Fierros al por mayor
Año 4. Edición número 169. Domingo 14 de agosto de 2011
Por Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal
La quinta. La vivienda donde laCNU guardaba su arsenal no ha sufrido grandes cambios.
El grupo de tareas de la CNU guardaba armas, explosivos y autos robados en una quinta alquilada por El Indio Castillo.
El oficial principal Julio César Garachico la tiene fácil esa mañana, aunque no sin cierto disgusto. Nunca la tuvo tan fácil en un allanamiento: conoce el lugar como si fuera su casa, y sabe dónde están guardadas las armas, los explosivos, las joyas robadas y también los autos. Sabe todo lo que va a encontrar. Y también lo que no quiere encontrar oficialmente. Hay algunas cosas de la quinta de la calle 4 entre 76 y 77 alquilada por Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio que quiere llevarse y que no tienen que figurar en las actas del procedimiento.
Esta vez El Indio la jodió, piensa Garachico cuando baja del patrullero, a las 11.30 de la mañana del 30 de abril de 1976. Él mismo le había avisado que era momento de obedecer las órdenes y de hacer nada más que lo que le mandaban a hacer desde la Unidad Regional o desde el Regimiento. Si con eso alcanzaba y sobraba. Pero no, El Indio había seguido operando también por la libre. No se dio cuenta de que la dictadura mataba de otra manera, sistemáticamente, con su propio orden. Ni siquiera paró cuando el jefe del Área de Operaciones 13, el coronel Roque Carlos Presti, le dijo que hasta nueva orden se quedara tranquilo en su casa, que ya lo iban a llamar.
La habían jodido lindo. Esa misma madrugada, después de robar en una casa de la zona de City Bell, el grupo de tareas de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) se había mandado con tres autos –dos Ford Falcon y un Fíat 128– a secuestrar a Juan Carlos Arias, también conocido como El Vaca, un integrante de la Alianza de la Juventud Peronista (AJP) al que se la tenían jurada. Todavía llevaban las cosas robadas (joyas, oro, un televisor portátil y hasta un teléfono antiguo) en uno de los Falcon. En la casa del Vaca, en 55 y 25 de La Plata, les había salido todo mal. Cuando intentaban entrar aparecieron de la nada la policía y el Ejército. Nadie se resistió, si todos estaban del mismo lado. A la patota la llevaron detenida a la Comisaría Quinta. Al Vaca, en cambio y ya que estaban, lo encapucharon, lo metieron en un auto y lo tiraron en el centro clandestino de detención de la Brigada de Investigaciones de la Bonaerense, donde estuvo desaparecido durante meses.
En 55 y 25, según el parte firmado por el oficial inspector Oscar José Piergiacomi, segundo jefe del Comando Radioeléctrico, fueron detenidos Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio, Martín Osvaldo Sánchez (a) Pucho, Ricardo Calvo (a) Richard, Gustavo Guillermo Fernández Supera (a) El Misto, Alfredo Ricardo Lozano (a) Boxer, David Claudio Mazzota (a) Feiño, y Marcelo José López. Esa misma noche también fueron a parar a una celda, aunque no figuran en el parte, Dardo Omar Quinteros, Antonio Agustín Jesús (a) Tony, el policía Roberto Antonio Storni, el sargento ayudante Vicente Ernesto Álvarez y Juan José Pomares (a) Pipi.
En los días subsiguientes se sumarían a la lista Miguel Castillo, padre de El Indio; Nelly Haydeé Novara de Castillo, la madre; Héctor Castillo, el hermano; Nora Fiorentino de Castillo, esposa de El Indio; el chapista Rubén Pacenza y el electricista Carlos Giacobone, apoyos de la banda; y Osvaldo Mario Cozzolino, encargado de reducir las joyas robadas por el grupo de tareas.
Parado frente a la puerta de la quinta de 4 entre 76 y 77, acompañado por otros tres policías, el oficial principal Julio César Garachico se toca la panza prominente y recuerda el descomunal asado –perpetrado y cocinado con una res robada– que compartió con casi todos los miembros de la banda en el fiesta de casamiento de El Indio y Nora. No es ninguna casualidad que el encargado de allanar el lugar donde la CNU guarda su arsenal sea el mismo policía que, hasta hace algunos días, se encargaba de liberar las zonas para que la patota pudiera actuar con total impunidad. Por eso, Garachico sabe muy bien lo que va a encontrar adentro.
Armas y explosivos. La investigación de Miradas al Sur tuvo acceso a las tres actas donde Garachico detalla los resultados de los dos allanamientos que realizó en la quinta de Castillo. Aunque dos versiones de diferente origen pero coincidentes señalan que el oficial inspector no incluyó en ellas todo lo que encontró, la lectura de los tres documentos ofrece una idea acabada del poder de fuego con que contaba el grupo de tareas, de los vehículos que utilizaba en sus operaciones y de los objetos de valor que saqueó de las casas de sus víctimas.
Apenas Nora Fiorentino de Castillo le abre la puerta, Garachico camina sin dudar hacia un galpón que se levanta en el fondo del terreno. Lo acompañan el suboficial principal Manuel Aguiar, los cabos Tomás Rotela y Rogelio Gómez, y los testigos Juan Bautista Gianatti y Miguel Ángel Díaz, vecinos del lugar. Según el acta firmada por todos los nombrados, en la construcción del fondo de la quinta encuentran 140 cartuchos de dinamita fanazul, 20 cartuchos de dinamita común, dos medias libras de trotyl. En una “habitación especial” –así la define Garachico– secuestran dos metros de mecha rápida; seis metros de mecha Bioford; 27 detonadores para sistema eléctrico N°8; dos detonadores para sistema eléctrico N°8 de cobre; cinco detonadores N° 8 lentos; cinco detonadores N° 8 para granadas de mano; cinco granadas de mano, españolas, con la inscripción “Ejército Argentino”, sin detonante.
Se trata de explosivos de alta peligrosidad, por lo cual el policía procede “al traslado inmediato del material a la Sección Criminalística”, donde “por razones de comodidad” labra el acta y se la hace firmar a los testigos.
En un acta separada, Garachico enumera las armas que encuentra en la casa: tres pistolas calibre 11.25, sin marca ni numeración; 12 cargadores de pistola 11.25 sin numeración; dos cargadores para pistola 9 mm, sin numeración; un revólver Smith & Wesson, calibre 28 especial; un revólver calibre 38 largo, marca Smith & Wesson de cinco tiros; un revólver calibre 22 largo, marca Bisonte, con funda de cintura y proyectiles; un revólver 38 largo, niquelado, marca Tanque; un revólver calibre 44 corto, marca Smith & Wesson, niquelado, con cachas negras; un revólver marca Orbea calibre 44, pavonado, con cachas de madera; un revólver niquelado calibre 38 largo; un revólver calibre 38 niquelado; un revólver calibre 44 corto, marca British Bulldog; un pistolón de dos caños, calibre 14, marca Safari; un rifle Winchester calibre 44 pavonado; una escopeta calibre 16 marca ML; una carabina Mauser modelo Caballería; una carabina marca Halcón calibre 22 largo con cargador; una escopeta de dos caños, calibre 14; un fusil de colección; una pistola Mauser calibre 9 mm, con culatín; una pistola ametralladora Sterling calibre 99 MK5 con cuatro cargadores, y una mira telescópica.
También encuentran “un cajón conteniendo proyectiles calibre 11.25, 9 mm, 7.65 mm de fusil, cartuchos 12-70; proyectiles calibre 44, 22, 38 largo, calibre 16 y repuestos para reparación de armas”.
A este poder de fuego hay que sumar las armas que portaban los integrantes del grupo de tareas al ser detenidos: tres escopetas tipo High Standard, seis pistolas calibre 11.25, una pistola calibre 9 mm, un revólver calibre 38 largo, y dos revólveres más, pequeños, “armamento que no es posible detallar en forma precisa porque fue llevado por personal militar”, como señaló el oficial de la Bonaerense que rubrica oficialmente las detenciones en 55 y 25.
Finalmente, Garachico incluye una lista de más de una página oficio donde conviven sables del Ejército y de la Armada, una decena de cuchillos de diferente tipo y un cambalache de objetos robados que incluye relojes de marca, joyas de oro y plata, televisores, un prismático, cámaras fotográficas, lapiceras de lujo, un bombo, y una máquina de escribir que terminará siendo prueba concluyente de la participación de Castillo en el secuestro y asesinato del dirigente sindical Carlos Antonio Domínguez.
Parque automotor. Garachico vuelve al día siguiente a la quinta de 4 entre 76 y 77, pero ahora como segundón de otro oficial. Es la hora de los autos que –lo sabe, pero no lo dirá– son en su mayoría robados. El acta describe: Peugeot 504 XSE modelo 1976, patente B-1-310156; Peugeot 504 XC modelo 76 color gris; Peugeot 504 XSE, 1975, color amarillo, patente B-1.081.485. Son tres de los siete que la banda se llevó cuando asaltó a mano armada al conductor del camión que los transportaba, en la ruta 2, cerca del cruce de Etcheverry. Al día siguiente del robo, El Indio apareció con documentación trucha para todos los vehículos.
Hay más autos en poder de la patota y Garachico sabe dónde pueden estar. Por eso, desde la quinta de 4 entre 76 y 77 la comisión policial va hasta otra casa operativa de la CNU, en 64 y diagonal 113. Allí encuentran a Héctor Castillo, el hermano de El Indio, abocado a la tarea de desarmar otro Peugeot, en este caso negro, patente C-441.723. No tienen que apretarlo mucho para que les diga que no es de él y que lo está desarmando a pedido de Patricio Errecarte Pueyrredón.
Entonces el oficial principal Julio César Garachico procede a detener al padre, a la madre y al hermano de Carlos Ernesto Castillo. Está vez sí que El Indio la jodió, piensa una vez más, mientras sube su voluminoso cuerpo al patrullero.
Fuente:MiradasalSur
1 comentario:
Estimados: soy una docente platense y ya identifiqué las casas operativas de la CNU: la casa de la familia Castillo, en los terrenos de la UNLP de calle 64 y diag. 113 y la quinta de 4 N° 2211. ¡Hay que escracharlas de algún modo, creo yo, una placa o un pronunciamiento de la UNLP!
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