Juicio Margarita Belén-Día 7
“Bañálo a éste que está hecho pelota”
El golpeado era Carlos Tereszecuk. “Ratón” Aranda, quien debía cumplir la orden. Fue durante su detención en la Jefatura de Policía del Chaco. Forma parte del testimonio dado este martes por el ex preso político. Este miércoles ( por hoy) continúan las audiencias
“Bañálo a éste que está hecho pelota”
El golpeado era Carlos Tereszecuk. “Ratón” Aranda, quien debía cumplir la orden. Fue durante su detención en la Jefatura de Policía del Chaco. Forma parte del testimonio dado este martes por el ex preso político. Este miércoles ( por hoy) continúan las audiencias

Ya con todas las partes presentes, y con los nueve imputados en sus sillas –como en todas las ediciones anteriores intercambiaron posiciones-, comenzó la jornada, que contó con tres testimoniales: María Teresa Franzen, hermana de Arturo –una de las víctimas del fusilamiento-, Carlos “Ratón” Aranda –ex preso político- y Federico Ovieta –abogado correntino que ya había declarado en el juicio por el ex Regimiento de Infantería 9 de Corrientes-.
De todas las testimoniales, la del “Ratón” Aranda era la más esperadas y ocasionó cruces entre defensa, querella y fiscalía, motivando la intervención de la presidenta del Tribunal, Gladys Yunes, quien, acompañada por Carlos Belforte y Ramón Luis González, tuvo que reprender (en algunos casos casi como una profesora a alumnos de secundaria) a los abogados.
Los reproches, salvo honrosas excepciones casi nadie quedó a salvo, eran por las preguntas, mejor dicho por lo mal formuladas, ya que muchas habían sido contestadas o narradas por el testigo.
Tras unas cuatro horas de audiencia, el Tribunal pasó a un cuarto intermedio hasta este miércoles, a las 8.30, cuando se reinicie el juicio con las declaraciones de los ex presos Julio Aranda (hermano de Carlos) y Mario Norberto Mendoza.
“SÚPERRATÓN”
Aranda pasó por ocho lugares de detención distintos (contando las dos direcciones de la Brigada de Investigaciones: Marcelo T. de Alvear, hoy Casa por la Memoria, y Juan B. Justo) y estuvo preso durante prácticamente toda la dictadura militar: desde noviembre de 1976 hasta después de la asunción de Raúl Alfonsín, en 1983, con un lapso de once días en libertad, un veranito de 1979.
Detenido el 3 de noviembre de 1976 –se equivocó de fecha al comenzar su testimonio- fue llevado, junto con su hermano Julio Aranda, desde Corrientes a la Jefatura de Policía de Chaco (uno de los que fue a buscarlo fue el imputado Luis Alberto Petetta, que a esa altura del relato anotaba y pasaba data a su abogado). Aquí, los desnudaron, lo ataron a una cama con elástico de metal y comenzaron de inmediato a picanearlo.
“No sé cómo hacía, creo que me abstraía, pero no sentía”, relató Aranda. Sin embargo, “como no daba los nombres que me pedían. Un día vino uno, se paró a mi lado y dijo: éste es el que no quiere hablar, dejénmelo a mí. Trascartón, envolvió una toalla o algo parecido por mis testículos y mi pene, para después comenzar a picanearme en esa zona, en las tetillas, en los párpados, en la encía… Hasta que logró descontrolarme”.
Para la tortura, Aranda es puesto frente a frente con dos ex presos políticos: Raúl “Quique” Caire y Reinaldo Zapata Soñez. Si bien se conocían, ni uno de ellos lo admitió. Previo a su traslado a la Brigada de Investigaciones de la Policía, el “Ratón” se pudo bañar y comprobó que “tenía todos los dedos de los pies negros por los golpes”
Luego, volvió a los baños pero para una tarea más desagradable: “Bañálo a éste que está hecho pelota”, le ordenó uno de sus carceleros mostrándolo a “un revantadísimo” Carlos Tereszecuk, quien había sido empalado por el ano.
Pero, como seguía sin hablar, le mostraban a su hermano Julio cómo lo torturaban -para hacerlos hablar- hasta que éste cortó todo, gritando: “Por qué no le pegan un tiro”.
BRIGADA Y ALCAIDÍA
Ya en la Brigada, Carlos logró ver a Luis “Lucho” Díaz (víctima de la Masacre), haciendo los dos dedos en V, con una evidente hinchazón porque le habían arrancado una uña. También vio en otra celda aislada a Roberto Yedro (otra víctima del 13 de diciembre de 1976). En este centro clandestino de detención estuvo poco tiempo hasta que lo llevan a la alcaidía policial.
Lo reciben con una paliza en un lugar que llama “la piecita de la televisión”. Haciendo gala de su condición de arquitecto, hizo una minuciosa descripción de la alcaidía, que igual tuvo que repetir ante el problema de los abogados por entender.
También contó que lo fueron a visitar, para amedrentarlo, Patetta y Aldo Martínez Segón.También describió con detalles el momento previo al traslado, un día domingo 12 de diciembre de 1976. “Interrumpieron la visita de los presos sociales o comunes, no nos sirvieron el cuili, o sea el cocido, y apagaron las luces de la celda temprano”, recordó.
Entonces, sucedió el horror del comedor de la alcaidía, donde todos los presos que iban a ser trasladados a Formosa, fueron ferozmente torturados. Escuchó cómo llevaban a Lucho Díaz hacia el infierno y también cómo traían a las rastras a un casi desvanecido Carlos Zamudio.
“Lo de la piecita de la televisión eran golpes, patadas, fuertes, pero no para matar. Lo que se escuchaba desde el comedor era aterrador. Yo creo que mataron a alguno”, narró.
Ratificó también la imposibilidad de escapar durante un traslado: “Íbamos esposados, engrillados, vendados y con capuchas, a los golpes…”, rememoró. Y Aranda tiene experiencia: de Jefatura de Policía a Brigada de Investigaciones, de aquí a la alcaidía, luego a la U7, más tarde la U9 de La Plata, Devoto, Rawson, Base Militar de la Liguria (Resistencia), nuevamente Brigada hasta la libertad en 1983.
FAMILIA
También declaró Teresa Cecilia Franzen, hermana de Arturo. Contó que en agosto de 1976, ella y su madre lo visitaron en la Brigada: “Nos contó que lo torturaban todos los días y que estaba muy dolorido, cuando lo quise abrazar me pidió que no lo apriete”, relató, entre lágrimas.
En medio de su relato se quebró hasta recordar que el 10 de enero de 1970 (el día del cumpleaños de Arturo, hubiese cumplido 25) llegaron con su padre para visitarlo, previo burocrático papeleo, en la Brigada, pero no estaba; en la alcaidía, tampoco estaba. Hasta que un oficial se dignó a contarles que Franzen había muerto cerca de Margarita Belén.
En el cementerio, para trasladar el cadáver, logró ver la cara de Arturo porque se desfondó el precario cajón en el que lo habían puesto: “No vi ni un impacto de bala, o eso me pareció, sólo recuerdo que le faltaba una parte de la nariz”. En ese mismo trámite, pudo ver el cuerpo de Manuel Parodi Ocampo que tenía “un boquete, un agujero, en el pecho”.
Por último, declaró el correntino Federico Ovieta, oriundo de Mercedes como Lucho Díaz. Su testimonio de limitó a contar que, tras el servicio militar, cuando fue a hacer un trámite al Regimiento de Infantería 9, vio en la pieza donde lo atendieron una foto de Lucho con una X marcada.
Así terminó la séptima jornada del juicio oral y público por la Masacre de Margarita Belén, retomándose las audiencias este miércoles con dos testimoniales.
Informe: Marcos Salomón
FuentedeOrigen:ChacoDiaporDía
Fuente:AgnDH
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