Elección presidencial en Chile. Segunda Vuelta 17 de enero:
El neoconservadurismo criollo y una transición amenazada
Por Juan Francisco Coloane
Desde el fallecimiento del general Augusto Pinochet hace tres años, y otros hechos como el ajusticiamiento a militares violadores de DDHH, en Chile ha prendido la idea en muchos sectores, de que el proceso de desprogramar la cultura de la dictadura y sentar una democracia plena, habría concluido.
Para todos los efectos de síntesis, a este proceso se le ha llamado de “transición”. Se han escrito varias interpretaciones aunque también se han generado discrepancias.
Si uno tomara al pie de la letra lo que es una democracia con plenos derechos restituidos a las personas y con amplios poderes ciudadanos, estaríamos hablando en América del Sur al menos, de transiciones que se prolongan eternamente.
Es así que se intenta cerrar el capítulo y dar vuelta la página, como que se decretaran períodos presupuestarios en los países respecto a las etapas de la democracia, siendo que se trata de un proceso cultural continuo.
Lo de Chile es más concreto. El posible regreso del neoconservadurismo al poder después de 20 años, pone en peligro el proceso de transición de la dictadura a una democracia pensemos que básica, para evitar decir plena. .
Desde el fin de la dictadura militar en 1989, Chile ha completado 20 años intentando cerrar el capítulo de la transición, a través de una coalición política de centro-izquierda llamada Concertación de Partidos por la Democracia que ha gobernado por ese mismo período.
En la coyuntura decisiva de si esta coalición pierde o gana frente a la derecha, en la segunda vuelta del 17 de enero, el punto principal es que esta transición que la coalición de gobierno ha podido impulsar con eficacia, no ha concluido, como algunos cuarteles proyectan con injustificada vehemencia.
Completar la transición es una tarea pendiente de la Concertación.
Sería un error histórico pensar que la transición se completa a través de un gobierno liderado por un conglomerado de derecha, que pone enormes dificultades para que esa transición se consolide y se cierre como capítulo.
Por la cerrazón de la alianza de derecha, esa transición, que es uno de los principios básicos para asegurar la gobernabilidad, ha quedado a veces en el limbo.
En la evaluación está inconclusa en varias áreas: la Constitución concebida en dictadura militar y que no ha sido reformulada a cabalidad; los procesos inacabados de reparación y justicia a los DDHH; en cerrar el sistema electoral binominal basado en las dos coaliciones de mayoría que se reparten los escaños parlamentarios, una aberración ética en ingeniería electoral; entregar plenas garantías de libertad de prensa; la ley de amnistía; rectificar las leyes que perjudican la protección al empleado, y en reducir al máximo el autoritarismo del estado que se prolonga como cultura después de una larga dictadura. Son algunas áreas.
Los 20 años de Concertación han sido insuficientes en cuanto a cerrar los procesos señalados propios de una transición con muchos obstáculos.
El país cayó a veces en lo que un sociólogo (Philip Slater) llama en EEUU: “La cultura del toillette; poner en el alcantarillado aquello que no queremos ver, o no conviene que exista.”
Las “llaves del reino” para impedir que regrese el neoconservadurismo
Para impedir que el neoconservadurismo regrese al poder en Chile, “las llaves del reino”, valga la metáfora, las posee Marco Enríquez –Ominami, el candidato independiente que logró un porcentaje de 20% en la primera vuelta el 13 de diciembre.
Es más que suficiente para considerar que representa una “tercera fuerza”, aunque no tenga partido y en estas elecciones “sus” candidatos no hayan obtenido escaños parlamentarios, por el momento.
Lo que él diga o haga, contribuirá en gran parte a decidir quién será el próximo administrador del estado de Chile.
No es porque sea el “dueño de los votos”, como el mismo lo ha reiterado, sino porque es dueño de una postura que logró un porcentaje suficiente como para hacer depender de esos votos, al posible triunfo de los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta – el de centro izquierda Eduardo Frei con un 29.6 %, y el de derecha Sebastián Piñera con un 44%.
Debo haber sido uno de los primeros en usar el término tercera fuerza cuando estaba en el 10% de las encuestas varios meses antes de la elección del 13 de diciembre, en un artículo que escribí para ARGENPRESS.
Desde hace mucho tiempo, no había surgido un personaje político que en menos de un año se posicionara con tanto vigor y pudiera incidir en forma tan crucial en una elección presidencial como Marco Enríquez Ominami, y con el poder de voz que dispone.
Mañana puede ganar Senastán Piñera el candidato de la derecha y el neoconservadurismo, y se le atribuirá a él.
Puede ganar Eduardo Frei, el candidato de la coalición oficialista de centro izquierda llamada Concertación y será también por él.
Independientemente de lo que decida o haga, avanzó con creces, y todavía puede aspirar a influenciar más en este proceso de culmina el 17 de enero, cuando se decida quién administra Chile por cuatro años más.
Las “llaves del reino”, las tiene Marco Enríquez-Ominami, aunque para algunos les duela en los huesos.
La Concertación es hasta ahora, la fórmula de gobierno que a Chile le ha comenzado a dar resultados para salir de la estela que dejan 17 años de dictadura militar penetrante en el tejido social del país.
Chile en políticas sociales y económicas ha progresado considerablemente y están los informes de Naciones Unidas que lo corroboran.
Con todo el reclamo de la gente en materia de políticas públicas sociales, es probable que Chile tan vilipendiado internamente por la política, sea el paradigma de un estado de desarrollo para dar el salto a la próxima etapa más alejada del subdesarrollo. Hay que reconocerlo.
Hay que reconocer también que existen problemas, y numerosas necesidades insatisfechas todavía, y especialmente no hay mucha alegría porque las estrategias de supervivencia están exacerbadas por un sistema económico que tal vez demanda más de lo que recompensa.
Sin embargo, la coalición de centro izquierda que en 1989 inicia un proceso de democratización con el fin de la dictadura militar, sin duda entrega más garantías por la sencilla razón de haber administrado eficazmente una transición difícil pero pacífica, y con un modelo de mediación y proceso de reconciliación respetado en otros países.
Frente a las contradicciones inconmensurables que se presentan en un período político con altísima distorsión por el bombardeo propagandístico para que la coalición de gobierno pierda el poder a toda costa, surgen interrogantes respecto al representante de la tercera fuerza.
La primera es, si Marco Enríquez-Ominami percibe todas las situaciones generadas por los resultados de la primera vuelta, con la misma agudeza con que diagnosticó los problemas en la Concertación.
El candidato de la coalición de centro-izquierda aparece como el más vulnerable, enfrentando un clima marcadamente adverso por la inmensa propaganda montada en su contra en los medios con más llegada en poder de la derecha.
La segunda es, si frente a la magnitud de la tarea de haberse transformado en un mediador de poder en un momento crucial para el país, estará en la disposición y con la libertad suficiente para coliderar y absorber el esfuerzo colectivo mayor de reordenar el contingente de la izquierda y el centro político, para evitar que regrese la derecha y el neoconservadurismo al poder.
El posible regreso del neoconservadurismo al poder en Chile después de 20 años pone seriamente en peligro el proceso de transición de la dictadura a una democracia plena.
El tema decisivo consiste en que sobre la conciencia de este “propietario de las llaves del reino”, un joven político de gran dinamismo e indudable talento mediático, se está haciendo depender tanta historia, y en un tiempo tan breve.
Es como una situación de extraña distorsión para un país de trayectoria un poco más colectiva.
¿Es la “tercera fuerza” la que decide? O es el personaje que la aglutinó y un grupo de hábiles asesores, los que deciden. En una especie de “foquismo” de los años 60 remodelado con bagatelas de democracia burguesa.
En Chile se presenta en esta elección, la situación ideal para los grandes aciertos y fracasos en la historia, claro, dependiendo del lado en que se observa.
(Fuente:Argenpress).
No hay comentarios:
Publicar un comentario