Testigo dijo que ex jueces integraban una organización paramilitar
El ex preso Jorge de Breuil indicó que le comentaron que Zamboni Ledesma y Otero Álvarez "pertenecían al Comando Libertadores de América". Dijo que un imputado lo secuestró detuvo a él y a sus otros dos hermanos.
El ex preso Jorge de Breuil indicó que le comentaron que Zamboni Ledesma y Otero Álvarez "pertenecían al Comando Libertadores de América". Dijo que un imputado lo secuestró detuvo a él y a sus otros dos hermanos.

Ante el Tribunal Oral Federal (TOF) Nº1, que tiene a cargo el juicio contra los represores Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez y otros 29 represores por 31 crímenes y torturas, el testigo dijo que en el centro clandestino de detención La Perla le "dijeron que Zamboni Ledesma y Otero Álvarez pertenecían al Comando Libertadores de América". Esta era una organización paramilitar.
El primero de los ex jueces ya falleció, mientras que el segundo es cuestionado en una causa que se ventila en la Justicia riojana en la que se investiga el presunto accionar ilegal de ex magistrados durante la dictadura
Jorge de Breuil, familiar del preso político Adolfo de Breuil, asesinado en un simulacro de fusilamiento en cercanías del Chateau Carreras, reconoció a los imputados Pedro Mones Ruiz, Calixto Flores, Miguel Ángel Pérez, Miguel Ángel Gómez y a otros dos imputados a quienes no supo identificar por sus nombres pero sí por sus rostros.
"Secuestrador". Posteriormente, dijo que Flores lo secuestró a él y sus otros dos hermanos. Flores había sido absuelto el año pasado en el juicio de la causa por el asesinato del subcomisario Ricardo Fermín Albareda.
Sin embargo, en este juicio está imputado por los secuestros de seis personas, las torturas a seis detenidos y los crímenes de nueve presos
"Secuestrador". Posteriormente, dijo que Flores lo secuestró a él y sus otros dos hermanos. Flores había sido absuelto el año pasado en el juicio de la causa por el asesinato del subcomisario Ricardo Fermín Albareda.
Sin embargo, en este juicio está imputado por los secuestros de seis personas, las torturas a seis detenidos y los crímenes de nueve presos
Además, reconoció a Víctor Pino como integrante de la UP1 y recordó la vez el que jefe del Área 311 (organizada para la "lucha contra la subversión") Juan Bautista Sasiaíñ visitó la UP1 y les dijo que todos los presos políticos del pabellón 1 estaban "condenados a muerte", tal como lo había dicho también el detenido Gustavo Tisera
Jornada caliente. Ayer, el TOF informó que envió al Consejo de la Magistratura de la Nación la prueba que presentaron los imputados Carlos Yanicelli y Yamil Jabour para basar sus acusaciones contra el actual presidente de la Cámara Federal de Córdoba, Luis Rueda
Además, Urquiza aseguró que el actual diputado nacional por la UCR Oscar Aguad "protegió" a represores, lo que fue desestimado por el funcionario.
Al declarar, Urquiza dijo que ya en democracia, Aguad, como ministro de Gobierno durante la gestión de Ramón Mestre, protegió a algunos de los policías que torturaron y pidió al Tribunal que cite a declarar al hoy diputado
Piden que Aguad declare en juicio contra los policías de la D2
Luis Urquiza, testigo principal de la causa Menéndez, acusó al diputado nacional de haber “protegido” a represores policiales cuando era ministro de Asuntos Institucionales de Ramón Mestre. La abogada María Elba Martínez solicitó al tribunal que lo cite a declarar.

Al declarar, Urquiza dijo que ya en democracia, Aguad, como ministro de Gobierno durante la gestión de Ramón Mestre, protegió a algunos de los policías que torturaron y pidió al Tribunal que cite a declarar al hoy diputado
Piden que Aguad declare en juicio contra los policías de la D2
Luis Urquiza, testigo principal de la causa Menéndez, acusó al diputado nacional de haber “protegido” a represores policiales cuando era ministro de Asuntos Institucionales de Ramón Mestre. La abogada María Elba Martínez solicitó al tribunal que lo cite a declarar.

Luis Urquiza, en oportunidad de su visita al ex centro de detención clandestina D2, recuperado como espacio para la memoria.
Por Alexis Oliva - Prensared
“En virtud de la gravedad de las declaraciones del señor (Luis) Urquiza, esta querella va a solicitar la presencia del doctor Oscar Aguad, para aclarar estas situaciones”, pidió al Tribunal Oral Federal Nº 1 la abogada María Elba Martínez, casi sobre el final de la octava audiencia del juicio por las causas Videla (fusilamientos de presos políticos de la UP1) y Menéndez (conocida como "Gontero").
Luis Alberto Urquiza, querellante y testigo principal de la causa Menéndez -que investiga los secuestros y tormentos sufridos por seis policías en la Dirección de Informaciones de la Policía (D2) durante la dictadura militar-, acababa de detallar el calvario sufrido a manos de sus ex camaradas de la fuerza a partir de la sospecha de que era un “infiltrado”, identificar a sus victimarios y explicar la razón de su permanencia en la fuerza policial una vez recuperada la democracia y hasta fines de la década del 90.
Su relato comprometió a acusados como Gustavo Salgado, Yamil Jabour, Mirta Antón, Miguel Angel Gómez y sobre todo a Carlos Yanicelli, quien llegó a ser comisario mayor y jefe de inteligencia policial hasta que en 1997 las denuncias del propio Urquiza y el diputado Atilio Tazzioli obligaron a que fuera apartado del cargo.
Justamente, al explicar por qué Yanicelli (al igual que “otros cien ex integrantes del D2”) permaneció tanto tiempo en la función policial a pesar de haber sido procesado ya en 1987 por delitos de lesa humanidad, surgieron los nombres de los ex gobernadores radicales Eduardo César Angeloz y Ramón Bautista Mestre, y quien fuera su ministro de Asuntos Institucionales (a cargo de la Policía), Oscar Aguad, hoy diputado nacional, quien según el testigo “protegió” a Yanicelli.
El testimonio de Urquiza había comenzado con el relato de su ingreso a la policía en 1974, siendo estudiante de Psicología, lo que le deparó la sospecha de ser un “infiltrado”, fundada en que “no se puede ser policía y estudiante universitario” porque éstos últimos eran "todos zurdos”. A mediados de 1976, fue trasladado a la D2 que funcionaba en el Cabildo, donde alcanzó a realizar 18 guardias y pudo advertir su funcionamiento como centro de detención clandestina dependiente de la estructura represiva orquestada desde el Tercer Cuerpo de Ejército.
Los indicios de que estaba en la mira de sus superiores se corporizaron el 12 de noviembre de 1976, cuando lo fueron a buscar a su casa para conducirlo -ya en calidad de detenido- al Cabildo, donde esposado y con los ojos vendados fue sometido a torturas y golpizas que le produjeron la fractura de una costilla, mientras era interrogado sobre su “nombre de guerra” y otros supuestos “infiltrados” de organizaciones guerrilleras en la policía.
Así pasó varios días, hasta que la madrugada del 16 de noviembre pidió ir al baño y al trasladarlo en medio de insultos el fallecido oficial Oscar Gontero le disparó tres veces y uno de los proyectiles impactó en su rodilla. Luego fue trasladado al campo clandestino La Ribera y luego a la Unidad Penitenciaria Nº 1. Allí quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, hasta que en septiembre de 1978 quedó en libertad condicional y en julio del 79 pudo salir del país para radicarse en Dinamarca como refugiado político.
Exiliado en democracia
Pero no terminó entonces la historia de perseguido político de Urquiza, quien regresó a Córdoba en 1993 para radicarse en Villa Allende con su familia danesa.
“Yo había visto el nombre de Carlos Yanicelli en la policía y pensaba que no podía tratarse de la misma persona –recordó Urquiza-. En mayo del 97, el diputado Tazzioli hizo un pedido de informe al gobernador Mestre, a raíz de una persona anónima que había salido en Canal 8, ex policía del D2, que decía que habían enterrado cuerpos en San Vicente. Tazzioli pidió que se investigara si Yanicelli y otros tres más habían participado en esos hechos. Entonces fui a verlo (a Tazzioli) porque se me vino un mundo encima al saber que esta gente estaba todavía en la Policía”.
El testigo refirió que “en lugar de apartarlo ahí mismo a Yanicelli, ordenaron un sumario administrativo”, para el que tuvo que declarar en la propia Jefatura de Policía. “Pasaron los meses y no pasaba nada, al sumario lo terminaron a las patadas y el propio fiscal (Marcelo) Sanmartino lo archiva desconociendo que los delitos que se mencionaba en ese sumario corresponderían a delitos de lesa humanidad”, añadió.
Mientras tanto, el entonces embajador de Dinamarca, Leif Tonde, se había reunido con el gobernador Mestre para manifestarle su preocupación por la seguridad de Urquiza y por la existencia de ex represores en la policía democrática, lo que motivó que la cartera que conducía Aguad le asignara una custodia del grupo de elite policial Eter.
En ese punto, el testigo recordó el episodio que atañe al actual diputado nacional radical: “Un día me hace llamar Oscar Aguad con el Eter para que me presentara al despacho de él. ‘Mire Urquiza, la cosa es sencilla: o usted hace un perfil bajo o yo no le puedo garantizar la seguridad’. Y yo le digo por qué si antes no conocían el pasado de Yanicelli, después cuando ya conocieron su pasado más el de cien tipos que estaban en la actividad y habían estado en el D2, me parecía absurdo que a tantos años de la democracia todavía estuvieran ocupando cargos. La discusión fue subiendo de tono. ‘Yo no puedo hacer una sangría en la policía porque se me va a levantar la guardia de infantería. Yo mismo estoy amenazado de muerte, tengo el Eter que me custodia’. Yo le digo: ‘Pero están todos amenazados acá’. El tono era demasiado claro: tenía que callarme la boca o podía pasar cualquier cosa. Entonces decidimos salir del país, fuimos a la embajada, para salir el 27 de octubre”.
En medio de murmullos de estupor entre el público, Urquiza siguió narrando: “Cuando el embajador comunica a la Casa de Gobierno que me iba a ir, Aguad de nuevo avisa a la gente del Eter para que nos lleve a casa de Gobierno: ‘Cómo se va a ir del país, nos va a hacer quedar mal a todos, yo le voy a dar trabajo’. Por supuesto que el precio era callarme la boca. ‘Yo no me voy a callar y no necesito nada’. El 27 de octubre vino la Cónsul con dos trafic a mi casa y cargamos todo. Sé que hasta último momento Aguad peleaba para que me acompañara hasta último momento el Eter hasta Ezeiza. Nosotros no queríamos y teníamos más confianza en la Policía Federal. Me acompañó la Policía Federa y de nuevo a Dinamarca, de nuevo a otro exilio en democracia”.
Estando en Europa, Urquiza realizó numerosas denuncias en los medios e incluso ante el juez espaBaltasar Garzón, hasta que se enteró que “en el 98 hicieron una purga, cuando yo ya me había ido. Lo podrían haber hecho antes, pero los quisieron proteger. Habría que preguntarle a Aguad por qué no los pasó a retiro. Esta gente venía ya desde el gobierno de Angeloz reciclados dentro de la democracia. Creo que Yanicelli en el 86 ya tenía un procesamiento y es imposible que un gobernador o un ministro de seguridad no conocieran las personas que en ese momento estaban a cargo de la seguridad de los ciudadanos”. En ese momento, el juez Jaime Díaz Gavier quiso saber:
-¿A qué atribuye usted esta persistencia de esta gente?
-A una complicidad.
-¿En qué sentido?
-Político. Basta ver los diarios de la época, donde el propio Mestre reconoce que Yanicelli le hacía los trabajos para desarticular los cortes de ruta en Cruz del Eje. Si vemos todo, en el asesinato de (el ex legislador radical Regino) Maders está metida esta gente del D2. (Hugo Oscar) Síntora (condenado por el homicidio de Maders) era del D2.
Finalmente, el testigo dejó planteado el interrogante que motivó el pedido de la querella: “Ante el cúmulo de críticas que les llegó y el escándalo en Europa en los diarios, entonces dijeron ‘algo hay que hacer’. ¿Por qué no lo hicieron antes que yo me fuera del país? Si Ramón Mestre u Oscar Aguad no sabían quiénes eran, tienen que haber tenido asesores que los conocieran, si existían estos procesamientos. No se entiende cómo podían decir que no conocían el pasado de estas personas”.
(Toda la información del juicio a Videla y Menéndez en: http://www.prensared.com.ar/indexmain.php?lnk=1&mnu=138).
http://www.prensared.com.ar/
Por Alexis Oliva - Prensared
“En virtud de la gravedad de las declaraciones del señor (Luis) Urquiza, esta querella va a solicitar la presencia del doctor Oscar Aguad, para aclarar estas situaciones”, pidió al Tribunal Oral Federal Nº 1 la abogada María Elba Martínez, casi sobre el final de la octava audiencia del juicio por las causas Videla (fusilamientos de presos políticos de la UP1) y Menéndez (conocida como "Gontero").
Luis Alberto Urquiza, querellante y testigo principal de la causa Menéndez -que investiga los secuestros y tormentos sufridos por seis policías en la Dirección de Informaciones de la Policía (D2) durante la dictadura militar-, acababa de detallar el calvario sufrido a manos de sus ex camaradas de la fuerza a partir de la sospecha de que era un “infiltrado”, identificar a sus victimarios y explicar la razón de su permanencia en la fuerza policial una vez recuperada la democracia y hasta fines de la década del 90.
Su relato comprometió a acusados como Gustavo Salgado, Yamil Jabour, Mirta Antón, Miguel Angel Gómez y sobre todo a Carlos Yanicelli, quien llegó a ser comisario mayor y jefe de inteligencia policial hasta que en 1997 las denuncias del propio Urquiza y el diputado Atilio Tazzioli obligaron a que fuera apartado del cargo.
Justamente, al explicar por qué Yanicelli (al igual que “otros cien ex integrantes del D2”) permaneció tanto tiempo en la función policial a pesar de haber sido procesado ya en 1987 por delitos de lesa humanidad, surgieron los nombres de los ex gobernadores radicales Eduardo César Angeloz y Ramón Bautista Mestre, y quien fuera su ministro de Asuntos Institucionales (a cargo de la Policía), Oscar Aguad, hoy diputado nacional, quien según el testigo “protegió” a Yanicelli.
El testimonio de Urquiza había comenzado con el relato de su ingreso a la policía en 1974, siendo estudiante de Psicología, lo que le deparó la sospecha de ser un “infiltrado”, fundada en que “no se puede ser policía y estudiante universitario” porque éstos últimos eran "todos zurdos”. A mediados de 1976, fue trasladado a la D2 que funcionaba en el Cabildo, donde alcanzó a realizar 18 guardias y pudo advertir su funcionamiento como centro de detención clandestina dependiente de la estructura represiva orquestada desde el Tercer Cuerpo de Ejército.
Los indicios de que estaba en la mira de sus superiores se corporizaron el 12 de noviembre de 1976, cuando lo fueron a buscar a su casa para conducirlo -ya en calidad de detenido- al Cabildo, donde esposado y con los ojos vendados fue sometido a torturas y golpizas que le produjeron la fractura de una costilla, mientras era interrogado sobre su “nombre de guerra” y otros supuestos “infiltrados” de organizaciones guerrilleras en la policía.
Así pasó varios días, hasta que la madrugada del 16 de noviembre pidió ir al baño y al trasladarlo en medio de insultos el fallecido oficial Oscar Gontero le disparó tres veces y uno de los proyectiles impactó en su rodilla. Luego fue trasladado al campo clandestino La Ribera y luego a la Unidad Penitenciaria Nº 1. Allí quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, hasta que en septiembre de 1978 quedó en libertad condicional y en julio del 79 pudo salir del país para radicarse en Dinamarca como refugiado político.
Exiliado en democracia
Pero no terminó entonces la historia de perseguido político de Urquiza, quien regresó a Córdoba en 1993 para radicarse en Villa Allende con su familia danesa.
“Yo había visto el nombre de Carlos Yanicelli en la policía y pensaba que no podía tratarse de la misma persona –recordó Urquiza-. En mayo del 97, el diputado Tazzioli hizo un pedido de informe al gobernador Mestre, a raíz de una persona anónima que había salido en Canal 8, ex policía del D2, que decía que habían enterrado cuerpos en San Vicente. Tazzioli pidió que se investigara si Yanicelli y otros tres más habían participado en esos hechos. Entonces fui a verlo (a Tazzioli) porque se me vino un mundo encima al saber que esta gente estaba todavía en la Policía”.
El testigo refirió que “en lugar de apartarlo ahí mismo a Yanicelli, ordenaron un sumario administrativo”, para el que tuvo que declarar en la propia Jefatura de Policía. “Pasaron los meses y no pasaba nada, al sumario lo terminaron a las patadas y el propio fiscal (Marcelo) Sanmartino lo archiva desconociendo que los delitos que se mencionaba en ese sumario corresponderían a delitos de lesa humanidad”, añadió.
Mientras tanto, el entonces embajador de Dinamarca, Leif Tonde, se había reunido con el gobernador Mestre para manifestarle su preocupación por la seguridad de Urquiza y por la existencia de ex represores en la policía democrática, lo que motivó que la cartera que conducía Aguad le asignara una custodia del grupo de elite policial Eter.
En ese punto, el testigo recordó el episodio que atañe al actual diputado nacional radical: “Un día me hace llamar Oscar Aguad con el Eter para que me presentara al despacho de él. ‘Mire Urquiza, la cosa es sencilla: o usted hace un perfil bajo o yo no le puedo garantizar la seguridad’. Y yo le digo por qué si antes no conocían el pasado de Yanicelli, después cuando ya conocieron su pasado más el de cien tipos que estaban en la actividad y habían estado en el D2, me parecía absurdo que a tantos años de la democracia todavía estuvieran ocupando cargos. La discusión fue subiendo de tono. ‘Yo no puedo hacer una sangría en la policía porque se me va a levantar la guardia de infantería. Yo mismo estoy amenazado de muerte, tengo el Eter que me custodia’. Yo le digo: ‘Pero están todos amenazados acá’. El tono era demasiado claro: tenía que callarme la boca o podía pasar cualquier cosa. Entonces decidimos salir del país, fuimos a la embajada, para salir el 27 de octubre”.
En medio de murmullos de estupor entre el público, Urquiza siguió narrando: “Cuando el embajador comunica a la Casa de Gobierno que me iba a ir, Aguad de nuevo avisa a la gente del Eter para que nos lleve a casa de Gobierno: ‘Cómo se va a ir del país, nos va a hacer quedar mal a todos, yo le voy a dar trabajo’. Por supuesto que el precio era callarme la boca. ‘Yo no me voy a callar y no necesito nada’. El 27 de octubre vino la Cónsul con dos trafic a mi casa y cargamos todo. Sé que hasta último momento Aguad peleaba para que me acompañara hasta último momento el Eter hasta Ezeiza. Nosotros no queríamos y teníamos más confianza en la Policía Federal. Me acompañó la Policía Federa y de nuevo a Dinamarca, de nuevo a otro exilio en democracia”.
Estando en Europa, Urquiza realizó numerosas denuncias en los medios e incluso ante el juez espaBaltasar Garzón, hasta que se enteró que “en el 98 hicieron una purga, cuando yo ya me había ido. Lo podrían haber hecho antes, pero los quisieron proteger. Habría que preguntarle a Aguad por qué no los pasó a retiro. Esta gente venía ya desde el gobierno de Angeloz reciclados dentro de la democracia. Creo que Yanicelli en el 86 ya tenía un procesamiento y es imposible que un gobernador o un ministro de seguridad no conocieran las personas que en ese momento estaban a cargo de la seguridad de los ciudadanos”. En ese momento, el juez Jaime Díaz Gavier quiso saber:
-¿A qué atribuye usted esta persistencia de esta gente?
-A una complicidad.
-¿En qué sentido?
-Político. Basta ver los diarios de la época, donde el propio Mestre reconoce que Yanicelli le hacía los trabajos para desarticular los cortes de ruta en Cruz del Eje. Si vemos todo, en el asesinato de (el ex legislador radical Regino) Maders está metida esta gente del D2. (Hugo Oscar) Síntora (condenado por el homicidio de Maders) era del D2.
Finalmente, el testigo dejó planteado el interrogante que motivó el pedido de la querella: “Ante el cúmulo de críticas que les llegó y el escándalo en Europa en los diarios, entonces dijeron ‘algo hay que hacer’. ¿Por qué no lo hicieron antes que yo me fuera del país? Si Ramón Mestre u Oscar Aguad no sabían quiénes eran, tienen que haber tenido asesores que los conocieran, si existían estos procesamientos. No se entiende cómo podían decir que no conocían el pasado de estas personas”.
(Toda la información del juicio a Videla y Menéndez en: http://www.prensared.com.ar/indexmain.php?lnk=1&mnu=138).
http://www.prensared.com.ar/
Para fiscal, Aguad no debe declarar
Uno de los fiscales del juicio que se lleva adelante contra los represores Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez junto a otros 29 imputados por delitos de Lesa Humanidad durante la última dictadura militar, Maximiliano Hairabedian, afirmó que el testimonio del diputado nacional Oscar Aguad en la causa, "no es útil ni pertinente".
En declaraciones a la prensa antes de la iniciación de la novena audiencia de la causa "Videla" en los tribunales federales de la capital cordobesa, el fiscal relación a la declaración de Aguad, indicó que "cuando una prueba no es util ni pertinente para el esclarecimiento de la verdad de los hechos, no debe ser admitida".
Hairabedian señaló que para los hechos que se están juzgando, la declaración del ex ministro de Asuntos Institucionales del gobierno de Ramón Mestre, "no quita ni agrega nada".
Añadió que el nombre de Aguad,"no ha surgido de la instrucción del juicio para que sea testigo de los hechos concretos que se están juzgando".
Finalmente consideró que la petición de la abogada de Luis Uruiza, María Elba Martínez para que se cite a Aguad como testigo en el juicio, "no debería ser admitido por el tribunal" y añadió que si el trbunal le pide opnión, "me voy a expedir en ese sentido".
Urquiza en su testimonio de ayer, había señalado a Aguad como responsable de haber mantenido en la policía de la provincia, a Carlos "Tucán" Yanicelli, uno de sus torturadores en el Departamento de Inteligencia policial D2.
FuentedeOrigen:LaVozdelInterior
Fuente:Agndh
DETALLES SOBRE LOS FUSILAMIENTOS A PRESOS POLITICOS EN LA UP1 DE CORDOBA
“No me mires que te voy a matar”
El testigo Fermín Rivera describió cómo fueron asesinados los detenidos y contó lo que les decían los represores antes de matarlos. Señaló a cuatro de los acusados y dijo que los conocía “de la Penitenciaría”.
Jorge Rafael Videla encabeza una lista de 31 represores que están siendo juzgados en Córdoba.
Por Alejandra Dandan
“Un día tuvimos la sensación de unos movimientos extraños dentro de la cárcel, escuchábamos gritos y atropellos, una gran cantidad de gente que se viene y órdenes referidas a las armas, luego suben a la escalera y en el pabellón donde las puertas se abrían con un cerrojo con cadena entra un grupo de soldados, dan una golpiza brutal y a partir de allí las golpizas se hacen cotidianas, permanentes, el terror era permanente: cada vez que se escuchaba que se silenciaba la cárcel significaba que estaban entrando los militares y prestábamos atención y escuchábamos los pasos, las órdenes, y cuando abrían una celda era la que iban a golpear.”
Fermín Rivera estuvo detenido en la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba antes y durante el último golpe militar. En la cárcel vio morir a varios de sus compañeros, y es el lugar donde treinta y un detenidos políticos fueron fusilados entre abril y octubre de 1976 por militares del III Cuerpo del Ejército. Denunció lo que sucedía desde los días de la dictadura, es el autor de la denuncia original de la causa contra Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez en Córdoba y ayer fue uno de los principales testigos del juicio oral. Reconoció a Menéndez y a Videla dijo “por los medios”, pero en cambio señaló a Adolfo Alsina, Miguel Angel Peres, Enrique Mones Ruiz y Miguel Angel “Gato” Gómez “de la Penitenciaría”.
Rivera quedó detenido en La Carlota, cuando entraba a una estación de servicio con su camión, el 17 de agosto de 1974. “Me reciben a balazos –dijo en el juicio–, me tiro al piso, y ninguno recibe ningún disparo; me detuvo la Guardia de Infantería de la Policía Federal y me llevan a la Jefatura de la Policía.” Eran las siete de la tarde. “Me hacen descargar el camión y después comienzan a torturarme; aplican picana eléctrica y me preguntan dónde estaban las armas de la fábrica de Villa María; yo no tenía ni la menor idea dónde estaban esas armas.”
La tortura siguió hasta la noche del día siguiente; escuchó que alguien decía que no tenía sentido matarlo. Lo llevaron a la delegación de la Policía Federal de Río Cuarto, lo ataron en un sillón de peluquería durante “no sé cuántos días” mientras lo sometían a golpes, torturas y picanas.
La declaración de Rivera fue relevante por la meticulosidad. “Más allá de los nombres, recuerda mucho los pormenores de cómo vivían todos los presos en la cárcel y aporta mucho el sentido de lo que significó estar ahí”, dijo Martín Fresneda a Página/12, que con H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) Córdoba lleva adelante la querella de la causa.
Rivera llegó a la UP 1 a fines de 1975, al pabellón 6, el único por entonces de presos políticos. “La relación con el servicio penitenciario era muy buena”, dijo. “Teníamos visitas, acceso a la enfermería, podíamos estudiar, había un cine; después trasladaron a las mujeres al pabellón 14, que tenía celdas individuales, yo por ejemplo cuidaba a la hija de Marta Rossetti de Arquiola y eso duró hasta bien entrado el ’75, creo que en diciembre entra la Policía Federal a hacer una requisa y nos lleva la mayor cantidad de cosas que teníamos, nos dejan la ropa de cama y nada más.”
El 24 de marzo de 1976 el régimen cambió de forma radical. “Ingresan los militares a la cárcel –recordó–, se nos cierran las puertas de la celda para no abrirse, se cierran las ventanas y desde que cierran las puertas no las vuelven a abrir, lo único que nos queda en la celda es una lata de 5 litros para orinar.” El terror se acentuó con el paso de los días. Se instalaron las golpizas permanentes, hasta que se llevaron a un grupo de compañeros a quienes los ataron, les pusieron una capucha y les preguntaron si ellos sabían rezar.
“Yo conocía desde muy chico a Miguel Mozét, desde que tenía 12 o 13 años. Y le dicen rezá porque de acá no volvés más.” Y al día siguiente supieron que había sido fusilado en el pabellón de la cárcel. Una noche entró una comisión de militares a llevarse a dos compañeros, uno de ellos era (José Angel) Pucheta. “Los encapuchan, los atan y los hacen caminar hacia una reja y cuando se paran, un militar les dice para qué se apuran tanto si adonde van no van a volver. Así nos hacían ver que a esos compañeros los llevaban para matarlos.” Al día siguiente, supieron que los habían asesinado en un supuesto intento de fuga.
El 5 de julio de 1976, un grupo de militares entró al pabellón 6. Rivera estaba en el ocho. Tenían unas hojitas de afeitar que pulían para usarlas como espejos, las sacaron por las ventanas. “Así vimos que habían puesto a todos los compañeros contra la pared del patio; el resto de los soldados, y en particular un cabo Pérez, estaba con un bastón en una mano y una pistola en la otra, pidiéndoles que griten viva el ejército y los seguía golpeando, hasta que llegó donde estaba (Raúl) Bauducco, le pegó y se detiene ahí porque tambalea y saca una mano de la pared y se agarra del lugar donde había recibido el golpe. Bauducco se arrodilla, y el cabo Pérez se dirige hacia la puerta de la entrada al patio, habla con un oficial que después supimos que era Mones Ruiz y vemos que el oficial asiente con la cabeza, vuelve y le dice a Bauducco que se pare y se da vuelta y le dice: no me mires que te voy a matar. Bauducco se da vuelta y lo mira, y cae sobre la canaleta al efectuar un tiro Pérez.”
Cinco días después, los militares entraron a su celda, la 11 del pabellón 8. “Tenía el pantalón metido dentro de las medias, cuando entran no me doy cuenta de sacarme el pantalón para afuera y el oficial me preguntaba y me golpeaba a la vez que me daba órdenes y no me dejaba responder. A partir de una serie de golpes, me lastima y entro a sangrar, tengo un choque con el oficial, lo mancho con sangre y se enfureció y toma un zapato y me empieza a golpear en la cara y en la cabeza hasta que yo pierdo el conocimiento.”
Estuvo dos días tirado en una cama. Un médico le advirtió que un coágulo de sangre en la cabeza le impedía mover el cuerpo. Luego, otro profesional de apellido Balmaceda le dijo que debían operarlo en el momento pero no autorizaban la operación. Habló de la enfermería. De la muerte de Rudnik, uno de los detenidos que entró en paro y sobre el que Alsina dijo: que se atienda solo, total es médico.
Rivera declaró hasta última hora. Antes lo habían hecho nuevamente el testigo Luis Urquiza y Jorge Breuil, hermano de Gustavo, fusilado junto a Hugo Vaca Narvaja y Armaldo Higinio Toranzo el 12 de agosto en un supuesto intento de fuga.
FuentedeOrigen:Pagina12
Fuente:Agndh
Uno de los fiscales del juicio que se lleva adelante contra los represores Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez junto a otros 29 imputados por delitos de Lesa Humanidad durante la última dictadura militar, Maximiliano Hairabedian, afirmó que el testimonio del diputado nacional Oscar Aguad en la causa, "no es útil ni pertinente".
En declaraciones a la prensa antes de la iniciación de la novena audiencia de la causa "Videla" en los tribunales federales de la capital cordobesa, el fiscal relación a la declaración de Aguad, indicó que "cuando una prueba no es util ni pertinente para el esclarecimiento de la verdad de los hechos, no debe ser admitida".
Hairabedian señaló que para los hechos que se están juzgando, la declaración del ex ministro de Asuntos Institucionales del gobierno de Ramón Mestre, "no quita ni agrega nada".
Añadió que el nombre de Aguad,"no ha surgido de la instrucción del juicio para que sea testigo de los hechos concretos que se están juzgando".
Finalmente consideró que la petición de la abogada de Luis Uruiza, María Elba Martínez para que se cite a Aguad como testigo en el juicio, "no debería ser admitido por el tribunal" y añadió que si el trbunal le pide opnión, "me voy a expedir en ese sentido".
Urquiza en su testimonio de ayer, había señalado a Aguad como responsable de haber mantenido en la policía de la provincia, a Carlos "Tucán" Yanicelli, uno de sus torturadores en el Departamento de Inteligencia policial D2.
FuentedeOrigen:LaVozdelInterior
Fuente:Agndh
DETALLES SOBRE LOS FUSILAMIENTOS A PRESOS POLITICOS EN LA UP1 DE CORDOBA
“No me mires que te voy a matar”
El testigo Fermín Rivera describió cómo fueron asesinados los detenidos y contó lo que les decían los represores antes de matarlos. Señaló a cuatro de los acusados y dijo que los conocía “de la Penitenciaría”.

Por Alejandra Dandan
“Un día tuvimos la sensación de unos movimientos extraños dentro de la cárcel, escuchábamos gritos y atropellos, una gran cantidad de gente que se viene y órdenes referidas a las armas, luego suben a la escalera y en el pabellón donde las puertas se abrían con un cerrojo con cadena entra un grupo de soldados, dan una golpiza brutal y a partir de allí las golpizas se hacen cotidianas, permanentes, el terror era permanente: cada vez que se escuchaba que se silenciaba la cárcel significaba que estaban entrando los militares y prestábamos atención y escuchábamos los pasos, las órdenes, y cuando abrían una celda era la que iban a golpear.”
Fermín Rivera estuvo detenido en la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba antes y durante el último golpe militar. En la cárcel vio morir a varios de sus compañeros, y es el lugar donde treinta y un detenidos políticos fueron fusilados entre abril y octubre de 1976 por militares del III Cuerpo del Ejército. Denunció lo que sucedía desde los días de la dictadura, es el autor de la denuncia original de la causa contra Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez en Córdoba y ayer fue uno de los principales testigos del juicio oral. Reconoció a Menéndez y a Videla dijo “por los medios”, pero en cambio señaló a Adolfo Alsina, Miguel Angel Peres, Enrique Mones Ruiz y Miguel Angel “Gato” Gómez “de la Penitenciaría”.
Rivera quedó detenido en La Carlota, cuando entraba a una estación de servicio con su camión, el 17 de agosto de 1974. “Me reciben a balazos –dijo en el juicio–, me tiro al piso, y ninguno recibe ningún disparo; me detuvo la Guardia de Infantería de la Policía Federal y me llevan a la Jefatura de la Policía.” Eran las siete de la tarde. “Me hacen descargar el camión y después comienzan a torturarme; aplican picana eléctrica y me preguntan dónde estaban las armas de la fábrica de Villa María; yo no tenía ni la menor idea dónde estaban esas armas.”
La tortura siguió hasta la noche del día siguiente; escuchó que alguien decía que no tenía sentido matarlo. Lo llevaron a la delegación de la Policía Federal de Río Cuarto, lo ataron en un sillón de peluquería durante “no sé cuántos días” mientras lo sometían a golpes, torturas y picanas.
La declaración de Rivera fue relevante por la meticulosidad. “Más allá de los nombres, recuerda mucho los pormenores de cómo vivían todos los presos en la cárcel y aporta mucho el sentido de lo que significó estar ahí”, dijo Martín Fresneda a Página/12, que con H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) Córdoba lleva adelante la querella de la causa.
Rivera llegó a la UP 1 a fines de 1975, al pabellón 6, el único por entonces de presos políticos. “La relación con el servicio penitenciario era muy buena”, dijo. “Teníamos visitas, acceso a la enfermería, podíamos estudiar, había un cine; después trasladaron a las mujeres al pabellón 14, que tenía celdas individuales, yo por ejemplo cuidaba a la hija de Marta Rossetti de Arquiola y eso duró hasta bien entrado el ’75, creo que en diciembre entra la Policía Federal a hacer una requisa y nos lleva la mayor cantidad de cosas que teníamos, nos dejan la ropa de cama y nada más.”
El 24 de marzo de 1976 el régimen cambió de forma radical. “Ingresan los militares a la cárcel –recordó–, se nos cierran las puertas de la celda para no abrirse, se cierran las ventanas y desde que cierran las puertas no las vuelven a abrir, lo único que nos queda en la celda es una lata de 5 litros para orinar.” El terror se acentuó con el paso de los días. Se instalaron las golpizas permanentes, hasta que se llevaron a un grupo de compañeros a quienes los ataron, les pusieron una capucha y les preguntaron si ellos sabían rezar.
“Yo conocía desde muy chico a Miguel Mozét, desde que tenía 12 o 13 años. Y le dicen rezá porque de acá no volvés más.” Y al día siguiente supieron que había sido fusilado en el pabellón de la cárcel. Una noche entró una comisión de militares a llevarse a dos compañeros, uno de ellos era (José Angel) Pucheta. “Los encapuchan, los atan y los hacen caminar hacia una reja y cuando se paran, un militar les dice para qué se apuran tanto si adonde van no van a volver. Así nos hacían ver que a esos compañeros los llevaban para matarlos.” Al día siguiente, supieron que los habían asesinado en un supuesto intento de fuga.
El 5 de julio de 1976, un grupo de militares entró al pabellón 6. Rivera estaba en el ocho. Tenían unas hojitas de afeitar que pulían para usarlas como espejos, las sacaron por las ventanas. “Así vimos que habían puesto a todos los compañeros contra la pared del patio; el resto de los soldados, y en particular un cabo Pérez, estaba con un bastón en una mano y una pistola en la otra, pidiéndoles que griten viva el ejército y los seguía golpeando, hasta que llegó donde estaba (Raúl) Bauducco, le pegó y se detiene ahí porque tambalea y saca una mano de la pared y se agarra del lugar donde había recibido el golpe. Bauducco se arrodilla, y el cabo Pérez se dirige hacia la puerta de la entrada al patio, habla con un oficial que después supimos que era Mones Ruiz y vemos que el oficial asiente con la cabeza, vuelve y le dice a Bauducco que se pare y se da vuelta y le dice: no me mires que te voy a matar. Bauducco se da vuelta y lo mira, y cae sobre la canaleta al efectuar un tiro Pérez.”
Cinco días después, los militares entraron a su celda, la 11 del pabellón 8. “Tenía el pantalón metido dentro de las medias, cuando entran no me doy cuenta de sacarme el pantalón para afuera y el oficial me preguntaba y me golpeaba a la vez que me daba órdenes y no me dejaba responder. A partir de una serie de golpes, me lastima y entro a sangrar, tengo un choque con el oficial, lo mancho con sangre y se enfureció y toma un zapato y me empieza a golpear en la cara y en la cabeza hasta que yo pierdo el conocimiento.”
Estuvo dos días tirado en una cama. Un médico le advirtió que un coágulo de sangre en la cabeza le impedía mover el cuerpo. Luego, otro profesional de apellido Balmaceda le dijo que debían operarlo en el momento pero no autorizaban la operación. Habló de la enfermería. De la muerte de Rudnik, uno de los detenidos que entró en paro y sobre el que Alsina dijo: que se atienda solo, total es médico.
Rivera declaró hasta última hora. Antes lo habían hecho nuevamente el testigo Luis Urquiza y Jorge Breuil, hermano de Gustavo, fusilado junto a Hugo Vaca Narvaja y Armaldo Higinio Toranzo el 12 de agosto en un supuesto intento de fuga.
FuentedeOrigen:Pagina12
Fuente:Agndh
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