Siluetazo en El Olimpo.- Por primera vez desde las jornadas que acompañaron la agonía de la dictadura, se realizó un Siluetazo en un ex centro clandestino de detención, convocado por HIJOS Zona Sur. Agencia NAN recorrió El Olimpo y capturó las voces del pasado, volviéndose presente en una obra de fuerte impronta artístico-política.
Por Adrián Pérez
Fotografías de Guillermo Kexel
Buenos Aires, agosto 31 (Agencia NAN-2010).-
“De alguna manera, lo que la gente hace con las siluetas es ponerlas de pie. Entonces, mágicamente, cobran vida propia y le dicen a uno lo que hay que hacer”, destaca el artista plástico Guillermo Kexel, trazando un puente entre el Siluetazo de septiembre de 1983 y el que se organizó el fin de semana en El Olimpo, el Centro de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) que sembró de muerte y horror el barrio porteño de Floresta. “Pasaron veintiocho años y sigo pensando que si algo se ha logrado con esta mítica lucha por los derechos humanos fue gracias a lo que ustedes han hecho hoy. Así nacieron las siluetas, por esa necesidad de volver a poner en la calle a los que nos habían arrebatado”, cierra el docente de Imagen digital en Artes visuales del IUNA, en señal de agradecimiento a HIJOS Zona Sur, agrupación que organizó la actividad.
Por primera vez desde aquellas jornadas que se realizaron en la agonía de la última dictadura, el siluetazo --una obra colectiva con una fuerte impronta artístico-política, donde se dibujan siluetas para recordar a los desaparecidos-- tuvo lugar en un centro clandestino de detención. La actividad reunió a un puñado de militantes de organismos de derechos humanos que confluyeron en El Olimpo. Durante la tarde del sábado Agencia NAN recorrió el CCDTyE, recogió las voces de vecinos y familiares y los testimonios de quienes sobrevivieron al terrorismo de Estado en Argentina.
A fines de 1975, Oscar Arquez integraba la columna oeste de Montoneros. Su compromiso político había comenzado en la Unión de Estudiantes Secundarios. En la madrugada del 17 de septiembre de 1976 su casa fue allanada por una patota de la 7º Brigada Aérea de Morón. Cincuenta efectivos y dos helicópteros montaron un operativo de ribetes cinematográficos y lo secuestraron junto a su hermano, quien militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Ambos fueron llevados a la sede de la 7º Brigada Aérea de Morón donde se encontraron con varios compañeros. Luego de varios traslados, finalmente, Arquez fue llevado a El Vesubio, donde lo liberaron el 17 de noviembre de 1976.
“Me tiraron en el Bajo Flores y de ahí llegué a las 9 de la mañana, como pude, a mi casa en Morón”, relata el hombre de 54 años. Arquez se enteró de que sería pasado a disposición del Poder Ejecutivo en Coordinación Federal --antes de ser trasladado a El Vesubio--, donde uno de sus carceleros le acercó papel y lápiz para que escribiera una carta a su familia. “La patota entró con mucha violencia, al otro día que le entrego la carta, para llevarme a El Vesubio”, recuerda. Cuando llegó a su casa comprobó que la carta había llegado. El texto se encuentra, actualmente, en el juzgado de Daniel Rafecas, magistrado que lleva adelante el juicio contra los represores.
“Haber pasado por todo esto te deja un daño psicológico irreparable. Seguimos padeciendo la tortura --señala, visiblemente emocionado--. Me cuesta dormir una noche entera. Es la tortura psicológica que siguen manteniendo.” Si bien tiene que irse desde hace un buen rato, Arquez se queda mirando al grupo de chicos que juegan y corren entre las siluetas. Y en la alegría de los pequeños identifica a sus compañeros desaparecidos. “Ellos se la pasaban cantando, bailando, haciendo bromas. Íbamos a jugarnos la vida pero lo hacíamos cantando, alegres. Eso es lo que veo hoy en toda esta gente”.
Además de ser vecino del barrio, Alejandro Olmedo trabajó durante treinta años en el viejo correo ubicado en Carrasco 31. Si bien muchos sabían que en el centro clandestino había “movimientos raros”, reconoce que “nadie decía nada”. A partir de 1987 la gente de Fernández, Lacarra y Rafaela conversaba, en casuales encuentros con los empleados del correo, sobre los gritos que provenían de El Olimpo. Olmedo recuerda con precisión el día que detuvieron a Julio Simón (alias “Turco Julián”). “Después de su detención en un bar de Congreso comencé a mirar fotos de él y pensaba ‘a este chabón lo conozco de algún lado’”, rememora.
El jubilado del correo asegura haber visto al represor tomando café en la Pizzería Montecarlo, justo al lado de la parada del colectivo 107, donde actualmente funciona una farmacia. En aquellos años, Olmedo era soltero y “vivía en la joda”. “Entre el cagazo y el ‘no te metás’ todos estábamos inmersos en nuestras cosas”, destaca. Y aunque arrastra una pequeña discapacidad, el vecino se acercó a colaborar para “saldar una deuda generacional”. “Uno se siente mal porque, mientras cada uno ‘hacía la suya’, acá se cometían unos desastres bárbaros. Ahora me doy cuenta de que boludeaba en la vida. Lo único que me preocupaba era trabajar, tener mi coche y nada más”, agrega.
A los 75 años, Carmen Ramiro de Guede es la única Madre de Plaza de Mayo de Quilmes con vida. Al momento de su desaparición, Dante Guede, su compañero, tenía 47 y trabajaba en el Instituto Argentino de Radioastronomía que el Conicet tiene en el Parque Pereyra Iraola. Su hijo, Héctor Guede, tenía diecinueve años y estudiaba ingeniería electrónica en la Universidad de La Plata. Ambos militaban en el Ejército Revolucionario del Pueblo “22 de Agosto” y se encuentran desaparecidos. Según algunos testimonios, padre e hijo habrían sido vistos en El Vesubio. “Me siento mal por las vidas que se han perdido en este lugar maldito –afirma cuando es consultada por su presencia en la actividad--. Pero estoy contenta porque, por suerte, veo que la juventud y mucha gente ha venido a trabajar para no olvidar a nuestros hijos.”
Cuando su compañero y su hijo desaparecieron, Carmen estaba radicada en Mendoza con Ulises, el más pequeño de sus tres hijos. “Mi marido viajó en septiembre para encontrarse conmigo en Mendoza, y regresó a Buenos Aires cuando su licencia terminó”, comenta. “Yo me enteré de que había desaparecido por mi cuñada”, resalta. Durante la dictadura, junto a Carmen, unas cuarenta madres caminaban los cuartos viernes de cada mes en la Plaza de Quilmes. “Soy la única que quedó viva”, apunta, en un breve descanso durante la confección de siluetas.
Milena juega con su prima Wanda entre los resaltadores indelebles y el papel que forra el piso y las mesas ubicadas en una de las naves del Olimpo; entre las manos de hombres y mujeres que trabajan con ánimo solidario y laborioso. Sobre la Biblioteca Popular Carlos Fuentealba una bandera reza: “Los lápices siguen escribiendo el país que ellos soñaron”. La pequeña de once años resignifica la frase y escribe la suya sobre una silueta: “Dignidad para los adolescentes de ‘La Noche de los Lápices’ que pedían un boleto estudiantil y recibieron muerte y tortura por tener una ideología política desfavorable para los militares. Los lápices siguen escribiendo.”
En el cierre del Siluetazo, Ulises Guede hace un balance de la actividad. “Parece que destacamos la ausencia pero dibujamos la presencia y el reencuentro. Todo esto habla de que estamos en el buen camino. (Los represores) jamás pensaron o imaginaron que íbamos a estar construyendo, desde otro lugar, aquello que ellos se encargaron de destruir; trabajando con alegría, con niños. Jamás pensaron que en un mismo centro clandestino de detención iba a transcurrir la muerte y la vida. Y la vida desde un papel, desde una silueta, pero también la vida que uno le da a ese papel”. Por último, el militante de HIJOS Zona Sur puntualizó: “Lo único que me queda es decirles gracias por estar compartiendo este espacio y esta actividad”.
* Cientos de siluetas unirán, el 16 de septiembre, los kilómetros que separan el Pozo de Quilmes y el Pozo de Banfield. El objetivo es exigirle al Estado provincial que la Policía Bonaerense abandone el centro de detención que funcionó en Quilmes, y que el predio recuperado en Banfield funcione como un espacio para la memoria.
Fuente:Agencianan
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