6 de mayo de 2011

JUICIO ESMA: EL ALEGATO DE LA SECRETARÍA DE DERECHOS HUMANOS EN EL JUICIO.

EL ALEGATO DE LA SECRETARIA DE DERECHOS HUMANOS EN EL JUICIO POR LA ESMA
Astiz reclamó “matarlos a todos”
El abogado Martín Rico centró su acusación contra la patota de la Marina por el secuestro y la desaparición de las Madres y familiares que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz. El grupo en el que se infiltró Astiz como Gustavo Niño.
Por Alejandra Dandan
Alfredo Astiz y Ricardo Miguel Cavallo, a la espera de la sentencia.Imagen: Télam
En un momento Nora Cortiñas salió de la sala con el pañuelo en la cabeza. Ana María Careaga la abrazó por atrás. Las dos estaban profundamente conmovidas porque en los Tribunales de Comodoro Py se estaba reconstruyendo qué sucedió con el grupo de la Santa Cruz. “¡Había que hacer mucha inteligencia ¿no?, para saber lo que querían las madres!”, exclamó Martín Rico encargado del alegato de la Secretaría de Derechos Humanos. Estaba hablando del rol de Alfredo Astiz. Y recordó uno de los testimonios oídos durante el juicio, aquel en el que una sobreviviente contó que uno de los días Astiz volvió de una reunión de la iglesia de la Santa Cruz con un volante en la mano: “Volvió a la ESMA como loco ––explicó– y le dijo a Acosta: ‘¡Hay que secuestrar a este grupo de familiares, y hay que matarlos a todos!’”.

Así empezó finalmente y después de muchos reclamos por las demoras, el tramo final del juicio oral por los crímenes de la ESMA. A las diez de la mañana, el Tribunal Oral Federal 5 dio paso a la primera jornada de alegatos que estuvo en manos de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Rico se circunscribió a las doce víctimas de la Santa Cruz, con un homenaje a los 30 mil desaparecidos. Y anclando la recolección de pruebas en las políticas de Estado generadas a partir de 2004, durante el gobierno de Néstor Kirchner.

Rico reconstruyó la identidad de cada uno de las víctimas, entre las que está el grupo de tres de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y las dos monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Rescató como sólo el juicio pudo hacerlo el rol y la figura del grupo de los integrantes más jóvenes, de los que habló particularmente el periodista Uki Goñi durante su declaración. La infiltración de Astiz y las pruebas del secuestro fueron parte de la trama rearmada que le permitirá pedir para los 19 acusados la condena a prisión y reclusión perpetua en carácter de coautores directos. El pedido incluirá la condición de “funcionales”, y eso hace que todos y cada uno sean funcionales por haber intervenido en el centro de detención, tortura y exterminio. La audiencia pasó a cuarto intermedio a la tarde.

Astiz estuvo durante toda la audiencia abocado a la lectura de papeles que nunca nadie entendió qué eran. El Tigre Jorge Acosta llegó con las bolsas llenas de carpetas con las que suele aparecer en las audiencias en las que se decide a hablar. Ricardo Cavallo siguió frente a su computadora. Y Adolfo Miguel Donda nunca se sacó los anteojos Ray-Ban negros esfumados iguales a los que usaba en los operativos de los años setenta.

Como viene sucediendo en cada alegato, la Secretaría de Derechos Humanos encabezó la lectura de pruebas con posiciones políticas. Rico retrucó la idea del “odio” como motor de los juicios. Dijo que “se dice que nosotros somos quienes humillamos a las Fuerzas Armadas, cuando en realidad quienes las humillaron fueron los que los condenaron a ser simples encapuchados en lugar de ser hombres al servicio de la soberanía nacional”. O, “no hubo dos demonios: qué clase de demonio era un grupo de familiares que querían saber o dos religiosas que lo único que hacían eran ofrecer sosiego a los familiares”. En el piso de arriba, como suele suceder cada vez, entre las mujeres y viejos camaradas de los vetustos acusados, las intervenciones del abogado se respondían acaloradamente con cuchicheos, algunas risas o a lo señora bien con algún “¡qué caradura!”.

Los hechos
Quedó probado para la secretaría que el 8 y 10 de diciembre de 1977 operativos del GT 332 secuestraron a Alice Domon, Angela Auad, Horacio Aníbal Helbert, María Ponce de Bianco, José Julio Fondevilla, Eduardo Gabriel Horane, Raquel Bulit, María Esther Ballestrino de Careaga, Patricia Cristina Oviedo, Remo Carlos Berardo, Reneé Léonie Duquet y Azucena Villaflor. El secuestro finalizó con los homicidios probados de cinco de las víctimas, cuyos cuerpos aparecieron en diciembre de ese año en las costas de Santa Teresita y permanecieron enterrados como NN hasta 2005. El resto de las víctimas están desaparecidas.

El Juicio a las Juntas juzgó a los máximos responsables, recordó Rico: “Pero la Cámara Federal dijo en su fallo que la investigación debía continuar sobre los responsables directos, lo cual está ocurriendo ahora después de 27 años”.

Rico intentó demostrar durante su alegato una de las singularidades del grupo de la Santa Cruz: puso en primer plano la condición de haber perdido a uno de sus familiares directos, hijos o hermanos. Y explicó que se reunían en la iglesia para juntar el dinero de la solicitada para publicar el 10 de diciembre con la primera lista de los desaparecidos. No mencionó las características políticas de sus integrantes o la condición de militantes de muchos de ellos, incluso de las madres. Un dato curioso que alguno de los sobrevivientes leyó, sin embargo, como un modo de explicar la peculiaridad de este grupo, de familiares y de buscadores de sus víctimas entre el grupo de las víctimas de la ESMA.

Las identidades
El caso de las monjas francesas será reconstruido la semana próxima durante el alegado de Horacio Méndez Carrera y Luis Zamora. La secretaría, sin embargo, adelantó algunos de los datos que permitieron trazar sus identidades a partir del juicio oral. Alice Domon –recordó Rico a partir del testimonio de Nora Cortiñas– era una persona que se vestía con ropita sencilla, no de monja, con una cruz, “que vino a ver si nosotras necesitábamos dinero u otra cosa”. O recordó aquello que había dicho su hermana Grabriele en la declaración del 15 de abril de 2010, en la que leyó cartas y correos de Alice. Dijo que entró a la orden en 1957, que estuvo diez años en Francia, que en 1967 llegó a la Argentina, que primero estuvo en Morón, donde cuidó al hijo discapacitado de Jorge Rafael Videla. Trabajó en los barrios humildes compartiendo la vida con los pobres, se trasladó a Corrientes a trabajar al servicio de las Ligas Agrarias. “A través de las cartas dice que para 1975 la vida era más terrible todavía, que había amenazas pero que valía la pena estar entre los pobres, con los que estaban castigados.” En 1977, conoció a las Madres de Plaza de Mayo. “Su hermana dice que tenía miedo de lo que podía pasar con las madres.”

Durante el correr de las audiencias, aparecieron voces que permitieron conocer de cerca a muchos de los integrantes de la Santa Cruz, cuyas imágenes están aún desdibujadas. Rico rescató en ese contexto el rol del grupo de los más jóvenes, narrado en las audiencias por Uki Goñi que los conoció durante su trabajo en la redacción del Buenos Aires Herald. Goñi contó cómo ellos mismos lo invitaban a ir algunas de las reuniones en la Santa Cruz, pero que él no quiso ir porque tenía miedo. Decía que las madres estaban protegidas por ser madres, pero los más jóvenes, no. Rico también mencionó el testimonio de la hija de Eduardo Gabriel Horane y de Raquel Bulit, que para el día del secuestro tenía ocho años de edad y que durante años escribió cartas y cartas a sus padres convencida de que seguirían con vida.

“Quiero hacer una reflexión en este punto”, dijo el abogado después de presentar a todos. “Hace unos días Acosta habló del rol de Inteligencia que cumplió y lo escuchamos hablar de los enemigos: ¿la Inteligencia de Marina se dedicaba a seguir a estas personas?”

La infiltración
Entre las pruebas de la infiltración de Astiz, Rico mencionó numerosos relatos de testigos. Entre ellos, Aída Sarti o Cecilia Vázquez que se mostró sorprendida, entonces como ahora, de las personas con las que llegaba Astiz a las reuniones, a quienes presentaba como hermanos y a las que se veía muy callados. Recordó además el relato de Cecilia, la hija de Azucena, el momento en el que Astiz en su rol de Gustavo Niño le pidió quedarse a dormir en su casa y su marido no lo dejó. El caso de Graciela Daleo, cuando contó que Silvia Labairú fue obligada a acompañar a Astiz en esas infiltraciones para que “pasara con más naturalidad entre los familiares”. O el testimonio de Lauletta, que explicó que desde mitad de agosto de 1977 la ESMA le hizo la documentación a Astiz como Gustavo Niño para que se infiltrara con los grupos de derechos humanos, y que eso iba desembocar en la caída del grupo de la Santa Cruz.

Sobre el operativo, otro de los puntos del alegato, explicó que era complicado. Que la ESMA debía pedir autorización al Ejército. Y cuando el Ejército solicitó la información para saber qué es lo que estaba sucediendo, la ESMA lo negó.

Algo de ese operativo es lo que conmovía todavía a Nora Cortiñas y a Ana María Careaga en uno de los intervalos. Y, entre ellos, el nombre de Alfredo Astiz que todavía las estremece. Ese relato de la sala les volvió a hacer sentir cómo es que compartió tanto tiempo con sus víctimas, cómo las llevaba y las traía en coche, cómo es –decían por fin– que a algunas de ellas llegó a conocerlas mejor que nadie.
Fuente:Pagina12


Martín rico, en nombre de la secretaría de derechos humanos, pedirá hoy las penas máximas
Duro alegato del Estado contra los acusados en la megacausa ESMA
Publicado el 6 de Mayo de 2011
Por Gerardo Aranguren                     
El abogado dijo que hablaba en representación del gobierno y en nombre de los 30 mil desaparecidos. “¿Qué clase de peligrosos terroristas podían ser un grupo de madres que buscaba a sus hijos, y dos monjas francesas?”, interpeló.
La Secretaría de Derechos Humanos comenzó ayer la serie de alegatos en el juicio oral de la megacausa ESMA por el secuestro, torturas y homicidio de las monjas francesas y las primeras Madres de Plaza de Mayo. La querella finalizará hoy a las 14 con el pedido de penas para los imputados por uno de los casos que se juzgan, conocido como Testimonio B, entre quienes se encuentran el ex jefe de inteligencia del Grupo de Tareas de la ESMA, Jorge “Tigre” Acosta, y los ex marinos Alfredo Astiz y Antonio Pernías.
“Esta querella habla en nombre de los 30 mil desaparecidos y las víctimas del terrorismo de Estado”, arrancó el abogado Martín Rico pasadas las 10:30, y recordó las medidas impulsadas por el ex presidente Néstor Kirchner y Cristina Fernández desde 2003. “Represento a este gobierno, del que se ha dicho que lo mueve el odio, pero puedo asegurarles que no hay odio, en absoluto: hay unas inmensas ganas de vivir y seguir adelante”, agregó, parafraseando el discurso de la presidenta en la apertura de las sesiones legislativa en marzo pasado.
El alegato de Rico se basó en los crímenes cometidos contra el grupo de la Iglesia de la Santa Cruz, secuestrado entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. Las víctimas fueron las monjas francesas Alice Domon y Leonnie Duquet y un grupo de familiares de desaparecidos que se reunía para publicar una solicitada con los nombres de las personas que buscaban, entre quienes estaban las Madres Azucena Villaflor, María Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco.
“No hubo dos bandos o dos demonios como quieren sostener algunos sectores. ¿Qué clase de peligrosos demonios sería un grupo de madres que buscaba a sus hijos, que clase de peligrosos terroristas eran las dos religiosas francesas?”, se preguntó el abogado en respuesta a los discursos del “Tigre” Acosta, quien había manifestado en sus discursos ante el Tribunal Oral Federal Nº 5 que había hecho gala de la “inteligencia” de la Marina, y que el mandato era “aniquilar a la subversión terrorista y a sus ideólogos”.
El abogado, a partir de los testimonios de las casi 200 personas que declararon en la causa, dio por probados los cinco operativos que entre el 8 y el 10 de diciembre secuestraron a las 12 víctimas del Grupo de la Santa Cruz. También aseguró que, bajo el alias de “Gustavo Niño”, el represor Alfredo Astiz se infiltró en junio del ’77 entre los familiares y llevó con él a las reuniones a una de las detenidas, Silvia Labayrú, para pasar desapercibido. “El operativo se decide a raíz de que le dan un volante en el que pedían por las personas desaparecidas. Él lo lleva y dice que era de un grupo marxista leninista, y Acosta ordena ‘matarlos a todos’”, agregó el letrado.
A través de los testimonios de sobrevivientes de la ESMA como Graciela Daleo, Sara Osatinsky, Martín Gras, Alberto Girondo y Juan Gasparini, la querella logró reconstruir el paso de las víctimas por la ESMA. Dieron cuenta de la llegada de las detenidas entre el 8 y el 10 de diciembre, de las salvajes torturas que sufrieron las monjas y Madres apenas ingresaron en el sótano del Casino de Oficiales, y de la foto que les tomaron a las religiosas para simular que habían sido raptadas por Montoneros.
Durante los pocos días de cautiverio, Sara Osatinsky se cruzó con una de las monjas en el baño: “¿Cómo está el rubiecito, esta acá?”, alcanzó a preguntarle la religiosa, quien aún no sabía que el “Ángel Rubio” había encabezado el operativo para detenerlas.
“Todas las víctimas sufrieron traslados y en cinco casos estos fueron sinónimo de homicidio, ya que el resto permanece desaparecido”, resaltó la querella en relación a los cinco cuerpos que fueron hallados en la Costa Atlántica.
Los traslados en la ESMA se hacían los miércoles, y según los testigos, los oficiales de inteligencia decidían esos días quiénes participaban de los vuelos de la muerte. “Yo hablo con Jesusito y me dice quién se va para arriba”, se jactaba Acosta.
Fuente:TiempoArgentino


Esma: “Estamos aquí en nombre de todos los argentinos que desean verdad y justicia”
El abogado de la Secretaría de Derechos Humanos, Martín Rico, dijo ayer en el marco de sus alegatos, que acusará a los represores que actuaron en el centro clandestino de detención de la ESMA "en nombre de los 30.000 desaparecidos y de todas las víctimas del terrorismo de Estado"

El juicio oral y público contra casi una veintena de represores que actuaban en el centro clandestino de detención que funcionaba en la ESMA durante la última dictadura militar, ingresó ayer en sus tramos finales con el alegato de la querella representada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

“En nombre de los 30.000 desaparecidos y de todas las víctimas del terrorismo de Estado”, el abogado Martín Rico de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, comenzó esta mañana su alegato.

Con este alegato el Tribunal Oral en lo Federal 5 comenzó a escuchar la acusación contra el destituido capitán de la Armada Alfredo Astiz y su camarada de armas Jorge "Tigre" Acosta, junto a otra decena y media de represores que intervinieron en el operativo clandestino realizado el 8 de diciembre de 1977 donde fueron secuestradas las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon y un grupo de Madres de Plaza de Mayo.

“¿Qué clase de peligrosos guerreros demoníacos eran las madres que buscaban a su hijos o dos religiosas que las ayudaban en esa búsqueda?”, se preguntó Rico tras reiterar que actúa, en este proceso, “en representación del Poder Ejecutivo, del gobierno que implementó políticas buscando el esclarecimiento” de los delitos de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura.

Los banquillos de los procesados los ocupan, además, el ex ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura, vicealmirante Oscar Montes junto a Juan Azic, Carlos Capdevilla, Ricardo Cavallo, Julio Coronel, Adolfo Donda, Juan Fotea, Manuel García Tallada, Pablo García Velazco, Alberto González, Antonio Pernías, Jorge Rádice, Juan Rolón, Raúl Scheller, Néstor Omar Savio y Ernesto Weber.

“Siguiendo instrucciones de (el ex presidente) Néstor Kircher y de (la actual Jefa del Estado) Cristina Fernández de Kirchner estamos aquí en nombre de todos los argentinos que desean verdad y justicia para dar vuelta la página más dolorosa de historia reciente”, dijo el letrado tras ponderar la política de derechos humanos de ambas gestiones.

“Como aseguró la Presidenta aquí no hay odio ni venganza sino voluntad de vivir” al tiempo que sostuvo que “no se busca humillar, sino recuperar a nuestras Fuerzas Armadas” aunque fustigó a “los militares que se apoderaron de las instituciones” el 24 de marzo de 1976, al tiempo que insistió en que “en la República Argentina, a partir de 1975 no hubo ninguna guerra, ni dos bandos, ni dos demonios”.

En este proceso, que comenzó el 11 de diciembre de 2009 y en el que declararon centenares de testigos, los jueces Daniel Obligado, Germán Castelli y Ricardo Farias, tienen previsto escuchar la semana próxima al abogado Horacio Méndez Carreras, querellante en representación de las religiosas francesas y a Luis Zamora, por el secuestro de la joven sueco-argentina Dagmar Hagelin.

Entre ocho decenas de casos los ex marinos son acusados, también, por los episodios que tuvieron como víctima al escritor y periodista Rodolfo Walsh, asesinado el 25 de marzo de 1977; cuando intentaba distribuir su “Carta Abierta a la Junta Militar” con motivo del primer aniversario de la fecha en que usurparon el poder.
Fuente:Telam                                                   

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