2 de mayo de 2009

CHACO: FALLECIÓ AYER DOÑA RAMONA BARRIENTOS DE ROLÓN.

Ayer falleció Doña Ramona Barrientos de Rolón, esposa de Don Ignacio Rolón, poeta nuestro. Madre de Carlos Armando Rolón (19), militante de la Juventud Peronista, secuestrado entre Lomas de Zamora y Constitución, camino a su trabajo. Doña Ramona era miembro fundadora de Madres de Plaza de Mayo, desde sus reclamos en la vereda de la Casa de Gobierno, en 1977, antes de su expulsión represiva hacia la plaza y en torno a la pirámide histórica. Me llamó Miguelito Rolón, su nieto y me pidió una reflexión de la Abuela Ramona, con la que militamos, aún en su vejez, por los derechos humanos de los desaparecidos y compartimos la experiencia inolvidable de su cumpleaños. Sufrida, paciente y estoica. Una matriarca, una macha y una Madre Coraje. Bosquin Ortega

RAMONA BARRIENTOS DE ROLÓN:
MADRE CORAJE DEL CHACO

“Menos tu vientre, todo es confuso”.
Miguel Hernández

Ya cerró el círculo de su vida y de su plaza. Desde ayer, retornó al inicio de su búsqueda, al comienzo de su vigilia de 36 años, y al encuentro supremo con el destino de su corazón. Hoy, Ramona Barrientos de Rolón, correntina donada al Chaco, vecina de Villa Prosperidad, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, pionera en la provincia, une su rota luz a la de Carlos Armando Rolón (19), en el invicto esplendor de una patria sin ocaso. Ya brillan victoriosos en la unidad del amor, alumbrados por la ley del vientre materno, metáfora viviente de la Creación.
Ha vuelto para nacerse, luego de una ausencia sin orillas, abierta y suspensa entre dos siglos, desde el alba del 11 de Enero de 1977, cuando secuestraron a Carlos, su hijo menor, militante de la Juventud Peronista, camino al trabajo, durante el trayecto de Lomas de Zamora a Constitución.
Ramonita, como la ternurizaba Ignacio Rolón, su esposo -poeta, cantor y ganapan, autor de Soy Chaqueño, una saga de invención y edición dilatadas- caminó, sin eufemismos, durante cinco años el país, sin tregua, bajo la intemperie de las circunstancias y el imperio de las necesidades. Soportó tribulaciones sucesivas por caminos y distancias, pero la fe en la Virgen de Itatí, fue su avío único para la travesía. Su rosa de los vientos la guió, convencida, por regimientos, guarniciones y comisarías.
Se presentaba en nombre de su maternidad. Su firmeza crecía inversa a su desamparo. No concebía mayor autoridad sobre la tierra que el mandato de una madre por su hijo. Sin más hábeas corpus que su dolor sin adjetivos, se paraba frente al portón del regimiento y pedía hablar con el responsable. Insistía, inmune al desaliento, hasta que la fatiga de paciencia o el fastidio límite, le concedían la entrevista. Conciente de su reclamo logró hablar, entre otros, con José David Alberto Ruíz Palacios, secretario de Interior, subordinado de José Albano Harguindeguy, el ministro que las había llamado, meses antes, “Las locas de la plaza”. Lacónico, aseveró desconocer la identidad del secuestrado. Doña Ramona contó que luego de varios intentos, fallidos, para llegar, otra vez, al Capitán Fernández (nombre de guerra de Ruíz Palacios), un subalterno del despacho contiguo, testigo auditivo del diálogo, agobiado o persuadido por la obstinada convicción, le confesó, al pasar: “Señora, no me comprometa, pero el coronel sabe dónde está su hijo”. Su memoria octogenaria nunca olvidó ese gesto de súbita piedad.
Doña Ramona, se reunía con otras madres en las iglesias y, después, en la vereda de la Casa de Gobierno, mientras reclamaban por el paradero de su progenie. El rosáceo mutismo del palacio, ocupado por los sicarios castrenses, les devolvía sus clamores que persistían con las semanas. También, la indiferencia y el pánico de la gente, ignorante del bestiario planificado, las juzgaba como las familiares de los terroristas. Lucían un pañal en sus cabezas, emblema originario, que mutó, luego, en un pañuelo blanco, bordado con el nombre de sus hijos y la consigna Aparición con Vida.
Una tarde, una carga ligera de los pretorianos federales las expulsó hacia la plaza. Decidieron replegarse en torno a la Pirámide de Mayo, centro del damero urbano. Había que resistir, sin abandonar el espacio de las denuncias. El 30 de Abril de 1977 decidieron quedarse en la Plaza. Fue un sábado, pero eligieron los jueves. Ramona y sus pares, desde el coraje de la especie, comenzaron a transfigurar aquel anillo de palomas consteladas y la historia cívica de la Argentina. Sin otra intuición que su reclamo de entrañas, lo adoptaron centro de su radio de lucha. Ese obelisco fue, en principio, el reloj solar que marcó las tres de la tarde -hora nona del Calvario- como los noventa minutos de una ronda materna que concentra a más de tres décadas sucesivas. Un monumento con el gorro frigio en la altura y el pañuelo blanco en su hondura, símbolo de una épica amorosa y planetaria.
Allí estuvo Ramona Barrientos de Rolón, paso a paso, vientre a vientre, con Hebe Pastor de Bonafini, Azucena Villaflor de Vincenti, Mary Ponce, Esther Balestrino de Cariada, María del Rosario, Juanita, Cota, Susana, Tati Almeida, Laura Bonaparte y otras Madres; testimonio anónimo que pertenece, ahora, al patrimonio inalienable de los pueblos que fundan futuro en la memoria. La memoria es la Madre del recuerdo. Ser es memorar.
Julio Huasi, poeta inmolado en su belleza, la quiso madre a la patria. En honor a su visión, digamos Ramona Barrientos de Rolón, Matria Nuestra.


Bosquín Ortega
(Fuente:Rdendh).

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