2 de noviembre de 2010

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

CARLOS CORBELLA RINDIO HOMENAJE AL EX PRESIDENTE KIRCHNER EN EL JUICIO A REPRESORES QUE SIGUE EN ROSARIO
"Durante años creí que se desdibujaba este momento"
"Vine acá a saldar parte de mi vida, a dar testimonio", dijo Corbella, quien estuvo detenido en el Servicio de Informaciones, donde sufrió golpes y torturas. También declaró Marcelo de la Torre, quien tenía 16 años cuando fue detenido.
Por Sonia Tessa

Al salir de Tribunales, Corbella dijo: "Para mí este ha sido un momento muy trascendente".


Con voz firme, Carlos Corbella relató ayer frente al Tribunal Federal Oral número 2 que fue secuestrado el 29 de junio de 1976 en la Municipalidad de Rosario, donde trabajaba. Lo trasladaron al Servicio de Informaciones (SI) que funcionaba en la Jefatura, donde sufrió golpes y torturas. Le quedó una infección en los tobillos, persistente durante meses. "Las cicatrices no se fueron más", expresó. Enumeró a varios integrantes de su familia, víctimas del terrorismo de Estado. Recordó que su defensora oficial, Laura Cosidoy, no lo recibió nunca cuando él -con libertad vigilada a partir de 1979 pugnaba por el sobreseimiento. Cuando terminó su declaración, le pidió permiso al Tribunal para decir algo más. "Para mí este ha sido un momento muy trascendente. Vine acá a saldar parte de mi vida, a dar testimonio por la verdad y la Justicia", empezó. "Durante años, creíamos que se desdibujaba este momento, que no íbamos a llegar a concretarlo. Rescato la labor de las organizaciones y familiares, pero quiero resaltar que no hubiera ocurrido sin la decisión del gobierno nacional, tan valiente y consecuente. En este momento quiero, humilde pero emocionadamente, rendir homenaje al compañero Kirchner". En ese único instante, su vozarrón se convirtió en un hilo, y la emoción le atragantó las palabras. Tomó un sorbo de agua, respiró y agregó: "Reafirmamos nuestro compromiso inclaudicable con la compañera Cristina". Los abogados de Hijos, Nadia Schujman y Lucas Ciarnello, tenían los ojos humedecidos. En la sala repleta, buena parte del público lloró en recuerdo del ex presidente. Después, llegó el aplauso cerrado. A él y a su homenaje.

Corbella fue el segundo testigo de la audiencia por la causa Díaz Bessone que se realizó ayer. Militante de la Juventud Trabajadora Peronista, fue secuestrado por cuatro hombres de civil con apoyo policial. De su estadía en el SI recordó las torturas, y a los que la infrigieron. Mencionó al "Mudo" (Raúl Guzmán Alfaro, segundo jefe del centro clandestino de detención), al "Ciego" José Rubén Lofiego, a "Rommel" (Ramón Ibarra) y al "cura" Mario Alfredo Marcote. En el proceso en marcha, Marcote está acusado por privación ilegítima de la libertad, torturas y asociación ilícita, mientras Lofiego le suma a estos cargos el de homicidio.

En su extenso y detallado relato, que incluyó el lapso de más de un mes en el SI, así como sus posteriores traslados a las cárceles de Rosario, Coronda, Caseros y La Plata, Corbella recordó especialmente al correntino Pedro Galeano, militante de la UES que soportó un suplicio y continúa desaparecido. Fueron trasladados juntos -con otros detenidos desde el Servicio de Informaciones, y a Galeano no quisieron recibirlo en la cárcel de Encausados por el estado "lamentable" en el que se encontraba, producto de las torturas. Compartieron la celda durante unos días, hasta que fue retirado del lugar. El médico jefe del penal les aseguró que iría a un hospital para reponerse, pero Galeano fue asesinado.

Corbella también se refirió a la ejecución de Daniel Gorosito, que fue sacado en octubre de 1976 de Coronda para ser ultimado. Recordó la rebelión de los presos -que empezaron a golpear y gritar para evitar que el detenido fuera sacado del lugar y el compromiso del jefe del penal, que no fue cumplido.

El fiscal Gonzalo Stara quiso saber si algún otro miembro de su familia había sufrido persecución durante la última dictadura militar. Corbella relató que su esposa, Lidia Borda, también estuvo desaparecida a partir de abril de 1976, durante unos meses. Y que su prima María Cristina Márquez fue una de las asesinadas en la masacre de Los Surgentes, en Córdoba, después de haber estado en el SI. También su cuñado, Roberto Borda, fue secuestrado el 7 de julio de 1976 y continúa desaparecido, aunque su destino final fue conocido recientemente. Apareció acribillado tres días después de su secuestro en un camino cercano a Pergamino. Una prima de su esposa, Any Valle y otra compañera, Beatriz Aguilera, fueron torturadas, y asesinadas en un enfrentamiento fraguado. En agosto de 1977, otro primo de su esposa, Juan Carlos Valle, fue retirado del servicio militar que cumplía en Mar del Plata para ser llevado al SI. El 7 de septiembre lo asesinaron.

Ante una pregunta del abogado Alvaro Baella, del equipo de Hijos, Corbella recordó que durante su detención le habían designado a la defensora oficial Cosidoy. "Nunca vi la causa, salvo cuando fueron a Coronda y me hicieron el peritaje caligráfico", recordó. A Corbella le atribuían una declaración que nunca había firmado. Se hizo una pericia caligráfica que demostró el fraude. En julio de 1979, Corbella salió con libertad vigilada. Desde ese momento, buscó en vano entrevistarse con su defensora para que apurase el sobreseimiento, imprescindible para sus posibilidades de conseguir un trabajo. La funcionaria pública jamás lo atendió.

En el nombre del padre

El primer testigo de la mañana fue Marcelo de la Torre, quien relató que había sido detenido en 1975 junto a otro compañero de la Unión de Estudiantes Secundarios. Fue liberado, pero el miedo ya se había instalado. Tenía 16 años cuando fueron a buscarlo, en febrero de 1976, a su casa, pero él negó su identidad. "Tenía un aspecto muy de niño, más de lo que de hecho era", rememoró. Desde ese momento, debió esconderse. A fines de junio de ese año, su padre, abogado, le aconsejó que se presentara voluntariamente al Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, para resguardar su vida. Eran varios sus compañeros de la UES que habían muerto y desaparecido. El 28 de junio, acompañado por su padre, su madre y su tío Raúl, militar retirado, ingresó en el edificio de Córdoba y Moreno. "En ese momento yo no sospechaba la crueldad a la que se iba a llegar posteriormente", confió ayer.

Lo que siguió fueron más de una semana en la dependencia militar del Batallón 121, donde lo interrogaron bajo amenazas de ser trasladado a un lugar más cruel. Así lo hicieron, lo llevaron al Servicio de Informaciones donde no sólo fue torturado, sino también obligado a presenciar las torturas a otra detenida, Patricia Antelo. "Es tal vez menester volver a decir que era un lugar infernal, los detenidos eran cuerpos yacentes, totalmente dañados", relató De la Torre, quien reiteró que había declarado cuatro veces, y lo haría cuantas fuera necesario para obtener justicia, a la que relativizó por el paso del tiempo. "No deberíamos hacernos los distraídos acerca de que estos hechos acontecieron hace 35 años. Aparte del dolor que todo esto produce en la memoria", afirmó.

"Los personajes acusados son, no tengo ninguna duda, quienes dirigían y procesaban" el terrorismo de Estado, dijo De la Torre, 26 años después de su primera declaración ante la Justicia. "¿Qué más se puede decir, que Lofiego era el torturador principal, la última puerta del infierno?", expresó. Lofiego dirigió su tortura. Y era también utilizado como amenaza por otros represores. Esto lo graficó con claridad el testigo. En una oportunidad, cuando -ya legalizado fue llevado ante un Tribunal Militar, De la Torre no brindaba información. Entonces, el teniente coronel Enrique González Roulet fue explícito. "Se enojó, me sacó y me dijo que si no decía la verdad iba a tener que enfrentarme nuevamente con el 'Ciego'", recordó De la Torre.

El testigo, a quien sus amigos le dicen "El Mosquito", mencionó también a "Caramelo" Altamirano (que no es juzgado en este proceso), así como a los acusados Marcote y "Archi", por José Antonio Scortecchini, a quien señaló también como el encargado de los traslados desde la cárcel hasta el lugar donde lo sometían a juicio militar. Los vio por lo menos seis veces.

Ante las preguntas del abogado defensor Germán Artola, De la Torre afirmó que fue trasladado no menos de cuatro veces desde los lugares de detención hacia el SI, donde esperaba los procesos ante tribunales militares. En el primero fue condenado a prisión perpetua. Pero su padre no se resignó, y continuó presentando recursos hasta que consiguió un segundo juicio. El caso llegó a cortes internacionales, que lo tomó como emblemático, ya que no podía juzgarse a civiles, menores de edad, de acuerdo a un Código Militar.

El testigo se quejó, a viva voz, porque los acusados podían verlo pero él no tenía ese derecho. Ramón Genaro Díaz Bessone, Lofiego y Scortecchini siguen el juicio desde una sala contigua. Marcote, Ramón Vergara y Ricardo Chomicky en el mismo espacio, pero a espaldas de los testigos. "¿O sea que él me ve a mí y yo no lo veo a él? Qué paradójico, cuánta tragedia", expresó De la Torre cuando le informaron que Lofiego no estaba en la sala.

Sobre su presencia en el juicio, dijo que cada declaración tenía como objetivo honrar la memoria de su padre y dejar un legado a sus hijos en la búsqueda de justicia. "Este es un mandato paternal. Hace 35 años que vengo dando testimonio de esto, no por la confianza que tengo en la Justicia, sino porque él era un hombre de ideas, un hombre de derecho", relató De la Torre, quien recordó que su padre fue fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y que en plena dictadura, recorría los pasillos de los Tribunales con un poncho. Muchos se abrían a su paso, lo segregaban, porque él aceptaba el desafío de pelear judicialmente por las personas privadas ilegalmente de su libertad.

Scortecchini y su hija
El acusado José Antonio Scortecchini amplió ayer su indagatoria para reiterar que no revistaba en la policía provincial desde marzo de 1976 hasta julio de 1977, y responder específicamente a Alfredo Vivono, quien se refirió a su hija, Julieta Scortecchini. Para refutar al testigo, Scortecchini leyó un párrafo de la nota firmada por José Maggi en Rosario/12, que recogió esa declaración. La nota recordaba un diálogo entre la hija de Vivono, Julieta, y la de Scortecchini, del mismo nombre. Ellas eran compañeras de escuela y amigas, cuando el integrante de la patota fue encarcelado, en 2004. Entonces, su hija de 14 años lloró desconsolada.

Ayer, Scortecchini afirmó que las acusaciones contra su persona -a las que calificó de "falsas" le habían hecho "daño" a su familia, pero subrayó que creía en su inocencia. Se quejó por la alusión de Vivono, y refutó al testigo. Afirmó que Julieta Vivono le había dado apoyo a su hija, diciendo que no le importaba lo que hubiera hecho Alfredo en los 70, mientras refería una mala relación con él.

Scortecchini admitió que su hija dejó el Superior de Comercio, la escuela a la que concurría, pero rechazó que haya sido expulsada. Dijo que se fue por su propia voluntad, ya que era "discriminada por algunos profesores inescrupulosos, que le preguntaban delante de todos los alumnos si ella era la hija del represor". Rememoró también que su hija intentó suicidarse y tuvo problemas de adicciones, al punto que se encuentra internada en una clínica para tratar esas adicciones. "No debería haberla mencionada el señor Vivono", reiteró Scortecchini. "Fue una puesta en escena la que hizo, quisiera estar en la cabeza de Vivono y de todos los que me imputan", dijo el acusado, quien subrayó su inocencia y deslizó -como al pasar que Vivono era profesor de teatro.

OTROS DOS TESTIMONIOS ESTREMECEDORES
El Ciego, el torturador
Por José Maggi

Durante la tarde de ayer dos víctimas brindaron testimonios sobre sus cautiverios en el Servicio de Informaciones: Alberto Chiartano y Mario Luraschi. El primero de los testigos agradeció al finalizar su testimonio "al gobierno de (Néstor) Kirchner, y al actual (de Cristina) que tuvieron la decisión política de que estos juicios se lleven adelante".

Chiartano llegó temprano a los tribunales federales acompañado de su padre y parte de su familia. Lucía tranquilo, dispuesto a contar su detención en el Servicio de Informaciones. Fue detenido el 1º de julio de 1976 y llevado al Servicio de Informaciones donde fue salvajemente torturado. "Estaba solo en una habitación desde donde escuchaba como torturaban a Tati, la novia del correntino Galeano". Después comenzaron a golpearlo a él. "Me golpearon hasta cansarse y después me bajaron vendado y atado con alambre en mis manos. Me dejaron tirado sobre unas bolsas de cemento. Asi se repiten mis sesiones de torturas hasta que me quiebran dos costillas por los golpes. Entonces como no puedo sostenerme parado, me cuelgan de un arnés y me siguen castigando, siempre en las costillas que más dolían. En ese momento el Ciego Lofiego (en la foto) era el que controlaba mi tortura. Decía que había estudiado medicina y sabía lo que hacía".

Chiartano remarcó que "las torturas se agravaron cuando se puso a cargo de ellas el "Ciego". "Ahí empieza otro tipo de tortura, me bajan los pantalones, me tiran agua fría y comienza la picana eléctrica en distintas partes del cuerpo, orejas, axilas, etcétera. Comienza también el submarino, me toman de las piernas, me ponen boca abajo en un fuentón con agua hasta el ahogo y también me practicaban el teléfono: golpes simultáneos en los oídos. Como consecuencia de eso tengo hipoacusia".

Luego de ese descenso a los infiernos del Servicio de Informaciones fue llevado junto con otros presos políticos a la Unidad 3 de Rosario y luego a la cárcel de Coronda, participando de este último traslado personal penitenciario y militar. En Coronda compartió pabellón con Daniel Gorosito, hasta que un día se lo llevaron, apareciendo luego asesinado en la vía pública.

Chiartano terminó su declaración manifestando su agradecimiento "por haberme escuchado. Hemos esperado 30 años,y hacemos esto por los compañeros que no están. También sabemos que hay muchos hechos que no van a poder ser juzgados, para nosotros es muy importante que se conozca la verdad histórica, los países que no conocen su historia están condenados a repetirla, el hecho de que esto no quede impune es garantía de que no vuelva a suceder".

Finalmente agregó "quiero agradecer públicamente a mi viejo que peleó como un león, como todos los familiares y agradecer a los organismos que pacíficamente pelearon confiando en la justicia y al gobierno de (Néstor) Kirchner y al actual que han tenido la decisión política de que esto suceda."

Por su parte, Luraschi relató que fue detenido el 1º de julio de 1976 al ir al Servicio de Informaciones a preguntar por su esposa Celia Raquel Valdez, que estaba embarazada de cinco meses y había sido detenida ese día en un operativo en su domicilio. Lo detuvieron junto su cuñado Miguel Angel López. "Fui salvajemente torturado en el Servicio de Informaciones, por miembros de la patota como el Cura, el Ciego, Romel (Ibarra) y la Cucaracha (Garcilazo)", apuntó. "Hay marcas que son indelebles, por más que pasen los años uno de esas caras no se olvida más, aún disfrazado lo reconocería igual. Lo tengo bien grabado en mi retina y en mi memoria", dijo.
Fuente:Rosario12

lunes 1 de noviembre de 2010
Juicio Díaz Bessone: Didáctica del terror
En el juicio a los represores del Servicio de Informaciones de la policía de Rosario ‒lugar donde funcionó el centro clandestino de detención más grande de la dictadura en Santa Fe‒, declararon este lunes cuatro testigos y dos represores que pidieron ampliar su indagatoria. Marcelo de la Torre, uno de los sobrevivientes, no pudo contener su indignación frente a un insulto del abogado del general retirado Ramón Díaz Bessone, Gonzalo Miño, que usó indistintamente los verbos “recibir” y “torturar” para indicar un secuestro ilegal seguido de la aplicación de tormentos. “Que gracioso para usted es lo mismo recibir que torturar”, respondió de la Torre. Otro de los sobrevivientes que ofreció su testimonio fue Carlos Corbella, quien agradeció la posibilidad de juzgar a sus captores “al compañero Néstor Kirchner”.

Una clase abierta
Contención. Las Madres esperan a los testigos luego de sus declaraciones para abrazarlos.


Marcelo de la Torre hoy es docente universitario. Quizás por su costumbre de estar al frente de sus alumnos, el testimonio que brindó tuvo un tono pedagógico. Su declaración fue clara y didáctica. Una verdadera lección sobre lo que fue el terrorismo de estado.

De la Torre fue el segundo testigo en declarar este lunes en el proceso que se sigue contra los seis imputados de la causa Feced llevados a juicio oral. Los acusados, además del militar Ramón Díaz Bessone, son los policías José Rubén Lofiego, José Scortechini, Ramón Vergara, Mario Marcote y el civil Ricardo Chomicky. A todos se los sindica como autores de los delitos de privación ilegítima de la libertad, aplicación de tormentos y asociación ilícita. Bessone y Lofiego también están incriminados por numerosos homicidios.

Al comienzo de su testimonio Marcelo de la Torre ‒sus compañeros los apodaban Mosquito‒ aclaró que ya declaró “cuatro veces en torno a los hechos” que se están juzgando.

“Cuando se da el golpe salgo de Rosario ‒arrancó el testigo‒, permanecí oculto hasta junio de 1976. Mi padre me manifiesta que la situación estaba difícil, me cuenta de compañeros, que había hablado con su hermano, Coronel retirado, estaba haciendo gestiones. El 28 de junio me presento en el Comando del Segundo Cuerpo. Allí estoy varios días, fui interrogado, soy sacado encapuchado en un auto y llevado a Jefatura”. Luego amplió: “Creíamos que no había mayor preocupación en cuanto a un adolescente de 17 años”.

“El Servicio de Informaciones era un lugar infernal, los detenidos eran, más que detenidos, cuerpos yacentes totalmente dañados, vendados, tirados. Con el transcurso de los días pude identificar compañeros que conocía de la UES” explicó el docente. “Se me obligó a permanecer en la tortura de Patricia Antelo”, dijo y agregó que durante su secuestro estuvo en contacto con Jorge Palombo, a quien vio “muy deteriorado por las torturas y golpes” y apuntó que “el caso más impresionante fue el de Chiartano”.

El testigo describió que el lugar “era de tortura permanente” e indicó que los personajes acusados eran quienes dirigían el centro de torturas, aunque observó que “faltan muchos” de los que ahí actuaron.

De la Torre relató el el recorrido por los distintos centros de detención que los pasearon los represores. El sobreviviente aludió a los “pseudos tribunales que nos juzgaban” y aseguró que “así como está esta cara asesina ‒señaló a sus captores‒, está la cara institucional. Yo fui juzgado junto con Segarra y Antelo por tribunales militares, siendo civiles y menores”.

Marcelo rememoró la “tesonera labor” de su padre y Luis Burgos, que trajinaron tribunales de todo tipo, realizaron infinidad de presentaciones y fundaron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

De la Torre afirmó que “Lofiego era el torturador principal, como puerta del infierno. Lofiego torturaba a Antelo y Caramelo (Carlos Ulpiano Altamirano) me decía 'si no hablás la vamos a matar'”. El testigo también señaló a los jueces los apodos y nombres de otros integrantes de la patota como el Cura (Marcote), Archi (Scorteccini), Guzmán Alfaro y Ronco.

“Ustedes van a hacer justicia luego de 35 años. Esta gente en el mejor de los casos va a ir a prisión domiciliaria, no es lo que les pasó a nuestros compañeros”, se quejó el testigo.

Ante una pregunta de Gonzalo Miño, el defensor del Díaz Bessone, que lo consultó sobre “quien los recibió, quien lo torturó” cuando llegó al SI, de la Torre respondió indignado: “Que graciosa la semántica que maneja, para usted es lo mismo recibir que torturar”.

El testimonio de Corbella

El primero en testificar este lunes fue Carlos Corbella. “El Bocha” ‒apodo que arrastra desde su militancia en la Juventud trabajadora Peronista‒, declaró al Tribunal cómo fue secuestrado el 29 de junio de 1976 y llevado al Servicio de Informaciones (SI) de la policía de Rosario: “en el SI el trato fue muy duro. Un día me llevaron a la sala de tortura, me desnudaron me ataron los tobillos y en una especie de aparejo me levantaron hasta que quede cabeza abajo y con una especie de manopla me empezaron a golpear en el pecho y en el estomago. La picana paso por todo el cuerpo sobretodo en la boca y los genitales”.

El testigo identificó que “la tortura la dirigía el mudo Guzmán Alfaro y la ejecución concreta la hacia el Ciego (Rubén) Lofiego”, y agregó que “a pesar de estar vendado pude ver a dos de los represores, al Cura (Mario) Marcote y a otro de sobrenombre Rommel (Ramón Ibarrra)”.

En un tramo de su testimonio el sobreviviente historizó el macabro derrotero que sufrió su familia durante la dictadura. “Mi prima María Cristina Márquez fue asesinada en la conocida masacre de los Surgentes –aseguró Corbella–. Mi esposa Lidia Borda fue detenida y también estuvo en el SI. Estando ella detenida desapareció mi cuñado Roberto Borda”.

Pero el relato sobre la masacre familiar no terminó ahí. El testigo afirmó que “luego fueron detenidas la prima de mi mujer Ani Valle y Beti Aguilera que fueron salvajemente torturadas. Se invento un enfrentamiento y aparecieron muertas de la facultad de Odontologia, asesinadas a balazos. Posteriormente su primo Juan Carlos Valle, el Cali, que se encontraba haciendo el servicio militar en Mar del Plata, fue sacado de allí traído al SI para ser asesinado y su cuerpo no fue encontrado”.

Corbella –en la actualidad es el titular de la Mutual de Trabajadores Municipales– concluyó emocionado: “Yo hoy declaro por los compañeros que no están y por los organismos de derechos humanos que lucharon por este momento. Quiero agradecer a Madres, Abuelas y a HIJOS y humildemente quería rendir un homenaje al compañero Néstor Kirchner porque si no hubiera sido por la política de derechos humanos que llevó adelante esto tampoco hubiera sido posible”.

Represores que hablan

Antes de las declaraciones de los testigos Carlos Corbella, Marcelo de la Torre, Alberto Chiartano y Mario Luraschi volvieron a hacer uso de su derecho de defensa dos de los imputados, Mario Marcote y José Scortechini. Marcote intentó despegarse de las acusaciones y declaró que “mientras estaba a cargo Saichuc nunca salí a hacer operativos” y agregó que “recién cuando empezo Guzman Alfaro emepece a salir”, pero sólo “para confeccionar actas”. Marcote además escrachó a un ex camarada de la patota. “Respecto al oficical rubio que usaba bigotes, que estaba con Lofiego, no soy yo sino que se trata del oficial Grifo”, apuntó el ex policía. Por su parte Scortechini se encargó de atacar el testimonio de Alfredo Vivono, uno de los sobrevientes del SI.
Fuente:DiariodelJuicio                                                                                                  

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