El testimonio de la hija de Raquel Negro y Tucho Valenzuela
La recuperación de una identidad
Sabrina dijo en el juicio a los represores en Rosario que "las personas responsables de los hechos que aquí se investigan, también lo son por la desaparición" de su mellizo. También dio su testimonio otro hermano, Sebastián Alvarez.
La recuperación de una identidad
Sabrina dijo en el juicio a los represores en Rosario que "las personas responsables de los hechos que aquí se investigan, también lo son por la desaparición" de su mellizo. También dio su testimonio otro hermano, Sebastián Alvarez.
Sabrina Gullino, su hermano Sebastián, hijos de Raquel Negro, y su tío Valenzuela.
Por Sonia Tessa
Sabrina Gullino es hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, que estuvieron secuestrados en la Quinta de Funes y están desaparecidos. Adoptada de buena fe y de manera legal, las sospechas surgidas de su fecha de nacimiento siempre "quedaron pendientes". El año pasado, en noviembre, supo quién era. El relato de la recuperación de su identidad ayer ante el Tribunal Oral Federal número 1 fue conmovedor, y cerró con una apelación muy directa: "Quería pedirles a ustedes, a la Justicia, que encuentren a mi hermano mellizo. Porque él sigue estando desaparecido. Y las personas responsables de los hechos que aquí se investigan, también lo son por su desaparición". Sabrina nació en el hospital Militar de Paraná, adonde su madre fue llevada para dar a luz, estando secuestrada. "La fecha de nacimiento no la sé", dijo cuando la presidenta del Tribunal, Beatriz Barabani, le preguntó sus datos. "Algunos testimonios calculan que nací entre el 3 y el 4 de marzo de 1978", agregó la joven.
Por Sonia Tessa
Sabrina Gullino es hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, que estuvieron secuestrados en la Quinta de Funes y están desaparecidos. Adoptada de buena fe y de manera legal, las sospechas surgidas de su fecha de nacimiento siempre "quedaron pendientes". El año pasado, en noviembre, supo quién era. El relato de la recuperación de su identidad ayer ante el Tribunal Oral Federal número 1 fue conmovedor, y cerró con una apelación muy directa: "Quería pedirles a ustedes, a la Justicia, que encuentren a mi hermano mellizo. Porque él sigue estando desaparecido. Y las personas responsables de los hechos que aquí se investigan, también lo son por su desaparición". Sabrina nació en el hospital Militar de Paraná, adonde su madre fue llevada para dar a luz, estando secuestrada. "La fecha de nacimiento no la sé", dijo cuando la presidenta del Tribunal, Beatriz Barabani, le preguntó sus datos. "Algunos testimonios calculan que nací entre el 3 y el 4 de marzo de 1978", agregó la joven.
Ayer testimoniaron tres hijos de desaparecidos en el juicio a represores: Sabrina y su hermano Sebastián Alvarez, hijo de Negro con Marcelino Alvarez, declararon por la mañana. Cuando ellos entraron a la sala de Audiencias, el público se puso de pie. Y cuando Sabrina terminó de dar testimonio, fue ovacionada al grito de "Compañeros desaparecidos, presentes". Por la tarde lo hizo Pablo del Rosso, hijo de Stella Hillbrand, que también pasó por el centro clandestino de detención Quinta de Funes y continúa desaparecida.
La trama que permitió saber dónde habían nacido los mellizos de Raquel Negro terminó de conocerse por la declaración de Eduardo "Tucu" Costanzo, quien dijo en una nota realizada por José Maggi en Rosario/12 que la melliza había sido llevada en auto por Amelong y Pagano a un convento de Rosario. Cuando leyó la nota, la abogada de Abuelas de Plaza de Mayo (y también querellante en la causa Guerrieri como abogada de Hijos), Ana Claudia Oberlin, presentó un escrito ante la Justicia Federal de Paraná para indicar que ese lugar podría ser el Hogar del Huérfano de Rosario. Esa fue una pista fundamental.
Según Costanzo, el mellizo varón nació muerto, pero los testimonios de enfermeros indicaron que había nacido vivo, con problemas cardiorrespiratorios. "Para los Valenzuela (los hermanos de Tulio), está vivo. Y eso impulsa a buscarlo", dijo Sabrina ante el Tribunal. Su hermano Sebastián -que declaró primero había contado que las enfermeras pudieron ver a los mellizos, pero no así a su madre, que estaba encapuchada.
En la clínica, las enfermeras les pusieron Soledad a la niña y Facundo al niño. Los bebes estuvieron sin asistencia durante toda la noche. "No sé qué hubiera pasado si nos hubieran atendido", se preguntó ayer la joven. A la mañana siguiente fueron derivados a una clínica de neonatología, donde su hermano fue ingresado como NN. No se sabe si allí falleció. Aunque Sabrina dijo haber tenido tres nombres durante su vida, en realidad tuvo cuatro. El primero fue el que pensaron para ella sus padres, Tulio y Raquel, que no conoce. En el hospital le pusieron Soledad. Luego, en el hogar del Huérfano de Rosario -adonde apareció abandonada la nombraron Andrea. Y sus padres adoptivos la llamaron del modo que conoció toda su vida.
La joven fue meticulosa en su relato, al que dividió en dos partes. Por un lado, habló de sus padres adoptivos, Raúl Gullino y Susana Scola, quienes le contaron desde que era chiquita su condición de adoptada. "Cuando fui a la Facultad y comencé a conocer la historia empecé a dudar un poco, por la fecha de mi nacimiento, si sería hija de desaparecidos. Pero no había nada oscuro en mi adopción. Cuando preguntaba quién había sido el abogado, mi papá me lo decía. Ellos no tenían vinculación con militares ni con gente de poder, así que fueron pasando los años y eso quedó pendiente", relató la joven, quien confesó: "A veces me pregunto por qué demoré tanto en hacerme el ADN".
El año pasado se fue a vivir sola. "Decidí sacarme el pasaporte y hacerme el ADN", siguió. Recurrió a un amigo que la contactó con el representante de Abuelas de Plaza de Mayo en Rosario, y concertó una entrevista para la semana siguiente. Pero ese domingo, Sabrina viajó a Ramallo a visitar a sus padres. Cuando estaba allí, llegó un oficial de justicia que entregó una citación al Juzgado Federal de Paraná en el marco de la causa Trimarco (el nombre del interventor militar de Entre Ríos durante la dictadura). La invadió la incertidumbre. Cuando supo que podía tratarse de narcotráfico o desaparición de personas, recurrió a su sentido del humor. "Papá, no habrás vendido merca", le dijo. Luego, buscó en Internet y supo de qué se trataba la causa Trimarco. Desde ese momento, comenzaron las preguntas a sus padres. Ellos aseguraban que la adopción era legal. "Si me dicen la verdad ahora, los voy a acompañar, pero si me entero por el juez, no les voy a hablar nunca más", dijo Sabrina.
Los Gullino fueron a Paraná a presentarse ante la jueza Myriam Galizzi el martes siguiente. Antes de partir, le contaron a la niña que ella había sido abandonada en el hogar del huérfano, y que tenía 40 días -según los cálculos del pediatra cuando el juez de Menores de Rosario se las entregó. Por eso, ellos calcularon que había nacido el 29 de febrero, y decidieron anotarla el 27 de ese mes. Nunca le habían dicho que había sido abandonada para protegerla. Le aclararon también que jamás sospecharon que fuera hija de desaparecidos ya que pensaban que esos bebés se entregaban a través de militares.
Así llegaron al Juzgado. El padre llevaba el expediente de adopción legal en la mano. Tanto el personal del Juzgado como los abogados estaban conmovidos ante la posible presencia de la niña que tanto habían buscado. En la audiencia de ayer, Sabrina agradeció el testimonio de las enfermeras, tanto como la actitud del personal del juzgado y la jueza de Paraná. El ADN confirmó que ella era la beba que había nacido en el hospital Militar.
Su hermano, Sebastián Alvarez, fue el encargado de relatar que había sido secuestrado junto a su madre, Raquel Negro y a Tulio Valenzuela el 2 de enero de 1978, en Mar del Plata. Luego fue recuperado por sus abuelos. Sebastián buscó durante años a sus hermanos. Cuando supo que Negro había dado a luz en Paraná, decidió querellar allí. Recién a fines de 2008 pudo reencontrarse con Sabrina. "Es muy fuerte que mis abuelos no puedan estar acá, que no hayan conocido a Sabrina, que la Justicia haya tardado tanto tiempo", dijo el joven, que tenía un año y medio cuando fue secuestrado junto a su madre.
Raquel Negro
Tulio Valenzuela.
Cintas que dejó su madre
Pablo del Rosso, nacido en 1974, dio testimonio a la tarde. El hijo de la desaparecida Stella Hillbrand y de Domingo del Rosso -acribillado en Rosario el 10 de febrero de 1977-, contó que estuvo un mes y medio secuestrado junto a su madre. El secuestro fue el 5 de agosto de 1977, y el niño estuvo un mes y medio en una dependencia policial que podría ser la policía de Menores o la comisaría 5ª. Allí lo rescataron sus abuelos paternos. Con sus familiares nunca habló del tema, pero ayer declaró que pudo conocer algunos pormenores de su historia gracias a la abogada Ana Oberlin.
Pablo del Rosso, nacido en 1974, dio testimonio a la tarde. El hijo de la desaparecida Stella Hillbrand y de Domingo del Rosso -acribillado en Rosario el 10 de febrero de 1977-, contó que estuvo un mes y medio secuestrado junto a su madre. El secuestro fue el 5 de agosto de 1977, y el niño estuvo un mes y medio en una dependencia policial que podría ser la policía de Menores o la comisaría 5ª. Allí lo rescataron sus abuelos paternos. Con sus familiares nunca habló del tema, pero ayer declaró que pudo conocer algunos pormenores de su historia gracias a la abogada Ana Oberlin.
Relató que contaba con cintas grabadas que le había dejado su madre. "Hace mucho que no las escucho. Eran cosas que mi mamá me contaba respecto de mi papá, anécdotas familiares", dijo cuando la presidenta del Tribunal le pidió precisiones. Las cintas serán incorporadas a la causa.
"Yo fui criado por mis padres adoptivos, que son el hermano de mi papá y su mujer. Siempre me sentí afortunado, porque todos sabemos que hay muchos chicos que no tuvieron la suerte de volver con sus familias", dijo cuando le preguntaron cómo había sido su vida como hijo de desaparecidos. "Siempre sentí orgullo de ser hijo de quien soy", dijo el testigo.
(Fuente:Rosario12).
Juicio Guerrieri-Amelong, día 17 (declararon los hijos de Raquel Negro. También Pablo Del Rosso)
Sabrina Gullino es la nieta número noventa y seis encontrada por las Abuelas de Plaza de Mayo y una de los mellizos que tuvo la detenida de la Quinta de Funes, Raquel Negro, antes de ser desaparecida. En una de las jornadas más conmovedoras desde que comenzó el juicio a cinco de los represores de la denominada causa Guerrieri-Amelong, Sabrina declaró este miércoles ante el Tribunal Oral Federal de Rosario y pidió a los jueces que “no se olviden que estos señores –por los imputados– no sólo cometieron todos los delitos por los que se los está juzgando, sino que también son los responsables de la desaparición de mi hermano”. También declaró el hijo mayor de Negro, Sebastián Álvarez, y Pablo del Roso, hijo de Stella Hildbrand, otra de las desaparecidas de la Quinta.
Sabrina Gullino es la nieta número noventa y seis encontrada por las Abuelas de Plaza de Mayo y una de los mellizos que tuvo la detenida de la Quinta de Funes, Raquel Negro, antes de ser desaparecida. En una de las jornadas más conmovedoras desde que comenzó el juicio a cinco de los represores de la denominada causa Guerrieri-Amelong, Sabrina declaró este miércoles ante el Tribunal Oral Federal de Rosario y pidió a los jueces que “no se olviden que estos señores –por los imputados– no sólo cometieron todos los delitos por los que se los está juzgando, sino que también son los responsables de la desaparición de mi hermano”. También declaró el hijo mayor de Negro, Sebastián Álvarez, y Pablo del Roso, hijo de Stella Hildbrand, otra de las desaparecidas de la Quinta.
El testimonio de Sabrina fue contundente. La espontaneidad de su relato, la crudeza de la historia que narró y la frescura de sus palabras –se permitió hasta hacer alguna humorada–, desencajó a los jueces y al público, quienes siguieron su testimonio como hipnotizados.
Lo primero que hizo Sabrina, luego de que la jueza Beatriz Caballero de Barabani le preguntara por su fecha de nacimiento, fue reconocer ante el tribunal que no conoce su “fecha de nacimiento”.
Sabrina explicó entonces cómo se enteró que era hija de desaparecidos hace menos de un año, a fines de diciembre de 2008. Dijo que sus padres adoptivos la inscribieron el 27 de febrero de 1978, que siempre supo que “era adoptada”, que si bien algunas veces le habían surgido dudas sobre si podía ser hija de desaparecidos, estas se disipaban porque su “adopción había sido legal”.
“El día que me fui a vivir sola decidí hacer dos cosas de adulto: sacar el pasaporte y el ADN”, expresó Gullino y arrancó la sonrisa de varios de los presentes. La hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela describió con detalles cómo fue que se reencontró con su historia.
Sabrina contó que por un lado ella había tomado la decisión de hacerse el ADN, y por otro, había una “investigación en Paraná sobre el destino de los mellizos de Raquel Negro, con la cual “la abogada de Abuelas e H.I.J.O.S Ana Oberlin había conectado con la declaración de Eduardo Costanzo”, que en una de sus confesiones había dicho que uno de los bebés había muerto y la nena había sido llevada al Hogar del Huérfano de Rosario, “por dos de los señores que están acá atrás –dijo Sabrina– (Walter ) Pagano y (Juan) Amelong”.
Gullino compartió con el tribunal todas las sensaciones que la invadieron el día que un oficial notificador de la Justicia federal llegó a la casa de sus padres adoptivos en Ramallo para citarlos a declarar en la causa de Raquel Negro en Paraná.
“Si me mintieron sobre mi adopción no les hablo nunca más”, contó Gullino que les espetó a sus padres adoptivos por esos días, quienes acompañaron a Sabrina durante el proceso de reconstrucción de identidad hasta el día de hoy, y se fueron anoticiando junto a ella –además de que su adopción sí era legal–, de que su llegada al Hogar del Huérfano tenía que ver con la terrible historia sufrida por los dos militantes montoneros Tulio Valenzuela y Raquel Negro, sus padres biológicos, ambos desaparecidos por el terrorismo de Estado.
Al final de su relato Sabrina les solicitó a los jueces que “no se olviden que estos señores –por los imputados– no sólo cometieron todos los delitos por los que se los está juzgando, sino que también son los responsables de la desaparición de mi hermano”.
“A veces somos más optimistas, como cuando veo a mi familia de San Juan –de donde son los Valenzuela–, y otras veces menos, pero no vamos a dejar nunca de buscar a mi hermano”, concluyó.
Apenas terminó de declarar Gullino, desde el público se escuchó decir “Compañeros desaparecidos, ¡presentes! Ahora y siempre”; y enseguida varias personas sacaros fotos tamaño A4 con los rostros de las víctimas de la causa. “Como a los nazis/les va a pasar/ a donde vayan los iremos a buscar” entonaron los asistentes mientras se retiraban de la sala para hacer lugar a un cuarto intermedio.
Otros testimonios
Antes de Sabrina Gullino declaró su hermano Sebastián Álvarez, quien contó cómo conoció la historia de sus padres. “Mi familia para protegerme me fue contando de a poco cómo fueron las cosas”, comenzó su relato.
Álvarez refirió que cuando era adolescente empezó a interesarle más su historia: “Luego cuando salió el libro de Miguel Bonasso conocí el testimonio de Jaime Dri y me arrimé a H.I.J.O.S. y supe que fui secuestrado en Mar del Plata”.
A Sebastián se le hinchó el pecho de orgullo cuando afirmó “encontré a mi hermana y seguimos buscando a mi otro hermano”.
El joven, que fue secuestrado junto a su madre y Tulio Valenzuela en enero de 1978 en Mar del plata, cuando tenía un año y medio, recordó el destino sufrido por Raquel Negro en los centros clandestinos de detención que forman parte de los sucesos que se juzgan en la causa: “Quinta de Funes, Escuela Magnasco, La Intermedia”.
Sebastián también hizo mención a las cartas de Tulio Valenzuela, que también están presentadas en la causa con la parte documental. “Las tengo en mi poder –indicó–, no recuerdo a qué edad me las dieron, pero las tengo. Ahí Tucho –como lo apodaban– explica la situación, hay una dirigida a mí y otra a mis abuelos”.
El joven testigo relató, además, su constante búsqueda por encontrar a sus hermanos: “Primero me acerque a la Comisión Hermanos de H.I.J.O.S. Santa Fe, me realicé la extracción de sangre, seguí sin muchos avances hasta que me contactan de Paraná y fui a hablar con enfermeras del hospital. Luego aparecen los dichos de Costanzo, la jueza de Paraná, la citación y la extracción de sangre a Sabrina quien resulto ser mi hermana”.
Sebastián rememoró lo doloroso que fue todo para sus tíos y sobre todo para sus abuelos, “quienes no pudieron conocer a Sabrina ni estar en este proceso que tardó tanto tiempo en llegar”.
Seis abuelos
El último en declarar este miércoles fue Pablo del Rosso, hijo de Stella Hildbrand, vista por última vez en la Quinta de Funes por Jaime Dri, aunque según los dichos de Eduardo Costanzo abría sido asesinada junto a otros trece militantes que habían sido trasladados a la quinta La Intermedia, propiedad de la familia Amelong.
“Mi papá muere en un enfrentamiento y a mi mamá la secuestraron y esta desparecida. Cuando a ella la secuestraron yo estaba con ella y estuve detenido un mes y medio hasta que mis abuelos me recuperaron”, contó Pablo al inicio de su testimonio.
Pablo explicó que “sobre mamá supe por compañeros que militaron con ella, el libro de Miguel Bonasso, después del secuestro no se más nada, sólo lo del libro y las investigaciones recientes”.
NE otro tramo de su relato, Pablo indicó que “tenía tres años” cuando lo secuestraron y comentó al tribunal: “Siempre me sentí afortunado de tener seis abuelos”.
Del Rosso relató que fue criado por sus padres adoptivos que “fueron el hermano de mi papá y su mujer”, y señaló que como su abuelo “trabajaba en la prefectura eso quizás ayudó a que me recuperaran pronto, tuve esa suerte que no fue la misma de otros chicos que estuvieron apropiados mucho tiempo”.
(Fuente:Diariodeljuicio).
Juicio a Guerrieri-Amelong. Declaró un ex policía, “Nos daban cátedra sobre represión”
REDACCION ROSARIO
Tres nuevos testimonios se presentaron el martes en otra de las audiencias por el juicio Guerrieri-Amelong que se lleva adelante en el Tribunal Oral Federal N°1 de Rosario, en el que se juzga a cinco represores de la última dictadura militar. Primero declaró la docente de la UNR, Laura Ferrer, ex detenida del Servicio de Informaciones. Luego fue el turno de Héctor Valenzuela, hermano de Tulio y cuñado de Raquel Negro -dos detenidos de la Quinta de Funes-. El último turno fue para el ex policía Adolfo Salman, quien señaló la aceitada articulación que hubo entre el Ejército y la Policía provincial durante el terrorismo de estado: “Se hacían reuniones en el Comando donde Galtieri daba las órdenes sobre como hacer tareas de inteligencia".
REDACCION ROSARIO
Tres nuevos testimonios se presentaron el martes en otra de las audiencias por el juicio Guerrieri-Amelong que se lleva adelante en el Tribunal Oral Federal N°1 de Rosario, en el que se juzga a cinco represores de la última dictadura militar. Primero declaró la docente de la UNR, Laura Ferrer, ex detenida del Servicio de Informaciones. Luego fue el turno de Héctor Valenzuela, hermano de Tulio y cuñado de Raquel Negro -dos detenidos de la Quinta de Funes-. El último turno fue para el ex policía Adolfo Salman, quien señaló la aceitada articulación que hubo entre el Ejército y la Policía provincial durante el terrorismo de estado: “Se hacían reuniones en el Comando donde Galtieri daba las órdenes sobre como hacer tareas de inteligencia".
Laura Ferrer Varela es ingeniera civil y docente de la universidad pública. Fue detenida en agosto de 1977 y llevada al centro clandestino de detención y torturas que funcionó en el ex Servicio de Informaciones de la Policía de Rosario, que conducía el temible Comandante de Gendarmería Agustín Feced.
Ferrer, que también hizo un pormenorizado relato de aquel siniestro centro de detención -y que será motivo de un próximo juicio contra los represores de la dictadura en Rosario-, fue llamada a testimoniar para ampliar datos sobre la suerte sufrida por Marta María Forestello, por la cual también declaró este lunes pasado, María Adela Panello, su madre.
En relación a Marta María Forestello, Laura Ferrer recordó que una noche, durante su secuestro, entre el15 y 20 de agosto, “llegó mucha gente Servicio de Informaciones. Un día bajaron a 4 nenes envueltos en frazadas. La hija de Cristina Bernal y otros sobrinos; Andrés el hijo de la Corcho (Graciela Porta); y bajan a una nenita que está un día, que lloraba mucho, Victoria -la hija de Marta María Forestello y Miguel Tosetti-”.
Ferrer también contó que en otro momento Graciela Porta -otra de las que estaba en el Servicio de Informaciones- y dijo que “la Lala esta arriba”. Lala era el apodo de Marta María Forestello. “No sé cuánto estuvo ahí, se llevaron a la nena a la que la recuperó la abuela”, agregó Ferrer.
Después fue el turno de Héctor Valenzuela, hermano del militante montonero Tulio “Tucho” Valenzuela, quien fuera secuestrado el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata junto a su mujer Raquel Negro -que estaba embarazada de mellizos-; los dos estuvieron detenidos-desaparecidos en la Quinta de Funes.
Héctor Valenzuela contó que durante la dictadura se veían esporádicamente con su hermano, que sí se escribía una vez por mes con su madre. Héctor refirió que una vez, por intermedio de una carta, Tulio les comentó que se “había juntado con una chica, que ya tenía un hijo, y que estaba embarazada”. La chica era Raquel Negro y su hijo Sebastián, quien también fue detenido junto a Tulio y su madre en Mar del Plata, y posteriormente dejado “en libertad”. El nene tenía un año y medio, hoy es uno de los querellantes de la causa y militante de la agrupación H.I.J.O.S.
Héctor describió al tribunal cómo se anotició de la desaparición de Tulio: “En el año '79 me enteré por un amigo periodista acreditado en el Ministerio del Interior, Eduardo Pavese, que averiguó que estaban traduciendo un diario en de Francia donde se relataba el secuestro y prisión de mi hermano y Raquel Negro, ocurrido en enero del '78”, y continuó: “Mi amigo tomó nota a escondidas, así me entero que mi hermano fue capturado junto a su mujer y el nene Sebastián, y que fueron llevados a la Quinta de Funes”.
Héctor describió al tribunal cómo se anotició de la desaparición de Tulio: “En el año '79 me enteré por un amigo periodista acreditado en el Ministerio del Interior, Eduardo Pavese, que averiguó que estaban traduciendo un diario en de Francia donde se relataba el secuestro y prisión de mi hermano y Raquel Negro, ocurrido en enero del '78”, y continuó: “Mi amigo tomó nota a escondidas, así me entero que mi hermano fue capturado junto a su mujer y el nene Sebastián, y que fueron llevados a la Quinta de Funes”.
Héctor indicó también cómo la familia fue reconstruyendo, por dichos periodísticos y luego por el libro de Miguel Bonasso, el destino sufrido por su hermano. Así se enteró que Tulio había fingido un “acuerdo ante el General Leopoldo Galtieri para viajar a México” y entregar a la conducción de la organización Montoneros, radicada en ese país. Con el paso del tiempo, Héctor también pudo conocer que la decisión de engañar a Galtieri, sabiendo que quedaba como rehén en la Quinta de Funes su mujer embarazada, había sido consensuada con la propia Raquel, quien “lo insitó a que no cumpla con lo “planeado” con Galtieri”.
El testigo rememoró el calvario vivido por su madre y la familia luego de la noticia del secuestro de Tulio y su compañera, la cantidad de presentaciones judiciales realizadas ante todos los tribunales posibles y la búsqueda de los mellizos que estaba a punto de dar a luz Raquel.
“Un día suena el teléfono, y me dicen: «Héctor apareció tu sobrina», el llamado era de parte de Estela Carlotto de Abuelas. Unos días después otro llamado me dice: «Tío yo soy Sabrina voy a ir a San Juan». Y vino a San Juan a vernos” señaló al tribunal Héctor.
“Un día suena el teléfono, y me dicen: «Héctor apareció tu sobrina», el llamado era de parte de Estela Carlotto de Abuelas. Unos días después otro llamado me dice: «Tío yo soy Sabrina voy a ir a San Juan». Y vino a San Juan a vernos” señaló al tribunal Héctor.
“Fue muy difícil ocultar el vacío que dejo mi hermano, lo hemos sobrellevado con mucho dolor. La aparición de Sabrina moderó un poco la ansiedad que tuvimos tantos años”, concluyó Valenzuela.
Un testigo policía
Finalmente la serie de testimonios de este martes terminó con la declaración del ex policía de la provincia de Santa Fe Adolfo Salman, quien revistó en la fuerza de el año 1969 hasta marzo del '77, y que actualmente reside en la ciudad de Las Rosas donde tiene una bicicletería.
Finalmente la serie de testimonios de este martes terminó con la declaración del ex policía de la provincia de Santa Fe Adolfo Salman, quien revistó en la fuerza de el año 1969 hasta marzo del '77, y que actualmente reside en la ciudad de Las Rosas donde tiene una bicicletería.
La declaración de Salman sirvió para establecer lar estrecha articulación que hubo durante el terrorismo de estado en la región, entre el ejército y la policía. En ese sentido el ex agente relató: “Yo desempeñaba tareas en Las Rosas. El comisario Saichut (ya fallecido) era el encargado de esa zona. Nosotros, dependíamos del ejército. El Mayor Morales era el que daba las órdenes, pedía información de la gente. Se investigaba lo que ellos pedían, se hacían tareas de inteligencia, se debía traer información de toda la familia de la gente, de cómo se movía. El Batallón 121 daba las órdenes. En el 73 empecé a trabajar en el servicio”.
Salman confesó que “se hacían reuniones en el Comando, de asesoramiento para los policías, donde Galtieri daba las órdenes, sobre como hacer tareas de inteligencia. Nos daban cátedra, nos lavaban el cerebro también”.
Con la intención de mostrar la conexión entre ejército y policía, el ex agente rubricó documentación que ya había presentado ante la Conadep en los primeros años de la vuelta de la democracia. Salman contó además que sus actitudes le valieron un concejo de guerra y varios años de detención.
Al final de la audiencia el tribunal anunció que este miércoles se tomarían otros tres testimonios: el de Sabrina Gulino -la hija recientemente ubicada de Tulio Valenzuela y Raquel Negro-; el de Sebastián Álvares, hermano de Sabrina e hijo de Raquel; y el de Pablo del Rosso, otro hijo de desaparecidos de la Quinta de Funes.
El testimonio de una Madre
María Adela Panello de Forestello tiene ochenta y seis años y es madre de Marta María, una de las militantes de la organización Montoneros desaparecidas de la Quinta de Funes –secuestrada el 19 agosto de 1977–. Este lunes declaró en el juicio contra cinco represores imputados de comandar aquel centro clandestino de detención. Forestello, quien declaró con el tradicional pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo, dio un conmovedor testimonio que arrancó la ovación del público de la sala de audiencias del TOF1 de Rosario.
María Adela Panello de Forestello tiene ochenta y seis años y es madre de Marta María, una de las militantes de la organización Montoneros desaparecidas de la Quinta de Funes –secuestrada el 19 agosto de 1977–. Este lunes declaró en el juicio contra cinco represores imputados de comandar aquel centro clandestino de detención. Forestello, quien declaró con el tradicional pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo, dio un conmovedor testimonio que arrancó la ovación del público de la sala de audiencias del TOF1 de Rosario.
“Fueron varias veces a mi casa a buscar a mi hija –comenzó su declaración Forestello–. La primera vez vinieron a la una de la madrugada entraron al piso vestidos con jean y camperas, a cara descubierta revisaron toda la casa, dijeron que eran una fuerza conjunta: policía, militares y prefectura. La segunda vez nos pusieron a mi marido e hija mayor contra el balcón, revisaron la casa disfrazados con bigotes, sombreros, lentes ahumados y robaron todo lo que pudieron, incluso dinero”.
María Adela contó que “aconsejados por amigos decidimos irnos a Europa” y recordó que su hija menor, Marta María, no quiso irse. “Yo no tengo por qué, si no he hecho nada”, había dicho su hija actualmente desaparecida, que en ese momento tenía una nena recién nacida.
“Fuimos a España –siguió el relato de la señora de Forestello–. Sabíamos todo lo que pasaba en Argentina por los diarios y por la correspondencia con amigos y con mi hija. Uno de esos días marido tuvo un infarto masivo, y falleció a los dos días. Entonces decidí volverme, incineré a los restos de mi marido y volvimos con mi hija mayor”.
Al poco tiempo de regresar a Rosario la señora de Forestello se enteró, por intermedio de un sobrino –que a su vez fue avisado por Miguel Tosetti, el marido Marta María–, que su hija Marta María había sido secuestrada junto a su bebé.
María Adela declaró que uno de esos días se encontró con su yerno Miguel Tosetti –dirigente Montonero, también desaparecido de la Quinta de Funes–, y éste le contó que él había podido ver cómo se llevaban a su hija y esposa, y que eligió no hacer nada para no poner en riesgo la vida de la nena. “Ese día me dio una foto más reciente y me encargó me ocupara de Victoria”, recordó la señora de Forestello. De la suerte de Miguel, se sabe que fue visto posteriormente en la Quinta de Funes, y que sufrió el derrotero de todos los otros detenidos-desaparecidos de aquel campo de concentración.
¿Dónde está Victoria?
Forestello rememoró cómo recorrió cielo y tierra para encontrar a su nieta: “Busque a la nena por todos lados; hogares de huérfanos, madres solteras, y no la encontraba. Se me ocurrió ir al Juzgado de Menores, ya había presentado Hábeas Corpus provincial y federal, escrito al Ministro del Interior.”
Forestello rememoró cómo recorrió cielo y tierra para encontrar a su nieta: “Busque a la nena por todos lados; hogares de huérfanos, madres solteras, y no la encontraba. Se me ocurrió ir al Juzgado de Menores, ya había presentado Hábeas Corpus provincial y federal, escrito al Ministro del Interior.”
Finalmente ubicó a Victoria en la policía Mujeres. “Me atendió la comisaria Leyla Perazzo, sacó el expediente donde estaba la foto de Victoria al mes de nacer, con su papá. Me dijo que no me la podía dar sin orden del juez, que volviera a los Tribunales que me iban a dar la orden, y así fue. Me la dieron en estado calamitoso, la llevé al médico ese día. Tenía pañales sucios de varios días atrás, estaba con sarna y piojos”, detalló la anciana, quien se quebró varias veces durante su relato.
María Adela señaló también que “cuando allanaron a los pocos días las casa donde vivían ellos –su hija y Tosetti–, ubicada en RUEDA al 5000 –donde ya no estaban–, se llevaron todo lo que había, incluso el boleto de compra de la casa que se había sido pagado totalmente, pero no se había hecho la escritura –Tosetti era escribano–. En esa casa dejaron viviendo a un policía de apellido Ojeda”.
Una visita desde el infierno
La madre de Marta María contó un extraño episodio que vivió tiempo después del secuestro de su hija y su yerno. Uno de esos días recibió una llamada de su yerno y le dijo que “que quería ver la nena”. Luego mandó una carta indicandolé donde se encontrarían. “Llegué ahí con mi mamá y la nena –indicó al tribunal la anciana–, y apareció él, no sé de donde, paseó con la nena, le había llevado una muñeca y un crucifijo, que le dijo lo había traído de Brasil”. La señora de Forestello contó que le preguntó por Marta María. “No te preocupes que está bien”, dijo la testigo que le respondió su yerno. “Y así como vino, desapareció”, expresó María Adela, quien desde esa oportunidad no tuvo más datos de los padres de Victoria, para quien tuvo que “hacer de madre, y abuela”, tal cual explicó. “Nunca pude hacer el duelo, porque tenía que criarla, educarle, enseñarle lo que no pudo la madre”, concluyó la señora de Forestello.
La madre de Marta María contó un extraño episodio que vivió tiempo después del secuestro de su hija y su yerno. Uno de esos días recibió una llamada de su yerno y le dijo que “que quería ver la nena”. Luego mandó una carta indicandolé donde se encontrarían. “Llegué ahí con mi mamá y la nena –indicó al tribunal la anciana–, y apareció él, no sé de donde, paseó con la nena, le había llevado una muñeca y un crucifijo, que le dijo lo había traído de Brasil”. La señora de Forestello contó que le preguntó por Marta María. “No te preocupes que está bien”, dijo la testigo que le respondió su yerno. “Y así como vino, desapareció”, expresó María Adela, quien desde esa oportunidad no tuvo más datos de los padres de Victoria, para quien tuvo que “hacer de madre, y abuela”, tal cual explicó. “Nunca pude hacer el duelo, porque tenía que criarla, educarle, enseñarle lo que no pudo la madre”, concluyó la señora de Forestello.
Al final del testimonio de María Adela, el público, que había seguido la estremecedora declaración sin chistar, como en todas las audiencias, irrumpió con aplausos y el tradicional cántico “Madres de la plaza el pueblo las abraza”. La ovación conmovió a la testigo y a muchos de los presentes, que parecieron sacar toda la angustia y emoción acumulada tras quince audiencias durante las que se había guardado el silencio estampa impuesto por el tribunal.
Otros testimonios de la jornada
El primero en declarar en la audiencia del lunes fue el periodista Reynaldo Sietecase, quien fue llamado a ratificar su entrevista mantenida en 1992 con el imputado Eduardo Costanzo. Sietecase se refirió a aquella nota publicada en su momento y no aportó otros datos relevantes.
“Ana María siempre fue solidaria”
El primero en declarar en la audiencia del lunes fue el periodista Reynaldo Sietecase, quien fue llamado a ratificar su entrevista mantenida en 1992 con el imputado Eduardo Costanzo. Sietecase se refirió a aquella nota publicada en su momento y no aportó otros datos relevantes.
“Ana María siempre fue solidaria”
El último de los testigos en declarar en la audiencia del lunes por el Juicio Guerrieri-Amelong fue Jorge Raúl Gurmendi, hermano de la militante montonera Ana María Gurmendi. A continuación se reproducen fragmentos de su testimonio cargado de sentimientos y admiración por su hermana.
“En 1977 desapareció mi hermana por hechos públicamente y lamentablemente conocidos en Argentina. Ana María desapareció por un grupo violento armado que irrumpió donde vivía con su pareja Oscar Capella –también desaparecido de la Quinta de Funes–.”
“Estudió en el colegio Superior de Comercio, un aula lleva su nombre. Cursó estadística y matemática, trabajo en alguna industria privada y para la municipalidad de Rosario. Trabajó con gente carenciada en servicios de salud y educación. Militó en la Juventud Peronista, desconozco si estaba o no afiliada”.
“En la familia nos enteramos ese día, ellos no tenían teléfono, y un vecino nos buscó y nos llama. Los vecinos tenían en alta estima a la pareja, y hay consternación por lo sucedido esa noche del 15 de agosto.”
“Con mi padre concurrimos la casa el día siguiente. Había un conscripto en la terraza, y eso nos confirmó el hecho. Para informarnos debíamos concurrir al Comando del Ejército, nos sentimos aliviados mi padre y yo porque creíamos que se había oficializado, pero se esa ilusión se hizo añicos cuando nos enteramos de la versión de que “confirmaron el procedimiento, pero los ocupantes de la casa se habían escapado”. Recuerdo el estupor de mi padre y mi desesperación.”
“En los días siguientes, vecinos que observaron el procedimiento, contaron que fueron intimados a que entraran a sus casas, nos contaron cómo habían visto que sacaban a mi hermana soportada de pies y manos y la subieron a un auto”.
“Realizamos un derrotero desesperado tratando tener alguna información, averiguar donde había estado, anduvimos por varias instituciones. Presentamos habeas corpus”.
“Los meses que sucedieron fueron terribles, teníamos indicio de cómo era la metodología, por palabras mi hermana. Dos semanas antes, ella nos relató, a mí y quien era mi novia, un procedimiento en Casilda donde habían capturado a gente y formalmente habían negado esa captura. Creo que Ana María estaba muy asustada, que no imaginaba que podía sucederle algo similar”.
“Recuerdo a mis padres desesperados, y hoy puedo comprenderlo cabalmente lo que puede sentir el que se le arranque un hijo de esa forma a alguien”.
“Por esos días, para darles contención, un matrimonio amigo invitó a mis padres un paseo por el sur argentino, gente con buena posición, y sucedió un hecho fortuito el 18 de enero de 1978: a orillas del Lago Argentino, hubo un derrumbe inusual de hielo que los arrastro y terminó con sus vidas”.
“Recuerdo a mis padres desesperados, y hoy puedo comprenderlo cabalmente lo que puede sentir el que se le arranque un hijo de esa forma a alguien”.
“Por esos días, para darles contención, un matrimonio amigo invitó a mis padres un paseo por el sur argentino, gente con buena posición, y sucedió un hecho fortuito el 18 de enero de 1978: a orillas del Lago Argentino, hubo un derrumbe inusual de hielo que los arrastro y terminó con sus vidas”.
“Mi hermana no era una persona violenta, sólo trataba de beneficiar al prójimo, siempre fue más solidaria que yo, lo heredó de mi padre, en casa nunca hubo armas”.
“Es terrible, nada puede cambiarse del pasado, pero desde este lugar creo estoy colaborando como miembro de la sociedad para tener un mundo mejor. Que estemos todos aquí demuestra que en este mundo no se puede tapar el sol con la manos, no hay manera ocultar los delitos de lesa humanidad ocurridos hace más de 30 años”.
“Es terrible, nada puede cambiarse del pasado, pero desde este lugar creo estoy colaborando como miembro de la sociedad para tener un mundo mejor. Que estemos todos aquí demuestra que en este mundo no se puede tapar el sol con la manos, no hay manera ocultar los delitos de lesa humanidad ocurridos hace más de 30 años”.
(Fuente:Argenpress).
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