La muerte de Mariano Ferreyra
El asesinato y una trágica epifanía
Publicado el 27 de Octubre de 2010
Por Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario.
Me pregunto: ¿Acaso el tiro fatal en un escenario de disputa política, social, o como prefieran llamarla, puede sorprendernos, pude asombrarnos, puede hacernos creer en una suerte de aparición incomprensible?
El asesinato de Mariano Ferreyra, como toda muerte que sólo se explica a sí misma a través de la injusticia, provocó un terrible dolor y se transformó en revelación, en manifestación mágica o epifánica; porque de repente la sociedad entera, ni que hablar sus compañeros de vida y familiares, se encontraron frente al espanto y a esa soledad de la angustia definitiva. Pero me pregunto: ¿Acaso el tiro fatal en un escenario de disputa política, social, o como prefieran llamarla, puede sorprendernos, pude asombrarnos, puede hacernos creer en una suerte de aparición incomprensible desde la lógica de todos los días?
Mi respuesta es no. Por múltiples razones que intentaré ensayar en las próximas líneas, los hechos de la semana pasada, registrados en Avellaneda y Barracas, la muerte de Mariano y la conmoción que todo ello provocó, constituyeron y son datos de una realidad por algunos esperable, deseada y solicitada; y no me refiero al desencadenamiento psicológico de quienes, como suele decirse, fueron los autores materiales e intelectuales del crimen. O me corrijo: el futuro de la democracia en este país requiere, exige, demanda a gritos, que la intelectualidad del asesinato, si esa palabra es útil para agrupar a quienes esperaron, desearon y explican las causas últimas del balazo en el pecho, sea expuesta con transparencia, para que sobre ella actúe la justicia, por supuesto y sobre todas las cosas, pero también la política, entendida como la actividad gregaria que busca la máxima felicidad posible para el pueblo.
Y ya que hoy estamos de afirmaciones y correcciones sucesivas, lo que es igual a intentos de aproximación a una verdad parcial, quizás la única verdad concebible, continuemos con esta suerte de gimnasia ensayística. En nombre de acercamiento intelectual a los hechos, porque una parte destacada de biblioteca filosófica así lo permite, comencemos por negar la afirmación: el asesinato de Mariano no encierra revelación ni epifanía alguna, se trató de un homicidio que, por aberrante, no impide su clasificación como crimen político, como disparo certero gracias a las miras telescópicas que colecciona el sistema de poder hegemónico, para atentar contra un régimen republicano como el argentino, que rompe los límites impuestos por la llamada teoría de la democracia controlada o vigilada.
A mediados de 2004, con mi colega y amiga Stella Calloni, publicamos Recolonización o independencia: América Latina en el siglo XXI (Editorial Norma, Buenos Aires), libro con que nos propusimos explicar ciertos hechos y documentaciones concretas, para entender, desde nuestro punto de vista, el quiénes, el porqué y el cómo de los escenarios de máximo peligro que deberían prever los procesos de transformación abiertos en lo países de la región, entre ellos en el nuestro, tras los años de plomo del modelo neoliberal.
Los famosos think tanks del poder corporativo estadounidense (recordemos que nuestros progres siempre ven con rapidez la mano del Imperio fronteras afuera, pero viven como si “La Embajada” no existiese en la Argentina) y los sujetos políticos del sistema económico concentrado vernáculo diseñaron un modelo de contención para las experiencias constitucionales que sucedieron a las dictaduras de la doctrina de la Seguridad Nacional, modelo de contención que tenía por objetivo hacer que el juego “democrático” sólo fuese protagonizado por las fuerzas representativas del orden hegemónico; y que su contradictores fuesen marginados de los ámbitos de representación institucional. En ese diseño, jugaban y juegan un rol preponderante los oligopolios mediáticos, como máximos creadores y difusores de ideología neoliberal.
Así fue como “aparecieron” tres nuevos vectores de control social: el narcotráfico (que justifica el diseño militarista de los Estados Unidos para América del Sur), el crimen organizado y los marcos de inseguridad urbana, los dos últimos aceitados y puestos en acción según las necesidades coyunturales, desde la delincuencia sistémica y la manipulación de fuerzas de choque todo terreno, para garantizar negocios, construir poder territorial y provocar crisis políticas. Contaban con una masa crítica de operadores que los programas económicos de las dictaduras y del modelo global habían arrojado a sus pies: instituciones degradas y miles de marginales maleables y multifunción.
He allí los guionistas y el libreto. Ahora se levanta el telón y con ustedes los protagonistas de la tragedia que se llevó la vida de Mariano Ferreyra.
En el centro de los negocios de la trama ferroviaria se encuentra la empresa Techint (lo reveló ayer Tiempo Argentino), socia del Grupo Clarín contra todo lo que proponga el gobierno nacional. De Techint y sus socios son clientes algunas de las agroexportadoras mejor posicionadas, como Bunge, Cargill y Nidera, las que a su vez cuentan con los servicios de dirigentes políticos y parlamentarios de la más dura oposición, quienes no dudan, sin fundamento alguno, en vincular al Estado Nacional con el asesinato de Barracas. Entre los sospechados de actuar entre bambalinas figuran dirigentes sindicales y funcionarios activos o retirados (José Pedraza y Alberto Tressa, por ejemplo), enriquecidos con la tercerización laboral, engendro previsto por el Consenso de Washington y consagrado por el régimen de democracias vigiladas o controlados y que requirió el paso previo de las estrategias económicas de la dictadura.
Y resulta que las empresas periodísticas y sus jefes, beneficiados por esa misma dictadura y sus crímenes de lesa humanidad (el Grupo Clarín, La Nación y Perfil, por sólo citar a las más activas), son las mismas que hacen lo imposible para que sus letras, sonidos e imágenes intenten responsabilizar al gobierno de las atrocidades apenas explicables desde el aparato de consensos diabólicos, que esos mismos medios de comunicación se proponen como objetivo, frente al conjunto de la sociedad. Y resulta que íconos como Eduardo Duhalde son señalados vox populi una y otra vez, y durante años, como titiriteros detrás de tanto escenario siniestro, y que él y sus viejos y nuevos socios (Francisco de Narváez, Felipe Solá y Mauricio Macri o cómo se llamen) siguen deambulando por los estudios de TV, como si nada. Y resulta que los caciques del fútbol siguen amparando a las barras bravas, mientras se sabe que sus integrantes andan a los tiros por ahí, tal cual sicarios.
La única epifanía que nos puede alumbrar es aquella que revele cómo el gobierno nacional –tal cual lo aseguró en forma indubitable la presidenta– lleva las investigaciones hasta las últimas consecuencias, y una vez más irrumpe con el coraje cívico que lo caracteriza para, desde el ámbito de lo político, acabar con la mucha excrecencia infecciosa que nos daña. La línea divisoria es delgada: serán ellos, los conocidos de siempre, o nosotros, los argentinos y las argentinas de la democracia.
Fuente:TiempoArgentino
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