19 de septiembre de 2009

CLAQUESOUS: LA DELINCUENCIA ORGANIZADA.

Por Mario Rivera Ortiz

Realmente el autor no sabe cuando y donde apareció por primera vez la delincuencia como problema social, pero recuerda que, según la mitología cristiana, Caín, el labrador de la tierra, al principio de los tiempos, asesinó a su hermano Abel, el cuidador de ovejas, y que, en El Calvario, junto a Cristo, fueron sacrificados en la cruz, Dimas, el Buen Ladrón y Gestas, el Mal Ladrón; más acá, el crimen organizado, o sea el hampa,[2] apareció en las grandes ciudades europeas del siglo XIX, y más tarde en Chicago, en los años veinte del siglo XX, se configuró la banda motorizada con armas de alto poder. El gang, pues.
Los intelectuales liberales del siglo XIX pensaban que las sociedades humanas, como todos los teatros, tenían al pie del foro, un enorme hueco llamado el foso. Suponían que el subsuelo de las sociedades estaba minado por múltiples cuevas en las que trabajaban especialistas de todo tipo. Hablaban de la mina religiosa, la mina filosófica, la mina política, la mina económica, la mina revolucionaria, etcétera, y que, en ese subsuelo era por donde caminaban las utopías y donde surgía el progreso y el porvenir; pero había otro foso todavía más profundo y oscuro que los demás, en el que se reproducía y organizaba el bajo fondo: “seres feroces, casi bestias, casi fantasmas, que ignoraban la idea y la palabra”, con la ignorancia y la miseria como madrastras. Tal era la descripción que hacía Víctor Hugo del subsuelo social en el siglo XIX.[3] Honorato de Balzac, por su parte, consideraba que el proceso de corrupción involucraba la arquitectura de las ciudades: “No se sabe –decía-, no se sabe cómo ni por qué los barrios de París se degradan y encanallan moral y físicamente”.[4]
Uno de los primeros grupos organizados de delincuentes que se conocen en la literatura universal al que se refirió Víctor Hugo en su obra maestra: Los Miserables, lo conformaban Traga-mar, que había trabajado con el general Brune en 1815 como mozo de cuadra y después se había hecho bandido; Montparnasse quien era el pilluelo clásico de las calles de París y luego modelo del maleante que vivía del robo violento; Babet había sido bufón en los palacios de los aristócratas y representado el vodevil en Saint Michel, pequeño comerciante, sacamuelas y charlatán por vocación, quien finalmente olvidó todas estas actividades para dedicarse al robo. ¿Quién era Claquesous? Nadie lo sabía; “no era seguro que tuviese rostro, pues nadie había visto más que su máscara”[5], pero las fichas de la policía parisina indicaban que se desempeñaba como bandido, cuando menos desde el año de 1830, hasta las jornadas revolucionarias de junio de 1848. Su cuerpo fue hallado en el depósito de cadáveres de París, portando una cédula de agente policiaco bajo el falso nombre de Le Cabuc: fue pues Claquesous, simultáneamente bandido y espía político en las barricadas de junio, medio ladrón y medio policía, ejecutado por los estudiantes revolucionarios después de cometer su último crimen en la Taberna de Corinto.[6] Esta famosa cuadrilla controlaba todos los movimientos del bajo fondo parisino.
En eso llegó Cesare Lombroso, antropólogo y psiquiatra italiano, quien en su libro titulado L´uomo delincuente, editado en 1876, afirmó que el maleante corresponde a un tipo antropológico, determinado por anomalías físicas, lo cual fue un paso atrás en relación a la definición de los liberales progresistas y una recaída en las explicaciones genetistas. Aunque habría que admitir que entre los delincuentes hay algunos que sufren trastornos psiquiátricos severos y son francamente seres patológicos, como sucede en otros ámbitos sociales, pero esa es una pequeña parte, la mayoría de ellos son poseedores de un estado mental “normal” e incluso algunos de ellos rechazan por principio los delitos de sangre y están dotados de una sensibilidad e inteligencia excepcionales.
Al autor de estas líneas, en su paso por la prisión de Lecumberri en los años de 1952-53, le tocó relacionarse con numerosos habitantes del bajo fondo y allí identificó, sobre el terreno, la amplia variedad de tipos de delincuentes que vivían en el mundo de esos años. Entonces todavía no se conocían las formas superiores de organización del hampa pero ya había brillantes precursores.
Antiguamente, cuando se hablaba del hampa, se aludía únicamente a los individuos indigentes, ignorantes y “malos por naturaleza”, pero después, a medida que la modernidad se desarrollaba, se agregaron amplios segmentos de la clase obrera, el campesinado y la propia burguesía.
En 1848 se conoció la definición marxista del lumpenproletariado, término tomado del alemán, lumpen, que quiere decir “andrajos” y se refiere a los elementos desclasados que, en virtud de todas sus condiciones de vida, son inestables en el aspecto moral y propensos al aventurerismo, incapaces de llevar a cabo una lucha política organizada, características que permiten a las clases gobernantes aprovecharlos en calidad de mercenarios y esquiroles.[7]
El grueso del lumpen, en la modernidad, se forma cuando aparece en la escena social el ejército industrial de reserva, o sea aquella fracción de la clase obrera excluida de la producción, temporal o definitivamente y que, sus explotadores utilizan como instrumento estratégico en el proceso de acumulación del capital en el mercado de trabajo. Entonces esa fracción de la clase obrera que Marx también llamaba “reserva industrial”, al degradarse física y moralmente, llegó a constituirse en un estamento social descompuesto, cuyas actividades antisociales, paradójicamente, forman parte, también, del proceso de acumulación capitalista.[8]
Otra fuente importante del lumpen dentro de la clase obrera fueron los sindicatos corporativizados por los gobiernos fascistas y socialdemócratas en la época del imperialismo. La corrupción masiva de la clase obrera en el plano mundial fue una de las características más sobresalientes de la sociedad del siglo XX, con sus inevitables consecuencias y gloriosas excepciones.
Otro tanto ocurrió con el campesinado, la pequeña burguesía y la propia gran burguesía, clases sociales en las que se multiplicaron los delincuentes solitarios y organizados.
Derivado de lo anterior puede afirmarse que el ejercicio del delito y todas las formas de prostitución humanas dentro del capitalismo son, al final de cuentas, modos de existencia que el sistema impone a parte importante de la sociedad.
Ahora bien, por cuanto a la diversidad de sus orígenes e intereses, el hampa, hasta los años veinte del siglo pasado, no se había integrado en comunidades, más allá de los pequeños cliques y por consiguiente, no había formado organizaciones políticas; dicho en otras palabras, nunca llegó a constituirse en una verdadera clase social articulada que pudiera representarse a sí misma; era por lo tanto, un estamento amorfo, subdividido en individualidades autónomas, antisociales por esencia. Pero cuando su masa social creció, paralelamente a la acumulación del capital y no casualmente durante el desarrollo de una de las crisis económicas mayores de la historia, superó sus formas primitivas de agrupamiento y actuación y nació el gang, nacional y transnacional, en los años de 1925-31, dirigido por padrinos del tipo de Al Capone.
Ciertamente el hampa, ocasionalmente se agregó a la “plebe,” en las grandes acciones revolucionarias de todos los tiempos y lugares del mundo y, en forma individual, algunos de sus componentes también lo hicieron y llegaron a ser revolucionarios ejemplares; pero en general, el grueso de esta capa social, en lo que se refiere a la política, desde hace tiempo, pasó a servir a los peores proyectos burgueses, nacionales e imperialistas. Ejemplo de ello, quizá uno de los más antiguos, fue la Sociedad del 10 de Diciembre apadrinada por Luis Bonaparte, quien después de la crisis revolucionaria de 1848, llamó en su auxilio a 10,000 individuos de la hez de la sociedad francesa.[9] Un siglo después, México nos obsequió el caso de Los Dorados (1934-1952) y el de Los Halcones (1968), y ya a fines del siglo XX, el gobierno colombiano y las trasnacionales que operan en su país, horrorizaron al mundo con el caso de la organización narco-paramilitar, Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Y todavía más, al empezar el siglo XXI el presidente Bush puso de moda la guerra preventiva contra el “terrorismo”, utilizando masas multitudinarias de mercenarios, torturadores y genocidas en Afganistán, Irak y otros lugares.
Entonces, como lo sugieren los datos mencionados arriba, la mayoría de los ejércitos dejaron de ser la flor de la juventud campesina revolucionaria para convertirse en la flor del pantano del lumpenproletariado, como lo afirmó Marx.
El reino del hampa pues, se ha extendido social y geográficamente en proporción geométrica, sin que aparezcan, dentro del sistema capitalista, grandes posibilidades para limitarlo, a pesar del esfuerzo que realizan algunos gobiernos en tal sentido. Tal dificultad deriva de viejas situaciones que permitieron que el hampa confraternizara orgánicamente con la sociedad y el Estado, de manera que actualmente, no existe institución ni clase social que no haya sido permeada por la delincuencia: el gobierno, la policía, el ejército, los tribunales, los parlamentos, los partidos políticos, el comercio, la Iglesia, la Banca, etcétera. Actualmente existe la tendencia a creer que el narcotráfico es la única y más importante área controlada por la delincuencia organizada, pero esto es inexacto por desgracia, hay muchas otras actividades ilícitas como el tráfico de seres humanos, el secuestro y el tráfico de órganos, practicadas por personas o instituciones fuera de la ley.
Ahora bien, habría que añadir algunas palabras para que no se nos tilde de “sectarios” por los juicios antes expuestos: la delincuencia no es exclusiva de la sociedad burguesa: existió antes e incluso en algunos países que han dicho que lograron el pleno empleo. Se trata de un fenómeno con profundas raíces en la historia de la humanidad, que no puede desaparecer por decreto y mucho menos con sólo la violencia policíaca.
Al respecto es oportuno traer a cuento una vez más a Marx: “Maravilloso, en verdad, fue el cambio operado por la Comuna en París. De aquel París prostituido del Segundo Imperio no quedaba ni rastro. París ya no era el lugar de cita de los terratenientes ingleses, absentistas irlandeses, ex esclavistas y rastacueros norteamericanos, ex propietarios rusos de siervos y boyardos de Valaquia. Ya no había cadáveres en los depósitos, ni asaltos nocturnos, ni apenas hurtos; por primera vez desde los días de febrero de 1848, se podía transitar seguro por las calles de París y eso que no había policías de ninguna clase…”[10]
Notas:
1] Claquesous, apodo que en francés quiere decir Suena-dinero.
2] Hampa: grupo de delincuentes o maleantes que se organizan para cometer actos ilícitos. Diccionario Readere´s Digest.
3] Víctor Hugo, Los miserables, Porrúa, 1997, p. 455-457
4] Honorato de Balzac, Los pequeñoburgueses, Colección, Espasa-Calpe. S.A. Madrid, 1967, p. 97.
5] Víctor Hugo, Los Miserables, Purrúa, p. 458)
6] Ibídem, p. 457.
7] C. Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista, p. 59.
8] El Capital, Cap. XXV, P. 234
9] Carlos Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Editorial, Progreso, Moscú, p. 59.10] Carlos Marx, La Guerra Civil En Francia, Biblioteca del pueblo, La Habana, p.72.
(Fuente:Argenpress).

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