22 de enero de 2011

CÓRDOBA: Héctor "Biqui" López: 12 años, 3 meses y 19 días preso: "La vida aún está entera dentro mío" . "En la cárcel uno aprende a abrazar con la mirada...."‏

Córdoba -Juicio UP1
“La vida aún está entera dentro mío”
Alrededor de cien testigos declararon en la causa UP1. Héctor López fue el sobreviviente que más tiempo estuvo detenido: 12 años, 3 meses y 19 días. Su compañera, Liliana Páez, fue asesinada por aplicación de la "Ley de fugas" en la penitenciaría.

José "Biqui" López junto a su madre Clara Aurelli.
2011-01-19 -
Por Aracely Maldonado *

Liliana Páez tendría hoy 60 años, pero vivió sólo 25. La mataron el 20 de agosto de 1976, durante un simulacro de intento de fuga, al igual que a otros 28 presos políticos víctimas de esta causa. Era la compañera de López.

Cuesta imaginar las arrugas en ese rostro eternamente joven. Sonríe hasta con la chispa de sus ojos. Es el retrato de un tiempo. Reuniones entusiastas, apasionadas, de gran participación. Se conocieron militando en el Ejército Revolucionario del Pueblo, en la Córdoba de principios de los setenta.

El martes 24 de agosto de 2010 -cuatro días después del aniversario del asesinato de Liliana, 34 años atrás-, Héctor Jerónimo Enrique López, declara en la Audiencia 22 del Juicio contra Videla, Menéndez y otros 29 represores.
“Yo perdí la libertad en un secuestro el 29 de octubre del 75, junto con Liliana Páez y su hijito Guillermo. Fue de noche, en la casa en que vivíamos, que era la casa de su madre (…) Yo estaba en un almacén, escucho unas frenadas, me asomo, me agarran, hay gritos, y me meten en el baúl de un auto”.

-¿Por qué habla de secuestro? -pregunta el juez.
-No es que me dijeron: ¡Señor, está detenido!
-¿Qué pasó con el niñito, Guillermo?
-Fue llevado también a las dependencias del D2. Y en un primer momento la amenazaban a ella con que lo iban a torturar si no decía lo que querían que dijera. Ella lo escuchaba llorar, porque le pegaban delante del niño. A esto me lo contó luego en la cárcel. Después supe que a Guillermo lo habían llevado con su abuela.

Biqui López tenía 22 años. Era obrero metalúrgico. Todos lo conocían en barrio Jardín, en donde transcurrió su infancia y juventud, muy cerca de Corcemar.

“Creo que me decían así por alguna palabra que pronunciaba mal de chico, pero es con B y q” -aclara al Tribunal y se toma su tiempo para explicar que una maestra en el primario, para evitar las cargadas de los chicos, lo escribió de ese modo en el pizarrón para diferenciarlo de “Vicky”, una compañera del colegio cuyo apodo sonaba igual al suyo.

Tres horas dura el relato de su encierro. Esta anécdota es casi el único momento de distensión, en una sala repleta que escucha en absoluto silencio.

Héctor creció en el seno de una familia sencilla, bajo la tutela de una madre que fue aumentando su compromiso a medida que más se perseguía a su hijo. En dos oportunidades Biqui se emociona. Una es cuando recuerda la lucha incesante de doña Clara: “Mi madre hizo una presentación para que me legalicen, y a los dos o tres días comenzamos a recibir comida en la cárcel de Córdoba, lo que indicaba que habíamos sido legalizados”.

Se refiere a la Penitenciaría de barrio San Martín (UP1), uno de los cinco penales en los que estuvo alojado. Los otros son Sierra Chica, Rawson, Devoto y la nueva cárcel de Caseros, que inauguró Videla, “la más horrible”, asegura: “Locutorios con vidrio, celdas abiertas sin la mínima intimidad, falta total de sol. Eso generó serios problemas psicológicos en muchos compañeros”.

Su memoria va y viene en el tiempo. Hurga. Busca. Encuentra. Pareciera que se guarda detalles tenebrosos, por pudor quizás. Mejor cita hechos, nombres, fechas, que ayuden a esclarecer la causa.

Recuerda la última celda al lado del baño, “yendo de frente por el pabellón 6, a mano derecha”, desde donde vio irse a la muerte a Cristian Funes, el Diablito.

Dice que nunca olvidará sus ojos en el momento de la despedida: “Nos saludamos como pudimos, en la cárcel uno aprende a abrazar con la mirada”.

Recuerda el asesinato de Paco Bauducco: “yo estaba a dos o tres compañeros”, y el de René Moukarzel, estaqueado en medio del patio de la prisión una fría noche de invierno, por recibir un paquete de sal de un preso común.

Dice que a este último episodio lo conoce por referencias de los presos comunes, cuya solidaridad destaca una y otra vez.

Recuerda que gracias a ellos pudieron hacer conocer a sus familiares la situación por la que atravesaban.Dice que ese lugar -por entonces- “no era una cárcel, sino un campo de concentración”.

Recuerda a Hugo Vaca Narvaja, a quien siempre que lo nombra lo llama doctor. A Toranzo. Schiavoni. Huber. Florencio Díaz. José Ángel Pucheta. Carlos Alberto Sgandurra. Marta Rosetti de Arquiola. La lista sigue. Es larga.

Dice que por las condiciones en que estaba, es imposible que su compañera intentara fugarse -como expresaron los comunicados oficiales transcriptos en los diarios.

Recuerda que le contaron que aquella noche fatal, Liliana estaba en una celda especial, castigada por hacer muñequitos con miga de pan.

Dice que “todo estaba prohibido, hacer manualidades era una forma de ir contra la legalidad, contra lo que ellos consideraban la Patria Argentina”.

Recuerda que su cuerpo fue entregado a sus familiares tiempo después, en un cajón cerrado y con la expresa orden de no abrirlo. Dice que nunca dejó de denunciar el caso.

Recuerda cuando fueron trasladados en calidad de rehenes de Sierra Chica a Córdoba, porque Videla estaba por viajar a esta provincia.

Dice que nunca supieron por qué no los mataron el día en que les hicieron cavar su propia fosa: “Nos atan las manos atrás con alambres, nos llenan de trapo la boca, nos vendan y nos suben a un vehículo tipo colectivo. Después de andar un tiempo llegamos a un lugar descampado, nos sacan el alambre de las manos, nos dan palas y nos dicen que hagamos un pozo, que vamos a cavar nuestra propia fosa. Empezamos, como pudimos, pero en eso alguien nos ordena dejar de cavar y nos suben de nuevo al colectivo”.

La causa de López llegó hasta la Comisión Interamericana de la OEA. Las denuncias escritas por los mismos presos, que doña Clara Aurelli sacó fuera del país en papeles de caramelos o de cigarrillos, fueron escuchadas en el exterior. A la demanda la inició la abogada Inés Valdez Lascano. Héctor se conmueve hasta las lágrimas, por segunda vez. Quiere homenajear a la doctora, ya fallecida.

Él estaba condenado a cadena perpetua, “juzgado con pruebas obtenidas bajo tortura”. No pedía amnistía, sino ser juzgado como corresponde. Una resolución de la OEA da lugar a lo solicitado y recomienda al Estado argentino a que lo juzgue nuevamente, algo que nunca ocurrió. Incluso luego de la recuperación de la democracia.

El 14 de febrero de 1988, a la hora cero, aquel obrero metalúrgico había cumplido legalmente su condena. La lucha de organismos de derechos humanos logró que se promulgue una ley que contemple como dobles los años de encierro bajo régimen de dictadura militar.

Sin embargo, la libertad llegó tres días después. El 17 de febrero a la hora 19.30. Tres días eternos en los que debió permanecer tras las rejas “por supuestos problemas burocráticos”.

Y salió con cinco años de libertad condicional, que pasó en Buenos Aires, trabajando en una imprenta que montó en San Telmo.

Biqui perteneció a una generación que se sintió protagonista del cambio con los ejemplos claros del Gringo Tosco, de Atilio López: “Tuve mucho tiempo para pensar, para revivir cada momento feliz y cada acontecimiento trágico. Entiendo que de a poco me fui reafirmando en nuestros aciertos y tratando de reconstruir cada ladrillo roto por nuestros yerros, y eso me permitió ir despojándome de la piel seca, del cuero usado y gastado en vivir la vida como se nos presentaba

(...) No siento que he superado nada, lo que siento es un profundo agradecimiento a los cumpas caídos, a los sobrevivientes, a los familiares que nos sostuvieron el alma y el esqueleto, en fin, a todos los que han permitido que la vida aún esté entera dentro mío”. "Poder contar lo ocurrido en aquellos años tan duros delante de jueces y protagonistas, es decir, de quienes llevaron adelante la matanza y de los sobrevivientes, de nuestros familiares y de los de ellos, sin duda que terminó de fraguar en mí la añeja utopía de que uno vive si es capaz de aportar vida a la vida, vida a los sueños. Sí, a pesar de los dolores y las ausencias, ha sido y es hermoso formar parte de aquellas ansias y de estos amaneceres..."



Córdoba -Juicio UP1
El fallo justo de la Sagrada Familia
Al absolver a los militares Quiroga y D’Aloia, el Tribunal Oral Federal Nº 1 de Córdoba deja impune el caso más emblemático de la UP1.
2011-01-12 -
Por Hernán Vaca Narvaja *

“Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba; después, con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros 50 prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor”.

Esto escribió Rodolfo Walsh a un año del golpe militar del 24 de marzo de 1976, en su célebre Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar, calificada por Gabriel García Márquez de “la obra maestra del periodismo universal”.

En aquella carta, escrita hace casi 34 años, leí por primera vez el nombre de mi padre escrito en letras de molde. Yo era un adolescente que regresaba a un país desconocido luego de haber crecido en México, en el forzoso exilio en el que debió embarcarse la familia para salvar el pellejo. En menos de seis meses, habíamos padecido la detención de mi padre y el secuestro de mi abuelo.

En una conmovedora parábola familiar, 34 años después de aquellos crímenes, mi hermano Miguel Hugo Vaca Narvaja (n) –que por ser el primogénito heredó el nombre de mi padre y de mi abuelo– acompañó a María Elba Martínez como querellante en el juicio a Jorge Rafael Videla y a otros 30 represores.

Teníamos la sana ilusión de que mi hermano, con la Constitución en la mano, lograra que la Justicia de Córdoba condenara a los asesinos de nuestro padre y nuestro abuelo.A la investigación de Rodolfo Walsh se fueron sumando testimonios que permitieron reconstruir cómo fue el fusilamiento de mi padre, tan distante de la versión del “intento de fuga” que difundió el comando del Tercer Cuerpo de Ejército y transcribieron los diarios del 13 de agosto de 1976. En el libro de la Conadep-Córdoba, leí por primera vez el testimonio de Eduardo de Breuil, único sobreviviente del fusilamiento de mi padre, de Higinio Toranzo y de su propio hermano, Gustavo Adolfo de Breuil.

Como en Operación Masacre, también aquí había un “fusilado que vive”. Pero había aun más: por orden del director de la cárcel, el teniente Osvaldo César Quiroga había firmado un recibo oficial que certificaba el “traslado”. El círculo cerró, impecable, perfecto.

Pese a la contundencia de las pruebas, las leyes de impunidad de Alfonsín y los indultos de Menem consagraron la impunidad.
El fusilamiento de mi padre siempre fue considerado –salvando los alevosos crímenes de Moukarzel y Bauducco, cometidos a la vista de todos los internos–, el caso con mayor carga probatoria sobre la aplicación de la ley de fuga en Córdoba. Era, además, un crimen emblemático; haber dejado un sobreviviente para que relatara los fusilamientos fue una muestra brutal de impunidad y prepotencia asesina.

Pruebas del crimen

“Cuando el pelotón militar se presentó a retirar a los detenidos, se negaron a entregárselos sin un recibo, pese a que la orden tenía la firma y el sello de (el general Juan Bautista) Sasiaíñ. Ése es el origen del extraordinario documento que se reproduce en esta página y en la portada de esta edición, donde consta de puño y letra de Quiroga el retiro de los detenidos que poco después serían fusilados, en lo que el Comando del Tercer Cuerpo presentó entonces como un intento de fuga al romperse la dirección del vehículo militar”, reseñó el periodista Horacio Verbitsky en 1987 en el semanario El Periodista.

Ese “extraordinario documento” no alcanzó, sin embargo, para que el tribunal integrado por Jaime Díaz Gavier, José María Pérez Villalobos y Carlos Lascano condenara a Quiroga. Tampoco el testimonio del sobreviviente de la matanza, que siempre repitió la misma historia, incluyendo la presencia del oficial Francisco Pablo D’Aloia en la escena del crimen.

Quiroga y D’Aloia estuvieron en el banquillo de los acusados durante los seis meses de audiencias. Ninguno se arrepintió de nada. Se autoproclamaron héroes de Malvinas y descalificaron a los testigos, en sintonía con la estrategia del resto de los represores.

El fiscal Maximiliano Hairabedian pidió prisión perpetua para Quiroga, aunque solicitó –conmovido por sus lágrimas– la absolución de D’Aloia. Al absolver a los militares Quiroga y D’Aloia, el Tribunal Oral Federal Nº 1 de Córdoba deja impune el caso más emblemático de la Unidad Penitenciaria 1; el único fusilamiento que tuvo un sobreviviente; el único “traslado” que quedó documentado.

Para decirlo con todas las letras: la absolución es una aberración jurídica, que esperamos sea corregida en la apelación correspondiente. Pero más allá de los vericuetos judiciales, la pregunta que me quita el sueño es por qué el tribunal dejó absueltos a los acusados de haber asesinado a mi padre y aplicó severas condenas, aun con menos pruebas, en los otros casos examinados.

¿Será posible que mi padre haya sido, 34 años después de fusilado, el chivo expiatorio que permitió equilibrar la balanza a una Justicia que –quedó probado en este proceso– ha sido siempre complaciente con el poder de turno?
Esperaba, al igual que el resto de mi familia, una condena categórica para el hombre que se llevó a mi padre rumbo a la muerte

Comparto la lucha de los organismos de derechos humanos y celebro las duras condenas impartidas a Videla, Menéndez, Yanicelli y demás represores. Pero no puedo sumarme al coro que aplaude por estos días una condena políticamente correcta dictada por la sagrada familia judicial de Córdoba. Porque detrás de esa condena ejemplar se esconde una gran injusticia.

*Periodista, director de la Revista El Sur
FuentedeOrigen:PrensaRed
Fuente:Agndh                                                                

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