23 de junio de 2011

ROBO DE BEBÉS: DECLARÓ UNA SOBREVIVIENTE DE CAMPO DE MAYO.

UNA SOBREVIVIENTE DE CAMPO DE MAYO DECLARO POR EL PLAN SISTEMATICO DE ROBO DE BEBES
Las fichas de la vicaría castrense
Beatriz Susana Castiglione contó que el vicario Victorio Bonamín tenía durante la dictadura fichas con personas desaparecidas e información de los represores. Habló de las embarazadas que vio en el centro clandestino.
Por Alejandra Dandan

Beatriz Susana Castiglione fue secuestrada cuando estaba embarazada de ocho meses.Imagen: Bernardino Avila

Beatriz Susana Castiglione estuvo en Campo de Mayo secuestrada durante casi dos semanas, embarazada de ocho meses. Es una de las pocas sobrevivientes del campo de exterminio y, entonces, testigo en innumerables causas. Es psicóloga, especialista en salud mental. Cuando salió del campo clandestino, un pariente ya había concertado una cita con el vicario castrense Victorio Bonamín y decidió de todos modos ir a verlo. Ante aquel hombre que hablaba de la presencia de dios en los soldados, explicó dónde había estado Beatriz, y que de todos modos ella ya estaba liberada. Bonamín se apartó un momento para buscar algo en unas fichas y ante el descrédito del pariente que como católico no podía creer lo que veía, el vicario preguntó: “¿Usted dice que su parienta salió?”. Y luego: “Porque estaba para salir más adelante”.

Beatriz fue convocada como testigo del juicio de robo de bebés para declarar sobre la presencia de dos embarazadas, parte de los expedientes que se ventilan en la causa: una de ellas, Silvia Quintella, madre de Francisco Madariaga Quintella, y la otra, Norma Tato, madre de Hernán, apropiado por Norberto Atilio Bianco, represor, médico del Ejército en Campo de Mayo y cuyo pedido de extradición todavía está pendiente en Paraguay.

La declaración
Beatriz militó en la JP hasta la muerte de José Ignacio Rucci en 1974. La secuestraron el 17 de abril de 1977 en un departamento en el centro de Buenos Aires. Tenía un hijo de dos años al que la patota dejó con un vecino. Se llevaron a ella, embarazada, y a su marido, Eduardo Cova Rías. “Cómo era el lugar a donde nos llevaron no puedo decirlo porque estaba encapuchada”, advirtió en un juego entre pasado y presente. “Sé que llegamos después de un viaje largo, el auto se paró, nos bajaron, nos recibe una voz y nos dicen ‘éste es un lugar clandestino: ustedes están ilegales, a partir de ahora tienen un numero (a mí me dieron el 229, a mi marido el 230), no pueden decir su nombre, de acá ni Videla los va a sacar y de ahora en adelante se tienen que nombrar con el número’”.

Beatriz estuvo a cargo de esa voz que aún no reconoce. Un alias apodado “Cacho”, quien se presentó como su custodio y a quien le preguntó: “¿Y ahora nos van a matar?”. “No, no, no, no –le advirtió Cacho–, acá no se mata a nadie.”

Después, empezó a reconocer botas, uniformes de fajina verdes y borceguíes. Con los días, después del miedo, habló con otros detenidos. Reconoció a las embarazadas. Norma Tato, a quien no conocía pero sabía que era la segunda mujer de Jorge Carlos Casariego. A Mercedes Barreiro, también embarazada. Y en otro pabellón, a Silvia Quintella, a Casariego y a Beatriz García Recchia, también embarazada.

Las embarazadas eran tratadas como el resto de los detenidos. Beatriz tenía una cama, pero las otras prisioneras dormían en colchones sobre el piso: “Era todo muy arbitrario”, dijo Beatriz. “Cuando me tomaron declaración, me amenazaron diciéndome que no importaba, que si yo no quería decir nada, que no diga nada: me decían mentirosa y ‘nosotros tenemos todo el tiempo del mundo, así que después que tengas a tu pibe, te vamos a reventar’”.

La sospecha
Una vez, le preguntó a Cacho por un detalle. “¿Cómo es que va a llevar la ropita a mis padres? ¿Cómo es que van a llevar a mi hijo?” Estaba segura de que era una cosa complicada: “Era incomprensible –dijo–, porque si te dicen que estás ilegal, que tenés un número, que estás clandestino y te sacan a un hijo y mi hijo aparece y se lo dan a mis padres, quiere decir que yo estoy en algún lugar”. El custodio le dijo que no se preocupe, que era así, que se lo iban a entregar a los familiares. Pero Beatriz no le creyó. Empezó a decirlo entre sus compañeras. “No es lógico”, decía. “Sigamos este razonamiento: ¿cómo van a hacer aparecer la criatura ante nuestros familiares?”.

Y dijo: “A mí no me cerraba esa parte, pero recuerdo como si fuera hoy que Tina me dice: ‘¡Noooo, los milicos con los pibes no joden!’. Me lo acuerdo y lo digo porque era como impensable otra cosa. Te tienen hasta tener el nene o la nena, después nos llevan a matar porque era ésa la amenaza ¿y después nuestro hijo va a aparecer? No era lógico: ¿se entiende lo que estoy diciendo?”.

Beatriz estuvo parte del tiempo destabicada, por eso puede dar cuenta de lo que ahora puede dar cuenta. El 2 de mayo llenó un papel con su nombre; datos sobre la militancia. Ese día pidió hablar con el encargado de inteligencia, el modo de llamar adentro a los torturadores. Le preguntó con la voz quebrada dónde y bajo qué condiciones iba a tener a su hijo. El torturador le preguntó por la fecha de parto. Ella dijo el 25 de mayo. Bueno, piba, le dijo el otro: “Anda, pronto vas a tener noticias mías”.

Al otro día le ordenaron bañarse. Cacho le dijo que iba a recibir el mejor regalo de su vida. Volvieron a juntarla con su marido. “Yo me caí de los nervios –explicó– y nos dijeron: ‘En el nombre del Ejército Argentino les pedimos perdón, con ustedes nos equivocamos’, y nosotros les agradecimos.”

Beatriz no tenía modo de conectarse con familiares de los prisioneros. Y no supo que muchos de-saparecieron hasta el momento de la Conadep. Cuando terminó de declarar dijo: “Lo único que quiero agregar es sobre la importancia de la Justicia en lo personal y como ciudadana –explicó–: cómo me parece fundamental llegar al fondo de esta historia y me parece no ya importante, sino fundamental, que se lleve a cabo, como trabajadora de la salud mental puedo dar testimonio de esto”. Y agregó: “Quiero agradecer a las Abuelas porque yo podría haber estado muerta y las Abuelas buscando a mi hijo”.
Fuente:Pagina12


Julia Plaza
Julia Plaza era compañera de militancia de Norma Tato y de Jorge Carlos Casariego. Fue convocada a la audiencia de robo de bebés para declarar sobre ellos, el embarazo y la detención en Campo de Mayo. Es una de las pocas testigos que pueden declarar. Los padres de Norma y de Jorge están muertos. Julia, que estuvo exiliada durante la dictadura, sin embargo pudo verlos antes de la muerte, en 1978, durante una de sus vueltas transitorias. En esa ocasión, el padre de Jorge le advirtió que su hijo y su nuera, que estaba embarazada de cinco meses, estaban desaparecidos. Le dijo además que estaban convencidos de que estaban por dejarlos en libertad. Que habían vendido un departamento y un campo pequeño para pagar el rescate a un tal Bianco, alguien de Campo de Mayo. Ese Bianco de quien Julia no sabía más datos podría ser el médico de Campo de Mayo, el único Bianco del centro de exterminio, la persona que terminó apropiándose del niño.
Fuente:Pagina12


Lo aseguró beatriz castiglione, una sobreviviente del centro clandestino el campito
El vicario castrense tenía la lista de embarazos
Publicado el 23 de Junio de 2011
La única embarazada que logró salir con vida de la detención ilegal en Campo de Mayo, donde convivió con varias mujeres que permanecen desaparecidas, reveló que un cura del Ejército registraba el estado de las prisioneras.

Beatriz Castiglione, sobreviviente del centro clandestino El Campito, que funcionó en Campo de Mayo, aseguró ayer que el vicario castrense Victorio Bonamín contaba con listas de las detenidas embarazadas. Lo hizo al declarar como testigo en el juicio oral que sigue el Tribunal Oral Federal 6 por el Plan Sistemático de robo de bebés.
La testigo, quien estuvo detenida en Campo de Mayo con ocho meses de embarazo, reveló que su primo hizo gestiones ante el religioso del Ejército para obtener información sobre su paradero. Cuando más tarde fue liberada, sólo 16 días antes de dar a luz, su primo le informó a Bonamín sobre su liberación y el cura le respondió: “¿Cómo que tu pariente ya salió? Estaba para salir más adelante.”
Castiglione es la única embarazada que logró salir con vida del cautiverio en el centro clandestino de detención que funcionó en Campo de Mayo, y su testimonio es clave en el juicio oral porque otorga pruebas sobre el carácter sistemático de las apropiaciones de los hijos de las detenidas.
En el Campito, la sobreviviente convivió con Norma Tato y Jorge Casariego, alias “Pirincho”, a quien conocía de la militancia en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP).
Norma Tato dio a luz a un varón en julio de 1977, asistida por otra detenida en el cuarto enfrente al Pabellón Uno. Su hijo es Pablo Casariego Tato, quien recuperó su libertad tras casi 30 años de apropiación por parte del médico del Ejército Norberto Atilio Bianco.
La testigo también recordó a Silvia Mónica Quintella Dallastra, esposa de Abel Pedro Madariaga, quien declaró ayer al igual que su hijo recuperado, Francisco Madariaga. Rememoró que la mujer se encontraba en el séptimo mes de gestación y que por ser médica asistió a Oscar “Cacho” Scarpatti, quien había ingresado al centro clandestino con varias heridas de bala. También señaló que sus torturadores le decían que después que tuviera su bebé la iban a “reventar”.
Relató también que los represores les hacían creer a las mujeres que sus hijos serían entregados a sus abuelos cuando en realidad eran llevados por militares o familias cercanas a ellos. “Vos no te preocupés porque tu hijo va a ir con tus padres”, contó que le dijo uno de los guardias, pero aseguró que “los chicos no fueron entregados a sus familiares. El hijo de Norma Tato y Jorge Casariego, así como Francisco Madariaga, fueron recuperados años después de su apropiación.”
Fuente:TiempoArgentino


El apropiador Gallo
Francisco Madariaga terminó ayer su declaración en el juicio por su apropiación contra Víctor Gallo (foto) y Susana Colombo. “Después de una golpiza contra Colombo, a Gallo se le prohibió acercarse a la casa, esto fue en los ’90, en ese momento cae preso, entraba y salía todo el tiempo”, contó el hijo del secretario de Abuelas de Plaza de Mayo, que definió a su apropiador como “un monstruo”. Colombo y Francisco entraron a un programa de protección, pero Francisco dijo: “Yo ya estaba tranquilo y en paz estando en la casa de las Abuelas”.
Fuente:Pagina12

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