Diego Genoud, desde Chamical
Gennaro. El sacerdote de Chamical logró nuevos testimonios sobre la muerte de Angelelli.
En paralelo con la causa judicial que lleva adelante el juez federal de La Rioja Daniel Piedrabuena, la Iglesia católica avanza con una investigación propia sobre el asesinato de monseñor Enrique Angelelli, ocurrido el 4 de agosto de 1976. La decisión de la curia, que rompió con tres décadas de silencio e indiferencia frente al crimen del obispo riojano, empieza a arrojar datos significativos.
El encargado de llevar adelante la reconstrucción de las circunstancias que rodearon la muerte del obispo de La Rioja es el arzobispo emérito de Resistencia monseñor Carmelo Giaquinta. La investigación eclesiástica coincide con la decisión judicial de ordenar la exhumación y autopsia del cadáver del obispo, que se realizará el 22 de abril próximo y será practicada por el Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Hace dos años, Giaquinta –que tiene 78 años y es historiador– comenzó a trabajar en un informe exhaustivo por decisión del cardenal Jorge Bergoglio. “Le preguntó a todos y cada uno de los obispos qué sabían de la muerte de Angelelli y de sus causas”. El que habla es José Luis Gennaro, el actual sacerdote de Chamical que conoce como pocos la persecución a los sectores progresistas de la Iglesia en La Rioja. Crítica de la Argentina lo entrevistó en la misma parroquia que Angelelli visitó pocas horas antes de su muerte. El obispo riojano investigaba la muerte de dos sacerdotes de esta ciudad que habían sido asesinados muy poco tiempo antes. “Él sale de acá con una carpeta de los autores materiales e ideológicos del doble crimen. La información se pierde en el supuesto accidente, pero él, con astucia y mansedumbre evangélica, había hecho tres copias y finalmente la información llegó al Episcopado”.
Gennaro es un franciscano que fue compañero de uno de los curas asesinados y ya había sido cura del pueblo durante la década del 80. Mientras ahonda en su memoria y relata lo que sabe, el nudo que le aprieta la garganta deriva en lágrimas.
Cuenta que, por invitación suya, Giaquinta viajó a Chamical a fines de 2008 y se encargó de tomar testimonio a dos testigos de identidad reservada que jamás habían hablado. “Yo lo acompañé a Punta de Llanos. Fuimos adonde estaba la cabina telefónica más próxima al lugar del vuelco. Después del, entre comillas, “accidente”, se cortan los teléfonos por una hora. Una de las personas que trabajaba en la garita –y que corta los teléfonos– es la que mintió diciendo que había visto el vuelco. Ahora, este nuevo testigo, que tenía la concesión de la cabina telefónica en su casa, cuenta que ellos le piden hablar con la Base de la Fuerza Aérea y dicen “‘misión cumplida’ o palabras similares”, afirma Gennaro. No es el único aporte que consta en la investigación del Episcopado.
“Hace muy poco, tuvimos de primera mano el testimonio de quien quizás sea la última persona inocente que lo vio, justo en una curva, pasando por Punta de los Llanos. Es un ex policía de la provincia que iba de a caballo y lo ve pasar a Angelelli manejando él la Fiat Multicarga”. De allí surge que el vehículo iba a unos 60 kilómetros por hora. El testigo estima, entonces, que en seis minutos la Multicarga llegó al lugar donde lo mataron.
El testimonio es importante porque durante años la verdad oficial se basó en un informe de la policía, donde se aseveraba que el conductor de la camioneta era el sacerdote Arturo Pinto y que Angelelli había muerto aplastado en el supuesto vuelco accidental porque iba en el asiento del acompañante. “Algunos, con interés o inocencia, han dicho que manejaba Pinto y que la causa de la muerte era un vuelco”, explica Gennaro. “Ahora sabemos que, seis kilómetros antes de llegar a Punta de los Llanos, Angelelli se cruza con esta persona que lo ve, le toca bocina y lo saluda. Él ve que monseñor recibe el mate y ve que atrás venía el Peugeot blanco”.
El obispo que protegía a sus sacerdotes y resistía los negociados
Al momento de su muerte, monseñor Enrique Angelelli investigaba el doble crimen de dos de sus colaboradores más cercanos, Carlos Murias y Gabriel Longueville, ocurrido el 18 de julio de 1976. Muy poco tiempo antes, los dos sacerdotes de Chamical habían iniciado una investigación con el respaldo del obispo de La Rioja. “Había un grupo de operaciones allegado a los militares que se iba a quedar con La Merced de La Chimenea. Era un negocio con 40 mil hectáreas, camino a Olta, sobre las sierras. Tenían un proyecto e iban a embaucar a la gente que no tiene títulos de propiedad. Carlos se lo comenta a Angelelli y el obispo le dice: deciles que no firmen nada”, recuerda Gennaro, que fue compañero de Murias en el seminario.
El mes pasado, la Sala B de la Cámara Federal de Córdoba confirmó el procesamiento del jefe de la Base de la Fuerza Aérea en Chamical, comodoro Luis Estrella, y del comisario retirado del pueblo, Domingo Vera, como coautores de privación ilegítima de la libertad, tormentos y homicidio calificado. Está previsto que el juicio oral y público comience en La Rioja entre julio y agosto próximos.
(Fuente:Rdendh).
No hay comentarios:
Publicar un comentario