Grandes titulares registraron la medida judicial que ordenó la necropsia de los restos de Monseñor Enrique Angelelli. El 22 de abril fueron retirados del panteón de los obispos, en la catedral de La Rioja. Un equipo de peritos de la Corte Suprema de Justicia y Mario Vignolo, destacado forense cordobés como perito de la parte querellante analizaron los restos óseos.
Por Luis Miguel Baronetto*
En La Rioja, con Marilé, la sobrina del obispo, compartimos el emotivo homenaje popular en la Catedral cuando sus restos fueron nuevamente depositados en la cripta de los obispos. Pero alertamos a la prensa que esta medida judicial aportaría escasas novedades por la tardanza en el tiempo. Cuando en 1989 la solicitamos ante la Cámara Federal de Córdoba -donde se tramitaba entonces la causa- fue negada en base al informe del forense Gasparrini, que sostuvo el axioma de la medicina legal de que “una autopsia no puede repetirse”.
El 8 de mayo de este año los peritos oficiales emitieron su informe técnico, que no fue suscripto por el Dr. Mario Vignolo. Como se presumía, después de treinta y tres años de producidos los hechos que causaron la muerte del obispo Angelelli el informe no aportó novedades. Pero llamó la atención el apuro en descartar “la intervención de terceras personas en la producción de las lesiones mortales”, uno de los puntos a dilucidar establecidos por el Juez Federal Daniel Piedrabuena al solicitar la autopsia.
Esta conclusión y otras consideraciones del informe oficial llevaron al perito de la parte querellante Dr. Mario Vignolo a no firmarlo y producir un pronunciamiento por separado, que incluyera una relación con el informe técnico criminalístico del accidente obrante en el expediente.
A 33 años, sin la presencia de tejidos blandos, es demasiado aventurada la conclusión de los peritos oficiales. Más cuando la primera autopsia realizada el 5 de agosto de 1976, al día siguiente de la muerte, constató la pérdida de piel en los talones, hecho fundamental evaluado por el Juez Aldo Morales, para resolver en 1986 que el cuerpo de Mons. Angelelli fue arrastrado por terceras personas. Lo que también podía afirmarse por la posición final del cuerpo extendido con los brazos abiertos en cruz hacia atrás, y no “desparramado” ni contraído como podría resultar al ser despedido o expulsado de la camioneta.
Vale la pena hacer estas consideraciones porque destacados medios de prensa interesados en negar el homicidio de Monseñor Angelelli resaltaron además de esta arriesgada conclusión del informe respecto a lo no intervención de terceras personas, otra observación derivada de las placas radiográficas a los restos óseos, en las cuales no hay “elementos de densidad metálica compatibles con proyectiles de armas de fuego”, dice el informe de los peritos.
Esta constatación técnica fue resaltada ahora por la prensa, a raíz de declaraciones de funcionarios judiciales, para afirmar que no había indicios ni pruebas del uso de armas de fuego. Hecho éste que nunca estuvo en consideración porque desde las primeras investigaciones fue desestimado. Pero además tampoco el Juez solicitó ahora que en el informe se considerara esta circunstancia como posibilidad específica de la muerte. Hubiese sido demasiado burdo volver sobre un rumor que en su momento alimentó esa versión.
Si nunca se dijo en las investigaciones judiciales realizadas hasta ahora que Mons. Angelelli había sido asesinado de un balazo, ¿por qué ahora se vuelve, al menos mediáticamente, sobre esa hipótesis para descartarla? El nuevo análisis médicolegal ha reafirmado la primera autopsia al sostener que el fallecimiento fue causado por las múltiples y extendidas fracturas del cráneo y la pérdida de masa encefálica. Y aunque el informe oficial sostiene que es el resultado del fuerte golpe contra el asfalto al ser expulsado del vehículo, el Dr. Vignolo prefiere ser más cauto atendiendo a otras circunstancias como la distancia entre el cuerpo del obispo extendido en el asfalto y el lugar donde finalmente quedó la camioneta.
Los sectores tradicionalmente ligados a factores de poder, que ayer fueron cómplices del genocidio, hoy presionan para que pase la “ola de los derechos humanos” y el linaje familiar siga incontaminado y cubierto por la impunidad que ya los protegió durante más de tres décadas.
Las declaraciones de Arturo Pinto, el acompañanteEl pasado 2 de julio Arturo Pinto, el sacerdote que acompañaba a Mons. Angelelli al momento de producirse el atentado que le costara la vida, declaró nuevamente ante la Justicia Federal de La Rioja.
El sobreviviente dijo: “…Él (Angelelli) manejaba, yo presumo tipo dos de la tarde y salimos, viajamos tranquilos, normal, sin apuro, la camioneta estaba en buenas condiciones…al llegar a Punta de los Llanos y tomar la recta que va a Patquía, sin percatarnos de que alguien nos persigue, hablando de temas de la diócesis,…en eso vi un vehículo que nos alcanzaba y yo intuyo imprevistamente que nos encierra, como se nos cruza adelante. Yo vi. Acto seguido se produce como una estampida, impacto o reventón muy fuerte…(El auto) era color claro, no se si blanco, de tipo de peugeot de los viejos con aletas, lo llegué a apreciar cuando se puso, porque yo estaba mirándolo a Angelelli.
No vi personas. No recuerdo personas…”
Arturo Pinto, el único testigo directo hasta ahora, ha reiterado una vez más ante la justicia el mismo relato que ya hiciera en varias oportunidades. Sin embargo, salvo en la actuación que le cupo al Juez Aldo Morales en 1986, su testimonio nunca fue valorizado. Al contrario, también a través de los medios se procuró quitarle la contundencia que tiene desacreditando a la persona del testigo con dichos como que se escondió, que nunca dijo todo lo que sabe, que abandonó el sacerdocio, etc..
Falsedades que han calado hondo de tanto machacarse.
De las declaraciones de este testigo fundamental surge claramente la provocación intencional del “accidente” que causó la muerte violenta del obispo y las graves lesiones al acompañante. Pero además obran otras declaraciones en las actuaciones del juez Morales, que en 1986 le permitieron establecer que había sido un “homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima”. Existen en el expediente sobrados testimonios para avanzar, alentando a quienes hasta hoy no han declarado, pero sin dilatar la identificación de los responsables y autores de este crimen.
Monseñor Roberto Rodríguez, actual obispo de La Rioja, acaba de mencionar a Angelelli como “mártir de la fe”. Es la primera vez que una voz episcopal reconoce el martirio. Y aunque se espera la palabra final de la justicia, no es menor la importancia de señalar el contexto de persecución que soportó Mons. Angelelli en los años del terrorismo de estado y antes también.
*Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba
(Fuente:rdendh-Prensared).
Por Luis Miguel Baronetto*
En La Rioja, con Marilé, la sobrina del obispo, compartimos el emotivo homenaje popular en la Catedral cuando sus restos fueron nuevamente depositados en la cripta de los obispos. Pero alertamos a la prensa que esta medida judicial aportaría escasas novedades por la tardanza en el tiempo. Cuando en 1989 la solicitamos ante la Cámara Federal de Córdoba -donde se tramitaba entonces la causa- fue negada en base al informe del forense Gasparrini, que sostuvo el axioma de la medicina legal de que “una autopsia no puede repetirse”.
El 8 de mayo de este año los peritos oficiales emitieron su informe técnico, que no fue suscripto por el Dr. Mario Vignolo. Como se presumía, después de treinta y tres años de producidos los hechos que causaron la muerte del obispo Angelelli el informe no aportó novedades. Pero llamó la atención el apuro en descartar “la intervención de terceras personas en la producción de las lesiones mortales”, uno de los puntos a dilucidar establecidos por el Juez Federal Daniel Piedrabuena al solicitar la autopsia.
Esta conclusión y otras consideraciones del informe oficial llevaron al perito de la parte querellante Dr. Mario Vignolo a no firmarlo y producir un pronunciamiento por separado, que incluyera una relación con el informe técnico criminalístico del accidente obrante en el expediente.
A 33 años, sin la presencia de tejidos blandos, es demasiado aventurada la conclusión de los peritos oficiales. Más cuando la primera autopsia realizada el 5 de agosto de 1976, al día siguiente de la muerte, constató la pérdida de piel en los talones, hecho fundamental evaluado por el Juez Aldo Morales, para resolver en 1986 que el cuerpo de Mons. Angelelli fue arrastrado por terceras personas. Lo que también podía afirmarse por la posición final del cuerpo extendido con los brazos abiertos en cruz hacia atrás, y no “desparramado” ni contraído como podría resultar al ser despedido o expulsado de la camioneta.
Vale la pena hacer estas consideraciones porque destacados medios de prensa interesados en negar el homicidio de Monseñor Angelelli resaltaron además de esta arriesgada conclusión del informe respecto a lo no intervención de terceras personas, otra observación derivada de las placas radiográficas a los restos óseos, en las cuales no hay “elementos de densidad metálica compatibles con proyectiles de armas de fuego”, dice el informe de los peritos.
Esta constatación técnica fue resaltada ahora por la prensa, a raíz de declaraciones de funcionarios judiciales, para afirmar que no había indicios ni pruebas del uso de armas de fuego. Hecho éste que nunca estuvo en consideración porque desde las primeras investigaciones fue desestimado. Pero además tampoco el Juez solicitó ahora que en el informe se considerara esta circunstancia como posibilidad específica de la muerte. Hubiese sido demasiado burdo volver sobre un rumor que en su momento alimentó esa versión.
Si nunca se dijo en las investigaciones judiciales realizadas hasta ahora que Mons. Angelelli había sido asesinado de un balazo, ¿por qué ahora se vuelve, al menos mediáticamente, sobre esa hipótesis para descartarla? El nuevo análisis médicolegal ha reafirmado la primera autopsia al sostener que el fallecimiento fue causado por las múltiples y extendidas fracturas del cráneo y la pérdida de masa encefálica. Y aunque el informe oficial sostiene que es el resultado del fuerte golpe contra el asfalto al ser expulsado del vehículo, el Dr. Vignolo prefiere ser más cauto atendiendo a otras circunstancias como la distancia entre el cuerpo del obispo extendido en el asfalto y el lugar donde finalmente quedó la camioneta.
Los sectores tradicionalmente ligados a factores de poder, que ayer fueron cómplices del genocidio, hoy presionan para que pase la “ola de los derechos humanos” y el linaje familiar siga incontaminado y cubierto por la impunidad que ya los protegió durante más de tres décadas.
Las declaraciones de Arturo Pinto, el acompañanteEl pasado 2 de julio Arturo Pinto, el sacerdote que acompañaba a Mons. Angelelli al momento de producirse el atentado que le costara la vida, declaró nuevamente ante la Justicia Federal de La Rioja.
El sobreviviente dijo: “…Él (Angelelli) manejaba, yo presumo tipo dos de la tarde y salimos, viajamos tranquilos, normal, sin apuro, la camioneta estaba en buenas condiciones…al llegar a Punta de los Llanos y tomar la recta que va a Patquía, sin percatarnos de que alguien nos persigue, hablando de temas de la diócesis,…en eso vi un vehículo que nos alcanzaba y yo intuyo imprevistamente que nos encierra, como se nos cruza adelante. Yo vi. Acto seguido se produce como una estampida, impacto o reventón muy fuerte…(El auto) era color claro, no se si blanco, de tipo de peugeot de los viejos con aletas, lo llegué a apreciar cuando se puso, porque yo estaba mirándolo a Angelelli.
No vi personas. No recuerdo personas…”
Arturo Pinto, el único testigo directo hasta ahora, ha reiterado una vez más ante la justicia el mismo relato que ya hiciera en varias oportunidades. Sin embargo, salvo en la actuación que le cupo al Juez Aldo Morales en 1986, su testimonio nunca fue valorizado. Al contrario, también a través de los medios se procuró quitarle la contundencia que tiene desacreditando a la persona del testigo con dichos como que se escondió, que nunca dijo todo lo que sabe, que abandonó el sacerdocio, etc..
Falsedades que han calado hondo de tanto machacarse.
De las declaraciones de este testigo fundamental surge claramente la provocación intencional del “accidente” que causó la muerte violenta del obispo y las graves lesiones al acompañante. Pero además obran otras declaraciones en las actuaciones del juez Morales, que en 1986 le permitieron establecer que había sido un “homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima”. Existen en el expediente sobrados testimonios para avanzar, alentando a quienes hasta hoy no han declarado, pero sin dilatar la identificación de los responsables y autores de este crimen.
Monseñor Roberto Rodríguez, actual obispo de La Rioja, acaba de mencionar a Angelelli como “mártir de la fe”. Es la primera vez que una voz episcopal reconoce el martirio. Y aunque se espera la palabra final de la justicia, no es menor la importancia de señalar el contexto de persecución que soportó Mons. Angelelli en los años del terrorismo de estado y antes también.
*Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba
(Fuente:rdendh-Prensared).
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