26 de agosto de 2010

Ese pañuelo en la cabeza plegado en triángulo



Que el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo sea entronizado como símbolo en el mismo terreno donde estuvo la ESMA, es parte de un relato.

De un relato largo de pormenores trágicos y de reivindicaciones felices. Por eso se llama pañuelo de la vida. Símbolo, que también comparten las Abuelas.

Vivimos cada vez más rodeados de símbolos. Las religiones los tienen. Y también los países. Y las organizaciones políticas.

Hay símbolos para todo, incluyendo lo ordinario y lo prosaico; símbolos de marcas de automóviles y de gaseosas, de cadenas de hamburguesas, de tarjetas de crédito, de universidades y de clubes de fútbol.

Si el huevo representa el origen; la calavera es la muerte. Al sagrado símbolo de la cruz se lo puede reducir a lo banal cruzando los dedos para ahuyentar la mala suerte.

Pero el pañuelo de las madres como símbolo aporta un dato histórico al relato de esta época. De su inocente simplicidad femenina, de trozo de tela blanca plegado triangularmente en la cabeza, concluye en una representación de fuerza y de resistencia contra las dictaduras y el genocidio. Algo hay en él de ese trazo jubiloso de la paloma de Picasso.

Sobran símbolos en la sociedad de consumo. Creadores de diseño se prodigan en producir nuevos para las cosas más mínimas o menos espirituales. Desde uno para simbolizar un tipo de lubricante o un sofisticado prostíbulo, hasta uno para simbolizar a un diario y un grupo mediático con un clarín. Símbolos negros hay muchos: la cruz esvástica, la guillotina o la capucha del Ku Klux Klan. Aquí tenemos algunos: el gorila, el auto Falcon, las tres AAA.

No faltará quien diseñe como símbolo del sometimiento al timbre de la casa de Magnetto. Un timbre que significa la insignificancia de los que lo tocaron una noche para rendirse. Pero un símbolo no nace de la razón sino del instinto.

No se inventa para que simbolice sino que acaba simbolizando por la fuerza de su naturaleza. Ni el Muro de Berlín ni el cuerpo fusilado del Che ni un hombre negro llamado Mandela nacieron símbolos. Por eso el pañuelo de las Madres reivindica el simbolismo. Porque nació pañuelo. Se aplicó como señal y consigna.

Y ya importa menos la cabeza que lo use que lo que el trozo de tela blanca doblada triangularmente representa. Y da la casualidad-o la causalidad- que alquímicamente, el triángulo, es el símbolo del fuego y del corazón.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 25 de Agosto de 2010 en Radio del Plata.

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