Declararon los últimos testigos por el crimen de Albareda
El Tribunal Federal Nº1 tomó declaración a Fernando Albareda y la ex mujer e hija de Raúl Calderón, testigo clave del juicio. Hoy tomarán testimonios en la "causa Morales".
Fernando Albareda, hijo del subcomisario Ricardo Fermín Albareda, secuestrado y asesinado de 1979, recordó hoy emotivamente a su padre ante el Tribunal Oral Federal Nº1, en la última audiencia por este caso, al tiempo que mañana comenzarán las declaraciones a testigos de la causa Raúl Ernesto Morales, secuestrado y torturado en 1976. Por la causa Albareda, a la que se suma la Morales y la de Carlos Jacinto Moyano, secuestrado y torturado, están siendo juzgados miembros del Departamento de Informaciones (D2) de la Policía y el represor Luciano Benjamín Menéndez.
El presidente del tribunal, Jaime Díaz Gavier, tomó declaración al hijo de la víctima, Fernando Albareda, a María del Valle Zamudio, ex esposa de Ramón Roque Calderón, ex policía del D2, y a la hija de éste, Ana María Calderón.
La semana última, Ramón Calderón había dicho que el jefe del D2 Raúl Pedro Telleldín (ya fallecido) y el ex oficial Hugo Cayetano Britos, uno de los imputados en la causa, fueron los verdugos de Albareda .
A su vez, el tribunal desestimó los testimonios del médico Guillermo Gabriel Tillard, Gonzalo Equenique Frías y el periodista Mariano Saravia, autor del libro La sombra azul, sobre el siniestro accionar del D2, por considerar innecesarios sus aportes.
Durante su emotiva declaración, Fernando Albareda recordó a su padre y expresó que pese a su salvaje asesinato, aún padece su ausencia.
"Mi padre lo era todo. Fue muy duro con apenas ocho años sobrellevar y tratar de entender el por qué lo arrebataron de mi lado y con ello también llevarse los sueños que habíamos construido juntos", señaló.
En tanto, Zamudio, ex esposa de Calderón, y actual mujer de Britos, rechazó las acusaciones de Calderón quien culpó a Britos de haber torturado a Albareda la noche del 25 de setiembre de 1979.
La mujer ratificó sus dichos de 2006, formulados durante la instrucción, cuando aseguró que Calderón acusó a Britos por despecho y venganza ya que este último había entablado una relación amorosa con ella.
Por último, la hija de Calderón e hijastra de Britos, Ana María Calderón, también rechazó las acusaciones contra su padrastro.
De esta forma, el tribunal dio por finalizada la etapa de testimoniales y mañana comenzará a tomar declaraciones a los testigos del "caso Morales".
Esta causa, que se sumó a la de Albareda y la de "Moyano", pretende esclarecer el secuestro y torturas sufridas por el albañil Raúl Ernesto Morales, en 1976 .En este caso, Menéndez y el ex policía del D2 Miguel Ángel Gómez son los únicos imputados.
Una vez que los testigos declaren por esa causa comenzará la de Carlos Jacinto Moyano, secuestrado y torturado por el D2 en 1977.
Ayer, el tribunal realizó una inspección ocular en el Chalé de Hidráulica, donde fue torturado y asesinado Albareda.
a Menéndez
Una visita guiada por el chalet del terror Con una fuerte custodia armada, el testigo principal pudo reconstruir el espeluznante asesinato de Ricardo Fermín Albareda, en el mismo escenario del centro de detención y exterminio Casa de Hidráulica, donde el tribunal y las partes realizaron una inspección ocular que pudieron presenciar los periodistas.
Se aprestan a ingresar a la casa, Fernando Alvareda, hijo de la víctima, y el Tribunal Federal Oral Nº1.
Por Alexis Oliva y Katy García *
La sexta audiencia del Juicio Menéndez II se realizó en el chalet “Casa de Hidráulica”, uno de los centros clandestinos utilizados por el D2. La propiedad ha sufrido modificaciones en su estructura, lo que no hizo mella en la memoria de los testigos Julio César Uslenghi, funcionario de la Dirección de Hidráulica; Ramón Roque Calderón, ex policía del D2, y Carlos Félix Vadillo, sobreviviente. La inspección ocular comenzó a las 12 y terminó cerca de las 15 horas.
La Casa de Hidráulica está edificada en una suerte de isla, en cercanías del murallón del lago San Roque. A pocos metros de donde comienza la variante Costa Azul, se ingresa al lugar mediante un desvío. El tramo del camino es corto y no está asfaltado.
Hasta allí se trasladaron el Tribunal, las partes y los tres testigos, junto una veintena de periodistas y reporteros gráficos. En cada instancia, el presidente del tribunal, Jaime Díaz Gavier, realizó las preguntas pertinentes y luego habilitó a las partes a realizar su trabajo, contando con el apoyo de los expedientes, mapas y anexos relacionados con el lugar.
El primer testigo en efectuar el recorrido, fue Julio César Uslenghi, quien tuvo a su cargo la tarea de recibir el inmueble, utilizado por el D2 de Informaciones durante los años de plomo y devuelto en 1980.
Uslenghi reconoció el itinerario de ingreso, sólo tuvo dudas respecto a la escalera de concreto y consideró que el declive “no era tan pronunciado”. Alejandro Cuesta Garzón, abogado de Luciano Benjamín Menéndez, pidió que se determine la fecha de la remodelación y se solicite al diario “La Voz del Interior” la foto publicada el domingo pasado con su correspondiente fecha.
Lo que hoy es una cocina comedor, antes era la galería. El comedor es amplio y cuenta con un hogar. “Había una mesa de madera gruesa y un aparador”, apuntó el ex funcionario. Ante la solicitud de precisiones sobre la textura de la madera el testigo dijo que impresionaba como de gran “robustez”. También recordó que en una de las habitaciones -a la izquierda- pudo ver grilletes empotrados en la pared. Durante este primer recorrido, Fernando Albareda, hijo de la víctima y querellante particular, se mantuvo a cierta distancia de los jueces, abogados y el testigo y con semblante taciturno.
Un testigo blindado
Ramón Roque Calderón es el testigo clave. Vio cómo mataron a Ricardo Fermín Albareda y supo por qué lo hicieron. Actualmente, cumple una condena en la cárcel de Bouwer por un homicidio en ocasión de un asalto. Desde el comienzo de la jornada, permaneció en un vehículo del Servicio Penitenciario y al ser convocado descendió con un chaleco antibalas y rodeado por varios guardias, fuertemente armados, que lo siguieron celosa y milimétricamente a cada paso que dio.
En líneas generales, Calderón reiteró y amplió lo que había declarado en la audiencia del miércoles pasado.
Antes de ingresar al chalet, Cuesta Garzón interrumpió su relato para pedir precisiones sobre los metros que separan a la galería de la puerta de entrada, a lo que Calderón anticipó su pedido de que “conste en acta” la respuesta, generando un momento de distensión previo a su dramático testimonio. Antes de la parte más cruda del relato, Calderón refirió que aquella noche estaba también de guardia el “flaco” Jesús González, a quien definió como “un hermano”. González estaba citado a declarar y un día antes del inicio del juicio se suicidó. “Estoy seguro que alguien lo llamó para que declarara en contra mío, para que me cambiara la declaración”, afirmó el testigo.
La noche de sus pesadillas
Aquella noche en que asesinaron a Albareda, el testigo estaba cumpliendo su función de guardia. Recordó que junto a Antonio Caravante vieron desde la galería las luces de los vehículos. “Son las brigadas. Todo bien. Traen uno más…”, confesó Calderón que pensó en ese momento.
Así vio llegar al grupo integrado por Pedro Raúl Telleldín, Américo Romano y Hugo Cayetano Britos que ingresaron al comedor arrastrando a un hombre uniformado, lo que le generó curiosidad. “¿Quién es ese carteludo?”, preguntó obteniendo por respuesta una reprimenda de Britos. Al rato, oyó gritos de dolor. “¡Basta muchachos!”, dijo que escuchó.
“Yo no podía hacer nada”, se justificó el testigo. Pasó un lapso de tiempo que no sabe calcular cuando, cuando Telleldín le ordenó ingresar al lugar de las torturas:
-Pase, Kung Fu, y vea lo que le pasa a los traidores…
Calderón ingresó y vio al subcomisario “atado con alambres, de pies y manos, en una silla grande y ancha”. “No se podía defender, ni hacer nada -recordó abatido-, porque había perdido el conocimiento por los golpes”, relató ante la mirada del hijo de la víctima.
Comentó además que continuaba intrigado por saber quién era ese uniformado, por lo que le reiteró la pregunta a Antonio Caravante:
-¿Quién es ese carteludo?
-Es un subversivo.
También le vino a la memoria que Telledín pidió que le traigan una botella de whisky, mientras le ordenó a Britos: “Sáquele las insignias”. Después vio y escuchó a Telleldín dirigirse a la víctima: “Ahora te voy a cortar las bolas porque caminás por el suelo por ese peso. Cuando te las corte, te vas al cielo”. “Nunca vi hacerle algo tan terrible a un ser humano. No tenía movilidad, tantos golpes, daba tristeza”, sostuvo. “Agarró el bisturí, le abrió la ropa y dijo: Esto les va a pasar a los que nos traicionen o no cumplan las órdenes”, recordó el testigo. “Había mucha sangre, estaba irreconocible”, destacó.
En ese momento se sintió mal y le pidió al jefe que lo dejara salir de la pieza. “Lo dejaron al hombre tirado, y se fueron a comer un asado”, agregó. En un momento dado, Telleldín volvió, observó a la víctima y les dijo a los choferes: “Está listo el paquete”. Entonces lo cargaron y lo llevaron con rumbo desconocido. Luego supo por comentarios del guardia que Telleldín “le había introducido los testículos en la boca y se la había cosido”. Participaron de este “operativo” los hermanos Antonio y Hugo Caravante, Britos, Romano y Telleldín.
“Quería contárselo a alguien. En este maldito lugar vi matar a mucha gente, no sólo subversivos. Secuestraban gente para pedir rescate”, reveló el testigo con aire abatido. Y recuerda que dos presos comunes, Miguel Ángel Montero y Mariano Palacios, habían logrado escapar del lugar. Montero fue atrapados y quemado con tizones. “Lo trajo la brigada de Britos con los suboficiales Cuello y Rey", señaló. Lo llevaron fuera de la casa, lo hicieron cavar un pozo y lo ahorcaron. “Le pusieron nafta y se reían…”, explicó y caracterizó la situación como “salvaje”. Luego aseguró que suele rezar por las víctimas y que sufre pesadillas. “Si nosotros hubiéramos intentado irnos, seríamos hombres muertos. ¿Usted cree que yo estaría acá contándole esto?”, preguntó, dirigiéndose al juez Díaz Gavier.
Sobrevivir al terror
Carlos Vadillo fue el último testigo en recorrer el chalet. Relató que lo habían traído a medianoche, luego de someterlo a torturas. Al ingresar, pudo reconocer los escalones y adentro recordó que en el comedor había una mesa grande con sillas, que “corrieron para golpearme, de pared a pared”.Allí cayó al piso varias veces, por lo que pudo retener en su memoria las baldosas rojas y con guardas blancas exagonales, a pesar de que tenía la cabeza cubierta con un suéter. Así reconoció una baldosa que el propio Fernando Albareda encontró tirada en el parque.
Vadillo relató que sus captores lo hicieron sentar y lo llevaron al baño, donde pudo ver desde un ventiluz la pendiente que desciende hasta el lago. “Estuve aquí”, dijo y aclaró que el baño era una construcción única (ahora dividida).
-¿Qué recuerda del lugar?- le preguntó el abogado de Menéndez
-Golpizas- respondió con expresión de sorpresa. Mañana a las 10 continúa el juicio. Serán citados a declarar dos testigos: Gonzalo Echenique, pedido por la defensa, y Fernando Albareda, propuesto por la querella.
* Diario del Juicio
Fotografía: Prensared
Fachada actual del ex centro represivo Casa de Hidráulica, en cercanías del murallón del dique San Roque.
Jaime Díaz Gavier, titular del tribunal, flanqueado por Martín Fresneda, abogado querellante de H.I.J.O.S.
Las fotos y mapas ayudaron a reconocer las antiguas partes del edificio, que en 30 años sufrió diversas modificaciones.
Hugo Vaca Narvaja y María Elba Martínez, abogados del Serpaj, cruzan el descanso del lago, hoy seco.
Los fotoperiodistas capturan imágenes en los alrededores del chalet. De ropa clara, inspecciona el Fiscal Gonella.
(Fuente:Rdendh-lavozdelinterior).
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