"Voy a hablar de los que no están"
Pérez Rizzo salvó su vida gracias a la gestión de su padre
policía. Tenía 24 años cuando lo detuvieron. En el SI, dijo,
había 16 personas que fueron asesinadas o continúan desaparecidas.
Por Sonia Tessa
Pérez Rizzo habló por los "que pelearon por una vida nueva".
Carlos Pérez Rizzo se sentó frente al Tribunal Federal Oral número 2 y comenzó a contar su secuestro, el 14 de octubre de 1976, junto a una compañera, Cristina Costanzo. "Voy a hablar de aquellos que no están y no tienen más que a nosotros para que contemos la verdadera historia", dijo el testigo, a quienes su compañeros llaman "Cabezón". Afirmó
que en el Servicio de Informaciones había 16 personas que estaban cautivas y luego fueron asesinadas en supuestos enfrentamientos, o continúan desaparecidas. Entre ellos, las siete víctimas de la masacre de Los Surgentes, así como Marisol Pérez y Daniel Gorosito. De 57 años, Pérez Rizzo salvó su vida gracias a la gestión de su padre, comisario principal y amigo del entonces interventor de la policía rosarina, Agustín Feced. Tenía 24 años cuando lo detuvieron. Después de unos meses en el SI, fue trasladado a Coronda, Rawson y Devoto. Recuperó su libertad el 17 de abril de 1984.
Mostró las cicatrices en el codo izquierdo de las heridas que sufrió en la tortura, se emocionó cuando contó que fue abuelo el lunes pasado. "Mis hijos dieron vida a una vida nueva, y yo vengo a dar testimonio por aquellos que pelearon por una vida nueva", dijo. Pero hubo un momento en el que las lágrimas no lo dejaron hablar. Cuando le preguntaron sobre la reunión que tuvo con Feced y su padre, al poco tiempo de secuestrado, estuvo largos minutos sin poder abrir la boca. Sólo atinó a recordar la "desesperación" de su papá. En la sala, el público lloró a moco tendido. Casi al final, dijo: "Soy montonero y no lo voy a negar ahora. Aparte, estamos en democracia".
En un momento, Pérez Rizzo expresó: "Acá falta gente, porque la patota hacía tres turnos, en grupos que no pueden haber bajado de entre 12 y 16 personas. Eso significa 48 o más" integrantes de la patota. También calculó que cada guardia era de entre cuatro y seis, lo que suma otros 12 a 18 más. Recordó especialmente a Beto Gianola, que cada dos días bajaba al sótano para amenazarlo de muerte. "Cabezón, a vos yo te voy a matar", le decía. Fue testigo de una especie de asamblea que los miembros de la patota hicieron en una habitación contigua a su lugar de cautiverio para discutir la orden de Feced de preservarle la vida. Todos querían matarlo, pero una parte proponía, además, incumplir la orden del mandamás de la policía. Al salir, cada uno de los represores le pegó.
Pérez Rizzo también contó la "sorpresa" que le causó, en 1987, la ley de obediencia debida, "en virtud de lo vivido". "Se desesperaban por participar en secuestros y torturas. En el caso de los guardias, para ganar puntos y poder participar de los saqueos", rememoró.
La primera parte de la declaración estuvo centrada en el relato de las personas que vio en el SI y luego fueron desaparecidas. De Costanzo, secuestrada junto a él en Matienzo y Ocampo, recordó que aguantó para "cantar" la casa donde vivía hasta la hora estipulada por la organización. También contó que vio, en muy mal estado, a Daniel Oscar Barjacoba, que había sido secuestrado unos días antes. En esos días cayeron también Sergio Abdo Jalil, María Cristina Márquez y Analía María Murguiondo. En la misma pieza que él estaban José "el Ciruja" Oyarzábal -su "compañero y amigo" y Eduardo "el Laucha" Laus.
A los varones los habían puesto en la oficina de Feced y a las mujeres, en la sala de torturas. En la madrugada del 17 de octubre, los hicieron preparar, y los llevaron, a todos menos Pérez Rizzo. Como Jalil estaba en cueros y hacía frío, el Cabezón le regaló su campera beige. Cuando volvió la patota, escuchó decir: "Lo de Los Surgentes salió perfecto". Los diarios hablaron de muertes en el intento de copamiento a una comisaría. Pérez Rizzo y Gustavo Piccolo, compañero de cautiverio, hicieron un documento en la cárcel de Devoto en el que detallaban la vestimenta con que se llevaron a estos seis militantes con vida desde el centro clandestino de detención. Al salir de la audiencia, Pérez Rizzo se abrazó con el hermano de Oyarzábal y le dijo: "Lo trajimos de vuelta".
También habló de la llegada al SI del Negro Quique, desaparecido. "Lamentablemente no sé cómo se llama, puede ser Martínez", dijo. "Después de varios días de torturas, me llevan a la Favela para que fueran sanando las heridas. Ahí traen a un compañero del PRT ERP, Daniel Gorosito", contó. Seis días después, lo mataron.
Por la intervención de su padre, Pérez Rizzo es bajado al sótano. Allí pudo observar a otras personas que luego fueron desaparecidas, como Roberto, alias Tito o Chaqueño, de quien recordó que "estaba despedazado". Le habían quemado la base de los testículos con acetileno y le habían cortado el pecho con bisturíes. En noviembre vio a Marisol Pérez.
En enero lo llevaron a Coronda, pero un mes después lo trasladan de nuevo al SI para esperar su primer consejo de guerra. En ese momento estuvo en la Favela con dos militantes de la UES, Adrián Sánchez y el Toni, de quien no supo dar el nombre. Ellos no dieron datos en la tortura. Como la patota no tenía gente para secuestrar, un día llegó Ricardo Chomicky, el civil colaborador acusado en esta causa. "Lo ponen al lado del Toni. No recuerdo si yo ya sabía que Cadi ya estaba colaborando en demasía con el SI. Le empieza a sacar de mentira a verdad, como si fuera un compañero. El Toni menciona que gracias al Cabezón no había dicho nada. El está desaparecido, y yo me comí una gran paliza", relató Pérez Rizzo.
Otros tres desaparecidos que el testigo pudo ver en el SI fueron Susana Broca, Enzo Zunino y Eduardo Bracacchini. "Después de que se los llevaron, Darío escribió el parte policial por el cual los tres habían sido muertos en un intento de copamiento en la comisaría de Alvear. Y lo leyó en voz alta", relató ayer.
Pérez Rizzo contó cómo notaban que la patota se estaba preparando. Dijo que esos momentos eran un "pandemónium". Desde el sótano escuchaban las corridas, los gritos, el ruido de amartillar las armas. "Cuando se escuchaba eso era porque sacaban a alguien para matar o iban a buscar a alguien", contó.
Sobre los represores, recordó especialmente a Mario Alfredo Marcote, el cura, que acosó sexualmente a Teresa Soria de Sklate, con promesas de salvar la vida de su esposo. Tanto ella como él están desaparecidos. También contó que tuvo algunas entrevistas con José Rubén Lofiego, que participó de su secuestro. Mencionó a Managua (Ernesto Vallejos, no está en esta causa), que le dio una tremenda paliza usándolo de puchinball. En la segunda parte de su declaración, Pérez Rizzo leyó un documento que escribió en 1979, cuando estuvo detenido en la Alcaidía esperando un nuevo consejo de guerra. Ese escrito, que fue pasado a máquina por su padre, incluía la descripción de las sesiones de tortura que vivió.
Ayer volvió a leerel final: "Como dice Lito Nebbia, si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia. El que quiere oír, que oiga".
Fuente:Rosario12
OTROS TRES TESTIGOS DECLARARON POR LA TARDE
Marcote, "el sátiro de la bufanda"
Tres testigos ocuparon en la tarde de ayer la atención de los miembros del Tribunal Oral Federal N1: Eduardo "el Turco" Azum, Laura Ferrer Varela y Rafael Stancanelli, hermano del "Pato", militante asesinado en San Luis y Alvear, uno de los homicidios que serán imputados a esta causa al propio Genaro Díaz Bessone.
Eduardo Azum, el primer testigo de la tarde, relató su encierro junto a Roberto Hyon y contó su secuestro y cautiverio en una casa aún no identificada, lo que demuestra la vastedad del circuito represivo.
Luego, dio su testimonio la secretaria general de la COAD, Laura Ferrer Varela, quien narró su cautiverio durante la dictadura militar desde agosto de 1977 hasta diciembre de 1979. Laura recordó que al momento de ingresar al Servicio de Informaciones, la patota le pidió a su padre un pañuelo limpio para vendarla y llevársela. Completó así una descripción detallada del funcionamiento del Servicio de Informaciones, que finalizó con un croquis a pedido del fiscal Gonzalo Stara.
Al relatar las condiciones de detención, hizo hincapié en la terrible situación en que se encontraban los menores de edad: "Patricita (la hija de Cristina Bernal), de tres años, se planteaba como que también estaba detenida, cuando la vienen a buscar, ella les dio un beso a las compañeras y les dijo 'me voy en libertad'".
También señaló que "en una oportunidad hicieron subir a un par de compañeros y les mostraron a otros (que los habían hecho bañar y ponerse ropa limpia) y les dijeron algo como que 'esos se iban a encontrar con unas balas de frente'. Entre ellos estaba el Cali Valle, al que conocía de las luchas estudiantiles. Otros reconocieron a Luis Esteban y a Juana Castellini. Durante la madrugada baja el Sargento Vergara y les dice que ya han cumplido con su deber. Nunca más los vieron, ni pudieron hallar algún supuesto enfrentamiento.
Ferrer Varela también dio un exhaustivo detalle de los nombres, apodos y características de los demás represores, entre ellos del "Cura" Marcote, a quien llamaban "el sátiro de la bufanda blanca" porque violó a muchas compañeras.
Luego fue el turno de Stancanelli, hermano de Alejandro Víctor Stancanelli, asesinado a los 21 años en calle San Luis y Alvear de esta ciudad. El Patito, hermano menor del Pato, narró cómo se enteró de la noticia a través de un noticiero que dio cuenta de la muerte en un "enfrentamiento" de su hermano.
Josefina Brebia -la novia de su hermano- le contó que lo estaba esperando a Alejandro en San Luis y Oroño, cuando vio al represor conocido como "Gordo Tu Sam" quien le grita desde un auto y la secuestra. Según relató Josefina -hija de un capitán de fragata que finalmente se exilió en Europa- "lo asesinaron por la espalda. No lo tengo resuelto, auspicio que ustedes lo resuelvan de la mejor manera. No necesito protección pero les digo sinceramente, soy docente, trabajo en la universidad, pero la gente que tengo atrás no tendría que estar libre".
Sobre el final, Rafael interpeló a Ricardo Chomicki: "Cady, mi mirada es para que digas quien mató a mi hermano", y finalizó su emotivo testimonio diciendo: "Lo más terrible se aprende enseguida y lo más hermoso nos cuesta la vida".
Fuente:Rosario12
GALERÍA DE IMÁGENES
Fotos:Graciela Borda Osella
EL AGUANTE
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