Ricardo capelli recuerda al padre mugica, a 37 años de su asesinato
“Carlos no quería morir, le quitaron la vida y la Iglesia fue cómplice”
Publicado el 11 de Mayo de 2011
Por Rodolfo González Arzac
Fue amigo del sacerdote desde la adolescencia. Estaba con él cuando, el 11 de mayo de 1974, lo mataron a la salida de la Parroquia San Francisco Solano. Recibió varios balazos y fue operado 14 veces. La Triple A, Jorge Conti y un crimen impune.
Ricardo Capelli siempre supo quién había matado a Carlos Mugica. Vio al asesino a pocos metros de distancia, en la calle Zelada, esa tarde del 11 de mayo de 1974. A él también le habían dado cuatro tiros en el pecho. Los impactos, por azar, lo derribaron de manera tal que el subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón Sena quedó en el centro del recorte de su mirada. Lo conocía: era el mismo al que solía ver por los pasillos del Ministerio de Desarrollo Social.
Capelli fue el gran amigo de Mugica. Se habían conocido de chiquilines, cuando Ricardo se coló en la fiesta de 15 de Marta, la hermana menor de Carlos. Y de a poco, según pasaron los años, se convirtieron en inseparables. Eso incluyó, en 1955, que participaran juntos de los festejos por la caída de Juan Domingo Perón (un error que no tardaron en reconocer). Que se hicieran, a su modo, peronistas. Que trabajaran a la par en la Villa 31. Y también que llegaran juntos al Hospital Salaberry, empapados de sangre, hace hoy 37 años.
Capelli tiene 74 años. Y se sentó ayer a conversar con Tiempo Argentino sobre “La Bestia”, como le decían al cura que nació en cuna aristocrática y formó parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. A ese que él llama, con sencillez, Carlos. A ese que muchos trataron de hacer ver como una víctima de la organización Montoneros.
–¿Qué pasó el 11 de mayo de 1974?
–Fue a las 19:40. Lo fui a buscar a la Iglesia de San Francisco Solano porque nos íbamos primero a Lanús y más tarde a un cumpleaños de una compañera nuestra en la villa. Carlos era famoso, a través de la televisión la gente lo conocía y lo paraban y le preguntaban cosas. Salí caminando hacia el auto y escuché de espaldas que lo llamaban: “Padre Carlos”. Era algo normal. Y al segundo escuché que Carlos decía: “Hijo de puta.” Y automáticamente una balacera atroz. Yo estaba a una casa y media, a pocos metros, en la misma vereda y sentí un golpe en mi pecho. Las balas me derribaron. Y caigo mirando hacia donde estaba Almirón. A Carlos lo mató Almirón.
–Ya lo conocían, ¿no es así?
–Claro. Porque cuando volvió Perón, él había dicho que quería que Carlos fuera ministro de Bienestar Social. Obviamente, López Rega no lo iba a dejar. Entonces lo nombró como asesor de villas en el ministerio. Carlos fue una vez y se reunió. Y después íbamos yo y una mujer, que luego desapareció. Yo atendía a la gente. Pero nunca se solucionó nada. No daban nada. Un día, Carlos declaró que “en el ministerio no pasaba naranja”. Ahí ya se estaba firmando el acta de defunción. Y yo lo veía a Almirón y a su suegro, nos saludábamos. No sé qué cargo tenía. Estaba en las oficinas de arriba. Era un capo. Yo creía que era parte de la guardia del brujo. No sabía de la existencia de la Triple A.
–¿Almirón se dio cuenta que usted lo vio?
–No, creo que no.
–Volvamos a ese momento. Ustedes quedan heridos, tirados en la vereda. ¿Qué ocurre después?
–Nos suben a los dos en un Citroën 2CV. Íbamos cinco. Te imaginás que con ese auto íbamos a poca velocidad. Yo gritaba de dolor, no podía más. Iba en el asiento del acompañante, sacando un pañuelo por la ventanilla para que nos dejen pasar. Carlos iba bañado en sangre, atrás, con la cabeza recostada sobre las piernas de una compañera. Se dijo muchas veces que él en ese momento declaró: “Ahora más que nunca junto al pueblo.” Después, dijeron que se lo había dicho en el hospital a una monja. Es mentira. No dijo nada. Lo único que dijo, y lo último que me dijo, cuando estábamos los dos en las camillas en la sala de entrada al hospital fue: “Ricardo, fuerza que salimos.” A las dos horas murió.
–¿Cuándo se enteró que Mugica había muerto?
–A mí me querían dejar morir, esa era la orden. Un amigo médico preguntó por mí en el Hospital Salabery y le dijeron que se quedara tranquilo, que mi herida cerraba sola. Pero yo tenía una bala que me había cortado una arteria. Gracias a él, me sacaron a las cuatro horas en una ambulancia trucha, sin que se dieran cuenta. Y me llevaron a que me operen en el Hospital Rawson. En dos días, me operaron 14 veces. Y sólo seis con anestesia. El resto de las veces me daban un pedazo de sábana para que muerda. Después de esas operaciones, a los dos días aparece en mi habitación Jorge Conti, el vocero de López Rega, un antiguo notero de Canal 11 que se hizo conocido con una nota de un ganador del Prode, que luego se casó con la hija del brujo. El me dijo: “Qué barbaridad, lo que le pasó a Carlitos”. Ahí me di cuenta que había muerto. Y Conti me agregó: “Yo venía de parte de don Pepe que me dijo que está a disposición para lo que vos quieras.” El Pepe, era López Rega. Yo era casi el único testigo. Mis amigos me dijeron que dijera que no había visto nada. Pedí que me sacaran de ahí. Me llevaron a mi casa. Lo que menos iban a pensar era que estaba en mi casa.
–¿Cuándo fue la primera vez que declaró que lo había matado Almirón?
–Empiezo a decirlo hace unos 12 años. Estuve amenazado. Me llamaban todos los días por la madrugada a mi casa para decirme que iba a morir. Así fue hasta el año 1983. Dejé mi laburo, era operador de la Bolsa. Unos días atrás, declaré ante el juez Norberto Oyarbide, que tiene la causa de la Triple A. Y recién reaparecí en la Villa 31 en 1999, el 11 de mayo. Almirón murió en 2009, pasó un año en la cárcel y estaba procesado por otros crímenes.
–¿Cómo le gustaría que recuerden a su amigo Carlos Mugica?
–Como un tipo que quería vivir. No es cierto eso de que estaba dispuesto a morir. El tipo que tiene un ideal quiere vivir para lograr sus objetivos, no quiere que lo maten. A Carlos le quitaron la vida y la Iglesia fue cómplice. Lo otro que digo es que Carlos era un ser normal. Le decían “La Bestia”. Era una bestia para jugar al fútbol, la patada más baja que te daba era en el cuello. Era tramposo cuando jugábamos al fútbol. Era fanático de Racing. Iba a la cancha. Él era un admirador de Cristo. Y estaba enfrentado a la Iglesia porque la Iglesia no cumple con la doctrina de Cristo. Un hombre que luchó por los pobres. Que siempre decía que había que dar de comer al hambriento, abrigar al que tiene frío, acompañar al que está solo. Un tipo solidario.
Fuente:TiempoArgentino
“Los curas tienen información”
Publicado el 11 de Mayo de 2011
Ricardo Capelli acompañó a Carlos Mugica al Arzobispado de Buenos Aires. Conversaron con el nuncio Pío Laghi, quien le prometió al cura protección. “Vaya tranquilo, mi hijo, lo vamos a proteger, vamos a rezar”, cuenta Capelli que dijo Laghi. A los pocos días, Mugica fue asesinado.
Mugica, al fin, había vivido enfrentado con la cúpula de la Iglesia. Y había resignado una carrera que, muchos creían, lo llevaría muy rápido a un obispado.
Pocos años atrás, el cardenal Jorge Bergoglio concurrió a una misa en honor de Carlos Mugica y, por primera vez, pidió perdón por los silencios de la Iglesia. Fue una manera de limpiar su imagen. Al jefe de la Iglesia lo acusan de haber desprotegido a los sacerdotes identificados con la teología de la liberación Orlando Yorio y Francisco Jalics. Y, dos días atrás, fue citado a declarar en una causa donde se investiga el robo de bebés durante la última dictadura militar. Bergoglio, hasta ahora, había dicho que sólo supo de la apropiación de niños hace diez años. Pero una testigo, Estela de la Cuadra, denunció que ella lo había ido a ver para pedirle que la ayude a buscar a su hermana Elena y al hijo que nació mientras estaba en cautiverio.
“La Iglesia fue totalmente cómplice de la muerte de Carlos Mugica. Yo creo que Jorge Mario Bergoglio, como todos los curas que estaban en la cúpula, tiene información para aportar”, asegura Capelli.
Fuente:TiempoArgentino
Opinión
“Las villas todavía necesitan de cientos de Carlos Mugica”
Publicado el 11 de Mayo de 2011
Por María Sucarrat
Secretaria de Redacción. Autora de El inocente. Vida y pasión y muerte de Carlos Mugica.
Un informe, realizado por el Observatorio Urbano Local Buenos Aires Metropolitana –que integra la red de ONU-HABITAT– y publicado por Tiempo Argentino, da cuenta de que la situación de emergencia por la cual luchó hasta la muerte el cura Carlos Mugica todavía no cambió. Dice ese estudio: “la población viviendo en villas y asentamientos precarios ha pasado del 1,2 al 5,7 % entre 1960 y el 2010, con la única alteración de la trayectoria marcada por la erradicación forzada de las villas durante la dictadura militar entre 1976 y 1983, que las expulsó al suburbio”. A ese escenario se suma una denuncia de la ONU: “en la Argentina están ocurriendo desalojos violentos sin que los ocupantes sean relocalizados. Falta una política para los sin techo.”
En los ’70, Mugica decidió instalarse en la Villa 31 y trabajar allí con hombres y mujeres a los que llamó “mis hermanos villeros”. Organizó un dispensario, levantó una capilla, se enamoró y enamoró a los villeros de peronismo. Hasta intentó convencer al mismo López Rega, quien tiempo después dio la orden de liquidarlo por mano de sus asesinos de la Triple A.
Quienes lo conocieron, quienes gozaron de su amistad y de su compañía, quienes trabajaron a su lado, sostienen que Mugica lo dio todo por sus hermanos. Que se comprometió a niveles extra humanos por lograr un mínimo de bienestar, leasé, un par de chapas para mejorar la casillas del barrio, una garrafa para calentarse en invierno y cocinar, un puñado de jóvenes que en sus horas libres enseñaban a leer y a escribir a niños y no tan niños.
Los problemas en la Villa 31, por nombrar la misma en la que trabajó Mugica, persisten. Todavía los “hermanos villeros” usan garrafa, tienen luz porque se cuelgan, pero no conocen de cloacas ni de agua corriente. Como Mugica no conoció el paco. Y quizá tampoco la cocaína corría en la villa en sus tiempos.
Todavía se necesitan cientos de Carlos Mugica en las villas. O por lo menos unos cuantos que sigan su prédica.
Fuente:TiempoArgentino
Memoria y justicia
Marcha y homenaje por el padre Carlos Mugica
Martes 10 de mayo de 2011
Carlos Mugica fue ordenado sacerdote en el año 1959 y tras poco mas de catorce años de trayectoria fue asesinado en el año 1974. A pesar de haber crecido en Barrio Norte y tener una vida alejada de la villa y de los pobres, opto por “ser la voz de los que no tiene voz “.
El Padre Mugica desestimó las comodidades y satisfacciones humanas, dedicando todo su esfuerzo a la lucha por la dignidad humana, estando junto a los mas humildes y necesitado .
El 11 de mayo de 1974, a las 8 y cuarto de la noche, cuando Mugica se disponía a subirse a su coche , estacionado junto a la iglesia de San Francisco Solano, en la calle Zelada 4771, donde había celebrado misa, fue tiroteado por el ex sub comisario Rodolfo Eduardo Almirón, jefe de la lopezreguista Triple A. Cinco disparos, de ametralladora "Ingram M-10", le afectaron el abdomen y el pulmón. El tiro de gracia lo recibió en la espalda. Finalmente fue trasladado al antiguo Hospital Salaberry , en Alberdi y Pilar (Mataderos).
A 37 años de su asesinato , vecinos y organizaciones sociales y políticas de la Comuna 9 deciden rendir homenaje a quien, con su espíritu militante y su voluntad de reivindicación de los sectores más humildes, representa un ejemplo para una Argentina Justa , Libre y Soberana que todos deseamos. Para mantener vigente la memoria histórica de nuestros barrios, reafirmando el compromiso de seguir bregando por Memoria y Justicia.
La CTA Capital es uno de los convocantes a la Marcha-Homenaje por Carlos Mugica este miércoles 11 de mayo a las 18.30 horas desde Zelada 4771 y White (Iglesia San Francisco Solano) hasta Avenida Alberdi 6400 y Pilar (donde se encontraba el Hospital Salaberry).
Fuente: www.ctacapital.org.ar
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