Búsquedas de familiares de víctimas
En un lugar impensado
Ayer por la tarde, tras la declaración de Olga Moyano por la mañana, continuó la etapa de declaraciones de lo sucedido en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionó en la Fabrica Militar de Armas "Domingo Matheu" Ov Lagos al 5200 durante la última dictadura militar; en el juicio a los represores que se sigue en los Tribunales Federales de Rosario (Oroño 940).
La audiencia de la tarde se inició a las 17 y hubo dos declarantes: Ricardo Moyano hermano de Olga Moyano y que se intercambiara cartas cuando ella estaba detenida en el Comando del Ejército 121 y Celso Rivero, hermano de Juan Rivero, cuya declaración reveló dos entrevistas con el director de la Fábrica Militar Enrique Jordana Testoni en momentos en que Juan estaba detenido ilegalmente.
Ricardo Moyano relató que cuando Olga desapareció, él estaba haciendo el servicio militar en Santo Tomé y empieza a tomar contacto con ella cuando es trasladada al 121, donde pudo visitarla en dos ocasiones.
El testigo recordó que fue "trasladado a Río Gallegos por el inminente conflicto limítrofe con Chile por el Canal de Beagle y siguió en contacto con su hermana mediante cartas". El testigo mencionó que "el tiempo que Olga estuvo detenida en Fábrica Militar no supimos nada de ella".
El ultimo en dar su testimonio fue Celso Rivero, hermano de Juan, que anteayer debió interrumpir su testimonio por un problema de salud, pero podrá volver a hablar frente al Tribunal en una semana. Celso contó la entrevista que mantuvo con el entonces director de la Fábrica Militar, Jordana Testoni, cuando su hermano fue privado ilegítimamente de la libertad.
Celso mencionó "haber recorrido distintos lugares cuando a Juan lo secuestraron". Y fue "en la comisaría 18 donde le dijeron que preguntara en la Fábrica Militar". El hermano de Juan Rivero, por ese entonces, trabajaba como operario en dicho lugar. El testigo indicó que tuvo dos encuentros con Jordana Testoni. En una primera instancia, el militar lo recibió gritándole que su hermano es un terrorista pero no mucho más de eso.
En una segunda oportunidad según Celso , el director de la Fábrica le menciona "que Juan está vivo". "Lo que no sabía Celso era que Juan estaba precisamente en ese lugar", relató, una vez finalizado el debate la abogada querellante Daniela Asinari.
"La verdad es que Juan nunca me dijo que había estado detenido a sólo cinco cuadras de casa, no lo dijo cuando lo fuimos a ver al 121, ni en Coronda. Recién cuando regresó a casa en diciembre de 1982 nos contó a la familia donde había estado secuestrado", indico Celso.
"Juan recordó claramente cada ruido en el barrio", contó Celso, quien también aclaró que por más que fuera empleado, no tenía acceso a otros sectores de la fábrica. "Nunca íbamos a ningún otro lugar que no fueran los talleres. El sector donde tenían a los detenidos estaba a varias cuadras", concluyó.
Para la audiencia de hoy está prevista la declaración de otros tres testigos: Ariel Alejandro Rivero, Guillermo Germano e Inocencia Deharbe.
En un lugar impensado
Ayer por la tarde, tras la declaración de Olga Moyano por la mañana, continuó la etapa de declaraciones de lo sucedido en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionó en la Fabrica Militar de Armas "Domingo Matheu" Ov Lagos al 5200 durante la última dictadura militar; en el juicio a los represores que se sigue en los Tribunales Federales de Rosario (Oroño 940).
La audiencia de la tarde se inició a las 17 y hubo dos declarantes: Ricardo Moyano hermano de Olga Moyano y que se intercambiara cartas cuando ella estaba detenida en el Comando del Ejército 121 y Celso Rivero, hermano de Juan Rivero, cuya declaración reveló dos entrevistas con el director de la Fábrica Militar Enrique Jordana Testoni en momentos en que Juan estaba detenido ilegalmente.
Ricardo Moyano relató que cuando Olga desapareció, él estaba haciendo el servicio militar en Santo Tomé y empieza a tomar contacto con ella cuando es trasladada al 121, donde pudo visitarla en dos ocasiones.
El testigo recordó que fue "trasladado a Río Gallegos por el inminente conflicto limítrofe con Chile por el Canal de Beagle y siguió en contacto con su hermana mediante cartas". El testigo mencionó que "el tiempo que Olga estuvo detenida en Fábrica Militar no supimos nada de ella".
El ultimo en dar su testimonio fue Celso Rivero, hermano de Juan, que anteayer debió interrumpir su testimonio por un problema de salud, pero podrá volver a hablar frente al Tribunal en una semana. Celso contó la entrevista que mantuvo con el entonces director de la Fábrica Militar, Jordana Testoni, cuando su hermano fue privado ilegítimamente de la libertad.
Celso mencionó "haber recorrido distintos lugares cuando a Juan lo secuestraron". Y fue "en la comisaría 18 donde le dijeron que preguntara en la Fábrica Militar". El hermano de Juan Rivero, por ese entonces, trabajaba como operario en dicho lugar. El testigo indicó que tuvo dos encuentros con Jordana Testoni. En una primera instancia, el militar lo recibió gritándole que su hermano es un terrorista pero no mucho más de eso.
En una segunda oportunidad según Celso , el director de la Fábrica le menciona "que Juan está vivo". "Lo que no sabía Celso era que Juan estaba precisamente en ese lugar", relató, una vez finalizado el debate la abogada querellante Daniela Asinari.
"La verdad es que Juan nunca me dijo que había estado detenido a sólo cinco cuadras de casa, no lo dijo cuando lo fuimos a ver al 121, ni en Coronda. Recién cuando regresó a casa en diciembre de 1982 nos contó a la familia donde había estado secuestrado", indico Celso.
"Juan recordó claramente cada ruido en el barrio", contó Celso, quien también aclaró que por más que fuera empleado, no tenía acceso a otros sectores de la fábrica. "Nunca íbamos a ningún otro lugar que no fueran los talleres. El sector donde tenían a los detenidos estaba a varias cuadras", concluyó.
Para la audiencia de hoy está prevista la declaración de otros tres testigos: Ariel Alejandro Rivero, Guillermo Germano e Inocencia Deharbe.
Testimonios de tres sobrevivientes en la capital provincial
"No entiendo el salvajismo"
Daniel García, Alba Sánchez y Andrea Trincheri testimoniaron en la causa Brusa Fueron secuestrados en diciembre de 1977, primero los llevaron a la comisaría 4ª y los llevaron a un centro clandestino en San José del Rincón hasta 1978.
"No entiendo el salvajismo"
Daniel García, Alba Sánchez y Andrea Trincheri testimoniaron en la causa Brusa Fueron secuestrados en diciembre de 1977, primero los llevaron a la comisaría 4ª y los llevaron a un centro clandestino en San José del Rincón hasta 1978.
El fiscal José Candiotti preguntó sobre los simulacros de fusilamientos que sufrieron.
Por Juan Carlos Tizziani
Fueron ocho horas de relatos del terror. El secuestro, las torturas y el botín de guerra. Los esposos Daniel García y Alba Sánchez y una compañera que ellos habían refugiado en su casa, Andrea Trincheri, la "Tana", como la conocían, contaron ayer ante el Tribunal Oral los meses que estuvieron desaparecidos en un centro clandestino de San José del Rincón, desde diciembre de 1977 hasta el otoño de 1978. Lo perdieron todo: los García fueron despojados de sus bienes: una casa, una camioneta Ford F100 y hasta el último de sus muebles. Lo único que les quedó fue una tetera del juego de casamiento que Alba llevó al juicio para mostrársela a los jueces. "Nunca he podido comprender tanto salvajismo", dijo la Tana. Los ojos se le iluminaron. Ella denunció su martirio en 1997 ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Los García ni siquiera sabían su nombre y apellido, hasta que su abogado detectó ese testimonio que los mencionaba. La llamaron a declarar en el juicio. Y ayer, volvieron a reencontrarse ante un Tribunal después de 30 años sin verse, desde aquel día que el grupo de tareas los dejó libre y comenzaron a reconstruir sus vidas: Andrea, en La Plata y los García, en Santa Fe. "Cuando nos llevaron al chupadero cruzamos el puente Colgante, creo que hoy comenzamos a volver", dijo Daniel. La angustia le frenó las palabras.
Los tres testimonios ocuparon las dos jornadas del juicio a los represores santafesinos. Daniel García declaró a la mañana, durante cuatro horas. Su esposa y "La Tana" durante otras cuatro, a la tarde. Los tres fueron secuestrados el 6 de diciembre de 1977 en una estación de servicio de Santo Tomé, en la curva de Mauri. Era un grupo de tareas integrado por militares, policías y civiles. A uno de ellos, Daniel lo pudo identificar cuando lo vio detrás de un revólver calibre 38 que le apuntaba a la cabeza, era José Quiroga, un ex montonero que se pasó a la filas de la represión.
Los llevaron a la comisaría 4ª. Andrea recordó el ruido que hacía el portón del garage por donde los entraron a la seccional. Ella no era de Santa Fe, pero ese chirrido le quedó en la memoria. "Me encapucharon y esposaron con las manos en la espalda y comenzaron a interrogarme en una celda", dijo Trincheri. Ya habían comenzado los tormentos.
Después los trasladaron a una quinta en San José del Rincón que los García lograron localizar y denunciar, en octubre de 2004. "Me bajan del auto y me dejan en una habitación. Y empiezan las sesiones de torturas y las presiones. A mi derecha había un tal 'Potín' y a mi izquierda un tal 'José", dijo Andrea. Y luego llamó por sus alias a otros dos integrantes del grupo de tareas: "el Pollo" y "el Tío". Daniel y Alba Sánchez les pusieron nombre y apellidos a los apodos: "Potín" era el capitán del Destacamento de Inteligencia Militar 122, Julio César Domínguez; "José" era Guillermo Quiroga; "el Pollo" el comisario Héctor Colombini imputado en el juicio y "el Tío" el suboficial del Ejército, Nicolás Correa. Más adelante, agregaron otros: "El gringo", "Oscar", "el Cucaracho" y "el Tuli" que aún no han podido identificar.
Andrea dijo que se desmayó en uno de los interrogatorios. Cuando recuperó la conciencia, "Potín" le contó que había tenido un paro cardiorespiratorio. "Entonces, no me tocaron más con la picana porque podía tener otro paro", explicó.
En los meses del secuestro, los amenazaban con matarlos. "Hubo simulacros de fusilamiento que ellos hacían para intimidar y quebrarnos". Hasta que en el otoño de 1978 les anuncian que los iban a liberar. "Nos hacen sacar la capuchas. Y ahí estaban Potín y José, es la única vez que los veo a Daniel y a la Negra", precisó Andrea.
¿En esa quinta, había otros detenidos además del matrimonio García y usted? le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal.
Estábamos nosotros tres contestó Trincheri.
¿Recuerda algún aspecto del inmueble?
Tenía un comedor, había un pasillo largo con habitaciones a los costados, un jardín y parrilla respondió. Su relato coincide con un croquis de la casa que un rato antes se había exhibido en el juicio con la planta original de la vivienda antes de una reforma.
El fiscal José Ignacio Candioti le pidió precisiones sobre los simulacros de fusilamiento. "Recuerdo las voces. Con la capucha veía de la cintura para abajo, pero 'Potín' era el que lideraba todo. Y a la noche, cuando ponían la musica empezaban las sesiones de torturas afirmó la Tana.
¿Sobre qué la interrogaban? quiso saber el presidente del Tribunal, Roberto López Arango.
-Pedían nombres y apellidos para seguir secuestrando y torturando gente como estaban haciendo con nosotros. Querían datos para seguir persiguiendo en cualquier parte del país.
Fue allí cuando el defensor de Colombini le preguntó por su defendido. Trincheri respondió sin dudar: "Era uno de los torturadores, trabajaba con 'Potín'. Trabajaba con ellos. No puedo comprender qué los llevó a ser tan salvajes", dijo la Tana. El presidente del Tribunal le agradeció su testimonio. Ella se levantó y buscó la salida. Un aplauso de los familiares de las víctimas la recibió en la puerta. Y unos minutos después, se reencontró con los hijos de los García, Emiliano y Diego, que en 1977, cuando ella se refugió en su casa tenían 4 y 5 años y que ayer volvió a abrazar después de tantas ausencias.
Por Juan Carlos Tizziani
Fueron ocho horas de relatos del terror. El secuestro, las torturas y el botín de guerra. Los esposos Daniel García y Alba Sánchez y una compañera que ellos habían refugiado en su casa, Andrea Trincheri, la "Tana", como la conocían, contaron ayer ante el Tribunal Oral los meses que estuvieron desaparecidos en un centro clandestino de San José del Rincón, desde diciembre de 1977 hasta el otoño de 1978. Lo perdieron todo: los García fueron despojados de sus bienes: una casa, una camioneta Ford F100 y hasta el último de sus muebles. Lo único que les quedó fue una tetera del juego de casamiento que Alba llevó al juicio para mostrársela a los jueces. "Nunca he podido comprender tanto salvajismo", dijo la Tana. Los ojos se le iluminaron. Ella denunció su martirio en 1997 ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Los García ni siquiera sabían su nombre y apellido, hasta que su abogado detectó ese testimonio que los mencionaba. La llamaron a declarar en el juicio. Y ayer, volvieron a reencontrarse ante un Tribunal después de 30 años sin verse, desde aquel día que el grupo de tareas los dejó libre y comenzaron a reconstruir sus vidas: Andrea, en La Plata y los García, en Santa Fe. "Cuando nos llevaron al chupadero cruzamos el puente Colgante, creo que hoy comenzamos a volver", dijo Daniel. La angustia le frenó las palabras.
Los tres testimonios ocuparon las dos jornadas del juicio a los represores santafesinos. Daniel García declaró a la mañana, durante cuatro horas. Su esposa y "La Tana" durante otras cuatro, a la tarde. Los tres fueron secuestrados el 6 de diciembre de 1977 en una estación de servicio de Santo Tomé, en la curva de Mauri. Era un grupo de tareas integrado por militares, policías y civiles. A uno de ellos, Daniel lo pudo identificar cuando lo vio detrás de un revólver calibre 38 que le apuntaba a la cabeza, era José Quiroga, un ex montonero que se pasó a la filas de la represión.
Los llevaron a la comisaría 4ª. Andrea recordó el ruido que hacía el portón del garage por donde los entraron a la seccional. Ella no era de Santa Fe, pero ese chirrido le quedó en la memoria. "Me encapucharon y esposaron con las manos en la espalda y comenzaron a interrogarme en una celda", dijo Trincheri. Ya habían comenzado los tormentos.
Después los trasladaron a una quinta en San José del Rincón que los García lograron localizar y denunciar, en octubre de 2004. "Me bajan del auto y me dejan en una habitación. Y empiezan las sesiones de torturas y las presiones. A mi derecha había un tal 'Potín' y a mi izquierda un tal 'José", dijo Andrea. Y luego llamó por sus alias a otros dos integrantes del grupo de tareas: "el Pollo" y "el Tío". Daniel y Alba Sánchez les pusieron nombre y apellidos a los apodos: "Potín" era el capitán del Destacamento de Inteligencia Militar 122, Julio César Domínguez; "José" era Guillermo Quiroga; "el Pollo" el comisario Héctor Colombini imputado en el juicio y "el Tío" el suboficial del Ejército, Nicolás Correa. Más adelante, agregaron otros: "El gringo", "Oscar", "el Cucaracho" y "el Tuli" que aún no han podido identificar.
Andrea dijo que se desmayó en uno de los interrogatorios. Cuando recuperó la conciencia, "Potín" le contó que había tenido un paro cardiorespiratorio. "Entonces, no me tocaron más con la picana porque podía tener otro paro", explicó.
En los meses del secuestro, los amenazaban con matarlos. "Hubo simulacros de fusilamiento que ellos hacían para intimidar y quebrarnos". Hasta que en el otoño de 1978 les anuncian que los iban a liberar. "Nos hacen sacar la capuchas. Y ahí estaban Potín y José, es la única vez que los veo a Daniel y a la Negra", precisó Andrea.
¿En esa quinta, había otros detenidos además del matrimonio García y usted? le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal.
Estábamos nosotros tres contestó Trincheri.
¿Recuerda algún aspecto del inmueble?
Tenía un comedor, había un pasillo largo con habitaciones a los costados, un jardín y parrilla respondió. Su relato coincide con un croquis de la casa que un rato antes se había exhibido en el juicio con la planta original de la vivienda antes de una reforma.
El fiscal José Ignacio Candioti le pidió precisiones sobre los simulacros de fusilamiento. "Recuerdo las voces. Con la capucha veía de la cintura para abajo, pero 'Potín' era el que lideraba todo. Y a la noche, cuando ponían la musica empezaban las sesiones de torturas afirmó la Tana.
¿Sobre qué la interrogaban? quiso saber el presidente del Tribunal, Roberto López Arango.
-Pedían nombres y apellidos para seguir secuestrando y torturando gente como estaban haciendo con nosotros. Querían datos para seguir persiguiendo en cualquier parte del país.
Fue allí cuando el defensor de Colombini le preguntó por su defendido. Trincheri respondió sin dudar: "Era uno de los torturadores, trabajaba con 'Potín'. Trabajaba con ellos. No puedo comprender qué los llevó a ser tan salvajes", dijo la Tana. El presidente del Tribunal le agradeció su testimonio. Ella se levantó y buscó la salida. Un aplauso de los familiares de las víctimas la recibió en la puerta. Y unos minutos después, se reencontró con los hijos de los García, Emiliano y Diego, que en 1977, cuando ella se refugió en su casa tenían 4 y 5 años y que ayer volvió a abrazar después de tantas ausencias.
Discusión repetida
Otra vez la fiscal Mabel Colalongo discutió con el presidente del Tribunal Federal Oral número 2, función que esta semana ejerce el juez Otmar Paulucci. Fue ante una pregunta de la defensora de Oscar Pascual Guerrieri, Mariana Grasso. La abogada hizo una introducción para preguntarle a la testigo Olga Moyano sobre su mención a un integrante de la patota que usaba el nombre de guerra Jorge, pero Colalongo se opuso. El magistrado la paró en seco, le dijo que era él quien estaba preguntando. Colalongo pidió reposición, y argumentó que era impropio, y contrario al Código Procesal Penal de la Nación, la forma en que Grasso estaba llevando la pregunta hacia la testigo, con consideraciones iniciales. Indicó que si quería marcar una contradicción, debía hacerlo directamente. La defensora no abrió la boca, y el presidente del Tribunal, visiblemente disgustado, decidió pasar a un cuarto intermedio.
Otra vez la fiscal Mabel Colalongo discutió con el presidente del Tribunal Federal Oral número 2, función que esta semana ejerce el juez Otmar Paulucci. Fue ante una pregunta de la defensora de Oscar Pascual Guerrieri, Mariana Grasso. La abogada hizo una introducción para preguntarle a la testigo Olga Moyano sobre su mención a un integrante de la patota que usaba el nombre de guerra Jorge, pero Colalongo se opuso. El magistrado la paró en seco, le dijo que era él quien estaba preguntando. Colalongo pidió reposición, y argumentó que era impropio, y contrario al Código Procesal Penal de la Nación, la forma en que Grasso estaba llevando la pregunta hacia la testigo, con consideraciones iniciales. Indicó que si quería marcar una contradicción, debía hacerlo directamente. La defensora no abrió la boca, y el presidente del Tribunal, visiblemente disgustado, decidió pasar a un cuarto intermedio.
Juan Daniel Amelong volvió a exhibir sus convicciones en la audiencia de ayer
Un represor que quiere volver a torturar
La abogada Virginia Blando Figueroa escuchó decir al imputado: "Esto se está poniendo calentito, hace falta un poco de bencina", poco después de que una sobreviviente relatara cómo le quemaron la cabeza con ese solvente a un compañero.
Un represor que quiere volver a torturar
La abogada Virginia Blando Figueroa escuchó decir al imputado: "Esto se está poniendo calentito, hace falta un poco de bencina", poco después de que una sobreviviente relatara cómo le quemaron la cabeza con ese solvente a un compañero.
Amelong pidió "legalidad" en la primera audiencia del juicio, pero sus dichos van en otro sentido.
Por José Maggi
El represor Juan Daniel Amelong tuvo ayer un grave altercado con una abogada querellante, quien reaccionó ante sus dichos. Según relató a Rosario/12 la abogada Virginia Blando Figueroa, todo sucedió cuando los miembros del Tribunal Oral Federal Nº1 se retiraban al inicio del cuarto intermedio luego de escuchar la declaración de Olga Moyano, quien relatara como le habían quemado con bencina el cabello a Ariel Morandi. "Esto se está poniendo calentito. Lo que hace falta acá es un poco de bencina", aseguró Blando que dijo Amelong. "Ante esto, que sonó obviamente intimidatorio a las partes que estábamos presentes en la sala de audiencias, le pido al defensor Héctor Galarza Azzoni que lo haga callar y que el imputado se abstenga de hacer ese tipo de comentarios. Amelong se dirige entonces a mí y me pregunta que es lo que él mismo había dicho, y luego de negarlo en primer término, termina reconociéndolo, 'Sí, acá lo que hace falta es un poco de bencina', repitió mirándome", relató la abogada. El contexto le da un contenido siniestro. El comentario es más que agresivo, ya que sólo minutos antes, Olga Moyano había relatado su experiencia de escuchar los gritos de Ariel Morandi, mientras era quemado en la cabeza con bencina, y cómo la habían hecho sentar sobre el abdomen de Ariel mientras lo torturaban, pese a que él mismo les pidió a sus torturadores que se la saquen de encima porque ella también iba a terminar quemada. Pocos minutos después del testimonio, Amelong hizo este comentario.
Luego del exabrupto, Virginia Blando pidió al tribunal la expulsión de la sala de audiencias de Amelong, -que fue suscripta por la fiscal Mabel Colalongo- pero al cierre del debate el presidente Otmar Paulucci decidió correrle vista al fiscal en turno para que investigue.
No menos ocurrente fue la postura de Galarza Azzoni, quien hasta ayer era más conocido por su apodo "Mito", y de ahora en más lo podrá ser por la desopilante defensa de su representado: el defensor oficial aseguró que todo fue fruto de una "conversación privada entre defensor y defendido que tiene garantía constitucional", y que la misma no debía ser entendida como una declaración intimidatoria ni un exabrupto.
"Quiero que se revisen las grabaciones televisivas y allí se verá que estoy de espalda a la cámara hablando con Amelong, -aseguró Mito como pidiendo un telebean-. Por lo cual, esas declaraciones fueron en el contexto constitucional, es decir diálogo con el defensor y defendido" remató Galarza Azzoni, reconociendo implícitamente que las habría escuchado.
Pero no todas fueron negras ayer para el Tribunal Oral Federal Nº 1: el presidente Otmar Paulucci accedió ante la requisitoria de la fiscal Mabel Colalongo, para que el juzgado federal de Marcelo Bailaque investigue al ex juez federal Pedro Tiscornia quien fue denunciado por varias víctimas, como Adriana Arce, Juan Rivero y Ramón Verón entre otros, por haberse negado a tomar denuncias por torturas.
Colalongo remarcó: "Hemos escuchado el nombre del ex juez federal Tiscornia, quien fue señalado por posible incumplimiento de sus deberes de funcionario público y el posible encubrimiento de delitos de lesa humanidad".
Hace sólo dos semanas, la abogada querellante Ana María Figueroa había solicitado al tribunal que enviara las desgrabaciones de las declaraciones de Eduardo Costanzo, Mercedes Domínguez, Adriana Quaranta, entre otros, quienes habían señalado a varios represores a los que identificaron por sus alias y en algunos casos con su verdadero nombre.
Por José Maggi
El represor Juan Daniel Amelong tuvo ayer un grave altercado con una abogada querellante, quien reaccionó ante sus dichos. Según relató a Rosario/12 la abogada Virginia Blando Figueroa, todo sucedió cuando los miembros del Tribunal Oral Federal Nº1 se retiraban al inicio del cuarto intermedio luego de escuchar la declaración de Olga Moyano, quien relatara como le habían quemado con bencina el cabello a Ariel Morandi. "Esto se está poniendo calentito. Lo que hace falta acá es un poco de bencina", aseguró Blando que dijo Amelong. "Ante esto, que sonó obviamente intimidatorio a las partes que estábamos presentes en la sala de audiencias, le pido al defensor Héctor Galarza Azzoni que lo haga callar y que el imputado se abstenga de hacer ese tipo de comentarios. Amelong se dirige entonces a mí y me pregunta que es lo que él mismo había dicho, y luego de negarlo en primer término, termina reconociéndolo, 'Sí, acá lo que hace falta es un poco de bencina', repitió mirándome", relató la abogada. El contexto le da un contenido siniestro. El comentario es más que agresivo, ya que sólo minutos antes, Olga Moyano había relatado su experiencia de escuchar los gritos de Ariel Morandi, mientras era quemado en la cabeza con bencina, y cómo la habían hecho sentar sobre el abdomen de Ariel mientras lo torturaban, pese a que él mismo les pidió a sus torturadores que se la saquen de encima porque ella también iba a terminar quemada. Pocos minutos después del testimonio, Amelong hizo este comentario.
Luego del exabrupto, Virginia Blando pidió al tribunal la expulsión de la sala de audiencias de Amelong, -que fue suscripta por la fiscal Mabel Colalongo- pero al cierre del debate el presidente Otmar Paulucci decidió correrle vista al fiscal en turno para que investigue.
No menos ocurrente fue la postura de Galarza Azzoni, quien hasta ayer era más conocido por su apodo "Mito", y de ahora en más lo podrá ser por la desopilante defensa de su representado: el defensor oficial aseguró que todo fue fruto de una "conversación privada entre defensor y defendido que tiene garantía constitucional", y que la misma no debía ser entendida como una declaración intimidatoria ni un exabrupto.
"Quiero que se revisen las grabaciones televisivas y allí se verá que estoy de espalda a la cámara hablando con Amelong, -aseguró Mito como pidiendo un telebean-. Por lo cual, esas declaraciones fueron en el contexto constitucional, es decir diálogo con el defensor y defendido" remató Galarza Azzoni, reconociendo implícitamente que las habría escuchado.
Pero no todas fueron negras ayer para el Tribunal Oral Federal Nº 1: el presidente Otmar Paulucci accedió ante la requisitoria de la fiscal Mabel Colalongo, para que el juzgado federal de Marcelo Bailaque investigue al ex juez federal Pedro Tiscornia quien fue denunciado por varias víctimas, como Adriana Arce, Juan Rivero y Ramón Verón entre otros, por haberse negado a tomar denuncias por torturas.
Colalongo remarcó: "Hemos escuchado el nombre del ex juez federal Tiscornia, quien fue señalado por posible incumplimiento de sus deberes de funcionario público y el posible encubrimiento de delitos de lesa humanidad".
Hace sólo dos semanas, la abogada querellante Ana María Figueroa había solicitado al tribunal que enviara las desgrabaciones de las declaraciones de Eduardo Costanzo, Mercedes Domínguez, Adriana Quaranta, entre otros, quienes habían señalado a varios represores a los que identificaron por sus alias y en algunos casos con su verdadero nombre.
(Fuente:Rosario12).
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