Por Álvaro Cuadra
De acuerdo a los últimos cómputos, las elecciones presidenciales en su primera vuelta se ajustan, en lo grueso, a lo previsto por las encuestas, en particular la última proyección de CERC. La manida ecuación 40 – 30 – 20 -7 se dio con leves variaciones. Para evaluar las consecuencias políticas de este resultado habría que distinguir entre las estrategias inmediatas que culminan el 17 de enero próximo y aquellas estrategias mediatas, de mucho más largo aliento.
Balance inmediato: Como en toda elección, en ésta hubo un claro triunfador: Sebastian Piñera, el candidato de la derecha, se alza con un 44.05% de las preferencias, seguido por Eduardo Frei con un 29.6%. Es evidente que frente a este panorama un nuevo mandato para la Concertación es una empresa más que incierta. El factor ME-O (20.13%) ha sido decisivo para debilitar las pretensiones de la candidatura concertacionista. Este “éxito” de ME-O es, sin embargo, una victoria pírrica. El balance de la candidatura díscola es nefasto: no sólo el candidato queda en un oscuro tercer lugar sino que además sus parlamentarios han sido derrotados en su totalidad, incluido su padre adoptivo. Por último, la candidatura de Jorge Arrate ha obtenido un digno 6.21 % de los votos, lo que puesto en una perspectiva histórica no es desdeñable, si a esto se suma el triunfo de tres de sus candidaturas, el balance representa un avance significativo.
Tras conocer los resultados, el diputado Enríquez Ominami ha sido enfático en señalar que no hay nada que negociar y, en consecuencia, deja en libertad de acción a sus adherentes. Si bien es cierto que en lo inmediato la figura del candidato ME-O ya es historia, su renuncia a ejercer un liderazgo claro entre sus prosélitos y negociar con la Concertación compromete cualquier pretensión de más largo aliento y bien pudiera interpretarse como una deserción, acaso un acto de inmolación política. Con mucha más astucia y lucidez, Jorge Arrate no cierra la puerta a eventuales entendimientos con la candidatura de Eduardo Frei.
La segunda vuelta electoral promete ser muy reñida, pues, aunque hay 14 puntos que separan a la candidatura de derecha de aquella de la Concertación, no debemos olvidar que las próximas semanas serán de febril negociación entre todos aquellos que no se sentirían cómodos con un gobierno de derecha. La interrogante que se plantea es obvia y se puede resumir en la conducta que asumirá ese 20.13% de votantes, en su condición de masa heterogénea, dispersa y huérfana, con su líder derrotado. A diferencia de la candidatura de Jorge Arrate que ha sido explícita en su animadversión hacia la derecha, la candidatura de ME-O mostró siempre tanto aborrecimiento por la derecha como por la Concertación. En un cuadro tal, como una ironía de la historia, bien pudiera suceder que, al final de cuentas, sea la derecha la que alcance el poder, aún cuando la mayoría de los chilenos no comparta su ideario ni económico ni político.
Balance inmediato: Como en toda elección, en ésta hubo un claro triunfador: Sebastian Piñera, el candidato de la derecha, se alza con un 44.05% de las preferencias, seguido por Eduardo Frei con un 29.6%. Es evidente que frente a este panorama un nuevo mandato para la Concertación es una empresa más que incierta. El factor ME-O (20.13%) ha sido decisivo para debilitar las pretensiones de la candidatura concertacionista. Este “éxito” de ME-O es, sin embargo, una victoria pírrica. El balance de la candidatura díscola es nefasto: no sólo el candidato queda en un oscuro tercer lugar sino que además sus parlamentarios han sido derrotados en su totalidad, incluido su padre adoptivo. Por último, la candidatura de Jorge Arrate ha obtenido un digno 6.21 % de los votos, lo que puesto en una perspectiva histórica no es desdeñable, si a esto se suma el triunfo de tres de sus candidaturas, el balance representa un avance significativo.
Tras conocer los resultados, el diputado Enríquez Ominami ha sido enfático en señalar que no hay nada que negociar y, en consecuencia, deja en libertad de acción a sus adherentes. Si bien es cierto que en lo inmediato la figura del candidato ME-O ya es historia, su renuncia a ejercer un liderazgo claro entre sus prosélitos y negociar con la Concertación compromete cualquier pretensión de más largo aliento y bien pudiera interpretarse como una deserción, acaso un acto de inmolación política. Con mucha más astucia y lucidez, Jorge Arrate no cierra la puerta a eventuales entendimientos con la candidatura de Eduardo Frei.
La segunda vuelta electoral promete ser muy reñida, pues, aunque hay 14 puntos que separan a la candidatura de derecha de aquella de la Concertación, no debemos olvidar que las próximas semanas serán de febril negociación entre todos aquellos que no se sentirían cómodos con un gobierno de derecha. La interrogante que se plantea es obvia y se puede resumir en la conducta que asumirá ese 20.13% de votantes, en su condición de masa heterogénea, dispersa y huérfana, con su líder derrotado. A diferencia de la candidatura de Jorge Arrate que ha sido explícita en su animadversión hacia la derecha, la candidatura de ME-O mostró siempre tanto aborrecimiento por la derecha como por la Concertación. En un cuadro tal, como una ironía de la historia, bien pudiera suceder que, al final de cuentas, sea la derecha la que alcance el poder, aún cuando la mayoría de los chilenos no comparta su ideario ni económico ni político.
(Fuente:Argenpress).
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