Tiempo Argentino recorrió junto a Hebe de Bonafini uno de los predios de la misión Sueños Compartidos
“Este barrio permitió que los pibes dejaran de ir a cartonear”
Publicado el 15 de Junio de 2011
Por Martín Piqué
El arquitecto Alejandro Orgueira, jefe de la obra en Tigre, explica que las viviendas se entregan totalmente equipadas, pero subraya que el emprendimiento sacó del mundo de las drogas y de la delincuencia a muchos de los operarios.
Hebe de Bonafini se baja de la combi envuelta en una enorme bufanda de color rojo. El frío y la humedad del Río Luján, que está a pocos metros, taladran los huesos de todos sus acompañantes. Es la carta de bienvenida al barrio Almirante Brown, uno de los emprendimientos de la misión Sueños Compartidos. Ubicado en el municipio de Tigre, justo al lado de la Villa Garrote, una de las más peligrosas de la zona norte, el predio ya muestra a 108 viviendas –departamentos de 1, 2, 3 y 4 dormitorios repartidos en 9 edificios con 12 unidades cada uno– casi listas para su inauguración: la entrega a sus ocupantes se concretará en tres meses. Hebe es recibida por los 180 trabajadores, todos habitantes de la villa vecina. Ellos son los futuros dueños. “Bienvenida, gracias por venir, fuerza”, le dicen entre abrazos, palmeadas y besos.
La titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo encabeza una visita en la que participan varios periodistas, entre ellos Tiempo Argentino, más dos equipos de exteriores de televisión: cronista, productor y camarógrafo del canal de noticias CN23, otro tanto del programa 6,7,8. La idea, propuesta por Hebe y la gente que la rodea en esta hora difícil, fue mostrar el resultado concreto de los proyectos de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Los organizadores se proponen transmitir en su justa medida el cambio que significó la misión Sueños Compartidos en la vida cotidiana de sus 5000 trabajadores. La recorrida se realizó ayer, en la fría mañana del martes, horas antes del allanamiento que se realizó en las oficinas de Pablo Schoklender por orden del juez federal Norberto Oyarbide (ver aparte).
“Pasen a ver el baño”, dice Hebe. Enfundada en la lana roja por temor a la gripe, pañuelo blanco y lentes oscuros, la titular de Madres pide que la sigan al baño de un departamento de tres ambientes: le falta la grifería, que se instalará poco antes de la entrega, pero se ven buenas terminaciones, materiales que no abundan en viviendas sociales. “Esta es la diferencia entre vivienda social y vivienda digna. Nosotros siempre decimos que las casas de Sueños Compartidos tienen que ser como las nuestras”, comenta uno de los colaboradores de Hebe. El arquitecto Alejandro Orgueira, jefe de la obra en Tigre, da las precisiones técnicas: “Las viviendas se entregan totalmente equipadas, con un juego de mesa y sillas, muebles de cocina, termotanque, baño completo y calefacción eléctrica de bajo consumo”, dice.
Entre los 180 operarios hay adictos a las drogas que intentan la recuperación, gente con antecedentes penales, familias que antes sobrevivían de la recolección de cartones y botellas. “Muchos de los chicos que trabajan acá han salido de las drogas, están en tratamiento. En cualquier empresa constructora no los tomarían nunca. Por eso repito que esto no es sólo construcción de viviendas: es un programa de inclusión social”, remarca Orgueira. Para describir el impacto social de la obra, el arquitecto cita algunas cifras. Son números incontrastables: “La primera vez que vinimos acá, hace dos años, podías ver en la entrada principal a unos 50 chicos que iban al colegio. Hoy, si llegás a las 7:30 de la mañana, ves a 500 chicos. Este barrio permitió que los pibes dejaran de ir a cartonear.”
La recorrida comienza sin que los 180 trabajadores interrumpan sus tareas. Se escucha el ruido de martillazos, en el departamento de al lado están colocando unos paneles. Luego se escucha el grito de “paren la máquina”, la mezcladora de cemento no tarda en detenerse. El arquitecto sigue con su explicación. Dos mujeres de alrededor de 40 años escuchan en un costado. Visten ropa de trabajo y casco de albañil: uno de los cascos tiene una pequeña identificación de bronce con la forma de un pañuelo. Las dos trabajadoras se acercan a Hebe. La más corpulenta se llama Nancy Rodríguez, 37 años, es una conocida referente social de la Villa Garrote: fundó un merendero, luego organizó a los vecinos para sumarse al proyecto de las viviendas. La acompaña Mónica Aguirre, de 44 años, quien se presenta como la responsable del pañol (donde se guardan las herramientas y los insumos de la obra).
Sin decir una palabra, Nancy y Mónica se acercan a Hebe y la abrazan, cada una a un lado. El arquitecto interrumpe su informe, las cámaras y los grabadores se acercan a las tres mujeres. Mónica cuenta que su amiga es una de las principales artífices del proyecto. “Un día, una personita empezó a querer cambiar la vida de toda la gente del barrio. Era su sueño, el sueño de sus papás y de sus abuelos. Y esa persona lo logró. Ella apostó a esto: es Nancy”, dice.
Hebe la escucha en silencio. “A pesar de las cosas que están pasando, nosotros seguimos con el trabajo –sigue Mónica y la emoción comienza a colarse en su voz–. Todos los días seguimos luchando. Porque acá no trabajamos solamente por un sueldo. Queremos un trabajo de todos los días. Trabajamos por nuestra vivienda. Nosotros creemos en el proyecto. Y acá estuvimos firmes, todos los días, apoyándolos a ustedes.”
La encargada del pañol completa su declaración, la ratificación de su confianza, y Hebe termina con los ojos empañados en lágrimas. La titular de Madres, conocida por su intransigencia y por su discurso lapidario, lagrimea en silencio. “Nosotros queremos mostrarle también a esa prensa, que muchas veces nos ignora, todo lo que no se ve. Queremos poder contarles la lucha nuestra de cada día. Porque esto, nosotros, lo vamos a defender. Todos los días, a las 7 de la mañana, nosotros salimos a luchar y proyectar lo que va a ser nuestra vivienda”, subraya Nancy.
De mucha ascendencia sobre el resto, Nancy cuenta a Tiempo Argentino las particularidades de la obra: en Sueños Compartidos trabajan varones y mujeres por igual. Entre el género femenino, hay albañiles especializadas en revoque y terminación fina, especialistas en herrería, pintura, electricidad. “Las mujeres no estamos sólo para lavar y limpiar la casa. Acá hacemos el trabajo del hombre. Y tenemos un gran grupo de compañeros varones que nos ayudan constantemente. Este proyecto es un sueño compartido, como dice su nombre”, dice.
Fuente:TiempoArgentino
Hebe seguirá trabajando
Publicado el 15 de Junio de 2011
Fue uno de los momentos más emotivos. A media mañana, luego de que el arquitecto ordenara suspender las labores para compartir un mate cocido, los 180 operarios se reunieron en el obrador donde reciben el desayuno, el almuerzo y la merienda. Sin ningún prólogo, sin anestesia como suele ser su estilo, Hebe de Bonafini se largó con una fuerte definició: “Estamos pasando por un momento muy difícil. Estamos peleando contra un monstruo muy fuerte. Pero yo les prometo que vamos a seguir trabajando y vamos a seguir luchando. Tienen mi palabra que no van a poder, vamos a seguir construyendo casas”, prometió. Los trabajadores la aplaudieron, los que estaban más cerca la abrazaron. “Esto va a seguir. Pinchar no se va a pinchar”, coincidió, convencido, el albañil Gustavo Sosa. Las obras no tardaron en reiniciarse.
Fuente:TiempoArgentino
OPINION
La voz de Hebe
Por Ricardo Forster *
1 La voz de Hebe se levantó cuando la mayoría callaba. La inflexión intempestiva de su palabra, nacida del dolor, reivindicó la dignidad en un país amasado por la mayor de las indignidades y por las diferentes formas de la complicidad. Hebe fue un grito que rompió el muro del silencio. Fue una voz destemplada e injuriosa como sólo sabe amasarla el habla popular que no buscó eufemismos para golpear en el corazón de la injusticia y del terror, pero que tampoco se calló cuando, ya en democracia, muchos exigían cerrar los expedientes de la dictadura. Hebe ha sido y sigue siendo, junto a otras voces de otras madres y abuelas, la conciencia de los silenciados, la palabra de los asesinados, la irreverencia de los que no se sometieron al poder ni aceptaron la irreversibilidad de la historia que se ofrecía como una política del olvido y la reconciliación.
Hebe, como las otras Madres y las Abuelas, y eso más allá de sus discrepancias que han sido duras a lo largo de los años, constituye lo mejor de nosotros mismos, el gesto de la rebeldía en aquellos momentos en los que pocos se atrevían a desafiar a los perros de la noche. Hebe no es Sergio Schoklender, ella no se deja capturar por el discurso de los canallas que se montan en una relación desdichada nacida de vidas dañadas por un mal que asoló al país para descargar su batería de miserabilidades contra las organizaciones de derechos humanos y contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Hebe, en su lenguaje directo y muchas veces cargado del barro del habla popular, allí donde el insulto reemplaza a la venganza pero reafirma la condición juzgadora que no acepta las componendas ni las políticas del olvido, ha dirigido sus dardos contra la impunidad y no ha dejado nunca de señalar a los responsables y a los cómplices del terrorismo de Estado. Ella ha sido y sigue siendo una voz que acusa a los profetas de la memoria corta, a los adalides de reconciliaciones fundadas en el borramiento de las responsabilidades.
Contra esa voz se ha organizado una campaña brutal y despiadada que viene ocupando las tapas de los principales diarios y las intervenciones del ejército de periodistas que parecen disfrutar la profunda amargura que atraviesa este momento de la vida de Hebe. Ellos están satisfechos, han esperado pacientemente su turno como las hienas que no han hecho ningún esfuerzo y que sólo se preparan para lanzarse contra la víctima inerme. Pero se equivocan. No conocen a Hebe ni la significación de su nombre y de su voz en el interior de la vida argentina. Nunca comprendieron quiénes fueron esas madres “enloquecidas” que giraron alrededor de la Pirámide de Mayo exigiendo la aparición con vida de sus hijos e hijas. Nunca creyeron que ese puñado de mujeres indefensas, débiles en apariencia, hubieran podido desafiar al poder más horroroso y homicida que se desplegó, durante años, en nuestra tierra, mientras los actuales adalides de la libertad de prensa se apresuraban a festejar y sostener a la dictadura.
Y ellas, sus voces, entre las que estaba desafiante y potente la de Hebe, estuvieron allí para salvar al país de su peor miseria: la del silencio absoluto, la de la complicidad abrumadora. Ellas nos recordaron que existían los resistentes y que entre los pliegues de un territorio abrumado por la represión emergían los rostros de quienes se cubrían con unos pañuelos blancos en los que habían escrito, con letra temblorosa y dolida, los nombres de sus hijos desaparecidos. Ellas han sido el agua pura en medio de la ciénaga contaminada. Ellas hablaron cuando los grandes medios de comunicación –los mismos que ahora se lanzan contra Hebe y contra lo mejor de una historia que fue impiadosa con ella y con sus hijos– se callaron. Cuando, peor todavía, eligieron ser cómplices de la mentira y del horror. Y la voz de Hebe, con su intemperancia, con su radicalidad que parecía excesiva, con sus inflexiones atravesadas por lo inclaudicable de una lucha sin reclamos de violencia ni de venganza por mano propia, estuvo siempre ahí para injuriar cuando la injuria se convirtió en la única garantía de una memoria amenazada por los cantos de sirena de aquellos que proclamaban que ya era llegado el tiempo de mirar hacia adelante sin rencores ni reproches. Dura, exagerada, inclemente, extrema, caprichosa, injuriosa como sólo sabe injuriar quien fue brutalmente dañado, todo eso ha sido la voz de Hebe.
Pero también ha sido una voz de la memoria, de la recuperación de valores que fueron pisoteados por el odio de los poderosos, de una militancia infatigable que buscó reconstruir los puentes con los jóvenes y con los humildes en nombre de las voces desaparecidas de sus hijos que volvieron a encontrarse con la historia y con las nuevas generaciones a través de la voz de las madres. Una voz que, nacida de una historia quebrada y dolorosa, también supo y sabe de equivocaciones que no podían ser ajenas a la extraordinaria dureza de una travesía sin mapas previos ni certezas probadas, pero que siempre actuó desde la profundidad de una convicción inclaudicable cuando la mayoría miraba hacia otro lado: la convicción de luchar contra viento y marea por la verdad y la justicia en una tierra arrasada. Impudicia de quienes intentan aprovecharse de un daño infligido por quien traicionó confianza y generosidad, para arrojarse, como aves de rapiña, sobre la voz de Hebe.
2 Una voz, entramada con otras voces inaudibles para la mayor parte de los argentinos, que se alzó contra la violencia que se cebó en miles de cuerpos de hombres y mujeres que fueron arrasados por una represión alucinada por mentes febriles para hacer del país una tierra para pocos en la que no quedaría ni siquiera el recuerdo de sus rebeldías y de sus resistencias. Los esbirros del ’76 creyeron que su política de arrasamiento y de terror terminaría por minar hasta el nombre de aquellos que lucharon por la igualdad y la justicia. No imaginaron, ni siquiera en sus delirios pesadillezcos amparados por la noche del horror, que un puñado de madres enloquecería su estrategia de sometimiento y de olvido. Nunca creyeron que serían desafiados por quienes sólo tenían su dolor y su amor inconmensurable como armas para confrontarlos. Las creyeron “locas”, alucinadas caminantes de rondas fantasmagóricas a las que muy pocos argentinos siquiera les prestaron atención mientras el país se preparaba para el Mundial de Fútbol y para el jolgorio de la plata dulce. Creyeron que nadie se atrevería a rebelarse contra la impunidad de un poder desenfrenado en su capacidad destructiva. Se equivocaron. Ellas insistieron incluso después de que las garras homicidas desgarraron los cuerpos de algunas de las primeras madres que se atrevieron, más allá de toda valentía, a gritar su dolor y a exigir por la vida de sus hijos e hijas.
Una voz de la dignidad que reclamó para sí el derecho irrenunciable a injuriar a quienes habían cometido el peor de los crímenes y a aquellos que, disimulando sus complicidades, quisieron, una vez acabada la noche de la dictadura, bañarse en las “aguas puras” de una inocencia agusanada. Hebe recordó, nos recordó, que las voces de los insepultos seguían allí, entre no- sotros, clamando por una justicia que se les negaba mientras el mismo gobierno democrático que en un principio había juzgado a los principales responsables después retrocedió impulsando las leyes de la impunidad que confluirían con los vergonzosos indultos del menemismo. Hebe, con sus palabras roncas, duras, extremas, injuriosas, inclementes y atravesadas por los ecos de Antígona, nunca se calló, siempre estuvo ahí exigiendo una justicia que parecía imposible. Supo de desencuentros con las otras madres, pero también supo de un empecinamiento que golpeaba duro contra las formas encubiertas de la complicidad sabiendo, como lo sabía alguien que se forjó a sí misma desde el dolor y la fuerza intempestiva que nació de la ausencia de sus hijos, que muchos de los que actualmente se ofrecen como defensores de los derechos humanos y de la transparencia republicana fueron cómplices de los perros de la noche, sacerdotes mediáticos del culto a la muerte que dominó los años de la dictadura.
Su odio, el de los cómplices, esperó con paciencia el momento para descargarse contra esa voz profética que incomodó desde siempre no sólo al poder sino, también, a una sociedad que prefería el olvido y la desrresponsabilización. Hebe siempre les recordó sus bajezas y sus negociados. Nunca dejó de gritarles la impudicia del encubrimiento ni la cobardía de tantos buenos vecinos y vecinas que siguieron viviendo sus vidas mientras el país era un infierno y que luego declararían su absoluto desconocimiento ante el horror que se desarrollaba delante de sus ojos. Hebe alteró siempre la buena conciencia de miles de argentinos empapados de inocencia. Y eso, Hebe lo sabe, no se perdona. Ni ayer ni hoy.
Por todo eso fue también su voz la voz de un sueño; la búsqueda de alguna forma de reparación y no sólo el testimonio de un dolor inconmensurable y sin redención. Ella soñó junto a otras madres con un proyecto que les permitiese construir vida y dignidad donde había desolación y miseria. Creyó que sus pañuelos podían encontrar otros sentidos y otras prácticas. Su decisión, y el arrojo para llevarla adelante, fueron acertados, algo que sólo podía salir de una fuerza nacida de lo más profundo de cuerpos débiles y ajados por las terribles pruebas de la vida. Hebe, su voz, se volvió a levantar para construir dignidad. Y esa decisión no queda entredicha ni es cuestionada por la acción envilecida y traidora de quien o quienes recibieron, cuando nunca lo hubieran imaginado, el amor de Hebe.
La prensa canalla está cebada. Cree, de la misma manera que lo creyó durante el conflicto con el “campo” o durante las semanas posteriores a las elecciones de junio de 2009, que encontró lo que estaba necesitando para horadar al Gobierno lastimándolo donde más le duele. Cree que la fortaleza de una anciana de 83 años está debilitada y a punto de desmoronarse. Se preparan, con su eterna mezquindad y sus escribas a sueldo, para tomar por asalto la causa de los derechos humanos. Sus mandíbulas están abiertas y despiden el aliento fétido de la revancha, esa que persiguen desde el día del retorno de la democracia. Pero se equivocan una vez más. Hebe, ahora, somos todos los que seguimos soñando con una sociedad más justa. Ya habrá tiempo para hacernos cargo de lo que ha significado Schoklender, tal vez el más pérfido Caballo de Troya que el azar y los componentes malditos de una historia de horror supo introducir en el seno de quienes con valor inconmensurable resistieron todas las tormentas del mal. Si existe una causa sagrada e inviolable en un país que supo conocer todas las formas de la injusticia, esa causa ha sido y sigue siendo la de las Madres de Plaza de Mayo (sea la de la Asociación o la de Línea Fundadora que, a los ojos de la historia, son iguales en dignidad y en coraje). Por eso, hoy, ahora y siempre... todos somos Hebe.
*Doctor en Filosofía, profesor de la UBA y la UNC.
Fuente:Pagina12
Carta del MEDH a la Asoc. Madres de Plaza de Mayo
Por Casa de DDHH de Santa Fe
Jun. 14, 2011
A la Asociación Madres de Plaza de Mayo
MOVIMIENTO ECUMÉNICO POR LOS DERECHOS HUMANOS
Moreno 1785 – 1. Piso – C 1093 ABG BUENOS AIRES – Argentina – Tel. 4382-5957
Pentecostés, 12 de Junio de 2011.
A la Asociación Madres de Plaza de Mayo
Sra. Presidenta Hebe Pastor de Bonafini
Estimadas compañeras,
Caminamos juntos desde el tiempo mismo del terrorismo de Estado compartiendo el compromiso por la Memoria , Verdad y Justicia. Del mismo modo, compartimos con ustedes hoy con dolor y conmoción la lamentable situación que está viviendo la Asociación Madres de Plaza de Mayo y por extensión todas las Madres y todos nuestros organismos de Derechos Humanos. Pues, estamos convencidos, que los hechos en cuestión no afectan sólo a un organismo sino a todos, por encima de las divergencias políticas, institucionales y de objetivos que nos diferencian. En este sentido consideramos indigno, que algunas voces aprovechen este momento para agresiones personales que no tienen nada que ver con las cuestiones concretas que fueron denunciadas. Sí nos reafirma lo que siempre dijimos y seguimos sosteniendo con absoluta claridad en el MEDH: Los organismos de Derechos Humanos, para poder realizar con transparencia y credibilidad sus objetivos fundamentales, deben ser en todo momento absolutamente independientes del Estado Nacional y de cualquier estado extranjero, tanto en cuestiones políticas como económicas.
Por eso, más allá de los hechos en si, que sin dudas deberán ser exhaustivamente investigados y juzgados por las instituciones competentes y responsables del Estado, en el MEDH nos genera un profundo malestar e indignación y por lo tanto un claro rechazo el oportunismo de los medios concentrados y los gerentes políticos de los grupos económicos dominantes. Porque a nadie se le puede escapar que en realidad están utilizando lo ocurrido puntualmente en una institución para promover una campaña de sospecha y desprestigio destinada a empañar toda la tarea realizada en el pasado y que siguen realizando los organismos de Derechos Humanos en la Argentina.
Por todo ello estamos convencidos que el esclarecimiento de los hechos y responsabilidades permitirá a la Asociación Madres de Plaza de Mayo salir fortalecida y renovada de este momento difícil, ya que creemos firmemente en las palabras de Jesús que nos dice: “La verdad os hará libres” (Juan 8:32).
Cordialmente,
Por la Junta Pastoral del MEDH
Pastor Rodolfo R. Reinich
Obispo Frank De Nully Brown
Obispo Marcelo Melani
Copresidentes
Pastor Dr. Arturo Blatezky
Coordinador
Fuente:IndymediaRosario
SOLIDARIDAD DE APDH-TUCUMÁN.
Las Madres de Plaza de Mayo fueron, son y serán las que mantuvieron en alto la dignidad de nuestro pueblo,en las horas negras de la peor dictadura que asoló a nuestro pueblo y el símbolo de la resistencia al genocidio. Su historia y su lucha por los derechos humanos tienen hoy reconocimiento en todo el mundo.En otras latitudes,donde otras madres buscan a sus hijos/as, recogen su ejemplo de coraje y valentía.
En estos momentos una serie de hechos,que deberán ser investigados a fondo por la Justicia y castigados con todo el peso de la Ley sus responsables,son esgrimidos por sus enemigos de toda la vida,para intentar empañar la figura de las Madres y su transparente búsqueda de la Verdad y Justicia. Frente a ello, brindamos todo nuestro apoyo solidario a la Asociación Madres de Plaza de Mayo y a su Presidenta Hebe de Bonafini.Es una afrenta,para los que defendemos la democracia y luchamos por la plena vigencia de los derechos humanos,ver a hijos,parientes y cómplices de genocidas erigirse en detractores de la figura inmensa de las Madres.
Todas las Madres,desde las más visibles hasta las más silenciosas y anónimas, desde las que con su liderazgo convocan a las nuevas generaciones que cada jueves las acompañan,hasta las que en los lugares apartados, y muchas veces hostiles,llevan casi en solitario su lucha y su reclamo,deben sentir y saber, que,permanece inalterable en el corazón de la mayoría de nuestro pueblo ese canto que hicieron suyo millones de gargantas: “Madres de la Plaza el Pueblo las abraza”
APDH-DELEGACIÓN TUCUMÁN
ATILIO CASTAGNARO
PRESIDENTE
ESTELA MARÍA ASSAF
VICEPRESIDENTA
Fuente:Agndh
No hay comentarios:
Publicar un comentario