26 de noviembre de 2009

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

Si esas paredes hablaran
Por José Maggi
Por primera vez, la Justicia federal ingresó en el centro clandestino de detención y exterminio La Intermedia, propiedad de la familia Amelong. Fue parte de la inspección por el circuito de la represión ilegal de la zona

EL TRIBUNAL FEDERAL ORAL INSPECCIONO CUATRO CENTROS CLANDESTINOS DE DETENCION, ENTRE ELLOS LA INTERMEDIA
Un secreto que ya no está tan bien guardado
La medida judicial que se desarrolló ayer permitió conocer la quinta, propiedad de la familia Amelong donde fueron asesinados 14 militantes políticos en la última dictadura.

El imputado Eduardo Costanzo detalló cómo y dónde se realizó la matanza.
Por José Maggi
La Intermedia ya no es más una historia oculta: los secretos que guardaban sus paredes ganaron ayer la luz cuando la comitiva judicial que acompañó a Eduardo Costanco reveló la forma en que fueron asesinados 14 militantes políticos en la última dictadura. Ayer la casa quinta propiedad de la familia Amelong, que fuera convertida por el teniente Daniel en centros de clandestino de detención y exterminio, fue inspeccionada por los miembros del Tribunal Oral Federal Nº 1, junto a fiscales y querellantes. En la misma jornada fueron visitados otros tres centros clandestinos: la Escuela Magnasco, la Quinta de Funes y La Calamita.
El operativo tuvo un amplio despliegue de efectivos a bordo de seis combis Mercedes Benz pertenecientes a Gendarmería, más un micro con medio centenar efectivos de apoyo, más móviles de Policía Federal, Prefectura, y policía provincial además de agentes de tránsito.
Los efectivos se esmeraron en evitar el mínimo acercamiento de la prensa -en rigor, sólo un equipo de este diario y uno del Ministerio de Cultura provincial- bajo la severas y estrictas medidas dispuestas por el presidente del TOF 1 Jorge Venegas Echagüe, quien puede exhibir orgulloso en su curriculum vitae haber hecho desalojar la sala de audiencias del juicio cuando un grupo mostró fotos de sus familiares desaparecidos. "Es por la seguridad de Costanzo", repitieron ante cada reclamo de este equipo periodístico, argumento que pareció ceder ante el apetito de Venegas Echagüe que decidió comer un sandwich e hizo detener al convoy con Costanzo a bordo de una combi en la estacion de servicios YPF ubicada frente a la propiedad allanada en La Ribera. Costanzo estuvo detenido allí casi dos horas a la sombra.
En la Intermedia, Costanzo mostró el lugar donde se hizo "la comida del final", de los detenidos traslados de La Calamita, y señaló la disposición de las mesas, indicó que "ellos (por los secuestradores) estaban en una, tapando la salida", y "los detenidos en otra". Luego recordó lo que ya declaró en su momento: "Después de comer, les quisieron dar whisky envenenado. Solo bebió María y se descompuso. Guerrieri estaba del lado de afuera y les hablaba por la ventana. Les dijo a los detenidos que los quería ver Jáuregui, que no le hablen de Perón porque lo odiaba, porque había estado preso en esa época. Desde allí los hicieron salir uno por uno, hacia otra construcción más precaria, la de los caseros. Los fue matando Rodolfo Isach, de dos disparos. Después los pusieron en la galería, antes les habían tapado los agujeros de las balas, les decían que era por los aviones. Y los envolvieron en frazadas. Cuando Jauregui los vio, volvió vomitando".
Costanzo declaró además que "a María Amarilla (Raquel Negro) la trajeron en el baul de un auto, muerta, atada de pies y manos con alambre. La habían llevado a Paraná para dar a luz a su mellizos.
La parte edificada de la Intermedia es una construcción muy pequeña y precaria. Frente a las preguntas de la querella de Hijos, el Tucu dijo que Negro "no tenía ninguna atención especial, la cuidaban sus compañeras" y que "estaban muy apretados y hacinados".
Hugo Armando Correa, es el casero de la quinta de Amelong. "Me contrató Miguel Amelong", confiesta. Fue "hace siete meses", cuando llegó desde la localidad chaqueña de Duratti."Mi tarea es cuidarle toda la casa, y que no les falte nada", explica. Hugo se muestra sorprendido por la historia que encierra esta propiedad, y que conoció hace solo 20 días. "Nunca nadie me dijo nada. Ahora sé que en la casa los torturaban y en la casa donde vivo ahora los mataban", expresa.
La propiedad de los Amelong tiene un ingreso trasero por la cocina, y desde allí se accede a un comedor con un pequeña pieza, con una vieja escalera de madera atada con alambre por la que se llega a un altillo. Allí dormían los detenidos que eran parejas", recordó Costanzo.
Hugo confiesa además que no cobra sueldo alguno de los Amelong, y sólo tiene el beneficio de vivir sin pagar nada en la propiedad de unas veinte hectáreas. En el fondo hay un tractor y un viejo Jeep carrozado, de la década del setenta. "En la misma pieza donde duermen mis hijos, este hombre contó que mataron a cuatro, por lo menos, y que los apilaron en el pasillo", recuerda el casero.
REARMARON EL CIRCUITO DONDE TUVIERON A LOS CAUTIVOS
Los lugares donde se torturó y mató
El primer centro de detención al que se dirigió la comitiva judicial en la mañana de ayer fue la escuela Magnasco, de Zeballos y Ovidio Lagos, lugar al que fueron trasladados los detenidos de la Quinta de Funes luego de que el militante Tulio Valenzuela, que había sido llevado a México para asesinar a la cúpula de Montoneros , se fugara de sus captores y denunciara la maniobra tramada por el general Leopoldo Galtieri. Costanzo señaló que ingresaron "en autos y un camioncito" por la entrada de vehículos que da a Ovidio Lagos y que usaron el lugar porque "Bertoti era hombre del 121", en referencia al ex director de la escuela. Costanzo indicó el lugar donde estaban ubicados los detenidos y recordó que "las condiciones se endurecieron allí. Estaban tabicados, no los llevaban al baño y hacían sus necesidades en tachos o baldes, que estuvieron al menos un mes allí, que del traslado y de todas las actividades allí participó todo el grupo operativo: Guerrieri, Amelong, Fariña, Pagano, Marino González, Aldo, entre otros", según revelaron las abogadas de Hijos, Ana Oberlin y Nadia Shujman.
El represor agregó que desde ese lugar los detenidos fueron trasladados a la quinta la Intermedia, propiedad de la familia Amelong, y remarcó que "todo el grupo operativo estuvo, primero en la Calamita, y luego en Funes, Magnasco, La Intermedia y la Fábrica de Armas".
En tanto, en la Quinta de Funes, Costanzo reconoció el predio como el lugar donde estuvieron luego de La Calamita, y señaló el sitio donde pusieron a los detenidos y donde se ubicaba el grupo operativo. En este sentido Costanzo contestó que "Negro, Dri y Valenzuela estaban aparte", y que "la custodia la hacía Gendarmería de civil".
Costanzo también contó que pusieron rejas en las ventanas donde dormían los detenidos, ubicó el lugar donde estaba el teléfono, dentro de la casa principal, donde atendió el llamado del diario mejicano Uno más Uno.
El último lugar de la recorrida fue el centro clandestino de detención y torturas de Granadero Baigorria, La Calamita. Allí Costanzo rememoró que llegó en junio julio de 1977. "Allí había varios de los detenidos que después fueron llevados a la Quinta", explicó el represor. Preguntado otra vez por Hijos, Costanzo dijo que "Dussex y Toniolli habían estado aquí", que "aquí se interrogaba".
El Tucu refirió que a los detenidos "se le sacaba información por medio de tortura, que el que hacía los interrogatorio era el Barba", y que "en un momento hubo entre 80 y 100 detenidos que estaban tabicados, todos juntos en dos habitaciones, sin colchones, tirados en el piso".
Costanzo repitió que allí mataron a 17 personas, luego se llevaron 23 y los mataron en Monje, y que el militante comunista "Tito Mezziez estuvo allí en un sótano".

PIDIERON QUE SE CITE A OBEID
Sobre la protección política
Por Juan Carlos Tizziani
La protección política de los represores de la dictadura y su reciclaje en la democracia quedaron a la vista en el juicio al ex juez Víctor Brusa y compañía. El Tribunal Oral discutió en la audiencia de ayer la posibilidad de citar al ex gobernador Jorge Obeid para que explique por qué designó como asesor de seguridad de su primer gobierno al ex encargado del Destacamento de Inteligencia Militar 122, Nicolás Correa, imputado en la causa, pero fallecido en 2007. "El señor Obeid debería ser citado para que explique qué antecedentes tuvo en cuenta para designar a Correa. Hace al objeto procesal y a la investigación del plan sistemático de exterminio", dijo la jueza Lidia Carnero. Pero el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, rechazó el pedido. "La presidencia no comparte su criterio. Si los querellantes o la acusación pública lo hubiesen considerado pertinente lo hubieran solicitado antes. No comparto la petición y la rechazo", retrucó el magistrado. El silencio de la sala se hizo tan pesado que ni fiscales ni abogados querellantes se animaron a romperlo con una moción de apoyo a la jueza.
Correa fue uno de los tres militares que zafaron del juicio (los otros eran el ex comandante del Area 212, coronel Juan Orlando Rolón que falleció hace una semana y el ex jefe del Destacamento de Inteligencia Militar 122, coronel Domingo Manuel Marcellini). Y uno de los más denunciados. Seis testigos lo reconocieron como el torturador de "la voz pausada" que se hacía llamar "El Tío" en el centro clandestino donde estuvieron secuestrados. Y uno de ellos, Luis Eduardo Baffico, lo identificó por otro apodo: "Nicola" y dijo que era "el jefe o el encargado" del chupadero donde permaneció encapuchado y encadenado durante 20 días.
La cobertura política a Correa ya se planteó hace un mes cuando declaró una de las querellantes, Anatilde Bugna. Correa fue asesor de seguridad de Obeid en su primer gobierno (1995/99) y operó como número dos del ex subsecretario de Seguridad Pública, teniente coronel José Bernhardt, otro experto en inteligencia militar que prestó servicios en el Batallón 601. En ese entonces, otro de los imputados en el juicio, el comisario Héctor "Pollo" Colombini era jefe de Drogas Peligrosas. "Tuvimos varias entrevistas con el ministro (de Gobierno, Roberto) Rosúa, donde hablamos sobre Correa y Colombini. A Colombini lo pasaron a retiro, pero sobre Correa nos dijo que le lleváramos pruebas. Y las pruebas eran nuestro testimonio", dijo Bugna.
Ayer, otro testigo en el juicio, el ex comisario Avelino Cantelli, ratificó el rol de Correa en el aparato represivo de la dictadura. "Correa era un asesino. Y si Obeid lo tenía a su lado era igual que él", tiró Cantelli. Y calificó a los militares como "una banda de delincuentes comunes".
En sus recuerdos de la dictadura, Cantelli relató que dos militares a los que sólo identificó por el grado ("un mayor y un capitán") le propusieron unirse a la contrainsurgencia a cambio de compartir el botín de guerra. "Les dije que no, que yo a los subversivos los combatía, pero no los torturaba ni los robaba". El incidente llegó a oídos del ex jefe de la Unidad Regional I, Néstor Cirilo Silva, quien lo llamó a su despacho para reprocharle su respuesta a los represores. "Me dijo que me cuidara, que era un mal ejemplo para la policía. 'Tené cuidado que los militares son peligrosos'. Si, eran peligrosos para robar", ironizó Cantelli.
Pero después de la negativa comenzaron las represalias: un atentado con explosivos en su casa, un intento de secuestro y la cesantía en su cargo de jefe de Robos y Hurtos, una dependencia policial en la que trabajó durante 20 años. "Si algo tengo que agradecer a Dios es que no explotó la bomba y que no me pudieron secuestrar. En esa época, estábamos al borde de la muerte".
Cantelli acusó a Correa por el atentado. "Correa y otro delincuente (el ex sargento del Ejército ya fallecido, Eleodoro Jorge) Hauque me pusieron la bomba. El le dio la orden a Hauque. Y gracias a Dios, la
bomba no explotó", dijo. Pero su familia quedó muy afectada. "A mi mujer y a mi hija les agarró un ataque de pánico" que les dejó secuelas hasta hoy.
Fue allí cuando Cantelli cargó contra el ex gobernador. "¿Si Correa era peligroso, por qué Obeid lo llevó al gobierno? ¡Que dé explicaciones! Y si es necesario y me tengo que carear con Obeid, me voy a carear. ¿Qué arreglo tenía Obeid con Correa? Si Obeid no es un delincuente que diga por qué lo tenía a Bernhardt", dijo. Y después interpeló a los jueces del Tribunal: "¿Qué van a hacer con Obeid y Correa?", les preguntó.
Nosotros no tenemos la respuesta -contestó Lopez Arango. Pero su colega, Lidia Carnero, lo sorprendió con una propuesta: pidió que se cite a declarar a Obeid para "preguntarle qué antecedentes había consultado para llevarlo a Correa a la Subsecretaría de Seguridad".
López Arango no ocultó su molestia. "La presidencia no comparte su criterio. Si los querellantes o la acusación pública lo hubiesen considerado pertinente lo hubieran solicitado antes. No comparto la petición y la rechazo", le dijo a Carnero. Los fiscales y querellantes
convalidaron con el silencio.
¿Entonces, porque me llaman a mí? -se quejó Cantelli.
Si usted tiene alguna cosa contra Obeid denúncielo en el lugar que corresponda, este no es el lugar para hacer la denuncia -se enojó López Arango.


OLVIDOS DEL COMPRADOR DE LA CASA ROBADA POR LA PATOTA AL MATRIMONIO GARCIA
No sabe nada, pero la casa fue suya
Alba Sánchez y Daniel García relataron cómo la dictadura los despojó de todos sus bienes.
Por Juan Carlos Tizziani

El empresario inmobiliario Omar Roberto Galetto se escudó ayer en su desmemoria en el juicio a los represores santafesinos cuando le preguntaron sobre la compra de una casa en calle Milenio de Polonia 4050, propiedad de los esposos Daniel García y Alba Sánchez, quienes denunciaron que el grupo de tareas que los secuestró durante la dictadura también los despojó de todos sus bienes: la vivienda, los muebles que había adentro, una camioneta Ford F 100 y una lancha que guardaban en la cochera. "Fuimos un botín de guerra", dijo García en el juicio. Ayer, Galetto admitió que compró la propiedad, pero pifió en la época: dijo que la operación había sido "en 1983, 1984 o 1985", pero la escritura tiene fecha 30 de marzo de 1979.
Y describió al supuesto dueño de la casa como "un señor de físico grande, alto", de "40 a 50 años" que "me dijo que era abogado, pero el apellido no me acuerdo" y cuando le exhibieron una copia del documento de identidad de García no lo reconoció. "No sé quién es", contestó. La descripción del vendedor que aportó Galetto no se condice con García, quién no es abogado y en esa época tenía 25 años.
García, su esposa y una compañera de militancia que estaba clandestina en Santa Fe, Andrea Trincheri, cayeron el 6 de diciembre de 1977. Un grupo de tareas los mantuvo secuestrados en una casa quinta en Villa California (que reconocieron la semana pasada), hasta el 25 de mayo de 1978. Pero no pudieron regresar a su casa de Milenio de Polonia. "Nos dijeron que la casa había sido comprada con dinero de la subversión y por lo tanto debía volver a la patria", relató García en el juicio. El matrimonio y sus hijos se refugiaron entonces en la casa de sus padres.
El seguimiento y las llamadas intimidatorias siguieron hasta marzo de 1979, cuando los García fueron obligados a transferir la vivienda bajo amenazas. Una de las pruebas que el matrimonio aportó en el juicio es una carta del escribano Régulo Martinez, que los convocó "a realizar la escritura, pero con un abogado, Guillermo Pereyra y la señora Beatriz Norma Lértora", recordó Daniel.
La escritura se firmó en la escribanía de Martínez. García fue con su esposa y allí se topó con uno de los integrantes del grupo de tareas e imputado en el juicio: Héctor "Pollo" Colombini. "El escribano nos dijo: "Firme acá, firme acá. Y hasta luego", afirmó el querellante. Con el tiempo, García descubrió que la escritura no estaba a nombre del doctor Pereyra, sino que figuraba un corredor inmobiliario, Omar Roberto Galetto, a quien no conocían. "Inclusive, en la escritura, mi apellido materno está cambiado: figura Tonelli y yo soy Torielli", agregó.
Ayer, Galetto declaró como testigo en el juicio, propuesto por el defensor oficial Fabio Procajlo, que defiende al ex juez Víctor Brusa. De entrada se hizo el sorprendido. "No sé por qué estoy acá", dijo. Pero cuando Procajlo le preguntó si había comprado la casa de Milenio de Polonia contestó: "Sí, la compré con un crédito del Banco Hipotecario en 1983, 1984 o 1985. El dueño me dijo que era abogado, pero el apellido no me acuerdo".
¿Recuerda cómo fue la transacción? -insistió el defensor de
Brusa.
Había un señor de físico grande y no me acuerdo más -respondió
Galetto. Su estado de tensión le impedía controlar el movimiento de sus piernas.
El fiscal Martín Suárez Faisal pidió que le muestren los documentos sobre la transferencia del inmueble incorporados a la causa. La transacción se hizo el 30 de marzo de 1979. Galetto se sorprendió con la fecha: "Yo creí que era en 1984", dijo. Y cuando leyó que García figuraba como vendedor, agregó: "Sí, García me la vendió".
-¿En la firma de la escritura estaba la esposa de García? -le preguntó el presidente del Tribunal, Roberto López Arango.
No recuerdo. La fecha sí puede ser 1979. Esto que está acá es real.
Además del escribano, ¿había otra persona?
No recuerdo.
¿Qué destino tuvo la casa? -quiso saber el fiscal.
Fui a vivir.
¿Tenía marcas de bala?
No me acuerdo.
Galetto dijo que le mostraron la casa antes de comprarla. "Vivía un matrimonio con tres o cuatro chicos", relató. Los García tienen dos hijos. Una jueza del Tribunal pretendió entonces indagar sobre ese punto: "¿La persona que le mostró la casa era la misma que después firmó la escritura?" -preguntó la doctora Andrea Creus
No recuerdo -sostuvo Galetto
A pesar de que antes había dicho que compró la casa en 1984 y después se rectificó cuando vio la escritura de 1979, Galetto pareció tener otra traición de la memoria cuando recordó la búsqueda de una propiedad para no perder la chance del préstamo del Banco Hipotecario. "Fue una búsqueda bastante violenta (sic) porque se terminaba el período para tomar el crédito. Un momento traumático (sic)", dijo con cierto tono de melodrama. Y después, cuando le preguntaron a quién le había pagado el precio de la casa, volvió a escudarse en la desmemoria. "No sé, alguien se llevó la plata. No recuerdo quién", dijo.



EL TRIBUNAL ORAL FEDERAL INSPECCIONO AYER LA EX FABRICA MILITAR DE ARMAS DOMINGO MATHEU
Vivir para contar los días de horror
Olga Moyano
, Ramón Verón y Juan Rivero -tres sobrevivientes del centro de detención- mostraron a los jueces los distintos lugares donde estuvieron alojados; la sala de torturas y el patio donde se produjeron los simulacros de fusilamiento.

Los rostros estampados de los desaparecidos Hilda Cardozo, Susana Miranda y Ariel Morandi.

Los miembros del Tribunal Oral Federal Nº 1 de Rosario se trasladaron ayer hacia el predio de la ex Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu de avenida Francia al 5000, donde funcionara un centro clandestino de detención durante la dictadura. En el lugar tres sobrevivientes de aquel campo de concentración mostraron a los jueces en qué condiciones estuvieron secuestrados. Olga Moyano, Ramón Verón y Juan Rivero ingresaron alrededor de las 11.30 al predio de la ex Fábrica, donde hoy funciona la Jefatura de Policía de Rosario. Los tres sobrevivientes de aquel horror, estuvieron acompañados por los jueces, la fiscalía, los abogados defensores de los represores y de las querellas, así como varios testigos de la causa Guerrieri-Amelong.
En una jornada con alta temperatura, los sobrevivientes mostraron a los jueces los distintos lugares donde estuvieron alojados, la sala donde los torturaron, el baño donde eran conducidos, el patio donde se produjeron los simulacros de fusilamiento. Señalaron también las modificaciones del lugar, como paredes que no estaban, techos que eran mas altos o pisos que eran diferentes.
Verón indicó la habitación en la que se despidió de Hilda Cardozo, quien era su compañera y que está desaparecida desde aquellos días. "Aún hoy con las sandalias puedo sentir el piso donde nos abrazamos por última vez", expresó Verón conmovido.
Hace algunos días dos testigos relataron ante la justicia federal el martirio que debió soportar Cardozo: los sobrevivientes del centro clandestino cordobés La Perla, declararon en la causa Guerrieri-Amelong, y relataron haber compartido su cautivero allí con Hilda, donde llegó con signos de haber sido torturada. Ambos testigos remarcaron que "nunca habían visto una persona en tan mal estado, su cuerpo todo llagado: tenía sus pechos quemados con cigarrillos y hasta tenía heridas de puntazos en su vientre", dijo Carmen Perez Sosa.
Los testigos relataron "que se evidenciaba en el cuerpo de Hilda por las lastimaduras que tenía un ensañamiento pocas veces visto". Además, Pérez Sosa declaró que "Hilda pudo decirles que los métodos de tortura que aplicaron en ella estando en Fábrica Militar no fueron tan aberrantes como en La Perla".
Por su parte, la testigo Olga Moyano, -que vestía una remera con los rostros estampados de Hilda Cardozo, Susana Miranda y Ariel Morandi, tres desaparecidos de ese centro- también le confirmó al TOF1 que ese era el mismo suelo que ella recordaba de sus días de encierro. Además reconoció la habitación donde la llevaron a colocarle una inyección a Ariel Morandi otro de los secuestrados en Fábrica, también desaparecido , tal como lo relatara en su testimonio brindado semanas atrás en las sede del tribunal.
Luego fue el turno de Juan Rivero, concejal y querellante, quien luego de ser asistido por un problema de presión, explicó cómo se orientaba en el lugar y porque pudo reconocerlo fácilmente, ya que "vivía a pocas cuadras de la fábrica".
Los jueces, la fiscal y abogados de la querella efectuaron distintas preguntas que fueron respondidas con precisión por los sobrevivientes. La recorrida finalizó cerca de las 12.30.
Más temprano fue el turno de Amelong quien llegó acompañado por su defensor Galarza Azzoni. El represor había solicitado la medida "para garantizar su derecho a la defensa".



AUDIENCIAS EN SANTA FE
Papelones y fallidos
Por Juan Carlos Tizziani
Papelones y fallidos mecharon ayer el juicio a los represores de la dictadura. Arrancó la defensora oficial Judith Didier que defiende al ex jefe de la comisaría 4ª, Mario Facino y se olvidó que había propuesto como testigo en la causa al ex chofer del comisario, José Dalmacio Vázquez, quien después estuvo preso dos años a disposición del Poder Ejecutivo, acusado por pasar una carta de una detenida política. Siguió otro defensor oficial, Fabio Procajlo, que asiste al ex juez Víctor Brusa y parece tan obsesionado con las acusaciones de los esposos Daniel García y Alba Sánchez que llegó a preguntarle a Vázquez si había visto al matrimonio detenido en la 4ª a fines de 1977 cuando en ésa época el policía estaba preso en la cárcel de Coronda. "Perdón, perdón", se disculpó Procajlo. Y el murmullo ganó la sala de audiencias. Cerró el abogado Claudio Torres del Sel, defensor de otro imputado, el comisario Juan Calixto Perizzotti, que llamó a declarar al sacerdote Héctor Rucci porque su cliente había dicho que visitaba a los detenidos políticos en la Guardia de Infantería Reforzada, entre 1977 y 1978. El cura lo desmintió: dijo que se había ordenado en 1979 y que nunca fue a la GIR. El abogado se puso colorado, mientras algunas sonrisas se dibujaron en la contraparte.
La audiencia ayer concentró los testimonios de los dos policías y el cura. Comenzó el comisario Ricardo Ferreyra (en la foto), que sucedió a Facino al frente de la 4ª, donde operaba un grupo de tareas del Area 212. Siguió Vázquez, quien se desempeñó como chofer de Facino y fue detenido en enero de 1977 por llevar una carta de una presa política a la familia. Y cerró el padre Rucci. Lo curioso es que Ferreyra dijo que se desempeñó como jefe de la seccional 4ª "desde fines de 1977 hasta mediados de 1980". Facino se ha cansado de decir que él dejó el cargo en la 4ª diciembre de 1976 cuando fue ascendido a jefe del Comando Radioeléctrico. Entre la versión de uno y otro quedaba un bache de casi un año, pero nadie marcó esa contradicción: ni querellantes, ni fiscales ni jueces. Hasta que le tocó el turno a Vázquez. "¿En qué período estuvo Facino como jefe?", le preguntó la defensora oficial.
Hasta fines de 1976. Después vino Ferreyra contestó Vázquez.
¿Y cuándo asumió Ferreyra?
No recuerdo, pero tiene que haber sido a fines de 1976 o principios de 1977 afirmó Vázquez. Otro desmentido. Ferreya había dicho que asumió el cargo a fines de 1977 y el ex chofer dijo que fue doce meses antes. El testimonio de Vázquez comenzó con el olvido de Didier. El presidente del Tribunal, Roberto López Arango dijo que el testigo había sido ofrecido por la defensa y por lo tanto podía comenzar con las preguntas. Didier y Gastaldi se miraron. "Yo no lo ofrecí", dijo la defensora oficial.
¿Y quién lo ofreció? -preguntó López Arango que optó por tapar el bache con un clásico: cedió la palabra al Ministerio Público. "Que empiece a preguntar el fiscal?", dijo el juez. Vázquez no entendía nada. ¿Usted se desempeñó en la seccional 4ª? le preguntó el fiscal José Ignacio Candioti.
Sí, entre 1975 y 1976 contestó el ex chofer. A esa altura, López Arango ya había confirmado que Vázquez era testigo de la defensa, así que Didier siguió con las preguntas.
La audiencia de ayer dejó a la vista la obsesión de otro defensor oficial, Fabio Procajlo, con los García. Uno de los acusados por el matrimonio es su defendido Brusa. Procajlo le preguntó a Ferreyra si había visto a los García detenidos en la comisaría 4ª a fines de 1977.
No recuerdo le contestó el comisario.
Y después le repitió la misma pregunta a Vázquez. El silencio se hizo pesado. Hasta que uno de sus colegas le susurró por lo bajo que el policía fue detenido en enero de 1977 y que a fines de ese año estaba preso en Coronda. "Perdón, perdón", se disculpó Procajlo. Y pareció hundirse en la silla. Otro papelón.
El cierre le quedó a Torres del Sel, el defensor de Perizzotti, que convocó como testigo al padre Rucci. Perizzotti había dicho en el juicio que Rucci era uno de los curas que visitaba a detenidos políticos en la Guardia de Infantería Reforzada.
¿Entre 1977 y 1980 donde cumplió su misión pastoral? le preguntó el abogado.
Yo me ordené en 1979 le contestó Rucci. Le faltó decir que en esa época no era sacerdote.
¿Y en el '77 y '78, siendo seminarista, concurrió a la GIR? trató de acomodar el defensor.
No lo cortó Rucci.
¿Tuvo relación con Perizzotti?
No, lo conocí después concluyó el cura. Torres del Sel ya estaba colorado.

La víctima equivocada
Un vecino del comisario Cantelli, testigo en el juicio contra el juez Brusa de Santa Fe, fue llevado por desconocidos. Lo liberaron cuando se dieron cuenta del error.

El juez Víctor Brusa.
Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
Dos desconocidos que se movilizaban en una camioneta intentaron secuestrar ayer a un comisario de la policía santafesina, Avelino Cantelli, pero se equivocaron de blanco y tomaron como rehén a un vecino de su misma edad y de gran parecido físico, a quien dejaron en libertad algunas horas más tarde. El martes, Cantelli había declarado como testigo en el juicio a los represores de la dictadura, entre ellos el ex juez Víctor Brusa, y acusó al ex gobernador Jorge Obeid por haber reciclado en la democracia a uno de los jefes del grupo de tareas que operó en Santa Fe: el ex encargado del Destacamento de Inteligencia Militar 122 Nicolás Correa, que estaba imputado en la causa, pero falleció en 2007. El Programa de Protección a Testigos del gobierno de Hermes Binner ya se comunicó con Cantelli y dispuso una custodia especial para él y su familia.
El intento de secuestro del ex comisario fue denunciado por su hija, Eugenia Cantelli, por la emisora LT10. “Mi papá tiene un vecino (en el barrio Las Flores I, un ex ferroviario de apellido Bianchi) que es muy parecido a él. A las 10 de la mañana, una camioneta lo secuestró. Le pusieron una capucha y lo llevaron. Lo pusieron boca abajo y le dijeron: ‘Quedate quieto Cantelli porque te matamos’. Pero después, uno de los secuestradores se dio cuenta de que no era mi papá al que habían secuestrado y lo dejaron abandonado en el Puente Negro”, dijo Eugenia. “Este señor está enfermo y recién apareció a la siesta. Lo que pudo escuchar es que se comunicaban con otro grupo que daba una orden: ‘Déjenlo libre, vamos a seguir con el operativo”, agregó.
Según relató Bianchi ante la División Judiciales de la Unidad Regional I, dos personas lo interceptaron en la esquina de Aguado y Don Guanela, en el norte de la capital santafesina, cuando esperaba un colectivo para trasladarse al microcentro. Los sujetos lo abordaron, lo encapucharon, lo subieron a una camioneta del tipo F100, color blanca o crema. Lo llevaron supuestamente a una casa, donde descubrieron que no era Cantelli y poco después lo dejaron libre. Inmediatamente intervino el Programa de Protección a Testigos del gobierno de Binner que dispuso una custodia especial para Cantelli y su familia.
Hasta anoche se carecía de información sobre los responsables de un episodio que puso en evidencia una capacidad operativa que inquietó a los testigos del juicio que se está llevando a cabo en la provincia. Desde la desaparición de Julio López, testigo en el juicio contra el comisario bonaerense Miguel Etchecolatz, las víctimas están en alerta.
El martes, Cantelli había declarado como testigo en el juicio a Brusa y a otros cinco policías (Mario Facino, Héctor “Pollo” Colombini, Juan Calixto Perizzotti, Eduardo Ramos y María Eva Aebi), pero sorprendió al acusar a Obeid por haber reciclado a Correa en su primer gobierno (1995/99), cuando lo designó asesor de seguridad y número dos de la Subsecretaría de Seguridad Pública, que estaba a cargo del teniente coronel José Bernhardt, otro experto en inteligencia militar que pasó por el Batallón 601.
En su declaración ante el Tribunal Oral que juzga a Brusa y compañía, Cantelli ratificó el rol de Correa en el aparato represivo de la dictadura. “Era un asesino”, dijo. Y lo acusó por una bomba que le pusieron en la puerta de su casa, “pero que gracias a Dios no explotó”. “Los militares eran una banda de delincuentes comunes”, agregó.
Fue allí cuando cargó contra Obeid por haber reciclado a Correa en su primer gobierno como asesor de seguridad. “¿Si Correa era peligroso, por qué Obeid lo llevó al gobierno? ¡Que dé explicaciones! Y si es necesario y me tengo que carear con Obeid, me voy a carear. ¿Qué arreglo tenía Obeid con Correa? Si Obeid no es un delincuente que diga por qué lo tenía a Bernhardt”, dijo. Y después interpeló a los jueces: “¿Qué van a hacer con Obeid y Correa?”, les preguntó.
“Nosotros no tenemos la respuesta”, contestó el presidente del Tribunal, Roberto López Arango. Pero su colega, Lidia Carnero, lo sorprendió con una propuesta: pidió que se cite a declarar a Obeid para “preguntarle qué antecedentes había consultado para llevarlo a Correa a la Subsecretaría de Seguridad. Hace al objeto procesal y a la investigación del plan sistemático de exterminio”, dijo la magistrada.
López Arango no ocultó su molestia. “La presidencia no comparte su criterio. Si los querellantes o la acusación pública lo hubiesen considerado pertinente lo hubieran solicitado antes. No comparto la petición y la rechazo”, le dijo a Carnero. Los fiscales y querellantes convalidaron con el silencio.
–¿Entonces, por qué me llaman a mí? –se quejó Cantelli.
–Si usted tiene alguna cosa contra Obeid denúncielo en el lugar que corresponda, éste no es el lugar para hacer la denuncia –se enojó López Arango.
(Fuente:Rosario12).
Lunes 23 de noviembre de 2009
Se suspendió el reconocimiento de la Intermedia y La Calamita.
En el marco del primero juicio oral contra criminales del terrorismo de estado en Rosario, el Tribunal Oral Federal Nº 1 (TOF1) de nuestra ciudad, que había previsto para esta jornada la realización de inspecciones oculares en dos de los centros clandestinos de detención, debió suspender la medida debido a la lluvia caída en las últimas horas.
El TOF 1, que lleva adelante el juicio contra Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Juan Amelong, Walter Pagano y Eduardo Costanzo, por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, había dispuesto para este lunes el reconocimiento de los centros clandestinos de de tención y torturas La Calamita y La Intermedia –este último propiedad de la familia Amelong–. Debido a la lluvia, los jueces levantaron la medida.
La Calamita es uno de los lugares donde fueron vistos secuestrados algunos de los desaparecidos por los que se lleva adelante el juicio, y se transformó en un punto de investigación clave para comprobar el modo de funcionamiento del grupo de militares y civiles que secuestraron, torturaron, asesinaron y robaron bebés en la región. A lo largo de este juicio oral, decenas de sobrevivientes de La Calamita confirmaron ante el TOF1 la presencia de los cinco represores juzgados en esta instancia judicial y de algunos otros más que serán llevados a juicio oral con posterioridad.
La Intermedia, campo de concentración ubicado a la vera de la autopista a Santa Fe, fue el lugar donde fusilaron a catorce de los detenidos de la Quinta de Funes, según la declaración de uno de los propios represores, Eduardo Tucu Costanzo.La semana de juicio continuará este martes con la inspección judicial de la Quinta de Funes y la Escuela Magnasco, ubicada en Zeballos y Ovidio Lagos.

martes 24 de noviembre de 2009
El TOF1 recorrió la Magnasco, Quinta de Funes, La Intermedia y la Calamita

El proceso contra los cinco represores de la dictadura que se lleva adelante desde el 31 de agosto en los tribunales federales de Rosario, prosiguió con un raid por cuatro centros de detención y torturas por los que están juzgando a Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Juan Amelong, Walter Pagano y Eduardo Costanzo.
En la quinta la Intermedia -propiedad de la familia Amelong-, el Tucu Costanzo detalló cómo fueron asesinados catorce militantes que habían estado secuestrados previamente en la Quinta de Funes.La jornada de este martes estuvo marcada la inspección ocular en cuatro centros de detención encabezada por los jueces del Tribunal Oral Federal N°1 de Rosario.
El TOF1 en pleno, compuesto por los jueces Otmar Paulucci, Beatriz Caballero Jorge Venegas Echagüe, fue acompañado en este tour del terror por la fiscalía, abogados de los represores y de la querella.
También estuvo presente el represor Eduardo Tucu Cosatanzo. Según explicó Ana Oberlin, abogada de la agrupación H.I.J.O.S, “la inspección judicial es una medida de conocimiento para los jueces, que tiene que ver con la inmediación, con poder tomar contacto con todos los elementos que sirvan para juzgar los hechos”.
El primer sitio al que se dirigió la comitiva fue la escuela Magnasco, lugar al que fueron conducidos los detenidos de la Quinta de Funes luego de que el militante Tulio Valenzuela, -que había sido llevado a México como carnada para asesinar a la conducción de la organización Montoneros-, se escapara de sus captores y denunciara la maniobra tramada por Leopoldo Galtieri y sus hombres. Tulio había estado también secuestrado en la quinta, donde había quedado de rehén su esposa Raquel Negro, quien se encontraba embarazada.En la Magnasco Costanzo señaló cómo ingresaron al lugar cuando trasladaron a los detenidos. Explicó que vinieron “en autos y un camioncito”.
Dijo que utilizaron la entrada para vehículos de Ovidio Lagos y que usaron el lugar porque “Bertoti era hombre del 121”.Costanzó indicó el lugar donde estaban ubicados los detenidos y recordó que “las condiciones se endurecieron allí. Que estaban tabicados. Que no los llevaban al baño y hacían sus necesidades en tachos o baldes.
Que estuvieron al menos un mes allí. Que del traslado y de todas las actividades allí participó todo el grupo operativo: Guerrieri, Amelong, Fariña, Pagano, Marino Gonzalez, Aldo, entre otros”.El represor agregó que de ese lugar los detenidos fueron trasladados a la quinta la Intermedia, propiedad de la familia Amelong, y remarcó que “todo el grupo operativo estuvo, primero en la Calamita, y luego en Funes, Magnasco, La Intermedia y la Fábrica de Armas”.
Quinta de FunesEn la quinta de Funes, Costanzo reconoció el predio como el lugar donde estuvieron luego de la Calamita. Señaló el sitio donde pusieron a los detenidos y donde se ubicaba el grupo operativo.Preguntado por los abogados de la agrupación H.I.J.O.S, Costanzo contestó que “Negro, Dri y Valenzuela estaban aparte”, y que “la custodia la hacía Gendarmería de civil”.
Costanzo también contó que pusieron rejas en las ventanas donde dormían los detenidos. Ubicó el lugar donde estaba el teléfono, dentro de la casa principal, en donde él atendió el llamado del diario Uno más Uno de México -periódico que llamó luego de que Valenzuela realizara la denuncia pública ante los medios aztecas y del mundo-, y dijo que él (Costanzo) pensaba que era una broma y le contestó “uno más uno es dos”.
El Tucu refirió que después lo llamó a Guerrieri para que atienda y que cuando cortó Guerrieri estaba muy nervioso y salió apurado.Costanzo explicó que supo después que “Guerrieri habló con los jefes y a los dos, tres o cuatro días levantaron la Quinta y llevaron a los detenidos a la Magnasco”.
El represor afirmó además que a los detenidos los trasladaron en un camión Mercedes 680 y en autos, que él fue en el camión, que “manejaba Aldo (Ariel López)”, y que que “era el mismo camión que utilizaban para llevar los muertos al aeropuerto”.
En la Intermedia Costanzo mostró el lugar donde se hizo “la comida del final”. Señaló la disposición de las mesas, indicó que “ellos (por los secuestradores) estaban en una, tapando la salida”, y “los detenidos en otra”. Luego recordó lo que ya declaró en su momento: “Después de comer, les quisieron dar whisky envenenado, “que había ido a buscar, por orden de Fariña, Sergio Uno, el petisito), el que supuestamente había sido traído de Campo de Mayo, según dijo el médico Alejandro”.
“Estaban todos los de la patota -continuó el represor-. Les hicieron dejar los autos a un kilómetro. Solo bebió María y se descompuso. Guerrieri estaba del lado de afuera y les hablaba por la ventana. Les dijo a los detenidos que los quería ver Jáuregui, que no le hablen de Perón porque lo odiaba, porque había estado preso en esa época.
Desde allí los hicieron salir uno por uno, hacia otra construcción más precaria, la de los caseros. Los fue matando de dos disparos, Isach. Después los pusieron en la galería, antes les habían tapado los agujeros de las balas, les decían que era por los aviones. Y los envolvieron en frazadas”.Costanzo declaró además que “a María Amarilla (Raquel Negro) la trajeron en el baul de un auto, muerta, atada de pies y manos con alambre. La habían llevado a Paraná”.
El Tucu dijo creer que “la traían de Santa Fe. La agregaron al resto de los asesinados. Los llevaron para tirarlos a la bahía de Samborombon”.
El represor volvió a apuntar que “iban Guerrieri, Fariña y Amelong, Pagano entre otros”.A nuevas preguntas formuladas por los abogados de H.I.J.O.S., Costanzo respondió que “a Amelong le decía él y todos Daniel; a Fariña Sebastián; a Guerrieri Jorge; a Pagano Sergio.La parte edificada de la Intermedia es una construcción muy pequeña y precaria. Frente a las preguntas de la querella el Tucu dijo que Negro “no tenía ninguna atención especial, que la cuidaban sus compañeras” y que “estaban muy apretados y hacinados”.
El último lugar de la recorrida fue el centro clandestino de detención y torturas de Granadero Baigorria, llamado La Calamita. En ese predio, con la casa bastante derroída, Costanzo rememoró que llegó al lugar en junio- julio de 1977, “cuando empezó a trabajar en el Comando”.“Allí había varios de los detenidos que después fueron llevados a la Quinta”, explicó el represor. Preguntado otra vez por H.I.J.O.S, Costanzo dijo que “Dussex y Toniolli habían estado aquí”, que “aquí se interrogaba”.
El Tucu refirió que a los detenidos “se le sacaba información por medio de tortura, que el que hacía los interrogatorio era el Barba”, y que “en un momento hubo entre 80 y 100 detenidos que estaban tabicados, todos juntos en dos habitaciones, sin colchones, tirados en el piso”.Costanzo repitió que allí mataron a 17 personas, luego se llevaron 23 y los mataron en Monje, y que el militante comunista “Tito Mezziez estuvo allí en un sótano”.
Audiencia del miércoles
El juicio continuará mañana con la visita al otro centro clandestino de detención por el que son juzgados los cinco represores de esta causa: la ex Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu, ubicada en Ovidio Lagos al 520.
Primero ingresará el represor Amelong con su abogado defensor, y más tarde y sin que se crucen, realizarán un reconocimiento los integrantes del tribunal, los abogados defensores y de la querella y tres de los testigos y sobrevivientes de auqel campo de exterminio: Olga Moyano, Juan Rivero, Ramón Verón.
(de redaccionrosario.com para El Diario de los Juicios)


miércoles 25 de noviembre de 2009
El TOF1 visitó la ex Fábrica Militar

El primer juicio contra los represores de la dictadura de la ciudad trasladó este lunes su epicentro al predio de la ex Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu, donde funcionó uno de los centros clandestinos de detención y torturas en los que operaron los cinco represores que están siendo juzgados por el Tribunal Oral Federal N°1 de Rosario.
Tres sobrevivientes de aquel campo de concentración mostraron a los jueces dónde y en que condiciones estuvieron secuestrados.Alrededor de las 11.30 de este lunes volvieron a ingresar al predio de la ex Fábrica -donde hoy funciona la Jefatura de Policía de Rosario- tres de los querellantes y testigos de la causa, que sobrevivieron al horror de aquel centro de torturas: Olga Moyano , Ramon Veron y Juan Rivero, estuvieron acompañados por una troup integrada por los jueces del TOF1, la fiscalía, los abogados defensores de los represores y de las querellas.
Bajo un calor agobiante, los sobrevivientes mostraron a los jueces los distintos lugares donde estuvieron alojados, la sala donde los torturaron, el baño donde eran conducidos, el patio donde se produjeron los simulacros de fusilamiento.
Señalaron también las modificaciones del lugar, como paredes que no estaban, techos que eran mas altos o pisos que eran diferentes.Ramón Verón indicó la habitación en la que se despidió de Hilda Cardozo -quien era su compañera y que está desaparecida desde aquellos días-.
“Aun hoy con las sandalias puedo sentir el piso donde nos abrazamos por ultima vez”, expresó Verón conmovido.Por su parte, la testigo Olga Moyano, también confirmó al TOF1 que el que pisaban era el mismo suelo que ella recordaba de sus días de encierro.
Además reconoció la habitación donde la llevaron a colocarle una inyección a Ariel Morandi -otro de los secuestrados en Fábrica, también desaparecido-, tal como lo relatara en su testimonio brindado semanas atrás en las sede del tribunal.
El querellante y concejal Juan Rivero explicó cómo se orientaba en el lugar y pudo porque pudo reconocerlo facilmente, ya que “vivía a pocas cuadras de la fábrica de este lugar.”Los jueces, la fiscaliza y abogados de la querella efectuaron distintas preguntas que fueron respondidas con precisión por los sobrevivientes.
Al finalizar la recorrida, cerca de las 12.30, los jueces del tribunal agradecieron a los querellantes su testimonio y colaboración y todos se retiraron del predio.
(Fuente:diariodeljuicio).

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