21 de enero de 2011

COSTA RICA.

Dejà Vu
Por Luis Paulino Vargas Solís

Es una historia vieja y reiterada. Al examinar el contexto y escuchar o leer las justificaciones y argumentos –a favor o en contra- no puede uno evitar decirse a sí mismo: “creo que esto ya lo he vivido”. Hablo del déficit fiscal, la presunta amenaza de desestabilización y crisis económica y el marco en que esto aparece: desde los prepotentes organismos internacionales que amenazan con duros castigos, a gobiernos que se dice firmes en su propósito de poner la casa en orden y encaminar a Costa Rica hacia la prosperidad y el desarrollo (“el primer país desarrollado de América Latina” prometía Oscar Arias en 1986 y, de nuevo, en 2006. Quizá su hermanillo Rodrigo la haga realidad en su gobierno 2014-2018). Y los infaltables Ministros de Hacienda y su solución perfecta: técnicamente inapelable, políticamente justa y equilibrada.

Y, desde la oposición, incluso la oposición democrática-progresista, el ciclo también se reitera prácticamente idéntico: denunciar la injusticia del sistema tributario; convocar a una reforma tributaria en serio, que haga pagar a los ricos como ricos y a la demás gente según mejor puedan. Y que debe elevarse la carga tributaria (¿tres, cinco, seis puntos porcentuales?) a lo largo de un proceso gradual que tardaría varios años. Y que se prioricen las necesidades de nuestro pueblo –educación, salud, vivienda, etc.- y que las cosas se hagan con transparencia y puntual rendición de cuentas.


Y desde la derecha más recalcitrante la advertencia ominosa: cuidado, que elevar los impuestos podría matar la gallina de los huevos de oro de la “iniciativa privada”. Mejor fuera, nos dicen, cortar la “frondosa burocracia” y cerrar instituciones y programas.


Y aquí y allá todo mundo (incluso derechas e izquierdas) de acuerdo: la evasión es alta y debe ser puesta bajo control. Hasta el gobierno de turno lo repite en un tono tal que casi se diría que se lo creen.


Yo mismo hace sus años dedique mis mejores esfuerzos intentando imaginar alternativas progresistas, parte de lo cual está en un librito mío que, en su momento, gustó a alguna gente (“Soñar con los pies en la tierra”, PROCAL, 2007).


Es un auténtico dejà vu. Hasta pareciera que se hace realidad el mito de un universo que, condenado a repetirse al infinito, se mueve en ciclos que vuelven sobre sí mismos.


Más bien se me ocurre verlo como parte de un fenómeno que podríamos designar el “síndrome de la platina”. Son asuntos nunca resueltos a lo largo de los últimos 25 años, siempre pospuestos para mejores momentos en función de los grandes intereses económicos. Así como con la infraestructura vial que por tantos años fue dejada de lado en bien de la dogmática anti-estatista y la austeridad fiscal, y a la espera de que algún día (todavía por venir) la llamada concesión de obra pública resolvería el asunto. La platina del puente sobre el Virilla en la pista San José-Alajuela resulta entonces paradigmática. Igual han jugado a la chapucería, los parches y remiendos con la estructura tributaria y, en general, con la institucionalidad pública en su conjunto. Interesaban los clavos de oro de banqueros y exportadores, no que las cosas se hicieran en serio ni en bien de un mejor vivir para nuestra gente.


Pero seamos honestos y admitamos que la oposición progresista no lo ha hecho mucho mejor. Más aún: lo ha hecho mucho peor. Aquí mejor habláramos del síndrome “dirigencia futbolera”. Esta vive inmersa en una rebatiña eterna alrededor de pequeñeces y naderías. Pues no muy diferentes somos los diversos sectores del progresismo nacional.


Por eso, cuando leo un artículo de Henry Mora titulado “Una reforma tributaria que apoyaríamos”, no puedo evitar preguntar: ¿quiénes la “apoyaríamos”? Con un detalle adicional: ello lleva implícito que “no apoyaríamos” la que el gobierno está promoviendo. El tema relevante no tiene que ver, desde luego, con quiénes “apoyaríamos” una reforma y no la otra, sino ¿con qué fuerza o peso político?


He ahí la falla estrepitosa de este tan venido a menos progresismo nacional. No tenemos la fuerza política real para que lo que decimos tenga algo más que un valor simbólico o testimonial. Y, tristemente, no es improbable que el actual rebrote del tema tributario, lo ponga nuevamente en evidencia.


Leo en ElPaís.cr una nota titulada “Partidos políticos buscan unir oposición ante poder político de los Arias Sánchez”. No me parece mal, no obstante ciertos dudosos detalles. Es que por algo habría de empezarse, a ver si se supera el síndrome de la “dirigencia futbolera”.
Fuente:Argenpress                                                                          

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