1 de Julio de 2011
La historia de las hermanitas que un día se convirtieron en hijas de desaparecidos
“El tiempo me hizo leer con muchos ojo”, la frase pertenece a Alfredo Puente, cuñado y padre adoptivo de las hijas del matrimonio de Rafael Olivera y Nora Rodríguez. Ambos desaparecidos durante la dictadura militar de 1976. Además, declaró la directora del jardín escolar donde asistían las chiquitas. Relatos desde el núcleo familiar.
por Denise Kemelmajer
Rafael Olivera y Nora Rodríguez.
En los tribunales federales de Mendoza se vivió la jornada 68 del juicio que se desarrolla contra los represores acusados por secuestros y desaparición forzadas de personas. Frente al tribunal atestiguaron Alfredo Ricardo Puente y María Mirta Perecic por el caso de las desapariciones de los sociólogos: Rafael Olivera y Nora Rodríguez Jurado.
Tío de sangre, padre del corazón
Alfredo Ricardo Puente es padre de catorce hijos, siete de sangre y cuatro del corazón. Las niñas que eligió adoptar son Ximena, María Soledad, María del Rosario y Guadalupe, hijas del matrimonio de Olivera-Rodríguez que quedaron abandonadas luego de la desaparición de sus padres durante la época más oscura en nuestro país.
La historia se sitúa entre Buenos Aires, San Pedro, San Nicolás, San Juan y Mendoza. Con cierta serenidad, Puente comenzó a relatar que “Palito” (sobrenombre de Rafael), oriundo de Capital Federal, era un hombre con fuerte ideología comunista al igual que su señora y que pertenecían a la organización Montoneros.
El testigo pudo presentar frente a los jueces y las partes, una carta escrita por puño y letra de Rafael que fue enviada desde Alemania el 1 de agosto de 1970. Allí estudiaban entender cómo se podía complementar la ideología comunista-social con la doctrina social católica y el texto contaba cómo iba el embarazo de Nora; sus visiones políticas, sociales y económicas de aquella época.
"Ellos volvieron de Alemania a Buenos Aires con dos hijas y toda la familia los esperábamos. Me acuerdo que en una conversación que tuve que con él, me dijo que tenía la necesidad de tomar el poder a través de las armas", comentó Puente.
Por lazos familiares mantenían una estrecha relación a pesar de la distancia ya que Puente y su familia vivían en San Pedro. Tanto era el cariño que se otorgaron mutuamente, el compromiso de ser padrinos de cada uno de sus hijos. Olivera en la carta le pedía a su cuñado que si alguna vez le faltaba su bebe, sea él quien le enseñe “el camino del señor”.
En 1971 el matrimonio se trasladó a San Juan supuestamente por trabajo, en donde él se desempeñó como profesor universitario, y ella en la Secretaría de Economía. Después de haber sufrido tantas persecuciones decidieron pasar a la clandestinidad en nuestra provincia. Fue en Mendoza, en donde ellos desaparecen según testigos, y automáticamente sus hijas quedaron a la merced del destino.
El paradero de las chiquitas
Al llegar a Mendoza, el matrimonio Olivera-Rodríguez inscribió a sus tres hijas mayores de 7, 4 y 3 años en la guardería del Gimnasio Municipal nº 3 dependía de la dirección de Cultura de la Municipalidad de Capital. La directora de ese momento era María Marta Perecic pero se encontraba de licencia ya que su hijo sufría una grave enfermedad. Por ese motivo, su testimonio fue bastante escueto pero aportó datos importantes.
"El día 12 de julio asisten a la guardería solo Soledad y Rosario, ya que a Ximena le dolía la panza. A la salida del establecimiento escolar nadie las va a buscar, entonces la celadora las llevó a otro domicilio registrado pero inexistente. En ese momento, se radica la denuncia en la comisaría 4ª pero hubo una gran indiferencia por parte del personal policial", confesó la directora.
Siguiendo con el relato, contó que al día siguiente, la situación se agravó ya que apareció al mediodía Ximena con su hermana Guadalupe en brazos. El caso se informó a las autoridades municipales tanto al Intendente Comandante General Molina que se hizo presente en el establecimiento con su esposa y al director de Cultura de apellido Sosa.
En esa reunión se decidió que la maestra Marta Miriam Sícioli se hiciera cargo de Ximena; las otras dos chiquitas a cargo de otra maestra llamada María Cándida Elena Crayón y la mujer del intendente se hizo responsable de Guadalupe. Lo confuso del testimonio de Perecic es que no recuerda si se elaboró un acta pero afirma que había un asesor de letrado de la municipalidad de Capital, pero en actas no se constata ninguna de esta información.
"Se corría el rumor que los padres habían fallecido. Luego de una semana que las chicas estuvieron en las casas de las maestras, llegaron los abuelos desde Buenos Aires y se las entregamos. Después recibí una carta de la abuela paterna de las chicas, agradeciendo el cuidado que le habíamos otorgado a su nietas y comentando que las iban a dar en adopción ya que no se sentían capaces de formarlas", recordó la docente jubilada.
La bendita adopción
"Mi suegra recibe una llamada desde Miami informándole que su hijo había sido 'levantado' y sus nietas habían sido abandonadas. El 16 de julio, mi mujer recibe una llamada telefónica de Fanny (mamá de Rafael) desde Aeroparque para preguntar sobre una persona que conocíamos que trabajaba en minoridad porque viajaban a Mendoza junto a mi suegro, Jorge Olivera (jubilado como comandante de sanidad de la Marina), a buscar sus nietas y no tenían idea del paradero", explicó Alfredo Ricardo Puente.
Días después, Puente viajó a Mendoza con el objetivo de ayudar a sus suegros con temas de papeles y pasajes ya que habían comprado boletos para volver a Buenos Aires por vía terrestre pero la familia decidieron hacer más simple la vuelta y la solución era por vía área.
"Mis suegros ya sabían dónde estaban las nenas porque mi suegro al ser militar tenía acceso a cierta información. No sé si hizo todo lo que estaba a su alcance para saber el paradero de su hijo, yo no puedo contestar concretamente eso pero creo que sí. Igual la que hizo lo imposible fue mi suegra, que como cualquier esposa de militar pregunto a cuanto cura, obispo, teniente existiera si sabía algo sobre su hijo", confesó el testigo.
El juez de Mendoza le dio la tenencia a los abuelos pero al llegar a Buenos Aires se sintieron incapaces de poder criar a sus nietas, por eso mismo la hermana de Rafael y esposa de Alfredo Ricardo, Rosa María, insistieron para que sus sobrinas vayan a vivir a San Pedro junto a su familia.
"Estoy orgulloso de mis catorce hijos pero no me olvido que tengo hijas de Rafael, nunca se intentó tapar la realidad. Esperamos la vuelta de los dos, pero un día nos dimos cuenta que nunca volverían y empezamos a pensar la idea de la adopción. Tuvimos que viajar a San Nicolás para exponer el por qué deberíamos quedarnos nosotros con las niñas y recién en 1980 nos dieron la adopción simple", dijo el declarante oriundo de San Pedro.
Luego de varias horas de declarar en tribunales, Puente se detuvo y creó un clima casi íntimo. En ese momento, expresó lo duro que fue para su familia caer en la realidad y confesó que "el tiempo me hizo leer con muchos ojos".
Por el caso de la desaparición de Rafael Olivera y Nora Rodríguez Jurado, declararon trece personas:
-María del Rosario Puente Olivera (hija del matrimonio)
-Olga Esther Pizarro (conocida del matrimonio)
-Patricia Britos (hija de Olga Pizarro)
-María de Monserrat Olivera (hermana de Rafael)
-Nélida Blanca Maranzana (vecina de Rafael en Mendoza)
-Rosalía Garro (responsable de Nora en la Secretaría)
-Carlos Benedicto Grafigna (compañero de militancia política y religiosa de Rafael)
-Marta Miriam Sicioli (maestra jardinera de las nenas)
-Virginia Irene Rodríguez y Oscar Alfredo Acosta (matrimonio sanjuanino cercanos por vinculación política)
-María Cándida Elena Crayón (maestra jardinera de las nenas)
-María Mirta Perecic (directora de la guardería)
-Alfredo Ricardo Puente (cuñado de Rafael Olivera)
Fuente:Mdzol.com
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