10 de julio de 2011

CAYÓ JUAN JOSÉ POMARES, EL PIPI.

Cayó Pipi
Año 4. Edición número 164. Domingo 10 de julio de 2011
Por Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal
Pomares. Pipi en un acto en homenaje a José Ignacio Rucci, realizado en 2009.
Tras las publicaciones de este dominical, Juan José Pomares fue detenido por cuatro asesinatos cometidos por la CNU. Dos sobrevivientes lo reconocieron.

Durante años pensó que, reciclado en el PJ bonaerense y con un puesto en un bloque del Senado provincial, iba a zafar. Pero no ocurrió. Juan José Pomares (a) Pipi fue detenido el martes a la noche por orden del titular del Juzgado Federal Nº3 de La Plata, Arnaldo Corazza, en el marco de la causa que investiga los secuestros y asesinatos del sindicalista Carlos Antonio Domínguez, del estudiante de la Universidad Nacional de La Plata Guillermo Miceli, y de la pareja de militantes formada por Graciela Martini y Néstor Hugo Di Noto, todos ellos cometidos por el grupo de tareas de la Concentración Nacional Universitaria comandado por Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio. La CNU platense operaba con total impunidad –en zonas liberadas por la Bonaerense–, amparada primero por el gobierno peronista de Victorio Calabró y luego por el jefe del Regimiento 7 de Infantería, coronel Roque Carlos Presti. Corazza también ordenó la captura del ex policía Roberto Antonio Storni, integrante de la misma patota. Pero al escribirse estas líneas, aún no había sido detenido.
Pomares fue indagado el jueves pasado por el juez, quien deberá resolver su situación procesal en los próximos días. Junto con Castillo, son los únicos detenidos que tiene la causa, que permaneció inmovilizada durante décadas. El resto de los miembros de la banda, involucrados en estos y otros crímenes que Miradas al Sur viene investigando y publicando, aún permanece en libertad.
La participación de Castillo y Pomares en los secuestros y asesinatos de Graciela Martini y Néstor Hugo Di Noto fue denunciada por dos sobrevivientes de esa operación (cuyos apellidos este dominical mantiene en reserva, pero están en conocimiento de la Justicia), quienes los reconocieron. La investigación de Miradas al Sur confirmó su relato de los hechos y –apoyada en otras fuentes– pudo identificar a otros integrantes del grupo de tareas que actuó esa noche.

Madrugada del 4 de abril de 1976. El taxi que conduce Daniel P. no se detiene frente a la casa de Graciela Martini, en Villa Elisa. Hay luz en una de las ventanas y la joven no quiere discutir con su padre esa noche. Le pide a Daniel que esperen un rato para estacionar, que siga de largo. A las dos parejas que llegan a Villa Elisa se les hizo tarde comiendo pizza en La Plata. Por suerte, Daniel tiene esa noche el taxi de su abuelo para llevarlos de vuelta. A bordo viajan Daniel P. y su mujer, Adelaida B., Graciela Martini y su novio, Néstor Hugo Di Noto. Preocupados por la luz de la ventana que anuncia problemas, los jóvenes no le prestan atención a los dos autos estacionados cerca de la casa.
Cuando pasan por segunda vez por el domicilio de Graciela –donde la luz sigue presagiando un enojo paterno– los dos autos arrancan de golpe. Daniel P. los ve, se asusta y acelera. Entonces, desde uno de ellos, un Peugeot 504, empiezan a dispararles. La persecución es corta. “Nos acribillaron de tal manera que las gomas del coche reventaron y quedamos varados”, recordará Adelaida 35 años después, en su declaración de los Juicios por la Verdad, el 13 de abril pasado. “Los balazos pasaron y quedaron en el tanque de nafta del baúl, por eso no nos dieron”, corroborará Daniel en la misma circunstancia.
El taxi queda detenido en el Camino Centenario, a la altura de la calle 422. La patota baja del Peugeot y de otro auto, cuya marca no distinguen. Los sacan del taxi a los empujones, los revisan y los ponen en fila mientras preparan las armas para fusilarlos. Son siete u ocho hombres jóvenes que cargan pistolas e Itakas.
Los sobrevivientes de esa noche reconocen a dos de los integrantes del grupo. Son Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio y Juan José Pomares (a) Pipi. La investigación de Miradas al Sur permite agregar otros nombres: Antonio Agustín Jesús (a) Tony, Alfredo Ricardo Lozano (a) Boxer, Martín Osvaldo Sánchez (a) Pucho y Ricardo Calvo (a) Richard. Más tarde entrará en escena otro personaje.
–¡Fuego!– ordena el jefe en la banquina del Camino Centenario. Disparan.
Incrédulo de seguir vivo, Daniel P. piensa: “Tiraron al aire. Es un simulacro”. Más tarde sabrá, también, que lo confundieron con su hermano, que no saben que está preso desde 1975. Con Graciela Martini, en cambio, no se equivocan. El que parece el jefe de la patota la mira a los ojos.
–¡Te encontramos, rubia hija de puta!
Los suben a los cuatro, juntos, en el asiento trasero de uno de los autos y parten en dirección a La Plata. “Cierren los ojos”, ordena uno de los secuestradores. No tienen otra alternativa que obedecer. El tipo que les da la orden desde el asiento delantero los está apuntando con una Itaka. “Lo que recuerdo es que yo pude ver a una persona muy joven que estaba hablando con el otro coche por una radio, estaban muy enardecidos. Nosotros, menos mi ex marido, íbamos rezando en voz alta”, relatará 35 años después Adelaida.
Cuando el auto se detiene, no saben dónde están. Todo está oscuro. Antes de que comiencen los gritos arrancados por la tortura, Adelaida y Daniel escuchan “sonidos” que identifican como de animales, de diferentes animales. No pueden saberlo, pero están en diagonal 113 y 65, contra los fondos de la Facultad de Agronomía, muy cerca de un predio donde están alojados diversos animales utilizados por la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata. No saben que ahí funciona una casa operativa de la Concentración Nacional Universitaria donde la patota guarda algunas armas y acostumbra a torturar a quienes secuestra, antes de matarlos.
Bajan a Graciela Martini del auto y la meten en la casa. “Siento los gritos de ella, el desgarro total de la tortura que le están infringiendo, los insultos, sus gemidos y su voz que decía: ‘no sé nada, no sé nada’”, recordará Adelaida ante los jueces. Un rato después la sacan casi inconsciente y la meten en el baúl del otro auto.
Es el turno de Néstor Hugo Di Noto. Adelaida jamás podrá olvidarlo: “Lo que nunca voy a dejar de recordar es el grito ensordecedor que parecía el bramido de un animal. Después me dijeron que le tajearon los testículos”, relatará.
Daniel P. y Adelaida B. piensan que les ha llegado la hora. Cuando creen que van a meterlos dentro de la casa aparece un hombre corpulento, mayor que los otros, y les pregunta los apellidos. Cuando escucha el de Adelaida, le pregunta:
–¿Qué relación tiene usted con la familia B.?
–Soy la hija menor.
Entonces ocurre algo impensado. El gordo le acaricia la cabeza.
–Vos sos hermana de alguien que tiene altos valores morales, de una persona recta, de bien. ¿Cómo puede ser que estés con estos asesinos?– le dice y, sin esperar respuesta, se da vuelta y les habla a los otros:
–A estos dos chicos no los tocan.
Treinta y cinco años después, el sentido de la escena quedará revelado con una explicación de Daniel P. en el Juicio por la Verdad. “El hermano de mi ex mujer era militante nazi, pertenecía a Tradición Familia y Propiedad, era amigo de este hombre”, dirá. Y agregará: “Este hombre también era nazi, tenía una librería muy conocida en la ciudad”.
La investigación de Miradas al Sur identificó al “librero nazi”: Patricio Errecarte Pueyrredón, también integrante de la CNU, propietario de la desaparecida librería La Barca, de diagonal 79 entre 55 y 56.
El Indio Castillo no está muy convencido de liberarlos. La patota de la CNU no acostumbra a dejar sobrevivientes en su camino. Les sucedió una vez, por error, cuando un secuestrado se les escapó del baúl de un auto. Pero este no es el caso. Castillo conversa aparte con Errecarte Pueyrredón y vuelve a donde están los dos jóvenes.
–De nuestras caras se olvidan, no hablen con nadie de esto, porque son boleta. Ustedes iban al muere y este hecho lo borran de su memoria– les dice.
Daniel P. y Adelaida B. reciben la orden de subir de nuevo al Peugeot. “Cierren los ojos”, les dicen. Minutos más tarde los dejan, vivos, en La Plata.
Al día siguiente, los cadáveres de Graciela Martini y Néstor Hugo Di Noto aparecen, acribillados, en un descampado de City Bell.
Ahora, Pomares, Castillo y los demás deberán responder por esas muertes.

• EXPULSIONES Y QUERELLAS
Como resultado de la investigación de Miradas al Sursobre los crímenes cometidos por la Concentración Nacional Universitaria, la Secretaría Legislativa de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires exigió la renuncia de dos reconocidos integrantes de esa banda que tenían importantes cargos en la Legislatura. Se trata de Antonio Agustín Jesús (a) Tony, hasta hace pocos días director de Relaciones Legislativas, y de Ricardo Calvo (a) Richard, quien tenía a su cargo la Dirección Legislativa de la Cámara. Calvo la presentó el 21 de junio y Jesús el 5 de este mes
“Nos enteramos de quiénes eran a partir de la investigación que viene publicando Miradas al Sur y derivamos el tema a la Secretaría Legislativa, que tomó las medidas que creyó necesarias. Esto es administrativo, ahora la Justicia deberá establecer sus responsabilidades en los delitos de los que se los acusa”, dijo a este dominical una alta fuente de la Legislatura bonaerense.
Jesús había ingresado a la Cámara como empleado en febrero de 1984 y fue promovido a director en diciembre de 2003, cuando el presidente de la Cámara era Osvaldo Mércuri.
Por su parte, Calvo ingresó en mayo de 1984 y fue nombrado director legislativo durante la presidencia de Ismael Pasaglia.

Nuevos querellantes. La Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, a cargo de Sara Derotier de Cobacho, se presentó esta semana como querellante en la causa. Lo mismo hará antes de fin de mes la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que conduce Eduardo Luis Duhalde.
Por otra parte, Miradas al Sur pudo saber que también iniciarán querellas los familiares de otras tres víctimas de la patota de la CNU: Mario Alberto Gershanik, Salvador De Laturi y Luisa Marta Córica.
Fuente:MiradasalSur

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