Análisis
La Justicia miraba de reojo
La Justicia miraba de reojo
Por Carlos Paillet.
El jueves pasado le tocó testimoniar a Julio Cesar Uslenghi, a quien le habían encomendado la misión crucial de recibir “las llaves” del chalé de Hidráulica –según recordó, esto ocurrió en 1981 ó 1982–, que hasta entonces había funcionado como guarida de los represores del D2 para torturar y asesinar a decenas de prisioneros de la dictadura.
El jueves pasado le tocó testimoniar a Julio Cesar Uslenghi, a quien le habían encomendado la misión crucial de recibir “las llaves” del chalé de Hidráulica –según recordó, esto ocurrió en 1981 ó 1982–, que hasta entonces había funcionado como guarida de los represores del D2 para torturar y asesinar a decenas de prisioneros de la dictadura.
Uslenghi dijo que acudió a recibir el edificio mandado por la entonces Dirección Provincial de Hidráulica, que en 1976 le había cedido la residencia a los matones del D2 y de Luciano Benjamín Menéndez con el pretexto de que “grupos subversivos” podrían hacer volar el murallón del dique San Roque.
Algunos datos aportados por Uslenghi dejaron interrogantes que pasaron por alto el tribunal y las partes querellantes y de las defensas.
El receptor de las llaves describió que al ingresar al inmueble encontró esposas de uso policial con una de sus partes empotradas en la pared. Se deduce que la cadena de la esposa que colgaba, a un metro y medio del altura, era para sujetar a los detenidos que, se descuenta, tenían que permanecer de pie.
Uslenghi contó también que había manchas de sangre en las paredes, en el piso y en unos colchones que, además, tenían restos de “orina y materia fecal”.
Hasta aquí el relato; después, los interrogantes, al menos al cabo de la audiencia en la que declaró el funcionario. ¿No hubiera sido lógico y prudente que al encontrarse con semejante escenario, Uslenghi diera aviso a un juez, a un fiscal, a un secretario penal o, al menos, a sus superiores? Y si lo denunció, ¿todos hicieron la vista gorda?
Nada de eso fue preguntado al testigo durante la audiencia del jueves. Sí se lo interrogó sobre qué paso con los colchones: “Los quemamos”, respondió.
Ya con otros cargos, actuales y ex funcionarios de la Justicia federal han sido blanco de sospechas por no haber investigado por aquellos años crispados las violaciones a los derechos humanos que se cometían al calor del terrorismo de Estado.
Eran tiempos difíciles, se escudan algunos; pero, ¿la insólita recepción de la Casa de Hidráulica fue un episodio más de la ausencia generalizada de los Tribunales?
Al momento de la gestión de Uslenghi, que él estima fue en 1982, el núcleo más duro de la represión estaba en franca retirada. Y vuelven a emerger las dudas: ¿nadie más que los encargados de “limpiar” el chalé se enteró de las esposas empotradas y de las manchas de sangre en el piso y los colchones?
Juicio Menéndez II / El escenario del horror
Sin rastros del pasado en un enclave del D2
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El ex centro chalé de Hidráulica pertenece a Turismo.
Por Federico Noguera
“La sangre parecía que había sido utilizada como pintura del lugar”. Así describió el cuidador Julio César Uslenghi ante la Justicia el estado en que encontró el Chalé de Hidráulica cuando dejó de funcionar como centro clandestino de detención del Departamento de Informaciones (D2) de la Policía.
En ese lugar fue asesinado en 1979 el subcomisario Ricardo Fermín Albareda, la principal víctima del juicio que ventila el Tribunal Oral N° 1 de Córdoba.
Edificado en la década de 1970 en las márgenes del paredón del dique San Roque, el chalé fue cedido por la Dirección de Hidráulica al D2. El D2, bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez, comenzó a operar allí el 1º de setiembre de 1976.
No resulta difícil adivinar por qué la “patota” del D2 eligió el lugar: rodeado a un costado por un cañadón y con vista al paredón, no hay asentamientos en 300 metros a la redonda.
EL CHALÉ DE HIDRÁULICA. Durante los años de la dictadura funcionó como centro ilegal de detención.
Los detenidos eran vendados y esposados antes de ser ingresados, según cuenta el sobreviviente Juan José López, quien estuvo prisionero en 1978. Tanto él, como la sobreviviente Marta Alicia Panero, pudieron escuchar a otros detenidos.
Los detenidos eran vendados y esposados antes de ser ingresados, según cuenta el sobreviviente Juan José López, quien estuvo prisionero en 1978. Tanto él, como la sobreviviente Marta Alicia Panero, pudieron escuchar a otros detenidos.
Hoy, en el antiguo chalé, flanqueado por una arboleda, hay un garaje, dos baños y dos habitaciones. “En esas piezas nos ataron y nos gatillaron en la cabeza, pero no nos ‘tocaron’”, rememora López.
Cuando Uslenghi asumió como controlador patrimonial de la Dirección de Hidráulica el 2 de mayo de 1980, el mismo año que el D2 devolvió el lugar, declaró en la elevación a juicio que encontró colchones y una bañera con sangre, esposas amuradas y cadenas. El sobreviviente Carlos Vadillo recuerda que en el centro clandestino los policías le decían que le “iban a hachar los dedos y las muñecas, además de someterlos a golpizas y la ‘mojarrita’”, como denominaban la inmersión en orina y heces.
CHALÉ DE HIDRÁULICA. Donde fueron detenidas y torturadas numerosas personas.
“En Hidráulica, la ‘patota’ se cebaba más”, comenta una fuente del Archivo de la Memoria. Se estima que pasaron un centenar de personas, entre ellas el estudiante del Monserrat Diego Hunziker, desaparecido en 1976.
“En Hidráulica, la ‘patota’ se cebaba más”, comenta una fuente del Archivo de la Memoria. Se estima que pasaron un centenar de personas, entre ellas el estudiante del Monserrat Diego Hunziker, desaparecido en 1976.
Refacción. Tres décadas después, pese al horror que esconden sus paredes, el sitio ya no es el mismo. Antes del retorno de la democracia, al parecer se hicieron arreglos, se pintaron las paredes y se cambiaron las baldosas, por lo que el Museo de Antropología de la UNC nunca halló rastros de la represión cuando inspeccionó el lugar.
Ahora son dos chalés y no uno, como entonces, debido a que la administración del gobernador Eduardo Angeloz realizó modificaciones en 1983 y se levantó otra construcción. Un año después, a metros del chalé –al que se llega por la variante Costa Azul o el camino de las 60 curvas–, en las profundidades del lago, la Conadep encontró partes de vehículos desarmados por el D2.
El predio está actualmente a cargo de la Agencia Córdoba Turismo, que le encomendó a la familia de Gladys Chayle cuidar de las viviendas. “Los vecinos me dijeron que se escuchaban gritos, que había muchas torturas”, cuenta la mujer.
(Fuente:Rdendh).
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