21 de agosto de 2011

ENTREVISTA CON VERA CARNOVALE.

Entrevista a Vera Carnovale
Sin lugar para los débiles
Publicado el 14 de Agosto de 2011
Por Emiliano Molinari
Luego de diez años de investigación, la historiadora escribió Los Combatientes. Historia del ERP-PRT. Su último libro se centra en el mundo de los valores y de los ideales del partido y en las relaciones entre sus 5000 militantes. El sacrificio, la muerte redentora y la monogamia son algunos de los conceptos que explica y explota en sus páginas.

La sede del Sindicato de Peluqueros parece mantener un ritmo acelerado de visitantes. Es el 25 de mayo de 1965 y nada perturba la dinámica habitual del barrio de Once. Pocos saben que dentro de esa oficina, unas 100 personas acaban de fundar el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Cinco años más tarde, crearán el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que llegó a contar, según algunos autores, con al menos 5000 militantes. En su último libro Los Combatientes (Siglo XXI), fruto de diez años de investigación, la historiadora Vera Carnovale se aparta de los estudios que ponen una lupa sobre los errores de la organización para concentrarse en el mundo de valores, ideales, y convicciones que motorizaron a miles de jóvenes a tomar los fusiles, seguros del inminente del triunfo de la revolución.

–¿Qué conjunto de creencias conformaban el mundo de los combatientes?
–Debían ser disciplinados, callados, humildes, solidarios, estar siempre dispuestos. Pero de todos, lo más importante era el espíritu de sacrificio, de entrega total, no sólo a la militancia sino de la vida. Tenían que luchar contra el individualismo, dentro y fuera, y ser abnegados con el estudio. La moral estaba dada fundamentalmente por las virtudes proletarias; dentro de las que se destacaba el sacrificio. Mientras que la formación ideológica era básicamente el estudio de la prensa partidaria, de los clásicos del marxismo, con escuelas de formación de cuadros. Claro que hubo una distancia entre el modelo a alcanzar y el hombre de carne y hueso.
–Para acortar esa brecha ¿cuán importante era el disciplinamiento?
–Los hombres y mujeres que integraban el PRT estaban atravesados por tensiones y contradicciones. En consecuencia, también había mecanismos de disciplinamiento interno. Pero no había un componente represivo. La disciplina era un valor compartido por todo el cuerpo partidario, hayan sido dirigentes, cuadros intermedios o bases.
–¿Cómo se efectuaba?
–Asumió formas muy dispares. Como la formación de cuadros o la proletarización en fábricas. Muchos lo sufrieron, por la enajenación y la explotación en esos lugares de trabajo. El sentido que tiene la proletarización en el PRT es que aquel miltante que proviene de sectores medios, o en lenguaje de época la pequeña burguesía, intelectual o no, debe adiquirir la visión y los valores morales de la clase obrera.
–Algunos de esos valores parecen ser una redención de clase, donde se podrían encontrar determinados elementos del cristianismo…
–Es que la misma idea del sacrificio tiene origen en el cristianismo. Justamente, la muerte en combate es una muerte redentora, consagratoria. En un recorrido por la prensa partidaria se pueden encontrar un montón de semblanzas de compañeros caídos. El guerrillero que fallece en combate culmina, de alguna manera, en un ideal que es entregar la vida por la revolución. Es la muerte bella, que da sentido. Y es una muerte sacrificial porque la sangre del compañero caído abona el camino hacia la revolución.
–¿Ese ideario se puede relacionar con lo que muchos autores llaman el militarismo del ERP?
–No comparto esa visión. Es muy claro si se piensa en las muertes de Mario Santucho, Domingo Menna y Benito Urteaga. Caen luego de alquilar un tercer y cuarto piso enrejados, cuando es básico que si un guerrillero arma un lugar como casa operativa tiene que tener espacios de fuga. Además, Menna alquila un nebulizador en una farmacia y da su dirección real. Ya había caído el comité central en marzo de 1976 y había pasado Monte Chingolo. Esto habla menos de una estructura militarizada que de una estructura signada por el mandato de sacrificio revolucionario.
–¿Cómo se explica la persistencia, dentro de ese ideario, de la monogamia; un rasgo completamente burgués?
–La monogamia forma, junto con otros valores partidarios, la figura de la adherencia. Es la fidelidad a la compañera. Los cuerpos y las almas deben estar pegados. En consecuencia, el partido se erige como totalidad. Donde hay espacios hay duda, y donde hay duda no hay sentido revolucionario. Claro que es otro de los mandatos ideales imposibles de alcanzar. Es al menos esperable que chicos de veintipico de años, encerrados en una casa operativa, con la posibilidad latente de morir, tengan deseos sexuales.
–Deseos que el partido también va a regular…
–El control de la sexualidad es otro de los dispositivos de disciplinamiento y construcción identitaria. Luis Ortolani escribió Moral y proletarización y se convirtió en una suerte de biblia interna. Es que está relacionado también con la figura, nuevamente, del combatiente ideal. Todas las dimensiones de su vida, incluso aquellas intangibles como el deseo, deben quedar subsumidos a la semántica revolucionaria.
–Esta negación de la subjetividad, ¿implosiona en algún momento?
–Son muy pocos los que dudan y lo hacen muy tarde. Muchos no estaban de acuerdo con alguna línea del partido, no soportaban que les dijeran con quién y adónde tenían que salir, que los sancionaran o no querían proletarizarse, pero todos se quedaron.
–¿Por qué?
–Porque el partido es todo. Justamente, es el resultado de la construcción del mundo revolucionario. El destino de la revolución está ahí adentro y no se duda de ella. El partido va a conducir al pueblo hacia la revolución. Así se entiende el profundo quiebre subjetivo que significa, para un militante, la pérdida del partido. Ya sea porque lo expulsaron, porque se quedó solo o porque el partido se desintegró. Es un conjunto de componentes ideológicos con mandatos morales irrenunciables. Un compañero no huye. Si renuncia, traiciona. Hay gente que hasta se sintió traidora por el sólo hecho de pensar en abandonar la lucha.
–No hay lugar para los débiles
–En absoluto. El débil es un quebrado, un traidor. Hay compañeros caídos, hay lazos de sangre que no permiten que se dude, que se tenga miedo. Es esperable, hay que combatir el miedo dentro de un ejército. Irse es perder el sentido que otorga la convicción de ser parte de un proyecto colectivo triunfante.
–La delación bajo tortura era considerada traición y le correspondía la pena de muerte. ¿Hubo ejecuciones internas?
–No hubo ningún militante ajusticiado por esto. Sólo encontré un caso, pero de otro orden. Se llamaba Miguel Ángel Pozo y lo mataron en febrero o marzo de 1976, en Rosario, por quedarse con el dinero de un secuestro. Eso habla de un lazo afectivo muy fuerte entre los militantes. De hecho, el máximo miedo no era ni sufrir por la tortura ni morir. Lo peor que les podía pasar era quebrarse y terminar “cantando” información de sus compañeros. Había mucha confianza; no encontré un militante que haya sospechado de algún miembro de la dirección partidaria


Santucho, el hombre nuevo
Publicado el 14 de Agosto de 2011
–¿Mario Santucho sintetiza la figura del militante ideal?
–Sí. Santucho encarna los valores del hombre nuevo. Todos aquellos que se le atribuyen al hombre ideal son, al menos en la proyección, los mismos que tenía él. La austeridad, la formación, la sencillez, la humilidad, el ser callado. La contracara de ser callado es la charlatanería de la pequeña burguesía, que dice mucho y no hace nada. Por eso la insistencia en este punto. Y la acción, intevenir sobre el mundo es otro de los valores que conforman el ideario perretista.
–¿Con su muerte se funden los conceptos de mártir y héroe?
–En el discurso perretista ambos se entremezclan bastante, se superponen. Santucho no es héroe hasta que muere. Un militante que entrega todos sus días a la revolución no es un héroe; es lo que le corresponde como tal. Héroe es el que cae en combate o el que muere en la tortura sin delatar. Pero también son mártires. Sin esas figuras, no se puede ir a atacar un cuartel militar en condiciones, muchas veces, más que desventajosas.
FuentedeOrigen:TiempoArgentino
Fuente:Agndh                                              

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