila, ex director de la Policía Nacional.
Y es que si bien las encuestas indicaban que ambos candidatos tenían las mismas chances de ganar, el empate no se permite en estos casos.
Y es que si bien las encuestas indicaban que ambos candidatos tenían las mismas chances de ganar, el empate no se permite en estos casos.
La balanza se inclinó. La izquierda ganó. La jornada electoral comenzó a las siete de la mañana. El folklore se desplegó y rápidamente los centros de votación se vieron abarrotados de puestos de venta de comida.
El aroma que copó las calles fue el de las tradicionales pupusas –tortillas de maíz rellenas de frijoles, carne de cerdo o queso–, así como todo tipo de bebidas frutales, excepto, claro, las alcohólicas, prohibidas por la veda.
Rosibel Hernández, una viuda que ofrecía a 25 centavos de dólar dos tortillas acompañadas con pescados fritos, votó por el Frente y pidió que se le de una chance de gobernar.“Es necesario para este país darle una oportunidad al Frente, porque ya son 20 años de Arena”, explicó. Y precisó sus deseos. “Si gana Funes le pediré una casa mejor, que no haya delincuencia y trabajo para mis hijos.”
Por el contrario, Georgina Hernández, una enfermera vestida con una camisa con el rostro de Rodrigo Avila, apostó por la continuidad. “Así estamos bien. No quisiera que vengan otros a gobernar. El Salvador tiene que seguir como hasta ahora”, remarcó.
A su vez, los salvadoreños con residencia en el exterior pudieron votar por primera vez en su país de origen. Jorge Alberto Tejada, de 39 años, llegó para votar al FMLN desde Arlington, Virginia. “Vine a votar por el FMLN porque debemos ayudar a mejorar el país, así nuestros hermanos salvadoreños no tienen que buscarse un futuro lejos de su patria, que eso es bien duro”, precisó.
Pasado el mediodía, los cómputos indicaban que el 36,7 por ciento de los 4,3 millones de salvadoreños ya habían pasado por las urnas. Al menos así lo habían hecho los principales protagonistas.
Elías Antonio Saca, presidente saliente de la coalición gobernante de derecha, pidió a sus compatriotas que acudan a votar masivamente en un ambiente de fiesta, declarándose confiado en el triunfo de su partido. “El país está caminando en democracia y nadie va a detener este proceso. Este es un día para celebrar”, afirmó.
Sin embargo, el candidato oficialista fue más prudente, al señalar que cualquier escenario era posible. “Uno tiene que prepararse para cualquier resultado, de manera madura y responsable”, advirtió Avila, el dos veces ex director de la Policía Civil.
El opositor Mauricio Funes se mostró más optimista al momento de emitir su voto. “Esperen los resultados con mucha tranquilidad, vamos a ganar esta elección, no cabe ninguna duda”, aseguró a sus seguidores cerca del mediodía. No obstante, Funes denunció que el oficialismo no habría respetado los tiempos de la campaña electoral, y que ciudadanos de otros países vecinos habrían sido movilizados para votar por el partido gobernante. “Arena continuó haciendo propaganda después de terminada la campaña. Además, ha movilizado a ciudadanos guatemaltecos, nicaragüenses y hondureños,a los que habilitó para votar ilegalmente a favor de su candidato”, disparó.
No obstante, Oscar Luna, procurador para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador, destacó la normalidad de la votación. “Estos comicios se están llevando a cabo en un clima de perfecta transparencia y sintonía democrática. Hubo algunos incidentes, sí, pero aislados”, señaló. Entonces cayó la tarde. Se hicieron las cinco y las mesas cerraron en tiempo y forma. Los votos comenzaron a contarse. La tensión se desató. Pero cuando apenas dos horas después comenzaron a filtrarse pronósticos favorables a Funes y, a pesar de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) todavía no había ofrecido datos oficiales, las calles se empezaron a desbordar. La militancia del FMLN comenzó a lanzar fuegos artificiales, sonaron las bocinas de los autos y muchos balcones de la capital empezaron a vestirse con las banderas de la ex guerrilla de izquierda. Luego todo fue una fiesta y El Salvador se tiñó de rojo.
El viernes de la semana pasada, Tom Shannon, responsable para América latina del Departamento de Estado norteamericano, había asegurado que Estados Unidos respetaría el resultado de las elecciones y trabajaría con el ganador, independientemente de su credo político. Todo indica que ahora, Washington deberá negociar y lidiar con los ex guerrilleros a quienes tanto combatió durante la década del ’80. “El pueblo salvadoreño ha exigido un cambio. Estamos empezando una nueva etapa de nuestra historia. Un partido de izquierda gobernará El Salvador. La democracia se ha fortalecido. Se terminó la intolerancia. Viva la democracia”, clamó Mauricio Funes, presidente electo.
Rosibel Hernández, una viuda que ofrecía a 25 centavos de dólar dos tortillas acompañadas con pescados fritos, votó por el Frente y pidió que se le de una chance de gobernar.“Es necesario para este país darle una oportunidad al Frente, porque ya son 20 años de Arena”, explicó. Y precisó sus deseos. “Si gana Funes le pediré una casa mejor, que no haya delincuencia y trabajo para mis hijos.”
Por el contrario, Georgina Hernández, una enfermera vestida con una camisa con el rostro de Rodrigo Avila, apostó por la continuidad. “Así estamos bien. No quisiera que vengan otros a gobernar. El Salvador tiene que seguir como hasta ahora”, remarcó.
A su vez, los salvadoreños con residencia en el exterior pudieron votar por primera vez en su país de origen. Jorge Alberto Tejada, de 39 años, llegó para votar al FMLN desde Arlington, Virginia. “Vine a votar por el FMLN porque debemos ayudar a mejorar el país, así nuestros hermanos salvadoreños no tienen que buscarse un futuro lejos de su patria, que eso es bien duro”, precisó.
Pasado el mediodía, los cómputos indicaban que el 36,7 por ciento de los 4,3 millones de salvadoreños ya habían pasado por las urnas. Al menos así lo habían hecho los principales protagonistas.
Elías Antonio Saca, presidente saliente de la coalición gobernante de derecha, pidió a sus compatriotas que acudan a votar masivamente en un ambiente de fiesta, declarándose confiado en el triunfo de su partido. “El país está caminando en democracia y nadie va a detener este proceso. Este es un día para celebrar”, afirmó.
Sin embargo, el candidato oficialista fue más prudente, al señalar que cualquier escenario era posible. “Uno tiene que prepararse para cualquier resultado, de manera madura y responsable”, advirtió Avila, el dos veces ex director de la Policía Civil.
El opositor Mauricio Funes se mostró más optimista al momento de emitir su voto. “Esperen los resultados con mucha tranquilidad, vamos a ganar esta elección, no cabe ninguna duda”, aseguró a sus seguidores cerca del mediodía. No obstante, Funes denunció que el oficialismo no habría respetado los tiempos de la campaña electoral, y que ciudadanos de otros países vecinos habrían sido movilizados para votar por el partido gobernante. “Arena continuó haciendo propaganda después de terminada la campaña. Además, ha movilizado a ciudadanos guatemaltecos, nicaragüenses y hondureños,a los que habilitó para votar ilegalmente a favor de su candidato”, disparó.
No obstante, Oscar Luna, procurador para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador, destacó la normalidad de la votación. “Estos comicios se están llevando a cabo en un clima de perfecta transparencia y sintonía democrática. Hubo algunos incidentes, sí, pero aislados”, señaló. Entonces cayó la tarde. Se hicieron las cinco y las mesas cerraron en tiempo y forma. Los votos comenzaron a contarse. La tensión se desató. Pero cuando apenas dos horas después comenzaron a filtrarse pronósticos favorables a Funes y, a pesar de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) todavía no había ofrecido datos oficiales, las calles se empezaron a desbordar. La militancia del FMLN comenzó a lanzar fuegos artificiales, sonaron las bocinas de los autos y muchos balcones de la capital empezaron a vestirse con las banderas de la ex guerrilla de izquierda. Luego todo fue una fiesta y El Salvador se tiñó de rojo.
El viernes de la semana pasada, Tom Shannon, responsable para América latina del Departamento de Estado norteamericano, había asegurado que Estados Unidos respetaría el resultado de las elecciones y trabajaría con el ganador, independientemente de su credo político. Todo indica que ahora, Washington deberá negociar y lidiar con los ex guerrilleros a quienes tanto combatió durante la década del ’80. “El pueblo salvadoreño ha exigido un cambio. Estamos empezando una nueva etapa de nuestra historia. Un partido de izquierda gobernará El Salvador. La democracia se ha fortalecido. Se terminó la intolerancia. Viva la democracia”, clamó Mauricio Funes, presidente electo.
El largo camino del FMLN
El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional surgió en octubre de 1980 como una alianza de organizaciones guerrilleras dispuestas a unirse para combatir al gobierno y a las Fuerzas Armadas. El conflicto en El Salvador duró hasta 1992.
Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) combatió esta vez a través de las urnas para conquistar el poder político en el país. Principal fuerza democrática de izquierda en esa nación centroamericana, el FMLN tiene en su haber una larga historia de lucha en contra de sucesivos gobiernos militares apoyados por los Estados Unidos. Durante los años ’80, esta pequeña nación se convirtió en uno de los epicentros de la Guerra Fría en el continente americano.
La historia del FMLN viene de lejos. En la década del ’70, distintas elecciones presidenciales signadas por el fraude electoral llevaron a la presidencia a coroneles y generales. Por aquella época, en El Salvador el 10 por ciento de la población apenas gozaba del 80 por ciento de las riquezas del país. En este contexto y bajo el influjo de un clima de época, comenzaron a surgir organizaciones guerrilleras de izquierda para combatir la creciente desigualdad social junto con la cada vez mayor represión paramilitar de los sucesivos gobiernos. Buscando una articulación a nivel nacional, las distintas guerrillas comenzaron a mantener una relación de cooperación cada vez más intensa con las organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles, lo que se conoció en aquella época como los frentes de masas.
Por su parte, los sucesivos gobiernos militares trataron de contener el crecimiento de estos movimientos con una represión de proporciones brutales, ejecutada por los cuerpos de seguridad del Estado y el grupo paramilitar Orden. Para finales de la década del 70, los asesinatos selectivos de maestros, dirigentes campesinos, sindicales y estudiantes universitarios ya eran moneda corriente en el país.
En esta situación, el FMLN surgió en octubre de 1980 como una alianza de distintas organizaciones político militares de izquierda dispuestas a unirse para combatir al gobierno y a su instrumento de represión, las Fuerzas Armadas. La figura de inspiración histórica fue Farabundo Martí, histórico militante comunista en la década del 20, quien, luego de ser secretario personal de Augusto Cesar Sandino en Nicaragua, fue fusilado en su país tras liderar varios intentos de revolución campesina. Las riendas del FMLN quedaron en manos de Schafik Handal. Este, un hijo de inmigrantes palestinos, sería no solamente el secretario general del PCS durante más de veinte años sino que lideraría la casi totalidad de la lucha revolucionaria del FMLN contra los gobiernos militares.
A partir de ese mismo año 1980, la represión gubernamental fue total y El Salvador vivió una carnicería que duró más de una década. Tras la llamada Ofensiva General en 1981 en la que los guerrilleros del FMLN bajaron de las montañas e intentaron, sin éxito, conquistar la ciudad capital y las principales ciudades, El Salvador ya no estuvo solo para lidiar con su propio derramamiento de sangre: Estados Unidos se involucró de lleno en el conflicto.
Y es que si bien los sucesivos gobiernos salvadoreños habían mantenido una firme alianza con sus pares estadounidenses desde mediados del siglo XX, enviando a la mayoría de los altos mandos castrenses a recibir instrucción a la tristemente célebre Escuela de las Américas, el inicio de los años 80 fue un punto de quiebre en la intromisión de la superpotencia en los asuntos centroamericanos.
En este sentido, la llegada del actor Ronald Reagan a la Casa Blanca a comienzos del ’81, implicó que el manto de la Guerra Fría cubrió por completo a esta nación lindante con el Pacífico. Reagan presentó la ofensiva guerrillera de ese año como la prueba más contundente del avance del imperio del mal –la Unión Soviética– en el patio trasero de su país y entonces Washington inundó de armas a El Salvador. La guerrilla, a su vez, recibió el apoyo del gobierno sandinista desde Nicaragua, al punto que cientos de militantes cruzaron al país vecino para empuñar las armas.
Pero el gobierno movilizó a la totalidad del ejército y la policía a fin de combatir a la insurgencia. Surgieron decenas de grupos paramilitares y policías que, con el apoyo de los empresarios y terratenientes, crearon los llamados escuadrones de la muerte, grupos que se dedicaron a cometer masacres en las zonas rurales de donde el FMLN obtenía su mayor apoyo. Sumado a los dólares y las armas que fluían desde Washington, El Salvador se empapó de sangre y se evitó el triunfo guerrillero.
En 1990, las dos partes aceptaron que la ONU oficiara de mediador en el conflicto y se iniciaron conversaciones de paz a fin de encontrar una alternativa a las armas. Tras verificar la desmovilización de ambos bandos, en enero de 1992 se firmaron en México los acuerdos de Chapultepec. El conflicto duró de 1980 a 1992 y dejó un saldo de 75.000 muertos y más de 7000 desaparecidos, además del 40 por ciento de la población sumida en la pobreza.
Desde ese entonces, los tiempos de la política marcaron los pasos del FMLN. Convertido en partido, la dirección dedicó muchos esfuerzos a lo largo de la década del 90 por intentar eliminar las distintas tendencias y corrientes al interior de la formación y así lograr una conducción más centralizada. Las presidenciales del 94, 99 y 2004 significaron derrotas en las urnas. Sin embargo, el Frente nunca paró de organizarse y crecer. A comienzos de este año ganó la mayoría en las legislativas. Y fue por más.
(Fuente:Rdendh-Informe:Martin Suaya).
El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional surgió en octubre de 1980 como una alianza de organizaciones guerrilleras dispuestas a unirse para combatir al gobierno y a las Fuerzas Armadas. El conflicto en El Salvador duró hasta 1992.
Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) combatió esta vez a través de las urnas para conquistar el poder político en el país. Principal fuerza democrática de izquierda en esa nación centroamericana, el FMLN tiene en su haber una larga historia de lucha en contra de sucesivos gobiernos militares apoyados por los Estados Unidos. Durante los años ’80, esta pequeña nación se convirtió en uno de los epicentros de la Guerra Fría en el continente americano.
La historia del FMLN viene de lejos. En la década del ’70, distintas elecciones presidenciales signadas por el fraude electoral llevaron a la presidencia a coroneles y generales. Por aquella época, en El Salvador el 10 por ciento de la población apenas gozaba del 80 por ciento de las riquezas del país. En este contexto y bajo el influjo de un clima de época, comenzaron a surgir organizaciones guerrilleras de izquierda para combatir la creciente desigualdad social junto con la cada vez mayor represión paramilitar de los sucesivos gobiernos. Buscando una articulación a nivel nacional, las distintas guerrillas comenzaron a mantener una relación de cooperación cada vez más intensa con las organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles, lo que se conoció en aquella época como los frentes de masas.
Por su parte, los sucesivos gobiernos militares trataron de contener el crecimiento de estos movimientos con una represión de proporciones brutales, ejecutada por los cuerpos de seguridad del Estado y el grupo paramilitar Orden. Para finales de la década del 70, los asesinatos selectivos de maestros, dirigentes campesinos, sindicales y estudiantes universitarios ya eran moneda corriente en el país.
En esta situación, el FMLN surgió en octubre de 1980 como una alianza de distintas organizaciones político militares de izquierda dispuestas a unirse para combatir al gobierno y a su instrumento de represión, las Fuerzas Armadas. La figura de inspiración histórica fue Farabundo Martí, histórico militante comunista en la década del 20, quien, luego de ser secretario personal de Augusto Cesar Sandino en Nicaragua, fue fusilado en su país tras liderar varios intentos de revolución campesina. Las riendas del FMLN quedaron en manos de Schafik Handal. Este, un hijo de inmigrantes palestinos, sería no solamente el secretario general del PCS durante más de veinte años sino que lideraría la casi totalidad de la lucha revolucionaria del FMLN contra los gobiernos militares.
A partir de ese mismo año 1980, la represión gubernamental fue total y El Salvador vivió una carnicería que duró más de una década. Tras la llamada Ofensiva General en 1981 en la que los guerrilleros del FMLN bajaron de las montañas e intentaron, sin éxito, conquistar la ciudad capital y las principales ciudades, El Salvador ya no estuvo solo para lidiar con su propio derramamiento de sangre: Estados Unidos se involucró de lleno en el conflicto.
Y es que si bien los sucesivos gobiernos salvadoreños habían mantenido una firme alianza con sus pares estadounidenses desde mediados del siglo XX, enviando a la mayoría de los altos mandos castrenses a recibir instrucción a la tristemente célebre Escuela de las Américas, el inicio de los años 80 fue un punto de quiebre en la intromisión de la superpotencia en los asuntos centroamericanos.
En este sentido, la llegada del actor Ronald Reagan a la Casa Blanca a comienzos del ’81, implicó que el manto de la Guerra Fría cubrió por completo a esta nación lindante con el Pacífico. Reagan presentó la ofensiva guerrillera de ese año como la prueba más contundente del avance del imperio del mal –la Unión Soviética– en el patio trasero de su país y entonces Washington inundó de armas a El Salvador. La guerrilla, a su vez, recibió el apoyo del gobierno sandinista desde Nicaragua, al punto que cientos de militantes cruzaron al país vecino para empuñar las armas.
Pero el gobierno movilizó a la totalidad del ejército y la policía a fin de combatir a la insurgencia. Surgieron decenas de grupos paramilitares y policías que, con el apoyo de los empresarios y terratenientes, crearon los llamados escuadrones de la muerte, grupos que se dedicaron a cometer masacres en las zonas rurales de donde el FMLN obtenía su mayor apoyo. Sumado a los dólares y las armas que fluían desde Washington, El Salvador se empapó de sangre y se evitó el triunfo guerrillero.
En 1990, las dos partes aceptaron que la ONU oficiara de mediador en el conflicto y se iniciaron conversaciones de paz a fin de encontrar una alternativa a las armas. Tras verificar la desmovilización de ambos bandos, en enero de 1992 se firmaron en México los acuerdos de Chapultepec. El conflicto duró de 1980 a 1992 y dejó un saldo de 75.000 muertos y más de 7000 desaparecidos, además del 40 por ciento de la población sumida en la pobreza.
Desde ese entonces, los tiempos de la política marcaron los pasos del FMLN. Convertido en partido, la dirección dedicó muchos esfuerzos a lo largo de la década del 90 por intentar eliminar las distintas tendencias y corrientes al interior de la formación y así lograr una conducción más centralizada. Las presidenciales del 94, 99 y 2004 significaron derrotas en las urnas. Sin embargo, el Frente nunca paró de organizarse y crecer. A comienzos de este año ganó la mayoría en las legislativas. Y fue por más.
(Fuente:Rdendh-Informe:Martin Suaya).
No hay comentarios:
Publicar un comentario