11 de noviembre de 2010

DENUNCIA DE NORA CORTIÑAS: "BERGOGLIO ENTREGÓ A SUS PROPIOS SACERDOTES".

miércoles 10 de noviembre de 2010
"Bergoglio entregó a sus propios sacerdotes", denunció Nora Cortiñas
Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, afirmó que "la Iglesia fue partícipe de la dictadura" militar, al declarar hoy como testigo en el juicio oral y público por delitos de lesa humanidad cometidos en la órbita de la ESMA.(Diario Registrado) - Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, afirmó que "la Iglesia fue partícipe de la dictadura" militar, al declarar como testigo en el juicio oral y público por delitos de lesa humanidad cometidos en la órbita de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
"(Jorge) Bergoglio (actual arzobispo de Buenos Aires y en aquella época Provincial de la Compañía de Jesús) entregó a los propios sacerdotes", dijo la testigo ante el Tribunal Oral Federal Cinco (TOF 5) a cargo del juicio que se realiza en los tribunales de Comodoro Py 2.202, en el barrio Retiro, de esta capital.
"Todos permitieron que torturaran a las embarazadas, pero después se oponen al aborto", agregó Cortiñas al referirse al "desprecio" que padecieron las "madres" por parte de la "alta jerarquía católica y de políticos" en el período en que las juntas militares gobernaron de facto al país tras el golpe de estado del 24 de marzo de 1976.
La testigo comenzó su relato recordando que su hijo Gustavo Cortiñas fue secuestrado el 15 de abril de 1977 y que desde entonces permanece desaparecido.
La mujer brindó detalles de cómo, junto a otras familiares de detenidos-desaparecidos, formó lo que luego fue la organización "Madres de Plaza de Mayo" y los obstáculos y riesgos que tuvieron que afrontar, en particular durante los primeros años.
En tal sentido mencionó los casos de "madres" que fueron privadas de la libertad (y luego aparecieron muertas) como los casos de Azucena Villaflor -fundadora de la organización- y Esther Careaga.
"La represión fue terrible" y "se llevaban a los hijos, a los hijos de los hijos y a las madres que buscábamos a nuestros hijos", enfatizó Cortiñas.
La testigo también aludió al ex capitán de fragata Alfredo Astiz, uno de los sometidos a juicio, cuando mencionó al "hombre joven, apuesto, siempre tostado" y de físico "muy deportivo" que, bajo el falso nombre de Gustavo Niño, en julio de 1977 se infiltró entre las "madres" argumentando que tenía un hermano desaparecido.
"Ibamos a diarios y agencias", comentó Cortiñas, quien dio precisiones sobre la primera solicitada publicada por la organización, con las identidades de desaparecidos.
La mujer también contó las "sugerencias" que recibieron (entre ellas las del ex vicario castrense Emilio Grasseli, a quien la querella pidió que sea citado a declarar) para abandonar la búsqueda de los hijos, "pero todavía seguimos", destacó Cortiñas.
"Nos trataban como las ‘madres comunistas’ y de los subversivos" y "tal vez buscaban que nos volviéramos locas, pero cada día estábamos con mayor claridad", señaló la testigo.
"Se los llevaron -a los hijos desaparecidos- porque querían un país para todos" y para que las autoridades de facto pudieran "implementar un sistema económico neoliberal brutal, que generara pobres muy pobres y ricos muy ricos", agregó Cortiñas.
Cortiñas también mencionó al ex ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz "no como el civil que fue puesto por los militares, sino como el civil que puso a los militares".
Además de Astiz, son juzgados el ex jefe de inteligencia de la ESMA, Jorge “Tigre” Acosta, el ex canciller almirante Oscar Montes, Ricardo Cavallo, Juan Azic, Carlos Capdevilla, Julio César Coronel, Adolfo Donda, Juan Carlos Fotea, Manuel García Tallada, Pablo García Velazco, Alberto González, Antonio Pernías, Jorge Radice, Juan Carlos Rolón, Raúl Scheller y Ernesto Weber.
A los procesados se los acusa por un total de 85 delitos de lesa humanidad, entre ellos, además de los casos de Villaflor y Careaga, los de las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet y el periodista Rodolfo Walsh.
El TOF 5, presidido por Daniel Obligado, está integrado por los camaristas Ricardo Farías y Germán Castelli.
Fuente:ElNoticialista

NORA CORTIñAS, DE MADRES DE PLAZA DE MAYO LINEA FUNDADORA, DECLARO EN LA CAUSA ESMA
La historia de la infiltración de Astiz
Habló de la desaparición de su hijo, de su propia búsqueda, de la complicidad de la Iglesia y de la actitud de los medios de comunicación. Relató el acercamiento de Astiz a las Madres y los secuestros en la iglesia Santa Cruz.

“Se llevaron a los hijos, a los hijos de esos hijos y a las madres que buscaban a sus hijos”, describió Nora Cortiñas.

Imagen: Rafael Yohai



Por Alejandra Dandan
Nora Cortiñas juró por los treinta mil desaparecidos decir toda la verdad ante el Tribunal Oral Federal Nº 5 que juzga los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada. Como nunca, repasó las de-satinadas respuestas de los grandes diarios a los pedidos de las Madres de Plaza de Mayo en los primeros meses de la dictadura, y criticó la perversa postura de la Iglesia argentina, a la que mencionó como “partícipe de la dictadura”. También habló del secuestro de su hijo, y de uno de sus muchos comienzos. En el momento en el que se sentó frente a otra compañera de búsqueda, en un bar de la Avenida de Mayo, la miró y le preguntó cuánto hacía que estaba buscando a su hijo. “¿¡Ocho meses!? –se sorprendió–. ¿Y cómo no te volviste loca?” La otra le dijo simplemente que no: “Tenemos que seguir, y no nos volvemos locas porque tenemos que buscar a nuestros hijos”.

El represor Ricardo Cavallo estaba plantado frente a su computadora como en cada audiencia. No estaba ninguno de los otros represores del principal centro clandestino de la Marina. Ni tampoco los camaradas que suelen acompañarlos desde la platea alta desparramados entre las sillas, entre cuchicheos y sornas sobre lo que van diciendo los testigos. La sala destinada al público en cambio estaba repleta, y en silencio. El secretario del tribunal leyó la provocadora resolución con la que empieza cada día: prohibidos están adentro los disturbios o manifestar de cualquier modo opiniones o sentimientos. Sí, sentimientos.

Apenas empezó, Nora Cortiñas dijo que estaba ahí porque uno de sus hijos, Carlos Gustavo, está desaparecido desde el 15 de abril de 1977. Era estudiante de ciencias económicas, y militante de la Juventud Peronista. Cortiñas fue convocada al debate oral por el juicio de la ESMA como testigo por la infiltración de Alfredo Astiz entre las Madres de Plaza de Mayo y el secuestro del grupo de la Iglesia de la Santa Cruz, entre los que estaba la monja francesa Alice Domon. Pero para llegar a ese momento, explicó su propio recorrido, las gestiones en la comisaría de Castelar, una visita al obispo de Morón, Miguel Raspanti, los hábeas corpus. “Empezamos toda esa vida de búsqueda, día a día, permanente, de la mañana a la noche, de la madrugada a la otra madrugada, yendo del Ministerio del Interior a la oficina de ese monseñor Emilio Graselli, que tenía sotanas y botas.” Graselli, cuya presencia como testigo fue pedida al término de la audiencia, “nos hacía volver cada quince días y de repente decía: ‘Acá me aparece una crucecita roja, que quiere decir que a lo mejor está muerto’. Y a la otra semana, me dice: ‘A lo mejor lo sacan limpito y lo llevan a marcar algún amigo a la calle, pero está cuidado, y le darán comida, ¡quédese tranquila señora!’”. Y ella dijo: “¡Eso lo hacía un monseñor!”.

Un pariente le dijo que un grupo de madres en la misma situación se estaba reuniendo en la Plaza de Mayo. Conoció a Azucena Villaflor, a María Adela Antokoletz y Ketty Neuhaus, entre otras. Poco después entendió que la búsqueda iba a ser larga. “Quizá el propósito de esta gran represión era que nos volviera locas, pero no nos volvimos locas porque cada día tuvimos más trabajo.”

“Hacia junio o julio de ’77 –dijo– apareció un hombre joven que tendría la edad de nuestros hijos, apuesto y muy deportivo, decía que era hermano de un desaparecido y nos quería traer su testimonio.” Ellas le decían: “Andate de acá que es peligroso”. No querían que las acompañaran ni sus otros hijos porque tenían miedo de que se los llevaran. Pero el joven insistió. “Caminaba en el medio de nosotras, nos agarraba del brazo, y nosotras éramos muy ingenuas, todavía somos un poco ingenuas.” Se presentó como Gustavo Niño, y algunas veces llegaba con una chica muy pálida, muda, calladita, que presentó como su hermana. Les dijo que sus padres eran de Mar del Plata, que por eso no estaban ahí. Las madres estaban preparando una solicitada con un listado con los nombres de los desaparecidos.

“Tenía que llevar nombre de madre y padre y documento. Nos encontrábamos en la puerta del zoológico, en una Iglesia, en distintos lugares públicos para que no se notara.” A la plaza, mientras tanto, iba la monja Alice Domon. En esas rondas, dijo, Gustavo Niño tenía predilección por Azucena, se le aparecía en la casa y alguna vez pidió quedarse a dormir.

En Clarín no les publicaban textos con nombres. Para juntar el dinero, un grupo de familiares empezó a reunirse en la Santa Cruz, cuyos sacerdotes fueron solidarios. “Es un lugar que nada que ver con la Iglesia que tenemos, que fue partícipe de la dictadura –dijo–, que entró en los campos de concentración, que entró en la tortura; Bergoglio que entregó a los propios sacerdotes, o sea que la cúpula de la Iglesia, salvo cinco obispos, todos tuvieron que ver, todos permitieron que se robaran a los nietitos y después se oponen al aborto.”

Llegó el día de redactar la solicitada. El 8 de diciembre, Nora fue con Azucena y Carmen Lapacó a la iglesia María Betania. Alice Domon y María del Rosario Carballeda de Cerrutti se fueron a la Santa Cruz. Esa noche, en casa de los Mignone, se reunió un grupo a terminar con las listas. “Serían las nueve de la noche o diez –dijo–, tocan timbre, aparece María del Rosario desencajada muy mal, descompuesta. Gritaba: ‘¡Se las llevaron, se las llevaron’!”

Ese 8 de diciembre, la Santa Cruz estaba llena. Se llevaron a nueve personas. Gustavo Niño estaba ahí, y Nora supo que había besado a las madres, y que con eso las estaba marcando. En medio del pánico, dijo, se fueron a la casa de otra de las madres a terminar con las listas.

A las diez de la mañana del día siguiente se reunieron en la puerta del diario La Nación. Estaban Azucena, María Adela y Nora, entre otras. Dijeron que iban a poner la solicitada. “El empleado mira y dice: ‘No, señoras, esto así no podemos recibirlo, tiene que ser tipeado’. ¡Eran 804 nombres!” Su esposo trabajaba como intendente del Ministerio de Hacienda y Economía. Lo llamó. “Mirá, Carlos”, le dijo, “sucede algo terrible: no nos ponen la solicitada si no está a máquina”. Tres empleados del ministerio lo ayudaron a transcribirla. Cerraron la puerta con llave. Ellas se fueron y volvieron después. Pero no les querían aceptar el dinero porque tenían billetes chicos y monedas. Finalmente, la solicitada salió.

Al otro día, secuestraron a Azucena.

“Yo les digo una cosa, señores jueces –dijo después–, qué terrible esa represión: se llevaron a los hijos, a los hijos de esos hijos, ¡y llevarse a las madres que buscaban a sus hijos!”
Fuente:Pagina12


LAS RESPUESTAS DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION
Una espera interminable
Por Alejandra Dandan


Durante su testimonio, Nora Cortiñas habló de las respuestas que los diarios les daban a las Madres de Plaza de Mayo. De los editoriales en castellano del Buenos Aires Herald, que les permitió difundir qué es lo que estaba pasando, aunque Robert Cox no pensara como sus hijos, explicó. Rescató el trabajo de periodistas como Raúl Oscar Cardozo. Y recordó que para publicar una solicitada les pedían diez certificados de domicilio, que costaban mucho, por el miedo.

“¿Puedo contar una anécdota?”, dijo y la contó. Una vez fue con Azucena Villaflor y otra madre al diario Clarín a publicar un aviso. Les dijeron que antes debían revisarlo porque no podían publicar palabras que los militares no querían. “Nos hicieron esperar en una sillita hasta que nos aceptaran, y nosotras esperamos, desde luego, esperamos y detrás de un vidrio esmerilado vimos un saco en un perchero”, relató. Como nadie volvía, se dieron fuerza creyendo que alguien iba a tener que regresar a buscar ese saco. A las diez de la noche, una persona de limpieza les pidió que se retiraran. El saco siguió colgado. “Siempre pensamos que a los empleados les daba vergüenza que nosotras fuésemos tratadas así”, dijo.

Habló de Joaquín Morales Solá. Que un día de tormenta, les llamó a un chofer para pedirle que las lleve a sus casas. “Quedamos pasmadas –aseguró– porque siempre había sido muy displicente con el trato.” En una agencia de noticias, se toparon con un señor que les decía “cuidado con los comunistas”, y al cabo del tiempo supieron que era de la Marina. Enseguida contó los detalles de la solicitada que salió publicada el 10 de diciembre de 1977 en el diario La Nación, después de la cual secuestraron a la fundadora de Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor.
Fuente:Pagina12                                                                              

No hay comentarios: